Poco después del alba,
Acca Larentia abrió la puerta de su cabaña en la cumbre del Palatino y se
inclinó para coger el bulto de plumas depositado sobre su piedra de moler.
Rómulo solía dejarle pequeños regalos junto al umbral, madroños, bellotas, e
incluso, algunas veces, pájaros o lirones cazados por él mismo. No se dejaba
ver, sino que daba en la puerta unos golpecitos para advertirla y evitar que alguna alimaña le
robase la pieza . Con los pichones colgando de una mano, contempló
el cielo, claro y sereno. El valle de Murcia estaba aún en sombras y la masa de
bosques de laurel de la colina del Aventino, al otro lado del valle, se alzaba
oscura y amenazante. Acca sintió un escalofrío y apartó la vista.
Conforme se acercaba
el solsticio de invierno, su inquietud crecía. Sin ningún motivo. O tal vez sí.
Ese año el nivel del Tíber había subido menos que otros inviernos, la
temperatura era benigna. Sin embargo, los días cada vez más cortos y las
larguísimas noches le producían una opresión en el pecho. Su instinto de madre
estaba en alerta, sin saber por qué. Quizá porque dentro de unos cuantos días,
Remo y Rómulo, sus gemelos, entrarían a formar parte de la comunidad de los
adultos y decrecería su autoridad sobre ellos. ¿Cómo los protegería entonces?
No podría limitar sus movimientos prohibiéndoles alejarse del Palatino.
Querrían ir a otros lugares, conocer Alba Longa, por ejemplo. Esta idea le
produjo un temblor en la boca.
Unos gritos
alborozados la sacaron de sus cavilaciones. Eran ellos. Miró hacia el valle
pero no los pudo ver, debían correr con sus compañeros ceñidos a las raíces de
la colina, imposible de ser vistas desde allí. Habían sido los últimos en
llegar al mundo, las últimas criaturas a quienes había amamantado. Quince veces
había parido y aún sus pechos se habían hinchado con abundante leche para
ellos. Eran buenos hijos.
- Se va a quedar
helada, madre – dijo su hija Fausta asomando la cabeza tras ella.
Como si la hubieran
golpeado en las sienes, Acca quedó aturdida al escuchar esas palabras. Estaba
pensando en sus gemelos y, de pronto, le anunciaban que se quedaría helada. Ese
efecto sólo lo causan las malas noticias, los desastres, las desgracias
inesperadas y funestas. Su hija, sin saberlo, había pronunciado un mal
presagio. Se llevó la mano al hombro izquierdo y apretó con fuerza la fíbula
que sujetaba su túnica. Tenía la forma de una serpiente en reposo. Las
serpientes protegen a las mujeres y a su prole, le habían dicho. Pero Remo y
Rómulo ya no eran unos niños. Miró de
nuevo hacia abajo y, ahora sí, los vio correr hacia el cruce de caminos que, al
fondo del valle, tomaban direcciones distintas y se perdían en la distancia.
Al declinar la tarde
un ligero viento del oeste penetró entre las encinas de la ladera del Palatino
y las agitó, acentuando la sensación de frío. Los perros se movían y los
muchachos pateaban el suelo para entrar en calor pues las vendas de lana
enrolladas en los pies y las piernas no eran suficiente abrigo a esas horas.
Remo dejó caer al suelo la gran piedra que acababa de levantar por encima de su
cabeza y animó a su hermano con una sonrisa.
Rómulo se afanaba en
levantar otra, de tamaño similar, hasta la misma altura. Los músculos de los
brazos y las piernas en tensión revelaban su esfuerzo. Alrededor de ellos, sus
compañeros los jaleaban: los hermanos Quintili daban ánimos a Rómulo, con quien
compartían refugio y aventuras, mientras los Fabios, incondicionales de Remo,
daban a éste por ganador en esa competición improvisada y, entre burlas,
invitaban a Rómulo a soltar cuanto antes la piedra. Éste, sin hacerles caso,
apretó los labios y persistió en su propósito hasta que, finalmente, consiguió
alcanzar su objetivo antes de depositarla con brusquedad en la hierba. Mas ya
Remo le volvía la espalda y dirigía su atención hacia otros juegos.
Tan parecidos como dos
gotas de leche, no era fácil distinguir a simple vista a los gemelos. Bellos de
cuerpo y de semblante, tenían los ojos grandes y almendrados, nariz recta y
labios carnosos. Los cabellos ondulados terminaban en rizos sobre la frente y el
cuello y, observando sus cabezas, se diría que cada mechón del uno se
correspondía exactamente con un mechón idéntico en el otro. Un lunar con forma
de hormiga en el hombro izquierdo de Remo era la única diferencia de nacimiento
entre ambos si bien, cuando estaban juntos, se apreciaba una mayor corpulencia
en Remo mientras su hermano, un poco más delgado, lo aventajaba en altura.
- ¡Eh! – gritó uno de
los Fabios, llamando su atención –. Mirad allí. ¿Veis, como yo, unas ovejas
dirigirse al estanque? No son de nuestros rebaños.
- Las veo, sí –
respondió Remo –. Y me han entrado ganas de cenar carne. ¡A por ellas!
Cogieron a toda prisa
los bastones abandonados en el suelo y los seis jóvenes, seguidos por los
perros de los gemelos, se lanzaron ladera abajo saltando por entre los matojos.
Tras unos cuantos pasos, Rómulo gritó a los suyos que lo siguieran y Bona y los
dos hermanos Quintili se desviaron con él hacia la derecha. Su intención era
interponerse entre las ovejas y el estanque mientras el grupo de Remo las
sorprendía por el lado contrario.
Los animales, apenas
cuatro o cinco, habían debido separarse del grueso del rebaño. El ruido
producido por los muchachos los espantó y aceleraron el trote para refugiarse
en el bosque de mirto, junto al agua. Mientras Rómulo y los suyos se separaban
un poco entre sí formando un arco y, con los brazos extendidos, les cortaban el
paso al bosque obligándoles a volver grupas y dirigirse hacia Remo y los
Fabios, éstos, con la fuerza de los bueyes, los atacaron todos juntos y de
frente. Los animales los esquivaron con facilidad huyendo hacia los lados y
corrieron libremente en todas direcciones. En medio del desorden los muchachos y los perros perseguían a una
oveja y, cuando no lograban cogerla, iban a por otra y así, las reses
consiguieron sortearlos y reagruparse al otro lado del valle, más allá de la
linde que los criados de Amulio tenían prohibido traspasar.
Aunque agotado por
tanta carrera, Remo se detuvo sólo un instante: dobló la espalda, apoyó las
manos en las rodillas y apenas recuperó el aliento, dio orden a los Fabios de
reanudar la persecución. Él mismo se puso al frente agitando los brazos y
blandiendo el bastón. Los hermanos Quintili se disponían a seguirlos, pero la
inmovilidad de Rómulo los contuvo.
- Yo no voy – declaró
éste mirándose los pies –. Casi no queda luz y a oscuras es imposible cazar
nada.
- Si nos damos prisa…
- Vosotros haced lo
que queráis. Yo no pienso perder tiempo – dijo Rómulo, volviéndose hacia el
Palatino con su perra Bona pegada a los talones.
Gordio y Publio
Quintili se miraron indecisos. Les desconcertaba la actitud de su amigo. Rómulo
era muy hábil y rápido en la caza, tenía el instinto del lobo para acechar a un
animal y acorralarlo. Era valiente. Y, sin embargo, ya varias veces había
rehuido traspasar la linde prohibida y entrar en el territorio del Aventino. No
entendían la causa, cuando desobedecían a diario tantas normas. Tras unos
instantes de duda, y no sin decepción, los Quintili decidieron volver con
Rómulo a su refugio.
Su cabaña, si podía
llamarse así a aquel recinto precario en el que apenas cabían la perra y ellos
tres tumbados en torno al hogar, la habían construido a pocos pasos de la cueva
de Fauno. A esa altura terminaba la pendiente terrosa de la colina y surgía el
gran murallón de roca que la volvía inaccesible salvo por la escalera de Caco,
también próxima. Un caldero de cobre colgado sobre las brasas, tres o cuatro
escudillas y unas pieles de oveja para cubrirse por la noche, constituían todo
su ajuar. De las paredes colgaban sus armas: cada cual tenía un escudo, una
lanza y un bastón, que usaban también como cayado, mientras los cuchillos de
bronce, en cuyo lanzamiento se entrenaban con frecuencia, los guardaban en un
cesto de mimbre.
Poco después, mientras
esperaban a que se terminase de cocer un caldo de verduras, oyeron los gritos
de sus compañeros. Gordio abrió la puerta y sacó al exterior la cabeza. Delante
del refugio de Remo y los Fabios, situado a un tiro de piedra, brillaba la luz
de una fogata.
- ¡El olor debe estar
llegando hasta el Aventino…! – añadió con una risotada Bruto Fabio.
Gordio cerró otra vez
la puerta sin contestar. Tomaron su caldo mezclado con pedazos de tortas de
harina en silencio y se tumbaron en el suelo para dormir. Del exterior llegaban
los gritos de júbilo de Remo y los suyos entremezclados con los ladridos de
Seius y el chisporroteo de la hoguera donde asaban la res.
Hay que tener cuidado con el consumo de carne, además de producir ácido úrico se te puede indigestar si procede de rebaños ajenos. Así que estos mozalbetes se pueden meter en un buen lío.
ResponderEliminarUn saludo.
Ja, ja, cayetano, y más cuando los rebaños son tuyos... o, al menos, están bajo tu cuidado. No saben las criaturas dónde se meten. Besitos.
ResponderEliminarHay edades en las que el riesgo es placer.
ResponderEliminarPor ahora les salió bien: pero no ca be duda que la inconsciencia de la edad es bastante atrevida!
ResponderEliminarAbrazos Isabel.
Cierto, mariajesusparadela, y parece casi inevitable. Besazos.
ResponderEliminarHola Bertha, sí, de momento les ha salido bien. Veremos... Besazos.
Dos caracteres bien diferentes, los de estos hermanos. Este episodio no quedará sin consecuencias ... Un beso :)
ResponderEliminar¡Lo pillaste, maria antonia moreno! Seguro que no quedará así. Besazos.
ResponderEliminarBueno, pues ya estamos en marcha, con los jóvenes gemelos como protagonistas del gran acontecimiento que se avecina.
ResponderEliminarMuy buena prosa, Isabel, clara y nítida.
Un beso enorme.
Bueno, no podíamos esperar que los gemelos fueran tranquilitos. Tenían que ser inquietos para llegar lejos. Pero, naturalmente, eso tiene sus inconvenientes.
ResponderEliminarMagnífico. Nos sigue acercando usted tanto el pasado con sus descripciones, tan ricas en detalles, que consigue que todo nos parezca próximo en el tiempo.
Buenas noches
Bisous
Se fosses publicada em português, tanto em Portugal quanto aqui no Brasil terias muitíssimos leitores...tens um estilo apetitoso, movimentado, que prende e envolve a nós que acompanhamos teu blogue. Tens certeza de que não vivestes naquelas épocas?...
ResponderEliminarTachán... ya está el suspense sugerido. Me ha gustado y enganchado desde el principio.
ResponderEliminarBuenas descripciones, nos sumerjes en el ambiente con gran maestría, es difícil no ver a los gemelos y sus amigos gracias a tus palabras.
ResponderEliminarBesitos
Me desaparecio el comentario del post anterior con dibujito y todo!
ResponderEliminarBueno, vamos de nuevo -de pagina de libro a pagina de libro, quizas se hablen los dos entre ellos- vemos que: han pasado 15 años, los bebés vaya si han crecido, llama la atención la edad de iniciación. Hubiera jurado que era menor porque con el promedio de vida para la mayoria, ibas por la mitad de la vida a esa altura.
Por lo visto son como todo adolescente, más o menos imprudentes.Que es de la vida del resto de los personajes conocidos es lo que preguntaba, dado que la infancia de los niños nunca (salvo tratado de puericultura) no es muy interesante de contar.
Ahora si Amulio y Numitor viven en Alba Longa, porque continua la pelea????
El marco bucólico es excelente.
ResponderEliminarBesos.
La energía que los llevará lejos viene ya caminando.
ResponderEliminarMe fascina como has empezado, Isabel, sin empatar con el final de la primera parte dejando que el lector imagine el tiempo que ha volado entre ambas.
Un abrazo.
Esperemos que el cordero no acabe atravesándoseles en los estómagos.
ResponderEliminarUn saludo y un beso, Romana.
Felicidades y grácias por todo esto, vengo del pots anterior,- no te creas que me lo he perdido!. Seguramante los gemelos no sabien leer, te regalo esto que es de Houellebecq. “Vivir sin leer es peligroso, obliga a conformarse con la vida, y uno puede sentir la tentación de correr riesgos".
ResponderEliminarQue pases un buen dia.
Saludos
¡Esto promete, Isabel!
ResponderEliminarVale.
¡Magnífico!
ResponderEliminarRafa
Interesante esta cacería y esta persecución; desde luego atrevidos parace que son, pero ya se atisba que cada uno tiene una forma de ser muy diferente, pero que muy diferente. Veremos que pasa. Un abrazo, Isabel, y feliz fin de semana.
ResponderEliminar"Me quedé helada, mal augurio, esos chicos me hacen sufrir, temo por ellos.
ResponderEliminarParecen exactos, hermosos los dos, pero no lo son en su forma de ser, así lo quieren los dioses"
La juventud, tiempo de romper barreras, de comer cordero aunque sea de otro, !!Remo!! alocado.
A ver cómo acaba que me temo cosas malas.
Besito intrigado.
Me encanta! Me encanta!
ResponderEliminarNos has dado el perfil de los gemelos, tan iguales y tan distintos.
Me preocupa esa incursión en territorio prohibido...mmm...ya empiezas a engancharnos con cada capítulo. Me gusta :D
Y me ha parecido muy tierno el gesto de Rómulo al llevarle regalitos a su madre. Ainss...qué bonito.
Por cierto, tan jóvenes y tan independientes, y ahora a nosotros no nos pueden dejar salir del hogar. No hay un euro. Con 40 y en casa con los papis, ainss...
Un beso
Magnífico Isabel,como siempre y, también como siempre me ha encantado.Como ya te han dicho: "¡Esto promete! y tanto que promete, es el incio de una maravillosa y emocionante historia como tú sólo sabes hacernos vivir.Muchísimas gracias bella romana.Y enganchados nos tienes a todos.Muchos besos.
ResponderEliminarLa prudencia es una virtud cuando se es adolescente, así que no soy capaz de echar en cara nada a Rómulo. Alocado, sí, pero con cabeza. Las ovejas habían traspasado la línea prohibida y eran objeto de caza y persecución. ¿Pasaría lo mismo en el caso de que unos muchachos hiciesen los mismo?
ResponderEliminarUn beso
Con una impresionante prosa y una buena manera de "retratar" paisajes nos sitúas, Isabel, en el centro mismo del relato y, en mi caso, creo que he llegado a sentir ese frío inesperado que presagia una desgracia, frío como el que sintió Acca después de que su hija Fausta pronunciara aquéllas aciagas palabras "se va a quedar helada, madre". Estos gemelos, con sed de aventura y de demostrar grandeza sin medir consecuencias, me parece, que ahora se avecinan a vivir emociones intensas y, mientras tanto, quedamos en tus manos, querida Isabel.
ResponderEliminar¡Fantástico!
Me siento embaucada desde el primer momento por esta historia, que te traslada fácilmente a aquella época de la historia de Roma. Enhorabuena por saber conquistarnos desde el principio
ResponderEliminar!! Fascinante Isabel !!
ResponderEliminarAunque me tiene un poco preocupado mi amo...parece algo atrevido, alocado e irresponsable.
Y aunque quizá sólo sea juventud, he de estar vigilante.
!! Ay, tan igual y tan distinto de su hermano !!
Un beso.
Buen comienzo, que nos deja esperando el siguiente capítulo. Como siempre leerte un placer.
ResponderEliminarUn beso
Salud y República
Hola isabel martínez barquero, madre de las criaturas, me alegro que veas a tus hijos crecidos y potentes. ¡Ellos habrán de cumplir, como tú, su destino! Besazos.
ResponderEliminarJa, ja, la dame masquée, no podían ser tranquilitos, cierto, pues tienen un destino que cumplir. Pero sí, todo tiene un precio. Beso a vd. su mano.
Hola hesserre, ya me gustaría publicar mis obras en Portugal y Brasil... De momento no tengo propuestas para ser traducidas al portuguéz. En cuanto a si habré vivido en Roma en alguna época remota... Diría que sí. Besazos.
Hola dolors jimeno, me alegra que te haya enganchado, siempre es una buena señal para mí. Besazos.
ResponderEliminarHola elysa, es que estos gemelos los llevamos en el corazón desde hace tantas páginas, desde que aún no existían. ¿Cómo no los ibamos a ver? Besazos.
Hola alyx fadeland, muy interesante lo que planteas. La edad de iniciación en épocas arcaicas parece que iba desde los 12 hasta los 30 años, así de genérica era, según las costumbres de cada lugar. Puesto que no se sabe con precisión respecto a los gemelos, me pareció oportuno que empezaran a los 15 y concluyeran a los 16, pues para cumplir su destino era preciso que estuvieran en un momento de fuerza, coraje y, con el empuje de la juventud, con ese lanzarse para adelante sin medirlo todo. De ahí que haya elegido esa edad. Respecto a los que participaron en la primera parte, iremos sabiendo de ellos a lo largo de la novela. De momento la historia está centrada en las orillas del Tíber con la gente que está por allí. Y por último, el rey Amulio dejó regresar a Númitor a Alba Longa, pero entre ellos persiste la enemistad, pues ni le ha devuelto el trono usurpado, ni puede Amulio deshacer todo el daño que hizo a su hermano. No quiero entrar en detalles, puesto que habrá lectores que empiecen esta novela sin conocer la anterior. Mi ilusión es que, tanto quienes conocen los antecedentes de los gemelos, como quienes se acercan a ellos por primera vez, vivan descubrimientos y emociones con ellos y con todos los demás lectores. Besitos, guapa.
Gracias, maria luisa arnanz, debió ser un territorio con mucho gancho. Besos.
ResponderEliminarHola virgi, como decía antes alyx faderland, la infancia sólo hubiera interesado a los amantes de la puericultura. Me parecía más interesante reencontrarnos con los gemelos cuando están en condiciones de conmnovernos. Besitos, guapa.
Hola freia, ya veremos si se les atraviesa el cordero o no. La juventud es así en todos los tiempos. Un abrazo muy fuerte.
Hola dapazzi, gracias por esa cita tan interesante. Ya tenemos en acción a los gemelos, en las riberas del Tíber y a la espera de acontecimientos que tienen tanto que ver con nosotros... Espero que disfrutemos juntos de toda la historia.
ResponderEliminarHola dyhego, espero que no nos defrauden los gemelos. Besazos.
Saludos, rafa, gracias por tus ánimos.
Hola paco hidalgo, está claro que las similitudes no alcanzan a todos los aspectos de los gemelos. Así tiene que ser. Veremos, veremos. Besos.
ResponderEliminarHola natalia tarraco, los jóvenes cometen errores, es inevitable porque no de otra manera aprendemos todos, cada cual con los riesgos de su época. Remo alocado, sí. Más contenido Rómulo. Pero en ese momento, ¿qué es lo que se necesita? ¿qué se requiere para cumplir el destino? Besos, querida Acca.
Ja, ja, áfrica, tendríamos que inventarnos otra vez eso de la iniciación. Lo malo es que entonces podían cazar, coger frutos cultivados o silvestres. Ahora si no se conforman con comer ladrillos... Me gusta que te gusten los gemelos. ¡Yo también estoy emocionada con ellos! Besazos.
Hola yolanda carrasco, ahora el reto está en cumplir con la espectativa. Yo confío mucho en los gemelos, en su capacidad para arrastrarnos con ellos, en hacernos sentir sus propios problemas. Gracias por apoyo constante. Un beso.
ResponderEliminarHola carmenBéjar, buena pregunta. Y creo que encontraremos respuesta a lo largo de esta historia. Cada uno de nosotros tiene sus fortalezas y sus debilidades, y no todas reciben la misma aprobación social en todos los grupos humanos. Veremos qué ocurre aquí. Besazos.
Gracias por tus palabras, gustavo figueroa v, me anima a volcar todo mi esfuerzo en el relato de esta historia el comprobar que os interesa y que la vivís con tanta emoción como la que yo siento al imaginar cada escena y describírosla. Tu intuición es certera: los gemelos nos harán vivir muchas emociones. Besos, querido amigo.
Hola cristina victoria camacho gonzález, los romanos fueron conquistadores desde el principio así que hemos de dejarnos conquistar por los gemelos. Espero que entre todos lo logremos. Besos.
ResponderEliminarHola bagoas, desde luego tu amo es osado y, sobre todo, joven. ¡Temo que no lo puedas controlar! Pero los amigos como Seius no juzgan nunca y se entregan al afecto en cualquier circunstancia, bajo cualquier peligro. Esa cualidad suya es la que nos admira y nos hace amarlos con todo nuestro corazón. Besos.
Hola rgalmazán, me alegra que te guste ver a los gemelos correteando por ahí. ¿A que no te lo imaginabas, en tu papel de Amulio? Ay, Amulio, qué tranquilo vives... Besazos, querido amigo.
Aquí los tenemos a nuestros niños buscándose la vida y nosotros temblando, pues a pesar de sus quince, los seguimos contemplando como criaturas indefensas. En realidad, en este proceso adolescente, en el primer conocimiento autónomo de la vida se refleja la mayor vulnerabilidad, así lo teme Acca Larentia como nosotros. Hermosa fíbula, siempre sugerente que nos tiene en vilo, en el frío que hemos sentido de la mano de Fausta.
ResponderEliminarDos hermanos tan parecidos, con un pequeño detalle físico que los diferencia, ¿cuál habrá de ser su diferencia moral?
Precioso y lleno de reminiscencias, tanto de la primera parte de la Fundación como de la mitología romana.
Estamos fundando y emocionados. Un abrazo, querida Isabel.
Querida Isabel, llego tarde pero llego; un cúmulo de circunstancias me han tenido alejada, pero ya estoy poniéndome al día. Y entusiasmada me tienes con el relato; bien diferentes los dos muchachos y ya se masca en el aire la confrontación.
ResponderEliminarMe voy volando a tu siguiente entrada, cara.
Mil bicos.
Gracias por compartirnos tan buena cultura, se logra aprender bastante con solo leerte, un saludo.
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