(xv)
Urbano Lacio y Palantea habían llegado a la cabaña de Númitor en el Aventino y se disponían a escuchar la historia de Hércules y Caco por boca de Caius, mayoral de Númitor.
Una ráfaga de viento recorrió la colina del Aventino igual que una mano acaricia el lomo de un animal. Se agitaron las hojas de los robles, unas briznas de paja salieron volando y la espalda de la pastorcilla Palantea se estremeció con un escalofrío. Alguien encendió una tea. Los nombres de Hércules y Caco flotaban en el aire y los ojos de los oyentes permanecían fijos en el pastor Caius, mayoral de Númitor.
- He atribuido a la voluntad de los dioses el que Hércules viniera aquí – dijo poniéndose en pie –, porque el bien procede de la divinidad y son muchas las deidades que habitan en este territorio y lo protegen. Así pues, invoco a Jano, a Saturno, a Júpiter, a Marte, a Fauno y Fauna, a Diviana, a Luna y a Vesta, solicito su favor e imploro su guía para que mi boca cuente verazmente esta historia.
Vertió unas gotas de vino y otras de leche en el suelo, volvió a sentarse y empezó a narrar el encuentro mortal entre esos dos gigantes:
“Ocurrió que a Hércules, un hombre de ascendencia divina y fuerza excepcional, le habían sido encargados por su rey una serie de duros trabajos, entre ellos el de buscar a un monstruo llamado Gerión para apoderarse de sus reses. Regresaba Hércules a su patria llevando consigo el ganado arrebatado a ese Gerión, cuando hubo de pasar por estas tierras. Apenas pisó nuestro valle, se maravilló viéndolo tan amplio y rico en pastos. Estas soledades, las agrestes colinas y, sobre todo, el prado soleado y su agua abundante lo decidieron a detenerse aquí. Sería bueno para los animales y para él mismo descansar un poco antes de vadear el Tíber y continuar su viaje al día siguiente. Se desperdigaron las vacas y los bueyes alrededor del remanso de agua al pie del Palatino, pastaron a su antojo y se tumbaron sobre la hierba el resto del día.
“La presencia de Hércules y sus reses no había pasado inadvertida a Caco. El ladrón los vigilaba desde la cumbre del Aventino más próxima a su cubil, justo donde hoy crece un bosque de laureles. Los observaba y planeaba en su cabeza cómo apoderarse de parte del rebaño. Desde la distancia debía ver las piernas de Hércules, gruesas como troncos de árbol, sus brazos fornidos, la facilidad con que sus manos manejaban una maza de madera que un hombre común ni siquiera hubiera podido levantar del suelo, su cuello firme y ancho como el de un buey de su manada. Nadie habría osado molestar a Hércules ni mucho menos robarle.”
- Pero antes dijiste que Caco era tan fuerte como Hércules – interrumpió una de las criadas de Númitor.
- Así es – respondió Caius –. Pero hasta entonces Caco sólo había atacado a hombres corrientes: pastores, comerciantes, barqueros que transportaban la sal remontando el río. En cambio Hércules había aumentado su fuerza luchando contra animales salvajes y se había endurecido sufriendo muchas penurias. Mi padre pensaba que Caco, confiado en su propia astucia, quitó importancia a la fuerza de su contrincante. No entraba en sus planes combatir contra el gigante extranjero.
“Debió ocurrir en una noche como ésta, pues hacía buen tiempo y en el cielo brillaban las estrellas, no hacía falta antorchas si se conocía bien la zona. Hércules había encendido una hoguera para asar carne, de modo que su figura quedaba iluminada y se veía a distancia. Cuando la apagó echándole tierra encima, le fue fácil a Caco adivinar que se tumbaría a dormir. Descendió entonces del Aventino sin hacer ruido y se apostó junto al remanso. Al poco tiempo los ronquidos del extranjero retumbaban por el valle. Aún esperó Caco un rato más, pues los bandidos suelen ser pacientes. Cuando creyó que su víctima dormía profundamente, actuó.
“De una en una fue cogiendo a las vacas. Las agarraba del rabo y tiraba de ellas hacia atrás, haciéndolas que fueran de espaldas hasta su guarida, una profunda cueva en la ladera del Aventino. Cuando las hubo metido todas, entró también él e hizo rodar una gran piedra con la cual solía tapar la entrada. Satisfecho, apoyó la espalda en la pared de la cueva y se adormeció.
“Hércules se despertó al día siguiente con las primeras luces. Dio una ojeada a su alrededor y no vio todas las reses, pero pensó que podrían haber penetrado más en el valle, o estar en el bosquecillo junto al agua. Se acercó a beber, sacó de su alforja unas aceitunas y, comiéndoselas, inspeccionó la arboleda. Registró luego los prados que se extendían al pie del Palatino. Nada. Buscó por todas partes sin éxito y, cada vez más furioso, concluyó que alguien le había robado sus vacas. ¿Pero quién? ¿Y cómo? Examinó las huellas de las pezuñas: ninguna se alejaba de allí, al contrario, todas iban en dirección al remanso. Ni encontraba las reses ni hallaba signos visibles de que hubieran salido del valle. Estaba desconcertado y furioso. No podía presentarse en su patria sin el rebaño.
“Levantó entonces la mirada hacia la cumbre del Palatino, pero no vio a nadie y juzgó imposible que las vacas hubieran subido allí. A grandes pasos cruzó al otro lado del valle, pero tampoco descubrió pisadas que condujeran al Aventino. Hinchó el pecho y soltó un rugido de rabia. Los bueyes de su manada, que cabeceaban inquietos, bramaron lastimeramente, añorando a sus vacas. Y entonces las hembras, desde lo más profundo de la cueva de Caco, oyeron a sus compañeros y mugieron también.
“Ardió de cólera Hércules. Guiado por los mugidos de las hembras, subió por la pendiente del Aventino a grandes zancadas y encontró la entrada de la guarida de Caco. No sabía a quién pertenecía ni qué ladrón había encerrado allí a sus vacas, pero sin dudar un instante apartó la roca que cerraba la cueva empujándola con una sola de sus piernas. Entró bramando y blandiendo su maza.
“Contaban los pastores que el suelo del Aventino había temblado. Que se movieron los árboles y las rocas y que las ovejas que allí pastaban huyeron despavoridas y las que estaban amamantando perdieron la leche. Jamás habían oído a una fiera rugir como lo hacían aquellos dos gigantes, romper las piedras a golpes, aullar de dolor o de rabia. Las vacas robadas habían salido de la cueva en tropel, mugiendo y trotando en todas direcciones, y sólo se aquietaron cuando los bueyes las rodearon como si quisieran protegerlas. Al fin por la boca de la caverna apareció Hércules arrastrando del cabello a Caco. Lo arrojó al suelo con furia y, levantando la clava con las dos manos, descargó sobre él un golpe mortal que le aplastó la cabeza.
“Después de haber matado a Caco, Hércules se purificó en el agua del Tíber, se curó las heridas y descansó en la orilla. Quiso dar gracias a Júpiter por haber salido con bien de ese combate, así que buscó una gran piedra plana y la colocó sobre otra emplazada cerca del camino que subía a la cueva de Caco, improvisando un altar. Su vestido era basto, apenas unas pieles curtidas, y carecía de manto con el que cubrirse la cabeza, así que viendo crecer unos álamos cerca de la ribera, cortó ramas, trenzó con ellas una corona y se la ciñó a las sienes. Ofreció a Júpiter una décima parte del ganado y a aquellos pastores que se aproximaron a él para agradecerle el haberlos librado de un ladrón tan peligroso, les encomendó que desde ese día en adelante hicieran sacrificios semejantes en memoria suya.
“Ese altar lo conocemos con el nombre de Ara Máxima de Hércules y sus sacerdotes visten pieles y ofician con la cabeza descubierta, rodeada sólo de una corona de hojas de álamo. Todos sabéis dónde está.
“En cuanto a Caco, ya veis de qué manera miserable había acabado su existencia. Nadie se atrevió a acercarse a su cadáver hasta el atardecer, cuando ya Hércules y el ganado de Gerión habían cruzado el río y desaparecido para siempre de la vista. Dicen que lo quemaron y arrojaron sus cenizas al río para que el padre Tíber lo arrastrara hasta el mar y su espíritu no contaminara la tierra. Que así sea.”
Con estas palabras Caius dio por concluida su narración, pero, sobrecogidos por la historia, nadie habló ni se movió durante un rato. La oscuridad era más profunda, cada hoja que se movía evocaba a un bandido al acecho y Palantea renunció a dormir en el exterior de la cabaña de Númitor con los otros criados, como había previsto. Énule la invitó a pasar al interior.
Amaneció un día radiante. Palantea salió de la cabaña y vio ante sí la llanura extenderse bajo un cielo límpido y cerrarse, a lo lejos, con los montes Albanos. Qué altos y hermosos eran. Y qué diferente su paisaje. Allí no había gigantes ni bandidos, no era una tierra sin ley como parecía ser ésta.
- Aurelia ha pasado buena noche – dijo Énule acercándosele –. Aún duerme y no tiene fiebre. He pensado que podríamos hacer lo siguiente: si cuando se despierte confirmo que está mejor y pasa la mañana tranquila, iré esta tarde con vosotros a Alba Longa para atender a Alec, aunque le he prometido a Númitor que regresaré aquí enseguida. ¿Qué te parece?
- Ojalá puedas venir. Será buena señal para la salud de Aurelia y un poco de esperanza para la del pobre Alec. A Rea Silvia y a mí nos salvó la vida ese buen hombre, es mucho lo que le debo.
- ¿Estás lista? – gritó Urbano Lacio. Se hallaba con otras personas junto al fuego encendido al pie de un árbol, bebiendo un cuenco de sopa. Había mucha animación alrededor de la cabaña, todo el mundo hacía sus tareas deprisa para irse cuanto antes al mercado. Palantea interrogó con la mirada a Énule.
- ¡Anda, ve! - dijo ésta - Pero come algo antes de irte.
Se acercó la pastorcilla al fuego y le sirvieron la sopa. Estaba muy caliente. Sujetó el cuenco con las dos manos y empezó a soplar para enfriarla.
- Nunca habías estado aquí ¿verdad? – dijo una voz a sus espaldas.
Se volvió y vio a un pastor con un cayado entre las manos, sentado sobre una piedra. No parecía dirigirse a ella, pues su mirada se perdía en el horizonte.
- Te oí tocar la siringa ayer – añadió el hombre –. Quien toca así, solo puede ser una enviada de los dioses. Aunque no lo sepa. Aunque nadie sepa qué se espera de ella. Tienes instinto: úsalo.
- ¡Vamos, Palantea, no te entretengas más! – la urgió Urbano Lacio, interrumpiéndolos.
La pastorcilla se bebió la sopa, se acercó al pastor e, inclinándose,le besó la mano en silencio.
NOTA: El nombre que recibía la maza de Hércules se llama "clava". Lo he puesto en último lugar para que nadie se desorientase... Los expertos creen que hubo un Hércules romano de culto antiquísimo. Luego, con la penetración de los mitos griegos se confundió el Heracles griego con el Hércules romano y aquel se superpuso a la divinidad arcaica. La corona de hojas de álamo fue sustituida más tarde por otra de laurel, no en vano crecía allí cerca un bosque de laureles. En cuanto a Caco, su ubicación y leyenda en esa área es anterior también a la fundación de Roma.
Me gusta el artificio de las historias dentro de las historias y más como en esta, donde el narrador utiliza la oralidad y los oyentes también intervienen. ¡Cómo no recordar el Quijote!
ResponderEliminarCierto, Mª Luisa. Las historias orales tienen una gracia especial. Esta de Hércules y Caco era digna de la pluma de Cervantes. Besos.
ResponderEliminarDoy fe: los escuché luchar, los ví salir de la gruta mientras vigilaba siempre atento desde la otra orilla del río. Y ahora me cuelo en el corro para escuchar de nuevo sin ser visto haciendo entrar en este tiempo la vida y el tiempo otro, casi de las Espérides.
ResponderEliminarAhora que hablas de Cervantes, me parece que en El Quijote hay una alusión a Caco. Creo que es en uno de los primeros capítulos, cuando don Quijote todavía va solo y llega a una venta y del ventero dice algo así como que era "más ladrón que Caco".
ResponderEliminarYa es casualidad.
Un saludo.
Supongo que las casualidades no existen y supongo que ahora que va a entrar un nuevo gobierno hablar de Caco también "parece" casualidad. Entre lo que hay hoy (hasta entre la "infanteria") y lo de entonces, Caco era una angelito cleptómano...
ResponderEliminarUn puro aprendizaje esta historia. Derramas personajes y hechos como quien arroja monedas a una fuente. Luego brillan a la luz y se nos queda el fulgor en la retina.
ResponderEliminar¿Cómo no seguirte?
Besos.
Tal cual lo que te dije hace poco,tus relatos son cada vez más interesantes y llenos de historia viva!!!!!
ResponderEliminarP.D.:Y al margen,se me hace que URBANO LACIO tiene el corazón atrapado por la pasión,verdad?? ;)
BESITOS AMIGA QUERIDA =)
Hola hyperion/dios Jano, no en vano eres señor del espacio y del tiempo. Tú lo gobiernas y lo ordenas. Tú conoces por igual el pasado y el futuro. Hacían bien los romanos en invocarte el primero. Un abrazo.
ResponderEliminarJa, ja, cayetano, hay que ver qué labia tienes cuando eres tú y cuando eres Caius. La verdad es que ahora se utiliza poco el nombre de Caco para designar a los ladrones y no como en tiempos de Cervantes. A veces tengo la sensación de que estamos perdiendo cultura a toda velocidad. Besos.
ResponderEliminarHola mariajesusparadela, hasta un pastor que mira el horizonte sabe que no hay casualidades, que hay dispuesto un orden en el universo y se cumplirá. Lo malo es que parece que nos hemos creído tanto que las cosas deben ser como son, que no parecemos capaces de impedir tantos latrocinios. ¡Tendremos que invocar de nuevo a Hércules! Besos, querida amiga.
ResponderEliminarQuerida virgi, qué comentario tan poético. ¿Cómo no seguirte a tí? Besazos.
ResponderEliminarHola gabu, los antiguos eran muy inteligentes y hábiles a la hora de poner en evidencia las pasiones y los defectos humanos. Hoy parece que seamos más torpes... En cuanto a Urbano Lacio, ay, no sé, siempre lo encontramos por los alrededores de Palantea... Un abrazo.
ResponderEliminarIsabel.
ResponderEliminarla historia de Hércules y Caco por boca de Caius,ha sido un relato maravilloso,para leerlo en un suspiro,no hay que subestimar ni la fuerza ni la inteligencia de los demás.Me he sentido ahí sentada escuchando el relato, con esas pinceladas tan magistrales que tu sabes traer a cada publicación.
Un abrazo querida.
Cuando era pequeño había un personaje del Pulgarcito o del Tío Vivo que se llamaba precisamente El caco Bonifacio. O sea, el caco que hace el bien. Jejeje. Tiene gracia la cosa.
ResponderEliminarTe mando un enlace para que lo veas. No da miedo.
http://www.comicpasion.com/1663/resena-el-caco-bonifacio.html
Un saludo.
Me ha costado leerlo entero... pero muy interesante.
ResponderEliminarsaludos
Saludos, américa, creo que estos dos personajes tienen en sí mismos bastantes dosis de fascinación... Besos, querida amiga.
ResponderEliminarJa, ja, cayetano, me ha encantado ese enlace. Nada más leer tu comentario me ha venido a la mente la imagen del caco con el antifaz tapándole los ojos. Gracias por ese regalo. Besos.
ResponderEliminarHola paco, gracias por hacer el esfuerzo de leerlo entero. Escribo de vez en cuando post un poco largos, (intercalo otros más cortos) pero es que estoy escribiendo una novela "en directo" y justo este post forma parte de ella. De ahí que sea más largo de lo que suele ser habitual en internet. Gracias por tu visita y saludos cordiales.
ResponderEliminarIsabel, ¡cómo me ha gustado este capítulo! No menos que los otros pero este diálogo entre contador y oyentes que intervienen, mejoran o recuerdan, aspectos de lo narrado es tan ingenioso como los escritos mitológicos.
ResponderEliminarLa historia en la historia, el mito en el mito, la metanarración, es tan difícil de integrar en un relato que te felicito efusivamente por lograrlo, Isabel.
Un fuerte abrazo.
Preciosa narración y estupenda manera de hacernos llegar esta conocida historia de Hércules.
ResponderEliminarUn saludo.
Magnífica narración mitológica. Lo cuentas muy bien. Besos
ResponderEliminarSalud y República
Es interesante ver como el concepto de héroe,en este caso encarnado por Hércules,está inmerso en el inconciente colectivo de la cultura greco-romana.Durante mi niñez,recuerdo que mi único hermano varón se hacía llamar Hercules,influenciado por la película del mismo nombre que fue protagonizada por Steve Reeves.
ResponderEliminarHace un año atrás comprobé que en el plan de Historia de II de enseñanza media se enseñan los personajes de la mitología griega y romana en Chile.Sin duda sus personajes tienen mucho que decir.
Saludos navideños desde Chile
Isabel, otro capítulo fascinante, con historia dentro de la historia que nos estás contando.
ResponderEliminarSe hace largo por que quisiera saber todo ya, y fácil seguirte en esta aventura.
Besitos
¡Qué bonita! Cuánto me ha gustado recordar esta historia. El momento que más prevalecía en mi memoria es el de las vacas asustadas. Qué hermosa la nostalgia y la protección que después les brindan los bueyes. Me ha hecho recordar en otro orden de cosas al furor amoroso de las yeguas, el hipómanes y como desafían a todos los elementos en su carrera pues han sido apartadas de los machos. Episodio de las "Geórgicas" de Virgilio que trató nuestro Antonio Martín Ortiz con sutil belleza.
ResponderEliminarY es que los animalitos también tienen su papel en la historia del amanecer de los pueblos y las culturas. Que no se nos olvide que tenemos mucho que aprender de ellos, mucho me acuerdo de la perrita Bona y muy hondo me calan las reacciones de los bueyes:
"las vacas robadas habían salido de la cueva en tropel, mugiendo y trotando en todas direcciones, y sólo se aquietaron cuando los bueyes las rodearon como si quisieran protegerlas".
Me gusta también mucho el rito de Hércules en agradecimiento a Júpiter y la escuela que crea.
¿Así que nos dejas con el pastor enigmático que alaba la dulzura y la humildad de Palantea? Bueno, estoy de acuerdo con él: Palantea solo puede ser una enviada de los dioses.
Ay, tengo mi sospecha, claro. Ya veremos, ya veremos....
Precioso, querida Isabel. Hay que ver como tocas tú la pluma, "quien escribe así, solo pued ser una enviada de los dioses. Aunque no lo sepa".
Un abrazo, queridísima escritora.
Magnifica idea la de mezclar una historia -que yo desconocia- dentro de la historia que estas narrando...
ResponderEliminarUn abrazo, amiga
Saludos, antonio campillo,gracias por tu entusiasmo. Me parecía necesario e interesante también dejar constancia de que esta área ya tenía un pasado, sus propios relatos míticos, ciertos ritos y una actividad comercial antes de que Roma fuera fundada. Los ritos en el Área Máxima de Hércules perduró durante siglos. Besos.
ResponderEliminarSaludos, negrevernis, gracias por tu visita. Es un mito que me gusta mucho. Un abrazo.
ResponderEliminarSaludos, rgalmazán, Hércules gozaba de tanto prestigio que tooooodo el mundo quería haberlo tenido cerca. Besotes.
ResponderEliminarHola mónica alvarez lama, me encanta saber que a tu hermano le gustaba llamarse Hércules: este héroe se convirtió en el paradigma de la fuerza, tenía un gran prestigio y era venerado por todo el mediterráneo. Y que los jóvenes chilenos estudien los mitos greco-romanos me parece muy alentador, más en estos tiempos en que parece que sólo la tecnología tenga valor. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarHola elysa, los relatos mitológicos fascinan a casi todo el mundo, de alguna manera retratan al ser humano y el ser humano se ve reflejado en ellos. ¡Seguimos! Besos.
ResponderEliminarHola elena clásica, recuerdo muy bien el post de las yeguas que colgó nuestro amigo Antonio Martín Ortíz y también tu delicioso comentario. Tienes razón, los animales, con su comportamiento natural, instintivo, sin los artificios de los humanos, pueden
ResponderEliminarrepresentar poéticamente nuestros anhelos. Y tienen el enorme poder de conmovernos.
Respecto a Palantea, no sé cuáles pueden ser tus sospechas, pero seguro que estarán bien orientadas, ja, ja. Solo hay que esperar a que se confirmen o no.
Gracias por tus palabras siempre tan generosas. Un besazo, querida Silana.
Hola antiqva, celebro haberte dado a conocer este mito tan netamente romano. Un héroe que compartimos en todo el mediterráneo y te es muy próximo,especialmente en tu Andalucía: desde las columnas de Hércules a la fundación de Cádiz ¿no?. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarYo tampoco conocía esta historia entre Hércules y Caco. Pensaba que caco era sinónimo de ladrón. Me ha gustado mucho y desde luego, ahora sé un poco más. Besos
ResponderEliminarIba a elogiarte, parafraseando al pastor en sus elogios a Palantea, pero se me ha adelantado elena clásica.
ResponderEliminarEste capítulo es excelente. Me encanta el uso que haces del recurso de la historia dentro de la propia historia. Has conseguido mostrar una parte, que yo desconocía, dentro del relato sin desmerecer el conjunto y sin que moleste la incisión.
Un cordial saludo y ánimo que eres una delicia; enviada por los dioses o no, poco importa.
Por cierto, un poco posesivo Urbano Lacio hacia Palantea. ¿Serán celos?
ResponderEliminarYo tampoco conocía esta historia entre Hércules y Caco. El héroe de Hércules siempre me lo imaginé tal y como tú, Isabel,maravillosamente bien lo has descrito. Pero Caco creía que era un sinónimo de ladrón. A partir de ahora le pondré rostro. He ganado cultura con sólo leerte. Estuve viajando y voy a ponerme las pilas con la vestal Tarpeya. Besos
ResponderEliminarEstupenda la historia de Hércules y Caco.
ResponderEliminarBicos
Hola ana, precisamente se llama cacos a los ladrones por el nombre del bandiddo de nuestra historia. Es un placer haceros disfrutar de mitos tan antiguos cuyos rastros han permanecido hasta la actualidad. Besitos y bienvenida tras tu viaje.
ResponderEliminarHola sahara.es, veo que ha sido un acierto intercalar esta historia justo en el lugar en que se gestó y, según la tradición, ocurrieron tales hechos. Siempre he sentido una fascinación especial por la vinculación de las personas a sus lugares físicos.
ResponderEliminarEn cuanto a Urbano Lacio... ¡Noooo! No tiene celos: lo que tiene son unas ganas enormes de ver la cueva de Caco, de ver el Tíber e ir al mercado. Los mercados son la fascinación del mundo. Besos, querido amigo.
Tu metanovela transcurre enseñándonos
ResponderEliminare ilustrándonos.
Genial fluidez la tuya.
Abrazos.
Entre los muchos seres mitológicos que habitaron el Moncayo y los pueblos de sus inmediaciones, entre los cuales está el de mi madre, se encuentra el gigante Caco.
ResponderEliminarEl mítico gigante habitaba una cueva donde guardaba todos los objetos que robaba.
En el ayuntamiento de Tarazona hay una portada renacentista que contiene las figuras de Hércules -mítico fundador de la ciudad-, de Caco y de Pierres, otro gigante que habitaba por allí.
Un abrazo
Un paréntesis que se introduce en la historia para darle un toque diferente y bello, que hace más intensa la espera de un final que no está muy lejos. Abrazos.
ResponderEliminarBueno me lei las dos ultimas entradas juntas, la llegada y la historia d elos gigantes, quizas le pusieran Hercules al semidios griego basandose o creyendo que se trataba de 'su' figura mitica. Y si, siempre desde tiempo inmemorial las historias despiertan interes si estan bien contadas ya sea junto al fuego o en una pantalla.
ResponderEliminarGracias por el regalo de esta historia, Isabel no la conocía.
ResponderEliminarUn post muy bueno que no se ve desmerecido por su extensión.
Un abrazo
Elena
Bueno era Hércules como para ir cogiéndole las vacas.
ResponderEliminarEstupenda narración, Isabel.
Besos.
Hoy por fin he tenido tiempo. Leerte es un placer de dioses, ya sean romanos o griegos. La historia fluye como un río entre anchos valles. Nada fuera de lugar, sólo una perfecta conjunción ambiente, personajes, historia. Varios hérculas harían falta para tanto caco. Desde luego también levantaríamos altares por librarnos de ellos. Maravilloso capítulo de tu novela. Enhorabuena Isabel. Un beso.
ResponderEliminarHe estado liada y de puente precisamente por Valencia, y estaba algo desenganchada, pero acabo de ponerme al día con todos los post que me faltaban.
ResponderEliminar¿Habrá encontrado Palantea el amor? Mmmmm…
Kisses
Isabel
ResponderEliminarTú, mejor que nadie, conoces los sentimientos de todos y cada uno de los personajes; pero la llamada de urgencia de Urbano ha sonado muy posesiva.
Siempre me han resultado muy atractivos estos relatos de la mitología.
ResponderEliminarAl leer este no he podido evitar acordarme de los héroes de Marvel, como si en todas las culturas necesitaramos de superhéroes y supervillanos para ensalzar los grandes valores de las culturas.
Saludos.
El mito de Hércules es interesantísimimo desde el punto de vista antropológido. De hecho, los principales estudiosos piensan que es una de las raíces fundacionales de la cultura griega.
ResponderEliminarSaludos, isabel, y muchas gracias por tu visita. Besos.
ResponderEliminarSaludos, daalla, interesantísima esa información que nos proporcionas. Ignoraba que se considerase a Hércules fundador de Tarazona y, desde luego, que en el área hubiera un Caco. Hay que ver cuánto arraigo adquieren algunas historias y cuando prestigio otorgan. Supongo que te habrá gustado encontrar también esta historia en el área del foro boario antes de que se fundara Roma. Un abrazo, querido amigo.
Hola fgiucich, eso espero, que el final no esté demasiado lejos... Con todo, no conseguiré llegar a él antes de Navidades como era mi propósito inicial. Pero bueno, no me disgusto: es preferible llevar la empresa a buen puerto olvidándonos de los agobios y las prisas. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarSaludos, alejandra sotelo faderland, las historias son fascinantes, nos enganchan, nos encantan, nos hacen felices. Y es que todo el tiempo hablan de nosotros mismos... Besos, querida amiga.
Hola elena gallardo, me alegra haberte dado a conocer este mito, de mucha raigambre romana. Un besazo.
ResponderEliminarJa, ja, virginia, es que Caco, además de ladrón, era un ignorante... Besazos, guapa.
Hola mar horno, gracias por haber estado leyendo por aquí. Estamos de lo más emocionados con esta historia sobre la fundación de Roma - en realidad sobre la leyenda de la fundación - y precisamente ahora nos encontramos en el Aventino tomando un respiro después de haber pasado muchísima tensión. Un abrazo muy fuerte y hasta pronto.
ResponderEliminarJa, ja, la gata roma, parece que esa es la pregunta se hacen varios lectores. ¿Pero dónde va Urbano Lacio, si es un mocoso de 12 años mientras Palantea es ya una jovencita casadera de 15? Pero vaya, siempre la andaba rondando, eso es verdad... Besazos.
Bueno, sahara.es si suena perentoria así será... Te advierto que los personajes suelen actuar por su cuenta muchas veces. En cualquier caso, a mí me ha engañado, porque de verdad creía que urgía a darse prisa a Palantea porque se muere de ganar de ir al mercado... En fin, ya se verá. Besos.
Hola carlos63, supongo que tienes razón, que siempre necesitamos de los mitos para vernos reflejados en ellos. Con todo, es admirable con cuanta fuerza y arraigo han perdurado algunos... Un abrazo.
ResponderEliminarHola pedro ojeda escudero, si se piensa que el mito de Hércules es casi fundacional de la cultura griega, aún me extraña menos encontrarlo en Roma: ambos pueblos, los latinos (de los que proceden los romanos) y los griegos habían compartido la cultura indoeuropea. Besos.
Hércules y sus trabajitos, no se esperaba este que le enfrentó a Caco, patrón de los ladrones. A lo bruto lo solventa, mamporro de porra, así era el encantador Hércules o Heracles.
ResponderEliminarMás deliciosas son las vacas enamoradas y los bueyes celosos, lo que hace el amor, dar gritos.
Quedo a la espera de nuevos prodigios que impliquen a la misteriosa Palantea.
Tardé en leerte, culpa del puente. Besitoos.
Tanta historia por saber, por aprender, por recordar o simplemente leer.
ResponderEliminarUn abrazo
Yo también me he sentado a escuchar la historia. Muy atenta, sin querer perder detalle ;)
ResponderEliminarUn besito
Es verdad que Caco robó las vacas a Hércules, pero admitamos que éste fue demasiado cándido y poco cuidadoso y que Caco se las llevó con ingenio. Otra cosa es luego las consecuencias de su acto o la poca moralidad al hacerlo.
ResponderEliminarBesos
Saludos, natalie, espero que el puente te haya resultado buenísimo para relajarte y disfrutar. Ya veremos en qué resulta esto de Palantea... Besos, querida amiga.
ResponderEliminarHola jan puerta, muchas gracias por tu visita. Hay historias que se narran con imágenes, como bien sabes. Un abrazo.
Ja, ja, áfrica, no mientas: tú estabas todo el rato "viendo" los musculitos de Hércules... Besitos, guapa.
ResponderEliminarHola carmenBéjar, tienes toda la razón. A Hércules quizá le pasó como a nosotros, que nos confiamos, nos confiamos y un día nos despertamos y los Cacos de turno (léase mercados) nos han robado la bolsa... Besitos, guapa.
¡Quién tuviera la fuerza de Hércules para dar mandobles a diestro y siniestro!
ResponderEliminarSaludos pacíficos.
¡Ay,que Palantea llega tarde a esta entrada en la que tanto se la menciona..! Pero es que andaba perdida entre canales y no los del Tíber precisamente. Segura estoy de que esta escritora generosa sabrá perdonarla.
ResponderEliminarCada capítulo suyo, Romana, es tan denso, tan delicioso en lo que narra, que suelo leérmelo un par de veces. En esta ocasión, además de la historia de Hércules y Caco me ha encantado ese entusiasmo previo de la pastorcilla y, en especial, la aparición de ese pastor misterioso que tanto me/la descoloca.
Gracias muy especiales por tu enlace a mi post sobre la siringa. Sabes que tú me regalaste a ese personaje delicado y valiente que es la pastorcilla, de modo que qué menos que corresponderte mínimamente.
Te debo un correo largo, mi Romana. No me olvido y en cuanto pueda sentarme a escribir con tranquilidad te lo enviaré. Mientras tanto, recibe muchos abrazos y besos.
Interesantísimo. Cómo estoy disfrutando leyéndote.
ResponderEliminarPrecioso relato.
ResponderEliminarSi me permites invitarte a visitar la página de la colección Breve Historia, donde en breve publicarán uno dedicado a Roma. Tienen ya varios títulos relacionados con el tema.
Un saludo,
https://www.facebook.com/brevehistoria