Helena mira al infinito con la frente ceñida de oro. Diminutas escamas que tintinean si vuelve de repente la cabeza, o si camina rápida por los corredores del palacio de Príamo. O si el viento sopla contra las murallas de Troya desde donde contempla, a sus pies, trabajar a la muerte. O si su amado le toma con ambas manos el rostro y lo alza para besarlo.
Hace falta ser hermosa, muy hermosa, para que la piel, los ojos, los apetitosos labios, resplandezcan por encima del brillo del oro.
Sophia se ciñe la diadema y deja que se pierda su mirada. Se siente Helena o trata de imaginar cómo se sentiría Helena. Hurga dentro de sí, indaga entre sus propios sentimientos cuál pudo ser el de aquella mujer remota en el instante preciso en que comprendió que Troya estaba perdida. Sí, algo intuye Sophia de lo que sentía Helena. Lo revela el ligero rictus de su rostro, la mirada hundida en la nostalgia, ese peso infinito del oro y la belleza.
Post dedicado a Natalia Senmartí
NOTA 1: El 9 de abril de 1870 Heinrich Schliemann inició en Turquía las excavaciones para encontrar Troya. Halló también un ajuar con piezas de oro que llamó “El tesoro de Príamo”. Algunas de esas joyas luce en la fotografía su esposa, Sophie, en la que me he inspirado para este post.
NOTA 2: En este enlace os dejo los
NOTA 3: Algunos eventos del mes de abril a los que estáis invitados:
- Día 20, a las 19,30 h, presentación de la novela en la Feria del Libro de Valencia, espai d’activitats nº 2. Presenta María García-Lliberós e intevendrá la autora.
- Día 22, a las 18,30 h, en Tarancón (Cuenca), participo como invitada en el acto “Encuentros con autor” para hablar de la novela.
- Día 23, a las 20 h, presentación de la novela en la Librería Aviraneta de Madrid. Tras la presentación habrá música, vino y cuantas ganas de charlar tengáis hasta la media noche.
- Día 1 de mayo, de 12 a 14 horas y de 17 a 19 horas, firma de ejemplares en la Feria del Libro de Valencia, caseta nº 2.
*Fotografìa de Sophia Schliemann con las (supuestas) joyas de Helena. Foto tomada de internet.
**Detalle de una diadema de oro. Exposición “La belleza del cuerpo”. Museo Arqueológico de Alicante (MARQ)
Maravilloso el post. Un beso, Cristina Salas
ResponderEliminarPerfecta la descripción de ese rostro. Me encantó.
ResponderEliminar¿Y Sophia no capturó el espectro de Helena?
ResponderEliminar¡Qué bien escribes, Isabel! Extraordinaria descripción del gesto que el rostro dibujo, margnífica interpretación de bellezas y oros.
ResponderEliminarUn beso.
La nostalgia a menudo resplandece en la mirada con el más hermoso de los matices.
ResponderEliminarAsí son tus escritos querida Isabel, plenos de brillo siempre.
Una delicia que emociona.
Ah, de modo que era la esposa!
ResponderEliminarMe preguntaba quien sería al ver la foto. Que extraña lucia con esos aderezos de otro tiempo, una curiosa superposicion de epocas desconcertante.
Bellisimo su escrito, madame.
Buenas noches
Bisous
¡Podría ser una reina!
ResponderEliminarUn abrazo, Isabel
la historia de Schliemann es la historia de un soñador que logró sus anhelos de infancia...y encontró a su Helena de Troya
ResponderEliminarmaravilloso post!
Sabia que era la esposa, pero nunca habia pensado en su expresion al lucir las joyas. Como diria Lizzie, honrada de tener mi cara que no tiene que competir con nadie y cualquier cosa que le pongan quedara bien.
ResponderEliminarPor cierto, Sirio disfrutara mucho de su viaje virtual.
Hola, mi querida Isabel. Tú, como buena narradora, te pones en la piel del personaje, en este caso de Sophie Schliemann, e imaginas lo que ella debió sentir cuando se ciñó la tiara y los aureos aderezos que, supuestamente, habían ceñido la frente y el cuello de la hermosa Helena...y ella, Sophie, también pasó por un trance similar cuando se imaginó en la piel de la mítica Helena. A veces resulta muy atractivo imaginar qué sentirían y cómo vivirían esos seres legendarios que tanto admiramos, como tu adorada Dido, por quien yo también siento una especial fascinación, (de hecho, he colgado, hace un tiempo, la primera parte de una serie de post sobre las ruinas de Cartago y ahora preparo la segunda). Introducirnos dentro del personaje, intentar pensar y sentir como él/ella...el escritor/a es un poco actor, pues ha de serlo para recrear mentalmente las situaciones y así poder plasmarlas con su pluma. y, por cierto, en febrero visité en Museo Numismático de Atenas, ubicado en la casa de Heinrich Schliemann y puedo decirte que lo que menos me interesaban eran las monedas. Un beso muy fuerte y pasa un muy feliz finde.
ResponderEliminarSiempre debe ser estremecedor estar frente al esplendor ido del pasado, hay un espectro, una sensación emocional que nos abraza en esos momentos.
ResponderEliminar"el peso infinito del oro y la belleza"...una frase de antología querida isabel.magnífica, como siempre.un abrazo
ResponderEliminarQué bonita entrada!
ResponderEliminarMe pregunto qué sentiría Sophia con tanta historia sobre su cuerpo en forma de joyas de oro.
Muy emocionante, me parece.
Como emocionante tuvo que ser descubrir ese lugar y ese tesoro.
Un beso
Lala
Sencillamente, me dejas emocionada, con un nudo en la garganta, con un collar robado a la mítica Helena por Sophia, la pensante, según su nombre, aquí dulcemente pensativa. Un guiño a la Helena que yo cuento según la presiento, una cariñosa dedicatoria que me cala en el corazón. Soñamos Troya, hoy y siempre, el Mito, una guerra que implicó tantísimas emociones, una guerra que me encanta convertir en Paz. Te informo, amable, dulce, Isabel, que en las primeras páginas de mi Troya figurará tu nombre, amiga.
ResponderEliminarSuerte en las presentaciones, descansa también. Un beso a "Dido" otro a tí.
Mejor no tentar la suerte, no sea que por ponerse las joyas de Helena, tal vez malditas, la historia se repita y Atenea vuelva a enojarse.
ResponderEliminarUn saludo.
tantas guerras para fundar nuestra alegría.
ResponderEliminarUn escrito magnífico.
ResponderEliminarLa verdad que le quedan un poco extrañas las joyas a Sophia. Pero me puedo imaginar la sensación tan increible que tiene que ser el llevar encima tantos siglos de historia...
Un saludo!
Si pensó en Helena ( y lo debe haber hecho) como pesarían esas joyas, todo el tiempo, toda la belleza, toda la desgracia de Helena...
ResponderEliminarPero que lindo, ser Helena, durante unos minutos.
Beso.
¡Qué bonito! Y qué honor poder llevar, al menos durante aquellos minutos, las joyas de Helena...
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Qué maravilloso texto! El sentimiento de Sophia abierto y reflejado en las joyas que luce y que la transportan hasta el espíritu de Helena.
ResponderEliminarMenuda pasión debió de vivir esta mujer al lado de Schliemann, enamorado de ella y enamorado de Troya, de la Iliada, de Homero... A pesar de las dificultades y de las risotadas de los "ilustres colegas" lo dio todo por un sueño y el sueño se hizo realidad en las joyas que lució su esposa Sophia, su mirada revela el misterio de Helena, el conocimiento de Aquiles, Héctor, Príamo... y de Schliemann.
Un texto mágico que le dedicas a una mujer mágica, llena de sabiduría y de pasión por el mundo clásico. Estoy segura de que ningún otro texto ni idea le podría haber gustado más que éste.
Queridas Isabel y Natalia, ambas estáis rozando las estrellas.
Mi abrazo para ambas.
Viernes 23 a las 20 en Librería Avinareta. Tomo nota y allí estaré sin falta, seguramente en compañía de Anarkasis, aunque él, como gran actor que es, irá disfrazado. Puede ser esa tímida muchacha de la última fila, o ese caballero de cierta edad y porte aristocrático; o tal vez incluso pueda ser una cortina o un bolígrafo. Nunca se sabe.
ResponderEliminarAllí nos vemos.
La mujer soñada por Troya derramada en tus palabras, la belleza que explota y nos regalas, qué te puedo ya decir Isabel, que es toda una delicia que escribas, Dido, no era para menos, me tiene enganchada y la disfruto a cada capítulo ;)
ResponderEliminarUn biko grandote y cariños.
¡qué delicia de entrada, Isabel!
ResponderEliminarqué hermosa forma la tuya de resaltar la belleza de Sophia.
Es un lujo leerte
besos!
Hola Isabel, siempre es un placer leerte, aprendo.
ResponderEliminarTe abrazo, como siempre.
MentesSueltas
Espero poder asistir a la presentación en Madrid y darte un gran abrazo.
ResponderEliminar(Aunque ultimamente comente poco, sigo de cerca tus pasos)
Besos
Elena, divina amiga de las musas, creadora de palabras intensas, gracias por lo que aquí dices, porque sabes de mi pasión que de alguna manera, es la que nos identifica, a tí, a mí y a la dulce Isabel !salve! Ave a Helena a Dido a Sophia...tantas míticas y siempre reales mujeres.
ResponderEliminarEstimada amiga Isabel:
ResponderEliminarMagnifica entrada y mejor la manera como nos muestras a Sophia. La descripción que haces de todo lo que engalana a esta bella mujer, es poesía; un manejo sencillo y, a la vez, exquisito del idioma de Cervantes y es también, hacernos sentir a Helena, a través de Sophia, en esos instantes cruciales de la historia de Troya. Pero, por encima del oro, de la diadema que Sophia ciñe, por encima de todo eso, tú resaltas algo muy especial: la belleza de la esposa de Heinrich. Bien lo dices: "Hace falta ser hermosa, muy hermosa, para que la piel, los ojos, los apetitosos labios, resplandezcan por encima del brillo del oro".
La fotografía que nos dejas de Sophia es un logro artístico.
Pronto comenzaré a leer los capitulos que nos regalas de Dido reina de Cartago.
Un abrazo y muchos éxitos en todos los eventos en los que estarás participando.
Tal vez al ponerse las joyas transformó por un momento a Sophia en Helena y su mirada pensativa esté contemplando lo que sucedió entonces.
ResponderEliminarUn bello relato sin duda.
Viajas a Madrid y a Cuenca, ¿no tienes pensado acercarte a Asturias?.
Te deseo muchos éxitos.
Un abrazo
Qué bello texto amiga..
ResponderEliminarMe hace pensar en la sensación que da el encarnar un personaje a partir de un objeto. Esa misteriosa unión que existe entre quien se es y aquello que lo representa. Y, en este caso, no solo encarnar a Helena sino al arquetipo de la belleza que ella encarnó en su momento.
Profundo texto, amiga. Sin duda, una sutil invitación a imaginarnos desde otro o a imaginar al otro desde nosotros..
Un abrazo inmenso!!!
Eso que dices de "... desde donde contempla, a sus pies, trabajar a la muerte...." suena terrible. ¿Puede el amor provocar una guerra?
ResponderEliminarPorque fue raptada, pero ella amaba a Paris. Con una frase tan corta, sugieres tantas cosas...
Oye, Isabel, a ver si me puedo pasar por la Feria del Libro el día 20, y te saludo.
Isabel, acabo de llegar a casa, después de un fin de semana estupendo, e visto tu felicitación en el Facebook, MUCHAS GRACIAS.
ResponderEliminarEsta entrada es como todas las tuyas INSUPERABLE.
Bicos
Sentirse por un momento Helena....
ResponderEliminarUn abrazo
No sabes el cariño que le tengo a esa foto. La mujer que recibe todo el oro del tesoro encontrado, la prueba para el incrédulo, un bello final para una hermosa historia.
ResponderEliminarNo me extraña que te haya inspirado un bello texto.
Abrazos.
Muy interesante y muy romántica tu visión. Me encanta la forma en que has sabido interpretar esta foto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Querida Isabel
ResponderEliminar¡Qué comentario tan hermoso y evocador!
Sophia aparece altiva y bella. Al pasar esta fotografía a la posteridad, ha forjado en nuestro imaginario una Elena con cara de Sophia. ¿No crees?
Me encanta como escribes!!!
ResponderEliminarInteresante blog.
Un abrazo Isabel Romana
Hola Isabel!
ResponderEliminarSólo puedo decirte que tu texto es precioso, no me había puesto en la piel de Sophie pero es verdad que portar esas joyas debió suponer un sin fín de nostalgias de lo que pudo ser y no sabemos si fue.
Un beso!!!
Para mí Sofía en ese momento es Helena, pues su rostro verdadero se ha perdido en la vorágine neblinosa del paso de los siglos. Encarna a la mujer, a la mujer eterna, protagonista de una historia de héroes y titanes, dioses y hombres.
ResponderEliminarQué placer leer tus palabras, Isabel.
Un besazo
Y este artículo es otra joya, de las que resplandecen por su innegable belleza! Precioso!
ResponderEliminarPor supuesto, Querida Isabel, sabés que no podía ser más de mi gusto personal!
Un fuertonazo Abrazo Amiga mía!
Pocas veces el azar nos concede la gracia de tomar lugares ajenos aunque mas no sea por uno poquìsimos instantes...
ResponderEliminarP.D.:Y con que porte supo lucir eas joyas!!
BESITOS INFINITOS AMIGA ♣
La mirada de Sofhia es más de oro que el oro mismo. Ese libro no se me escapa este verano, y tiene además algunos candidatos como regalo. Un placer siempre, y enhorabuena, más.
ResponderEliminarQué extraña y excitante sensación para Sophia sentirse por un momento Helena.
ResponderEliminarComo siempre, precioso texto Isabel.
Besos
Mágico mundo el de las ciudades perdidas y de las civilizaciones pasadas. Troya, la Atlántida,Tartessos, gracias por rememorar las cenizas de la plata y el oro de la sabiduría
ResponderEliminarQué belleza la de Sophia y qué hermosas tus palabras. Y qué enigmas tan maravillosos.
ResponderEliminarUn beso querida Isabel
Bella mujer que carga las bellas joyas de otra bella mujer.
ResponderEliminarY mira ahora a dónde se encuentra parte del Tesoro... ¡En Moscú!
MIl felcitaciones y éxitos por todos tus eventos con DIDO.
Besos
Un relato que deslumbra con la calidad que nos tienes acostumbrados. Abrazos.
ResponderEliminarAcabo de aterrizar en tu blog gracias a un comentario sobre tu libro en La cueva de Susana, y me ha interesado, intentaré ir a la presentación en Madrid.
ResponderEliminarBesos
Isabel
El porte de la belleza lo has entendido en su profunda y solitaria posesión.
ResponderEliminarAbrazos troyanos
Sergio Astorga
Mucha suerte 'andre' (tia, en noruego) en tus presentaciones y participaciones. Mis mas calidos deseos que todo te vaya viento en popa y que todo sea un exito. Miss Lizzie.
ResponderEliminarIsabel, felicitaciones por tus logros y tu humor. Que sigas inspirada en la historia y con tu sencilla nobleza de siempre.
ResponderEliminarUn abrazo desde Argentina.
Sin duda una privilegiada,la fotografía tu texto emocionan,una mujer quizás intentando sentir como aquella que una vez lucio tan hermosas joyas,un vuelco en el tiempo y en la historia una mirada buscando respuestas.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Qué bonito cuentas el mundo clásico.
ResponderEliminarSalud.
Hace poco vi una película alemana sobre la vida de Schliemman (El tesoro de Troya, creo recordar) poco conocida, y me gustó mucho porque recreaba bien su vida, su matrimonio y la intensidad con la que defendió la busqueda de la mítica Troya. Leyendo tu entrada sobre las joyas de Helena me la ha recordado y eso me ha gustado. Un cordial saludo.
ResponderEliminarTe felicito Isabel, me encantó!!!
ResponderEliminarBesosssssssssssss
El amarillo es el color de Dios repetía Van Gogh en su dramática lucha y embriagado de tanta belleza. Aquí el oro revive, retoma y enmarca esa herencia de hermosura que se transmite en los rostros de mujeres donde florece el amor y donde florece la escritura fiel al sentir de los corazones femeninos.
ResponderEliminarMi abrazo Escritora!!!
Que inspirador, Isabel. Me ha encantado este post.
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