Flora había visto desde lejos a Remo y se alegraba al
pensar que lo tendría cerca durante un año más, correteando por el Palatino.
Creía que su padre había empezado ya a olvidar las ofensas del muchacho. Sin
embargo, está muy equivocada: Caius tenía un plan para capturar a Remo y pensaba
hacerlo esa misma tarde.
En la cabaña del rey Acrón de
Cenina había mucho bullicio esa mañana. Donde hay jóvenes siempre brota la
alegría, aun en los días más tristes. Cuando se es adolescente, ¿qué
importancia puede tener el mal tiempo? Al contrario, conviene aprovecharlo al
máximo, disfrutar de cuanto pueda ofrecernos la vida pues no sabemos ni cuál
será su duración ni si nos traerá más penas que satisfacciones o al revés. Pero
seguramente ni siquiera en eso pensaban las muchachas: su alegría brotaba
espontánea, porque sí, como el agua de los manantiales. Además, les quedaba ya
poco tiempo de estar juntas. Hersilia y Emilia, sobrinas del rey, partirían al
día siguiente hacia Alba Longa. Su prima Artemis, en cambio, se quedaría en
Cenina. Muy disgustada. Ese otoño su salud se había resentido y, aun cuando
había recibido también la invitación para ir a Alba Longa, sus padres no le
permitían marcharse.
- Estoy segura - respondió
Hersilia -. Además, nosotras reclamaremos tu presencia en Alba Longa para
cuando se celebre la fiesta de Júpiter Latiaris.
- Eso si para entonces no
hemos debido regresar a nuestra casa - puntualizó Emilia.
- ¡No creo que madre sea tan
cruel de hacernos volver a Cures justo cuando empiece la primavera! - respondió
con viveza Hersilia -. Me han dicho que es una fiesta increíblemente hermosa.
Se celebran muchas bodas y acuden jóvenes de todas las ciudades latinas.
- Tu estás prometida al rey
Tito Tacio - se apresuró a declarar su hermana -. No puedes fijarte en otros
hombres.
- ¿Y quién te ha dicho que me
fijaré?
- ¡No conozco a nadie a quien
interesen menos los muchachos que a Hersilia! - declaró Artemis mientras le
lanzaba a la aludida una mirada pícara y disimulaba una sonrisa. Y bajando la
voz como para hacerle una confidencia a Emilia, añadió -: Tengo entendido,
además, que los latinos desconfían de los cabellos rojos en general y más
todavía si adornan la cabeza de una mujer. ¡Cuando vean encendida como las
ascuas la cabellera de Hersilia, todos los jóvenes casaderos saldrán huyendo!
Puedes dormir en paz, Emilia, no te será necesario vigilar a tu hermana.
Emilia era la más pequeña de
las tres. Estaba a punto de cumplir los trece años, en tanto su hermana y su
prima Artemis contaban ya catorce. Muy formal para su edad, era una joven seria
y responsable. Amaba atenerse en todo a las normas, a la ley, y no podía decirse
de ella que hubiera transgredido alguna. Había hecho sus travesuras, claro
está, pero difícilmente se hubiera podido encontrar a otra muchacha de su edad
tan consciente y respetuosa de sus obligaciones. Y el mismo celo que mostraba
en cumplirlas ella misma, lo aplicaba a los demás. Por eso a su prima Artemis
le gustaba gastarle pequeñas bromas como esa, siempre afectuosas.
En cambio Hersilia, bajo su
apariencia de formalidad ocultaba un acusado sentido del humor, una curiosidad
sin límites y muchas inquietudes. Tenía ideas propias respecto a casi todo.
También acerca de su compromiso de matrimonio con el rey Tito Tacio de Cures.
Dudaba del cumplimiento de esa promesa. Tenía buenas razones para hacerlo, pues
la muerte de su padre, dos años antes, había cambiado sustancialmente la
situación.
Su padre y el anterior rey de
Cures eran hermanos y estaban muy bien avenidos. Cuando tuvieron descendencia,
una niña y un varón respectivamente, acordaron unirlos en matrimonio, pues con
ello reforzaban su alianza y su poder entre la aristocracia sabina; un acuerdo
de destacada trascendencia por el hecho de ser Cures la ciudad más importante
del pueblo sabino. Así, Hersilia y Tito habían crecido sabiéndose destinados a
ser esposos. No se llevaban bien. Si al principio sus disputas podían
atribuirse a su corta edad y a los caprichos propios de la infancia, más tarde
no cabía esa justificación. Sencillamente no se gustaban. Tito era demasiado
orgulloso y Hersilia estaba lejos de ser sumisa.
La muerte prematura de su padre
había convertido a Tito en rey de Cures siendo aún muy joven. Durante sus
primeros años de reinado, el consejo y la protección de su tío habían sido
determinantes para consolidarlo en el trono. El anciano gozaba de gran
prestigio y autoridad dentro y fuera de Cures y, por otra parte, el futuro
matrimonio de su hija Hersilia con el joven rey aseguraba una alianza duradera.
También apartaba el peligro de un enfrentamiento entre tío y sobrino por el
poder. Sin embargo, aquellos planes se habían trastocado.
- Muerto mi padre ¿qué valor
tengo yo para Tito? - le había dicho Hersilia a su prima Artemis en un momento
en que ambas, a solas, se habían hecho confidencias -. Hay varias muchachas
casaderas cuyos padres siguen vivos, cuentan con hijos varones, numerosos
criados y armas para ayudar al rey si hiciera falta. Ellos mismos están
dispuestos a guerrerar, a dirigir hombres. En cambio yo…
- No creo que el rey Tito
rompa su promesa - repitió Artemis.
- No lo sé. A veces lo deseo…
- ¿Tan antipático es? ¿Tan
poco agraciado?
- Es un muchacho bien
parecido y fuerte. Tiene carácter, autoridad. Quizá demasiada. Pretende
imponerse en todo y rara vez me escucha. Es así desde pequeño.
- Son buenas cualidades para
un rey - consideró Artemis.
- Sí, pero resultan poco agradables
en un marido. ¿Me creerás si te digo que no lo estimo y que él tampoco me
aprecia a mí?
- ¡De eso no puedes estar
segura! Eres una persona adorable.
- Pocas veces estamos de
acuerdo él y yo. Mira en qué situación me encuentro, Artemis - confesó con
cierto desaliento Hersilia -: casarme con él me desagrada; no consigo hacerme a
la idea de convivir con él, tener hijos suyos. Pero también me humillaría el
ser rechazada. ¿Quién querría casarse entonces conmigo?
- No pienses en un rechazo -
dijo Artemis -. ¿Que me dices de los parientes de tu madre? Mi padre estaría
siempre del lado tuyo y también es rey, aunque Cenina no sea una ciudad tan
importante como Cures. Y lo mismo puede decirse de la tía Licinia. Su marido es
un hombre importante en Alba Longa y nuestra prima Adriana es la Vestal Máxima.
¡Tendrías muchos apoyos fuera y dentro de la Sabinia!
- ¡Y eso precisamente me
espanta, Artemis! ¿Habré de casarme a disgusto para no disgustarlos a ellos?
¿Si Tito rehusa cumplir su palabra, habrá un conflicto por mi culpa? ¡Ay,
prima! Mi cabeza es como una madeja de lana en manos de un niño pequeño: se ha
convertido en un enredo imposible de aclarar.
Artemis abrazó a su prima y
se dolió con ella de una situación tan poco placentera. Varias veces más
hablaron de ese asunto. Hersilia le aseguró que en la cabaña real de Cures se
guardaba un silencio total respecto al compromiso, lo cual la tranquilizaba por
una parte y la inquietaba por otra. Tito pronto cumpliría dieciséis años y se
habría de casar: el primer deber de un rey es engendrar herederos.
La repentina enfermedad de un
anciano pariente había venido en ayuda de la joven, aun cuando fuera impiadoso
pensarlo. Careciendo el enfermo de esposa y de descendientes, la propia madre
de Hersilia, compadeciéndose de él, había decidido encargarse personalmente de
su cuidado. Para no exponer a sus propias hijas a los peligros de un contagio
ni tampoco abandonarlas en su casa al cuidado de sus siervos, había pedido
ayuda a su hermana Licinia. Ésta había respondido enseguida invitando a sus
sobrinas a Alba Longa, donde ella residía, y extendiendo la invitación a su
otra sobrina, Artemis, hija de su hermano el rey de Cenina. Cambiar durante
unos meses de ciudad y apartarse del problema inminente del compromiso
matrimonial, era un inmenso alivio para Hersilia.
Ese día, tras haber permanecido más de un
mes como invitadas de su tío el rey Acrón, sería el último que Hersilia y
Emilia pasarían en Cenina. A la mañana siguiente, primera jornada del invierno,
partirían para Alba Longa donde las esperaba su tía Licinia.
Los hermanos Gordio y Publio
Quintili habían abandonado su cabaña del Palatino muy temprano y, llegados al
pie de la colina del Capitolio, tomaron la vía Salaria y ascendieron por las
pendientes de la colina del Quirinal. Alcanzada la cumbre, vieron a lo lejos el
tejado de paja del santuario de Quirino y, al poco, a su amigo Rómulo que,
acompañado por la inseparable Bona y procedente del extremo contrario de la
vía. Se dirigía también hacia la puerta del santuario, donde habían acordado
encontrarse para partir juntos hacia Cenina. Desde la distancia se observaron
los muchachos mutuamente y valoraron con atención su aspecto: los escudos
colgados con tiras de cuero a sus espaldas y las lanzas cruzadas en diagonal
con las puntas asomando por encima de sus cabezas, les otorgaba una especie de
aura. Sujetos a un cinturón ceñido sobre el manto de cuero, brillaban los
cuchillos. Pese a empuñar sus cayados y a llevar los zurrones en bandolera, no
parecían pastores, sino guerreros. Esa percepción los llenó de orgullo.
La alegría de los tres al
reunirse fue inmensa, como si en lugar de unos días llevaran años sin verse. Se
felicitaron unos a otros por su buena apariencia e intercambiaron noticias de
los amigos.Bona daba saltos a su alrededor.
- ¿Habéis visto a Remo?
¿Sabéis algo de él? - preguntó enseguida Rómulo.
- Sabemos que los del
Aventino no han hecho aun ninguna reclamación por los pastores muertos - dijo
Gordio -. Tu padre está intranquilo.
- ¿Y Remo?
- ¿No lo conoces? - respondió
Publio -. Según sabemos, pasa los días en el valle de Murcia y no parece
preocupado. De momento no se ha acercado al Aventino, aunque es cuestión de
tiempo…
Tras estas palabras Rómulo
sacudió la cabeza para apartar los pensamientos tristes. Cuando al día
siguiente terminasen los ritos en honor de Angerona, pensaba regresar con sus
amigos al Palatino para visitar a su familia antes de volver a la cabaña de la
vía Salaria. Buscaría a Remo y charlaría con él, aún temiendo no ser bien
recibido. No había vuelto a verlo desde que el sacerdote de Fauno se negó a
aceptarlo en la comunidad de los adultos. Ojala no estuviera enfadado con él.
Ofrendaron a Quirino una copa
de vino ante la puerta de su santuario, en cuyo interior, apenas seis días
antes, habían depositado sus bullas infantiles. Ahora le pedían al dios
protección antes de abandonar el Septimontium y el territorio latino para
adentrarse en tierra sabina. Concluida la ofrenda y una invocación, los tres
jóvenes se pusieron en camino.
Por delante mismo de la
puerta de aquel lugar sacro pasaba una antiquísima senda: cruzaba las alturas
del Quirinal, se hundía luego en un estrecho valle, remontaba entonces las
cuestas del Viminal y, tras un nuevo descenso, alcanzaba la cima del Cisipo.
Desde allí, cerca de donde hoy se encuentra el huerto de Mecenas y la puerta
Esquilina de nuestra muralla, continuaba el camino en dirección a la ciudad de
Colacia. En aquellos tiempos arcaicos el sendero atravesaba campos abiertos e
incultos, poblados de matorrales y salpicados de bosquecillos de robles. Hoy el
agreste camino se ha convertido en la vía Collatina y, como entonces, pasa por
las proximidades de la ciudad de Cenina. Y os lo digo pues ésta ciudad ya no
existe y pocos romanos recuerdan dónde estaba.
- Es temprano y disponemos de
tiempo - dijo de pronto Gordio, mientras caminaban a buen paso - ¿Qué os parece
si, en vez de ir como todos los demás por el camino, nos desviamos y acudimos a
Cenina bordeando las orillas del Anio? Esta época lleva mucha agua.
- Buena idea. En realidad, no
es preciso llegar antes de media tarde a la ciudad - respondió con entusiasmo
su hermano Publio.
- Podríamos explorar las
riberas - apuntó Rómulo con una sonrisa resplandeciente -. Hace dos días fui
con mi hermano Urco al punto donde se cruza con la vía Salaria y arrastraba
bastante caudal.
Decidieron pues llevar adelante la
propuesta de Gordio. Retrasarían así su encuentro con otras personas del
Septimontium, incluidos sus propios parientes, y ese viaje a Cenina resultaría
aún más emocionante. Aquel río tributaba sus aguas al Tíber y en su recorrido
trazaba sinuosidades, formaba recovecos y escondía peligros. Sí, muchos
peligros. No en vano el río debía su nombre al rey Anio, quien se había ahogado
en sus aguas tratando de rescatar a su hija, raptada por un bandido.
NOTA 1: Queridos amigos: este ha sido el capítulo 3 de la segunda parte. Quizá os haya parecido que tiene un cambio brusco con respecto al anterior. ¡Tendréis que acostumbraros, porque ahora que los gemelos están separados el uno del otro, tendré que combinar escenarios distintos: el área de las riberas del Tíber y, de momento, la ciudad de Cenina.
NOTA 2: no creáis que me dedico solo a Roma... Ja, ja. Aquí van las portadas de los dos cuentos infantiles de la Editorial Everest para los niños amantes del Valencia Club de Fútbol. ¡No hay nada como practicar deporte y hacerse aficionado desde la infancia!
Asombra tu capacidad y me llena de orgullo también al pensar en la oportunidad que tuve de conocerte.
ResponderEliminarTienes una capacidad inmensa para recrear tantos escenarios, personajes, hechos, lugares.
No puedo sino descubrirme...y esperar próximos capítulos.
Y abrazarte, claro!
Ja,ja, virgi, me quedo, sobre todo, con tu abrazo. Besazos, guapa.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar¡Qué bellísimo lo que siempre escribes! Es un gran deleite este lugar.
ResponderEliminarUn abrazo,
Mentecato
Hola mentecato, gracias por seguir pasándote por aquí y por tus palabras. Me anima mucho el saber que los lectores disfrutáis de estas aventuras. Un besazo
ResponderEliminarSalvo en el orgullo de conocerte (porque no tengo el placer), firmo el comentario de Virgi.
ResponderEliminar¡Ay, ay,ay, que estas tres muchachuelas han aparecido muy oportunamente... Y otros tres muchachos caminan hasta el punto donde ellas se encuentran... Y pueden pasar tantas cosas, que Cupido es caprichoso y ciego.
ResponderEliminarMe ha encantado lo de Alitas para llamar a un murciélago. Por cierto, ¿por qué uno de ellos es el emblema del Valencia.
Un beso enorme, Romana.
Pero eso lo hace mas interesante que se vaya desarrollando entre dos escenarios la vida de los gemelos ahora que estan separados.
ResponderEliminarMuy simpáticas las portadas de estos cuentos.
Un abrazo feliz finde Isabel;)
Imagino el encuentro de los hermanos pero ¿qué giro le darás tú? Espero.
ResponderEliminarLa vida ha separado a los dos gemelos, tan unidos que estaban en un principio, pero así es la vida. Todo apunta a un reencuntro tremendo; esperaremos acontecimientos. Buen fin de semana, Isabel.
ResponderEliminarMe encanta! Tú ni te imaginas, pero leyendo tus relatos me transporto a la historia de un sitio (ya sabes que eso es lo que hago en mi blog), y recorro, por ejemplo, la vieja colina del Quirinal, y de ahí paso al recuerdo del Palazzo Rospigliosi...y el origen de las estatuas del Palazzo Quirinale...y me viene a la mente todo el trabajo que me queda aun por delante, me pone ansiosa el sólo pensarlo! Je! Imagino cómo has de estar, Isabel, que encima nos sorprendes con lo de los cuentos infantiles...Vaya! Inagotable mujer! Gran abrazo!
ResponderEliminarEste capítulo ha sido un deléite para mí, así que no te preocupes por el cambio brusco, me ha encantado la escena de las chicas.Como la tan acertada "Mi cabeza es como una madeja de lana en manos de un niño pequeño..." Magistral.Y como siempre en ascuas, esperando con impaciencia el nuevo capítulo.Un abrazo muy fuerte,Isabel.
ResponderEliminarNuevos escenarios, nuevos personajes, esas chicas que aparecen... Me imagino que las piezas del puzle irán encajando según avance el relato.
ResponderEliminarUn saludo.
Buenoooo, novedades! Nuevos personajes! Me gusta! :D
ResponderEliminarY me temo que nuevas aventuras por esa orilla del río peligroso.
Genial!
Y también lo de tus libros para niños. No me gusta el fútbol, pero para los niños debe ser agradable crear cualquier cosa. Seguro que a ellos les va a encantar. Enhorabuena!
Y ahora mis disculpas por tardar tanto, pero estuve de viaje y tengo, como todos los finales de temporada, muchas cosas que hacer antes del verano. Estrés! Aarrghh!
Un beso
UN SALUDO, ISABEL.
ResponderEliminarVALE.
Me ha encantado Isabel!
ResponderEliminarMil gracias por crear esta maravilla y por compartirla.
Un gran abrazo!
Magnfico los libros infantiles, quien hubiera dicho que de dedicarias a tales rubros? (eso seria como imaginarme yo escribiendo de ajedrez) incentivando al niño.
ResponderEliminarY ya que estamos de niños, cuesta creer que casi niñas ya hablaran de matrimonio y demas, cuando en realidad estaban casi a la mitad de su vida, salvo casos excepcionales.
que pasara para enredar a estas tres jovenes con el viajero Romulo ya veremos y nos dejes en ascuas mucho tiempo!
p/D. ¿a veces te has devanado los sesos viendo las meras menciones en un documento de que hizo fulano o mengana, como serian (no fisicamente) en realidad, que clase de personas, que soñarian estas personas?
El momento mas feliz del dia, para mi hoy, es cuando me duermo....
Madame se ha revelado muy polifacética!
ResponderEliminarAguardamos los peligros y emociones de ese viaje en una historia que se desdobla en dos, como corresponde a unos gemelos.
Feliz fin de semana.
Bisous
Amiga mía, te comprendo, a lo largo de una novela se suceden acontecimientos que precisan cambios de escenarios según requiera el argumento, te seguimos sin problema, entusiasmada por las novedades, por estas charlas entre chicas e intrigada por las acciones que Romulo y sus compañeros se disponen a explorar. Besitos y ánimos con el fútbol base.
ResponderEliminarHersilia enamora... tus personajes se pueden tocar, los lugares se pueden recorrer. Este fin de semana lo he hecho viéndolos con tus ojos. Ayer estuve en Fara Sabina (Arci) y tus palabras iban describiendo paisajes y personajes que me encontraba. ¡Qué distinto es saber de ellos y encontrártelos tal y como los describes! Gracias desde este clivus de la Subura y desde las alturas de mi Gianicolo por tus invitaciones a dirigir mi mirada y mis pies. Besos
ResponderEliminarHyperion, que recuerdos me traes siempre. Fara in Sabina, ¡que lugar!, privilegiado en sus vistas y en su situación. Pasamos allí una mañana deliciosa y pensando en lo cercana que estaba Roma, esa Roma aún inexistente, pero muy cerca en línea recta. Yo tambien me enamoro de estos escritos de Isa, y ademas los ligo al recuerdo de algo vivido. Un abrazo.
ResponderEliminarRafa
Gracias, mariajesusparadela. No nos conocemos personalmente, pero después de tantos años leyéndonos (y yo sentándome a tu mesa) es como si te conociera de toda la vida... Besazos.
ResponderEliminarJa, ja, paz juan robledo, ¡menudo es el niño Cupido! Ya veremos qué ocurre... EStoy de lo más intrigada. Besazos.
Hola berhta, desde luego ahora, por fuerza, tienen que ser escenarios distintos y los habré de combinar. Espero conseguir que no se pierda nadie... Besos, guapa.
Hola maria luisa arnáiz, no sé lo que imaginas de ese encuentro, pero seguro que los gemelos no tienen ni idea de cómo será... Ja, ja. Besazos.
ResponderEliminarHola paco hidalgo, íntuyo que tienes razón y el reencuentro de los gemelos será tremendo. Ya veremos... Besos.
Hola patzy, ni Roma ni Italia se acaban nunca, así que has de tomártelo con calma, pues de otro modo sería terrible. Sí, en el Quirinal, debajo del palacio Barberini, parece que estaba el santuario de Quirino al que me he referido. ¡Cuántos lugares de memoria! Besazos.
Hola yolanda carrasco, es que las chicas siempre dan animación a cualquier historia, ¿no crees? Me encanta que disfrutes. A veces pienso que merece la pena todo el esfuerzo por proporcionarme/ros estos momentos de intenso placer. Besos.
ResponderEliminarHola cayetano, eso espero yo también: que encajen todas las piezas. Pero sí, sí, ya se encargará Claudia Hortensia y su liberta Lálage de que así sea. Besazos.
Hola áfrica, efectivamente aparecen nuevos personajes y espero que también los amemos. Yo los quiero ya... Besazos y no te dejes dominar por el estrés, qué caramba.
Hola dyhego, gracias por tu saludo. Besazos.
ResponderEliminarHola verónica leonetti/Artemis, me alegra que te guste cómo asoma tu personaje. La verdad es que yo los quiero a todos... Besos.
Hola alejandra sotelo faderlan, los niños son encantadores y se dejan seducir por las historias enseguida. A mi encanta escribir para ellos, aunque reconozco que no lo hago con frecuencia. En cuanto a tu pregunta de si me devano los sesos pensando en cómo serían personas del pasado a las que alguien cita, o que ellas mismas dejan alguna huella, te diré que sí. Me encanta imaginar cómo serían y luego las incorporo para siempre en mi memoria. Besos, querida amiga.
Saludos, la dame masquée, muy ciertas sus palabras al señalar la necesidad de ese desdoblamiento al tratarse de dos gemelos. Ay, pobrecillos, ellos aún no saben lo que les aguarda. Beso su mano, madame.
ResponderEliminarHola natalia tarraco, en efecto estos muchachos (entre ellos uno de tus gemelos, que tanta preocupación te causan)irán por el río a Cenina y, a ver, a ver qué les ocurre. Esperemos que lleguen bien. Ja, ja. Besazos.
Hola hyperion, gracias por enamorarte de estas muchachas, de esta Hersilia en una encrucijada que ella misma difícilmente puede resolver. Me fascina saber que tus ojos se extienden por aquellas llanuras onduladas que se ven desde Fara Sabina. Desde aquellas alturas, Rafa y yo nos preguntábamos hace un par de octubres (¿lo recuerdas?) cuánta distancia habría hasta Roma yendo a pie y en línea recta. Una pregunta que tenía su sentido, desde luego. Y qué hermoso es todo aquello, cuánta serenidad, qué horizonte tan amplio. Con tus palabras lo revivo, querido amigo. Un abrazo siempre agradecido, pues soy yo quien sigue tus pasos.
ResponderEliminarHola rafa, cierto que fue una mañana deliciosa y una vista magnífica. Y Roma allá, en la distancia, sin ser vista... Inolvidable. Besos.