Claudia sale a la calle, por fin, con las demás vestales. Hace horas que lo está deseando. En su pecho se libra una guerra entre dos sentimientos: la alegría combate por un lado pertrechada de orgullo y juventud; por la otra parte, el miedo se presenta con un cosquilleo en el estómago y el recuerdo del águila cayendo en picado sobre la tienda de su padre. Dos ejércitos que conquistan alternativamente el campo de batalla y revelan los avatares del combate en el rostro de Claudia: arquea las cejas, sonríe y luego se pone seria, mira a todas partes y parece que va a llorar, respira hondo antes de sonreír de nuevo. Su amiga y compañera Rubiria busca su mano y se la aprieta.
Rubiria y Claudia fueron consagradas a Vesta el mismo año. Ambas han cumplido los diecisiete de edad y han crecido unidas como hermanas. Cuando termine su tiempo de servicio a la diosa piensan permanecer juntas, quizá en la casa familiar de Claudia. Ella adora a su padre y, ya que las circunstancias le han forzado a vivir alejada de él, pretende resarcirse en el futuro: lo cuidará cuando sea anciano, se sentará con él al sol y le pedirá que le cuente historias de sus antepasados, que le hable de la Roma de su infancia y de sus propias experiencias en el gobierno y la guerra. Claudia se lo imagina con los ojos cerrados y la cabeza alzada en dirección al cielo, su rostro sonriente y surcado de arrugas envuelto en un halo de luz. ¡Le dará tantos besos...!
- ¡Claudia! – la llama la vestal máxima – Ven a sentarte aquí, a mi lado. Y a tu izquierda que se siente Rubiria.
Es una deferencia hacia ella, porque a la vestal máxima – la más antigua en el servicio de la diosa – suelen flanquearla las vestales de mayor edad. Claudia le da las gracias y le dedica una sonrisa. Está satisfecha. Se ha calmado el viento después de barrer las nubes y ha dejado una tarde radiante. El sol inunda de luz dorada la vía Sacra, la multitud se apiña a ambos lados y emite un alegre rumor que se alza sobre el mar de cabezas. La tribuna de autoridades está en plena ebullición, pero ellas ya han ocupado sus asientos. Allá abajo, al otro lado de la vía, la madre y la hermana pequeña de Claudia la saludan agitando las manos.
Rubiria y Claudia fueron consagradas a Vesta el mismo año. Ambas han cumplido los diecisiete de edad y han crecido unidas como hermanas. Cuando termine su tiempo de servicio a la diosa piensan permanecer juntas, quizá en la casa familiar de Claudia. Ella adora a su padre y, ya que las circunstancias le han forzado a vivir alejada de él, pretende resarcirse en el futuro: lo cuidará cuando sea anciano, se sentará con él al sol y le pedirá que le cuente historias de sus antepasados, que le hable de la Roma de su infancia y de sus propias experiencias en el gobierno y la guerra. Claudia se lo imagina con los ojos cerrados y la cabeza alzada en dirección al cielo, su rostro sonriente y surcado de arrugas envuelto en un halo de luz. ¡Le dará tantos besos...!
- ¡Claudia! – la llama la vestal máxima – Ven a sentarte aquí, a mi lado. Y a tu izquierda que se siente Rubiria.
Es una deferencia hacia ella, porque a la vestal máxima – la más antigua en el servicio de la diosa – suelen flanquearla las vestales de mayor edad. Claudia le da las gracias y le dedica una sonrisa. Está satisfecha. Se ha calmado el viento después de barrer las nubes y ha dejado una tarde radiante. El sol inunda de luz dorada la vía Sacra, la multitud se apiña a ambos lados y emite un alegre rumor que se alza sobre el mar de cabezas. La tribuna de autoridades está en plena ebullición, pero ellas ya han ocupado sus asientos. Allá abajo, al otro lado de la vía, la madre y la hermana pequeña de Claudia la saludan agitando las manos.
Marco Vicinio se abre paso a codazos entre la muchedumbre, sordo a las protestas que suscita. Apostado hasta ahora en las escalinatas del templo de Cástor y Pólux, considera que ha llegado el momento de acercarse a la primera fila.
- ¡Deja de empujar! – le dice airado un hombre de mediana edad mientras rechaza con su brazo el avance de Marco. Él no hace caso y ni siquiera lo mira. Sigue impasible hacia delante, apartando los cuerpos de esos estúpidos que se interponen entre él y su justa venganza. Algunas mujeres lo llaman bruto, otras vuelven el rostro tapándose la nariz para no oler su aliento, todas se quejan de tan malos modales. Indiferente a los reproches que le llueven de todas partes, sólo le importa colocarse en primera fila, hacerse un hueco entre la regia y la tribuna de autoridades levantada enfrente de la basílica Emilia. Se oyen salvas de aplausos que anuncian que el desfile ya ha llegado aquí.
A Claudia se le hace un nudo en la garganta cuando ve a los primeros soldados avanzar tocando las trompas entre el entusiasmo de la multitud. Los gritos se exacerban y se tornan insultos al paso de las nutridas filas de prisioneros. Sus piernas son fuertes como columnas y los brazos y pechos desnudos permiten admirar sus musculaturas. ¡A esos fieros guerreros los hemos vencido! Caminan encadenados y hoscos, con las cabezas gachas, intentando ocultar su vergüenza.
- ¡Mira! – dice Rubiria a Claudia señalando más allá de los enemigos que desfilan ante ellas – ya vienen los carros con las armas – y palmotea como una niña, porque ayer mismo vieron juntas en el Campo de Marte cómo los preparaban. Los carros descienden la cumbre de la Velia traqueteando y cada movimiento produce un estruendo espantoso: chocan entre sí los escudos; las hojas de las espadas producen un sonido agudo, espeluznante; los petos, cascos y lanzas bailan como si estuvieran vivos colgados de los costados de las carretas y provocan la hilaridad de los espectadores.
Y esto no es nada comparado con el brillo de los lingotes de oro y plata con los que bajan cargados más carros. Tintinean las monedas que irán directamente al tesoro y la multitud lanza exclamaciones de admiración y de gozo al ver pasar, uno tras otro, cofres de los que sobresalen jarras, copas, bandejas y platos de metal ornados con piedras preciosas; telas tan finas que se transparentan y llevan entretejidos hilos de oro; mesas de bronce y tantas joyas y maravillas que no da tiempo a contemplarlas.
Con todo, lo mejor viene ahora: por muchas riquezas que haya conseguido Roma, ninguna puede superar a sus hombres.
- ¡ Ahí viene mi padre! – grita Claudia sin poder contenerse, aunque hace un esfuerzo para permanecer sentada. Los ojos se le inundan de lágrimas y el corazón se le hincha hasta casi reventar.
-¡ Aquí vienes, Claudio! – rezonga para sí Marco Vicinio. Hace rato que está situado en el borde mismo de la vía Sacra, siete u ocho zancadas antes de que la vía llegue a la altura del estrado de las autoridades. Se agacha ligeramente y tensa sus músculos. Este era el momento que estaba esperando.
- ¡Deja de empujar! – le dice airado un hombre de mediana edad mientras rechaza con su brazo el avance de Marco. Él no hace caso y ni siquiera lo mira. Sigue impasible hacia delante, apartando los cuerpos de esos estúpidos que se interponen entre él y su justa venganza. Algunas mujeres lo llaman bruto, otras vuelven el rostro tapándose la nariz para no oler su aliento, todas se quejan de tan malos modales. Indiferente a los reproches que le llueven de todas partes, sólo le importa colocarse en primera fila, hacerse un hueco entre la regia y la tribuna de autoridades levantada enfrente de la basílica Emilia. Se oyen salvas de aplausos que anuncian que el desfile ya ha llegado aquí.
A Claudia se le hace un nudo en la garganta cuando ve a los primeros soldados avanzar tocando las trompas entre el entusiasmo de la multitud. Los gritos se exacerban y se tornan insultos al paso de las nutridas filas de prisioneros. Sus piernas son fuertes como columnas y los brazos y pechos desnudos permiten admirar sus musculaturas. ¡A esos fieros guerreros los hemos vencido! Caminan encadenados y hoscos, con las cabezas gachas, intentando ocultar su vergüenza.
- ¡Mira! – dice Rubiria a Claudia señalando más allá de los enemigos que desfilan ante ellas – ya vienen los carros con las armas – y palmotea como una niña, porque ayer mismo vieron juntas en el Campo de Marte cómo los preparaban. Los carros descienden la cumbre de la Velia traqueteando y cada movimiento produce un estruendo espantoso: chocan entre sí los escudos; las hojas de las espadas producen un sonido agudo, espeluznante; los petos, cascos y lanzas bailan como si estuvieran vivos colgados de los costados de las carretas y provocan la hilaridad de los espectadores.
Y esto no es nada comparado con el brillo de los lingotes de oro y plata con los que bajan cargados más carros. Tintinean las monedas que irán directamente al tesoro y la multitud lanza exclamaciones de admiración y de gozo al ver pasar, uno tras otro, cofres de los que sobresalen jarras, copas, bandejas y platos de metal ornados con piedras preciosas; telas tan finas que se transparentan y llevan entretejidos hilos de oro; mesas de bronce y tantas joyas y maravillas que no da tiempo a contemplarlas.
Con todo, lo mejor viene ahora: por muchas riquezas que haya conseguido Roma, ninguna puede superar a sus hombres.
- ¡ Ahí viene mi padre! – grita Claudia sin poder contenerse, aunque hace un esfuerzo para permanecer sentada. Los ojos se le inundan de lágrimas y el corazón se le hincha hasta casi reventar.
-¡ Aquí vienes, Claudio! – rezonga para sí Marco Vicinio. Hace rato que está situado en el borde mismo de la vía Sacra, siete u ocho zancadas antes de que la vía llegue a la altura del estrado de las autoridades. Se agacha ligeramente y tensa sus músculos. Este era el momento que estaba esperando.
*Vista del foro desde el Capitolio. Al fondo, las 3 columnas del templo de Cástor y Pólux y, a la izda. los restos del templo de Vesta.
** Vista de la vía Sacra desde el Palatino. A la izda. y en primer término el templo de Vesta (redondo). La vía pasa por detrás del grupo de árboles y por delante de las columnas del templo de Antonino y Faustina. La regia (edificio oficial de la oficina y archivos del Pontífice Máximo) está a la izquierda de la arboleda, frente a este último templo.
*** Escena de guerra. Relieve en el Museo Centrale Montemartini.
Me encanta Roma, y Florencia, solo las he visto en foto, pero algún día llegaré...
ResponderEliminarSaludos.
Bienvenido richthofen. Aquí siempre estamos en Roma, así que seguro que cuando llegue el momento de visitarla la podrás reconocer. Saludos.
ResponderEliminarUn triunfo... uno de los dias mas importantes en un Romano. Eso, cuando se hiciera Consul y cuando tenia su primer hijo.
ResponderEliminarLastima que no se pueda ver hoy en dia, seria grandioso.
Ah, te lo repito por todos... nos llevas a la Roma antigua con tus palabras... sigue asi.
Quiero mi dosis... me estas convirtiendo en un adicto.
Un saludo.
Conozco Roma, Florencia, Nápoles, Milán... En Florencia, coincidí con la lectura de "Hannibal" de Thomas Harris, y quedé fascinado por la coincidencia milimétrica de las descripciones del autor americano. Gracias por las felicitaciones y prometo volver pronto por tu blog. Hasta pronto paisana.
ResponderEliminarBienvenida a bordo, y te agradezco mucho tu gentil visita.
ResponderEliminarPrometo que he de regresar con tiempo como te emreces, para dejarte mi comentaior.
Palabra del Navegante.
Un besito
Me encanta la historia romana, que comienza mucho más atrás en el tiempo. Su mitología, algunos aspectyos sociales y políticos también. Estaré pendiente de tu blog.
ResponderEliminarOhh...ya no lo puedo evitar, ahí estoy yo, con las sandalias que me viste puestas, marcando el paso, al lado de su padre, con la cabeza erguida, llevando la mirada hacia toda la gente que nos aclama en recompensa de tanto días de lodo, sudor, hambre y muerte.
ResponderEliminarAve!!
Ha sido un placer descubrir tu blog. Pasaré a menudo a soñar con Roma a través de tus palabras.
ResponderEliminarMe hepasado y he visto que has cambiado de página y el desenlace? se opondrá la Gra Vestal a que claudia bese a su padre, y Marco Vinicio? Parece que todos esperamos saber el final.Un abrazo Nina
ResponderEliminarSigo leyendo y encandilada con tus relatos.
ResponderEliminarBesitos y buen finde.
agradezco su visita...
ResponderEliminarle comento que Roma se ve maravilloso en mi pantalla y desde su óptica.
...espero me permita seguir visitándola,
y si viaja de vez en cuando, arribe a mi lugar...
será un placer.
saludos al viejo continente.
Continuamos con la intriga, ¿vas a dejarnos así todo el fin de semana?.
ResponderEliminarPor cierto siempre te comento sobre el texto y hoy quiero decirte que me gustan muchos las fotos que eliges para ilustrarlo, era justo que te lo dijera pues el conjunto de ambas cosas es importante en la obra final.
Un abrazo y buen fin de semana.
Hola Edem. Es una lástima, sí, que no podamos ver un triunfo romano, aunque fuera por un agujerito. He sido siempre partidaria de la invención de la máquina del tiempo, sobre todo si permite ver todo lo que te interesa sin correr riesgos.¡Esa es la clave! La suerte es vivir/presenciar todo lo bello y bueno y no tener que padecer lo malo. En fin, Romadicto,nos tendremos que conformar, entre tanto, con las palabras. Un abrazo y buen fin de semana.
ResponderEliminarSaludos, Juan José, es una suerte conocer Italia. Leí el libro de Harris (hace mucho tiempo)y no recuerdo las descripciones de Florencia. Comprendo la emoción que suscita comprobar in situ su veracidad, porque confiere al texto una credibilidad extra. Gracias por tu visita y seguimos en contacto. Besos
Bienvenido El navegante. Seguro que por aquí encontrarás aguas procelosas para tu navegación. Me alegra tu visita y espero que sigamos en contacto.
Hola césar castillo. Veo que eres un amante y conocedor de Roma y su cultura, así que espero que te sumes a esta tertulia y la animes con tu presencia y comentarios. Estamos locos/as por Roma. Saludos.
Estás triunfando, Maik pimienta, como no te habías imaginado en tu vida. La cantidad de mujeres que ocupan las calles...¡y cómo te miran...! Estás ya borracho de orgullo, bien merecido por cierto.Te tomaré prestadas unas palabras ¿de acuerdo?. ¡Aguanta el desfile hasta el final! Besos.
Hola ana, aquí te esperamos.Roma es un sueño y, en cierto modo, una realidad. Procuramos mezclar un poco de todo. Saludos.
nina, he hecho una nueva entrada el jueves, como te anuncié. Al desenlace le falta poco, aunque tengo algunas dudas de si podré acabarlo en un post o tendré que poner dos. El caso es que maik pimienta va en el desfile triunfal y, no sé, me sabría mal no darle la oportunidad de lucirse. En cualquier caso, queda poco. Besos.
Terremoto, no sé qué pasa que intento entrar en tu página y me sale "error". Espero enmendarlo pronto para dejarte allí un saludo. Gracias por tus visitas, guapa. Besos.
Holar Ars, qué gusto que haya venido por aquí y vea Roma desde tan lejos. A mí también me gusta visitar América, así que pasaré enseguida por su casa. Saludos y hasta muy pronto.
querida leodegundia, me gustaría escribir más deprisa para no teneros con tanta intriga, pero es sencillamente imposible. Tengo que atender muchísimas cosas , y no doy abasto. ¡Si tuviera una esclava que me ayudara...!, pero hija, esta moda de esclavizarnos a nosotras mismas es de lo más incordiante y molesta. En fin, que no puedo meter más de dos post a la semana. En cuanto a las fotos, son mías en su mayor parte y también de mi marido. Me preocupa que se me acabe esa cantera, no por la cantidad - tenemos cientos - sino por la dificultad de ir encontrando las que sean idóneas para incluir en la historia. En fin, se hará lo que se pueda. Gracias por esa observación. Estás en todo. Un beso.
Ha sido placentero encontrarme con tus letras romanas. Me gusta aprender y recordar de la historia. Gracias por tus textos. Seguiré en el aprendizaje.
ResponderEliminarAgradecida por detenerte ante mis letras.
Lamento decirte que se me hizo díficil poner la música de Tadeu en el blog. Pero él tiene discos grabados. Ojalá compres alguno.
Te beso romanamente.
Saludos, clarice, y gracias por tu visita. No sé si podré ofrecerte tanto como recordar la Historia, pero trataré de actualizar las viejas historias que tanto nos atañen. Me da mucho gusto tenerte aquí. Hasta pronto.
ResponderEliminarHola, Luis, bienvenido a esta tertulia de "colgados" de Roma. Creo que una parte de la fascinación que ejerce sobre nosotros esa ciudad se debe a su extraordinaria memoria. ¡Cómo no conmoverse en un lugar del que se sabe (casi)todo desde que se fundó! Seguimos en contacto.
La historia tradicional nos vende siempre el lado glamoroso,dorado y épico de los imperios y civilizaciones antiguos.El cine y cierta literatura nos muestran a veces el lado menos amable y edulcorado de estas culturas al mostrar con poco pudor bacanales,orgías y costumbres licenciosas que eran practicadas en todos los estratos sociales.
ResponderEliminarPor eso resulta agradable adentrarse en la cotidianeidad de personajes de época y comprobar que eran (con las diferencias del caso) gente como uno: Aman,ríen,sufren y odian.
Ahora sí el desenlace es inevitable.Y te lo vuelovo a repetir:es más interesante que ver a Brasil en el mundial.
Un abrazo
Schatz
ay, ay, justo en "el momento que estaba esperando..."
ResponderEliminarquizá mañana que comienza la semana.
Un abrazo grande, Isabel
Me ha interesado tu blog.!
ResponderEliminarMe pondrà en frecuencia con la Historia.
Es increìble - cada dìa me sorprende màs - las posibilidades que nos brinda la tecnologìa.
Gracias por tu visita a mi blog.
Te pondrè en la lista de links
Muy, muy Buen Blog!!
ResponderEliminarFelicitaciones.
Saludos.
Sigue la intriga, me gusta.
ResponderEliminarQuería decirte que ya tengo el libro que me recomendaste "El amor en la Roma antigua". Te diré que me lo llevo de libro de vacaciones.
Me ha gustado el nombre de Rubiria, nunca lo había oido.
Carme
Hola schatz67, tienes mucha razón. Estamos muy condicionados por la forma en que otros ven la historia, y temo que yo no me libro de mis propias fantasías en las que, sin duda, han influido tantas cosas...Me gusta, incluso respecto a los grandes personajes - hombres y mujeres - intentar verlos en sus aspectos más humanos porque, desde luego, una cosa es la apariencia y otra los sentimientos, buenos y malos, que tuvieran. Me gusta que te guste venir aquí y disfrutar y que estemos en la misma onda. Besos.
ResponderEliminarHola almena. Sí, dentro de un rato tendré preparada la siguiente entrada. Hasta luego, guapa.
Gracias dilaca, espero que disfrutes tanto como lo estamos haciendo ahora, pendientes de estas mujeres romanas tan especiales. Te enlazo yo también. Seguimos en contacto.
Saludos, jose parada y bienvenido. Aquí estamos con el corazón en vilo por la vestal Claudia (una de ellas, claro, porque hubieron varias) Me encantará verte de nuevo por aquí.
Hola carme, estoy segura de que te encantará el libro y te proporcionará buenos ratos en las vacaciones. ¡Volverás muy puesta en mujeres romanas! Son increíbles. Un besito y hasta pronto.
Ay distraido, procura prestar atención en los próximos días, porque la cosa está que arte. ¡Pobre vestal Claudia, con lo que quiere a su padre! Saludos y hasta pronto.