(II)
- Has estado brillante, esposo – dijo la reina Criseida a su marido apenas el último consejero abandonó la cabaña real. Había sido tan larga la sesión del consejo, que algunas teas se habían consumido por completo y dejaban amplias zonas del salón principal en la oscuridad más absoluta.
El rostro de Criseida, en cambio, resplandecía de satisfacción. Estando a solas con el rey Amulio no necesitaba ya fingirse escandalizada ni apenada por la suerte de su sobrina. Se dejó caer sobre su sitial, agotada por tantas alegrías en una sola jornada. Con el matrimonio de su hija Anto había visto cumplida una vieja ambición, pero rematar el día con la condena a muerte de la odiada Rea Silvia había superado con creces sus expectativas más optimistas. ¿Y no eran inenarrables las expresiones de Númitor y Aurelia cuando habían sido conminados a salir del cuarto de Rea Silvia para no volver a abrazarla nunca jamás?
Desde luego Aurelia estaba espantosa, con los cabellos revueltos, la espalda encorvada y los ojos hinchados como los de una rana, arrastrándose a sus pies y suplicando piedad para su hija. ¡Qué desvergüenza, defender a una sacrílega, por muy hija suya que fuera! Con esas mismas palabras se lo había dicho. En cuanto a Númitor, no creía que pudiera seguir deambulando por los campos para componer ningún tratado sobre las abejas. Estaba tan hundido que todo lo más que alcanzarían a ver sus ojos serían hormigas… Le pareció una idea ingeniosa y la dijo en voz alta.
- Es preciso resolver algunos asuntos prácticos – dijo el rey Amulio pensativo, sin seguirle la broma –. La vigilancia de Rea Silvia, por ejemplo.
- ¡Me niego a tenerla aquí, en la cabaña real! – respondió rauda Criseida, poniéndose en pie –. ¡Bastante hago ya con aguantar que viva hasta el parto! En eso te has equivocado, Amulio, has sido débil. ¿No sacrificamos a los dioses cerdas, ovejas y vacas preñadas en determinadas ocasiones para ganarnos su favor? No veo razón para actuar de otro modo con esa sacrílega que ha arrastrado nuestro buen nombre por el fango y ha ofendido a las divinidades.
- Es de mal agüero matar a una mujer encinta, Criseida, lo sabes de sobra – cortó Amulio con impaciencia –. Alégrate de que podamos librarnos de ella lícitamente, sin que ningún ser, ni divino ni humano, nos lo pueda reprochar. Pero ya que he decidido no hacer públicos su sacrilegio ni su ejecución, necesitamos mantenerla oculta hasta que llegue el día.
- Encárgaselo a Prátex.
- A él ya le he dado instrucciones. Pero, aparte de él y sus hombres, tendrá que haber con ella alguna mujer para cuidarla. No quiero que se muera antes de tiempo. Y después de lo ocurrido, no me fío de las albanas…
- Recluye con Rea Silvia a su doncella, que es una de las culpables de ayudarla a esconder el sacrilegio y, llegado el momento, nos desharemos de ella también. Más adelante, para asistirla en el parto, puedo hacer venir secretamente a alguna matrona de Lavinio. Déjame pensarlo y hacer algunas averiguaciones. ¿Dónde la esconderás?
- No preguntes. No debe saberlo nadie, ni siquiera tú. No quiero que Rea Silvia reciba ninguna clase de auxilio ni consuelo.
- ¿Y crees que yo se lo daría? – bufó, incrédula, Criseida.
- Sé cuánto la odias, mujer. Y como el odio suele ser imprudente, es mucho mejor para todos que ignores los detalles. En un momento de cólera podría escapársete algo…
Humillada y ofendida por esta respuesta, Criseida no le replicó. Tiempo tendría de indagar sobre ese asunto. Y por nada del mundo quería que un disgusto de última hora le estropeara un día tan feliz y completo. Se puso de pie y declaró que iba a tumbarse y descansar un rato, porque ya estaba próximo el amanecer.
Al despuntar el día, un grupo de criados del rey Amulio, encabezado por su hombre de confianza, Prátex, penetró en el bosque sagrado de Silana. Habían salido de Alba Longa siendo aún de noche, sin encender antorchas, y habían recorrido el camino hasta el bosque alumbrados únicamente por la luz de la luna. Llevaban sobre los hombros hachas y picos, entre otras herramientas, y en sus oídos aún retumbaba la orden terminante de realizar el trabajo de manera rápida y sigilosa. Nadie, absolutamente nadie, debía verlos entrar en el bosque ni saber siquiera que estaban allí. En cuanto al trabajo que iban a realizar, debía quedar en el más absoluto secreto.
Un vientecillo ligero agitaba las ramas de las encinas transformando las hojas en una masa móvil, sonora y amenazante, oscura contra el claror del cielo. Los hombres caminaban temerosos, conscientes de que su jefe no se había parado ni un instante a solicitar el permiso de la ninfa para entrar de tal modo en sus dominios. Uno arrancó con disimulo unas ramitas de romero que crecían entre unas rocas y las depositó más adelante sobre un piedra cóncava mientras movía los labios en una silenciosa invocación a Silana. Otros lo vieron y lo imitaron. Ninguno de ellos sabía qué clase de trabajo tendría que hacer allí, pero la presencia de Prátex no auguraba nada bueno. Era una mala persona.
A cierta distancia, la suficiente como para distinguirlos en la oscuridad y no perderlos de vista, una sombra los seguía ocultándose tras los árboles, sin hacer ruido. Una habilidad que se debía a muchos años de práctica: el pordiosero Alec se había acostumbrado desde niño a ir de una parte a otra de Alba Longa sin ser visto. No porque quisiera ocultarse, como en ese momento, sino porque la pobreza suele ser invisible. Y aunque en aquellos lejanos tiempos las diferencias entre ricos y pobres eran insignificantes, Alec se movía siempre, instintivamente, con cautela.
No había dormido esa noche fatídica. Su instinto olfateaba que Rea Silvia estaba en peligro y desde primeras horas de la mañana del día anterior había procurado mantenerse cerca de ella. Incluso la había avisado cuando la vio salir de la casa de las vestales para asistir a los ritos matrimoniales de su prima Anto. Durante el banquete de bodas la había observado de lejos. Y ya por la tarde, cuando la comitiva nupcial regresaba de acompañar al nuevo matrimonio hasta la cabaña de la viga roja que sería su hogar, había visto a Rea Silvia desfallecer y caer al suelo. El corazón le había dado un vuelco.
Siguió al carro que la conducía a la cabaña real y allí, en el prado trasero, se había encontrado con las amigas de la vestal: Énule y Amnesis, la doncella Tuccia y la pastora Palantea, que había hecho sonar su siringa toda la noche, sin descanso, para que Rea supiera que estaban allí. Los criados de Amulio los habían obligado a alejarse del ventanuco y la cabaña, así que se habían apostado a cierta distancia y habían seguido esperando. Desde allí vieron salir a los consejeros, a la Vestal Máxima Camilia, a los padres de Rea Silvia encogidos y deshechos, acompañados por el consejero más anciano en cuya cabaña debían alojarse. No les permitieron acercarse a ellos. Y cuando, por fin, aún de noche, había visto a Prátex abandonar sigilosamente la cabaña real, decidió seguirlo. Y había acertado al hacerlo, porque era muy sospecho que se hubiera adentrado a esas horas, con un grupo de hombres, en el bosque de Silana. ¿Qué se propondría hacer?
Del sendero por el que caminaba el grupo salía un ramal que conducía a la cueva donde brotaba, cristalina, la fuente sagrada de la ninfa. Prátex y sus hombres pasaron de largo, dejando el desvío a su izquierda, seguidos del silencioso Alec. El bosque se espesaba a medida que ascendía por la ladera y la senda, que discurría ondulante entre las encinas, se iba desdibujando invadida por las hierbas, señal de que poca gente transitaba por allí, hasta desaparecer por completo. Aún siguió andando Prátex un tramo más y al fin llegaron al límite del bosque: la pendiente era tan empinada que se convertía en un muro y resultaba imposible continuar. Caminaron entonces en paralelo a esa barrera natural en dirección al oeste y, tras un declive suave pero prolongado, fueron a desembocar a una hondonada. Se trataba un rincón amplio y despejado de árboles, abrigado por dos laderas altas y abruptas y otra mucho más baja pero igualmente empinada. El único camino practicable era el que ellos mismos habían seguido. Allí se detuvo Prátex.
- Hemos llegado – dijo, dejando caer una bolsa de cuero que llevaba colgada al hombro. Era evidente que conocía el lugar y había estado allí recientemente, porque fue directo hacia un montoncillo de piedras gruesas, cogió unas cuantas y con ellas marcó en el suelo el contorno de un óvalo, no muy grande.
- Tú – dijo dirigiéndose a uno de los hombres y señalando el óvalo –, coge la azada y limpia de maleza toda esa zona. Los demás, venid conmigo.
Retrocedieron un tramo. El pordiosero Alec volvió sobre sus pasos a toda prisa y se ocultó detrás de una encina centenaria. Desde su escondite, vio a Prátex y a los demás criados palpar los troncos de algunos árboles jóvenes y calcular su grosor y altura. Los marcaban atándoles una cuerda alrededor de una rama baja. Y antes de que rompiera el día, las hachas se pusieron en movimiento y sus filos cortaron el aire.
Bueno, yo pirmera esta vez!!! Maganifico capitulo, y me encanta como Criseida esta empezando a beber su propia medicina. Mal no le viene.
ResponderEliminarEn cuanto al refugio, era de saber que no serian los nobles y ricos los que tenderian una mano, sino los humildes, los que nadie tiene en cuenta y en tus escritos tambien reivindicas.
Importantes y meticulosos preparativos. Una descripción impecable del viaje a través del bosque de Silana.
ResponderEliminarUn capítulo digno de una historia tan acertada como épica.
Un fuerte abrazo, Isabel.
Una delicia que te hace viajar en palabras a través de una historia que cada vez, es más y más intensa Isabel!
ResponderEliminarUn abrazo y buena semana.
¡Cuánto daría porque Rea Silvia pudiera ver crecer a sus gemelos! Cuanto más te leo, más cariño le cojo y más tristeza me da lo que se le avecina.
ResponderEliminarMe tienes en vilo con cada capítulo, los vas bordando con puntadas acertadas y brillantes.
Un abrazo, querida Isabel.
Soy tan rústica que estoy empezando a disfrutar de lo bien que estará Rea Silvia rodeada de naturaleza, que no todo pueden ser desgracias.
ResponderEliminarUna sombra, casi la personificación de la miseria y que como ella está en todas partes... tristes ojos que se convierten en dulces al ser aliados, una esperanza en esa mirada, una sombra que pueda vencer las fuerzas que afilan sus hachas. Espero que estos bosques aún poderosos frente a la urbe sigan siendo teofanías.
ResponderEliminarSin duda enigmática la continuación, me muero de ganas por ver qué descubre Alec, sin duda su presencia trae un hálito de vida o por lo menos de esperanza a la historia que se cuenta.
ResponderEliminarCriseida es todavía mucho peor que el pérfido de su marido, porque además del ansia de poder tiene la maldad soldada al alma.
ResponderEliminarArranca la historia con fuerza y con poco lugar para la esperanza.
Un saludo.
Me alegro de que Criseida no quiera tener cerca a Rea en estos momentos de cautiverio, sería una tortura añadida para la pobre Rea.
ResponderEliminarY también me alegro de que Criseida no sepa donde estará su sobrina. Menos mal que no se ha empeñado en saberlo, porque Amulio hubiera cedido ante las armas malignas de su mujer...ainsss...
Y qué va a Hacer Pratex???
Huyyyyyyy...
Me encanta que nos dejes siempre con la miel en los labios, aunque ya quiera conocer qué ocurrirá en el próximo capítulo :P
Un beso
Excelente venerable dama.
ResponderEliminarEl suspenso invita ha devorar el texto,el odio es imprudente y también termina por consumir a su victima.
Conmovedor el capitulo,el personaje de Alec jugara un importante papel para preservar la seguridad de Rea Silvia,espero que las fuerzas sobrenaturales y los Dioses cobren la afrenta.La ninfa no ha sido respetada y han violado sus dominios,ese permiso a Silana entre dientes no los salvaran.
Un fuerte abrazo esperando la próxima entrega....(reclamo venganza)
Isabel !salve!, ha valido la pena esperar, este capítulo me estremece, me emociona, me deja, según tu impecable estilo, en vilo.
ResponderEliminarApelo a la ninfa Silana, que se haga presente, que acuda ante esta profanación de la natura sagrada, que no calle la clásica Silana. Apelo a los Hados para que la intervención de un ser humilde como Alec, pueda torcer la voluntad nefasta.
Ayyy Isabel, me cuesta creer en el "mal" absoluto y sin fisuras, no acabo de creerlo posible, como tampoco creo en el "bien" impoluto. Ayyy, Isabel, tú me dibujas la implacable, tozuda, brutal...existencia de ese concepto.
Quedo a la espera de tu capricho letra por letra. Besitos y muy bien retornada.
Nota: Estoy tan metida en siglos después que tu viaje al ayer me resulta una relajación. Ya sabes de qué hablo.
¿Van a construirle una jaula? ¿Cómo pueden ser tan crueles? ¿No tienen bastante? Gracias de nuevo por la narración.
ResponderEliminarBesos.
D.
Sospecho cual es le trabajo de Pratex pero aún así me quedo muy intrigada con tanta cautela.
ResponderEliminarA la espera del siguiente.
Besitos, Isabel
Me gusta que haya un testigo de esa nocturnidad y alevosía.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Queridos amigos, disculpad el desorden de estas últimas semanas, lo digo por no responder a vuestros comentarios y no visitaros tanto como me gustaría. Hasta final de octubre no volveré a la normalidad, pero trataré de minimizar los efectos lo mejor posible...
ResponderEliminarSaludos, alejandra sotelo faderland, ciertamente los humildes son con frecuencia más generosos que los potentados. Quizá por eso sean más pobres en bienes pero más ricos en afectos. Besos, querida amiga.
Hola antonio campillo, gracias por tus ánimos. Tengo mucha confianza en la fuerza de Rea y en la ayuda de quienes le están en torno. Un abrazo.
Hola mayte, a veces me pregunto si lograré transmitir bien esta reivindicación de la maternidad como algo querido, intensamente deseado, digno y noble. Un abrazo, querida amiga.
Hola virgi, ojalá lleguemos a sentir todos admiración y afecto por Rea Silvia y, a través de ella, por todas las mujeres que han luchado y luchan conscientemente y constantemente para transmitir la vida. Besos, guapa.
ResponderEliminarHola mariajesusparadela, estoy segura de que tú harías un paraíso en esa hondonada. Y es que lo que cuenta, es sobre todo, la actitud y la mirada que dirigimos a nuestro alrededor. Creo que Rea Silvia te tomará como modelo. Besos.
Hola hyperion, siempre hay magia en lo humilde: la magia de su grandeza. Por eso nos conmueve... Besos, querido amigo.
Hola aarón, también yo creo que Alec es esperanza: ya ayudó una vez a Rea Silvia, cuando estaba en juego su vida. No la va a dejar... Besos.
ResponderEliminarHola cayetano, desde luego Criseida es uno de esos personajes que representan la maldad en su aspecto más burdo, como se apunta en tu comentario. No hay en ella sutileza, sino un inmenso deseo de hacer mal. Besos.
Hola áfrica, desde luego que es un alivio para Rea Silvia no tener que soportar a su tía. Se libra de ese dolor añadido, que no es poco. Ay, ya veremos qué pasa... Besitos.
ja, ja, américa, tu reclamación de venganza será tenida en cuenta. Y yo creo que Criseida lo sabe, o lo intuye o lo teme, y eso no la deja vivir. ¡Si pudiera hacer desaparecier a Rea Silvia aún a costa de cortarse ella misma un brazo, lo haría! Tanto es su odio y, al mismo tiempo, su temor. Besos, querida amiga.
ResponderEliminarSalve natalia tarràco, espero yo también con ansia la intervención de Silana, su regazo para acoger a Rea Silvia, sus palabras poéticas cantadas a través de las hojas, quizá también proféticas... Yo sí que creo en ese mal sin fisuras, aunque en él sea posible hallar debilidades, afortunadamente. Como hemos repetido tantas veces, el mal es activo. Ven, ven pronto Silana y endúlzanos este amargo trago. Besazos, natalí.
Hola dolors jimeno, espero que no, que no se trate de una jaula... En aquellas épocas remotas la idea de la reclusión no existía. Ni siquiera en época de la Roma republicana había cárceles con las características que nosotros conocemos. Allí, mandar a alguien a la cárcel era como poner a un alumno cara a la pared: iba a un sitio concreto, sin puerta ni nada similar, y se quedaba allí hasta que le daban permiso para irse: quizá un día o menos. La cárcel mamertina que conocemos en Roma (y que es antiquísima) era un lugar de ejecución, no de prisión. Con todo, a Rea Silvia le están poniendo todo muy difícil. Besitos.
Hola elysa, creo que la cautela se debe a la "necesidad" de dejar sin asistencia a Rea Silvia. Amulio ha visto cómo la han ayudado, y teme que traten de hacerlo de nuevo... Besitos, guapa.
ResponderEliminarHola isabel, ese testigo constituye una gran esperanza para nosotros, espectadores del sufrimiento de Rea. Besos.
Aquí me tienes, siguiendo la historia de Rea. Aunque he llegado tarde, no me está costando nada ponerme al día; la historia es fantástica, pero lo mejor es como la cuentas.
ResponderEliminarSigo aprendiendo de ti.
Besos.
Pues nada, creo que ahí vivirá nuestra heroína… parece un lugar tranquilo dentro de lo que cabe, y si no va mal la cosa tendrá a su tía lejos… claro que tener a Pratex cerca… pufff…
ResponderEliminarKisses
Genial, Isabel, como siempre.Muchas gracias por deleitárnos otra vez con tan interesante historia.La seguiremos con emoción de nuevo.Un abrazo.
ResponderEliminarComo se puede ser tan perfida! Lo digo por Criseida. Siento mucha pena por Rea Silvia.
ResponderEliminarMe ha encantado este capitulo ,Isabel.
Espero el siguiente.
Un abrazo y buen comienzo de otono.
Querida novelista, la historia va por buen camino. De momento gano yo y mi esposa Criseida, y Pràtex se encargará de cumplir mis órdenes y de mantener a Rea Silva como merece, como una villana que ha ofendido a los dioses.
ResponderEliminarAmulio
Isabel, esto se pone cada vez más interesante. Un beso,
Salud y República
Criseida es la maldad en persona. Primero por querer la muerte a Rea Siulvia y segundo por querérsela también a sus hijos. ¡Sacrificios de una mujer embarazada... qué horror! Lo malo es que piensa matarlos igualmente, fuera o dentro del vientre de su madre. ¿Podrá Alec hacer algo ante semejante injusticia? ¿Qué pretenden Prátex y sus hombres talando los árboles del bosque?
ResponderEliminarBesos
Leo en uno de tus comentarios que te preocupa no saber trasmitir el sentido de la maternidad. No te preocupes, lo haces.
ResponderEliminarAMIGA MÍA,CUANTO EXTRAÑABA TUS PALABRAS!!!!!! =)))))
ResponderEliminarMientras leía tu jugoso relato pensaba en cómo es posible detestar tanto tanto a una persona,más aún del mismo género??!!!!
P.D.:Intuyo que algún milagro (también) puede obrar en favor de la pobre REA SILVIA... :)
BESITOS GIGANTEZCOS ISA QUERIDA
La narración ya está en marcha de nuevo tras el paréntesis veraniego y bien encarrilada, como era de esperar.
ResponderEliminarUn abrazo.
PS: He escrito un post sobre Roma, cuando puedas pasa por mi blog, por favor, y dame tu opinión, no sea que haya escrito yo alguna tontería :)
Tengo esperanza en Alec: va a ser dificil, pero estoy seguro que va a tener un buen papel en esta jugada.
ResponderEliminar¡Esto va viento en popa, Isabel!
Abrazos
Hola mercedespinto, gracias por ese elogio tan cariñoso. Creo que, a poco interés que pongamos, todos tenemos posibilidad de aprender de todos. El hecho de que tengamos, además, la pasión común por Roma y lo romano aún contribuye más a estar cercanas. Un abrazo.
ResponderEliminarHola la gata romana, tienes toda la razón: vivir alejada de Criseida a costa de tener a un pasito a Pratex no parece muy ventajoso. Ya veremos... Besitos.
Gracias, camilia, me anima mucho saber que estáis disfrutando de esta historia. A veces dudo... Besos.
Hola virginia, yo creo que en el mundo existen personas como ella. Quizá los instrumentos con los que ejecutan sus malas acciones han cambiado, pero las cometen, ya lo creo. Todos los días. Besos y feliz comienzo de curso.
ResponderEliminarBueno, rgalmazán/Amulio, como dice el refrán, el que ríe el último, rie mejor. No te las prometas tan felices porque a lo mejor ganas una batalla, pero no la guerra. ¡Quién sabe lo que los dioses pueden hacer! Y mira por donde, estoy de acuerdo con Criseida: pese a lo malo que eres, tienes un no sé qué de blandengue... Besitos, guapo.
Hola carmenBéjar, todo son interrogantes sin respuesta, de momento. Conste - porque no pude contestarte en el post anterior - que la presencia del tejido y los telares, con ser muy apropiada porque era una tarea permanente y cotidiana en la antiguedad, está resaltada en honor tuyo y de tus antepasados y antepasadas bejaran@s. Hay tanta nobleza en el trabajo manual como en cualquier otro, porque son las personas y no las tareas quienes ennoblecen o envilecen un oficio. Besitos, guapa.
Saludos, pedro ojeda escudero, me tranquiliza saber que te llega esa defensa íntima e intensa de la maternidad. Un abrazo.
ResponderEliminarHola gabu, qué alegría que estés otra vez aquí. Sí, hay gente que sólo sabe odiar, vive de odiar y para odiar. ¡Es un asco, pero así son! Besos, querida amiga.
Saludos, carlos césar álvarez. He pasado por tu blog y he leído tu magnífico artículo. Está genial. Aunque te confieso que no tenía la menor duda de que estaría muy bien, porque eres siempre cuidadoso y riguroso. Me encanta cuando coincidimos en algo... Besos.
Hola xibeliuss, me alegra que lo veas así, con el viento soplando las velas hacia adelante... eso siempre es promesa de alcanzar un puerto. Besos, querido amigo.
ResponderEliminarEsta Criseida es mala con premeditación y alevosía. Tremenda.
ResponderEliminarSigo hacia adelante para ponerme al día.
Muy bien.