“Cuando
está mediada la noche y brinda silencio al sueño, y se han callado los perros y
los diferentes pájaros, el oferente, que se acuerda del viejo rito y es reverencioso
con los dioses, se levanta (sus pies no llevan atadura alguna) y hace una señal
con el dedo pulgar en medio de los dedos cerrados, para que en su silencio no
le salga al encuentro una sombra ligera. Y cuando ha lavado sus manos puras con
agua de una fuente, se da la vuelta , y antes coge habas negras, y las arroja
de espaldas; pero al arrojarlas dice “Yo arrojo estas habas, con ellas me salvo
yo y los míos” Esto dice nueve veces y no vuelve la vista; se estima que la
sombra las recoge y está a nuestras espaldas sin que la vean. De nuevo toca el
agua y hace sonar bronces (…) y ruega que salga la sombra de su casa, al haber
dicho nueve veces: “Salid, manes de mis padres”; vuelve la vista y entiende que
ha realizado el ceremonial con pureza“.
OVIDIO:
“Fastos”. Traducción de Bartolomé Segura Ramos.
*
Los “lémures” eran sombras o fantasmas de los muertos que, por errores o faltas
en la vida, vagan errantes y pueden ser muy perjudiciales, sobre todo para las
personas malvadas. Volvían a la tierra los días 9, 11 y 13 de mayo, para
atormentar a los vivos. Con la ceremonia descrita por Ovidio, se ahuyentaba a
esos espíritus de la casa. La realizaba siempre el cabeza de familia.
Gracias, Isabel por estas entradas. Hoy también he escrito sobre conjuros...
ResponderEliminarMuy interesante, engancha.
Un beso.
Voy a ver si consigo una buena partida de lémures, que tengo pensado hacer una faena a unos cuantos desaprensivos que mandan en el país.
ResponderEliminarUn saludo, Isabel.
A mi me maravilla como adoras estas historias de romanos.
ResponderEliminarMe descargué tu libro en el ordenador y no lo leo. No tengo paciencia de leer en el ordenador, pero sí con el i-Pad. ASí que lo que se me acaba de ocurrir es descargármelos todos y leerlos a gusto con la tablet.
Veremos a ver si lo consigo.
Un abrazo,Isabel.
Generosa infinita, querida Isabel.¡cuánto aprendo!
ResponderEliminarGracias siempre.
Un abrazo desde mi Argentina.
Isabel, todo sea por librarnos de esos "lémures".
ResponderEliminarVale.
Querida Isabel:
ResponderEliminarApasionante la tradición y creencias, la magia, el misterio en la antigua Roma. Fascinante que los "lémures" precisamente vuelvan a la tierra en estos días de mayo, como si quisieran equilibrar la luz de la primavera con el temor de las sombras y del recuerdo de los que ya no están.
Ahora bien, si hay algo que nos conmueva el ánimo en este episodio sobrenatural, es que precisamente estas sombras puedan resultar perjudiciales para los malvados.
Absolutamente hechicera esta historia, como su escritora, la sabia y la maga de Roma.
Un abrazo, querida Isabel.
Y todos los otros días, en formas benévolas, sombras de tantos, siguen acompañándonos en Roma. Ojalá que nada las ahuyente. Como con la música, con palabras como las tuyas las sombras toman cuerpo de historias, quizás crueles o terribles, reales y sin miedo. Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias.
ResponderEliminarGostaria de vos dar a conhecer o meu trabalho sintético sobre «A Mulhere em Roma», https://www.academia.edu/5459199/A_Mulher_em_Roma_-_uma_s%C3%ADntese
bem como o blogue A Lusitânia. Lusitânia».http://mirobrigaealusitania.blogspot.pt/
Encantadora entrada, Mari Carmen García Falonetti. Mi madre tenía también una retahila larga dirigada a San Antonio para encontrar algún objeto perdido. Ella la había aprendido de su abuela. Tienen un tono entrañable y popular que estimo mucho. Besazos y hasta pronto, querida amiga.
ResponderEliminarJa, ja, Cayetano Gea, mucho me temo que los lémures no sean suficientes para dar una lección a quien no la quiere aprender. Hay que soltar, también, a las estriges y las furias y aún así... Besazos, querido amigo.
ResponderEliminarHola Tecla, a mí también me cuesta la lectura en el ordenador, porque no se acaba de estar cómoda y se cansa la espalda. Espero que, si finalmente puedes bajarlos a la tablet, me digas después si has disfrutado. Besazos, querida amiga.
ResponderEliminarQuerida Diana Laura Cafaratti, gracias por tu abrazo desde Argentina y tus palabras. Aún recuerdo tus primeros posts cuando nos conocimos... Siempre en prueba. Besazos.
ResponderEliminarDhyego, seguro que a los lémures de ahora las habas negras no les tientan a dejarnos en paz. Si fueran euros... Besazos, amigo.
ResponderEliminarQuerida Elena Clásica, gracias por la mirada cariñosa que siempre das hacia todo lo romano: no me extraña, porque eres una gran conocedora de la cultura clásica y la amas tanto que la llevas hasta en el nombre. La noche romana está plagada de peligros: sombras y espíritus,fantasmas, estriges que beben la sangre de los infortunados a los que la noche sorprende en un camino, fuera de casa... No hemos inventado nada: nuestros miedos siguen siendo los suyos.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte, querida amiga.
Ojalá tus palabras se hagan realidad, Hyperion, y las sombras que habitan Roma no desaparezcan jamás. Y ojalá pudiéra yo hacerlas más presentes, más nítidas. Nos hacen mucha falta. Un abrazo romano, querido amigo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Filomena Barata. Te he visitado y he visto el extraordinario mapa de Portugal que recoge los poblamientos desde la edad del hierro hasta la romana.Es un trabajo valiosísimo. Enhorabuena a tí y a Luis Fraga da Silva, su autor. Un cordial saludo.
ResponderEliminarIsabel Barceló