(VII)
Así como las hojas revolotean y las ramas se estremecen y se inclinan a uno u otro lado según el viento sople de levante o de poniente, así el corazón de Rea Silvia oscilaba y mudaba de dirección: estaba segura de llevar en su vientre un fruto divino y un momento después se le antojaba imposible; por la mañana juzgaba una locura seguir con el embarazo y por la tarde le parecía aún más descabellado ponerle fin y, en su desorientación, no acertaba a resolver sus dudas ni se decidía a confiarse a otras personas y pedir su consejo. En ese estado, atrapada en un torbellino de pensamientos y sentimientos contrarios, había permanecido recluida en su cuarto de la casa de las vestales durante un ciclo lunar completo.
Al fin una madrugada, después de una noche insomne por la agitación y la inquietud, oyó el ulular del lobo. Un lamento largo, profundo, al cual siguió la respuesta lejanísima de un compañero. ¿Sería la llamada de un macho a una hembra? Volvió a oírlos, esta vez más próximos: primero uno y luego, tras una pausa, el timbre más agudo del otro. Rea Silvia presentía sobre Alba Longa ese primer resplandor con el cual el alba anuncia a la noche su derrota y aún le pareció más extraña la presencia de las fieras. Al poco tiempo, los animales aullaron tan cerca, que parecían estar justo al otro lado del muro de adobe que separaba su cuarto de la calle. Sintió un escalofrío y, por primera vez desde su violación, invocó en su corazón a Marte, a quien el lobo está consagrado: “Dios resplandeciente, protégeme. Tú que eres guía para los mortales, muéstrame el camino. Dame una señal de tu benevolencia si es cierto que, por tu causa, voy a dar la vida y a perderla”. Durante un instante brillaron frente a su lecho los ojos oscuros de los lobos y enseguida la imagen se desvaneció. Una sensación de calor le invadió todo el cuerpo y cayó dulcemente en el sueño.
Se levantó Rea Silvia al amanecer sin una sombra de duda: Marte reconocía como suyo el fruto de su vientre. No podía interpretar de otra manera la presencia de los lobos esa madrugada ni su proximidad prodigiosa. Elegida por el dios para crear lazos de sangre con los seres mortales, su semilla divina cobraba forma en ella, crecía en su interior. Se sintió fuerte y ligera de espíritu, como si durante el sueño alguien la hubiera despojado de un peso. Habría dado cualquier cosa por tener a su lado a Palantea y escuchar su música. Necesitaba respirar, vivir, experimentar de nuevo la alegría de sus quince años, corretear por el campo y ver volar los pájaros. ¡Ah, los pájaros! Ellos eran los dueños del cielo.
Saltó del lecho. Le apetecía salir después de tantos días de reclusión entre las cuatro paredes de su dormitorio. Y lo haría con un propósito: pedir consejo a la adivina Celia. Ella había profetizado que los nietos de Númitor tomarían venganza por los crímenes de Amulio y Criseida, y debía referirse, sin duda, a los varones que ella estaba gestando. Sí, hablaría con la anciana. Era una mujer sabia y justa y la ayudaría a prepararse. Llamó a su doncella Tuccia y le confió sus planes: quería reunirse con Celia esa misma mañana en un lugar apartado y discreto, donde no pudieran ser vistas ni oídas. Asombrada de ver a Rea Silvia tan animosa, la doncella fue de inmediato a dar el recado y regresó al poco tiempo con la respuesta: Celia la esperaría poco antes del mediodía en la fuente del bosque de Silana.
Así pues, Rea Silvia y su doncella Tuccia atravesaron la ciudad y abandonaron Alba Longa por la puerta occidental de la muralla para ir al bosque sagrado de Silana, donde brotaba la fuente. La primavera había reverdecido las arboledas, el aire olía a limpio, a vida nueva y, a sus pies, el sol arrancaba destellos dorados a las ondas del lago albano. Recogieron flores silvestres de los bordes del camino y cada una compuso una corona para ofrecérsela a la ninfa. Antes de penetrar en su espesura, Rea Silvia se detuvo un momento, respiró hondo y cerró los ojos. El mundo entero cabía en su pecho.
Como había prometido, la adivina las esperaba en el umbral de la cueva donde manaba la fuente. Ofrendaron las coronas a Silana arrojándolas al agua y después, tras los saludos y el agradecimiento por la prontitud en atenderlas, las recién llegadas se sentaron a su lado.
- Necesito tu ayuda – dijo Rea –. Tú sabes por qué, pues la última vez que nos encontramos lo leí en tus ojos.
- Dime qué clase de ayuda necesitas y te la daré si está a mi alcance.
- Eres sabia y bondadosa, Celia, así que no vengo a ti en calidad de vestal, ni de sobrina del rey de Alba Longa, ni de hija de un rey destronado. Es una muchacha sin experiencia en la vida la que te pide consejo. Dámelo como si fueras mi madre, puesto que no puedo refugiarme en ella.
La anciana entonces le cogió la mano y la puso entre las suyas, dando a entender que aceptaba su petición.
- Los hijos que llevo en mi vientre han sido engendrados por Marte y no por mi voluntad, sino por la suya – dijo Rea tras una pausa –. Lo sé porque esta madrugada me ha enviado una señal. Hasta ayer mismo, dudaba si poner fin a mi embarazo, como me aconsejaban mis amigas, para ocultar la pérdida de mi virginidad y librarme de una muerte atroz. Hoy estoy decidida a parir a esas criaturas de estirpe divina aun a costa de enfrentarme a una muerte cierta, pues quizá ni siquiera permitan a mis hijos nacer. Y si nacen y no sucumbo al parto, como tantas mujeres, seré ejecutada por sacrílega. Y, ¡ay! muerta yo, aún temo más por mis hijos. No sé qué puedo hacer.
La serenidad de las palabras de Rea Silva no restaba tristeza a sus ojos, donde no quedaba rastro de la anterior alegría. Tuccia tembló al escuchar la decisión de Rea, consciente de la tragedia que se cernía sobre la vestal.
- ¿No apagáis las vestales el fuego sagrado el último día del año y luego lo volvéis a encender para simbolizar la muerte y el renacer? – respondió la anciana –. Vida y muerte son parte de una rueda infinita. A las mujeres se nos ha concedido un gran poder: somos generadoras de vida, la humanidad no existiría sin nosotras. La transmitimos continuamente para que se renueve y lo hacemos con gran riesgo de la nuestra. Sin embargo, no está dicho cuando ha de morir cada una. Venid, demos un paseo.
Se levantaron y caminaron tras la anciana por entre los árboles centenarias, sin hablar, oyendo el piar alegre de los pájaros y ese rumor hecho de silencio y vida oculta que se escucha en los bosques. Llegaron a una zona donde constantemente soplaba el viento. Allí los troncos y las ramas de las encinas eran muy cortos y crecían leñosos y casi tumbados, con las hojas cayendo hacia atrás como una cabellera.
- Ningún campesino habría plantado árboles aquí, por temor a que el viento los arrancase – dijo Celia deteniéndose ante ellos –. Y porque en nuestra ignorancia creemos que las cosas sólo pueden ocurrir de una manera. Sin embargo, mira estas encinas silvestres: apenas alcanzan la altura de un matorral, pero tienen hojas y flores y cada año dan fruto. Son un ejemplo de la sabiduría de la naturaleza. ¿Habrían sobrevivido si, en vez de doblegarse a la fuerza y la dirección del viento, hubieran tratado de resistir erguidas? No temas doblegarte tú también, Rea, porque es la única manera de salvarte.
- No sé si te he comprendido.
- Acepta lo que los hados han decretado para ti pues, lo quieras o no, ha de cumplirse. Sin embargo, igual que un riachuelo puede ser atravesado por numerosos sitios, lo que el hado ha dispuesto es susceptible de realizarse de infinitas maneras. No tengas miedo, pero tampoco estés desatenta: deja fluir los acontecimientos, se prudente y no te muestres. Y, sobre todo, practica esta sabiduría: no opongas resistencia; al contrario, inclínate para agarrarte a la vida con todas tus fuerzas y, cuando llegue el momento, defiéndete y defiende a tus hijos, porque nada está ganado ni perdido y, tú y tu fruto sois la misma cosa.
Al fin una madrugada, después de una noche insomne por la agitación y la inquietud, oyó el ulular del lobo. Un lamento largo, profundo, al cual siguió la respuesta lejanísima de un compañero. ¿Sería la llamada de un macho a una hembra? Volvió a oírlos, esta vez más próximos: primero uno y luego, tras una pausa, el timbre más agudo del otro. Rea Silvia presentía sobre Alba Longa ese primer resplandor con el cual el alba anuncia a la noche su derrota y aún le pareció más extraña la presencia de las fieras. Al poco tiempo, los animales aullaron tan cerca, que parecían estar justo al otro lado del muro de adobe que separaba su cuarto de la calle. Sintió un escalofrío y, por primera vez desde su violación, invocó en su corazón a Marte, a quien el lobo está consagrado: “Dios resplandeciente, protégeme. Tú que eres guía para los mortales, muéstrame el camino. Dame una señal de tu benevolencia si es cierto que, por tu causa, voy a dar la vida y a perderla”. Durante un instante brillaron frente a su lecho los ojos oscuros de los lobos y enseguida la imagen se desvaneció. Una sensación de calor le invadió todo el cuerpo y cayó dulcemente en el sueño.
Se levantó Rea Silvia al amanecer sin una sombra de duda: Marte reconocía como suyo el fruto de su vientre. No podía interpretar de otra manera la presencia de los lobos esa madrugada ni su proximidad prodigiosa. Elegida por el dios para crear lazos de sangre con los seres mortales, su semilla divina cobraba forma en ella, crecía en su interior. Se sintió fuerte y ligera de espíritu, como si durante el sueño alguien la hubiera despojado de un peso. Habría dado cualquier cosa por tener a su lado a Palantea y escuchar su música. Necesitaba respirar, vivir, experimentar de nuevo la alegría de sus quince años, corretear por el campo y ver volar los pájaros. ¡Ah, los pájaros! Ellos eran los dueños del cielo.
Saltó del lecho. Le apetecía salir después de tantos días de reclusión entre las cuatro paredes de su dormitorio. Y lo haría con un propósito: pedir consejo a la adivina Celia. Ella había profetizado que los nietos de Númitor tomarían venganza por los crímenes de Amulio y Criseida, y debía referirse, sin duda, a los varones que ella estaba gestando. Sí, hablaría con la anciana. Era una mujer sabia y justa y la ayudaría a prepararse. Llamó a su doncella Tuccia y le confió sus planes: quería reunirse con Celia esa misma mañana en un lugar apartado y discreto, donde no pudieran ser vistas ni oídas. Asombrada de ver a Rea Silvia tan animosa, la doncella fue de inmediato a dar el recado y regresó al poco tiempo con la respuesta: Celia la esperaría poco antes del mediodía en la fuente del bosque de Silana.
Así pues, Rea Silvia y su doncella Tuccia atravesaron la ciudad y abandonaron Alba Longa por la puerta occidental de la muralla para ir al bosque sagrado de Silana, donde brotaba la fuente. La primavera había reverdecido las arboledas, el aire olía a limpio, a vida nueva y, a sus pies, el sol arrancaba destellos dorados a las ondas del lago albano. Recogieron flores silvestres de los bordes del camino y cada una compuso una corona para ofrecérsela a la ninfa. Antes de penetrar en su espesura, Rea Silvia se detuvo un momento, respiró hondo y cerró los ojos. El mundo entero cabía en su pecho.
Como había prometido, la adivina las esperaba en el umbral de la cueva donde manaba la fuente. Ofrendaron las coronas a Silana arrojándolas al agua y después, tras los saludos y el agradecimiento por la prontitud en atenderlas, las recién llegadas se sentaron a su lado.
- Necesito tu ayuda – dijo Rea –. Tú sabes por qué, pues la última vez que nos encontramos lo leí en tus ojos.
- Dime qué clase de ayuda necesitas y te la daré si está a mi alcance.
- Eres sabia y bondadosa, Celia, así que no vengo a ti en calidad de vestal, ni de sobrina del rey de Alba Longa, ni de hija de un rey destronado. Es una muchacha sin experiencia en la vida la que te pide consejo. Dámelo como si fueras mi madre, puesto que no puedo refugiarme en ella.
La anciana entonces le cogió la mano y la puso entre las suyas, dando a entender que aceptaba su petición.
- Los hijos que llevo en mi vientre han sido engendrados por Marte y no por mi voluntad, sino por la suya – dijo Rea tras una pausa –. Lo sé porque esta madrugada me ha enviado una señal. Hasta ayer mismo, dudaba si poner fin a mi embarazo, como me aconsejaban mis amigas, para ocultar la pérdida de mi virginidad y librarme de una muerte atroz. Hoy estoy decidida a parir a esas criaturas de estirpe divina aun a costa de enfrentarme a una muerte cierta, pues quizá ni siquiera permitan a mis hijos nacer. Y si nacen y no sucumbo al parto, como tantas mujeres, seré ejecutada por sacrílega. Y, ¡ay! muerta yo, aún temo más por mis hijos. No sé qué puedo hacer.
La serenidad de las palabras de Rea Silva no restaba tristeza a sus ojos, donde no quedaba rastro de la anterior alegría. Tuccia tembló al escuchar la decisión de Rea, consciente de la tragedia que se cernía sobre la vestal.
- ¿No apagáis las vestales el fuego sagrado el último día del año y luego lo volvéis a encender para simbolizar la muerte y el renacer? – respondió la anciana –. Vida y muerte son parte de una rueda infinita. A las mujeres se nos ha concedido un gran poder: somos generadoras de vida, la humanidad no existiría sin nosotras. La transmitimos continuamente para que se renueve y lo hacemos con gran riesgo de la nuestra. Sin embargo, no está dicho cuando ha de morir cada una. Venid, demos un paseo.
Se levantaron y caminaron tras la anciana por entre los árboles centenarias, sin hablar, oyendo el piar alegre de los pájaros y ese rumor hecho de silencio y vida oculta que se escucha en los bosques. Llegaron a una zona donde constantemente soplaba el viento. Allí los troncos y las ramas de las encinas eran muy cortos y crecían leñosos y casi tumbados, con las hojas cayendo hacia atrás como una cabellera.
- Ningún campesino habría plantado árboles aquí, por temor a que el viento los arrancase – dijo Celia deteniéndose ante ellos –. Y porque en nuestra ignorancia creemos que las cosas sólo pueden ocurrir de una manera. Sin embargo, mira estas encinas silvestres: apenas alcanzan la altura de un matorral, pero tienen hojas y flores y cada año dan fruto. Son un ejemplo de la sabiduría de la naturaleza. ¿Habrían sobrevivido si, en vez de doblegarse a la fuerza y la dirección del viento, hubieran tratado de resistir erguidas? No temas doblegarte tú también, Rea, porque es la única manera de salvarte.
- No sé si te he comprendido.
- Acepta lo que los hados han decretado para ti pues, lo quieras o no, ha de cumplirse. Sin embargo, igual que un riachuelo puede ser atravesado por numerosos sitios, lo que el hado ha dispuesto es susceptible de realizarse de infinitas maneras. No tengas miedo, pero tampoco estés desatenta: deja fluir los acontecimientos, se prudente y no te muestres. Y, sobre todo, practica esta sabiduría: no opongas resistencia; al contrario, inclínate para agarrarte a la vida con todas tus fuerzas y, cuando llegue el momento, defiéndete y defiende a tus hijos, porque nada está ganado ni perdido y, tú y tu fruto sois la misma cosa.
- Entonces, ¿sobreviviremos mis hijos y yo? – preguntó Rea acariciando con una mano las hojas de las encinas.
- Esto es lo que sé: que tus hijos vengarán al rey Númitor, tu padre. Lo demás es incógnita, pues todo está por suceder.
Rea Silvia tomó las manos de la anciana y las besó. Regresaron a la fuente y allí se despidieron. La vestal entró en la cueva y se purificó las manos y la cara con el agua sagrada, invocando a Silana. Su reflejo mostró, envolviendo la incertidumbre de sus ojos, un aura de determinación.
- Esto es lo que sé: que tus hijos vengarán al rey Númitor, tu padre. Lo demás es incógnita, pues todo está por suceder.
Rea Silvia tomó las manos de la anciana y las besó. Regresaron a la fuente y allí se despidieron. La vestal entró en la cueva y se purificó las manos y la cara con el agua sagrada, invocando a Silana. Su reflejo mostró, envolviendo la incertidumbre de sus ojos, un aura de determinación.
La maternidad le da lucidez a Rea Silvia. La vida que porta ensancha su campo de visión y entiende los designios de los dioses, todo está escrito, aunque aún no lo sabe.
ResponderEliminarMe voy preparando para una misión importante que nadie me ha comunicado pero que intuyo. He de afrontarla con sabiduría.
Te abrazo, Isabel, que los dioses te sigan siendo benévolos.
Me has recordado a mi Madre, cuando siempre dice que no hay mayor dicha, ni mayor lucha que la que se hace y siente, cuando en el vientre un pequeño esta creciendo. Fortaleza hecha mujer es lo que ahora Rea Silvia es.
ResponderEliminarUn abrazo Isabel...buena semana!
Cuántas tribulaciones y dudas se han abierto en mi ser durante estos extraños días de gestación. Pero el poderoso Marte me ha enviado una señal y no se debe contrariar a un dios. Traeré al mundo a estos hijos que crecen en mi vientre, los que habrán de vengar la desgracia de mi familia. Aunque la venganza no es un plato de mi gusto, tampoco me desagrada que Amulio y Criseída paguen todas sus traiciones. La sangre de mi hermano muerto así me lo dicta.
ResponderEliminarA pesar de las ambivalentes palabras de la adivina Celia, tras el sueño donde Marte me envío su señal, me siento fuerte y llena de vida. Seguiré adelante con dignidad y haré todo lo posible por mantener la existencia. Mis hijos, los hijos de un dios, necesitan una madre que los cuide en sus primeros años. Pediré a Marte la fuerza de un guerrero para cumplir mi destino. Él es el dios de la guerra.
Bravo, Isabel, palpitamos con Rea Silvia, nos estremecemos con sus dudas y vibramos con su determinación y nobleza de sentimientos. Con sólo quince años, ya porta en sí la aureola de los elegidos.
Un grandísimo abrazo, mi querida amiga.
La fuerza del sexo débil.
ResponderEliminarQué hermoso relato nos has regalado en este capítulo. Bellísimo texto!!! Abrazos.
ResponderEliminarrecién a través de tu relato me he podido dar cuenta el que algunps mandatarios hayn recurrido a las artes secretas para asomarse al futuro el llevar sobre los hombros responsabilidades que acarrean las altas investiduras es algo que muchas veces sobrepasa nuestras capacidades. Un abrazo
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEn qué lugar tan hermoso me he visto hoy! No podría usted haber elegido uno mejor para la cita.
ResponderEliminarEspero que Rea Silvia acierte a seguir mis consejos sin desfallecer. Ese aura de determinación con la cual la dejamos parece ser buena señal.
Buenas noches
Bisous
♥
ResponderEliminarQué bien por la continuación de esta estupenda historia.
Un abraz♥
Isabel, precioso capítulo. Rea Silva ha hecho de la soledad su fuerza para agarrarse a la certeza de que ese es su destino. Esperemos que las mujeres que la rodean le hagan más fácil el camino, ahora que tiene claro que no seguirá el ofrecimiento de Énule.
ResponderEliminar¿No habrán sido los hombres los que decidieron los castigos para las vestales "profanadas"? Me pregunto cómo habría sido la historia si, en vez de dos niños, hubieran nacido niño y niña...o dos niñas...
Besos, y gracias.
Después de tanta actualidad, es un placer volver a Roma...
ResponderEliminarTransmites perfectamente las emociones de una muchacha tan joven, encinta y confundida. Genial y la imagen de los perritos...una dulzura, ya conoces mi debilidad por ellos. Beso.
ResponderEliminarPrecioso capítulo, Isabel. Rea silvia ha tomado su decisión, la profecía debe cumplirse.
ResponderEliminarBesos.
Precioso capítulo, me gustó mucho.
ResponderEliminarBicos
Acepta Rea su Destino y ni la dulce adivina sabe cual será, lo acepta por aquella visión del lobo, presencia de Marte, y en ese bosque donde la cariñosa Silana reina entre bellezas, se inclinan los árboles y viven como el junco, más que el roble que se opuso al viento. ¿Vivirá también la dulce niña para ver a sus hijos?
ResponderEliminarSilana ayúdala, Vesta comprende, Fortuna sele propicia.
La fuerza de lo femenino se junta, ha de vencer a un funesto Destino.
Isabel, me fascinas, lo sabes, no te detengas. Un besito.
Lo hermoso de la narración es que, alimentando las sospechas, reservas, y más cosas que los lectores elucubramos, sin embargo, ésta fluye de manera tan suave que se nos cuela a pesar de la tragedia implícita en ella, y eso es obra de la magnífica narradora que eres.
ResponderEliminarUn abrazo.
El alba es mi momento preferido. Mirando hacia la noche y el día. Me ha gustado sentir el silencio del temor y el aullido de la revelación; la penumbra de la habitación y la frescura de la fuente; el abandono de la hija sin padres y el valor de la madre que confía en su sabia amiga. Todo sencillamente completo. Me encanta y seguiré atento siempre con mi doble mirada.
ResponderEliminarLas palabras de Celia, la adivina, seguro que producirán el milagroso efecto de dar fuerzas y firmeza a quien ve peligrar su vida y la que lleva en su vientre. Un gran consuelo para Rea saber que el traidor pagará caro su crimen.
ResponderEliminarUn saludo.
Qué penita me da la pobre Rea...
ResponderEliminarAunque tener claro lo que uno debe hacer es parte de la felicidad y la paz en la vida.
Me gusta Celia! Pero le ha dicho toda la verdad???
Ayy...
:D
Ya echaba de menos esta historia.
Un besito
Un abrazo.
ResponderEliminarO sea que con ayuda de dioses. No sólo es embarazada por uno, sino que además quieren que sus descendientes acaben conmigo. Hemos de verlo. ¡Por Júpiter, que nos veremos en el campo del honor!
ResponderEliminarRey Amulio
Querida escribiente, ya veo que vas a por mi, pero en el camino nos encontraremos.
Besos
Salud y República
Hola virgi, también yo creo que la maternidad provoca en las mujeres cambios importantes y Rea Silvia también los debió experimentar. Quizá estas mujeres tan antiguas lo hicieran con mucha más intensidad que nosotras. Había mucha sacralidad en el ambiente. Seguro que Fabia hará su papel divinamente.... Besotes.
ResponderEliminarHola mayte, ¡cuánta razón suelen tener las madres! Un abrazo, querida amiga.
Hola isabel martínez barquero/Rea Silvia, desde luego estás en transformación física y psíquica. La maternidad es algo muy hondo que nos vincula a la tierra y al mundo de lo espiritual y, sí, nos da fortaleza. Si no fuera así ¿qué mujeres se hubieran arriesgado a parir cuando esa era una de las primeras causas de mortandad en las mujeres? Me encanta que sigas estas peripecias con tan buen espíritu. Besos.
ResponderEliminarHola mariajesusparadela, que el sexo débil es fuerte, muy fuerte. Y esperamos que lo sea Rea Silvia. Besos.
Hola fgiucich, gracias por tus ánimos, siempre eres tan positivo... Un abrazo.
ResponderEliminarSaludos, el drac, parece ser que algunos personas de gran relevancia pública acostumbran a consultar adivinos. No sé con qué resultados, la verdad. No deben ser muy buenos, porque de lo contrario no tendríamos tantos desastres... Ja,ja. Besos.
Saludos la dame masquée, creo que ha estado vd muy bien, al menos ha brindado buenos consejos a Rea Silvia. Esperemos que ella los siga o los pueda seguir. Beso su mano.
ResponderEliminarHola melba reyes, esta historia tiene que continuar... creo que no resistiría pararme aquí, sin saber cómo sigue. Besitos.
Hola elena gallardo, puesto que hasta ahora no hemos oido hablar una palabra del nacimiento de gemelas o de un niño y una niña en esa época arcaica (ni más tarde), podemos deducir que habrían sido borradas de la historia y ni siquiera estaríamos escribiendo esto... Ay, qué dolor. Besitos.
ResponderEliminarHola pedro ojeda escudero, tienes toda la razón: yo también estaba deseando volver a ese horizonte donde todavía no se veía Roma... Un abrazo.
Hola emejota, tu perrita aún está recuperándose del maltrato que recibió el día de la fiesta de Júpiter Latiaris. Pero va bien... Un abrazo.
ResponderEliminarHola elysa, la profecía se cumplirá, porque en esas épocas antiguas se cumplía todo! Claro, que no sabemos si profetizaban a posteriori o no. Besitos, guapa.
Saludos, dilaida, gracias por tus buenas vibraciones.
ResponderEliminarHola natalia tarraco, me sumo a tus invocaciones a Silana, a Vesta y a Fortuna. E invoco también a todas las mujeres, del pasado y del presente, para que ayuden a Rea. Besos, querida amiga.
Hola isabel, ¡qué ancha me he puesto con tus palabras! Siempre intento que la historia fluya y nos conduzca, aunque con frecuencia me asaltan dudas enormes. Pero gracias a vosotr@s sigo adelante. Besos.
ResponderEliminarHola hyperion, gracias por esa presencia tuya tan romana, actual y pasada, y esa mirada dual que enriquece el texto. Tienes que seguir ahí, sí, para que la historia de Rea Silva llegue a su término. Un abrazo.
Hola cayetano, en la antigüedad se daba muchísima importancia a la palabra, no como hoy (me temo). La palabra tiene un efecto sanador y a poco que escuchemos, siempre algo dentro de nosotros se transforma. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarHola áfrica, coincido plenamente con tu afirmación: Rea se siente tranquila porque ha tomado una decisión, aunque sea la más peligrosa para ella misma. Desde ahí, caben los momentos de paz tanto como los de inquietud. Un abrazo.
Hola rgalmazán, mucho me temo que los dioses estén deseando darte un repaso, y no la narradora que, al fin y al cabo, se limita a contar lo que ocurrió. ¡Has sido muy malvado! Pero bueno, no te apures demasiado: continuamente tenemos ejemplos de malvadísimos que viven feliz y regaladamente hasta el fin de sus días. Así que no te preocupes antes de tiempo. Besitos.
ResponderEliminarMuy interesante. Creo que has hecho un esfuerzo muy grande para trasladarnos los pensamientos que llevan a Rea a tomar la decisión. Muy, muy interesante. Eres muy buena, Isabel.
ResponderEliminarD.
Gracias, dolors. Y tú eres un sol. Besos.
ResponderEliminarAh, tenía que ser en el bosque sagrado de Silana, donde tuviera lugar este encuentro entre Rea Silvia y Celia. Qué hermoso se ve ese bosque reverdecido en primavera, las flores silvestres, la alegría, aunque sea un destello, un segundo que ilumina. La ofrenda constituye un ritual maravilloso, las flores ofrecidas a la ninfa Silana, brindadas al agua de su fuente. Ese lugar, y no es por presumir... emana una energía tan especial, tan fuerte, más que inmensa, uno de esos lugares que abren puertas, las puertas simbólicas que nos hacen penetrar en los lugares a los que queremos acceder.
ResponderEliminarSin duda, los lobos, han sido todo un presagio, se vuelve tan simbólica la historia, impacta directamente en el subconsciente.
¡Y apareció Marte aunque sea en sueños! Ya era hora, vamos, no seré yo quien le venga con exigencias a un dios, pero en mi calidad de ninfa, invoco un deseo y apelo a la dignidad.
El consejo de Celia es tan sabio como la vida que busca paso en la naturaleza: las encinas que doblegándose a las fuerzas mayores, resisten los embates de la vida.
Un encuentro metafísico ante las puertas del cielo y del infierno, como la serpiente que se devora. Se cruzan los umbrales de lo místico.
Por eso nos gusta tanto tu novela, tanto.
Me parecesentir el aroma de las flores del bosque de Silana, es que... claro, jaja.
Besazos, querida Isabel.
Cuanta iluminación podemos albergar las mujeres al hacernos cobijadoras del milagro de la vida,verdad??
ResponderEliminar:)
"Vida y muerte son parte de una rueda infinita..."
Y cuanta verdad encierra esa tan certera frase amiga mía,que así sea...
BESITOS PRODIGIOSOS =)
Preciosa historia. La pobre de Rea Silvia tenía encima lo que era bueno porque siendo Vestal...
ResponderEliminarAhora tenía que haber muchas Celias que con sus sabios consejos ayudasen a otras preñadas y no de dioses precisamente, a que parieran a sus hijos.
Besos, profe.
Carmen.
Por una de esas locuras del Blogger no puedo comentar ni en mi propio blog, que maravilla, de modo que no me queda mas remedio que comentar desde esta otra pagina que tengo.
ResponderEliminarImagino que Rea se sentira aliviada ahora que 'sabe' que no estuvo soñando ni imaginando ni nada por el estilo lo de Marte. Y con el consejo de la adivina Celia al menos no se sentira tan sola, sin nadie con quien hablar.
Te cuento que aqui las historias de lobos nos son 'raras' o extrañas pues no hay lobos en America y sin embargo, por importacion de leyendas, tenemos un Lobizon u Hombre lobo autoctono...
Alyx
Estoy de vuelta :)
ResponderEliminarCómo habéis avanzado!
Qué hermoso todo
Besos
Seguro que los consejos de la sabia Celia y su predicción han infundido ánimos en Rea Silvia que se alimentará de ellos para pasar por todas las pruebas necesarias. Ahora al menos no barajará la idea de abortar. Su destino es una incógnita, pero no el de sus hijos.
ResponderEliminarBesos
No sabe Rea Silvia que es naturaleza, que está llena de vida, y ante el desasosiego busca consejo en Celia. Las palabras de Celia le infunden aliento, la animan a seguir con ilusión pese al sacrilegio que puede suponer una vestal encinta. Pero es la generosidad hacia los hijos que está gestando, más que por ella misma que puede que no se salve, la que le motiva a seguir adelante.
ResponderEliminarUn besazo Isabel
Hay frases que demuestran la sabiduría de las dos mujeres ( y de la autora), Celia cree en el destino y le aconseja que es imposible luchar contra lo que ya esta pronosticado. El ejemplo de las encinas doblegadas a favor del viento, es sensato y la frase ... y ese rumor hecho de silencio y vida oculta, que se escucha en los bosques .... precioso.
ResponderEliminarBSS.
Todo está por suceder y la determinación de Rea Silvia no es otra cosa que la fuerza de la esperanza y el amor incondicional que se siente por los hijos.Emerge una protagonista fuerte se va perfilando la mujer que deja atrás a la niña.
ResponderEliminarEntrañable dama un fuerte abrazo.