Oculto junto a las termas cercanas al templo que construyó su padre, el noble Agripa, Lucio César escucha risas. Sin comprender, vuelve la mirada hacia sus acompañantes. No puede ver sus rostros porque al llegar aquí apagaron las antorchas y las nubes han cubierto momentáneamente la luna, haciendo la noche aún más oscura y siniestra. Hace calor y una humedad sofocante repta desde el estanque vecino y se adhiere a los mármoles. Una mano aferra la suya y lo hace avanzar entre las sombras. Ahora, más cerca del templo, se distingue algo de luz y las risas llegan entremezcladas con voces. Quienes quiera que sean sus dueños, han bebido mucho. Cantan destempladamente y sofocan a gritos el sonido de las flautas, tanto más escandaloso por el silencio que envuelve el resto de los edificios.
Ya tiene a la vista el pórtico del Panteón, el templo dedicado a todos los dioses. ¡Cuántas veces acompañó Lucio César a su padre mientras lo construían! Alineados a lo largo del muro donde se abre la puerta de acceso, tres etíopes gigantescos sostienen otras tantas antorchas, iluminando la pronaos del templo. Las llamas humeantes chisporrotean y arrojan reflejos rojizos sobre los músculos de sus brazos y sus torsos dejando los rostros ocultos. No se mueven. Cuatro o cinco hombres sentados en el suelo, oscilantes, exigen a gritos a los esclavos que traigan más vino y a los músicos que toquen algo más alegre o se callen. De pronto, en la zona más iluminada se dibuja el cuerpo de una mujer. Está desnuda. Trenza unos pasos de danza, finge apartar de sí al hombre que venía tras ella. Se mueve sinuosamente, da vueltas sobre sí misma y al fin se detiene y arquea la espalda para ofrecer a la luna su rostro y sus pechos.
- Ven tú ahora, Marco – se la oye decir con acento voluptuoso mientras tiende los brazos hacia otro de los hombres, que se alza y se le acerca desnudo. Él la levanta sin esfuerzo haciendo que las piernas de la mujer le rodeen las caderas, y camina unos pasos hasta apoyarla contra una de las columnas del templo. Ella gime y grita y pide más.
Lucio César está clavado en el suelo. Le tiemblan las piernas. Tiene ganas de vomitar, la cabeza le da vueltas y el mundo entero es negrura. Ha reconocido a su madre. Esa noche, en ese mismo instante, justo el día que cumplía doce años, Lucio César aprendió a odiar.
NOTA 1: Lucio César era el segundo nieto de Augusto, nacido del matrimonio de su fiel general Agripa con Julia, la única hija que tuvo el emperador. Se decía que Julia tenía una conducta escandalosa, y de noche corría por el foro desnuda, con sus amigos, haciendo el amor en cualquier sitio. Los dos hijos mayores de Julia, Cayo y Lucio, pidieron a su abuelo que pusiera fin a los escándalos de su madre. Este encuentro narrado es, desde luego, ficticio.
NOTA 2: Este post me lo ha inspirado Fab, que ha colgado en su blog Golem – memorias de lectura un post sobre el diablo y el Panteón de Agripa. ¿Será que por allí quedaba todavía cierto ambiente maligno…?
*y **Fachada principal del Panteón de Agripa. Roma.
Absolutamente fascinante e intenso; captas la atención del lector desde el principio y lo arrastras irremisiblemente hacia ese desenlace cuanto menos sorprendente e impactante. Un modo maravilloso de conjugar algo de historia y la más hermosa técnica narrativa. Mis felicidades de nuevo. ¡Un abrazo, Isabel!
ResponderEliminarMagnífica descripción del ambiente. Haces que uno se sienta como escondido tras una columna observando la escena.
ResponderEliminarSegún Robert Graves, fue Livia (siempre procurando que su hijo Tiberio, a quien Augusto odiaba, fuese elegido emperador, cosa que al final consiguió, y que mató a augusto mismo untando con venenos los higos de la higuera), quien le dio un bebedizo a base de esencia de moscas españolas, que no era otra cosa que un fuerte afrodisiaco. Al final buscaba consuelo hasta con los esclavos de las caballerizas, parece ser. Como bien sabes, Augusto desterró a su hija a una isla hasta que murió, guardada por eunucos y hombres viejos, para que no pusiese hacer nada.
ResponderEliminarTambien hice en su dia un post sobre Mesalina y sobre Julia.
Fantástico Post. bien redactado y fantasticamente ambientado.
AVE, querida amiga. Un abrazo.
¡Conocí a una Julia cuya conducta no difiere mucho con la del relato!¿Todas las Julias serán así?
ResponderEliminarSaludos.
Con este relato uno puede sentirse como un observador más, presente en la escena.
ResponderEliminar¡¡¡Magistral!!
Saludos!!!
"Este encuentro narrado es, desde luego, ficticio." lo dices tú Isabel, pero lo has contado de tal forma que es absolutamente real mientras leemos... Como siempre tus palabras nos envuelven y crean el ambiente propicio... y este final... Como nace el odio en el corazón de Lucio Cesar...
ResponderEliminarOscula multa Isabel.
Guauuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!!!!!
ResponderEliminarY la lujurìa junto al odio envolvieron al ROMA...
P.D.:Cuanto puede ser el odio que una madre,a veces sin querer puede engendrarle a un hijo,no?
La voluptuosidad tambièn parece que tendrà su precio...
MIS ENORMES Y CARIÑOSOS BESOTES MI AMIGA DEL ALMA ♥
Gracias por el relato es embriagador, que alegría que los jovenes fueran desnudos por la calle y pracicaran de esa forma el sexo, no se si etaría preparado para verlo hoy en dñia en cualquier calle, me caería de espaldas.
ResponderEliminarBesos
Noooo..tan chiquito y ya odiando?
ResponderEliminarSigo envuelta en tus historias.
Abrazos.
Aquí Cornelivs se siente como pez en el agua. Los neófitos en la materia... pues vamos un poco mas a gatas...
ResponderEliminarjajaja
Saludos
¡Buenísimo! Me ha recordado algún que otro momento de la serie "Yo Claudio" en la que presenciamos el desfase de Julia.
ResponderEliminarsaludos y ánimos para seguir como ahora.
Una y otra vez me sientas en la tribuna y me muestras el espectáculo de ese mundo que adoro. Gran suerte la mía.
ResponderEliminarBeso creativo.
Hola Isabel, siempre es gusto pasar por tu espacio.
ResponderEliminarTe saludo desde Buenos Aires y prometo volver.
Te abrazo.
MentesSueltas
Desde luego, vaya palito para Lucio, descubriendo de golpe la ligereza de cascos de su progenitora a tan tierna edad. Te ha quedado un microrelato bien chulo.
ResponderEliminarEso de "aquí te pillo aquí te follo" los romanos lo tenían muy claro. Sobretodo la tal Julia. ¿Una golfa? Qué va. Una mujer adelantada a su tiempo. Gran relato, como siempre.
ResponderEliminarSaludos desde el lenocinio de la esquina.
Mi visión de la Roma de aquellos años está muy viciada seguramente por aquellas dos célebres obras de Robert Graves, pero seguramente no se alejaba mucho de la realidad en cuanto al ambiente decadente e inseguro en el que estaba inmerso el poder.
ResponderEliminarA sabiendas de que me repito, te diré que, como siempre, ha sido un verdadero placer leerte.
Gracias por darle un ojo a mi página, lectura dichosa la de tu blog. Saludos.
ResponderEliminarHola vengo a agradecerte tu visita a mi blog hace unos días y me parece que aún no te había visitado,no he andado muy bien de tiempo pero aqui estoy.. He ojeado tu blog y me parece muy interesante, yo visité hace años Italia y me encantó así que volveré para conocer más de su historia.
ResponderEliminarUN saludo
¿Sabes Isabel?.
ResponderEliminarCuando leo escritos como el tuyo, siempre me siento como en aquella escena de Amadeus en que Salieri se emociona leyendo las partituras que le ha traído la esposa de Mozart.
Salieri aparece en aquella película como un músico mediocre pero capaz de conmoverse delante de la música del genio.
Quizás me siento un poco Salieri cuando descubro que alguien es capaz de describir la humedad sofocante como algo que "repta" desde el estanque vecino.
¡Que hermosa descripción!.
Luego no te extrañe que termine sintiendo lo mismo que sintiera Lucio Cesar al ver a su madre.
Un abrazo, maestra.
Bueno Isabel. Sencillamente impresionante. No tengo palabras.
ResponderEliminarY gracias por tu nota.
Hola m@riel, es que algunos sois muy fáciles de arrastrar... Me alegra que te gustara.
ResponderEliminarHola brujo don carlos, en realidad es que estábamos allí, curioseando, cuando se produjo esta escena. Saludos cordiales.
Hola cornelivs, desde luego que Livia odiaba a Julia a fondo y el sentimiento era mutuo. Que Livia contribuyó al hundimiento de Julia, no me cabe la menor duda. En este texto, ha quedado intencionadamente ambiguo un aspecto: quién había llevado a Lucio César allí. Estaba claro que sabía lo que el niño iba a ver. Y está claro también que nadie saca a la calle, de noche, a un niño de 12 años que además vivía en la casa de Augusto, pues éste lo había adoptado desde su nacimiento. En fin, creo que Livia jugó muy sucio con su hijastra y nuera. En cuanto tenga tiempo, iré a leer tus entradas sobre Julia y Mesalina. Besitos.
ResponderEliminarHola armidia leticia, no creo que todas las julias sean así. Pero si conoces a alguna, no está mal que le recuerdes que tuvo esta ilustre señora como ejemplo. Besitos.
Hola la candorosa, seguro que estábamos por allí. Ahora esa plaza está muy concurrida. Besitos.
ResponderEliminarHola selma, lo decía en el sentido de que no está documentado que el hijo sorprendiera a su madre ni tampoco que ella fuera a pasarse de raya al Panteón. Me alegra que te pareciera creíble. Besitos.
Hola gabu, creo que los hijos somos, en general, escasamente tolerantes respecto a los deslices de los padres. Desde luego, a este hijo le avergonzaba la conducta de su madre. Julia pagó estos y otros errores de una manera atroz. Besos, querida amiga.
ResponderEliminarHola luz de gas, en aquella época también se hubieran caído de espaldas todos los romanos. Lo que hacía este grupo era una desvergüenza y motivo de muchas críticas. Besotes.
Me pregunto con que se mantendria en forma Julia, ya que en esa epoca no habia salones de belleza, spa, lipo ni cirugias, o gimnasios para bajar kilos de mas. Si ya tenia dos hijos creciditos, no era una mozuela para andar paseandose en rigurosas bolainas (uds. diran 'en pelotas') por la ciudad de noche, por mas que no se hubiera inventado la electricidad y a la luz temblona de una antorcha se disimularan algunas arrugas quizas pero no los efectos de la ley de gravedad que por no descubierta no era por ello mas benevola.
ResponderEliminarSeria interesante un post de como se mantenia en forma una diosa romana....
Hola clarice baricco, lo que no se sabe es a quién odia: si a su madre, que se comporta de tal modo, o a quienes lo han llevado de la mano a descubrirlo. Besitos, guapa.
ResponderEliminarHola la sonrisa de hiperion, para disfrutar de Roma y sus historias no es preciso ser un experto. Siempre es un aliciente el descubrir cosas nuevas. Bienvenido.
Hola jaume, yo también soy una gran admiradora de Robert Graves y su trilogía magnífica, llevada luego a la tv. de "Yo Claudio". Si te lo evoco, te aseguro que me das una alegría. Saludos cordiales.
ResponderEliminarHola víctor gonzález, en Roma siempre hay algún espectáculo servido. Y me encanta que haya espectadores tan atentos como tú. Besitos.
Hola mentessueltas, gracias por pasarte por aquí. Un abrazo.
ResponderEliminarHola jean bedel, desde luego debe ser un trago horrible y no hubiera querido estar en su lugar (aunque sí cerca, ya ves...) Saludos cordiales.
Hola franco dimerda, no estoy segura de que Julia se adelantara a su tiempo. Eso lo hizo Clodia, pero Julia creo que, sencillamente, se equivocó. No era nada rupturista, se vivía una etapa de mucha libertad sexual, lo que pasa es que no hacía falta que se exhibiera. De todos modos, es un personaje sobre el que habría que reflexionar. No te gastes mucha pasta. Besos.
ResponderEliminarHola charles de batz, todos los autores coinciden en que fue una época de costumbres muy relajadas o disolutas. Hay una prueba irrefutable: Augusto dictó leyes bastante severas para evitar el adulterio - sin ningún éxito, desde luego - e hizo un intento fuerte de moralizar la vida. Claro que él no estaba para dar ejemplo... Siempre es un placer tu visita. Besos.
Hola ihb, gracias a tí por tu visita. Saludos cordiales.
ResponderEliminarHola esther, gracias por venir hasta Roma, será un placer encontrarte por sus calles. Saludos cordiales.
Hola ludwig, creo que una de las cosas importantes para un lector es el poder identificarse con alguno de los personajes, sentir con él, o sentirse él. Es difícil en relatos tan breves que nos podamos identificar, pero por lo menos sí colocarnos a su lado. Y mira, no hay escritor sin lectores... Besos, querido amigo.
ResponderEliminarHola fab, veo que por fin has vuelto. El enlace a tu página no me ha salido exactamente como quería, pero puesto está. Un abrazo.
Hola alyxandria fatherland, como siempre muy atenta a los detalles. Desde luego que las romanas se cuidaban muchísimo, y más aquellas que no tenían que ganarse la vida trabajando y sí, en cambio, una buena colección de esclavas para resolverles todo. Piensa que había muchos remedios de belleza, para el cabello, para la piel, etc. luego las termas, con los contrastes entre el frío y el calor, eran un tonificante estupendo para la piel. Julia era una mujer bella y espléndida, cuando esto ocurría había tenído cinco hijos de Agripa y uno, que murió enseguida, de Tiberio y sin embargo parece que seguía siendo muy atractiva. Y, sobre todo, querida amiga, ERA HIJA DE AUGUSTO, ¿y a quién no le gustaría enrollarse con la hija del jefe? Besos enormes y olfateantes de vuestra primavera.
ResponderEliminarque sexy momento ese, una mujer desnuda bailando frente al fuego
ResponderEliminarhermosos
pobre de Lucio sin duda impactante para el, pero de verdá quisiera ser Marco y verlo a traves de mi mirada
genial
besos
cuidate
chau
O me lo parece o últimamente tus relatos se están volviendo algo inquietantes (que conste que me gustan).
ResponderEliminarBesos.
Hola a todos. Como siempre captas el ambiente de una forma maravillosa y casi puede verse el fuego chisporretear.
ResponderEliminarSi no recuerdo mal se le atribuye a Julia cierta anécdota, en la le preguntaron como era posible que sus hijos se parecieran tanto a Agripa (supongo que atendiendo a la vida sexual que llevaba), y ella, si no recuerdo mal dijo que sólo invitaba remeros al barco, cuando la nave estaba llena. Algo así como que sólo le ponía los cuernos al marido cuando estaba embarazada. ¿Estoy equivocada?.
Besos
Que historias....
ResponderEliminarEl imperio tiene la fama de muchas historias de este tipo... esta que me ha parecido sensual pero habría que evaluar el transfondo. He leído entre algunos libros algunas prácticas sexuales que verdaderamente me parecieron enfermas... en fin,
la satisfacción se puede llevar al extremo cuando se tiene todo.
Es increíble como se descubren los sentimientos.
Bonito inicio de semana.
Fascinante Isabel!
ResponderEliminarNo tenés idea cuánto disfruto esta modalidad de relatos!
La "Viuda Alegre de Roma", Julia La Mayor aportó en su época un enorme material para los libelos de la época.
Al igual que lo dicho en comentarios anteriores, sospecho que Livia Drusilla tuvo mucho que ver en la difusión de estas "aventuras" (y seguramente agregó bastante más)
No obstante es sabido que fueron precisamente los hijos de Julia (en este caso Lucio César) quiénes informaron de los devaneos de la madre y Augusto la exilió y pronunció la célebre frase "Cómo quisiera no haber sido el padre de esa chiquilla"
Precioso Amiga querida!
Muchísimas Gracias!
Marche un BESOTE ENORME para Vos
Hola sol, te aseguro que también yo habría querido estar ahí. Bueno, para serte sincera, hubiera querido estar presente en un montón enorme de momentos y de lugares. ¡Ojalá se invente pronto una máquina del tiempo! Besitos.
ResponderEliminarHola kurtz, si resultan algo inquietantes para tí, será que lo son. Cada lector tiene percepciones distintas, ahí está la gracia. Besitos, guapo.
Hola anabel, estás muy acertada respecto a esto que se decía de Julia, que sólo se acostaba con otros hombres cuando estaba embarazada. Cuando tuvo lugar este episodio del que hablamos, ella ya había enviudado de Agripa y se había casado con Tiberio, pero este último se había marchado fuera de Roma y ella no estaba para perder el tiempo esperando... De todos modos, intuyo que a Julia debió juzgársela muy duramente y, sin duda, machistamente. Su padre Augusto, por ejemplo, se acostaba con todas las damas de Roma, incluidas las esposas de sus amigos, para estar bien informado de lo que se cocía y, además, conseguir que ellas influyeran a favor suyo en sus maridos. Vamos, que hacía un uso político del sexo. Besitos, guapa.
ResponderEliminarHola bettina perroni, usualmente se recogen las cosas que llaman más la atención. No se habla de las muchas matronas que se comportaban con discreción y modestia y nunca se les hubiera ocurrido ser infieles a sus esposos. No ocurre lo mismo con ellos, que les parecía - entonces como ahora - que podían meterse en cualquier cama sin que se les pudiera hacer ningún reproche. Vamos, que las cosas no han cambiado en esa materia. Besitos, querida amiga.
ResponderEliminarSaludos, susana, también yo creo que Julia fue muy maltratada y muy empujada por su propia madastra y suegra Livia. Es una persona sobre la que me gustaría reflexionar más adelante, a veces me parece una "pobre niña rica", otras veces su descaro es enorme, pero su castigo tal vez fue excesivo. Livia era una rival muy, muy dura, pues siempre tuvo la hipocresía y la sangre fría suficiente para abocar al abismo no ya a Julia, sino a todos sus hijos e hijas. ¡Hay que agarrarse con esa señora! Besitos, querida amiga.
ResponderEliminarMuy intenso, podría entrar en mi colección de "relatos que me excitaron".
ResponderEliminarNo has perdido el toque, Isabel.
Genial la descripción, me llevaste la antigua Roma !!
ResponderEliminarAqui estoy Isabel,
ResponderEliminarQue gusto haber leido este escrito, me parecia estar ahi, observando escondida detras de una columna, tan buena ambientacion le diste.
Sobre la Trilogia de Graves llevada a la pantalla.... Te dire que mi hija nacio al compas del "Yo, Claudio" entre capitulo y capitulo y con el, la amamante en el hospital, en Estocolmo, hace ya casi 30 anios.
Beso grande!!!!