Apostados tras un grupo de
robles en la vertiente del Palatino opuesta al valle de Murcia, los Quintili y
Rómulo habían pasado casi toda la mañana esperando a Orison. Algunas columnas de
humo delataban la ubicación de las cabañas dispersas por las colinas
circundantes, a veces reunidas en grupos de dos o tres. No se veía gente en los
huertecillos ni sus alrededores. En cuanto al valle del foro, a excepción de un
rebaño de toros que, tendidos perezosamente en los prados a los pies del
Capitolio, se levantaban y caminaban de vez en cuando, nada más se movía.
Estaban a
punto de marcharse cuando, al rayar el sol su cenit, el bandido apareció en lo
alto del camino que penetraba entre el Palatino y la Velia acompañado por un
grupo de hombres y cinco caballos. La cabeza de Orison sobrepasaba las de sus
compinches y su cuerpo fornido daba una falsa impresión de pesadez, pues
llegado el caso se movía con gran agilidad. Usaba poca violencia, prefiriendo
la astucia y la rapidez para obtener el botín. Mas feroz resultaba en el
momento de defenderlo, pues tanto él como sus hombres eran muy hábiles con los
bastones y los cuchillos y así, muchos de los perjudicados por su rapiña
desistían de recuperar sus bienes, se resignaban a la pérdida y hasta se
alegraban por no haber caído en peores manos.
Los
bandidos descendieron sin prisas por la senda hasta penetrar en el valle del
foro. Justo donde hoy se levanta la basílica Emilia había un gran pastizal
atravesado por el riachuelo que recorría el valle en toda su longitud. Hasta
allí se acercaron, abrevaron los caballos y los dejaron sin atar, con las patas
trabadas, para que pastasen a su antojo. Luego se dieron la vuelta y
desaparecieron por donde habían venido.
Quedaron
muy contrariados los muchachos. Manteniéndose ocultos en el bosque, habían
avanzado a la par que los ladrones con la esperanza de verlos ejercitarse, bien
con juegos, bien con luchas o lanzamiento de cuchillos. Sin embargo, superada
la primera decepción cuando los vieron marcharse tan pronto, Rómulo animó a sus
compañeros. Les propuso cruzar al otro lado del valle para ir a donde estaban
los caballos y contemplarlos de cerca. Prohibió a Bona seguirlos por temor a
que sus ladridos asustaran a las caballerías.
Salieron
pues de su escondrijo y con grandes saltos y zancadas llegaron enseguida a
donde pastaban los animales. Éstos recularon un poco, pero se mantuvieron
tranquilos y los muchachos se acercaron cada vez más. Había una yegua joven
espléndida, un poco nerviosa, cuya estampa había llamado la atención de Rómulo.
Tenía el pelaje rojizo, la frente ennoblecida por una mancha blanca y una crin
de color rojo claro le caía entre los ojos inmensos. Cabeceó al notar cerca al
muchacho, pero él le pasó la mano por el lomo y el animal se calmó. Estaban los
tres amigos con la atención puesta en los caballos cuando, de pronto, Rómulo sintió
una fuerte presión en la espalda y al mismo tiempo el filo cortante de una voz.
Quien así
había hablado era Orison, mientras apretaba la punta de su bastón contra la
espalda de Rómulo a la altura de la cintura obligándole a andar hacia adelante.
Otros dos hombres hacían lo mismo con los hermanos Quintili. Caminaron durante
un tramo hasta que les ordenaron darse la vuelta para verles las caras. Los
bandidos soltaron grandes risotadas al verles los rostros descompuestos.
Rómulo, sin embargo, se mantuvo firme y muy erguido, con gesto de orgullo y la
mirada fija en la de Orison.
- No hemos
hecho nada malo - dijo.
- Así que
os habéis pasado el día vigilando desde el bosque, para no hacer nada malo…
¡Pues sois bastante estúpidos! – respondió Orison repasando con la mirada a los
tres muchachos. Se volvió hacia sus compañeros y, señalando con la barbilla a
Rómulo, añadió en tono de burla - ¡Y este es el más tonto de todos, pues ni
siquiera tiene miedo…!
Rómulo
dejó de prestarle atención. Al haberse desplazado hacia el centro del valle,
los bandoleros daban la espalda al rebaño de toros, pero Rómulo y los Quintili
los tenían a la vista y percibieron de inmediato el peligro. Quizá por la
mordedura de una serpiente u otra causa semejante, uno de los toros se había
puesto violentamente en pie y, con un mugido espantoso, empezó a correr y dar
saltos sin rumbo ni sentido, acercándose peligrosamente a los caballos. Éstos
se espantaron, pero no podían huir al tener trabadas las patas. En un instante,
bufidos y relinchos retumbaban en el valle como los truenos de una tormenta.
- ¡Hacia
allá! – gritó Rómulo, extendiendo el brazo derecho para indicar a Publio y a
Gordio que debían desplazarse hacia esa parte. Antes siquiera que los bandidos
pudieran reaccionar, los muchachos habían sacado piedras de sus zurrones y las
lanzaban contra el toro al tiempo que corrían a interponerse entre éste y las
caballerías. Cuando ya la res enloquecida se precipitaba contra ellos, Rómulo
le acertó de lleno entre los ojos y el animal, ciego de pánico, alzó la cabeza,
se giró levemente y tras recibir una lluvia de pedradas en el costado, cambió
de dirección, alejándose hacia el fondo del valle.
Sin dejar
de vigilar al toro ni al resto de la torada, pues muchas reses se habían
levantado y se agitaban con nerviosismo, Rómulo, Publio y Gordio Quintili
ayudaron a los ladrones a sujetar a los caballos, pues en su terror
relinchaban, daban coces y saltos y trastabillaban al tratar de alzarse de
manos. Rómulo invocó en su corazón al dios Quirino, protector de aquellos
parajes con sus colinas y sus moradores y solicitó su ayuda en esos momentos de
peligro gravísimo. Finalmente, con una destreza inaudita logró calmar a la
yegua y poco a poco los machos se aquietaron también.
- Con
razón no tenías miedo, muchacho – dijo Orison, cogiéndolo del brazo –, pues hay
algo poderoso en ti. ¿Quién es tu padre?
-
Fáustulo, mayoral de los rebaños del rey Amulio y jefe de los poblados del
Palatino. Mi madre es Acca Larentia – respondió Rómulo levantando la mirada
para observar su reacción.
En las
cabañas de los pastores se decía, no sin cierto respeto, que había sido una
desgracia familiar, cuya causa atribuían al rey Amulio, la que había empujado a
Orison al bandidaje, pues con anterioridad había vivido con los suyos en Alba
Longa. Cuál hubiera sido ese infortunio, no se sabía con seguridad: algunos
apuntaban a la muerte de su esposa, otros a que la pérdida de sus rebaños lo
había empobrecido y costado la vida a su mujer; unos cuantos, por último,
recordaban una vieja rencilla con Amulio anterior a su ascensión al trono.
Si el
saber que eran criados del rey Amulio incomodaba a Orison, no tuvo modo de
saberlo Rómulo, pues el jefe de los bandidos asintió con la cabeza sin alterar
la expresión ni dejar traslucir su pensamiento. Los otros bandidos palmeaban en
las espaldas a Publio y a Gordio, los felicitaban por su rapidez y coraje y
entre todos ellos se estableció una corriente de simpatía. Finalmente los hombres
de Orison agruparon a los caballos para llevárselos y se despidieron de los
muchachos con palabras amistosas.
Los
jóvenes, henchidos de orgullo, se contaron atropelladamente, unos a otros, sus
impresiones, cual había sido su particular hazaña, el momento más peligroso.
Recordaron lo cerca que habían estado de ser corneados por aquella bestia, la
manera acorde y rápida con la cual habían atacado a su vez. Reían de felicidad
al recordar las caras de asombro de los bandidos. Esta aventura les confirmaba
que su periodo de iniciación tocaba a su fin y habían sabido aprovecharlo bien.
Ninguno de los pastores de las cercanías lo habría hecho mejor. Con esa
agitación regresaron al bosque donde Bona estaba exhausta de ladrar y saltar y,
aún así, recibió a su amo como si no lo hubiera visto en muchos meses.
- Hemos de
conseguir vino en alguna parte – dijo Rómulo cuando ya habían descansado y
recobrado la calma –. He prometido una ofrenda al dios Quirino por ayudarnos y
urge desagraviar también al dios Fauno por apedrear al toro. Es preciso hacerlo
antes de acabar la tarde.
- Vayamos
a la cabaña de Córito – dijo Publio –. Es la más cercana y ahora no está.
Siempre tiene un pellejo de vino al lado del ventanuco y con una caña podremos
sacarlo.
Y sin más
dilación, se dispusieron a cortar una caña y a robar.
Había oscurecido ya cuando
Rómulo y los Quintili alcanzaron su refugio, pero en lugar de entrar, pasaron
de largo para acercarse al de sus compañeros. Éste estaba mejor provisto y era
más amplio, cabían todos en él incluidos los perros. Ardían en deseos de
contarles lo sucedido con el bandido Orison, revivir con palabras la aventura
del toro y los caballos y empezaron a hablar apenas se sentaron en torno al
fuego frotándose las manos y los brazos, pues llegaban ateridos. Pero su
entusiasmo no fue recibido como esperaban. Cuando Gordio Quintili comenzó a
explicar cómo habían ahuyentado al toro, lo interrumpió Remo .
-
¡Nosotros sí que cumpliremos una hazaña mañana! - dijo sacudiendo hacia delante
la cabeza. Era un movimiento muy peculiar suyo que provocaba la agitación de su
cabello rizado.
- Sí, sí.
Y no podréis venir, porque es un asunto para hombres, no para muchachos que aún
juegan con las vaquitas… – añadió Bruto Fabio
- ¿Ahora
es de hombres mover así los ricitos? – preguntó Gordio Quintili con voz de
falsete y remedando el gesto de Remo. Éste se levantó de un salto y lanzó hacia
delante el puño, pero no logró darle. Los demás reaccionaron enseguida para
impedir la pelea y, aunque se cruzaron muchas palabras hirientes, consiguieron
calmarlos. Volvieron a sentarse y durante mucho rato guardaron un silencio
hosco.
- ¿Y cuál
es esa hazaña? – preguntó Rómulo al fin.
-
Robaremos sal de los depósitos del Aventino – respondió su hermano, no sin
lanzar una mirada de desagrado a Gordio.
- ¡Ni
hablar! – respondieron a la vez los hermanos Fabios.
-
Entonces, actuaremos por nuestra cuenta.
Siguieron algunas
burlas. Los Fabios insistieron en que robar la sal no era tarea para gente que
se moría de miedo solo con oír hablar del Aventino. Rómulo salió de la cabaña
enfadado y con el ánimo pesaroso. Otras veces Remo lo había defendido ante los
Fabios, pero en esa ocasión no había abierto la boca. Su amigo Publio Quintili
le echó el brazo por los hombros y restó importancia a lo acontecido. Pero las
palabras ofensivas habían sido dichas y el silencio de su hermano le pesaba.
Todas las fotos son de Isabel Barceló. El esquema de la colina y sus cabañas está fotografiado en los Museos Capitolinos.
NOTA 1: Este es el capítulo 5º de la historia de Remo y Rómulo. Recordaros que los depósitos de sal (donde la dejaban acumulada los mercaderes para transportarla después al interior) estaban en la ladera del Aventino, cerca del área donde se celebraba el mercado de animales. Por el mismo camino que se accedía a estos depósitos se subía a la cumbre de aquella colina.
NOTA 2: El próximo 14 de febrero tendremos en Valencia este grato acontecimiento. Se da además la circunstancia de que la autora de este magnífico libro de relatos, Isabel Martínez Barquero, ha sido nuestra queridísima Rea Silvia, con quien tanto hemos compartido en la historia de La Vestal de Alba Longa. Arropémosla también en esta ocasión.
: ¡Os esperamos!
Jugar con fuego puede quemar. Algunas compañías no son desde luego las mejores. De los bandidos se libraron por ser más osados que ellos. Veremos qué pasa ahora con la sal.
ResponderEliminarBuena suerte en esa presentación de Valencia.
Un saludo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarCada hermano comienza a ir por su lado. Se van marcando perfectamente por parte de la escritora actitudes y aptitudes de ambos. Bien por la tensión que eso empieza a crear y, sobre todo, por la pericia de la escritora.
ResponderEliminarSólo una pequeña cosa. En el inicio del capítulo, Isabel, hablas de los Quintili y REMO y por los amigos que cada gemelo tiene y por todo lo que se narra en el capítulo, parece lógico pensar que quien espía y aguarda al bandido es RÉMULO y no REMO. Si estoy equivocada, siento el comentario.
Un abrazo enorme, querida Romana
Me ha gustado la aventura con el toro. ¡Cuántos jóvenes se medían con la fiera!
ResponderEliminarMima la presentación. Sé que lo harás.
Muchos besos.
Hola cayetano, como suele decirse, hace falta tener amigos hasta en el infierno... Nunca se sabe. Besazos.
ResponderEliminarHola freia, muchas gracias por la observación. Aunque pongo mucha atención, parece casi imposible que no cometa errores... Ya lo he corregido y espero no cometer más. Estoy sometida a mucha tensión. Besazos, guapa.
ResponderEliminarSí, pero robar sal era más por demostrar su amor a su amada,ya que esto es lo que le pidió en prenda.
ResponderEliminarVamos a esperar el desenlance de esta hazaña.
Un abrazo Isabel.
Saludos, maria luisa arnaiz, tienes razón en insistir en que cuide la presentación. Trato de hacerlo pero parece que estoy fallando... Menos mal que cuento con vuestra cordial ayuda. Besos, guapa.
ResponderEliminarSe gannarán el "salario".
ResponderEliminarIsabel:
ResponderEliminarTe leo con agrado.
Vale.
Cada vez está más interesante.Una delicia leérte Isabel.Ya lo sabes.Besos.
ResponderEliminarPues menos mal que han salido airosos de su enfrentamiento con bandidos y toros!
ResponderEliminarPor otra parte, esá claro que el interés por la sal es proporcional al interés por la niña, jejejeje!
A ver los sobresaltos que nos depara esa aventura, que seguro los hay.
Un beso y feliz presentación
Querida Isabel: me ha gustado mucho la aventura del toro y cómo se han ganado el respeto de los bandidos. Casi me parecía sentir la respiración del"animalito" en la nuca... Por otro lado, veremos qué tal el robo de la sal, preciado bien. Me llama la atención la rivalidad entre los dos hermanos, más aguda en tanto que se quieren mucho y se hacen saño con las palabras y los gestos...
ResponderEliminarEl 14 yo estaré en Badajoz, en el inicio de un proyecto muy interesante, me hace ilusión pensar que las dos estaremos con algo bueno entre manos. me acordaré de la autora, la gran Rea Silvia y de ti. Feliz presentacion. Besazos, amiga.
Interesante el bandido, una versión de ladrón de tiempos muy antiguos. Para nosotros hoy dia, ir a robar sal no tiene nada del otro mundo, en esa epoca se ve que era un delito mucho mayor que robarse un caballo. Un tanto jactancioso Remo, por ahora.
ResponderEliminarAsi que presentando un libro. Espero que llegue el dia que presentes algo mio, quien te dice, con Miss Lizzie sentada elegantemente en el escritorio como una panelista mas, algo a lo que no le gana nadie ni una reina de esos tiempos o de estos.
Ya estoy con el corazón en un puño. Estos gemelos son sangre creciendo y no paran quietos. Veremos qué sale del robo de la sal.
ResponderEliminarEso sí, me place verlos fuertes y llenos de energía.
Isabel, seguro que la presentación sale bien. Así quiero pensarlo, que ya ando algo nerviosilla, pues se acerca el día y siempre siento algo de vacío interno previamente. Pero en el momento de la presentación, todo se me va. Al menos, así ha sido hasta ahora.
Contar contigo como presentadora es todo un lujo para mí. Sé que lo vas a hacer de fábula. Y que sepas que me siento muy amparada por ir de la mano de mi narradora Claudia Hortensia.
Un beso con todo mi cariño.
Mi estimada Isabel!
ResponderEliminarSigues sorprendiéndonos con esta magnifica recreación de los hermanos Remo y Rómulo quienes demuestran valor y, a su vez, una cierta rivalidad que, ya en esta parte de la historia, comienza a dejar huellas en ellos. La sed de mostrarse ( y serlo, porqué no?)valientes los está llevando a la aventura sin miedo o respeto por sus consecuencias. En fin, Isabel, seguiré pendiente de esta historia y de tu ingenio.
Un abrazo.
Los hermanos toman su camino, cada uno ha de elegir, de vivir, valerosos, llenos de vida...la historia empieza a escribirse.
ResponderEliminarFabuloso siempre leerte Isabel!
Besos.
Vibrante capítulo, y estupendo el desarrollo de la acción y la formación de la personalidad de los actores. Esperamos mas
ResponderEliminarRafa
¡Que suerte han tenido con el toro! La historia podría haber acabado de un modo muy distinto. Veamos cómo salen del tema de la sal...
ResponderEliminarAbrazos, Isabel
Que tengaís un día muy saleroso en todos los sentidos, suerte que ese par de chicos me dan disgustos infinitos, ayyy y con la gripe que pillé no levanto cabeza.
ResponderEliminarBesitos.
Me gusta mucho como va la novela. Felicidades de nuevo.
ResponderEliminarAmbs Isabeles lo haréis muy bien en la presentación del libreo de relatos: sólo tenéis que conversar con el público.
El desencuentro es claro, en forma de decepción. La cuerda se tensa y quedamos, como siempre, a la espera de lo que está por venir.
ResponderEliminarSalud
Una hazaña que hubiera podido acabar mal: primero porque no sabemos cómo se las hubiesen gastado los "bandidos" y segundo porque los toros podrían haber embestido a alguno de los protagonistas. Está claro que los hados les son favorables a los gemelos, al menos de momento.
ResponderEliminarUn besito
Hola bertha, para presumir ante su amada, eso seguro. Y ante todos los demás... Besitos.
ResponderEliminarJa, ja, mariajesusparadela, con el sudor de su frente. Besazos.
Hola dhyego, gracias pues por leerme. Besos.
Hola yolanda carrasco, espero que el interés se mantenga e incluso crezca. Gracias por tu fidelidad lectora.
ResponderEliminarSaludos, áfrica, me da a mí que a este Remo es un pelín pendenciero. A ve qué hace. Besos.
Saludos, maria antonia moreno, tienes mucha razón al señalar la rivalidad entre los hermanos, poco más que un pique, aunque ya se ha visto que Remo es poco dado a reconocer los éxitos de su hermano. Ya veremos. Te deseo muchísimo éxito y felicidad en ese nuevo proyecto que empiezas ahora. Seguro que será apasionante. Besos, querida amiga.
Hola alyx faderland, has acertado al llamar jactancioso a Remo. ¿Cosas de muchachos? La sal era considerado un producto de primerísima necesidad y muy apreciado, pues ten en cuenta que lo usaban para conservar los alimentos, un aspecto que para nosotros ya no es relevante porque tenemos otros métodos.
ResponderEliminar¡No sabes cuánto me gustaría presentar algo tuyo aquí o allá, con la elegantísima miss Lizzie y, sobre tod, contigo. Un abrazo muy fuerte.
Saludos, isaberl martínez barquero, estoy segura de que la presentación irá muy bien, pues tú sabes lo que escribes y por qué lo haces, así que a tus lectores les encantará escucharlo de tu propia voz. Tengo ya muchas ganas de verte. Un abrazo.
Saludos, gustavo figueroa v., gracias por seguir esta historia con tanta atención. La rivalidad entre los hermanos es más que frecuente (baste recordar a una pareja que "funda" nuestra relición judeocristiana, los famosos Caín y Abel) y aparece bastante en la mitología. Veremos qué ocurre con estos dos hermanos: parece que uno puede devorar al otro. Besos, querido amigo.
ResponderEliminarHola mayte, verdaderamente ellos están en un momento crucial, en el cual las elecciones pesarán para siempre. Besazos.
Hola rafa, me alegro de que te haya gustado cómo se van dibujando las personalidades de los gemelos. Besos.
Hola xibeliuss jar, sí, el asunto de los toros les ha salido bien. En cuanto al futuro... Veremos, veremos. Besotes.
ResponderEliminarHola natalia tarraco, la sal va también estupendamente, diluida en agua hervida, para "desatascar" la nariz tapada. ¡Es cuestión de pedirle a tus gemelos que te lleven una poca! Besazos y mejórate.
Hola dolors jimeno, gracias por tus buenos deseos, te echaremos de menos. Seguro que Isabel encanta a sus lectores/as. Besos.
Hola charles de batz, qué alegría escucharte de nuevo. Ay, estos muchachitos mucho me temo que nos darán algunas sorpresas. Besos, querido amigo.
ResponderEliminarHola carmenBéjar, seguro que los dioses los están protegiendo, desde que nacieron. Pero ante el destino y su cumplimiento, no cabe más que arrostrar los peligros que vengan. Besazos.
Me parece que hay muchos dioses a los que desagraviar. Estos chicos no van a ganar para ofrendas!
ResponderEliminarY ahora un hermano agraviado también. Mal asunto.
Buenas noches,madame
Bisous
En fin, no ganamos para sustos con estos chicos. Ya veremos como va la aventura del robo de la sal.
ResponderEliminarBesitos
Los sentimientos encontrados están a flor de piel, la unión tan fuerte entre los gemelos está mostrando el dibujo del odio en esta cara de la pasión, cuánto se habrán querido cuando solo se tenían el uno al otro, atemorizados, y ahora ese mismo hilo tensa sus sentimientos hacia el desencuentro. Estos muchachitos no solo están aprendiendo a sobrevivir con sus argucias, también están mirando hacia su interior, ¿qué veremos próximamente de ellos? Terrible ha sido la sombra sobre la descendencia de Númitor y Aurelia.
ResponderEliminarHermoso episodio. Un abrazo, y que los dioses os acompañen en la presentación de nuestra Rea Silvia.
Muy gallitos los hermanos. Está claro que son héroes desde que nacieron y eso les llevará a realizar grandes gestas.
ResponderEliminarUn beso
Salud y República
Querida Isabel, ¡qué apasionante este episodio de bandidaje! ¡Qué oportuno ese "pánico" infundido por Pan-Fauno! Con razón corre Rómulo a ofrecerle la libación para cumplir con el desagravio! ¡Y qué guapo está "mi muchacho" con esos rizos en la cabellera! Lo malo es que se masca en el aire la tensa situación entre los gemelos...
ResponderEliminarGanas tengo ya de saber más.
Mil bicos.
Repito mi asombro por la naturalidad con que tejes la historia, introduciendo personajes nuevos y dejando otros, así como el dominio del espacio.
ResponderEliminarMe impresiona mucho.