Dedicado a José Manuel Gil Sánchez
- ¿Cuántos rostros has visto reflejados en tus aguas, rubio Tíber?
- Muchos
más que las estrellas que hunden en mi corriente sus rejones de plata en las
noches quietas.
-
¿Recuerdas alguno?
-
No.
-
¿Ni siquiera el mío?
-
¿El tuyo? No sé quien eres.
-
Alguien herido.
- Entonces
no.
-
Me estoy mirando en ti ahora mismo. ¿No me reconoces?
-
Eres tú quien se mira. Si quieres que te vea yo, ven al fondo.
-
Ese truco no te vale conmigo, viejo astuto. Bien sé que, desde hace siglos, tu
memoria solo se alimenta de muertos.
* Relieve con representación del Tíber en el monumento al poeta Belli. Roma. Foto de Rafa Lillo.
NOTA 1: José Manuel Gil Sánchez encarnó al río Tíber en mi primera novela sobre la fundación de Roma, que aún no ha visto la luz impresa. Ningún otro río fue comparable a él. Mi agradecimiento es tan eterno como sus aguas.
NOTA 2: Queridos amigos: mañana viernes, 20 de
noviembre, en la librería Diego Marín de Murcia, c/ Merced nº 25, a las 19,30
h. se presenta el libro de Antonio Penadés TRAS LAS HUELLAS DE HERÓDOTO. Veréis
como la memoria de los grandes clásicos sigue viva, más viva que nunca.
El río que te da la vida, también puede darte la muerte.
ResponderEliminarAmarlo, pero también tenerle respeto.
Un saludo, Isabel.
Muy cierto, Cayetano Gea. En la antigüedad, era costumbre arrojar al río a las personas a las que se castigaba sin sepultura. Muchos muertos eminentes: los hermanos Tiberio y Sempronio Graco, por ejemplo. Un abrazo, querido amigo.
ResponderEliminarEl río nunca es el mismo aunque lo parezca, siempre cambia y por eso nunca puedes bañarte ni mirarte en las mismas aguas. Y por eso también solamente reconoce los cadáveres que se le arrojan. Navegando por el Ganges te los encuentras cada dos por tres.
ResponderEliminarSaludos
Preciosa la foto y precioso el texto.
ResponderEliminarSí que ha visto muchos rostros y ha acogido muchos muertos el viejo Tíber; pero, ay, quien pudiera pasear ahora mismo por sus orillas.
Qué lástima que mañana no pueda acercarme a esa presentación. Ojalá sea un éxito.
Un beso, Isabel.
Me dan ganas de cogerme de tu mano y decirte:Anda, llévame allí.
ResponderEliminarMe fascinan tus historias. Me fascina esta época tan remota y a la vez tan presente en las calles en los campos en los monumentos por donde quiera que rasquemos un poco aparecen.
Un abrazo.
Cierto, El Peletero, el agua fluye y nunca es la misma, como tampoco nosotros, que nos miramos en él, somos los mismos. El Ganges lo imagino como un río terrible. Saludos cordiales.
ResponderEliminarSaludos, Isabel García Barquero, siento que no puedas acudir a la presentación de "Tras las huellas de Heródoto", porque tanto el libro como el autor te habrían gustado mucho. Por lo demás, podemos irnos a dar un paseo, siquiera imaginario, por las orillas del Tíber.
ResponderEliminarHola Tecla, así es: la antigua Roma o, mejor dicho, la Roma de todos los tiempos reaparece una y otra vez a poco que volvamos la vista a nuestro alrededor. Ojalá podamos dar ese paseo por Roma juntas... Besazos.
ResponderEliminarRostros de agua. Nada más frágil.
ResponderEliminarAbrazos Isabel.
Cierto, Sergio Astorga. Ya no está.
ResponderEliminarRecuerdo que en la selección de prsonajes de la novela de la fundación de Roma me pedí el río Tíber. Siempre prEl sente, dando vida y recibiendo muerte. Fluyendo y de vez en cuando interviniendo para ponerlo todo paras arriba, y así establezco un paralelismo com mi labor docente. Fluyo y les transporto hasta el mar del conocimiento aunque a veces alguno se me ahogue en un rmolino. Y a veces es necesario inundarlo todo para que se den cuenta de la fugacidad de la vida superficial y deban volver a empezar.
ResponderEliminarAsí que está entrada amiga, sé que me la dedicas... O al menos me identifico con ella.
Un beso Isabel
Vaya con el viejo Tíber. Gracias, Isabel.
ResponderEliminarQuerida Isabel: El río como la memoria...'nada es como es, sólo como se recuerda' Recuerdos que hacen ser lo que fue o no fue. Besos desde tu Roma.
ResponderEliminarCierto, José Manuel Gil Sánchez, tú encarnaste al padre Tíber y recuerdo muy bién con cuánta majestuosidad fluías. Tu cólera solo fue comparable a la ternura que mostraste a los gemelos que te fueron entregados para que les dieras muerte. Así pues, para hacerte justicia, te he dedicado esta entrada.
ResponderEliminarUn besazo enorme y admirado hacia la inmensa labor que haces con los jóvenes en pro de la cultura.
Gracias por tu visita, Dolors Jimeno, siempre tan bienvenida. Besazos.
ResponderEliminarHyperion querido, no hay en mi un solo recuerdo de Roma que sea negativo. Todo es hermoso, incluso ese Tíber que fue mortaja de tantas personas humildes, desconocidas y de tantas personas admiradas. Un abrazo.
ResponderEliminarMe encanta tu blog, cuantas cosas que he descubierto. Felicidades.
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Eso, eso, que no decaiga jamás esa Memoria de los Clásicos: que parte y culpa de nuestros ancestros son de ellos.
ResponderEliminarTíber: cuantos silencios solo el tiempo y el lo saben...?
Me alegro verte tan ocupada gracias por compartir esos momentos.
Un abrazo estimada Isabel.
Querida Iaabel:
ResponderEliminar¡Cuánta poesía y belleza! ¡Qué bonito saludar a los personajes amigos de "La fundación de Roma"!
Mucha sabiduría la que encarna el río Tíber, su peligroso fondo oscuro es solo un espejismo para los que no saben escuchar sus palabras, por ello el herido interlocutor no cae en la trampa, bien muestra su conocimiento al aprender a escuchar a un elemento de la naturaleza.
Cuántas veces nos vemos reflejados en la imagen que se nos ofrece cotidianamente y no somos conscientes de que el espejo solo es un instrumento.
Maravilloso y profundo diálogo. ¡Qué recuerdos!
Vivan mil veces los clásicos, como tú, amiga. Un fuerte abrazo.
¡Ése sí que sabe, el viejo Tíber!
ResponderEliminarVale, Isabel.
Todos los ríos guardan la memoria de sus muertos. Es cierto.
ResponderEliminarBesos.
No quiero ser Narciso y embobarme con mi propia imagen... Todo es mudable como las aguas de los ríos. Mi rostro es cambiante, lo hace a cada segundo.
ResponderEliminarUn beso
Gracias por tu visita, Julia. En breve pasaré por tu blog. Saludos cordiales.
ResponderEliminarHola Berta, a veces nos creemos más listos que los antiguos porque contamos con más medios, pero lo cierto es que sabían mucho, mucho más de lo que nos podemos imaginar. Besos, querida amiga.
Hola, Elena Clásica, creo que tienes mucha razón al afirmar que el espejo es un instrumento, seguramente para conocernos mejor a nosotros mismos. Tus comentarios son siempre tan agudos y llenos de matices que es un verdadero placer contar contigo como amiga y lectora. No sabes cuánto me haces aprender. Besazos.
ResponderEliminarJa, ja, dyhego, ya lo refleja el dicho: sabe más el diablo por viejo que por diablo. Eso le es aplicable a mi querido y majestuoso Tíber. Besazos.
ResponderEliminarHola, Pedro Ojeda Escudero, cierto que río guarda los nombres de sus muertos. Cuántos cadáveres de buenos romanos fueron arrojados a sus aguas. Y cuántos caerían accidentalmente. Y cuántos no soñarían a sus orillas... Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Carmen Gascón, qué acierto negarte a ser Narciso. A veces, sin embargo, nos hemos de mirar en el agua para comprobar, como sugieres, nuestra propia fugacidad. Un abrazo muy fuerte.
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