Después de
que los gemelos Remo y Rómulo, ayudados por sus amigos, se hubieran enfrentado
a los pastores del Aventino y dado muerte a cuatro de ellos, había llegado el
día de la fiesta Lupercalia. Con los ritos que se celebraban en honor del dios
Fauno, terminaría su periodo de iniciación y serían admitidos a la sociedad de
los adultos. Ya se había realizado la primera parte: un sacrificio de dos
cabras dentro de la cueva. Mientras esperaban a que el sacerdote y sus
ayudantes prepararan la carne para el banquete ritual, los muchachos se habían
quitado la ropa y se ejercitaban con carreras y saltos. Justo entonces, un
pastor avisó que un grupo de ladrones pretendía llevarse su ganado y pidió
ayuda a los gemelos. Al instante, Remo encabezando un grupo y Rómulo dirigiendo
otro, echaron a correr en direcciones opuestas para tratar de impedir el robo. Ahí
nos quedamos, sin saber cómo quedaría el asunto de los ladrones ni si alguno de
los hermanos conseguiría impedir ese atropello.
Si bien la mayor
parte de los estudiosos coincide en afirmar que la fiesta Lupercalia estaba
instituida antes de la fundación de Roma, sobre el desarrollo de algunos de sus
ritos como la desnudez de los jóvenes o la carrera en torno al Palatino no
existe unanimidad.
Para Agatocles de
Tarento, los lupercos participaban desnudos a imitación del lobo, cuyo cuerpo
sólo se cubre con su propia piel. También Fauno recorre los campos en cueros,
sin vestiduras tejidas a mano, pues su reino es la naturaleza y en ella no
existen tales artificios ni al dios le interesa el pudor. Más bien al
contrario: su potencia y fuerza generadora, con frecuencia lujuriosa, no quiere
estorbos de ninguna clase. A juicio pues de este docto erudito, desde tiempos antiquísimos
los muchachos concurrían desnudos al rito precisamente para honrar al dios
caprino.
Cayo Acilio, en
cambio, sitúa el origen de la desnudez de los lupercos en el episodio recién
narrado, es decir, en el haber corrido desnudos Remo y Rómulo para evitarse las
molestias del sudor cuando salieron en persecución de unos ladrones de ganado,
robo acaecido mientras se celebraba la fiesta en honor de Fauno Luperco. En su
opinión, se instituyó también entonces la carrera en torno al Palatino.
No faltan tratadistas
contemporáneos nuestros que rechazan por completo toda relación entre los ritos
de la Lupercalia y los gemelos. En tal caso, ¿por qué se forman dos grupos de
lupercos, los Fabios y los Quintili? ¿Por qué se elige a dos jóvenes de buena
familia para un rito en particular? En efecto, dentro de la cueva y apenas
sacrificadas las cabras, el sacerdote toca la frente de esos dos muchachos con
el cuchillo sacrificial aún ensangrentado. Luego, con un mechón de lana
empapado de leche les enjuga la sangre de la frente y, entonces, los muchachos
lanzan una tremenda carcajada, quizá para significar su tránsito a la nueva
vida adulta y a continuación salen de la gruta para empezar la carrera. ¿Quién
no reconocería en esos dos jóvenes a Remo y Rómulo? Dejo a vuestra sabiduría la
respuesta a esta cuestión.
Y si no dais
crédito a lo que vuestros propios ojos ven y vuestros oídos escuchan cada año
al celebrarse la fiesta, añadiré por mi parte una razón si no más docta, al
menos más congruente con cuanto hemos aprendido al estudiar el pasado. Nuestros
antepasados jamás hubieran atribuido al azar el aviso del robo de ganado ni la
consiguiente persecución por parte de los lupercos pues, según se vio después,
respondía al designio de los dioses. Cuál era su finalidad, es algo sobre lo
cual ninguno de los expertos citados se pronuncia. ¿Quiso Júpiter poner a
prueba a los gemelos? ¿Fue asunto de Fauno? Quizá ese dios agreste se resistía
a dejar salir de sus dominios selváticos y desordenados, primitivos, a los dos hermanos,
espléndidos y potentes como lobos.
Nosotros nada
podemos hacer sino sentarnos cerca de los fuegos donde se iba a asar la carne
del banquete ritual, disfrutar del día soleado y esperar a que los dos grupos
de lupercos, encabezados uno por Remo y otro por Rómulo, regresaran de la
persecución a los ladrones de ganado.
Acababan de extender las ascuas
y colocar sobre ellas los trozos ensartados de las cabras sacrificadas a Fauno cuando
de pronto aparecieron, por el fondo del valle de Murcia, Remo y los Fabios con
cuantos lupercos se les habían sumado para perseguir a los bandidos. Algunos de
los pastores adultos, cansados de esperar e impacientes por saber si habían
logrado ahuyentar a los malhechores, descendieron hasta el valle y salieron a
su encuentro para recibirlos.
Y los lupercos respondían afirmativamente
por señas, daban palmas y entonaban cánticos de victoria. Los pastores
alcanzaron por fin a los valientes muchachos y, tras saludarlos y felicitarlos con
gran alborozo, se colocaron a su lado y formaron un cortejo para acompañarlos
en su llegada triunfal. Los lupercos hablaban atropelladamente y con gran
entusiasmo.
- ¡Deberíais haber visto cómo
huían los ladrones…! - se jactaba uno.
- Apenas han reconocido a
Remo, han dejado de arrear a las vacas y han echado a correr…
- ¿Los habéis perseguido? -
preguntó un pastor curioso.
- ¡Qué dices! ¿Y perdernos la
fiesta? ¡Ni hablar! - respondía Bruto Fabio -. Además, estamos hambrientos.
- Así es - añadió Sexto Fabio
-. ¡Ojala esas malditas cabras estén ya asadas!
La alegría de todos, con ser
mucha, era pequeña comparada con la de Remo, quien no cabía en sí de gozo.
Caminaba el primero respirando hondo para exhibir bien sus músculos, henchía el
pecho de orgullo. Pronto llegaría su hazaña a los oídos de Flora y aún lo
amaría más. Este pensamiento lo hizo sacudir la cabeza con ese gesto
característico suyo que le agitaba los rizos sobre la frente.
- ¡Vaya manera graciosa de
mover el pelo! - dijo uno de los pastores salidos a su encuentro, sin disimular
su admiración, pues el cabello rubio y ondulado de Remo brillaba como una aureola
en torno a su cabeza y lo hacía semejante a un dios.
Ese comentario, aún siendo
elogioso, ensombreció la mirada de Remo. Le trajo a la memoria su
enfrentamiento con Gordio Quintili, quien pocos días antes se había burlado de
él y lo había ofendido gravemente al comparar sus gestos con los de una
muchacha. Había jurado vengarse y hacerlo de manera pública. Ahora el destino
le brindaba la oportunidad de resarcirse y, además, delante de todos los
habitantes del Septimontium. Lo humillaría de tal modo que nadie lo olvidaría
jamás y hasta el fin de sus días Gordio Quintili habría de soportar las burlas
de todos los pastores siempre que se hablara de la fiesta Lupercalia. Se
iluminó de nuevo el rostro de Remo y sonrió para sí ¡Sin duda el padre Fauno le
era propicio!
Para llevar a cabo su
venganza era preciso anticiparse al regreso de su hermano y los Quintili, llegar
al lugar donde se celebraría el banquete antes que ellos. No parecía difícil,
pues su hermano estaría aún dando la vuelta al Palatino en busca de los
ladrones. ¡Cuánto más rápida y eficaz había sido su persecución! Le destellaba
la alegría en los ojos. Con esa determinación tomada, volvió su rostro y dijo
unas palabras a sus compañeros para alentarlos a seguirlo y luego, lazando un
grito, emprendió una veloz carrera hacia la cueva de Fauno.
Por la vertiente opuesta del
Palatino, como había previsto Remo,
corrían Rómulo, los Quintili y los lupercos unidos a su grupo. Ni
siquiera habían llegado a ver a los ladrones, pues el intento de robo había
tenido lugar en un área más cercana al valle de Murcia, hacia donde se había dirigido
el grupo de Remo. Un pastor les hizo señales desde lejos. Era el mismo que
había dado el aviso y les indicaba que ya había recuperado el rebaño y se
retiraba con él hacia otros pastos. Para entonces Rómulo y los suyos ya habían
rebasado la Velia y estaban a punto de llegar al valle entre el Celio y el
Palaltino. No merecía la pena retroceder. Llegarían antes si terminaban de dar
la vuelta a esta última colina para dirigirse a la cueva de Fauno.
En cualquier caso, no había
prisa. Dejaron de correr, se sentaron y descansaron unos momentos, durante los
cuales los Quintili y Rómulo recordaron a sus compañeros lupercos su aventura
con el toro y los bandidos, ocurrida no muy lejos de allí. La conversación
entre ellos era festiva, alegre, acorde con la importancia de ese día y con sus
propias expectativas. Hablaban de sus planes de matrimonio quienes ya estaban
prometidos y de todo cuanto, por ser ya adultos, preveían hacer en un futuro
inmediato.
Ese mismo día, al terminar el
banquete ritual, se acercarían al santuario del dios Quirino a ofrecerle sus bullas. Cuando dos días más tarde se
celebrara la fiesta del dios, acudirían por primera vez en su vida a las
ceremonias sin ostentar sobre su pecho ese poderoso amuleto propio de los niños,
incapaces de defenderse por sí solos. Y casi enseguida, apenas hubieran
transcurrido seis días más, marcharían a Cenina a celebrar un sacrificio en
beneficio de la comunidad. Era privilegio de quienes acababan de concluir su
iniciación el oficiar ese rito. La fuerza de la juventud unida a su recién
adquirida condición de adultos formaban una combinación muy potente y eficaz
para requerir la ayuda de la diosa Angerona. La intervención de tal divinidad
era precisa pues la oscuridad de la noche se prolongaba cada vez más y
amenazaba con impedir la salida del sol; sólo Angerona podía invertir el curso
de ese desastre, dar fuerza al astro rey para que su luz volviera a vencer a
las tinieblas.
Con esos y otros planes
gozosos bullendo en sus cabezas, los muchachos reemprendieron la marcha por el largo
sendero al pie del Palatino, giraron a la derecha y continuaron por las orillas
del valle entre el Celio y el Palatino hasta alcanzar el altar de Consu. Allí
el camino volvía a virar y, continuando
al pie de los farallones, penetraba en la vertiente del valle de Murcia.
Acca Larentia había pasado la
mañana vigilando el cielo para observar el avance del sol. Estaba sentada al
amparo de una encina, justo en el límite entre el encinar y el prado, entre la
luz y la sombra, algo apartada de las demás familias. A su lado se tendían con
los ojos cerrados y aprovechando el calorcillo del sol los perros Bona y Seius.
Su presencia en los ritos hubiera estado fuera de lugar, por ello sus amos los
habían consignado a la custodia de su hermana Fausta. La muchacha, junto con
otras jóvenes de su edad, había descendido hasta el valle de Murcia y allí
cantaban, giraban formando corros y participaban en los diversos juegos con sus
prometidos. Era una suerte de cortejo, pues pronto, cuando llegase la primavera
y con ella la fiesta de Júpiter Latiaris, se celebrarían las bodas. Hasta las
faldas del Palatino llegaban la música y el alborozo de quienes pronto
fundarían nuevas familias.
Impaciente, volvió a mirar el cielo Acca. El
sol había alcanzado ya su cénit, no tardaría en iniciarse el banquete ritual de
los lupercos. Con él concluirían los ritos de iniciación de sus hijos y un
nuevo puñado de jóvenes habría de salir de la protección de sus familias y
vivir por sus propios medios durante un año. Suspiró con cierto alivio. El
final de los ritos significaba para ella la recuperación de un poco de
tranquilidad, sobre todo después de la promesa de Urco de llevarse a sus
hermanos lejos del Aventino durante unos días. Temía la venganza de los
pastores del Aventino. Mientras sus gemelos continuasen al alcance de éstos y
de su jefe Caius, su corazón de madre no tendría sosiego.
- ¿Se sabe algo de esos
ladrones de ganado en cuya persecución han ido Remo y Rómulo? – preguntó con
ansiedad a Urco, quien con paso tranquilo y gesto alegre se acercaba a ella.
- ¡Borra de tu rostro tanto
sufrimiento, madre! – respondió Urco –. Al parecer Remo los ha ahuyentado y
está regresando ya. Dentro de un rato empezará el banquete. Espero que haya bastante
carne, porque después de semejante carrera los muchachos devorarán la comida
como animales.
Un grito salió de la garganta
de Acca Larentia, aunque ella lo sofocó tapándose la boca.
- ¡Madre Fauna! – imploró
enseguida poniéndose de rodillas sobre el suelo y hurgando en su cesto hasta
dar con una torta de harina - ¡Madre Fauna, imploro tu ayuda y tu compasión!
Intercede ante tu esposo Fauno a favor de mis hijos gemelos. ¡Que no los
retenga a su lado, que los deje libres! Tú puedes hacerlo con una palabra,
madre protectora de las mujeres, pues tu voz es persuasiva y a la vez profética
– y mientras decía esas palabras desmenuzaba la torta, arrojaba los pedazos al
suelo en círculo y los rociaba con un poco de miel.
Urco no comprendía el repentino
pánico de su madre ni el temblor de su cuerpo entero. Se había arrodillado
frente a ella y cuando la mujer terminó su invocación, le cogió las manos para
transmitirle calma y consuelo. En la mirada de Urco había un interrogante.
- Algún dios te ha inspirado
palabras nefastas, hijo mío. Temo otra vez por tus hermanos.
Quiso tranquilizarla, pero ya
se oía el vocerío de los muchachos que regresaban de espantar a los ladrones y,
contagiado de los temores de su madre, le pareció más urgente acercarse a
recibirlos al lugar donde ardían los fuegos.
NOTA: Éste es el capítulo 15 de la primera parte de la historia de Remo y Rómulo.
*Todas las fotografías son mías excepto la de Cupido y Psique que es de Paco Hernández.
NOTA: Os recuerdo que el miércoles 15 de mayo será la tertulia sobre Dido Reina de Cartago en el Bibliocafé, a las 19 horas. ¡Me encantaría veros!
Ya estamos pues de regreso tras dejar la imagen "congelada".
ResponderEliminarParece que están de suerte los gemelos, sbre todo Remo. Una buena racha necesaria para su autoestima. El problema está en su impulsividad y osadía propias de la edad y de creerse a salvo de cualquier peligro.
Un saludo.
Los chicos se abren camino. Me alegra que haya podido retomar este delicioso relato. Ya extrañaba mucho a estos gemelos!
ResponderEliminarOjala pudiera estar el miércoles en ese bibliocafé. Que tengan una estupenda jornada todos los asistentes.
Buenas noches
Bisous
Bueno ya: comenzamo a caminar todos juntos en esta nueva entrega de la historia de los gemelos!
ResponderEliminarFeliz día mañana Isabel ya nos contaras?
Un beso
No sé cómo te las arreglas siempre para dejarme con el corazón en un puño...
ResponderEliminarHola cayetano, como muy bien dices el problema de Remo es su impulsividad... Veremos cómo acaba esta fiesta. Besazos.
ResponderEliminarHola la dame masquée, me encantaría que estuviera vd. en Valencia, ya lo creo. En fin, quizá en algún momento tengamos la oportunidad de vernos. Un abrazo.
Hola bertha, me alegra que te guste estar de nuevo acompañando a los gemelos. ¡Ay, y cuánto nos hacen padecer! Besazos.
ResponderEliminarJa, ja, mariajesusparadela, es que tú eres muy sufridora. Besazos.
Te sigo leyendo, Isabel.
ResponderEliminarVale.
No conocer el miedo lo hace un poco atrevido, remo apunta a maneras.
ResponderEliminarBaci.
Uiiiiiiiiiiii, al fin emoción de nuevo.
ResponderEliminarEl interes no se pierde si no que se multiplica.
Suerte mañana.
Besos y salu2.
Hacía bastante que no pasaba por aquí a leerte, pero apenas comenzar has logrado que me ponga en clima y ambiente. Un texto que atrapa, que invita a seguir leyendo.
ResponderEliminarSuerte con la tertulia literaria!
=)
Hermoso espectáculo el de los lupercos juveniles, de nuevo me encuentro en el lugar y en la fiesta. Pero mi corazón materno, atento, se anticipa a los malos augurios, que Fauna aplaque a Fauno, que regresen felices al banquete Rómulo el prudente y Remo el impulsivo, así sea. !Salve! amiga, te sigo intrigada.
ResponderEliminarÉxito en la conferencia, besitos.
Regreso este jueves, pero vuelvo enseguida a lo mío que he de terminar.
Ceremonia tras ceremonia cunde el escepticismo.
ResponderEliminarVuelven mis chicos a la acción y vuelve tu sabiduría romana a ampliar nuestra cultura.
ResponderEliminarComo siempre, es un placer leerte, querida Isabel.
Un beso.
Excelente texto, Isabel, no dejas de sorprender...aquí te sigo. Gran abrazo!
ResponderEliminarNop puedo dejar de pensar que las lupercales teníann que ver ciertamente con los famosos gemelos (ya casi nuestros de tan bien como les estamos conociendo gracias a ti) y que este robo de ganado no fue casual, sino una prueba que les estaban imponiendo desde el Olimpo para comprobar su arrojo y madurez luchadora. Me recuerda, en cierto modo, a las pruebas del paso de la niñez a la madurez de las culturas primitivas, como por ejemplo la de los niños espartanos.
ResponderEliminarUn besito
Remo se lleva todo el protagonismo en este día festivo, al menos de momento. Porque, claro, ya me has dejado mosca con ese proceder de Acca, ayyy...
ResponderEliminarEspero que la fiesta acabe bien y esa madre pueda dormir tranquila :D
Qué bueno empezar otra vez a leer esta historia!
Un beso
En esta mañana lluviosa de mayo he disfrutando de nuevo paseando y reviviendo Roma con tus palabras. Hoy, especialmente, con ellas he imaginado y paseado largo tiempo. Gracias. En este mayo en que la naturaleza y los sentimientos se despiertan como una nueva iniciación, las ilusiones y miedos, las correrías y la tranquila cabaña, los chicos y los adultos, componen un cuadro de tantos colores, la abundancia de un bosque de relaciones del que cojo con gusto hojas de laurel.
ResponderEliminar¡Como me alegro de haber descubierto tu magnifico blog!
ResponderEliminarGracias, Isabel por tan interesantes aportaciones.
Un abrazo.
Lo has retomado magistralmente. Nos resituas, nos instruyes y nos metes en la historia. De nuevo con la familia romana!
ResponderEliminar¡Ay, qué suspense! ¿Qué es lo que ha aterrorizado a Acca de esa manera?
ResponderEliminarTengo la sensación de que la tragedia planea sobre los gemelos y todo gracias a los que tus palabras dejan asomar y sugieren. ¡Qué grande eres escribiendo, Romana,
Un abrazo bien fuerte y estoy segura de que la charla sobre Dido fue espléndida, distendida y que tú la enriqueciste todavía más.
¡Qué pena no haber podido estar en la charla sobre Dido, me hubiera encantado pero no me encontraba bien, aunque ya estoy mucho mejor!Seguro que fue un éxito,entre otras cosas, por ser interesantísima, y yo me la tuve que perder.
ResponderEliminarEl capítulo genial como siempre y, como ya te dice una persona que también te escribe en los comentarios del blog, y que ahora no recuerdo muy bien quien es: "Siempre nos dejas en lo más emocionante".Esperando el próximo capítulo.Muchos besos.
Hola dyhego, vi el post homenaje a tu padre, pero no pude dejarte comentario, parece que lo tenías deshabilitado. Besazos.
ResponderEliminarHola dapazzi, Remo tiene las maneras de una deidad.Con todo.... Besazos.
Hola spok, celebro que andes por aquí "vigilando" a tus víctimas. Ja, ja. Que no falte la emoción. Besos.
Hola neogéminis, gracias por sumarte a esta fiesta pastoril y tan significativa... Gracias por tus buenos deseos. Besazos.
ResponderEliminarHola natalia tarraco, estos muchachos van a acabar contigo... O no. No hay más que presionar a una madre para que saque de dentro toda su pontencia. Espero que el "regreso a lo tuyo" sea muy exitoso. Besos, querida amiga.
Hola maria luisa arnanz, en la antigüedad sentían un gran respeto por la naturaleza y sus divinidades. Pensaban (con razón) que agredir a la naturaleza sólo podía tener como respuesta un castigo a quien lo hacía. No como desde hace dos o tres siglos, que el hombre cree que la naturaleza está a su servicio y con el único fin de ser explotada. Besazos, guapa.
Hola isabel martínez barquero, ya ves cómo están tus mozuelos, justo en el filo de su paso a la edad adulta. ¡Cómo ha pasado el tiempo! Besos, querida amiga.
ResponderEliminarHola patzi,gracias por seguir aquí. Un abrazo.
Hola carmenGascón, opino como tú, que esto debió ser una prueba enviada por los dioses. Los gemelos realizaron su iniciación como era costumbre hacer en los tiempos antiguos, viviendo fuera de sus hogares y sin someterse a reglas durante un año. Algunos jóvenes también eran enviados a fundar ciudades. En fin, hay ritos variados pero más o menos sustancialmente similares. Los dioses los ponen a prueba, sí. Pero ¿de qué? Besazos.
Hola áfrica, ya sabes lo que le gusta a Claudia Hortensia tenernos siempre en alerta, no dejarnos tranquilas nunca... Ay, siempre hay algo que puede resultar de manera distinta a como imaginamos. Besazos, guapa.
ResponderEliminarHola hyperion el dichoso, el afortunado, el envidiado por poder recorrer (y no sólo con la imaginación) aquellos lugares hollados antes por los gemelos: ver desde la puerta de su cabaña las cumbres del Aventino y del hogar de Jano, oir discurrir a tus pies al padre Tíber, observar el extenso y verde valle de Murcia, cargado de aventuras y de recuerdos. Y todo bajo ese cielo que también los amparó a ellos. En este momento no puedo imaginarme más felicidad. Besos, querido amigo.
Hola, maria carmen garcía franconetti, muchas gracias por tus palabras tan generosas. Espero que encuentres siempre aquí tu casa y un lugar para la emoción y, al mismo tiempo, para el sosiego. Besos.
Hola dolors jimeno, qué bien encontrarnos de nuevo sumergidas en aquellos remotos tiempos tan nuestros... Besazos.
ResponderEliminarHola freia, ya sabes que Acca Larentia tiene el oido muy fino, y esas palabras pronunciadas por Urco son las que la han alertado. Fauno representa el mundo animal, sin reglas, sin normas, no el mundo del ser humano social. Ese temor tiene ella, que Fauno retenga a sus hijos en la vida salvaje y no nos devuelva a la sociedad.
La tertulia sobre Dido fue muy agradable y muy enriquecedora, creo yo. Si alguna cualidad tiene la reina Dido es que sabe hacerse amar. Besazos.
Hola yolanda carrasco, espero que te encuentres ya mejor. La verdad es que tertulia resultó muy grata. Respecto a los gemelos, ya ves, la cosa está que arde... Besazos y mejórate.
Muy buenos los detalles de las fotos, la verdad! Felicitaciones por la página!
ResponderEliminarBueno, por ahora Remo viene triunfante y exultante, ganando en todo y para todo. Esperemos que le brote pronto algo de ingenio o inteligencia porque con la fuerza solamente no va a alcanzarle. que disfrute de su hora, mientras pueda.
ResponderEliminarLa energía de estos chicos viene del cielo. Ellos no lo saben, pero todo va por el camino que el destino les tiene marcado.
ResponderEliminarBesos otra vez.