(XXI)
- ¡Los augurios son favorables! – proclamó el augur Appius, con las manos tintas en sangre tras escrutar la entrañas de la cerda recién sacrificada.
La noticia fue celebrada con un rumor de satisfacción. Rodeados por los familiares e invitados que llenaban el salón, Nipace y Anto se miraban. De no ser por la alegría que exhalaba toda su persona y por el cordón de lana atado a su cintura con el nudo de Hércules que sólo podría desanudar su marido, la novia habría podido ser confundida con una virgen vestal. Su vestido y tocado eran idénticos: una túnica clara que le llegaba hasta los tobillos y se sujetaba en los hombros con fíbulas, el cabello recogido en un moño alto sujeto con cintas y varias agujas y un velo que le cubría la cabeza para caer por la espalda.
El rey Amulio tomó asiento en el trono real que presidía la estancia y su esposa Criseida se sentó junto a él en un sitial de menor altura. A ambos lados se sentaron los padres del novio, la Vestal Máxima Camilia, los consejeros de Alba Longa y muchos invitados importantes, todos ataviados como correspondía a la ocasión. Númitor y Aurelia, junto a su hija Rea Silvia, fueron acomodados cerca de los reyes, en una tercera fila. Fueron muchas las cabezas que se giraron con desagrado para ver de dónde procedía el mal olor, y muchas las narices femeninas que se taparon discretamente con un paño de lana, pero Rea se mantenía con los ojos bajos y fingía no darse cuenta de ello. Había cuchicheos entre los invitados más próximos a ella.
No pasaron desapercibidos para Criseida, dispuesta a soportar una incomodidad tan pequeña para conseguir un beneficio tan grande, pues como tal consideraba la enfermedad de Rea Silvia. En cuanto concluyese el rito nupcial, difundiría entre los invitados la terrible noticia de lo grave que estaba su sobrina, pobrecilla, y la certeza de que su mal no tenía curación. Quizá Amulio y ella podrían mostrarse magnánimos y autorizar que sus padres se la llevaran al Aventino, no sin antes haberle administrado el veneno mortal. Era un plan interesante, aunque debía meditarlo bien. ¡El inútil de su cuñado Númitor a veces tenía buenas ideas!
En el centro de la sala habían quedado los novios, frente a frente, y la matrona encargada de entregar a la novia se les acercó. La anciana pronunció varias frases rituales e invocó la presencia de Hércules, Diviana y Júpiter como testigos de la alianza matrimonial. Rea Silvia contemplaba embelesada a su prima. Jamás había visto a una novia mirar al novio con tanta dulzura. ¡Cuánto más frecuentes son el temor y la incertidumbre, pues ninguna muchacha sabe si su nueva vida de casada le proporcionará más mieles que amarguras o al revés! En cambio el rostro de Anto mostraba confianza y amor y de ambas cosas disfrutaría mucho tiempo si los dioses le concedían una vida larga. Qué diferente de su propio destino, presidido por la negación: estar preñada sin haber conocido el amor; ser madre y no poder ejercer su maternidad.
Un clamor sacó a Rea de sus meditaciones, pues los novios acababan de colocarse los anillos y con ello concluía la ceremonia en la cabaña real. Abrazos, felicitaciones, lágrimas. Los invitados que le estaban más próximos se apresuraron a alejarse de ella para dar la enhorabuena a los novios y buscar alivio a su olfato. La vestal Adriana se le acercó y le susurró su satisfacción porque todo estaba saliendo bien. Númitor y Aurelia aprovecharon que Rea Silvia estaba acompañada para acercarse a otros invitados, saludarlos y requerir discretamente su apoyo. No iban a rendirse, sino a luchar con todas sus fuerzas para llevarse consigo a su hija.
Anto y Rea Silvia se abrazaron. La novia se había quitado ya el velo y Rea pudo ver, con alivio, que llevaba su fíbula de la serpiente sujetando el cabello en la nuca. Nipace ni siquiera arrugó la nariz al acercarse a ella. Era bondadoso y sería un excelente marido.
- ¡Siento mucha lástima por tu sobrina, Criseida! – dijo la madre del novio, que conocía a los anteriores reyes desde hacía muchos años y acababa de recibir sus felicitaciones –. Me pongo en lugar de sus padres, y me estremezco. ¡Debe ser muy duro, mucho, tener una hija sana tan enferma!
- ¿Qué tontería dices? – respondió Criseida con acritud –. ¡Si está enferma no puede ser una persona sana!
- No, no, claro – rectificó su consuegra –. Pero cualquiera diría, viendo a Rea Silvia de lejos, que está en lo mejor de su edad. ¿No has visto qué brazos tan redondos tiene, qué mejillas tan llenas…? Y unos ojos muy vivaces. Es ese color horrible y el olor nauseabundo que despide lo que delata su enfermedad. Supongo que no tardará en quedarse en los huesos…
- Eso supongo, sí – dijo Criseida, pensativa –. En cualquier caso, no creo que dure mucho.
- Haríais una buena acción permitiendo a sus padres llevársela al campo – insistió la consuegra –. Y, si me permites un consejo, sería una decisión muy cabal, porque nuestra querida Anto está a todas horas con ella, por lo que sé. ¿Y si a Anto – no lo quieran los dioses – le ocurriese algo parecido? ¡No le daría yo facilidades a una hija mía para que estuviera tan cerca de alguien que padece una enfermedad rara y, según dices, tan grave!
- No te falta razón. Pensaré con detenimiento en lo que me has dicho – respondió Criseida –.Y ahora, por favor, insiste a nuestros invitados para que salgan al exterior a participar del banquete.
Una vez se hubo separado de su consuegra, la reina frunció el ceño. Se desplazó por el salón buscando un lugar desde donde observar a distancia a Rea Silvia. Estaba en un rincón, hablando con otras vestales. No se la veía delgada, no. Llenaba bien su túnica e incluso parecía tener un seno abundante. Estaba erguida y sin dar señales de cansancio, pese al calor. Todo esto le parecía muy raro.
Llamó a uno de los siervos que retiraban los asientos del salón y le pidió que buscara a Pratex. Cuando éste se presentó, le dio instrucciones de vigilar a Rea Silvia en todo momento y no pasar por alto ni el detalle más nimio.
En un extremo del prado situado detrás de la cabaña real se habían encendido los fuegos y se preparaba un gran banquete. Sobre altos trípodes bullían los calderos mientras se asaba la carne en espetones y, en un obrador formado por largos troncos, la cocineras elaboraban las salsas y colocaban en fuentes los diferentes alimentos. En aquellos tiempos remotos se consumían los productos propios de la zona, pues no era costumbre transportarlos desde lugares lejanos, como se hace ahora, ni existían los medios para ello; y así, la alimentación era saludable y sencilla y lo que distinguía la comida diaria de un banquete no era tanto la forma de condimentarla, como la variedad, la abundancia y, en especial, el consumo de carne.
Fue escueto Urbano Lacio en su crónica oral al hablar del banquete. Sin embargo, de sus palabras podemos aventurar que se sirvieron abundantes verduras aderezadas de las más variadas formas: aceitunas, nabos partidos en cuatro y aliñados con aceite, comino y eneldo, guiso de puerros, coles cocidas aderezadas con aceite y tallos de apio, huevos cocidos. Los quesos frescos se presentarían, unos con cilantro, tomillo, aceite y vinagre, y otros mezclados con nueces picadas y miel. Las carnes eran de cerdo y cordero asados en espetones de los que se recogía la grasa en unos recipientes especiales para mezclarla luego con cilantro y bellotas picadas, mientras que los pollos se cocían en salsa con romero, eneldo, menta y miel y se acompañaban con tortas de harina y aceite al estilo de Lavinio en honor del novio.
Los súbditos de Amulio participaron del banquete en ese mismo prado, en tanto que los invitados ilustres lo hacían en la explanada que precedía a la entrada principal de la cabaña real. Apoyados en postes, habían colocado grandes toldos para dar sombra y protegerlos del calor. Así que Criseida se negó a autorizar que Rea Silvia comiera en el interior de la cabaña.
- ¡No quiero que tu enfermedad te mantenga alejada de la fiesta, querida niña! – dijo con mucha autoridad –. Y mucho menos que alguien piense mal de tu tío o de mí. Aquí tienes una buena sombra. Siéntate y reposa mientras traen las viandas. Comer te reconfortará.
Aunque era muy peligroso exponerse durante tanto tiempo a la luz del día, Rea Silvia no tuvo más remedio que someterse a la voluntad de la reina. Se sentó en la parte más próxima a la cabaña, junto a sus compañeras vestales, y trató de mantenerse tranquila. El calor se había convertido para ella en un suplicio, pues la capa de pintura le impedía transpirar y se notaba sofocada.
“Ensartados en espetones/ giraban los corderos sobre las ardientes brasas./ Borboteaban los pucheros y perfumaban el aire las hierbas./ Las matronas envidiaban a la recién casada/ pues como soles brillaban los ojos de su esposo/ cuando la miraba”. Ese era, según Urbano Lacio, el ambiente que reinaba al mediodía en la boda de Anto y Nipace, felices mortales ellos, tocados por la gracia del amor. Nadie hubiera creído entonces que antes de caer la noche estallaría una tragedia.
NOTA: El banquete es una adaptación libre – y restrictiva, pensando en la antigüedad de esta historia – inspirado en recetas romanas del blog de Charo Marco, la inefable cocinera Sofonisba de la reina Dido. ¡Y da la casualidad que en esta historia es la mismísima novia, la noble Anto prima de Rea Silvia!
La noticia fue celebrada con un rumor de satisfacción. Rodeados por los familiares e invitados que llenaban el salón, Nipace y Anto se miraban. De no ser por la alegría que exhalaba toda su persona y por el cordón de lana atado a su cintura con el nudo de Hércules que sólo podría desanudar su marido, la novia habría podido ser confundida con una virgen vestal. Su vestido y tocado eran idénticos: una túnica clara que le llegaba hasta los tobillos y se sujetaba en los hombros con fíbulas, el cabello recogido en un moño alto sujeto con cintas y varias agujas y un velo que le cubría la cabeza para caer por la espalda.
El rey Amulio tomó asiento en el trono real que presidía la estancia y su esposa Criseida se sentó junto a él en un sitial de menor altura. A ambos lados se sentaron los padres del novio, la Vestal Máxima Camilia, los consejeros de Alba Longa y muchos invitados importantes, todos ataviados como correspondía a la ocasión. Númitor y Aurelia, junto a su hija Rea Silvia, fueron acomodados cerca de los reyes, en una tercera fila. Fueron muchas las cabezas que se giraron con desagrado para ver de dónde procedía el mal olor, y muchas las narices femeninas que se taparon discretamente con un paño de lana, pero Rea se mantenía con los ojos bajos y fingía no darse cuenta de ello. Había cuchicheos entre los invitados más próximos a ella.
No pasaron desapercibidos para Criseida, dispuesta a soportar una incomodidad tan pequeña para conseguir un beneficio tan grande, pues como tal consideraba la enfermedad de Rea Silvia. En cuanto concluyese el rito nupcial, difundiría entre los invitados la terrible noticia de lo grave que estaba su sobrina, pobrecilla, y la certeza de que su mal no tenía curación. Quizá Amulio y ella podrían mostrarse magnánimos y autorizar que sus padres se la llevaran al Aventino, no sin antes haberle administrado el veneno mortal. Era un plan interesante, aunque debía meditarlo bien. ¡El inútil de su cuñado Númitor a veces tenía buenas ideas!
En el centro de la sala habían quedado los novios, frente a frente, y la matrona encargada de entregar a la novia se les acercó. La anciana pronunció varias frases rituales e invocó la presencia de Hércules, Diviana y Júpiter como testigos de la alianza matrimonial. Rea Silvia contemplaba embelesada a su prima. Jamás había visto a una novia mirar al novio con tanta dulzura. ¡Cuánto más frecuentes son el temor y la incertidumbre, pues ninguna muchacha sabe si su nueva vida de casada le proporcionará más mieles que amarguras o al revés! En cambio el rostro de Anto mostraba confianza y amor y de ambas cosas disfrutaría mucho tiempo si los dioses le concedían una vida larga. Qué diferente de su propio destino, presidido por la negación: estar preñada sin haber conocido el amor; ser madre y no poder ejercer su maternidad.
Un clamor sacó a Rea de sus meditaciones, pues los novios acababan de colocarse los anillos y con ello concluía la ceremonia en la cabaña real. Abrazos, felicitaciones, lágrimas. Los invitados que le estaban más próximos se apresuraron a alejarse de ella para dar la enhorabuena a los novios y buscar alivio a su olfato. La vestal Adriana se le acercó y le susurró su satisfacción porque todo estaba saliendo bien. Númitor y Aurelia aprovecharon que Rea Silvia estaba acompañada para acercarse a otros invitados, saludarlos y requerir discretamente su apoyo. No iban a rendirse, sino a luchar con todas sus fuerzas para llevarse consigo a su hija.
Anto y Rea Silvia se abrazaron. La novia se había quitado ya el velo y Rea pudo ver, con alivio, que llevaba su fíbula de la serpiente sujetando el cabello en la nuca. Nipace ni siquiera arrugó la nariz al acercarse a ella. Era bondadoso y sería un excelente marido.
- ¡Siento mucha lástima por tu sobrina, Criseida! – dijo la madre del novio, que conocía a los anteriores reyes desde hacía muchos años y acababa de recibir sus felicitaciones –. Me pongo en lugar de sus padres, y me estremezco. ¡Debe ser muy duro, mucho, tener una hija sana tan enferma!
- ¿Qué tontería dices? – respondió Criseida con acritud –. ¡Si está enferma no puede ser una persona sana!
- No, no, claro – rectificó su consuegra –. Pero cualquiera diría, viendo a Rea Silvia de lejos, que está en lo mejor de su edad. ¿No has visto qué brazos tan redondos tiene, qué mejillas tan llenas…? Y unos ojos muy vivaces. Es ese color horrible y el olor nauseabundo que despide lo que delata su enfermedad. Supongo que no tardará en quedarse en los huesos…
- Eso supongo, sí – dijo Criseida, pensativa –. En cualquier caso, no creo que dure mucho.
- Haríais una buena acción permitiendo a sus padres llevársela al campo – insistió la consuegra –. Y, si me permites un consejo, sería una decisión muy cabal, porque nuestra querida Anto está a todas horas con ella, por lo que sé. ¿Y si a Anto – no lo quieran los dioses – le ocurriese algo parecido? ¡No le daría yo facilidades a una hija mía para que estuviera tan cerca de alguien que padece una enfermedad rara y, según dices, tan grave!
- No te falta razón. Pensaré con detenimiento en lo que me has dicho – respondió Criseida –.Y ahora, por favor, insiste a nuestros invitados para que salgan al exterior a participar del banquete.
Una vez se hubo separado de su consuegra, la reina frunció el ceño. Se desplazó por el salón buscando un lugar desde donde observar a distancia a Rea Silvia. Estaba en un rincón, hablando con otras vestales. No se la veía delgada, no. Llenaba bien su túnica e incluso parecía tener un seno abundante. Estaba erguida y sin dar señales de cansancio, pese al calor. Todo esto le parecía muy raro.
Llamó a uno de los siervos que retiraban los asientos del salón y le pidió que buscara a Pratex. Cuando éste se presentó, le dio instrucciones de vigilar a Rea Silvia en todo momento y no pasar por alto ni el detalle más nimio.
En un extremo del prado situado detrás de la cabaña real se habían encendido los fuegos y se preparaba un gran banquete. Sobre altos trípodes bullían los calderos mientras se asaba la carne en espetones y, en un obrador formado por largos troncos, la cocineras elaboraban las salsas y colocaban en fuentes los diferentes alimentos. En aquellos tiempos remotos se consumían los productos propios de la zona, pues no era costumbre transportarlos desde lugares lejanos, como se hace ahora, ni existían los medios para ello; y así, la alimentación era saludable y sencilla y lo que distinguía la comida diaria de un banquete no era tanto la forma de condimentarla, como la variedad, la abundancia y, en especial, el consumo de carne.
Fue escueto Urbano Lacio en su crónica oral al hablar del banquete. Sin embargo, de sus palabras podemos aventurar que se sirvieron abundantes verduras aderezadas de las más variadas formas: aceitunas, nabos partidos en cuatro y aliñados con aceite, comino y eneldo, guiso de puerros, coles cocidas aderezadas con aceite y tallos de apio, huevos cocidos. Los quesos frescos se presentarían, unos con cilantro, tomillo, aceite y vinagre, y otros mezclados con nueces picadas y miel. Las carnes eran de cerdo y cordero asados en espetones de los que se recogía la grasa en unos recipientes especiales para mezclarla luego con cilantro y bellotas picadas, mientras que los pollos se cocían en salsa con romero, eneldo, menta y miel y se acompañaban con tortas de harina y aceite al estilo de Lavinio en honor del novio.
Los súbditos de Amulio participaron del banquete en ese mismo prado, en tanto que los invitados ilustres lo hacían en la explanada que precedía a la entrada principal de la cabaña real. Apoyados en postes, habían colocado grandes toldos para dar sombra y protegerlos del calor. Así que Criseida se negó a autorizar que Rea Silvia comiera en el interior de la cabaña.
- ¡No quiero que tu enfermedad te mantenga alejada de la fiesta, querida niña! – dijo con mucha autoridad –. Y mucho menos que alguien piense mal de tu tío o de mí. Aquí tienes una buena sombra. Siéntate y reposa mientras traen las viandas. Comer te reconfortará.
Aunque era muy peligroso exponerse durante tanto tiempo a la luz del día, Rea Silvia no tuvo más remedio que someterse a la voluntad de la reina. Se sentó en la parte más próxima a la cabaña, junto a sus compañeras vestales, y trató de mantenerse tranquila. El calor se había convertido para ella en un suplicio, pues la capa de pintura le impedía transpirar y se notaba sofocada.
“Ensartados en espetones/ giraban los corderos sobre las ardientes brasas./ Borboteaban los pucheros y perfumaban el aire las hierbas./ Las matronas envidiaban a la recién casada/ pues como soles brillaban los ojos de su esposo/ cuando la miraba”. Ese era, según Urbano Lacio, el ambiente que reinaba al mediodía en la boda de Anto y Nipace, felices mortales ellos, tocados por la gracia del amor. Nadie hubiera creído entonces que antes de caer la noche estallaría una tragedia.
NOTA: El banquete es una adaptación libre – y restrictiva, pensando en la antigüedad de esta historia – inspirado en recetas romanas del blog de Charo Marco, la inefable cocinera Sofonisba de la reina Dido. ¡Y da la casualidad que en esta historia es la mismísima novia, la noble Anto prima de Rea Silvia!
¡Loados sean los dioses, que Rea Silvia pueda acompañar a sus padres y que la malvada Criseida encuentre algún día su castigo!
ResponderEliminarMe embobeces, vaya que sí!
Tremenda comilona, se me ha despertado el apetito.
Un abrazo, artistaza.
Me parece que como Criseida observe mucho a Rea Silvia va a sospechar algo, con lo astuta que es.
ResponderEliminarBonita fiesta y buen banquete. Y los novios, como toca, radiantes y enamorados.
Cuánto peligro a mi alrededor. Y mucho es el tiempo que ya estoy expuesta a todas las miradas. Espero que si reparan en mi físico algo orondo piensen que estoy hinchada por culpa de mi terrible enfermedad. Porque temo los ojos inquisidores de Criseida.
ResponderEliminarMagnífica descripción del banquete, Isabel. Y está muy interesante, narradora.
Miles de besos.
estoy en ascuas...no puede darle un "algo" a Criseida? No sé, un ataque a esa piedra que tiene por corazón...que nervios Isabel!!!!
ResponderEliminar¿Aún nos vas a hacer esperar muhco más?
ResponderEliminarAdmiro la manera que tienes de narrar e ir añadiendo suspense.
D.
Y esa consuegra ¿no podía haberse callado?.
ResponderEliminarInteresante continuación, los problemas crecen en Alba Longa, y Rea casi sin enterarse de los verdaderos planes de su tía.
ResponderEliminarPor cierto Isabel, la figura de la muchacha, la de bronce dorado es preciosa. ¿Me puedes decir de donde has sacado la fotografía? Me gustaría verla mejor.
Ostras, ahora me pongo a rebuscar para ver pasajes anteriores que me he intrigado muchísimo… pero primero voy a cenar, que me ha entrado ya más gusa aún con el banquete…
ResponderEliminarKisses
Sigue el suspense...
ResponderEliminarMe encanta la magnífica discripción que haces del banquete y de toda la ceremonia.
Bicos
Ayyyy,noooo!!!!
ResponderEliminarCuánto debemos esperar para saber cómo concluye todo este enredo del cual nadie parece salir airoso!!?
P.D.:CRISEIDA es lo más cruel y manipulador que ha existido,verdad?
Siempre se sale con la suya!!
BESITOS ANSIOSOS :/
Excelente tu relato amiga,me tiene en vilo!! ;)
Un suplicio de banquete para Rea, se hace interminable, y ahora nos has dejado todavía más en suspenso con el anuncio de una tragedia antes de caer la noche.
ResponderEliminarMaravillosa las descripciones del banquete.
Besos ansiosos.
Hola virgi, yo creo que Criseida, como todos los malvados en general, encontrará su castigo. Otra cosa es cuánto tiempo costará... Besotes, guapa.
ResponderEliminarHola virginia, son novios poco corrientes en la antigüedad, y, bueno, hasta hace un puñado de años. Las bodas concertadas por las familias no estaban presididas precisamente por el amor... Besitos.
Hola isabel martínez barquero, ya ves que por mucho que Rea Silvia se quiera disfrazar, siempre hay algo que se resiste al engaño: sus ojos, por ejemplo. Y esa carne tierna y dulce, llena de vida pese al color. Besos, querida amiga.
ResponderEliminarHola iralow, podría darle un ataque de piedritis, pero no sé, la veo como muy granítica, ¿no? Besitos, guapa.
Hola dolors jimeno, todo se tiene que andar... Me alegro de que te siga gustando esta historia. ¡Vamos a acabar de los nervios...! Besitos.
ResponderEliminarHola mariajesusparadela, cuando los oídos son malvados como los de Criseida, cualquier comentario, por inocente que sea, adquiere una nueva dimensión. Besos.
Hola aarón, es que los planes de los reyes de Alba Longa son muy secretos.Solo lo hablan entre el matrimonio y, a veces, ni eso. Mas allá de saber que la odian, Rea no puede imaginarse nada más.
ResponderEliminarEn cuanto a la foto, está hecha por mí. Mándame un correo a mi e-mail y te comento. ibarchico(arroba)hotmail.com
Un abrazo.
Hola, la gata Roma, cena, cena, que llevamos ya un rato muy largo de intriga... Besos.
ResponderEliminarHola dilaida, ésta es la ceremonia en la casa de la novia. Luego vienen otros ritos al entrar en su nuevo hogar. Las culturas antiguas estaban muy ritualizadas... El banquete es sencillo, pero abundante. Besos.
Hola gabu, sí, Criseida es muy manipuladora y, sobre todo, una de esas personas que tienen que salirse con la suya por encima de cualquiera. En ella todo es bastante transparente, porque intuyo que en aquella época tan remota no había la sofisticación que se desarrolló después. Con todo, la eficacia de su maldad es muy alta. Besos, querida amiga.
ResponderEliminarHola elysa, la situación es muy difícil y complicada para Rea Silvia. Diría que está en un momento crucial... Besos, guapa.
Delicia total...los detalles, las fistulas que siguen siendo un símbolo importante entre las mujeres ...Criseida ha de cuidar su espalda muy bien...los Dioses no avisan.
ResponderEliminarUn abrazo Isabel!
Poniéndome al día… la historia es apasionante… estoy enganchadísima….
ResponderEliminarMe encanta, y aunque la trama no desmerece, las descripciones de lo cotidiano son lo que más me gusta.
Kisses
Ayyyyy amiga Isabel, empañas la alegría de este banquete con siniestras amenazas, ayyyy diosas, haced algo por Rea, que no sufran daños los recien casados, ayyy Isabel poderosa eres y en tus manos está evitar desastres, te lo ruego, invoca a Fortuna, que la boca se me hace agua ante tan suculentos manjares !voto a Baco!
ResponderEliminarAparta diosa a los funestos Hados.
Me dejas tiritando en pleno verano, cuando ya mis ojos están divisando amenas playas. Besito yodado.
Ese aviso de tragedia me mosquea y ese vigilar de Criseida a Rea, ¡mira que es peligrosa!
ResponderEliminarBueno, seguimos es ascuas.
Besos.
Querida Isabel, gracias por este suculento banquete.
ResponderEliminarEstoy incluso nerviosa, ....las bodas son tan especiales y más si eres la novia.
Gracias por enlazar a mi blog de cocina y gracias por el personaje que me asignaste.
Un besazo
Felicidad, es lo que Anto respira por los cuatro costados .
ResponderEliminarSus modales no los ha adquirido de sus progenitores , sino de su tio Numitor.
Anto no dejará que le pase nada malo a Rea S.
Rea, tiene muchos alegados, pero el terceto de sus padres y Platex,
haran peligrar su integridad.
Bss.
Y sigo nerviosa con el banquete y la boda.
ResponderEliminarNoto que Criseida está mosca y esta cuando se pone así no ceja en averiguar qué pasa. Y lo tiene crudo Rea Silvia si se entera de la verdad. Puede darse por difunta.
ResponderEliminarEn fin es la ventaja de tener una mujer tan santa.
Rey Amulio.
Un beso a la novelista
Salud y República
Coñe, tenía que venir la consuegra que si con los brazos redondeados de Rea Silvia, que si los senos, que si la luz de sus ojos!
ResponderEliminarAnda que a Criseida con poco que la achuches se vuelve más fiera!
Grrr...
Y me tienes en un "ay" con eso del calor, la pintura...
Ni pensarlo quiero, jatetú!
Un beso, eso sí...
:D