De la nobleTerencia
a su amiga, la noble Pilia, en Atenas. Salud.
¡Por
fin los romanos han entrado en razón, queridísima Pilia, amiga mía! Creí que
este día no llegaría nunca, tanta es la cortedad de miras de algunos y la
ambición desmedida de otros. Sí, Pilia querida, es lo que imaginas: por fin mi querido
Cicerón ha sido elegido cónsul en las elecciones celebradas hoy. Una
acertadísima elección, pues es el hombre más honesto de Roma (hasta casi
parecer tonto, te lo digo en confianza) y será un gran cónsul si, como espero y
es su costumbre, presta oídos a mis consejos. ¡Cuánto mejor habría estado
gobernada la república si los anteriores cónsules hubieran tenido unas las
esposas como yo! Pero en fin, querida, ya conoces mi modestia y sabes que,
aunque tengo motivos de sobra, no me gusta vanagloriarme de mi extraordinario buen sentido y mis
virtudes. Lamento no poder entretenerme más ahora, pues debo atender mil
detalles para el banquete de esta noche que, te aseguro, será memorable. Mañana
te escribiré de nuevo. ¡Deséame un consulado glorioso, querida amiga, pues
tanto Cicerón como yo nos lo merecemos!
NOTA:
El 29 de julio del año 64 a.C. Cicerón fue elegido para ejercer el consulado el
año siguiente, 63 a.C. La república romana se gobernaba por dos cónsules,
elegidos por un año. Pilia era la esposa de Pomponio Ático, íntimo amigo de
Cicerón, con quien este se escribía casi a diario. Es conocida la desmedida vanidad de Marco Tulio Cicerón así como la de su esposa, Terencia.
Por si suscita vuestra curiosidad, os dejo aquí el enlace a otra carta de Terencia a Pilia en que la matrona se lamentaba de que su marido le hubiera pedido que escribiese su autobiografía en tan solo 100 palabras. Con razón se queja amargamente: CIEN PALABRAS SON POCAS
Por si suscita vuestra curiosidad, os dejo aquí el enlace a otra carta de Terencia a Pilia en que la matrona se lamentaba de que su marido le hubiera pedido que escribiese su autobiografía en tan solo 100 palabras. Con razón se queja amargamente: CIEN PALABRAS SON POCAS
*Busto de Cicerón en los Museos Capitolinos. Roma. Foto: Isabel Barceló
y eso que se trataba de Cicerón, mira tú los de ahora...
ResponderEliminarBesos.
Ja, ja, Pedro Ojeda Escudero, algunos de los de ahora presumen menos pero alargan más la mano...Besazos.
ResponderEliminarSí tenían la estima alta, sí.
ResponderEliminarvale,Isabel.
Eso es, los de ahora tienen la mano larga.
ResponderEliminarNos adentras en mundos ignotos, pero tan parecidos. Es una gozada leerte.
En política ser vanidoso no es del todo malo. Lo peor es tener la mano larga y la ética laxa.
ResponderEliminarUn saludo.
Sí, Dyhego, eran un par de vanidosos insufribles... Besazos.
ResponderEliminarCierto, tecla. Por otra parte, tampoco Cicerón y Terencia eran unos santos en la materia, pero en fin, como quien habla es Terencia... Besazos, guapa.
ResponderEliminarEn esta vida para todo hace falta moderación, Cayetano Gea, hasta para ser vanidosos. Como muy bien sabes, a Cicerón le encantaba echarse flores y poner a caldo a los demás y claro, se granjeó muchos enemigos sin necesidad. Besazos, amigo.
ResponderEliminarQue poco cambia el ser humano, querida Isabel. que bien reflejas las vanidades en este escrito.
ResponderEliminarUn abrazo jubiloso
Jeeeeeee, ¡Carámba con Terencia! Se ve que no tenía abuela...
ResponderEliminarRecientemente he publicado los origenes del Flamenco, me acordé de tí, pues la más afamada fue Teltheusa, bailarina gaditana-romana...
Entrada muy interesante, como es habitual en ti, enhorabuena.
Un besote.
Vi tu artículo muy original en absoluto, me encanta cuando la lectura no es aburrido y también su muy buen diseño blog. Gracias por darle una nueva inspiración para mí. hasta luego Obat Kolesistitis Kronis
ResponderEliminarCierto, Elena Casero. A Terencia ningún ser humano en el mundo habría conseguido bajarle los humos. Besitos y feliz verano.
ResponderEliminarHola, mari Carmen García Franconetti, ciertamente las bailarinas gaditanas eran las más apreciadas del imperio y en Roma de las rifaban... Gracias por acordarte de mí. Besazoz y feliz verano.
ResponderEliminarCicerón era muy vanidoso y, al final de su consulado, cometió algo que la mayoría de los romanos jamás le perdonó, la ejecución sin juicio previo de los seis conjurados que se quedaron en Roma tras la marcha de Catilina.
ResponderEliminarGran entrada, como de costumbre es un gozo leerte.
Saludos.
Sergi.
Cierto, Sergi Torrents, puede que ese abuso fuera el que, finalmente, le costase la vida, pues entre esos conjurados ejecutados sin juicio se contaba el padastro de Marco Antonio, algo que este último no le perdonó jamás. Y si a eso le añadimos las filípicas en las que Cicerón puso en movimiento, una vez más, su lengua viperina... En fin, creo que no hubiera querido ser enemiga de Cicerón, aunque temo no haber podido ser tampoco amiga suya. Gracias por tus palabras, Sergi, me animan. Besazos.
ResponderEliminar