De Popilia a su nieta Lucila. Salud.
Hoy he pensado mucho en ti, querida niña, pues los manzanos del huerto han empezado a florecer. Sus rosas me recuerdan lo delicadas y tiernas que eran tus mejillas cuando naciste y cómo me embelesaba contemplándote durante horas y horas. A veces tu madre se molestaba conmigo, pues pensaba que en cuanto tuviéramos tú la edad y yo la ocasión, te mimaría mucho. No ha sido así, aunque sabes que, de todos mis descendientes, tú eres mi nieta preferida, la que llevo más dentro del corazón.
Ese cariño, sin embargo, no me ciega sino, al contrario, me hace más sensible y receptiva a todo aquello que te atañe. Con frecuencia hemos salvado la distancia física con nuestras cartas y siempre he tratado de ayudarte siendo sincera contigo. No puede extrañarte, pues, que te cuente hoy una vieja historia de familia, algo que aconteció a mi abuela paterna.
Ocurrió que, cuando ella ya había traído al mundo a dos hijos, mi abuelo se encaprichó de una de las esclavas de la casa. Era una muchacha egipcia, no muy agraciada, pero sabes que las mujeres orientales saben muy bien atraerse a los hombres y retenerlos con sus artes. Al poco tiempo, la hizo su concubina. Mi abuela se ofendió mucho pues, al trascender ese concubinato, ella se sentía disminuida en su dignidad. Más todavía por el hecho de ser ella todavía joven y estar en un periodo de su vida fértil, y haber sido siempre, en su propia opinión, una esposa amable y complaciente.
Como muestra de disgusto, a partir de aquel momento se negó a yacer con él. Puedes suponer la tensión y el malestar que había en la casa, pues mi abuelo exigía de su esposa que cumpliera sus deberes conyugales y ella no daba su brazo a torcer. Intervinieron los familiares de uno y otro, sin éxito. Tan grave llegó a ser la situación, que mi abuela pensó en el divorcio. Entonces su hermano sugirió que el matrimonio visitara el templo de Venus Verticordia y, aunque mi abuela se resistía, al final aceptó.
Una mañana subieron ambos a la colina del Palatino, donde estaba el pequeño templo de Verticordia. Y allí, en presencia de la diosa, mi abuela le dijo a su marido, una por una, todas las quejas y el disgusto que tenía dentro. También él respondió, exponiendo sus propios descontentos. Discutieron, intercambiaron palabras duras, el uno escuchó del otro reproches y censuras, críticas, reclamaciones que ponían en evidencia que ambos habían cometido errores. Descubrieron que se amaban más de lo que ambos habían confesado nunca. Mi abuela lloró y él la abrazó para consolarla. Y al fin, aligerados sus corazones del peso que habían cargado y les había estropeado la convivencia, alcanzaron una reconciliación.
No eches esta historia en saco roto, pues aunque no todos los matrimonios se arreglan yendo al templo de Venus Verticordia, al menos es una posibilidad a tener muy en cuenta. Los hombres son muy difíciles a veces y tu marido, aunque tenga notables cualidades, no es una excepción. También a nosotras, cuando nos acostumbramos a su ausencia por las largas campañas militares, nos resulta incómodo volver a sujetarnos a sus normas o cambiar las nuestras. Así pues, Lucila, no olvides que las dificultades conyugales se pueden resolver, como tantas otras, hablando con voluntad de entenderse. Sabes cuánto aprecio a Cayo y creo que formáis una buena pareja. Dadle una oportunidad a Venus Verticordia, cuya fiesta se celebra precisamente hoy, y dárosla sobre todo, a vosotros mismos.
*La foto de la flor del manzano está tomada de internet. Las otras dos, son del Ara Pacis, en Roma, tomadas por mí.
NOTA: El 1 de abril se celebraba la fiesta de Venus Verticordia “la que cambia los corazones”. Se desconoce todavía cuál era la ubicación de su templo en el Palatino, pero allí acudían las parejas en conflicto para hablarlos delante de la diosa y, si era posible, resolverlos.
NOTA 2: Os dejo el enlace a un artículo mío titulado “Un lugar en el mundo”, publicado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez en el contexto del proyecto “Dónde lees tú”.
Hoy he pensado mucho en ti, querida niña, pues los manzanos del huerto han empezado a florecer. Sus rosas me recuerdan lo delicadas y tiernas que eran tus mejillas cuando naciste y cómo me embelesaba contemplándote durante horas y horas. A veces tu madre se molestaba conmigo, pues pensaba que en cuanto tuviéramos tú la edad y yo la ocasión, te mimaría mucho. No ha sido así, aunque sabes que, de todos mis descendientes, tú eres mi nieta preferida, la que llevo más dentro del corazón.
Ese cariño, sin embargo, no me ciega sino, al contrario, me hace más sensible y receptiva a todo aquello que te atañe. Con frecuencia hemos salvado la distancia física con nuestras cartas y siempre he tratado de ayudarte siendo sincera contigo. No puede extrañarte, pues, que te cuente hoy una vieja historia de familia, algo que aconteció a mi abuela paterna.
Ocurrió que, cuando ella ya había traído al mundo a dos hijos, mi abuelo se encaprichó de una de las esclavas de la casa. Era una muchacha egipcia, no muy agraciada, pero sabes que las mujeres orientales saben muy bien atraerse a los hombres y retenerlos con sus artes. Al poco tiempo, la hizo su concubina. Mi abuela se ofendió mucho pues, al trascender ese concubinato, ella se sentía disminuida en su dignidad. Más todavía por el hecho de ser ella todavía joven y estar en un periodo de su vida fértil, y haber sido siempre, en su propia opinión, una esposa amable y complaciente.
Como muestra de disgusto, a partir de aquel momento se negó a yacer con él. Puedes suponer la tensión y el malestar que había en la casa, pues mi abuelo exigía de su esposa que cumpliera sus deberes conyugales y ella no daba su brazo a torcer. Intervinieron los familiares de uno y otro, sin éxito. Tan grave llegó a ser la situación, que mi abuela pensó en el divorcio. Entonces su hermano sugirió que el matrimonio visitara el templo de Venus Verticordia y, aunque mi abuela se resistía, al final aceptó.
Una mañana subieron ambos a la colina del Palatino, donde estaba el pequeño templo de Verticordia. Y allí, en presencia de la diosa, mi abuela le dijo a su marido, una por una, todas las quejas y el disgusto que tenía dentro. También él respondió, exponiendo sus propios descontentos. Discutieron, intercambiaron palabras duras, el uno escuchó del otro reproches y censuras, críticas, reclamaciones que ponían en evidencia que ambos habían cometido errores. Descubrieron que se amaban más de lo que ambos habían confesado nunca. Mi abuela lloró y él la abrazó para consolarla. Y al fin, aligerados sus corazones del peso que habían cargado y les había estropeado la convivencia, alcanzaron una reconciliación.
No eches esta historia en saco roto, pues aunque no todos los matrimonios se arreglan yendo al templo de Venus Verticordia, al menos es una posibilidad a tener muy en cuenta. Los hombres son muy difíciles a veces y tu marido, aunque tenga notables cualidades, no es una excepción. También a nosotras, cuando nos acostumbramos a su ausencia por las largas campañas militares, nos resulta incómodo volver a sujetarnos a sus normas o cambiar las nuestras. Así pues, Lucila, no olvides que las dificultades conyugales se pueden resolver, como tantas otras, hablando con voluntad de entenderse. Sabes cuánto aprecio a Cayo y creo que formáis una buena pareja. Dadle una oportunidad a Venus Verticordia, cuya fiesta se celebra precisamente hoy, y dárosla sobre todo, a vosotros mismos.
*La foto de la flor del manzano está tomada de internet. Las otras dos, son del Ara Pacis, en Roma, tomadas por mí.
NOTA: El 1 de abril se celebraba la fiesta de Venus Verticordia “la que cambia los corazones”. Se desconoce todavía cuál era la ubicación de su templo en el Palatino, pero allí acudían las parejas en conflicto para hablarlos delante de la diosa y, si era posible, resolverlos.
NOTA 2: Os dejo el enlace a un artículo mío titulado “Un lugar en el mundo”, publicado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez en el contexto del proyecto “Dónde lees tú”.
Superinteresante, no me extraña que desde tan tempranos tiempos la naturaleza humana reaccionara de la misma manera, cambiamos a Venus por un "consejer@ matrimonial o psicólog@". Bs.
ResponderEliminarEse punto comprensivo y tierno es muy propio de una abuela.
ResponderEliminarTe leí y me emocioné con tu lugar de lectura. Los brazos de una madre, hermoso y único lugar.
Un beso, querida Isabel.
Celebremos, pues, la fiesta de Venus.
ResponderEliminarUn consejo muy sabio, muchas veces no se arregla nada hablando, pero si no se intenta, no hay solución.
ResponderEliminarEspero que pasaras muy bien el día de Venus Verticordia.
Bicos
Querida Isabel, siempre me descubres interesantes costumbres romanas que tienen su paralelismo (su evolución, quizás) en la actualidad. Este ir al templo y hablar ante la diosa se me antoja parecido a lo de ir a visitar a un consultor matrimonial, psicólogo o similar...
ResponderEliminarEnhorabuena por la acogida de tu artículo Un lugar en el mundo, acogida merecida pues el texto es muy bello.
Un beso
Curiosa tarea. Imagino que la diosa debía de estar bastante atareada con todas las peticiones recibidas. Aún el día de hoy se debe de estar ocupando de ellas!
ResponderEliminarYa he pasado a leer su precioso artículo, por el que solo cabe felicitarla :)
Feliz tarde de domingo
Bisous
Pues es verdad, hablar siempre viene bien, aún cuando con ello no se arregle nada. Al menos no se queda uno con cosas dentro, que eso sí que te puede poner hasta malita.
ResponderEliminarY mejor hablar antes que tener que ir a la consulta!
Un beso
Qué bonita fiesta en este hermoso mes, no siempre reparamos en que la palabra es un don y puede crear milagros. Déjemonos llevados por Venus, que el amor se desborde es algo tan maravilloso...
ResponderEliminarUn abrazo, Isabel.
No esstá nada mal tener un lugar donde intentar arreglar los problemas de la pareja.
ResponderEliminarVoy a leer tu artículo.
Besitos
El tiempo pasó. Los siglos derribaron templos y dinastías y sin embargo la Venus Verticordia sigue ocupada. ¡Es una diosa sin descanso! Celebramos su día junto a Vos, Isabel y esta bella entrada!
ResponderEliminarUn abrazo Querida Amiga.
Es una pena ver lo que le cuesta a las parejas hablar y decirse las cosas que sienten o padecen. Veo que apenas hemos cambiado con el devenir de los tiempos.
ResponderEliminarUn abrazo querida amiga
Cada ves me gusta más tu blog, tanto es así que lo voy a linquear al mio.
ResponderEliminarFelicidades y saludos.
Me has emocionado...suave y divina lelgas siempre en tus palabras, mi querida Isabel!!
ResponderEliminarUn gran abrazo ;)
Isabel dejemos que Venus nos cabie el corazón.
ResponderEliminarBuena pascua.
Abrazos que hablen.
Sergio Astorga.
Hay cosas que no cambian a pesar del paso de los siglos.
ResponderEliminarBesos
Amiga querida,tu historia me dejó pensando en la cantidad de veces en que deseamos tirar todo por la borda dejándonos caer en las soluciones simplonas!!!!
ResponderEliminarP.D.:¡¡La de veces que yo habría acudido al auxilio de VENUS VERTICORDIA!!
jajajajajjjaj
BESOTES ISA QUERIDA :)
Para enderezar los caminos torcidos para templar los corazones alejados
ResponderEliminargritad con fuerza hasta vaciaros.
Y
luego
amaos en el suelo.