Esta mañana un viento del norte ha sacudido los árboles del bosquecillo sagrado detrás de la Casa de las Vestales, donde se levanta el altar de Aius Locutius. Yo pasaba por la vía nova en ese momento y he escuchado el rumor de las hojas. ¡Ay, querida, me ha parecido siniestro! Quizá solamente sea el anuncio del otoño, ya tan cercano, pero me he arrebujado en el manto y he implorado a los dioses que nos protejan. ¡Temo que nos amenace un peligro tan grande como el pavoroso ataque de los galos, o quizá peor!
NOTA 1: Se dice que en este bosquecillo sagrado se escuchó a Aius Locutius, una voz desconocida, que anunció a los romanos el ataque de los galos en el año 390 a.C. y a cuyo aviso no se le prestó atención. Una vez sufrida la devastación y destrucción de Roma por los galos, se le dedicó un altar probablemente allí mismo. Mucho me temo que en la actualidad, nuestra sociedad esté amenazada de una ruina y devastación más terrible que aquella que asoló Roma.
NOTA 1: Se dice que en este bosquecillo sagrado se escuchó a Aius Locutius, una voz desconocida, que anunció a los romanos el ataque de los galos en el año 390 a.C. y a cuyo aviso no se le prestó atención. Una vez sufrida la devastación y destrucción de Roma por los galos, se le dedicó un altar probablemente allí mismo. Mucho me temo que en la actualidad, nuestra sociedad esté amenazada de una ruina y devastación más terrible que aquella que asoló Roma.
NOTA 2: Para quienes no la habéis leído, os remito a esta entrada sobre la explicación mitológica del otoño: Proserpina en el corazón.
También a nosoros nos está avisando una voz desconocida y no hacemos caso. La historia siempre se repite.
ResponderEliminarUn abrazo.
Vaya, el primero en comentar, ¡qué privilegio!
ResponderEliminarDesconocía el lugar citado, pero ya investigaré por mi cuenta. De momento te felicito por estar tan atenta a los cambios de estación, fiestas y demás. Es increíble la cantidad de festividades, conceptos y ritos que aparecieron en culturas anteriores a la nuestra y que reviven en nuestra era, como decía Saxl.
Hermosa entrada y precioso texto el de "Proserpina en el corazón" lo conocía pero me ha encantado volver a leerlo.
ResponderEliminarBesitos
Seguramente habremos heredado esta tendencia a asociar fenómenos atmosféricos con malos presagios.
ResponderEliminarHacía tiempo que no pasaba por aquí, pero es un gustazo saber que cambie la estación, todo sigue en su sitio.
Besos.
Ojalá esta vez sólo se trate del ruido del viento, y el protagonista, sea el fiel Otoño en lugar de una voz con la amenaza de ruina y devastación. Se necesita más que nunca, el favor de los dioses.
ResponderEliminarAbrazo Querida Amiga.
Consuela saber que no seremos los primeros ni los últimos en sentir el frío. Beso.
ResponderEliminarEste vientecillo también ha producido un extraña angustia y desazón en mi corazón.
ResponderEliminar¡Que los dioses nos protejan!
Sí, Isabel, parece, sólo parece, que se anuncia el próximo otoño.
ResponderEliminarPosiblemente mañana, las espadas de los galos transmitirán su frío al aire y a la piel caliente por el sol del verano.
Las ramas y hojas del bosquecillo sagrado no dejan de gemir.
Un fuerte abrazo, Isabel.
¡Cordiales saludos!
ResponderEliminarReabrí mi blog:
http://sofiatudela.blogspot.com/
Me parece que todos tenemos un poco de "síndrome de Casandra", y que estamos cansados de profetizar sin que nos hagan caso. Espero equivocarme. Espero, por los sempiternos y felicísimos dioses, que esta vez nos equivoquemos.
ResponderEliminarNefasto augurio...y nosotros no tenemos ocas que nos avisen.
ResponderEliminarBesitos preocupados.
Tal vez sea solo el indicio de que se acerca el mal tiempo. Tal vez sea un augurio, una señal de que algo tremendo va a ocurrir. En todo caso es una metáfora de la situación que algunos personajes viven penosamente en tu novela.
ResponderEliminarUn saludo.
No sé la causa, pero cuando se produce un cambio de estación, sobre todo del verano al invierno, siempre parace que todo se ve más negro. Quizás la caída del sol a horas más tempranas, la llegada del frío y largo invierno hace mella en los hombres mas de lo que debería.
ResponderEliminarAbrazos
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHablando del Otoño, aquí están las hermosas palabras que le dedica Horacio en su famoso Épodo II (17-22) (Beatus ille)
ResponderEliminarPues cuando el otoño levanta en los campos su cabeza coronada de frutos sabrosos, ¡cómo se regocija cogiendo la pera injerta /injertada) y la uva que desafía el color de la púrpura, para ofrecerlas a ti, Priapo, y a ti, padre Silvano, que guardas los linderos!
Traducción de Germán Salinas
Vel cum decorum mitibus pomis caput
Autumnus agris extulit,
ut gaudet insitiua decerpens pira
certantem et uuam purpurae,
qua muneretur te, Priape, et te, pater
Siluane, tutor finium.
Buena aportación la tuya, Querida Isabel. Más adelante vendrá Virgilio y nos dirá en las Geórgicas (II, 519):
Venit hiems [Llegó el invierno).
Un abrazo, Querida.
Antonio
Hola mercedespinto. Por lo que a mí respecta, esas voces de catástrofe son muy reales: se oye atronador el sonido de las tijeras y las risotadas de "los mercados"... Un abrazo.
ResponderEliminarHola aaron, aunque hemos perdido muchísimas cosas, otras se han conservado hasta nuestros días, quizá sin que sepamos ya muy bien qué son. Hace poco leía en un artículo interesantísimo de un juego (que yo jugué de pequeña, en Sax se llamaba "el tanco")que se remonta a la prehistoria... Imagínate. Ahora se ha perdido. Haz averiguaciones sobre ese bosquecillo y esa "voz desconocida" y te encantará. Un abrazo.
Hola elysa, gracias por volver a leer el relato sobre Proserpina. Yo la tengo siempre muy presente. Un abrazo.
Hola vinti, muchas gracias por pasar. Ciertamente las estaciones del año pasan y nos hacen sentir el tiempo física y mentalmente. Pero este aire frío del que hablo, el de los malos presagios, es el recorte brutal que se avecina (si no lo impedimos) después de tantos años de tirar el dinero. Besitos.
ResponderEliminarHola susana, vosotros los argentinos sabéis muy bien de ese asunto. Ojala los dioses nos sean propicios. Besotes.
Hola emejota, a mí me consolaría más saber que somos los últimos... Besos.
Hola elena clásica, tendremos que acogernos a la benevolencia gozosa de Silana. Besos, querida amiga.
ResponderEliminarHola antonio campillo, mucho me temo que los gemidos se vayan a escuchar todo el invierno y durante varios años más. Y si no, mira ya cómo gimen los griegos... Besos.
Saludos anacoreta, y gracias por pasar. Te doy la bienvenida de nuevo a la blogosfera. Besos.
Hola josep asensi, la experiencia nos dice que las Casandras suelen resultar odiosas... Besos.
ResponderEliminarHola natalia tarràco, no tenemos ocas que nos avisen, pero ¡ay! el sentido común hace mucho tiempo que nos avisa de la imposibilidad de crecer indefinidamente sin esfuerzo ni trabajo... Besotes.
Hola cayetano, creo que sí, que a los personajes de nuestra novela les soplan vientos contrarios. Con todo, yo pensaba más bien en nosotros... Quise dejarte un comentario en tu blog hace tres o cuatro días y me fue imposible. Besos.
Hola carmenBéjar, yo ya experimento pocas influencias por razón del tiempo. Más bien diría, como el poeta latino, que estamos sacudidos no por un viento, sino por una hipoteca de muchísimos sextercios. Besotes.
ResponderEliminarGracias, querido antonio martín ortíz, las poéticas palabras de Horacio nos ofrecen un otoño mucho más hermoso y entrañable que esas otras que murmuran los arboles en el foro, sacudidas sus ramas por ese viento austral que se llama deuda. Me consuela Horacio. Y espero que te acuerdes de enviarnos sus versos cuando llegue el invierno. Un abrazo muy fuerte.
Prestar atención a los avisos...
ResponderEliminarCreo yo que ni gritando se enteran algunos de lo que se viene encima.
Muy actual el asunto, sí.
Se me ocurren cientos de cosas donde aplicarlo.
Por desgracia, claro.
Un besito
Jejejeje Isabel, esta vez no coincidimos: ¡a mi el otoño nunca me parece siniestro!
ResponderEliminarAunque en años como éste se presente lleno de amenazas y avisos apocalípticos.
Yo me quedo con el color de las hojas en el bosque.
Abrazos
Isabel, muy cierto es que nos amenaza una ruina y devastación muy terrible.
ResponderEliminarTriste es escuchar como murmullan las advertencias en medio de este mar de sordos...