Al oír los gritos de sus amigas, Rea Silvia salió de su estado de estupor. Se incorporó y la invadió una oleada de pánico, una angustia que le brotaba del vientre y trepaba hasta su garganta, atenazándola. Le temblaba todo el cuerpo, la cabeza le daba vueltas y retumbaba con los latidos de su corazón. El estómago se le contrajo por una arcada y la hizo doblarse con violencia. Desanudada, se deslizó hasta el suelo la cinta que le sujetaba el cabello como signo de virginidad.
En un instante Énule estuvo junto a ella, la obligó a tumbarse de lado y encoger las piernas. Las lágrimas corrían por las mejillas de Rea humediendo la tierra dura. Tuccia se quitó su manto y la tapó, pero la vestal seguía estremeciéndose y gimiendo, de su garganta brotaban lamentos más lastimeros y agudos que los del viento que soplaba frío entre los árboles y rizaba en diminutas ondas el agua de la fuente. Se tumbó Palantea a su lado y la abrazó por la espalda para darle calor y tranquilizarla, mientras las demás, a su alrededor, la contemplaban con zozobra y compasión. Pasó un tiempo interminable hasta que, poco a poco, cedieron sus sollozos. Giró el rostro y miró a sus amigas.
- Me ha pasado una cosa horrible – les dijo con los ojos húmedos –. Tengo miedo, muchísimo miedo
- Cálmate ahora y luego nos contarás qué ha sucedido – respondió Énule. La ayudó a incorporarse y a ponerse la túnica que había quedado abandonada en el suelo. Amnesis le trajo un poco de agua de la fuente y la hizo beber. Finalmente la doncella Tuccia la peinó y le limpió la cara con una punta de su propia capa humedecida. El sentirse rodeada de amigas tan solícitas, conmocionó aún más a Rea.
- Deberíais apartaros de mí – dijo sin mirarlas –, porque soy indigna de vuestra amistad.
Se levantó un coro de protestas. ¿Cómo se le ocurría decir una barbaridad semejante? Debía quitarse esa idea absurda de la cabeza. Ella era la criatura más dulce y honesta que habían conocido nunca. Y nada de lo que hubiera ocurrido cambiaría esa realidad. Lo mejor era que confiara en ellas, que se desahogase y ya vería cómo las cosas no eran tan graves como pensaba.
- Ha sido extraño y terrible – dijo Rea Silvia por fin –. No sé si acertaré a explicarlo… Tenía mucho calor cuando he llegado aquí y, como no había nadie, me he quitado la ropa y me he metido en la fuente. He visto reflejado en el agua a un muchacho resplandeciente, hermosísimo, y me he girado rápidamente, pero estaba yo sola. Asustada, he corrido hacia la orilla para taparme… Debería haber huido, correr a buscaros, pero no tenía fuerza, las piernas no me sostenían y, aún no sé cómo, me ha invadido el sopor…
- ¡No es tan grave dormir a la orilla de una fuente, como los corderitos! – dijo Palantea con voz cantarina para restar dramatismo al momento.
Las lágrimas volvieron a aflorar en los ojos de Rea Silvia. Otra vez sus hombros y su espalda se estremecieron sacudidos por los sollozos mientras se cubría la cara con las manos. Énule hizo gesto a las demás para que callasen. No le había pasado desapercibido el estado que presentaba Rea cuando la habían encontrado. Sus pezones estaban erectos, el pecho y el vientre de un color rosado que ella, por su dedicación a curar dolencias de todo tipo y en especial las que afectaban a las mujeres, conocía muy bien. Incluso el rostro parecía cambiado. Había examinado discretamente el suelo: una mancha rojiza teñía la tierra cerca de donde había estado el pubis de la vestal. Ésta se enjugó las lágrimas.
- He visto otra vez al joven radiante, pero ya no sé si fue durante el sueño o después; si era real o una visión o una pesadilla… ¡Ay, todo es muy confuso! Me miraba, inclinado sobre mí. No tengas miedo, me ha dicho, porque te has unido a la divinidad y de ti nacerán dos varones superiores a los demás hombres en ímpetu guerrero y en valor. Y he dejado de verlo. Pero sus palabras me aterrorizan. Estoy dolorida y revuelta… Eso significa… Quiere decir que ha abusado de mi cuerpo…
Las mujeres, sentadas y arrodilladas a su alrededor, contenían la respiración. Una le sujetaba las manos, otra le protegía la espalda con su brazo, unos dedos acariciaban su cabello. Énule había trazado con una piedra un círculo en el suelo que las comprendía a todas. Juntas formaban un escudo de fuerza y de protección frente a la hostilidad exterior. Estaba en peligro la vida de Rea Silvia. Su castidad afectaba y comprometía a toda la comunidad y el haber sido mancillada, aunque de manera involuntaria, constituía un sacrilegio que ofendía a Vesta y sólo podía expiarse con la muerte.
- ¿Con qué males nos castigará Vesta? ¿Qué pensaran los albanos de mí, cuando conozcan mi crimen? Despidámonos ahora, amigas mías, para que no os alcance mi vergüenza… Ay, ¿qué hado ha puesto a una perra herida en mi camino, pues para salvarla a ella yo misma he quedado expuesta al estupro y a una muerte prematura y vergonzosa?
- Jamás renegaremos de ti – respondió Tuccia.
- Tu secreto está seguro con nosotras – añadió con energía Énule, levantándole el rostro por la barbilla y haciendo que la mirase a los ojos –. No dirás ni una palabra a nadie. Debes ser cauta y no precipitarte, sino dejar obrar al tiempo… Aleja de ti la tristeza y el pesar, Rea: si has ofendido a la madre Vesta, ha sido por causa de otra divinidad, no por deseo ni negligencia tuya. Contén las lágrimas y sonríe, para que nadie se fije en ti o sospeche que te ha ocurrido algo. ¿Has purificado los instrumentos del sacrificio? En tal caso, que sea Palantea quien lo haga, puesto que es virgen aún. Ve dictándole tú las fórmulas necesarias.
Y así, en un momento Rea Silvia y Palantea se miraron a través del reflejo en el agua de la fuente, las cabezas unidas, mientras la pastorcilla limpiaba de sangre el cuchillo sacrificial y repetía las palabras rituales que la vestal pronunciaba cerca de su oído. Se sintieron como aquel día en que Rea se había disfrazado de pastora y entre las dos lograron burlar a los asesinos que la perseguían. No habían hablado de ello desde el pasado invierno, cuando murió la vieja Espórtula y fueron a su cabaña a honrarla. Habían recordado entonces aquella noche pasada en la cueva donde la anciana dibujaba cada día el rostro de su amado. Rea se había sentido triste, pues como vestal jamás podría tener un amado. Ahora le rondaba de nuevo la muerte y no parecía factible eludirla. De los rostros de ambas cayeron al agua lágrimas.
En un instante Énule estuvo junto a ella, la obligó a tumbarse de lado y encoger las piernas. Las lágrimas corrían por las mejillas de Rea humediendo la tierra dura. Tuccia se quitó su manto y la tapó, pero la vestal seguía estremeciéndose y gimiendo, de su garganta brotaban lamentos más lastimeros y agudos que los del viento que soplaba frío entre los árboles y rizaba en diminutas ondas el agua de la fuente. Se tumbó Palantea a su lado y la abrazó por la espalda para darle calor y tranquilizarla, mientras las demás, a su alrededor, la contemplaban con zozobra y compasión. Pasó un tiempo interminable hasta que, poco a poco, cedieron sus sollozos. Giró el rostro y miró a sus amigas.
- Me ha pasado una cosa horrible – les dijo con los ojos húmedos –. Tengo miedo, muchísimo miedo
- Cálmate ahora y luego nos contarás qué ha sucedido – respondió Énule. La ayudó a incorporarse y a ponerse la túnica que había quedado abandonada en el suelo. Amnesis le trajo un poco de agua de la fuente y la hizo beber. Finalmente la doncella Tuccia la peinó y le limpió la cara con una punta de su propia capa humedecida. El sentirse rodeada de amigas tan solícitas, conmocionó aún más a Rea.
- Deberíais apartaros de mí – dijo sin mirarlas –, porque soy indigna de vuestra amistad.
Se levantó un coro de protestas. ¿Cómo se le ocurría decir una barbaridad semejante? Debía quitarse esa idea absurda de la cabeza. Ella era la criatura más dulce y honesta que habían conocido nunca. Y nada de lo que hubiera ocurrido cambiaría esa realidad. Lo mejor era que confiara en ellas, que se desahogase y ya vería cómo las cosas no eran tan graves como pensaba.
- Ha sido extraño y terrible – dijo Rea Silvia por fin –. No sé si acertaré a explicarlo… Tenía mucho calor cuando he llegado aquí y, como no había nadie, me he quitado la ropa y me he metido en la fuente. He visto reflejado en el agua a un muchacho resplandeciente, hermosísimo, y me he girado rápidamente, pero estaba yo sola. Asustada, he corrido hacia la orilla para taparme… Debería haber huido, correr a buscaros, pero no tenía fuerza, las piernas no me sostenían y, aún no sé cómo, me ha invadido el sopor…
- ¡No es tan grave dormir a la orilla de una fuente, como los corderitos! – dijo Palantea con voz cantarina para restar dramatismo al momento.
Las lágrimas volvieron a aflorar en los ojos de Rea Silvia. Otra vez sus hombros y su espalda se estremecieron sacudidos por los sollozos mientras se cubría la cara con las manos. Énule hizo gesto a las demás para que callasen. No le había pasado desapercibido el estado que presentaba Rea cuando la habían encontrado. Sus pezones estaban erectos, el pecho y el vientre de un color rosado que ella, por su dedicación a curar dolencias de todo tipo y en especial las que afectaban a las mujeres, conocía muy bien. Incluso el rostro parecía cambiado. Había examinado discretamente el suelo: una mancha rojiza teñía la tierra cerca de donde había estado el pubis de la vestal. Ésta se enjugó las lágrimas.
- He visto otra vez al joven radiante, pero ya no sé si fue durante el sueño o después; si era real o una visión o una pesadilla… ¡Ay, todo es muy confuso! Me miraba, inclinado sobre mí. No tengas miedo, me ha dicho, porque te has unido a la divinidad y de ti nacerán dos varones superiores a los demás hombres en ímpetu guerrero y en valor. Y he dejado de verlo. Pero sus palabras me aterrorizan. Estoy dolorida y revuelta… Eso significa… Quiere decir que ha abusado de mi cuerpo…
Las mujeres, sentadas y arrodilladas a su alrededor, contenían la respiración. Una le sujetaba las manos, otra le protegía la espalda con su brazo, unos dedos acariciaban su cabello. Énule había trazado con una piedra un círculo en el suelo que las comprendía a todas. Juntas formaban un escudo de fuerza y de protección frente a la hostilidad exterior. Estaba en peligro la vida de Rea Silvia. Su castidad afectaba y comprometía a toda la comunidad y el haber sido mancillada, aunque de manera involuntaria, constituía un sacrilegio que ofendía a Vesta y sólo podía expiarse con la muerte.
- ¿Con qué males nos castigará Vesta? ¿Qué pensaran los albanos de mí, cuando conozcan mi crimen? Despidámonos ahora, amigas mías, para que no os alcance mi vergüenza… Ay, ¿qué hado ha puesto a una perra herida en mi camino, pues para salvarla a ella yo misma he quedado expuesta al estupro y a una muerte prematura y vergonzosa?
- Jamás renegaremos de ti – respondió Tuccia.
- Tu secreto está seguro con nosotras – añadió con energía Énule, levantándole el rostro por la barbilla y haciendo que la mirase a los ojos –. No dirás ni una palabra a nadie. Debes ser cauta y no precipitarte, sino dejar obrar al tiempo… Aleja de ti la tristeza y el pesar, Rea: si has ofendido a la madre Vesta, ha sido por causa de otra divinidad, no por deseo ni negligencia tuya. Contén las lágrimas y sonríe, para que nadie se fije en ti o sospeche que te ha ocurrido algo. ¿Has purificado los instrumentos del sacrificio? En tal caso, que sea Palantea quien lo haga, puesto que es virgen aún. Ve dictándole tú las fórmulas necesarias.
Y así, en un momento Rea Silvia y Palantea se miraron a través del reflejo en el agua de la fuente, las cabezas unidas, mientras la pastorcilla limpiaba de sangre el cuchillo sacrificial y repetía las palabras rituales que la vestal pronunciaba cerca de su oído. Se sintieron como aquel día en que Rea se había disfrazado de pastora y entre las dos lograron burlar a los asesinos que la perseguían. No habían hablado de ello desde el pasado invierno, cuando murió la vieja Espórtula y fueron a su cabaña a honrarla. Habían recordado entonces aquella noche pasada en la cueva donde la anciana dibujaba cada día el rostro de su amado. Rea se había sentido triste, pues como vestal jamás podría tener un amado. Ahora le rondaba de nuevo la muerte y no parecía factible eludirla. De los rostros de ambas cayeron al agua lágrimas.
¡Con cuánta frecuencia los humanos vivimos experiencias de difícil comprensión! Entonces nos asalta la desazón y el desánimo, nos hundimos en las oscuridades del alma y vagamos por laberintos en cuyos angostos recovecos nos sentimos abandonados por los dioses. Mucho más dura se torna esa vivencia cuando debemos responder de nuestra conducta ante los demás, explicarles que no ha sido fruto de nuestra voluntad, sino que obedecía a la de los dioses y sus secretos designios. Las mujeres aún sufrimos más por ello, pues estando sujetas a las leyes de los hombres y siendo éstas muy severas hacia las de nuestro sexo, nuestras faltas, aunque sean involuntarias, resultan agravadas por la desconfianza y la lacra el deshonor.
Cuánto padecería Rea Silvia, violentada por un dios, mientras su cuerpo estaba consagrado a una diosa. En ese triángulo con dos vértices divinos, ella era la única humana, la única vulnerable y frágil, receptáculo y sangre para una nueva estirpe a costa del sacrilegio, víctima propiciatoria para recuperar el favor de Vesta. Y así, su corazón se anegaba de angustia, le pesaba como un fardo de plomo y no alcanzaba a comprender. ¿Acaso un niño de dos años puede explicar cómo se construye un acueducto? Pues respecto de los dioses, nosotros somos más ignorantes que un recién nacido.
Con ese lastre regresó Rea Silvia al santuario de Júpiter Latiaris tras salir del bosque sagrado de Marte. En él dejaba su virginidad y se llevaba, a cambio, todo el dolor y toda la incertidumbre de las mujeres del mundo.
Cuánto padecería Rea Silvia, violentada por un dios, mientras su cuerpo estaba consagrado a una diosa. En ese triángulo con dos vértices divinos, ella era la única humana, la única vulnerable y frágil, receptáculo y sangre para una nueva estirpe a costa del sacrilegio, víctima propiciatoria para recuperar el favor de Vesta. Y así, su corazón se anegaba de angustia, le pesaba como un fardo de plomo y no alcanzaba a comprender. ¿Acaso un niño de dos años puede explicar cómo se construye un acueducto? Pues respecto de los dioses, nosotros somos más ignorantes que un recién nacido.
Con ese lastre regresó Rea Silvia al santuario de Júpiter Latiaris tras salir del bosque sagrado de Marte. En él dejaba su virginidad y se llevaba, a cambio, todo el dolor y toda la incertidumbre de las mujeres del mundo.
Me ha gustado mucho, Isabel. Con que elegancia has escrito este fragmento tan difícil por la carga ideológica que lleva.
ResponderEliminarD.
"...todo el dolor y toda la incertidumbre de las mujeres del mundo."
ResponderEliminarQuerida Isabel, con esa frase hermosa y terrible has definido perfectamente la dolorosa experiencia de tantas y tantas mujeres.
Rea Silvia no volverá ya a ser niña, ni a jugar, ni a reír. Y ha entrado en el mundo de los adultos de golpe y de la mano de la humillación, que no por ser divina es menos humillación. Sé que Palantea se muere de dolor mientras limpia los utensilios del sacrificio pues el de su amiga el que acaba de ofrecer involuntariamente su amiga no es tan fácil de olvidar ni de asumir.
Sencillamente perfecta la descripción y apropiadísimas una vez más las imágenes que acompañan al capítulo.
Brava una volta in più, qara Romana!
Nuestra querida Rea Silvia cruzó una línea trascendental mientras dormía. Ahora, al despertarse se siente otra y tendrá que recorrer un largo camino hasta aceptar los designios de los dioses.
ResponderEliminarEs la vida, que nos lleva y nos anuda, y nos lanza y nos recoge. Todo está escrito y tú lo tienes entre tus manos, estimada Isabel.
Una vez más, la suerte está echada.
Mi abrazo solidario y admirado.
"Todo el dolor y toda la incertidumbre de las mujeres del mundo"...Que broche perfecto.
ResponderEliminarUna entrada magistral, Isabel. Cuanta delicadeza para contar un hecho terrible, ha sido una lectura muy intensa.
ResponderEliminarBesos.
Me ha encantado al igual que a la mayoria, la frase con que cierras el capitulo. Todo el dolor y la incetidumbre, aun cuando en el cambiante mundo de hoy dia nos quieran convencer que la incertidumbre es vacio libertad para volar y demas. Yo jamas he sentido asi a la libertad. La incertidumbre es algo capaz de desgarrar al alma mas pintada.
ResponderEliminarEn cuanto a tu comentario si podias llevarte algo mio, la respuesta es POR SUPUESTO! Si necesitas de algun tema en particular (mas bosques,mas animales) avisa nada mas.
Elegancia, sensibilidad, estupendo Isabel
ResponderEliminarBicos
Vuelvo para dejarme encantar por tu prosa; desnuda , pero no mancillada, veremos qué depara el futuro a Rea , parece ser que será madre muy pronto.
ResponderEliminarBesos, Isabel.
♥
ResponderEliminarExcelente narración del origen, o más bien, de la concepción de Rómulo y Remo.
Aunque no siempre deje comentarios te leo siempre y estoy pendiente de tus publicaciones.
Un abrazo
♥
A pesar de que no hablan de mí, no me ha disgustado este espectáculo. Al menos el futuro de Rea Silvia está en el alero. En fin, veremos cómo termina esto, aunque yo intentaré que termine mal para ella. De momento calma chicha en el palacio
ResponderEliminarEl Rey Amulio
Besos, querida narradora,
Salud y República
Pufff, creo que este ha sido el mejor post de todo el libro por ahora. Me ha encantado. Me quito el sombrero Isabel!!!!
ResponderEliminarlo sentimento
ResponderEliminarla hamistad...
e sempre las mujeres...
me a encantado
abrazo serrano
Ese era el problema de las mujeres en aquellos tiempos tan machistas. No sólo había que ser pura, sino además parecerlo. En menuda encrucijada se ha metido sin querer la joven, con dioses por medio.
ResponderEliminarUn saludo.
" juntas formaban un escudo de fuerza y protección frente a la hostilidad exterior". Qué sería de Rea Silvia sin la complicidad y apoyo de las demás vestales? Qué humillación la de sentirse indigna de la amistad por hechos ajenos a su voluntad !. Rea Silvia después de todo, déjate querer, pues sólo nos queda la amistad entre nosotras y no es poco. Un besazo Isabel
ResponderEliminarMuchas veces (casi siempre ) las amigas , nos consuelan de las heridas que nos dejan esos malvados, que se creen dioses, en este caso el "Dios Marte", que ha sido tan cruel, que ha dejado a Rea S. sil posibilidad de defensa.
ResponderEliminarEste capitulo, me ha angustiado mucho porque comprendo que casi siempre las mujeres, salen malparadas de los embates del destino.
BSS..
Pues yo voy a destacar este fragmento:
ResponderEliminar¡Con cuánta frecuencia los humanos vivimos experiencias de difícil comprensión! Entonces nos asalta la desazón y el desánimo, nos hundimos en las oscuridades del alma y vagamos por laberintos en cuyos angostos recovecos nos sentimos abandonados por los dioses.
Real y cierto, y no lo es menos el hecho de que siempre son las verdaderas amistades quienes nos arrastran hacia la claridad de la salida del laberinto. Imprescindibles.
Me encanta la narración tan delicada de un hecho tan dramático, y a la vez me alegra que ya esté plantada la semilla de la que brotará Roma.
Espero que esta semana te vaya mejor que la anterior....un beso.
Hola dolors, gracias por esos buenos ánimos que me das siempre. Un abrazo.
ResponderEliminarHola freia, has descrito perfectamente ese cambio de situación de Rea Silvia, ese abandono definitivo de la infancia. De hecho, en los matrimonios romanos era costumbre tirar nueces al paso de la novia para simbolizar el fin de su infancia, porque los pequeños solían jugan con nueces. Toda mujer que iba al matrimonio pasaba una experiencia más o menos similiar... En fin, esperemos que todo lo que se le viene encima le sea más llevadero gracias a las mujeres que la rodean. Besos, querida amiga.
Los dioses han mardcado el camino de Rea Silvia y tu relato , que subyuga por su calidéz y calidad, nos deja mirando el horizonte con cierta zozobra. Bello, amiga. Abrazos.
ResponderEliminarHola virgi, la vida es difícil para casi todos, pero hay que reconocer que lo fue aún más para esta muchacha. Es el hado... Ella no había hecho nada para merecer la atención de los dioses ni en positivo ni en negativo, y sin embargo ahí está. Es una historia que se ha repetido en el tiempo. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarHola mariajesusparadela, me alegro que te haya gustado ese final. A veces se encuentran frases así, que parecen comprender muchas cosas. Besitos.
Hola elysa, sí era un punto delicado, me alegra que te parezca bien resuelto. Un besazo.
ResponderEliminarSaludos, alejandra sotelo faderland, tienes toda la razón: la incertidumbre es desgarradora y parece que en nuestra sociedad actual se haya impuesto como algo beneficioso (y lo es, desde luego, para quienes nos quieren "domesticar") porque sólo les interesa la competencia dichosa. En cuanto a Rea, ya en un capítulo de la primera parte se decía que su vida estaría marcada por la incertidumbre y temo que así será. Gracias por permitirme coger tus imágenes. Un abrazo.
Hola dilaida, gracias por tu comentario. Besotes.
ResponderEliminarHola reyes, todo apunta a que, efectivamente, Rea Silvia haya quedado embarazada. ¡Ya podía habérselo callado ese dios! Al menos hubiera tenido unos cuantos días menos de angustia. Besitos.
Saludos, melba reyes a., gracias por dejar de vez en cuando testimonio de tu paso por aquí, eso siempre anima. Besos.
ResponderEliminarHola rgalmazán, conste que no has quedado mal en este capítulo porque la narradora no ha querido. Pero te aseguro que más de uno te atribuyó el abuso y "no por placer, sino por odio" hacia su sobrina. Pero mira, yo no lo creo, por eso te he dejado en paz. Pero sí, tendrás oportunidad, con tu querida Criseida, de conseguir lo que no pudisteis un año antes. Besitos.
Hola joanna, me alegra que te haya gustado tanto. Muchas veces lo dificultoso es mantener el interés y el nivel... Besos.
ResponderEliminarHola mixtu, cuánto tiempo sin visitarnos mutuamente. La solidaridad entre mujeres es muy valiosa... Besos.
Hola cayetano, qué cambiado te veo... Lo que señalas era cierto en aquellos tiempos y en casi todos, en éstos también. Para unos cuantos países que más o menos respetan a las mujeres y su libre albedrío, el resto es horror. Besos, querido amigo.
ResponderEliminarHola ana, el sentimiento de ser impura debió ser intensísimo. No es que sintiera culpable, sino que era parte de un sacrilegio. A nosotros nos resulta muy difícil imaginar cómo se sentiría la gente cuando no existía la noción del pecado y, por lo tanto, la noción de culpa ante la divinidad. Pero sí se asumía que era un daño para la comunidad y se tenía que reparar. Espero que Rea Silvia se deje ayudar. Eso seguro...Besitos.
Hola pilar llorca, cierto que las amigas siempre nos consuelan, nos comprenden, están a nuestro lado incluso en los peores momentos frente a la sociedad. Ciertamente muchas mujeres en la actualidad siguen sometidas a angustias y peligros tan terribles e inmerecidos como éstos. Un abrazo, querida amiga.
ResponderEliminarHola bagoas, me gusta el fragmento que has señalado, porque en esas angustias y soledades ante situaciones que no podemos comprender y difícilmente asimilar, somos iguales hombres y mujeres.
No pude contestarte en el post anterior, pero sí, puedes ir pensando en que al final de esta segunda parte moverás la colita... También Seius acababa de ser concebido en el vientre de su madre maltratada. Besos.
Hola fgiucich, al menos que podamos acompañar en esa zozobra a Rea Silvia, que no se sienta única ni sola... Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarNo puedo sino expresar que este aporte personal a la historia es una “CONMOCIÓN”, un clamor, una alteración tan profunda en la vida de Rea Silvia que cambiaría el mundo conocido.
ResponderEliminarIsabel, es justo que exprese mi admiración por tu blog y todo su contenido.
Acabo de enlazarte con “DACTYLIOTHECA” para poder seguir paso a paso tus excelentes pensamientos.
Enhorabuena, amiga Isabel.
Muchas gracias, antonio. Llegas a tiempo de seguir los avatares de Rea Silvia que, intuyo, nos conmoverán más veces. También yo pongo tu enlace. Saludos cordiales.
ResponderEliminar"Permíteme intervenir como Acca, porque este capítulo me trae un tristeza insoportable.
ResponderEliminar!Oh! placer primero, deseo, amor, que nada tienen de abyecto, que es néctar inolvidable esa experiencia primera, le fue negada a Rea. Yo, Acca, que he gozado sus mieles como parte deleitosa de la vida, me duelo y lloro por esta niña que en el amor encontró ofensa, miedo, asco, impotencia.
No pudo abrazar a ese bello joven, sin remordimientos, con gozo, para ella amor y deseo vedados, por designio, por ser de Vesta. No pudo gozar ese deseo, que sin embargo intuye, porque el dios Marte la ofuscó, dejándola aturdida, como violada, !sucia! Han de cumplirse los Hados, implacables, para que ocurra lo que tiene que suceder, la simiente de una gran Urbe en el vientre de Rea, ofrecerá a mis cuidados nuevas pruebas.
¿Por qué ha de ser el sexo dolor y abuso? Lo lamento, pero estamos en manos del insufrible Destino, las mujeres"
Isabel, enfrascada camino de oriente, en plena Tercera Cruzada, me apeo del teclado y te visito sin tardanza, porque en cada uno de tus capítulos me seduces, no puedo perdérmelos, ninguno.
!Ave!
Dioses pasionales, aprovechados, en los que la sabiduría se hace añicos. Fuertes y hermosos. Los conozco ¡Si tuvieran la sabia inocencia de un niño de 2 años! Esta mujer, estas mujeres, juntas vencen la prepotencia. No sé cómo, pero todo sigue, todo corre. Llevando este peso, viviendo en el tiempo me sorprenden siempre con esta sabiduría de los frágiles que se doblan sin romperse.
ResponderEliminarMadame, por fin llego a leer la nueva entrega. Un capitulo bellisimo que relata magistralmente un momento amargo y angustioso en la vida de Rea Silvia, que no está siendo nada facil.
ResponderEliminarVeremos a qué conduce todo esto.
Feliz tarde
Bisous
Esta historia refleja muy bien la opresión sobre la que nos vemos sometidas, por los dioses y por los hombres. Ojala esa unión entre mujeres que describes en tú historia, fuera una de nuestro emblema, sin embargo solemos ser también severas con nosotras mismas.
ResponderEliminarFastidiosas leyes de los hombres, que hay que romper...
ResponderEliminar"Acambio, todo el dolor y toda la incertidumbre de las mujeres del mundo."
ResponderEliminarAl terminar de leer me he estremecido totalmente...que suerte la de Rea Silvia, que fortuna para el mundo...que Mujer llena de fuerza ha de soportar la incertidumbre de las mujeres del mundo. Puf!!
Un abrazo Isabel.
No hago más que preguntarme: qué será de ella? qué pasará ahora?
ResponderEliminarTremendo capítulo, Isabel!
Un besito
Ole ahí por reivindicar las injusticias cometidas contras las mujeres. El peso de la historia: mujeres violadas que han pagado con la muerte, llámense crímenes de honor, ¿honor para quién?
ResponderEliminar"Dolor e incertidumbre", subrayo como Freia, que pesan sobre los hombros de las mujeres más débiles y vulnerables, aquellas que han sufrido el oprobio de la violencia y que deben responder como culpables. Algo sigue fallando en este mundo, desde que el mundo es mundo, he aquí la Fundación de Roma, precisamente para ponernos en la pista. Qué desgraciadas experiencias ha sufrido ya nuestra querida Rea Silvia en el corto espacio de su vida. Nos queda el consuelo de la ayuda de las vestales, de su nobleza. Y, en fin, recordemos que el actor definitivo es Marte, y jugaba en campo propio.
Ah, Vesta, juzga tu misma, no has de condenar pues a Rea Silvia, víctima propiciatoria.
Maravilloso episodio. Y auténtica y legítima expresión de justicia y denuncia de atropellos contra las mujeres en nuestros personajes.
Brava! Un gran abrazo, amiga del alma.
Aunque pensandolo bien, tambien se echa de menos en este capitulo a Esportula, esta bien que era vieja, pero con su coraza hecha de lengua afilada y palabras hirientes para esconder un amor no comprendido en la epoca, o no mostrar el dolor... pero se me hace que algun legadito debe haber dejado pese a marcharse asi tan de pronto.
ResponderEliminarEspero que estes bien, junto con todos los tuyos ahora que España tambien decidio sacudirse y moverse un poco como reacomoddandose a nuevos tiempos. Avisa cualquier cosa (fotos, orejas y ojos atentos, cualquier cosa menos euros, aqui estamos)
Creo que no nos podemos imaginar el sufrimiento de Rea Silvia, confundida y atemorizada, sin saber a ciencia cierta si todo había sido un sueño o realidad, si el muchacho resplandeciente era real o una divinidad, si creerían su historia o no, si era pura o impura. De todos modos, esta historia se asemeja a otras muchas relacionadas con distintas religiones del mundo. La más fácil de recordar es la historia de María y el Ángel, ¿no?
ResponderEliminarBesitos
Venerable dama.
ResponderEliminarUn capitulo conmovedor me quedaré con la solidaridad y la sensibilidad de entender el dolor ajeno, sigues magistralmente el desarrollo de la historia,especialmente éste tiene un profundo contenido humano,tras la dura experiencia de Rea Silvia reflexionas sobre sufrimiento de las mujeres en una sociedad no solo dominada por hombres ,si no también, en el erróneo concepto del honor.
Frase memorable en la que coincidimos tus lectores"todo el dolor y toda la incertidumbre de las mujeres del mundo."
A la mejor usanza de la mitología has hecho este capitulo querida Isabel. Está impecablemente escrito pero si me permites el atrevimiento me hubiera gustado que rompas con la mitología y acerques más a lo humano la concepción. Bueno, tal vez me estoy equivocando; de cualquier manera es un excelente capitulo. Un gran abrazo
ResponderEliminarMi querida amiga, se ha borrado la última entrada, supongo que se ha dado cuenta. No he llegado a leerla. Espero que nos la vuelva a colgar y que Blogger no haga de las suyas.
ResponderEliminarUn beso
Salud y República
Isabel yo te habia dejado un comentario ayer y no lo veo!...No puede ser,volvere a entrar en un rato.
ResponderEliminarBesos
Muy emotivo, Isabel. He estado unos días liadísima pero ahora leo de un tirón... y me gusta. Cualquiera identificaría esas situaciones en que, sin comerlo ni beberlo, se desata un drama ante el que ni todos los círculos de mujeres pueden vencer.Dichosa Fortuna, aunque nada sea casualidad. Besos
ResponderEliminarMuy buena narración, es la primera ves que visito tu blog y segura estoy de que no sera la ultima al tener el placer de leer cosas tan fantásticas como estas.
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