¡Escuchad, romanos!: la noble
Julia, esposa de Agripa e hija de Augusto, acaba de parir a una hembra. Y me ha
dicho una de las comadronas que la recién nacida ha llorado bien fuerte sin
dejar de apretar los puños. Es una niña sana. Y la nodriza de Julia, la vieja
Espórtula, ha tenido la corazonada de que Agripina – pues ese será su nombre –
levantará muchas veces los puños a favor de su madre. Bienvenida sea a la vida
y a Roma quien será una gran mujer.
Isabel:
ResponderEliminarmientras no la culpen de las fechorías del hijo...
Vale.
Una gran mujer que solo tuvo la desgracia de tener una descendencia de psicópatas.
ResponderEliminarUn abrazo, Isabel.
Con un hijo y un nieto como esos dos no me extraña que la pobre tuviera una vida compleja o difícil.
ResponderEliminarHola, Dyhego, nadie culpó nunca a Agripina la Mayor de que algunos de sus hijos/as dieran mucho que hablar. Los romanos distinguían bien las responsabilidades. Besazos.
ResponderEliminarSaludos, Cayetano Gea.Fue muy admirada en Roma por el apoyo que dio siempre a su marido y su capacidad para plantar cara a Tiberio.El emperador se lo hizo pagar. Besazos.
ResponderEliminarHola, el Peletero, la complejidad de la vida de Agripina no vino tanto de sus descendientes (ella no vivió para ver a Calígula ni mucho menos a su nieto Nerón), sino de su propia biografía: su madre, Julia, de la que hubo de separarse muy pequeña, su marido, sobrino e hijo adoptivo de Trajano, del que ella sospechaba que estuvo involucrado en su muerte, y de los hijos a los que ese emperador hizo matar de la manera más cruel. Ella misma murió en el destierro. Besazos.
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