Atravesando como una daga la negrura y la quietud de la noche, los aullidos de Mook, el perro de la reina, se extienden por todas las estancias del palacio y penetran hasta sus rincones más ocultos. Muchos pies saltan al suelo helado, muchas manos despabilan las lámparas de aceite; se oye pasos apresurados y voces preguntando qué ocurre. La cocinera y sus ayudantes, que duermen en la cocina, son los primeros en levantarse. Uno de los pinches enciende en las brasas una tea y es enorme el sobresalto de todos al ver a la vieja Barce delante de un fogón, con las manos temblorosas y la cara lívida.
Sofonisba coge la tea y sale al patio. En la esquina contraria, Mook agita la cabeza, da pequeños saltos adelante y atrás, y sus aullidos se tornan más lastimeros. Apunta con el hocico al centro, donde se alza el bulto informe y oscuro de la pira. A ella se acerca Sofonisba y la alumbra con la antorcha. Gruesos troncos se entremezclan con túnicas y mantos, escabeles, ramas, copas, el trono del templo de Juno… Y, de pronto, una mano.
- ¡Aquí, aquí! – grita –. Es la reina.
La noche se ilumina con hachones procedentes de todas partes y una marea de gritos sofoca los quejidos del perro. Barce se cubre los ojos mientras ceden sus piernas, incapaces de sostenerla. Los ruidos han despertado también a Anna, quien llega corriendo y, con el corazón sobrecogido de espanto, se abre paso entre las criadas, alcanza la pira y trepa por ella. En la parte más alta, tendida sobre el tálamo, yace Dido con el pecho desnudo y atravesado por la espada de Eneas. Aún respira.
- Ay hermana ¿qué has hecho? – dice cogiéndola entre sus brazos –. ¿Cómo te has atrevido a dañarte así? ¿No era bastante para colmar tu vida el amor de tu hermana y el de los cartagineses? ¡Maldito sea Eneas, ese monstruo a quien tomé por un amigo…! Y también sea maldita yo. Si, yo tengo toda la culpa, porque te mostré su amor como algo inocente y deseable. ¡Qué ciega fui! ¡Qué mal tan inmenso he causado! Ay, Dido, mi hermana querida, mi amiga, mi madre. No me abandones. Vuelve en ti, vamos. Sánate.
Las lágrimas de Anna se mezclan con la sangre de Dido y así unidas gotean y empapan las ropas del lecho, se deslizan por la pira y tiñen de rojo la túnica del troyano. La reina entreabre los párpados y los vuelve a cerrar. Quizá a sus oídos llegan los lamentos de todos los suyos, las quejas y el llanto de quienes le amaban y la habrían seguido a donde ella hubiera decidido ir. Su pecho herido se alza con dificultad, el rostro empalidece. No hay en él gesto de dolor, ni una mueca afea su belleza. Anna se inclina sobre su boca y le insufla su propio aliento tratando de prolongarle vida.
Amarillas y rojizas por el reflejo de las antorchas, sobre las hermanas se ciernen las alas de la mensajera Iris. Viene a cumplir el mandato de la diosa Juno quien, compadecida de Dido, no desea alargar su agonía. Y así Iris, apartando dulcemente a Anna, toma con delicadeza un mechón del cabello de la reina. Y en el mismo instante en que lo corta para entregarlo como tributo a la diosa del Hades, el espíritu de la reina de Cartago se libera de la carne y sus miserias y alza libre el vuelo.
Acaba de expirar la reina y ya están llegando al palacio fenicios de todas clases. ¡Ay, cómo lloran los humildes al verla, qué gritos dan! De cuantas penas y aflicciones ha sufrido el pueblo de Dido, ésta es la mayor: perder a su guía, su faro y su protectora en plena juventud y potencia, justo recién conseguido para ellos el bienestar tanto tiempo buscado. Los cartagineses se han quedado huérfanos de repente. ¿Dónde hallar, entonces, las palabras precisas para describir un dolor semejante? ¿Qué pecho no quedó desgarrado por la tragedia aquella noche, qué corazón no se rompió?
- Debí sospechar que tramaba algún plan – se lamentaba la noble Diana, cuyas lágrimas fluían como un río sin fin –. ¡Ojala hubiera adivinado sus designios!.
- ¿Y yo? – sollozaba Barce – Me he dejado engañar por su tranquilidad cuando hace un momento me ha ordenado traerle el caldo. ¡Ha sabido disimular muy bien conmigo...!
Qué deprisa, qué inesperadamente ha ocurrido todo. Hace apenas unas horas la reina recorría el palacio dando órdenes aquí y allá. Esta misma mañana ha enviado al noble Acus con una embajada para aplacar al rey de Libia. ¡Yarbas estará celebrando la respuesta de Dido, sin saber que ya no tiene con quien desposarse…! Cuanto más piensan en ello, con más claridad comprenden que ella lo tenía todo planeado. Eso explica la calculada ambigüedad de su recado para Yarbas: decirle que sabría aceptar su destino dejándole entender que se refería a su matrimonio. ¡Qué diferente de sus verdaderas intenciones! La reina se ha rebelado, no ha asumido pasivamente un destino impuesto por la fuerza de las armas o por el capricho los dioses, sino el que ella misma ha elegido. Esa es la reina de Cartago.
Anna decide cumplir, hasta el final, la voluntad de su hermana. Y puesto que ella quiso morir sobre la pira donde debían arder todos los recuerdos de Eneas, así se hará. No permite mover el cadáver. Ella misma, con la ayuda de Ula y Morgana, se encarga de lavar y perfumar el cuerpo de Dido y de adornar su lecho con plantas aromáticas e innumerables lágrimas.
La noche transcurre más deprisa que nunca y pronto la oscuridad del patio se atenúa con las primeras luces del amanecer. Entonces Anna sube a la terraza del palacio para vigilar la partida de las naves de Eneas. Sólo cuando hayan abandonado el suelo cartaginés entregará al fuego cuanto queda de su hermana y del troyano. Ya que no fue capaz de quedarse en Cartago para auxiliarlas, ya que abandonó a la reina a su suerte, que sepa al menos Eneas que ningún rastro quedará de él. Ni siquiera el inmenso amor de Dido.
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La noche transcurre más deprisa que nunca y pronto la oscuridad del patio se atenúa con las primeras luces del amanecer. Entonces Anna sube a la terraza del palacio para vigilar la partida de las naves de Eneas. Sólo cuando hayan abandonado el suelo cartaginés entregará al fuego cuanto queda de su hermana y del troyano. Ya que no fue capaz de quedarse en Cartago para auxiliarlas, ya que abandonó a la reina a su suerte, que sepa al menos Eneas que ningún rastro quedará de él. Ni siquiera el inmenso amor de Dido.
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Entre la bruma del mar comienzan a perfilarse las proas de las naves troyanas. Avanzan con rapidez, enérgicas paletadas impulsan sus cascos. No hay signos de vacilación, ninguna señal de reconocimiento o respeto al pasar por delante del puerto de la ciudad que los acogió como una madre durante tantos meses. Erguida en la terraza, quieta, Anna los contempla marchar. También los troyanos la ven, de eso está segura. Pero ni una sola mano se alza para decirle adiós. También ella mantiene las suyas inmóviles.
- Ha llegado la hora – declara en voz alta cuando regresa al patio.
Por tres veces la vestal Crisea llama a reina por su nombre y las tres veces le responde el silencio. Entrega una antorcha a Anna y ésta da la vuelta a la pira prendiendo los troncos de la parte baja. Pronto arden las ropas, la madera de los muebles cruje y se incendia, lametazos de fuego alcanzan el cadáver de Dido. Su rostro está sereno y el resplandor de las llamas parece, por un instante, devolverle el color de la vida. La espada de Eneas, que Anna se ha negado a retirar del pecho traspasado, se pone al rojo vivo como si estuviera en el yunque del herrero, a punto de ser forjada. Así era el corazón de la reina que ha destrozado, fuerte y dúctil como el más noble metal.
La humareda crece igual que un ciprés en busca del cielo. Anna invoca a los dioses y les pide justicia. Llama a Eolo y le pide que extienda el humo negro por el mar y envuelva en su oscuridad a los troyanos; implora a Juno que los hostigue en todas partes sin darles tregua, y a Neptuno que con su autoridad los aleje de las costas del Lacio; apela a los poderes infernales para que los arrastren al abismo y a las Furias para que no les permitan descansar. Mas la venganza es un pobre consuelo. Y nada ni nadie puede arrancar a la Muerte su presa cuando ya la ha cobrado. Así, aquella noche, los cartagineses perdieron para siempre a su reina.
*Flores en la terraza de Isabel Romana. Valencia.
**Detalle de escultura funeraria. Cementerio General de Valencia.
***Detalle de relieve de terracota. Colección Academia Clementina. Bolonia.
****Escultura de personaje doliente. Jardines de Monforte. Valencia.
*****Detalle de escultura de mujer. Jardines de Monforte. Valencia.
******Detalle de escultura de mujer. Fuente de las Cuatro Estaciones. Valencia.
*******Detalle de escultura de mujer. Jardines de Monforte. Valencia.
He llorado, esto no puede ser, no.
ResponderEliminarMe duele Anna, me duelen todos los cercanos, pero más me duele Mook, sé lo que debe estar sufriendo, lo imagino que está a su lado.
Porqué tenía que ser así?
Es otoño y llueve.
En silencio ante tu texto.
Abrazos amiga y he disfrutado de la entrevista que te hicieron.
Besos
Y justo cuando al fin había terminado todo lo pendiente desde mi partida, y cuando venía a expresarte mi contento por haberme puesto al día... encuentro esta última parte
ResponderEliminarLa más fuerte sucumbe ante estas mortales heridas, y es que el corazón destrozado... destroza realmente sin medida.
Me encanta leerte... y aún cuando procuro hacerlo al día, cuando como en esta ocasión tengo "trabajo acumulado", aún me quedo más satisfecha, aún cuando como en esta ocasión, me entristezca tanta desdicha...
uy amiga, que bien logrado relato.. creo que es el que más me ha tocado. Tengo sentimientos encontrados, lo podrás imaginar no? me enseñaste a conocer a Dido, de eso no hay duda...
ResponderEliminarsabes que mi corazón se va con las naves de Eneas rumbo a Lacio no?
Es paradójico que Eneas zarpe de dos fuegos, Troya - Dido
Isabel, felicidades por el relato. Como siempre, te has superado. Tus palabras son conmovedoras y llenas de sentimientos, con ellas has logrado captar a la perfección el clímax de la narración.
ResponderEliminarGracias por hacernos disfrutar con tus escritos.
Besos
Veo arder a Dido; pero algo me dice que esas llamas no van a ser las últimas. A Anna la quema por dentro el fuego de la Ira.
ResponderEliminarEsa es la peor derrota: la que nos arrastra como presas acorraladas bajo el dolor y el resentimiento.
Sería deseable que el amor aplacara la maldición de la venganza; aunque la historia es la que tiene que hablar, y tú nos la estás contando deliciosamente.
¡Un abrazo y muchas gracias por el relato!
Jordi
Isabel, como siempre genial en tus letras, la narración de este capitulo me tuvo en ascuas hasta ultimo momento, desde Mook hasta Anna (…) Mas la venganza es un pobre consuelo. Y nada ni nadie puede arrancar a la Muerte su presa cuando ya la ha cobrado (…)
ResponderEliminarUn beso amiga
Isabel:
ResponderEliminarTu blog es una maravilla, me alegra
haberte descubierto, a través de Ybris.
Un abrazo
¿Te puedes creer que he llorado? Y es la primera vez que me pasa leyendo algo.
ResponderEliminarGracias por el regalo de tus palabras.
Vaya ahora que he vuelto me encuentro con un regio funeral. La verdad es que me has dejado el corazón en un puño. Pobre reina Dido, tan fuerte como era se dejó llevar por un momento fatal por la debilidad. El amor te da lo mejor y lo peor.
ResponderEliminarSeguiré atento al epílogo.
Impactante relato, y hecho con maestría, sobre la muerte de la reina de Cártago.Cómo siempre un placer volver a leerte. Un saludo.
ResponderEliminarConocía el desenlace, pero la Dido que nos has mostrado todo este tiempo, me parecía inmortal, tan joven, tan llena de vida...
ResponderEliminarY qué triste trabajo me has puesto a hacer hoy, querida Isabel, mis ojos no han parado de llorar mientras amortajaba a la reina muerta por el mal de amores.
Qué grandes mujeres ha tenido la historia, y de qué manera tan sabia y sensible nos las muestras.
Espero que siga el relato aún un poco más, no nos dejes huerfanos tan pronto de esta maravillosa historia que nos estás contando.
Un abrazo.
TAN INESPERADO FINAL COMO MI ADIOS.
ResponderEliminarISA, el dolor y la tristeza... te quedaras con la duda entre el personaje y la persona...
QUE NO DESEE ESCXRIBIR, NO QUIERE DECIR QUE NO PUEDA LEERTE, YA ES UNOS DE MIS VICIOS MAS SANOS...
CARIÑOS
CARLOS
Tengo mucho que leer para ponerme al día y, bueno, eso me alegra.
ResponderEliminarLa historia de las historias. Todo está ahi, pasiones, muertes, amor filial, reinados.
ResponderEliminarSaludos, Isabel, felicidades, mañana es tu santo.
Un buen relato, te confieso que leer tu blog es una forma de sentirse bien.
ResponderEliminarQué sería de nuestra existencia sin la presencia de la sangre, la pasiòn y el llanto… quizás una vida plana y sin emociones que nos dejaría vegetar en el olvido de no ser nada.
ResponderEliminarVivamos
Gracias Isabel
Sin palabras y con muchas emociones, me has guiado entre un suspiro y el otro hasta este final.
ResponderEliminarUn final digno de una reina heroica como Dido, invencible hasta en la muerte.
En realidad siento lastima por Eneas y Dido..ambos victimas de fuerzas superiores a su voluntad.
Espero el epilogo con mucha curiosidad.
Feliz fin de semana Isabel.
Si bien conocia la historia, sabria que le darias una interpretacion distinta: la reina que todos creen debil, por sucumbir al amor de Eneas, en realidad 'se rebela' a su destino de un matrimonio impuesto por la fuerza con Yarbas o quien fuere; por eso estaba tan activa o mustia, sabia que el margen de maniobra que le quedaba era minimo, y solo no estando ella de por medio, era la unica forma de salvar su ciudad. Para leer con un nudo en la garganta, entre la tristeza, la furia de Anna y el triste papel que hacen los troyanos, practicamente huyendo sin ningun gesto de agradecimiento hacia quienes los acogieron. Solo les quedara como indicio el humo.
ResponderEliminar¡Admirable!Tantas emociones en un texto tan corto.
ResponderEliminarGracias.
Este capítulo está lleno de sentimiento. Te llega al corazón. Es curioso ver que lo que hay en nuestra fantasía, en nuestra memoria colectiva, por decirlo así, se traduzca de esta manera, y no se cuente nunca así. Es de hecho así como debería contarse la historia.
ResponderEliminarIsabel es... magnífico, ¡magnífico! de verdad. Nos adentras en la historia, nos despiertas emociones y... diosssssssss qué bien escribes.
ResponderEliminarmmm confiaba en que tú -ya que no la Historia- salvaras a Dido...
Besos!
Impresionante, aún tiemblo. Cuánta emoción has sabido imprimirle al trágico final de Dido. Una descripción precisa y un fluir de los acontecimientos lento y suave, quizás como el frío abrazo de la muerte, dan realce a la inmolación por amor, por el dolor del desamor.
ResponderEliminarQuerida Isabel, mi sincero aplauso por estas líneas conmovedoras.
EEEEKKKK!!! Cuando leí que la reina se atravesó el pecho con la espada temí lo peor, y así fue. Que horrible final para reina.
ResponderEliminarY ya enserio que estoy sintiendo una opresión en mi pecho y un nudo en mi garganta por la muerte de la reina por amor no correspondido. Ni siquiera yo hubiera hecho eso cuando estuve bajoneado por la furia de mi Madre por el asunto que ya sabés.
Saludotes, abrazotes y besotes.
Sweet Dreams, de todo Corazón:
Arthur
P.S. Eneas, en serio, que gil fue, que pague caro por lo que hizo.
Sniff!!! Que dolor, que dolor, que pena.
ResponderEliminarLa reina, tan dulce que fue, tan noble, tan buena, y acabó así.
Ou! sí que lloré mucho, porque me dolió la muerte de la reina.
No había llorado tanto desde que sufrí porque mi Mamá se fue y pasé muchos años sin verla. Luego lloré de felicidad cuando regresó. Y ahora lloré de tristeza con la muerte de la reina.
Y ahora qué va a pasar?
Saludos, abrazos y besos
Nice Day, con toda mi Alma:
Gusthav
Hola clarice baricco, me hubiera gustado otro final, sobre todo por el sufimiento que siembra éste a su alrededor, pero así es la vida. También a mí me apena Mook. Besos, querida amiga.
ResponderEliminarSaludos, mía, ciertamente es un final un poco duro. Pero creo que tiene mucho de la vida, de lo que en realidad ocurre. El drama de Dido es que no dispone de oportunidades para reponerse del desamor: hay una hombre con las armas preparadas para convertirse en su marido. Eso es, sobre todo, lo que ella no está dispuesta a tolerar. Besos, querida amiga.
Hola ahelon, creo que tu percepción de Eneas entre dos fuegos, Troya y Dido, es muy interesante y acertada. Y también es cierto que, aunque estemos de parte de uno de ellos, el aprender a apreciar al otro nos ayuda a comprenderlo todo mejor. Ese es el auténtico drama, que ambos tienen razones y razón. Besos, guapa.
Hola charo marco, gracias a tí por estar siempre al lado de la reina. Besotes.
Hola jordi ventura, tienes mucha razón al señalar los sentimientos de venganza como una derrota para quien los siente. De todos modos, en la antigüedad la venganza era casi una obligación, una forma de respeto hacia quienes han sido dañados. De todos modos, Anna no parece persona rencorosa, creo que habla bajo la emoción de la pérdida. Besotes.
ResponderEliminarHola alida, también tú has sentido el sufrimiento de Mook, incapaz de socorrer directamente a su dueña, pero fiel a ella hasta el final. Sí, no es un final feliz. Besos, querida amiga.
Hola merce, gracias por tu visita. Pasa y sírvete a tu gusto. Espero que te encuentres aquí como en tu propia casa. Saludos cordiales.
Hola kurtz, lamento causar tristeza aunque creo que no he sido yo, sino el afecto que hemos llegado a tomarle a la reina. Un abrazo de consuelo.
Hola zebedeo, tienes razón al señalar que has llegado justo en un mal momento. No obstante, creo que la reina no se dejó llevar: encontró que éste era el único modo de librarse de un matrimonio indeseado y de poner a su pueblo en peligro. Muerta ella, Yarbas ya no la puede amenazar. Besos y hasta pronto.
ResponderEliminarHola xixe, gracias por tu visita. Se te extraña. Un abrazo.
Saludos ula, desde luego más me hubiera gustado que la reina superara esta vez, como tantas otras, las dificultades que se le venían encima. Pese a todo, ha podido elegir. Y aunque su elección no nos guste porque la queríamos viva, no deja de ser respetable. Acompañarla hasta el último instante, es un privilegio. Besos, querida amiga.
Hola tinta del corazón, la vida está hecha de despedidas. La tuya, por suerte, es parcial. Espero que me sigas visitando, querido Carlos.
Hola heriberto, tómatelo con calma, ya ves que esto es más duradero que la vida. Besotes.
ResponderEliminarHola pilar m clares, gracias por tu visita y tu felicitación. Besos y hasta pronto.
Saludos, césar r. lino a. si la lectura de estas historias significa para tí un paréntesis en la vida cotidiana, un espacio donde sentirte bien, puedes estar seguro de que me haces sentir muy feliz. Saludos cordiales.
Hola manuel, estoy completamente de acuerdo contigo, la vida no sería nada si no pudiéramos sentir. Besos y hasta pronto.
Hola tic tac, tienes toda la razón: este final es digno de una mujer de la talla de Dido, quien fue digna hasta en la muerte. Quizá por la fuerza de ambos, Dido y Eneas, su historia ha traspasado los siglos y ha emocionado a millones de personas en todos los tiempos. Besos, querida amiga.
ResponderEliminarHola lady zurikat, Dido ha puesto de manifiesto una vez más su capacidad para sorprender a quienes le siembran de dificultades el camino, y su extraordinaria fuerza moral. Has interpretado correctamente su pensamiento, su decisión de desaparecer a fin de arrebatarle su única arma a quien pretendía imponerse por la fuerza. Y lo ha hecho en silencio, sin aspavientos, asegurándose de que podrá cumplir su propósito y pensando que, aunque a su pueblo le duela, esa era la forma de salvarlo. En cuanto a los troyanos, ciertamente han sido ingratos. Sin embargo, al lado de la reina han quedado las amazonas, Iskias y Nismacil, quienes de algún modo redimen la ingratitud. Besos, querida amiga.
Hola joseín moros, las gracias debo darlas a vosotros, los lectores, que tenéis tanta paciencia... Saludos cordiales.
Hola david, creo que si escribiéramos una historia de los sentimientos, seríamos todos mucho más ricos. Besos.
Hola almena, sé que este final es duro. Me he ceñido a lo que nos transmite la historia, pero en cualquier caso, no podía imaginar un final más grandioso y digno para esta gran mujer. Besos de consuelo, querida Imilce.
ResponderEliminarHola maría dubón, gracias por tus palabras. La muerte llega siempre cargada de dolor, pero también saca de nosotros cosas buenas. Un abrazo.
Hola arthur, este capítulo debería estar prohibido a la lectura de jóvenes como tú y gusthav, porque es duro. Pero, pensándolo mejor, no está mal conocer la dureza de la vida. La reina estaba destrozada, es cierto, pero si hubiera podido hacer un duelo en toda regla, llorar a su amor perdido, o maldecirlo y olvidarlo... Lo que no pudo soportar era tener que casarse a la fuerza. Besos, querido niño.
Hola gusthav, en la vida real se llora muchas veces, como tú cuando lo de tu mamá. La reina Dido nos ha hecho llorar, pero nunca la olvidaremos. Besotes y abrazotes.
El amor, ese sentimiento que suele dar vida, también en ocasiones trae la muerte, el dolor, los deseos de venganza, el odio y sobre todo mucha pena y tristeza.
ResponderEliminarTriste final para una reina inteligente, segura cuando se presentablan problemas, valiente y sensata hasta que le llegó el amor y dejó de pensar con la cabeza y sólo empleó el corazón.
Seguro que Barce y Mook son los que más sentirán su muerte, los demás tendrán que seguir hacia adelante, unos para sobrevivir y otros para buscar venganza.
Mis felicitacones.
Buen fin de semana.
:-) Perdón, quise escribir felicitaciones no felicitacones.
ResponderEliminarLo veo todo inundado de sentimiento, de mucho dolor y oscuridad, y de una profunda melancolia.
ResponderEliminarEs curioso como reaccionamos ante los hechos, incluso cuando sabemos que van a tener lugar, que son inevitables. Siempre nos resistimos a que ocurran, pensamos que optarán por marcharse y daran paso con su huida a un final nuevo, donde todo se resulve de la manera más acorde con nuestro gusto...
Pero nunca es así: a Dido le espera este fin, una y otra vez a lo largo de la historia, cada vez que alguien recuerda su leyenda.
Sin embargo, siempre quedará el recuerdo de su fuerza, determinación, de ese amor que supo entregar sabiendo que no iba a recibir nada a cambio... generosidad es la palabra.
Salud
Hola Isabel:
ResponderEliminarMenuda muerte...aunque a partir de ella emerge otra vez la vida, en un modo distinto, pero surge y se eleva.
Mis felicidades.
Cordiales saludos.
Vaya nueva imagen de blog ......y tan genial como siempre .
ResponderEliminarHola Isabel, ya he vuelto y desde luego que ha merecido la pena.
ResponderEliminarSi te apetece te invitamos a que hagas el meme que hemos recibido de Jordi, consiste en nombrar a tus héroes del blogging.
Besos.
Un final trágico...
ResponderEliminarHe leído esta sinfonía de vida y muerte con el respeto que me producen los textos que impactan. Y este final, querida Isabel, tiene en sus flecos dorados la profundidad de la excelencia. Abrazos.
ResponderEliminarJo, Isabel... de momento, creo que no me salen palabras. Aún estoy escuchando el crepitar de pira, los aullidos de Mook y los sollozos de Anna.
ResponderEliminarY, claro, acomodando mi corazón al de Dido.
Maravilloso relato. Maravilloso.
Un beso.
Ay nooooooo!!
ResponderEliminarno, no, no Isabel!!!!
porque!!!!!!!
asi no tenía que ser!!
ufff tengo el corazón conmovido, como si hubiera muerto un ser querido... la reina Dido habia estado formando parte de mis noches...
que injusticia...:(
me siento impotente...
además... tu relatoría es magnifica!!!
uffff...
no se que mas decir..:(
besos...
La Historia está llena de bellísimas tragedias. Lo truculento del asunto es que sólo en la Historia las tragedias son bellas.
ResponderEliminarVaya... ¿Y ahora qué?
ResponderEliminarTe mando saludos y besos, apreciada Isabel...
Realmente es extraordinario,intenso y desbordante tu relato,el personaje de Anna es un maravilla,qué presencia!!! me saco el sombrero ante vos y tu talento único.
ResponderEliminarSaludos
Como casi siempre llego el último, me gusta leer los comentarios de los que de manera directa o indirecta participan en esta historia.
ResponderEliminarEl relato es magnífico, la forma de escribir es perfecta, nos enganchas de tal manera que una vez que se ha leido el primer capítulo es imposible dejar de leer los siguientes.
Un abrazo
Isabel...
ResponderEliminarme mataste.
No luchábamos todas junto a Dido, y amábamos, y éramos mujeres fuertes? Increíble final... Imagino esa espada al rojo vivo...
Cuánto amor de hermana...Lo sé.
Ya no hay esperanzas, sólo congojas...Me has dejado helada, como los muertos.
____________
Besos!
Sos maravillosa!
Pasé por el anterior, que me lo había perdido...y releo este...qué dolor...No entiendo la decisión drástica de Dido.
ResponderEliminarNo habrá luto que soporte este final.
...ufff, querida Isabel, una lluvia triste me acompañó mientras leía tu bello texto... y agradezco el poder de tus palabras, que llenan de belleza y dignidad el acto desesperado y liberador de nuestra reina...; presentía que este día llegaría, pero de todas formas me quedé muda al oir la espada de Eneas atravezando el corazón de la gran Dido...
ResponderEliminar...que en su sueño blanco junto a los dioses encuentre finalmente la paz con que comandó a su pueblo... ; nosotros guardamos su memoria...
...un gran abrazo...
Aun con pañuelo, releyendo tu historia, te acabo de enviar algo, un consuelo para Anna.
ResponderEliminarComo siempre... fantastico, Isabel. Por supuesto, el final era el esperado. En el mundo antiguo, la felicidad de los Dioses y los Heroes no contaba. Contaba mas el destino o el sacrificio. Pero aun y todo... a pesar de saber que Eneas parte para cumplir con su destino, que encontrara a la mujer de su vida, que fundara a los Julios y a la madre de Roma, Alba Longa, sabiendo que el destino y la sangre, como decia Cesar, llamaban a todo esto, la historia no deja de ser trágica. Que quede entre nosotros... he llorado, y mucho. Debo ser un sentimental en el fondo.
ResponderEliminarSacrificio... Dido lo hace tambien, por Cartago. De haberse casado con Yarbas, su destino, y el de Roma tambien, hubiera sido distinto. Con el ultimo sacrificio, se asegura una ciudad independiente, y un futuo no impuesto a su poblacion. Digna tambien de elogio.
Seguirás las aventuras de Eneas al Lacio?. Seria interesante saber que fue de el.
En fin, gracias por estas palabras, Isabel. Se que no respondo a menudo, pero por aqui sigo. Como un Lar.
Un saludo de Edem
Impresionante el último párrafo.
ResponderEliminarCreo que volveré a mi vieja costumbre de imprimir tus textos para guardar y tener mejor este tesoro.
Espero que entre alguna vez un editor por aquí y vea el aprecio que te tienen tus comentaristas para que tome buena nota.
Abrazos amiga.
Oh Fortuna...
ResponderEliminarpor cierto, te he hecho caso...
Besoteee
El sufrimiento es un elemento que debe ser aceptado en los telos de las letras !!!!
ResponderEliminarGracias por siempre Isabel y compartir esta historia.
ISABEL querida...Esta vez tu relato a llegado hasta mis lágrimas jamás creí tan dolorosa y traicionera la suerte de un amor que parecía tan puro...
ResponderEliminarP.D.:Hasta sus últimos instantes DIDO ha conservado su dignidad,como reina...Y su intensidad como amante...
Que final tan doloroso querida amiga! :(
TE DEJO MIS BESOS SILENCIOSOS Y MI GRAN APRECIO...
besos con luz de otoño....
ResponderEliminarYo... que siempre te sigo en silencio Isabel, me he quedado triste sí, pero al mismo tiempo completamente lleno de todas las emociones, sensaciones y acciones que has creado con esa maestría que acostumbras.
ResponderEliminarMaravilloso...
Un fuerte abrazo.
Yo, como de costumbre, poniéndome al día con tus historias romanas.
ResponderEliminarPor cierto, enhorabuena por ese premio solidario.
Besitos orgiásticos.
Queridos amigos
ResponderEliminarLeodegundia
Charles de batz
el album
peggy
krisish
niha
fgiucich
moony
cieloazzul
f�liz
pru
adolfo calatayu
unjubilado
fer�pula
claullitriche
lady zurikat
edem
goathemala
iraloy
paz traverso
gabu
fernando sarri�
miguel scheweiz
ella y su org�a
Os pido disculpas por no contestaros a cada uno de vosotros, algo merecido por el esfuerzo que hac�is en leer y en comentar. Estos d�as voy muy apurada de tiempo, y no he podido hacerlo, pero os visitar� a cada uno en vuestra casa y me tomar� un cafetito con vosotros. Besos y hasta pronto.
Gracias por tu obra maravillosa, por tu amor romano.
ResponderEliminarMi post de mañana te lo dedicaré (no sabía como comunicarme contigo).
Un beso.
Desde luego fue como si una gran ola nos arrancara de cuajo la vida que estaba por venir. Pero aquí estamos, de pie y afrontando un final dramático por culpa de unos miserables dioses.
ResponderEliminarQuerida Isabel:
ResponderEliminarAmiga mía, he llegado aquí con los ojos húmedos. La muerte de Dido era algo que no me lo esperaba...
La verdad es que la entiendo, la entiendo mucho. Al parecer, para ella era difícil zafarse de su unión con Yarbas y yo hubiera preferido lo mismo antes que unirme a alguien a quien no amo.
La decisión de Dido es cuestionable porque muchos pensarán que ella no debió morir, que ella tenía mucha gente que dependía de ella, que la quería... Todo eso es cierto. Pero no menos cierto es que Dido no era totalmente libre, no era feliz. Ser la reina, tener esa responsabilidad, haber perdido un amor por culpa de la muerte, y luego haber tenido otro amor que te rechaza... Uffff, es como para pensar que Dido tuvo que ser muy valiente para clavar esa espada en su pecho.
Me ha encantado esta salida tuya, Isabel, tan inesperada pero al mismo tiempo tan emocionante.
Me quito el sombrero.
Una abrazo.