A todas las mujeres víctimas de las guerras.
Esto ha sido para ti la guerra. Morir. Contemplo tu rostro sin expresión, sereno, y en él me reconozco. Los guerreros buscan la gloria al lanzarse al combate, ella los alienta, les insufla coraje para enfrentar al enemigo. Gloria, sí. Aquí, en Roma, es una palabra que oímos continuamente. Y otra que suena mucho es Victoria: es la preferida de los hombres, la que con mayor frecuencia invocan. También tú has debido escucharlas a tus espaldas mientras, inclinada, con las mejillas rojas por el calor, removías el caldero suspendido sobre las llamas con las coles y los nabos de la cena. Tus hijos se habrán reído alguna vez de ti cuando hacían alguna travesura y tú, enfadada, te girabas y hacías ademán de blandir contra ellos el palo de remover el puchero. ¡Claro que se reían! ¿Quién tiene miedo a una mujer? Y menos aún a la que los había amamantado y había pasado noches en vela vigilando su fiebre y se había quitado la comida de su propia boca para alimentarlos.
Seguro que oíste a tus hijos hablar en torno al fuego de sus futuras hazañas, de los muchos guerreros a los que matarían, de cómo harían esclavas a las madres y a las esposas y a las hijas de sus enemigos. Sin entrar en detalles, porque no olvidaban que hasta hacía poco aún les quitabas los mocos de la nariz y sus aspiraciones podrían parecerte ridículas. No te pasaba desapercibido, sin embargo, un brillo en sus ojos, ese brillo lascivo que conociste bien cuando eras joven. No te hacía feliz escucharlos, pese a que aquellas mujeres a las que tus hijos soñaban con someter a su crueldad y sus deseos no serían nunca las mujeres de tu tribu, aquellas que conocías, respetabas y amabas.
¿Qué clase de hombres hemos criado tú y yo? ¿Qué leyes de la guerra han inventado, capaces de regular las reglas del combate y guardar silencio sobre el violar a las mujeres y matarlas? Contemplo tu rostro sin rictus de dolor ni sombra de amargura. Hay paz en él, la misma que relaja tus miembros antes de caer al suelo. Tu rostro y tu cuerpo son los míos, y en ellos leo mi propia impotencia. ¿Qué monstruos hemos parido? ¿En qué clase de bestias convierte la guerra a aquellas criaturas engendradas en nuestros vientres a las que amábamos más que a nosotras mismas?
Contemplo tu muerte, mujer gala, y me pregunto qué gloria, o qué honor, o qué victoria podemos celebrar los romanos por vencer a tu pueblo, si tu marido ha preferido matarte antes que dejarte caer en manos de tus enemigos.
NOTA: Este post me ha sido inspirado por las lectoras que, como carmencmbejar, natàlia senmartì y otras, me expresaron, en sus comentarios del post anterior, que les gustaba y les conmovía mucho esta escultura del Gálata suicida.
* Detalle de la escultura titulada “Gálata suicida”. Museo Nacional Altemps. Roma.
**Detalle del relieve de un sarcófago. Palacio Mattei. Roma.
***Detalle de un relieve en la Plaza del Popolo. Roma.
**** Vista frontal de la escultura titulada “Gálata suicida”. Museo Nacional Altemps. Roma.
Mujeres, guerra, muerte, suicidio
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ResponderEliminarPufff, se me ponen los pelos de punta. Cuántas cosas conllevan las guerras, cuántas imágenes nos evoca tu texto. Genial. Besos.
ResponderEliminar!Ay de los vencidos! ni siquiera
ResponderEliminarrecibirán tierra sobre su sepultura. Formarán sus cadáveres en una pira de hediondo humo que iluminará el terror en las caras de sus hijas. ¡Y ay, de las mujeres de los vencidos! ellas llevarán en sus vientres la semilla del odio y en sus mentes la negrura de la derrota.
Muy buen texto, que conmueve: lo recomiendo en mi blog, con tu permiso.
ResponderEliminarComo ya han dicho...vae victis. De los mejore textos de este gran blog.
ResponderEliminarSaludos, amiga.
Calaste profundo, muy hondo Isabel. "La Esposa del Gálata" es una pieza de antología, un espejo donde se reconoce la Mujer a lo largo de la historia.
ResponderEliminarCon dolor, interrogantes, culpas y desgarros y una honestidad conmovedora.
Me cambiaste el ritmo de la respiración mientras lo leía. Una sucesión de mujeres, de distintas épocas, razas, edades desfilaron como fantasmas, convocadas por tus letras.
Una vez más Muchas Gracias por un trabajo Excepcional, mi Querida Amiga!
Mi abrazo muy Fuerte!
Si, tal como lo recordaba, él la mata y luego se suicida....
ResponderEliminarA mi me hace correr un escalofrío..... tanto la imagen como tu texto.....
Te cuento una anécdota, una vez en Roma, en mi habitación del Hotel, tenían colagada una foto de esta estatua.... Mi querida, tuve que descolgar el cuadro y ponerlo adentro del ropero, para poder dormir...
Un fuerte abrazo
Isabel, haces referencia a mi anterior comentario del gálata agonizante, y es verdad, la una lleva, casi, aparejada a la otra.
ResponderEliminarGracias por mencionarme.
El mensaje eterno, universal sobre las guerras, siempre, es su terrible y ciega brutalidad que alimenta odios. Y en medio de la violencia, la mujer, sujeto activo y pasivo. Lástima que al guerrero
orgulloso no le quedara otra alternativa que la muerte, siempre es mejor la vida, el CARPE DIEM de Horacio, un romano, que al parecer no era tan brutal como sus hermanos, por lo menos nos dejó poemas eternos y bellos.
!Ah! Roma, cuanta sangre se derrama por culpa de los imperios, aquel y el de ahora.
!Salves! hasta siempre, natalí
P.D: Agradecida por leerme, con lo que dices me animas mucho.
PD tu texto, está magnificamente escrito.... sólo que emana tonelas de dolor...
ResponderEliminarQue tremendo, madame. Una escena terrible, y sin embargo tantas veces repetida. No solo los guerreros son las victimas de las guerras, no; hay horror para todos.
ResponderEliminarPrecioso su texto. Expresa muchisimo, y de forma maravillosa.
Bisous
Tristes guerras... Siempre las mujeres contemplando el horror y perdiendo a sus seres queridos, y desgarrándose.Un texto magnífico, como siempre.Un placer querida Isabel
ResponderEliminarUn homenaje que tiene ribetes heroícos y dolorosos. Y, obviamente, muy bien escrito.Abrazos.
ResponderEliminarEs triste. Como quemar el grano de los silos, volar la munición de los polvorines... acabar con lo que consideras tuyo antes de que caiga en manos enemigas. Tristes guerras, tristes vencidos y tristes mujeres, un poco más perdidas que los hombres en medio de las guerras. El pensamiento del hijo como soldado que ataca a otras madres es muy dramático en el mejor sentido de la palabra. Muy eficaz.
ResponderEliminarBesos, Isabel, enhorabuena por el texto.
Las mujeres somos las eternas sufridoras, las que vemos partir a los hijos y los maridos a la guerra, algunos no volverán. Pero, ¿quién se quedaba?, ¿quién los lloraba?, ¿quién sufría envejeciendo, contemplando en la soledad los rostros amados que ya no estaban? Eramos consideradas una mera máquina de parir héroes, soldados para defender el Imperio y la gloria, pero mientras tanto esos atlantes eran niños que jugaban a nuestro alrededor, sangre de nuestra sangre.
ResponderEliminarBravo por la entrda: un verdadero canto a la mujer dentro de la sociedad guerrera.
Como te dije, me conmueve esa escultura, esa mirada perdida de la mujer muerta, con los ojos aún contemplando el desastre de un pueblo y el de su propia familia. Víctima de una guerra siempre injusta.
Besos
Hay un edificio en Berlín llamado Neue Mache,en Unter den Linden, que actualmente es el Monumento nacional para las víctimas de la guerra y de la tiranía de todo el Mundo.
ResponderEliminarEn el interior está la reproducción de la escultura Madre con hijo muerto de Käthe Kollwitz, que se ubica en el centro de un espacio, abierto al modo del Panteón, con un enorme círculo abierto por el que entra el sol o la lluvia. Al leer tu precioso texto me ha venido a la memoria esa imagen, que también me conmovió.
Besos
Es doloroso pensar que somos quienes parimos a los que irán a matar a los hijos de otras y que también serán víctimas de la guerra. Fue verdad en Roma, y lo es ahora. La condición de mujer nos debería hacer más fácil el ver a nuestros hijos muriendo en guerras, inclusive ajenas. Me emocionó tu relato. Besos.
ResponderEliminar¡Qué texto tan hermoso, Isabel! Creo que es difícil expresar mejor el sentimiento de amarga impotencia y soledad que acompaña a las mujeres, las eternas víctimas olvidadas en las guerras que, curiosamente además, son las que más daño reciben.
ResponderEliminarTriste, triste destino el de la mujer, tantas veces sometida y a tantos caprichos guerreros. El texto es de erizar la piel entera. Un homenaje a las mujeres, dadoras de vida que la ven segada tantas veces, vencidas por la brutalidad, los deseos absurdos desde sus hijos de dominación. Un viaje a las entrañas de la vida, al espíritu de la mujer, sea del bando que sea.
ResponderEliminar¡Qué maravilla!, ¡qué tristeza profunda la explicación final! Esa escultura que habla y que derrama sangre es profundamente conmovedora.
Conmoción con esta entrada. Bella voz femenina la tuya, querida Isabel, eres muy grande. Besitos.
Desafortunadamente la historia es la historia de la guerra, y sus horrores a pesar de que se repiten una y otra vez, la humanidad no vacila cuando tiene que recurrir de nuevo a ellos. Uno de esos horrores es el suicidio como recurso de guerra o la inmolación. El dramatismo crece dependiendo del invasor o del defensor o de los ejércitos de liberación dando carácter a la misma guerra de justa o injusta. La guerra de por sí es deshumanizante y dependiendo del rol que se tenga en ella se desarrollan los posibles niveles de crueldad. La misma historia y el presente muestra ejemplos de mujeres guerreras aplicando métodos con justa razón o sin ella de suma crueldad.
ResponderEliminarIsabel Romana recrea un acto dramático de guerra que pone punto a la construcción de de muchas vidas representado en la magistral escultura desde hace más de 1500 años!
Es la porfía del artista, si la crueldad tiene esa capacidad de repetirse, el arte debe tener el doble o mucho más esa capacidad. No importa que el esfuerzo sea mayor, es lo imperioso de la afirmación de esta vida.
Vibrante tu escrito Isabel, lo que hace seguirte al pie de la letra, sólo lo que se escribe con pasión merece oírse.
Un fuerte abrazo escritora!!!
Contundente y rotunda historia.Pasaba por tu blog para agradecerte la visita y tu comentario y he quedado maravillada.
ResponderEliminarSu historia me recuerda a las dolorosas Troyanas (el dolor de Hécuba, la sufriente Andrómaca, la desesperada Cassandra), de quienes se dice descienden los fundadores de Roma. Lo más triste es que en nada hemos cambiado, allí lo lamentable. El dolor, su pasión al escribir, la imagen, me sobrepasan. Quedo sin palabras ante las suyas
Te superas en cada artículo que publicas.
ResponderEliminarPasaré más tarde a releerlo ahora me voy con la sensación conocida de las perdedoras, he conocido personalmente a muchas de ellas.
No sé si darte las gracias sencillamente o intentar componer algo.
¡¡¡Qué gran canto a la mujer!!! Fue un placer leer esta entrada.
ResponderEliminarGracias y bicos
Hola, estoy de viaje y no tengo todo el tiempo que deseo para mis visitas.
ResponderEliminarDejo este mensaje para decir presente.
Abrazos
MentesSueltas
Es doloroso y triste este relato, pero fiel a la realidad del dolor brutal en las guerras.
ResponderEliminarUn beso.
Soledad.
Conocia la estatua en fotos por supuesto, pero le has puesto un testo magistral, triste, bello, conmovedor, el retrato de una anodina madre mas, que de golpe pasa a ser victima. Las eternas victimas de las guerras, junto con sus hijos.
ResponderEliminarAunque no lo creas, por aqui, tuvimos un idiota que se hace llamar periodista, que publico una nota llamada Odio, que decia que oidaba a todas las mujeres (supongo que incluia a su madre porque solo se salvaba un buen culo que habia visto por ahi) porque 'Uds. nos han enviado a todas las guerras'. En ese entonces el blog mio era nuevo, pero tambien envie el texto a la radio y a cuantomedio encontre, algunos lo publicaron, publicaciones gay (la derecha hizo mutis por el foro) pero en la radio le pusieron dos damas, una mas inteligente que la otra que apenas si le dejaban meter baza y de a poco, afortunadamente perdio su espacio.
Ahora tiene un blog de pago en un diario, vere de enviarle tu texto como comentario, para que vea que tan tonta no somos y no nos olvidamos facilmente de cuanto ha sucedido en este mundo.
Las guerras son horribles y dolorosas. Y tú lo has expresado muy bien (igual que el escultor, por cierto).
ResponderEliminarBesos.
"...¿En qué clase de bestias convierte la guerra a aquellas criaturas engendradas en nuestros vientres a las que amábamos más que a nosotras mismas?..."
ResponderEliminarEstremecedor, amiga.
Un enorme abrazo.
Tu texto ha pintado la escultura con palabras...
ResponderEliminarUn abrazo
La guerra y su horror que nos arrastra, en todas las cukturas, en todas las épocas... un sufrimiento inmortal... eterno.
ResponderEliminarExcelentes letras.
Abrazos!!
Siempre he pensado que en las guerras no hay vencedores.
ResponderEliminarSe pueden conseguir cosas con las guerras, cosas materiales, sin embargo todas las personas son del bando de los vencidos.
Qué maravilla de texto!
Un beso
Lala
Cuanto dolor puede llegar a albergar una madre! has descrito magistralmente las consecuencias silentes de la guerra.
ResponderEliminarEnhorabuena Isabel.
Cuanta tristeza me han dejado estas palabras... :(
ResponderEliminarY cuantos sentimientos encontrados tambièn se me plantaron en una pregunta: "¿Qué clase de hombres hemos criado tú y yo?"
P.D.:ISABEL querida,que poco se sabe del desempeño de las mujeres en las guerras y sin embargo cuan importante ha sido!!
TE DEJO BESINES ♣
... Y que todavia exista gente que sigue pregonando la necesidad de las guerras ...
ResponderEliminarLeyendo cosas como esta, uno no puede sino pensar...
Un abrazo, amiga
"Si vis pacem, para bellum"
ResponderEliminar...pero si hasta Cupido usa armas...para el amor
nada como una buena raja en la falda y otra en el escote para buscar guerra.
Vayamos a la guerra para que haya paz.
ESTE ES EL GRAN PROBLEMA DE LAS GUERRAS SIEMPRE AHÍ VENCEDORES Y VENCIDOS, TODO DEPENDE HACIA DONDE SE INCLINE LA BLANZA...
ResponderEliminarUNA VEZ MÁS UNA DISCRIPCIÓN EXTRAORDINARIA AMIGA ISABEL.
TE DEJO COMO TARJETA DE PRESENTACIÓN UN ABRAZO DE ALEGRÍAS Y ESPERANZAS PARA QUE LAS DISFRUTES DURANTE LA SEMANA.
Y UN BESO TAMBIÉN PARA TI.
Los horrores de los que somos capaces los seres humanos son ilimitados ys e justifican de acuerdo a la moral, que es perfectamente elástica para ajustarse a ellos. A veces...
ResponderEliminarQué genia eres, qué relato tan estremecedor, la carne de gallina. Es el sino de las mujeres...
ResponderEliminarQuerida Isabel. No tuve ocasión el pasado domingo de agradecerte tu inestimable colaboración, y la de tu encantador esposo. Si hubiera más como vosotros, algunas cosas no sucederínan. Gracias, gracias y hasta pronto.
ResponderEliminarEn verdad, que atrocidades nos hace cometer la guerra, aquélla a la que nos dirigimos queriendo ser héroes y solo nos convierte en miserables.
ResponderEliminarSaludos
¡Qué Texto más emotivo y sentido el tuyo..La mujer víctima y genitora de futuros soldados que a su vez harán sufrir y mataran a otras mujeres..
ResponderEliminarMe ha emocionado.. y mucho..
Besos, mi Romana, muchos..
No sé si soy una ilusa, pero sigo pensando que tenemos algo enorme por hacer mientras removemos el puchero.
ResponderEliminarMil besos, me encantan los ratitos en los que me encuentro contigo.
Me ha gustado mucho, Isabel. Y me ha dado la idea que me faltaba para redondear el último relato de los mares del sur.
ResponderEliminarSaludos
Una prosa muy bien escogida y pletórica de sentimiento, para este alegato en favor de las mujeres que son injusta y cruelmente sacrificadas durante las guerras. Escribes como sólo una mujer puede hacerlo: con el corazón, dejando traslucir la emotividad. Me ha encantado. Un besote.
ResponderEliminarEs la primera vez que entro a tu blog y descubro una prosa que me atrapa. Además, todo lo que hable de grandes mujeres me fascina. Hermoso post!!!
ResponderEliminarSaludos!!!
No me asusta que clases de monstruos se crían que les muta la Guerra... pero si me aterroriza los que criamos para enfrentarse a la vida...
ResponderEliminarPrecioso Isabel, aún cuando mi comentario se salga de contexto,es que es mucho más amplio lo qeu dices, o al menos lo es para mi al ver como duelen esas heridas.