- ¿Dónde está la reina? – pregunta Anna entrando como un torbellino en la habitación de Dido. La anciana Barce levanta la cabeza por detrás de la tapa del arcón sobre el que está inclinada ordenando la ropa.
- ¿Dónde va a estar? ¡Como todos los días, trabajando! Hoy debía despachar varios asuntos en el templo de Juno.
- ¡Están llegando naves extranjeras a la playa! ¡Voy allá!– anuncia muy excitada la muchacha. Barce ve asomar por detrás de la túnica de Anna la cabeza de Imilce. La niña suele pegarse a las espaldas de la hermana de la reina en cuanto puede.
- ¡Imilce, te prohíbo que vayas! – grita la anciana levantándose con mucho trabajo. Sin embargo, ya nadie la oye.
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- ¿Dónde va a estar? ¡Como todos los días, trabajando! Hoy debía despachar varios asuntos en el templo de Juno.
- ¡Están llegando naves extranjeras a la playa! ¡Voy allá!– anuncia muy excitada la muchacha. Barce ve asomar por detrás de la túnica de Anna la cabeza de Imilce. La niña suele pegarse a las espaldas de la hermana de la reina en cuanto puede.
- ¡Imilce, te prohíbo que vayas! – grita la anciana levantándose con mucho trabajo. Sin embargo, ya nadie la oye.
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El sol matutino arranca al mar un color azul intenso. Las crestas blancas de las olas brillan y deslumbran, impidiendo ver bien cuántas naves se acercan. Son muchas y oscuras. No llevan palos ni velamen, sino que parecen impulsadas por la fuerza del agua y algunos golpes de remo. Las palas se hunden en las ondas sin seguir un ritmo, con lasitud y pesadez. Se diría que los tripulantes cuyas espaldas inclinadas asoman por encima de las bordas, estuvieran al límite de la extenuación, incapaces ya de dirigir el rumbo. Una de ellas tiene problemas con el timón, porque sigue un curso errático y da golpes a babor y estribor en un zigzagueo peligroso.
Cuando las primeras naves se encuentran cerca de la arena, un grupo de soldados fenicios, armados con lanzas, se separa del resto y penetra en el agua hasta la cintura. Su jefe hace señales en dirección a las proas: tienen prohibido avanzar.
- Han debido sobrevivir a una tormenta – dice Anna a Ula y Morgana, y sus palabras expresan entusiasmo. Nada produce tanto placer a la hermana de la reina como escuchar historias. Con ella todo es vida y aventura, movimiento y acción. Sólo el relato de las andanzas ajenas la retiene sentada y con los cinco sentidos asomando a los ojos. Observa admirada esas naves que parecen tripuladas por espíritus desolados y no por hombres, e intuye en ellas un caudal de emociones. Nismacil está de pie a su lado, horadando el espacio con la mirada. De pronto, echa a correr hacia los soldados.
- ¡Son troyanos! – grita – Ayudadlos a salir.
Su petición es rechazada por el jefe de los soldados. Sus órdenes son estrictas: ninguna nave puede arribar a la playa sin el conocimiento y consentimiento de la reina. Han llegado doce, un número muy elevado y nadie puede asegurar, pese a las apariencias, que no abriguen intenciones hostiles. Permitirán el desembarco de un par de hombres, ni uno más. Los restantes, si quieren permanecer al amparo de las aguas tranquilas, deben echar el ancla y esperar una autorización.
Sin poder contenerse, Nismacil se mete dando saltos dentro del agua y se funde en un abrazo con el primer hombre que ha desembarcado.
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El sol matutino arranca al mar un color azul intenso. Las crestas blancas de las olas brillan y deslumbran, impidiendo ver bien cuántas naves se acercan. Son muchas y oscuras. No llevan palos ni velamen, sino que parecen impulsadas por la fuerza del agua y algunos golpes de remo. Las palas se hunden en las ondas sin seguir un ritmo, con lasitud y pesadez. Se diría que los tripulantes cuyas espaldas inclinadas asoman por encima de las bordas, estuvieran al límite de la extenuación, incapaces ya de dirigir el rumbo. Una de ellas tiene problemas con el timón, porque sigue un curso errático y da golpes a babor y estribor en un zigzagueo peligroso.
Cuando las primeras naves se encuentran cerca de la arena, un grupo de soldados fenicios, armados con lanzas, se separa del resto y penetra en el agua hasta la cintura. Su jefe hace señales en dirección a las proas: tienen prohibido avanzar.
- Han debido sobrevivir a una tormenta – dice Anna a Ula y Morgana, y sus palabras expresan entusiasmo. Nada produce tanto placer a la hermana de la reina como escuchar historias. Con ella todo es vida y aventura, movimiento y acción. Sólo el relato de las andanzas ajenas la retiene sentada y con los cinco sentidos asomando a los ojos. Observa admirada esas naves que parecen tripuladas por espíritus desolados y no por hombres, e intuye en ellas un caudal de emociones. Nismacil está de pie a su lado, horadando el espacio con la mirada. De pronto, echa a correr hacia los soldados.
- ¡Son troyanos! – grita – Ayudadlos a salir.
Su petición es rechazada por el jefe de los soldados. Sus órdenes son estrictas: ninguna nave puede arribar a la playa sin el conocimiento y consentimiento de la reina. Han llegado doce, un número muy elevado y nadie puede asegurar, pese a las apariencias, que no abriguen intenciones hostiles. Permitirán el desembarco de un par de hombres, ni uno más. Los restantes, si quieren permanecer al amparo de las aguas tranquilas, deben echar el ancla y esperar una autorización.
Sin poder contenerse, Nismacil se mete dando saltos dentro del agua y se funde en un abrazo con el primer hombre que ha desembarcado.
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El templo de la diosa Juno estaba desierto cuando, envueltos en un espeso manto de bruma, el príncipe troyano Eneas y su amigo del alma, el fiel Acates, cruzaron el umbral. Ignoraban a qué divinidad habría sido dedicado, pues la hornacina del altar estaba vacía. Era un lugar amplio y espacioso, precedido de una suntuosa escalinata y construido con sillares de piedra caliza. Cerca de la techumbre de madera, algunos ventanales arrojaban luz al interior. Apenas sus ojos se adaptaron al contraste entre el brillo solar de las calles y la penumbra fresca de la nave, se vieron atraídos por un color vibrante en la pared derecha.
Con los corazones en difícil equilibrio entre la emoción y la sorpresa, el dolor y la dicha, vieron la amarga historia de Troya relatada en escenas. Junto a la puerta, la nave del príncipe Paris se alejaba de Esparta llevándose consigo a la reina Helena. Luego, las panzudas naves griegas llenaban el horizonte marino como aves rapaces y se posaban amenazantes sobre la arena de las playas troyanas.
En el muro de la derecha comenzaban ya los combates entre griegos y troyanos al pie de las murallas. Se esforzaban los guerreros en luchar con todo su ímpetu, no sólo para defender su patria sino también para ganar fama y gloria. Muchos pagaban con la vida su arrojo. En las pinturas aparecían rostros conocidos: aquí estaba Héctor, el corazón más valeroso de la nación troyana, llegando con sus carros hasta el campamento de los griegos. Sobre la puerta de la muralla, Príamo, el anciano rey de Troya, observaba a sus hijos combatir. Allí estaba Patroclo, vestido con la armadura de Aquiles, dirigiendo al ejército griego. Más adelante las amazonas formaban en orden de combate, empuñando su escudo lunar: Pentesilea, su reina, iba en cabeza; a su lado tensaba el arco Iskias y, unos pasos atrás, Nismacil volvía su rostro hacia otras compañeras instándolas al combate.
Las lágrimas asomaron a los ojos de Eneas y Acates. Ellos mismos estaban representados en plena lucha, los escudos y las espadas en alto, la mirada fiera y los pechos rebosantes de furia y vigor. ¿Qué lugar era éste? ¿Quién los enfrentaba a su propia imagen, haciendo honor a su valentía y ensalzándolos a pesar de su derrota?
De pronto, su emoción fue turbada al entrar en el templo un numeroso grupo de personas. Se ciñeron a la pared, aun sabiendo que estaban protegidos y ocultos de la vista de todos. Sobre un trono situado en el centro y elevado sobre un podio, vieron sentarse a una mujer. Era joven y de rasgos finos, con el cabello rubio cayéndole en cascada sobre los hombros y una sonrisa acogedora. Era fácil identificarla, no ya por ocupar el sitial, sino porque tal aire de autoridad y benevolencia sólo podía pertenecer a la reina Dido.
El príncipe troyano, recordando la recomendación de su madre, la diosa Venus, estaba a punto de acercarse a la reina y darse a conocer, cuando vio entre la multitud un rostro conocido: era Cloanto, timonel de una de las naves que había dispersado el temporal y él daba por perdidas. Entonces, aconsejado por su instinto, decidio permanecer oculto y observar la reacción de la reina.
* Detalle de escultura de una niña. Museos Capitolinos. Roma.
De pronto, su emoción fue turbada al entrar en el templo un numeroso grupo de personas. Se ciñeron a la pared, aun sabiendo que estaban protegidos y ocultos de la vista de todos. Sobre un trono situado en el centro y elevado sobre un podio, vieron sentarse a una mujer. Era joven y de rasgos finos, con el cabello rubio cayéndole en cascada sobre los hombros y una sonrisa acogedora. Era fácil identificarla, no ya por ocupar el sitial, sino porque tal aire de autoridad y benevolencia sólo podía pertenecer a la reina Dido.
El príncipe troyano, recordando la recomendación de su madre, la diosa Venus, estaba a punto de acercarse a la reina y darse a conocer, cuando vio entre la multitud un rostro conocido: era Cloanto, timonel de una de las naves que había dispersado el temporal y él daba por perdidas. Entonces, aconsejado por su instinto, decidio permanecer oculto y observar la reacción de la reina.
* Detalle de escultura de una niña. Museos Capitolinos. Roma.
**Arboleda junto al Tíber. Roma
***Detalle de conjunto escultórico de un hombre y una mujer. Museos Capitolinos. Roma.
****Detalle de pintura mural con escena de lucha. Museo Massimo alle Terme. Roma.
*****Detalle de las columnas del pórtico del Panteón de Agripa. Roma.
******Detalle de estanque que reproduce en el centro el escudo de las amazonas. Ruinas del palacio de Domiciano en el Palatino. Roma.
*******Detalle de un mosaico de pared. Museo Massimo alle Terme. Roma.
¡Soy la primera Yupi! Ahora voy a leerlo.
ResponderEliminarUn beso, Miriam G.
te cuento romana q hay una web donde puedes hacer paseos virtuales a la roma antigua... el link es:
ResponderEliminarhttp://www.romereborn.virginia.edu/
saludos cordiales
Muy interesante tu blog, yo soy fanaticas de los mitos griegos, derrepente hago un blog sobre eso como tu!
ResponderEliminarSaludos
¿De parte de quien está el viento?
ResponderEliminarNo voy a quedar mal
Saludos cordiales Isabel
Debe ser alucinante o sumamente incómodo ver algún hecho de tu vida reflejado en imágenes, hubiera sido muy interesante estar en lugar de Eneas y su amigo ... algo así acarrea todo tipo de emociones.
ResponderEliminarGracias por las palabras que me dejaste en mi blog, siempre es un aliciente leer comentarios como el tuyo :)
Besos amiga Isabel Romana!
mmm no estoy segura de que sea de su agrado lo que va a ver, oculto desde su rincón...
ResponderEliminar:)
Besos, Isabel
Isabel..¡qué envidia!
ResponderEliminarRoma es la más bella ciudad que conozco...y estás llenándote de historia como ella, además compartiéndola de una forma tan peculiar. Te felicito,
Un abrazo
Paty
Siempre olvido decirte que me gustan mucho las imágenes que compartes.
ResponderEliminarMe causa gracia la personalidad de Anna.
Me gustan esos detalles y como apelas a esos latidos emotivos que provoca el corazón y el alma.
y dime rápido, qué sigue?? me dejas intrigada....
Sigo, sigo Isabel con el alma en un hilo la historia....
ResponderEliminara veces quisiera brincar de una vez por todas al final, pero acepto que no hay nada más eocionante que leerte, renglon a renglon y disfrutar de las pictoricas escenas que nos compartes!
genial!
sigo pendiente:)
Mil besos querida amiga:)
Ay Isabel, que bella escena la de Eneas enfrentado a su propia historia y la de su pueblo sin haberlo esperado. Me transmitió una atmosfera muy especial...
ResponderEliminarUn abrazo y a esperar la próxima, que ya quiero saber que más pasa, ja, ja.
Ximena
Desde que leo tu blog me hubiera gustado vivir aquella época. A lo mejor este verano viajo a Roma (si el dinero lo permite, jejeje).
ResponderEliminarSaludos.
La enfermedad me ha tenido un poco alejado de todo esto durante unos días y ahora que vuelvo, me encuentro con dos capítulos para leer.
ResponderEliminarParece que Eneas toma, por lo menos por ahora, el relevo a Dido en eso de mantenr la cabeza fría, observar y actuar en consecuencia. Sólo los dioses saben lo que ocurrirá ;-)
Salud
El suspense nos atenaza...besicos
ResponderEliminarEres tremenda en eso de saber cortar justo en el momento de más intriga.
ResponderEliminarSigo leyendote aunque no escriba, porque no se qué escribir. Solo se me ocurre decir: sigue, por favor, sigue.
Disfruto por igual con la belleza de tus textos y con la de las imágenes que incluyes.
Lo que no entiendo es cómo tienes tiempo para ser tan perfecta y tan regular.
Lo único que se me ocurre es que escribes de un tirón, sin tener que revisar, corregir, etc.
Eres genial.
Los misterios siguen y aquì estoy disfrutando, como siempre, de esta gran aventura. Abrazos.
ResponderEliminarEneas observándose a sí mismo en la lucha. Interesante juego referencial. Isabel siempre sorprendiéndonos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me dejas ponerles una cámara oculta para ver sus adelantos
ResponderEliminarY tú que tienes tantas influencias, querido amigo, ¿no podrías hacer algo para que pudiéramos votar en castellano?
Tienes unas banderitas en la parte superior para escoger el idioma que prefieras
Un besito
¿Y qué pasará ahora? Estoy muy curiosa por saber cómo sigue la historia, Isabel.
ResponderEliminarHay otra cosa que me gusta y que antes no había señalado, quizás porque estaba fascinada y concentrada con los personajes femeninos, y son las descripciones de paisajes que haces, que logran crear una atmósfera y que uno se sienta que está ahí, viviendo la historia. Cuando describes una barca en movimiento, uno puede sentir el vaivén de las olas y la brisa marina en la mejilla.
Un abrazo, amiga.
Seguiremos atentos.
Mujeres de Roma, diosas de Roma!... o diosa tu por hacernos parte de una historia que ha pasado la barrera del tiempo, del ayer.
ResponderEliminarDido es una de esas diosas que siguen cantando su victoria... vamos, espero pronto la actitud del príncipe troyano.
Besitos,
Otro capítulo estupendo. Me llama mucho la atención, desde que te leo (ya sabes que hace mucho) que utilices el tiempo presente. Casi me parece estar sintiendo que todo ocurre mientras lo leo.
ResponderEliminaray ay, estuvieron a punto de encontrarse.
ResponderEliminarSe ve que los fenicios no odian a troyanos, pero aún así se cuidan de ellos.
Uf, ya falta menos, que emoción es leer acá tus posts.
Saludotes, abrazotes y besotes.
Sweet Dreams, de todo Corazón:
Arthur
Parece que todavía hay más por pasar antes de que la reina Dido se vea con el príncipe Eneas.
ResponderEliminarYo también me emociono, quiero más, más, UUYY!!!
Saludos, abrazos y besos
Nice Day, con toda mi Alma:
Gusthav
Hola miriam g., has sido la primera en servirte... Besitos, guapa.
ResponderEliminarSaludos, rick hunter, muchas gracias por el enlace. Promete mucho. Saludos cordiales.
Bienvenida, pesaita marisopa, te animo a que hagas realidad tu idea de crear un blog de mitología. Seguro que te dará (y nos dará) satisfacciones. Saludos cordiales.
Hola manuel, tradicionalmente el viento ha avivado el fuego. No es mal papel ¿no te parece? Besos, querido amigo.
Hola minerva, creo que debió conmover/conmocionar mucho a Eneas. Vamos, como si yo fuera a la luna y encontrara una foto mía allí. Besos, querida amiga.
Hola almena, como dice ese proverbio árabe: "quien escucha lo que no debe, oye lo que no quiere". Veremos si en este caso se cumple o no ese proverbio. Besitos, guapa.
ResponderEliminarHola paty, quienes compartirmos esta pasión por Roma parece que tengamos tooooodo en común. Gracias por tu visita y hasta pronto. Besos.
Hola clarice baricco, Anna es un personaje muy especial. No quiero decir nada más de ella, porque tiene también su propia historia. Más adelante se sabrá... Besos, querida amiga.
Hola cieloazzul, verás como al final nos dará pena despedirnos de estos personajes. O quizá no nos despidamos de ellos nunca... Besos y hasta pronto.
Hola ximena, creo que Eneas y Acates debieron quedar "descolocados", no podían imaginar que su fama hubiera llegado tan lejos. Claro, que se la merecían. Besos, querida amiga.
Hola kurtz, si te decides a viajar a Roma no dejes de escribirme: te haré algunas sugerencias de visitas que, seguro, te encantarán. Besos y hasta pronto.
ResponderEliminarHola charles de batz, espero que estés por completo recuperado. Sí, creo que Eneas mantiene la cabeza fría. Veremos qué ocurre... Besotes.
Imagínate, fernando, cómo debe estar Eneas... Besos.
Hola ventura, yo a veces no me explico cómo tenéis la constancia de seguir esta historia, tan larga... No creas que no me cuesta esfuerzo escribir, y desde luego corrijo, cambio, hago y deshago, pero realmente disfruto tanto... los lectores sois mi principal estímulo, eso desde luego, porque es vuestro interés el que me contagia. Recuerdos por ahí. Besos y hasta pronto.
Hola fgiucich, todos estamos en vilo. ¡A ver si Eneas da la cara de una vez! Besotes.
ResponderEliminarHola krisish, todos los méritos no son míos. Virgilio habla de esas pinturas. Es un recurso emocional de primer orden, ¿no crees? Besitos.
Saludos, unjubilado, y gracias por la aclaración. No había visto la banderita... Ya he votado por la Alhambra y espero que salga. Besos.
Hola rosa silverio, como estoy todo el día con la señora Imilce, no tengo más remedio que ver lo que ella ve, oir lo que ella oye y recordar sus recuerdos. Todo es mérito suyo. Besos, querida amiga.
Hola bettina perroni, ¿que puede hacer el príncipe troyano al confrontarse con una mujer de la talla de Dido? Pronto lo veremos, eso seguro. Besos, querida amiga.
ResponderEliminarHola david, has apreciado muy bien el uso del tiempo presente. El poeta troyano, para hablar de Eneas y los suyos siempre utiliza el pasado. Y también el cronista Xilón. Esto diferencia los discursos, más o menos. Creo que el uso del presente tiene ese efecto que señalas, nos aproxima a los personajes. Besos y hasta pronto.
Hola arthur, la reina ha sufrido bastante como para ser desconfiada. En ese tiempo, la mayor parte de los pueblos eran guerreros. Besitos, guapo.
Hola gusthav, no seas impaciente, tu tienes bastante entretenimiento con disfrutar ahora de tu mamá. Besitos.
Hola isabel romana, ya me he puesto al día leyendo varios capítulos de golpe jejeje Así me cunde más la historia :P aunque no fue por esa razón que no me pasé, sino la falta de tiempo.
ResponderEliminarMe gustó la imagen de la reina dido sentada con porte real, maravillosa con su pelo cayendo en cascada. A ver cómo se desenvuelven los troyanos en Cartago.
Besitos
los imperios nacen y mueren por que estan vivos el tiempo da tinte de aventura y amor alo que solo es ambicion. reconocerlo creo que es la forma de vencerlo
ResponderEliminarHola, Isabel. Ya conocía tu blog desde hace tiempo, por lo que te enlacé a mi blogosfera clásica, pero nunca me paré a leerlo como hoy. No he visto todos los posts, pero quiero saber si le has dedicado (seguro que sí) algún apartado a las mujeres de la corte y el imperio, como a Livia y a Agripina, a la que, creo recordar, escribió historia, pues así la cita Plinio en su enciclopedia. Te invito a que te pases por mi humilde blog al que no dedico todo lo que yo quisiera, pero ya habrá más tiempo. Y si me puedes decir cómo se ponen todas esas imágenes html que te vinculan a buscadores de blogs y demás, por favor. Gracias y saludos.
ResponderEliminarFer.filol
www.filologiaclasica.blogspot.com
Isabel, espectacular descripción de lo murales en el templo, que emoción de Eneas, sentimientos encontrados
ResponderEliminarUn beso amiga
Isabel:
ResponderEliminarDisculpa que te visite de tanto en tanto (tempus fugit). No obstante cuando vengo a tu casa, que es un poco, la de todos nosotros, me quedo un buen rato.
Abrazos.
El que escucha su mal oye, que verdad es.
ResponderEliminarEl mosaico de pared es una hermosura¡¡¡
Muchos besos, querida amiga, que tengas una hermosa tarde.
Hola irene, a mí también me ocurre que el tiempo no me llega para todo lo que querría hacer. La ventaja aquí es que no hay que esperar con intriga de un post a otro. Creo que los troyanos harán historia en Cartago. Besotes, guapa.
ResponderEliminarHola salalapiramide, la ambición de poder y de dinero son algunos de los móviles más activos en el devenir humano. De eso no me cabe la menor duda. Pero incluso en esas condiciones, florecen el amor y muchas cualidades y virtudes que hacen de los hombres seres humanos. Es necesario también recordar eso. Saludos cordiales.
Hola fer.filol, pasaré por tu blog para comentarte esos asuntos por los que te interesas. En cuanto a las mujeres de las que hablas, no he escrito ningún post sobre ellas...todavía. Saludos cordiales.
Hola alida, debió ser muy impactante para personas que llevaban siete años navegando por mares inclementes, seguramente creyéndose excluidos y olvidados. Otra cosa es que la señora Imilce no lo quiera reconocer... Saludos cordiales.
ResponderEliminarHola felipe sérvulo, con tal de que tengas la copa de la reina preparada para el momento oportuno, no hace falta que te preocupes, ven cuando puedas. Besos y hasta pronto.
Hola morgana, creo que todos tenemos en nuestra experiencia personal alguna indiscrección de esas. Feliz semana, querida amiga.
Como siempre arto interesnate tu blog y sobre todo ilustrativo.
ResponderEliminarSaludos
nooo, no puede ver nada!!!
ResponderEliminarTienes razón, amiga, todo termina.
ResponderEliminarPero tú sabes cómo inmortalizar almas, pueblos...
Un fuerte abrazo
Generalmente vengo y disfruto tus letras sin dejar huella alguna...desde que te encontré por la puerta que dejaste abierta en el espacio de Tanhaüser..
ResponderEliminarMe fascina leerte, transportas con tus letras, encantas en verdad...
felicidades de corazon...
la reina dido es una fantasía recurrente.
ResponderEliminarEneas es listo al ser prudente, nunca se sabe cuando llegas a un sitio lo que te espera, es mejor siempre primero observar y luego actuar.
ResponderEliminarCreo que ya te lo dije alguna vez, tienes que recopilar todo esto en un libro
Por lo menos, ya han arribado a una playa los extenuados troyanos y, durante un tiempo, tendrán la paz que se merecen después de haber dejado atrás su amada tierra. Seguro que la reina tendrá más que en cuenta todo esto.
ResponderEliminarBesillos, querida.
Esta Ajja o aprende mas!!! Le han advertido que los han maldito en 20 idiomas, que tenerlos cerca es un peligro y lo primero que -numanitariamente- dice es que hos ayuden a bajar a tierra. Cuantas veces escuchamos sin querer ori en realidad.
ResponderEliminarJo y ahora me quedé sin saber quien era el recién llegado, para qué quería observar la reacción¿?
ResponderEliminarHola sonny, gracias por tu visita. Besos y hasta pronto.
ResponderEliminarHola elisa de cremona, no puedes ver nada porque te falta la nube. Sin nube no entras en Cartago, querida niña. Besotes.
Hola lágrima del guadiana, la reina Dido nació ya inmortal. Besos, y hasta pronto.
Hola mabana, gracias por dejarte ver. Me gusta saber qué opinais los lectores, eso constituye para mí el principal aliciente. Besos y hasta pronto.
Hola fausto, supongo que tienes razón. Saludos cordiales.
Hola zebedeo estoy de acuerdo contigo: no es tonto el troyano. Pero vaya, eso de ir espiando envuelto en una nube tampoco me parece muy legal... Besotes, guapo.
ResponderEliminarHola kostas kamaki, se nota que tienes el corazón dividido... Se merecen un descanso, sin duda. Y la reina se lo va a proporcionar. Besos y suerte en el próximo concierto.
Hola lady zurikat, creo que a Dido no le ha advertido nadie de la peligrosidad de Eneas. Es la señora Imilce la que no hace más que insinuar, e insinuar. ¿Y si sólo fuera una vieja envidiosa? Besotes, querida amiga.
Ay carmen, en estas historias es necesaria mucha paciencia. Como dice Karo, la señora Imilce no puede escribir más deprisa... Besotes, guapa.