(XXI)
La Vestal Máxima Camilia ha revelado a la noble Anto, que su padre, el rey Amulio, odia tanto a su hermano Númitor y a su sobrina Rea Silvia, que no cejará hasta acabar con ellos. Por otra parte, las amigas de Rea siguen buscándola sin éxito. Amnesis ha confeccionado una canasta de esparto como cuna para sus futuros hijos.
- ¡Eh! – gritó una voz áspera, que resonó en la hondonada del bosque de Silana con un eco siniestro.
Tuccia abrió la puerta de la cabaña y salió al exterior. Hacía frío y humedad, aunque el sol ya estaba alto. Se envolvió en su manto de lana oscura antes de dirigir sus pasos a la única vía de acceso a aquella prisión de rocas. Cuando llegó al punto donde empezaban la espesura y el camino en pendiente, el hombre ya se había ido. En el suelo había dejado un cubo de agua lleno hasta el borde y un saco con provisiones. Cogió primero el cubo y lo transportó a la cabaña. Adosada a la pared, había una gran tinaja cuya boca estaba protegida por una tapa de madera. La levantó y vertió el agua dentro. Antes de cubrirla de nuevo, observó el nivel del líquido con satisfacción. Volvió al camino a recoger el saco, lo acarreó con una mano y lo metió en la cabaña.
- Apenas he dormido esta noche – dijo Rea Silvia con voz somnolienta, incorporándose sobre la piel de oveja tendida en un rincón –. ¡No han dejado de moverse!
- ¡Ni tú tampoco! – respondió Tuccia riéndose. La cabaña era muy pequeña y estaba pobremente equipada, así que de noche se tendían la una junto a la otra para darse abrigo mutuo –. Descansa un poco más, hace frío y no te conviene salir hasta el mediodía. Ahora te llevo un caldo.
- No, no, prefiero levantarme. Ayúdame, por favor.
Antes de hacerlo, Tuccia añadió al hogar un par de trozos de madera para avivar el fuego. El caldero que colgaba del techo humeaba y difundía por toda la estancia un olor a verduras.
Rea Silvia se había puesto en pie y se quitaba la túnica de dormir. A pesar de la oscuridad rojiza, cualquiera hubiera podido contarle los huesos de la espalda. Las piernas y los brazos, aunque firmes, no abundaban en carnes y resaltaban aún más la soberbia redondez del vientre, cuya piel, tensa y brillante, exhalaba vitalidad, juventud y un aroma dulcísimo. Tuccia pensó que, pese a la delgadez provocada por la penalidad de su aislamiento, era hermoso el cuerpo de Rea Silvia. Había en él una secreta armonía, una plenitud que no podía expresarse con palabras y, en cambio, asomaba continuamente a los ojos de la vestal.
- ¿Te acuerdas cuando dieron la primera patada?
- ¡Y de cómo lloré cuando, al cabo de unos días, empezaron los movimientos por todas partes a la vez y comprendimos que estaba gestando a dos criaturas! – respondió Rea, girando un poco la cabeza para que la oyera mejor su amiga.
Tuccia había colocado una ancha cinta en la parte inferior del vientre de Rea Silvia pidiéndole que la sujetara con las dos manos. Pasó cada uno de los extremos por encima de los hombros de Rea y los cruzó por la espalda para volver de nuevo a rodear el vientre un poco más arriba. Así la fue fajando. Era preciso a las embarazadas repartir el peso lo mejor posible a fin de hacer menos dificultosa la última etapa de su gravidez. Y también para que los fetos gozaran de la protección de aquellas bandas. Eran las mismas que Kritubis había expuesto durante tres noches seguidas a los rayos de Luna y sobre las que había pronunciado un conjuro mágico para que Luna, Vesta y Diviana protegieran a Rea Silvia y a los hijos de Marte.
- Hagamos la ofrenda matutina a Vesta – dijo Rea, una vez vestida.
Horadado en la pared, al lado de la puerta, había un huequecillo en cuyo centro brillaba una brasa diminuta. Pronunciando palabras rituales, Rea Silvia depositó junto a ella un pellizquito de harina y tres o cuatro granos de sal e imploró la protección de la diosa del hogar, a quien ella misma estaba consagrada. Desde que habían sido recluidas allí, ni una sola vez se había extinguido el calor del ascua en el altar de Vesta.
Tomaron luego una taza de sopa del caldero y examinaron juntas el contenido del saco de las provisiones. Habas y guisantes secos, queso, algunas nueces, grano de espelta, coles y bastantes nabos. También había lana de oveja como habían pedido y una aguja de hueso. Esto último les produjo una gran alegría, pues la venían solicitando desde el principio, sin éxito, y las agujas que ellas mismas se fabricaban con astillas de madera les duraban muy poco.
- Mañana mismo empezaremos a preparar las tiras de tela para envolver a mis hijos – dijo Rea Silvia, sorprendiendo a Tuccia.
- ¿No dijimos que las haríamos con las bandas que tú misma llevas ahora, las que te hizo Kritubis? Es pronto aún para que te las quites. Te faltan por lo menos diez días…
- Me noto rara. No sé explicarte cómo ni en qué consiste esa extrañeza, pero quiero prepararme ya. ¿Tenemos bastante agua?
- Creo que sí. Hemos recogido mucha de las últimas lluvias y llevamos tiempo ahorrando de la que nos traen. Hay suficiente – respondió Tuccia.
La doncella calló y contempló a Rea Silvia: sentada junto al hogar, sonriendo y sujetando en alto la aguja de hueso, no parecía una condenada a muerte. Ni una madre a cuyos hijos no les sería permitido vivir. Se sintió hondamente conmovida y, más que en ningún otro momento hasta entonces, percibió la grandeza y fortaleza de espíritu de la vestal.
Pocos días después de haber sido recluidas en la hondonada, entre ellas se estableció un acuerdo para resistir. Ambas habían pasado mucho miedo la noche en que las hicieron salir de la cabaña real y Prátex y el borrachín Catión las habían llevado al bosque. No sabían entonces cuál sería su destino, si serían vejadas, o las matarían de inmediato, o las abandonarían a su suerte. Habían sido horas terribles. Sin embargo, cuando las condujeron a la cabaña y les dijeron que permanecerían allí hasta que Rea alumbrara su criatura, sintieron tan gran alivio que todo pareció volver a la normalidad.
Pero no había normalidad posible. La palabra “muerte” había sido pronunciada en forma de veredicto, tanto para Rea Silvia como para el fruto de su vientre. ¿No pesaría esa sentencia como una losa durante todos y cada uno de los días que le restaban de vida a la vestal? Cuando pasó el efecto de aquel alivio momentáneo, ambas padecieron con cruel intensidad las consecuencias del abandono al que estaban sometidas: la pobreza extrema, la incomunicación con los suyos, la inseguridad, el miedo al ruido y al silencio, la escasez de agua y comida, la incertidumbre ante un embarazo y un parto con respecto a los cuales ambas carecían de experiencia, la muerte sobre sus cabezas, un sufrimiento atroz. Aquellos altos parapetos de roca que rodeaban la hondonada les parecían, también, una amenaza, como si de sus bordes pudiera lloverles algún mal.
Una tarde, tras haber recorrido varias veces el escaso espacio por el que se podían mover, es decir, el claro del bosque y un pequeño cinturón arbolado a su alrededor, se sentaron a la sombra de unas encinas. Desde allí, la vista de la diminuta y solitaria cabaña en medio de aquel paraje majestuoso y agreste hacía más patente su desamparo y soledad.
- Tengo mucho miedo, Rea – rompió a llorar Tuccia, incapaz de contenerse por más tiempo. La vestal la abrazó con fuerza y lloraron juntas. Al cabo de un rato, por encima de los sollozos, oyeron un zumbido. Era leve, pero persistente. Y al poco se intensificó. Deshicieron el abrazo y se secaron las lágrimas. Miraron a su alrededor.
La encina frente a la cual se hallaban era muy vieja, con ramas abundantes y un tronco leñoso en cuyo centro los años habían horadado un hueco. Unas cuantas abejas revoloteaban allí, ante la boca oscura. Las observaron con curiosidad: una agitaba las alas sin separarse del árbol, otras iban y venían continuamente. Poco después, un fuerte rumor anunció la llegada de una nube negra que se movía con prodigiosa rapidez: era una abeja reina seguida por un enorme enjambre que, sin detenerse ni dudar, se metió en el hueco de la encina para formar una nueva colmena.
- Es una señal del favor de Silana – dijo enseguida Rea Silvia –. Es ella quien nos las envía para que nos proporcionen su dulce alimento.
Corrieron a la casa y trajeron un poco de romero y una tacita de agua para ofrecerlos a la ninfa al pie de la encina. Y las lágrimas que vertieron entonces fueron de agradecimiento.
- Mi padre ama a las abejas – le contó Rea más tarde –. Le gusta recordar que todo el enjambre sirve a la reina y que, a su vez, la reina sirve a todos sus súbditos. Es un ejemplo para mí. Si Marte me ha escogido para crear una nueva estirpe, yo me debo a ella. Lo había olvidado durante estos últimos días.
- No sé si comprendo lo que dices.
- Que tengo que ser fuerte, que no debo rendirme ni en las condiciones más adversas, que no permitiré que el miedo se asiente en mi corazón y haga medrosos o cobardes a mis hijos. Marte no abandonará a su prole y yo demostraré que soy digna de ser su madre. ¡Ea, amiga mía, volvamos al contento y la actividad de nuestro primer día aquí! ¿Recuerdas lo que me dijo la adivina Celia cuando le consulté sobre su profecía y mi embarazo? Que el hado siempre se cumple, pero no sabemos de antemano cómo va a suceder. Luchemos, pues, para que vivan. Actuemos con el convencimiento de que mis hijos se salvarán. Y si ellos se salvan, ¿qué puede importar lo que nos ocurra a ti y a mí?
Tuccia, que se había perdido en esos recuerdos, volvió al presente con brusquedad al escuchar la voz de Rea:
- ¡Eh, amiga! ¿En qué estabas pensando? Vamos a salir a recoger ramas de madroño – le decía, mientras dejaba a un lado la aguja y la lana recién recibidas y se ponía en pie.
- ¿Madroños? ¡No puedes comer su fruto, no te sienta bien!
- No es para comer, sino para prevenirme. Ven, y luego te contaré los motivos. Tienen que ver con mi abuelo paterno, el rey Procas. Yo no lo conocí, pero mi madre me contó muchas veces lo que le sucedió al poco de nacer.
*Las fotos de las esculturas y la taza son mías. El resto, están sacadas de internet.
NOTA: Os dejo al enlace a una reseña que ha escrito sobre mi novela “Dido reina de Cartago” nuestro amigo Cayetano en su blog La tinaja de Diógenes.
Un gran capítulo lleno de esperanzas. Besos
ResponderEliminarRafa
Gracias, Rafa. Un abrazo.
ResponderEliminarUn tiempo sereno y amigable, apropiado para ver un poco más allá del futuro agobiante.
ResponderEliminarMe gustó este trozo, parece que hemos cogido un aire de bosque, sano y esperanzador.
Besos.
Muchos.
Aunque he leído el este capítulo muy atentamente y sigo el hilo general de la historia, siento estar perdiéndome alguna entrega. Espero poder leer toda la novela del tirón en un futuro próximo.
ResponderEliminarDe cualquier manera, Rea sigue en cautiverio y a punto de dar a luz, y con tus textos se aprende cada vez más.
Hasta dentro de quince días.
Un abrazo.
Después de un capitulo muy triste, hoy nos entregas una cascada de ánimo y esperanza. Fantástico como siempre Isabel. Un beso.
ResponderEliminarEl entusiasmo de REA SILVIA es contagioso,tanto que hace que uno olvide las sombras que tiñen su cautiverio...
ResponderEliminarP.D.:Aún así,su optimismo hace que todo florezca y se luzca en su entorno!!
BESITOS MI QUERIDA AMIGA =)
Madame, me deja usted sumamente intrigada con los madroños. Estoy deseando conocer la explicación.
ResponderEliminarY me ha parecido muy hermosa la escena de las abejas :)
Buenas noches
Bisous
No esperaba yo menos de la madre de los fundadores de Roma.
ResponderEliminarEsperanza y fuerza...un capítulo hermoso Isabel.
ResponderEliminarBesos.
Parece que el parto es inminente y sus amigas siguen sin poder localizarlas. Los tiempos y los designios se cumplen.
ResponderEliminarEs un capítulo doble, extraño. De una parte, la esperanza de una nueva estirpe pero, de otro, la muerte cada vez más cercana, acechando inexorable.
¡Bufff, qué tensión! Y que bien la has logrado...
Un abrazo muy, muy fuerte, querida Isabel.
Esperanza es lo que rezuma este capítulo. Estupendo Isabel.
ResponderEliminarBicos
¿Qué más esperanza podemos buscar que una madre preparándose para traer al mundo a dos criaturas? El embarazo es una época muy curiosa, llena de contradicciones, de miedos, anhelos y esperanzas. Pero llegado el momento culmen, todo lo anterior se convierte en tenacidad, decisión, valor e ilusión. Cuando se aproxima ese mágico momento del alumbramiento, sientes como lo demás carece de importancia, todos los miedos y las angustias desaparecen entre las luces de la esperanza. Veo que Rea Silva no es menos que el resto de las mortales.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo Isabel.
Qué poco me falta para el alumbramiento. Incluso, intuyo que podría adelantarse.
ResponderEliminarAcompañada por mi fiel y querida Tuccia, la vida es agradable en esta cabaña mínima, no obstante la falta de comodidades. Su apoyo permanente y una fortaleza que surge de mi interior nos sostienen con alegría. Esa fortaleza a mí misma me intriga, pero ahí está, como una muralla frente a todos los males sufridos. Lo que no mata, hace más fuerte.
Un capítulo muy bonito, doméstico, lleno de fe en el futuro, de preparativos para la llegada de los gemelos.
Veremos el papel de los madroños.
Esto va viento en popa, querida Isabel.
Un beso.
Un beso enorme, Isabel
ResponderEliminarSi Silana está enviando una señal de favor imbuida de dulce alimento, tendremos que ampararnos en la esperanza de la que habla Rea Silvia.
ResponderEliminarLas abejas al servicio de una reina y la reina digna protectora, un símbolo hermoso como lo sentía Númitor.
Qué contraste cruel los preparativos de la maternidad llenos de ilusión en un futuro que se presenta cruel. Solo cabe amapararse pues en los presagios que con Silana quiere amparar a Rea Silvia y a Tuccia.
Por cierto, y al hilo de la actualidad, las intrigas palaciegas de la "Fundación" me han venido a la mente más de una vez últimamente cuando leo o escucho noticias. No sé: "nada nuevo bajo el sol". Ahora, quién o quiénes son los intrigantes, eso ya... nunca ha de ser tan fácil como se presentan los hechos. Vamos, digo yo.
Nos agarraremos a nuestras dulces abejitas, ya que así lo quiere Silana, y yo en Silana confío.
Un abrazo, querida Isabel.
Querida Isabel francamente nos haces estar en medio de la escena ¡hasta he podido oler las verduras cociéndose! y "he visto" voltear a Rea Silvia para ser escuchada; estoy muerto de risa, porque sencillamente me quedo maravillado de tu prosa. Son pequeños detalles que sin embargo sirven de engranaje para todo el movimiento del capitulo.
ResponderEliminarUn gran beso, no sabes cuánto lamento no poder venir a menudo, ya que es una gozada leerte querida amiga.
Es tiempo de espera y de zozobra, de alegría y de incertidumbre.
ResponderEliminarNo todos los días se gestan hijos de los dioses.
¿Qué propiedades tendrán los madroños?
Un saludo.
Conozco a la dulce Silana, las abejas son una señal de ella.
ResponderEliminarRea abandonada a su suerte con la fiel Tuccia, demuestra la inquebrantable fuerza de las mujeres, su gravidez le da energias, no ha de fallarle Destino ni Fortuna ¿Y Marte? padre ausente, demuestra tu poder de una vez ¿estás sordo?
En este ambiente sofocante, en un pozo rodeado de barreras, Isabel, nos das síntomas de la natura, avisos de que la vida está presente y las Parcas ausentes, eso creo o espero.
Besitos.
Me gusta mucho, esto va muy bien.
ResponderEliminarD.
Isabel: he probado el enlace que has puesto en tu blog y que conduce a mi entrada sobre Dido y a mí sí me funciona estupendamente. Debe ser cosa de Blogger o de algún dios airado que te quiere mal porque no has hecho ningún sacrificio para que te sea propicio. Va a ser eso.
ResponderEliminarUn saludo.
Cuánta ternura!!! Un bello capítulo. Abrazos.
ResponderEliminarHola virgi, Rea Silvia nos contagia de esa potencia suya de la que, sin duda, se nutrieron durante siglos los romanos. Besazos.
ResponderEliminarHola mercedes pinto, yo también espero que podamos leerla algún día impresa en un libro. Ojala pueda ser así y sea, además, pronto. Gracias, querida amiga.
Hola bagoas, con estos cambios pretendo también producir en el ánimo del lector esos altibajos, esos sentimientos alternos de pesar y de esperanza que, sin duda, debieron sentir las personas reales que vivieron esta historia. Besos enormes.
Hola gabu, ¿de qué otra manera hubiera podido sobrevivir, sino nutriendo una fe sin fisuras en ese "amado" por una sola vez, y sin enterarse. Besotes, guapa.
ResponderEliminarJa, ja, la dame masquée, pronto sabrá usted para que servirán los madroños. Y puede que aún sirvan para lo mismo... Beso su mano.
Hola mariajesusparadela, creo que Rea Silvia no nos decepciona. Es una mujer excepcional. Besos.
Hola mayte, muchas gracias por esa fuerza que me envías. Todas son necesarias... Besos.
ResponderEliminarHola freia, empieza ya una lucha contra el tiempo y contra las adversidades, una etapa brevísima pero crucial para el futuro del mundo occidental. ¡Y la criatura que lo hizo posible lloraba debajo de una encina! Besos, querida amiga.
Hola dilaida, esa esperanza debe acompañarnos a todos en los difíciles momentos que nos aguardan (y me refiero tanto a la ficción como a nuestra vida actual) Besos.
Hola sahara.es, lo has explicado tan bien, que no puedo añadir nada. Creo que las mujeres estamos dotadas de un ánimo especial cuando nos enfrentamos al momento peligroso de dar la vida. No sé si es cosa de las hormonas o de nuestra propia voluntad, pero ocurre. Besos y muchas gracias por esa bella aportación.
ResponderEliminarHola isabel martínez barquero, espero que sí, que todo vaya viento en popa, al menos yo estoy poniendo la mayor voluntad y esfuerzo por mi parte. No diré que tanta como Rea Silvia, pero trato de parecerme a ella y de aproximarme a su corazón. ¿De dónde sacan las mujeres tanto valor y fortaleza? De ellas mismas, sin duda. Por eso les debemos tanto agradecimiento a nuestras antepasadas. Un abrazo muy fuerte.
Besos, elysa, espero que todo esté yendo bien
Saludos, elena clásica, estoy segura de que esas abejas enviadas por Silana habrán contribuido mucho a la nutrición de los gemelos en el vientre de su madre y, con su dulzor, a hacer menos dura la situación. En cuanto a las intrigas palaciegas, o en las alturas, creo que deben ser de siempre y repetirse una y otra vez hasta la saciedad. A poco que nos pongamos a pensar, las identificaremos todas. Ay, ¡y yo que creo que los malos son siempre los mismos...! Besitos, guapa.
ResponderEliminarHola querido el drac, espero publicar la novela en formato de libro, y que la puedas leer toda entera y disfrutar de tu personaje: una vez salvó a Rea Silvia y está a punto de ayudarla significativamente otra vez. Besotes.
Hola cayetano, esto de los madroños os ha llamado la atención a muchos. Como los tenemos más o menos cerca... Sólo te diré que vienen fenomenal para protegernos de los chupóteros, así que mira si nos hacen falta ahora... y con urgencia. Besitos.
Hola natalia tarraco, Silana nunca abandonará a nuestra niña Rea, la quiere demasiado. Otra cosa es que, como todos sabemos, el destino se cumple inexorablemente, para lo bueno y para lo malo. En cuanto a Marte, ya veremos. Contempla - estoy segura - la gestación de su prole y con su silencio contribuye a la fortaleza de Rea. No fue buen marido, pero sí un padre que nunca falló a sus hijos. Besos, querida amiga.
ResponderEliminarHola cayetano, debe ser un dios airado, desde luego, porque yo no consigo entrar desde mi ordenador por ninguno de los enlaces tuyos que tengo (que son dos) ni he conseguido, por tanto, poner otro enlace al pie del post. Quizá otro año... Besos, querido amigo.
Hola fgiucich, de ternura tú sabes mucho. Un abrazo.
A mi querida sobrina le queda poco tiempo. Y sus hijos no llegarán a nacer. Así está previsto y así se hará. Lo demás en este momento es secundario. Hay que asegurar mi corona y mi descendencia.
ResponderEliminarRey Amulio.
Parece que nos acercamos al nacimiento. Veremos cómo ocurre. Un beso.
Salud y República
Sí, un precioso capítulo. Incluso en la situación más negra el instinto de una madre es garantizar el futuro de sus hijos. Sus enemigos son poderosos y parecen tener cartas ganadoras, pero... queda por ver la jugada final de sus aliados.
ResponderEliminarAbrazos, Isabel. Esto marcha!
Me ha gustado mucho esta entrada tan llena de detalles hermosos.
ResponderEliminarNuevamente nos dejas en ascuas.
Besos.
Qué fortaleza la de Rea!
ResponderEliminarBueno, la de las dos mujeres, pero sobre todo la de Rea.
Será la fuerza que da la propia maternidad?
Será que está bajo la tutela de los dioses y ellos le dan esa fuerza?
Increíble cómo nos relatas esa fuerza que nos deja sintiéndonos pequeñitos y débiles.
ayy, ya falta menos...
Besos
Hoy entro por primera vez al blog. Fui una de las personas que estuvo en la presentación de DIDO, REYNA DE CARTAGO, todo un éxito. Pertenezco a un grupo de personas que asisten, semanalmente a una tertulia literaria y en la cual hemos tenido el placer que nos visite ISABEL BARCELO, todo un orgullo para nosotras.
ResponderEliminarAunque mi vida siempre ha estado ligada al mundo de la moda, mi pasión es la lectura, y me gustaría colaborar con algún personaje en la nueva novela. “Alguna pasarela de moda para la mujer romana” ellas también tenían debilidad por la ropa.
DAMI.
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ResponderEliminarAmazing pictures. Love it
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