viernes, mayo 12, 2006

GALATEA ( IV ).- Polifemo, Galatea, Acis

Cuando caen las sombras sobre el jardín de la villa de Agostino Chigi y la oscuridad diluye todos los límites; cuando la noche toma posesión de su reino sin distinguir dentro y fuera, antes y después, realidad y quimera, se escucha el rugido de aflicción de Polifemo. Un grito bronco, profundo y largo, tan dolorido como amenazante. El gigante se ha transformado en una fiera que brama y lanza zarpazos al aire. Incapaz de contener su furor, golpea los peñascos con los puños cerrados, arranca árboles y los arroja por los precipicios. Las alimañas se esconden en lo más recóndito de sus guaridas. La tierra se estremece.
Ajena a la violencia que se avecina, la ninfa Galatea emerge del mar. Se regocija unos instantes en la espuma con que las olas la obsequian y ordena a sus tritones que la conduzcan hasta la orilla donde la espera Acis. Hace unos días que las flechas de Eros la han alcanzado en pleno corazón y lo ha perdido. Ahora es de Acis, un hombre hermoso y deslumbrante como el nácar de las conchas marinas. Sus ojos de color miel la atraen como a una abeja, sus brazos prometen vigor y dulzura y la ninfa arde en deseos de probar su boca. Él sale a su encuentro y la toma de la mano. Se miran y miran a su alrededor. La playa está solitaria bajo el sol del mediodía y, a corta distancia, unas rocas se agrupan en forma de media luna y ofrecen sombra a un lecho arenoso. Ese va a ser su tálamo nupcial.
El único ojo de Polifemo gira y gira enloquecido. Saltando de peña en peña, el gigante recorre la costa en busca de los amantes. Calas, rocas, bahías, cuevas, nada escapa a su escrutinio. Su furor es creciente. Él mismo lo alimenta con ideas feroces cuando siente que el cansancio lo aplaca. Por fin, cerca del atardecer, los descubre. En su delirio piensa que Acis le está robando los besos que eran para él, las caricias que le pertenecían. Galatea es suya y solo suya, nadie se la arrebatará. Coge entonces una de las rocas que les daba cobijo y la levanta por encima de su cabeza antes de proferir un espantoso grito. Galatea y Acis se ponen en pie de un salto. Apenas tienen tiempo de reaccionar al peligro. Corren hacia el agua, pero ya Polifemo ha lanzado la roca contra Acis y éste sucumbe aplastado por ella.
De noche, en la logia de la villa Farnesina en la que están pintados, aúlla como las fieras acorraladas Polifemo. Galatea finge no oírlo. No siente compasión por él y ésta es la única manera que tiene de castigarlo. Cuando el gigante mató a Acis, ella, deshecha en llanto, le preguntó a gritos por qué. Y cuando le contestó que estaba enamorado de ella, la ninfa se abrazó al cadáver de su amante y respondió a su asesino: tu nunca me has amado.

* Jardín de la Villa Farnesina.

** Detalle del fresco "El triunfo de Galatea" en la Villa Farnesina


4 comentarios:

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola Robertokles: me alegra que me des la oportunidad de conocer tantas cosas acerca de este mito. Ciertamente yo he seguido la versión de Ovidio, que es la que conocía. Seguramente he sido un poco descuidada al escribir Atis en lugar de Acis. De inmediato lo voy a corregir. Gracias por tu visita, el mucho tiempo que me has dedicado y tu advertencia. Hasta pronto.

La gata que no esta triste y azul dijo...

Bueno, no creo que sea un detalle como para ahorcarte Isabel.
Los mitos hay innumerables versiones.
Yo sigo leyendo

Anónimo dijo...

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Unknown dijo...

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