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- ¿Habláis del banquete? – pregunta Kostas acomodándose en la sombra –. Yo estuve en la cocina ese día.
- ¡La primera noticia que tengo! – le contesto, más picada aún.
- Me llamó Sofonisba – aclara, a la defensiva –. Hicimos amistad cuando cortó la piel de toro y yo trencé la cuerda de prueba. ¡Mira que era alegre…! En cambio esa mañana, si alguien echaba más humo que los fogones, esa era la cocinera de la reina. Fíjate lo que te digo, señora Imilce: no he estado nunca en un campo de batalla, pero esa cocina debía asemejársele bastante. Había un jaleo enorme en el patio, donde estaban matando y desplumando pollos y entre los cacareos y los berridos de los cabritos era para volverse loco… Me impresionó. Y dentro, los pinches gritaban y se empujaban yendo de un lado a otro. ¿Te imaginas decenas de cuchillos moviéndose en el aire para desollar, trocear, picar, mondar…? Era un prodigio que no se hiriesen unos a otros con tantas apreturas, o que no se escaldaran con el agua hirviendo, o no se les prendieran las ropas con las chispas que saltaban al avivar la lumbre. Cada cual pedía a gritos más leña, más harina o un mortero, y no parecía que hubiera forma de entenderse. Sin embargo allí en medio, dando órdenes como un general, estaba Sofonisba. Cuando entré, me agarró del brazo y me arrastró a un rincón de la despensa, como si fuéramos a buscar algo. Y entonces se echó a llorar.
- “Es el primer banquete que preparo” – me dijo – “y no pienso dejar en mal lugar a la reina ni consentiré a nadie poner en cuestión mi oficio. ¡Pero hacerlo con estas prisas y en estas condiciones…!”
- Figúrate, yo era un mocoso y como no sabía qué decirle, la abracé muy fuerte. Ella me estrujó contra su pecho y enseguida se calmó. Se limpió la cara, me dijo en voz alta que le faltaban piñones para la salsa del pollo y me encargó ir a pedírselos a la noble Diana. Y entonces, al volverse, empujó con el codo una cazuela de barro colocada sobre un estante y fue a caer justo encima de una gran ánfora de vino. El golpe la reventó y el vino salpicó por todas partes. ¡Menudo sobresalto! A mí me parecía un desastre, pero Sofonisba se puso a reír y se extendió por los brazos y la cara las gotas de vino diciendo que le traería buena suerte. (…)”
Fragmento de la novela “Dido reina de Cartago”.
El personaje de Sofonisba lo encarno´ Charo Marco; el del cordelero Kostas , Kostas Kamaki.
* y **Detalles de un relieve. Museo Massimo alle Terme. Roma.
*** Detalle de un relieve. Museos Capitolinos. Roma.
****Un árbol en flor en Valencia.
Queridos amigos, gracias por la paciencia que teneis conmigo estos dias de agitacion para mi. Y, para colmo, el ordenador no me saca los acentos... Besos a todos,
ResponderEliminarNi te preocupes, querida amiga, céntrate en el libro y, después se recuperarán hasta los acentos :-)
ResponderEliminarUn abrazo.
muy bien...besos.
ResponderEliminarNo importan los acentos, importa la perfección en la narración. Me metiste en la cocina y en los nervios de la cocinera...si tu pones todo eso, los acentos puedo ponerlos yo. Gracias.
ResponderEliminarMadame, espero que no falte mucho para que podamos tener en nuestras manos la obra completa.
ResponderEliminarMe siento como cuando era niña y esperaba los regalos de reyes!
Buenas noches, madame
Bisous
¡Si esto va a ser el banquete, imaginen la fiesta después!
ResponderEliminarDeseo lo mejor para tí Isabel
ResponderEliminaren esta gran aventura del libro!
Muchos saludos
Adal
firmé mal...
ResponderEliminarSoy el...
SACERDOTE DE HÉRCULES
Tengo la impresión de que tú también estás nerviosa ante el próximo banquete, digo presentación. No sufras por nosotros. Un buen vino, como tú tan bien relatas, siempre es un remedio excelente y seguro que será motivo de suerte y éxito.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Precioso fragmento. ¡Qué hermoso encontrarse en estado de gracia literario!
ResponderEliminarUhhh, ese banquete semeja la vida misma, en un estado de disfrute y de exaltación como el que te debe embargar. Comparemos los acentos al vino ¡buena suerte! los preludios del éxito: no está mal dejar el lugar de la imperfección, ya sabes que ocurre con los dioses.
ResponderEliminarUn abrazo en medio del frenesí, ¡fuerte, fuerte, amiga!!!
Ya nos metimos de lleno en estos bellos preparativos, que emoción!!!
ResponderEliminarQue gusto leerte, Isabel!
Un abrazo y una danza!
Ximena
Ufff...siempre me he preguntado cómo se puede hacer comida para tanta gente! Se me ocuren las bodas o los hoteles grandes...
ResponderEliminarImagino el trajín en esa cocina, y más siendo la primera vez que la cocinera se hace cargo de un banquete, jajaja, seguro que apretujó al pobre niño hasta asfixiarlo, jajaja! Los nervios...
No te preocupes por las tildes!
Me pasa mucho al redactar los mails y me pongo negra, pero bueno, nos entendemos ;)
Un besito
Lala
Tranquila, estas disculpada.
ResponderEliminarPor cierto: te auguro un exito rotundo...!
Besos.
Amiga Isabel,
ResponderEliminarDa gusto ver cómo les das vida a los personajes de Virgilio. Le auguro un gran éxito a esa "Dido, reina de Cartago". Estoy seguro de que, después de leer tu libro, a todos nos entrarán ganas de aprender algo de Púnico, para poder comprender en su integridad los pocos fragmentos en Lengua Púnica que nos ha transmitido Plauto en su "Poenulus" (El Cartaginés).
Un beso, y buena suerte con el libro,
Antonio
Querida isabel, tu muy tranquila que los acetos te los pongo yo,seré buena y en vez de un saco de besos te mando uno repleto de acentos.Un acento muy fuerte Proserpina
ResponderEliminar¿No es maravilloso que alguien expanda la historia de una civilización de la que lamento tantos libros que se perdieron, empezando por los de Tácito o el propio Claudio y Tito Livio, por ejemplo? Leyéndola a usted me parece que un escritor desconocido de la antigüedad hubiera llegado a mis manos.
ResponderEliminarGracias a tí, Isabel por estos adelantos de lo que será una pequeña obra de arte.. en cuanto a los acentos, en mi caso, no necesito del ordenador para dejarlos.. ;-)
ResponderEliminarMuchos besos!
!Que ganas de tenerla en mis manos y volverla a leer pasando las páginas!
ResponderEliminarUn abrazo
Pensandolo bien, deberiamos haber metido en la narracion un medico o cirujano (dos cosas distintas en la epoca) y mostrar un poco como curaban en la epoca; asi le sacabamos el polvo a los libros de medicina historia de mi primo Albert (el hijo de Robinson y sobrino de Nelson, para que te ubiques) y ya que estabamos, meterle una escena epica de una cirugia a la luz de las velas o bajo el sol del desierto. En esos tiempos la gente era civilizada y usaba anestesicos como los dioses mandaban, tenian a los mejores medicos de la antiguedad -los egipcios- que le plantaban cara hasta el cancer, lo unico que los complicaba era una infeccion. todo esto a cuento que como estan las cosas: te lo graficare asi.
ResponderEliminarComo en esta familia nadie puede permitir que uno se destaque mas que el otro, mi madre habia reservado quirofano para antes que yo, pero se le complicaron las cosas, y ahora ambos andamos con atrasos de nuevas pruebas, contrapruebas y ya nos falta un CSI! Asi que madre e hija estamos en medio de lo mejor de un ataque de CAPREQ (Cagazo pre quirurgico) no sera muy literario pero real.
Quièn podrìa resistirse a hacer tanto alboroto justamente en los preparativos de un banquete,no??
ResponderEliminarjajajajajajajaj
P.D.:Amiga mìa,espero en estos dìas de gracia para tì,la puntuaciòn es lo de menos porque todo se te perdona!! :)
TE DEJO MI AFECTO,SIEMPRE ♣
Normal, la presion de no olvidar nada en las correcciones y dejarlo todo lo mejor posible, absorve mucho tiempo. No te preocupes, Isabel, y centrate en el libro.
ResponderEliminarSalud
Un relato magnífico que nos permitió estar presentes, escuchando el recuerdo de los preparativos del banquete!!!
ResponderEliminarAbrazos!!
te veo querida Isabel como la cocinera y sus deseos de suerte, yo tomare ese vino ,brindare por ti....te abrazo
ResponderEliminar¿Sirven para algo los acentos?
ResponderEliminarYo cojo un puñadito, los lanzo al aire y allí donde caen se quedan.
Seguro que el libro queda una maravilla.
Un abrazo
Me ha gustado mucho; me ha encantado. Tu estilo es floido y agil. El libro debe ser un joya.
ResponderEliminarUn abrazo.
!Qué importa un acento de más o de menos! Lo que importa de verdad es ese guiso sabroso, especiado al estilo oriental con toques de Cartago, que estás preparando.
ResponderEliminarYa quiero saborearlo en el paladar.
¿Cómo será Dido? ¿Y Eneas?
¿Sabes que escribí una novela en la cual sale Eneas? "La paz de Troya", conozco a ese bribón seductor.
Suerte y !salves! Isabel, natalí
Qué bonito...
ResponderEliminarLos acentos son lo de menos, lo importante es a dónde nos transportan tus relatos. Me salpicó el vino y todo... besos.
ResponderEliminarUn texto que lo seguí con mucha pasión. Que los dioses te sean propicios, amiga mía. Abrazos.
ResponderEliminarPaciencia? No! leerte siempre es un placer!
ResponderEliminarAsí fue como está descrito, pero se me olvidó decirte, que llevé durante todo el día el olor y el color a ese delicioso vino en mi ropa y las carcajadas de Sofonisba, así como sus aspavientos de alegría, no se me fueron de la cabeza en esa jornada, e incluso se metieron en mis sueños durante varios días. Sólo comprendí su entusiasmo, después de haberse celebrado tan fastuoso banquete.
ResponderEliminarNobleza obliga confear, que cuando pusiste el link a la pagina de Charo a ver el menu (sin meter los dedos en los platos, dijiste) y ver semejante cantidad de comida, ante sugerencia, luego publico una entrada con los medios de la epoca para calmar estomagos defondados, higados izando bandera blanca, intestinos estallando, resacas mounstruosas y demas excesos dela comilona.
ResponderEliminarhola, Isabel,
ResponderEliminarsiempre siguiendo tus textos.
esta vez quiero dejarte este enlace que seguro te va a interesar:
http://www.thehistoryblog.com/archives/3284
Estupendo fragmento, parece que estuviera en medio de los preparativos del banquete. Y chapeau por Sofonisba, que lo sacará adelante cum laude.
ResponderEliminarBesos, Isabel
Tranquilidad,querida amiga,unas gotitas de vino en la cara y fortuna estará contigo.También yo me colé en la cocina.Fabuloso relato. Permanezco expectante.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un fragmento magnífico.
ResponderEliminarQue maravilla Isabel, re leer la historia me trae aromas y recuerdos inmensos...
ResponderEliminarmiles de besos para ti!!
Dido hizo olvidar por un tiempo el olor a muerte de Troya. Tus relatos son siempre para mí un oasis de otros tiempos, más hermosos que éstos.
ResponderEliminarGracias por compartir tu imaginación y tu cultura.
Me gustan esas enormes cocinas palaciegas, plagadas de utensilios, chimeneas y fogones. Las imagino repletas de alimentos y olores.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es increíble como un hecho puntual, que quizás pudiera interpretarse con otro sentido, nos pone los pies en la tierra, y nos da alas, y nos da el empuje que parecía que hubiéramos perdido.
ResponderEliminar¡¡Venga Isabel!!, aplícate concienzudamente sobre tu piel todo ese vino ;)
Hola, mi querida isabel, perdona mi demora por acudir a visitarte, pero estos días ni tiempo he tenido para entrar. Y mira por donde que estaba también leyendo a ratos tu versión de Dido y Eneas ya publicada con anterioridad y ahora tu nueva entrada versa sobre el banquete que Dido le ofrece a Eneas y esa Sofonisbo que intenta, nerviosa y azorada, procurar un buen ágape digno de su señora. Un besote fuerte.
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