Hay silencio en el foro en esta mañana fría. El estruendo habitual de los alrededores llega atenuado hasta la tribuna de oradores, como si este pedazo de Roma hubiera sido envuelto en una cortina invisible que lo aislara del resto de la ciudad. Los ciudadanos se acercan a la tribuna a contemplar a Cicerón. Nadie habla. En muchas memorias resuena el eco de sus discursos. ¡Cuánta era su elocuencia! ¡Qué elegante su oratoria! ¡Cuán agudas sus burlas capaces de arrancar al auditorio ruidosas carcajadas…! Ahora no hay un solo romano con ganas de reír.
Tiene el cabello alborotado, el rostro sucio y ceniciento. De la boca entreabierta cuelga la lengua, atravesada por una aguja de hierro. Inspira piedad verlo así, sin cuerpo, la cabeza ensartada en la punta de una lanza. Y su mano derecha suspendida también en el aire, como si les dijera adiós.
Se abre paso ente la multitud la esposa de su hermano, la noble Pomponia. Le bulle el pecho de indignación y furia.
- ¡Vergüenza para Roma! – exclama – ¡Vergüenza para los romanos!
Los ciudadanos agachan las cabezas y se apartan. Sobre el foro sobrevuelan por igual los buitres, el miedo y el silencio.
NOTA 1: Marco Tulio Cicerón fue asesinado el 7 de diciembre del año 43 a.C. como consecuencia de las proscripciones (listas de ciudadanos condenados a muerte y que podían ser asesinados por cualquier otro romano allí donde lo encontrasen) realizadas por Marco Antonio, Lépido y Octavio al firmar entre ellos un acuerdo de paz. Su cabeza y su mano derecha fueron expuestos en una pica en la tribuna de oradores del foro.
*Detalle del busto de Cicerón. Museos Capitolinos. Roma. Foto: Rafa Lillo
**Detalle de sepultura en el Cementerio protestante de Roma.
***Reseña de la novela “Dido reina de Cartago” por María García-Lliberós. Valencia.
Efemérides, Cicerón, muerte, Roma
**Detalle de sepultura en el Cementerio protestante de Roma.
***Reseña de la novela “Dido reina de Cartago” por María García-Lliberós. Valencia.
Efemérides, Cicerón, muerte, Roma
¡Tremendo el relato! No conviene nada resaltar el tema de las proscripciones, no vaya a ser una idea que sea adoptada por los vigentes nuevoa "demócratas". Por si acaso, más vale no emular a Cicerón. Un cordial saludo.
ResponderEliminar¡Bravo, bravo y bravo! No tengo palabras ante la furia de las proscripciones. No digamos ante tu pluma incisiva que observa la brutalidad humana y lante a grandiosidad de tu lírica.
ResponderEliminarBien por una escritora de corazón aguerrido, como lo es nuestra querida Isabel y por su constante valentía.
Mi reconocimiento. Besazos, amiga.
Oh, amargo aniversario...
ResponderEliminarQue triste final para tan elocuente orador. Lindo trio estos muchachos que se mataran entre ellos.
ResponderEliminarEstremecedor este texto, amiga!
ResponderEliminarEl peor de los silencios, para quien supo tener la voz de la elocuencia!!!
Abrazos!!
Ni siquiera se tomaban el trabajo de ejecutarlo humanamente. Y fue este tal Octavio el autor de la frase 'calumnia que algo queda' y no el innombrable nazi.
ResponderEliminarAunque en algunos casos le salio mal, de no ser por la fama negra que le hizo a Cleopatra, hubiera sido una reina mas, y a decir verdad de los personajes historicos siempre esta en el candelero y viene primero a la mente, aun cambiandose el nombre por Augusto.
Venganza de Ciceron desde el mas alla?
Se ve que la sharía no es un invento de los fanáticos modernos.
ResponderEliminarOtro fin se hubiese merecido el gran orador.
Cautivadora y emocionante tu efemérides. Inútil gesto cruel el de Fulvia que no consiguió enmudecer a quien aún recordamos después de más de veinte siglos.
Vergüenza, sí, para los romanos. Vergüenza para cuantos, como Cicerón, creían en sus palabras:
Cedant arma togae: "que se rindan las armas a la toga".
Besos.
Siempre clara y sorprendente.
ResponderEliminarAyyy proscripciones, Mario y Sila con las suyas, después el Triunvirato ¿quién paga el pato? Muchos dicen que LA PALABRA por muy poderosa y aguda, retórica fina o incisiva, por muy poética y airada que sea, jamás logrará tener fuerza, que se lo pregunten a la cabeza de Cicerón. Que se lo digan al poeta y cantante Victor Jara, acribillado.
ResponderEliminarVregüenza para Roma, haber silenciado aquella palabra y tantas otras. ¿No tuvo Ovidio que emigrar ante el furor de Augusto? ¿Y Petronio? se suicidó por culpa de Nerón, y se despachó con una crítica a ese tirano, memorable, eso dicen.
"la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio" se costó caro no callar, después añoraron su perpétuo silencio.
Isabel !salves! y los mejores augurios para tí y Dido en el 2753 A.V.C
Ufff, "se busca" y si lo encuentras, mátalo.
ResponderEliminarQué horror!
Y luego hay quien no da importancia a eso de la libertad de expresión. Como si hubiera estado ahí desde siempre...
Un beso
Lala
Las traiciones entre los romanos eran la orden del día, pero desconocía la existencia de la "proscripción" que tan bien describes.
ResponderEliminar"Sobre el foro sobrevuelan por igual los buitres, el miedo y el silencio". Tremendo, estoy sobrecogida.
Siempre de Cicerón se destaca su oratoria, pero para mí es más interesante el cómo la utilizaba con fines políticos, es la suya una historia fascinante.
ResponderEliminarUn saludo
Genial el modo en que lo has escrito. Muy cierto "vergüenza para Roma"
ResponderEliminarSaludos
Amiga, si entras en
ResponderEliminarhttp://imagenes-palabras.blogspot.com/
verás que me animé a escribir algo acerca de Dido, Cartago, Jano, los fenicios, Tartessos...
Je,je,je
Espero que te guste...
Un abrazo, amiga
Tremendo, Isabel.
ResponderEliminarUn relato duro y directo como un puñetazo en la mesa.
Isabel, Esplendido. Memoria viva.
ResponderEliminarGrandeza y horror en mármol detenido.
Un abrazo vivo.
Sergio Astorga
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAmiga Isabel,
ResponderEliminarEs escalofriante esa descripción que nos das con los despojos de Cicerón separados de su cuerpo, allí, en la tribuna de oradores. Realmente creo con muchos otros que Cicerón no merecía ese final. Es que los Romanos estaban en esa época demasiado acostumbrados a la sangre y a la muerte, o, mejor dicho, al asesinato puro y simple.
Yo prefiero recordar al Cicerón de los discursos y de los tratados filosóficos.
Esa Pomponia tuvo palabras acertadas en lo que pones en su boca;
Quale dedecus Romae! Quale Romanis!
Me he atrevido a traducir al Latín esas palabras, aunque hubiera preferido que alguien hubiese podido pronunciar este hermoso hexámetro de Cicerón, que también hizo sus pinillos en el verso:
O fortunatam natam me consule Romam!
¡Oh afortunada Roma, que naciste durante mi consulado!
Claro, es que del 63 aC al 43 las cosas habían cambiado mucho.
Un abrazo,
Antonio
PS.: He eliminado mis dos comentarios anteriores porque contenían algún lapsus
Dura muerte para un virtuoso de la palabra y el pensamiento. El relato, maravilloso. Abrazos.
ResponderEliminarHola Isabel: En este blog hay una entrada hablando de Dido y una muy simpatica petición.
ResponderEliminarhttp://imagenes-palabras.blogspot.com/2009/12/dido-reina-de-cartago.html
Saludos.
No habia llegado hastaabajo y visto que ya habias escrito un comentario. y lo que al principio leí como petición en realidad era un regalo. Disculpa el error.
ResponderEliminarAmiga Isabel, es verdaderamente admirable cómo recreas las situaciones y hechos romanos como si fuesen de hoy mismo. Eso es pura literatura, si señora. Saludos
ResponderEliminarFernando
Isabel, querida amiga, eres apasionada de la historia romana, y con la misma pasión la narras. abrazos navideños para ti
ResponderEliminarHola, Isabel. Al fin he terminado de leer tu novela. Como supongo que no me creerás, échale un vistazo a la entrada que le he dedicado el martes 8 de diciembre. Ojalá te guste. Lo he hecho por el cariño que siento por lo que haces.
ResponderEliminar(A propósito, en esta entrada sobre Cicerón no entiendo la nota a pie de página donde aparecen tres asteriscos y se indica "Reseña de Dido, reina de Cartago").
Qué buena recreación. Es un gusto leer estos trozos de historia novelada.
ResponderEliminarUn beso
Amiga,cuanta emociòn!!!
ResponderEliminarY cuanta amarga tensiòn en un homenaje al justo...
TE DEJO MI CARIÑO ♣
Me he acordado de mis primeras clases de latín en el instituto...cuando descubrí a Cicerón y Catilina...
ResponderEliminarComo siempre, un placer leerte.
P.D. estaré encantada de enviarte fotos del golfillo de la casa,no prometo calidad porque no soy buena fotógrafa y él tampoco se deja querer!
por otro lado, el domingo no pude adquirir tu libro ya que "el Corte Inglés " de Palma (avenidas) lo tiene agotado. Mañana vuelvo a pasar... espero tener suerte.
Un saludo
La crueldad de la antigua Roma fue legendaria, como también lo fuera el propio Cicerón, más que notable orador, filósofo y político y fue precisamente la política y su defensa a ultranza de los ideales republicanos, lo que le hizo caer en desgracia con tan triste final. Me deja triste tu relato, querida Isabel, aunque hayan transcurrido cientos de años...Un beso fuerte.
ResponderEliminarCuantas veces tu frase final podría definir tantos momentos...
ResponderEliminarSobre el foro sobrevuelan por igual los buitres, el miedo y el silencio.