Una y otra vez observa la reina la sombra que proyectan los árboles del patio y luego mira impaciente al cielo. Diría que el sol no se ha movido. Por enésima vez, Dido se levanta y camina unos pasos. Se acomoda en un banco de obra y al momento vuelve a levantarse para ir a la cocina. Pregunta a Sofonisba si ha hecho llegar un cesto de dátiles al campamento de Eneas como le ordenó esta mañana. La cocinera le responde que sí y le ofrece un poco de vino, pero la reina prefiere beber agua. Apura la copa y sale al patio.
- ¡Por fin te encuentro! – dice Anna asomando la cabeza por una ventana – Me apetece dar un paseo por la playa y todo el mundo finge estar muy ocupado. Debe ser el calor. ¿Vienes conmigo?
La reina duda unos instantes. Desde que Eneas se marchó a su campamento a la mañana siguiente del banquete, no tiene noticias suyas. Las horas se le antojan eternas y la espera interminable. Le distraerá acompañar a Anna.
Por una de las puertas de la muralla, saludando a todo el mundo, salen de Cartago y se dirigen hacia la playa y el puerto. Anna parlotea sin cesar, pero no deja de observar a su hermana. Propone sentarse a la sombra de unos pinos y, entre risas, recuerda que en ese mismo lugar, apenas habían desembarcado, recibieron la visita del rey Yarbas. Dido hace una mueca. Anna le coge entonces la mano y pregunta qué le ocurre.
- Estoy muy trastornada – dice la reina – Hace dos días que no duermo y, a ratos, me falta la respiración. ¡Ay, hermana, temo haber contraído la peor de las enfermedades!
- ¿Cómo no lo has dicho antes? ¡Déjame avisar a Barce para que te prepare algo!
- Quédate quieta y escúchame. Mi mal no se cura con tisanas. Sabes cuánto amaba a Siqueo y cuántas veces me he negado a un nuevo matrimonio. Lo he discutido varias veces con Acus y con el noble Aemilius. Incluso el Príncipe del Senado me ha llamado la atención, recordándome que debo tener un hijo. Les he dado largas para no irritarlos, pero me tengo por mujer de un solo marido – la reina hace una breve pausa y, de pronto, sus ojos se llenan de lágrimas – Así lo prometí al espíritu de Siqueo cuando huimos de Tiro sin darle siquiera sepultura.
- Una promesa insensata, Dido. Pero no entiendo a qué vienen esas lágrimas ni tanto disgusto precisamente cuando mejor estamos. Has fundado tu ciudad, Cartago crece y prospera, no depende de otros. Tu grandeza ha impresionado incluso a los troyanos, y eso que su ciudad era más rica que Tiro y mucho más famosa.
- Esa es la fuente de mis males. Me avergüenza decirlo, pero me turba la presencia de Eneas. Y, lo que es peor, sólo deseo verlo otra vez. ¿Cómo podía reír antes de su llegada? ¿Qué esperanzas tenía? ¿Qué motivos para respirar? Mi existencia era un sucederse de días sin objeto ni sentido. Me doy cuenta, ahora, que había dejado de vivir. Y aún he averiguado algo más: con la muerte de Siqueo me hundí en el engaño, porque creía haber matado mis instintos y adormecido para siempre el corazón. ¡Ay, hermana, cuando menos lo esperaba me ha declarado la guerra mi cuerpo entero! Contra mi voluntad tiembla, palpita, se estremece, se manifiesta sediento de caricias, no quiere saber nada de las viejas promesas, desoye mis llamadas a la castidad y se niega a aceptar razones de ninguna clase.
- ¡Por fin te encuentro! – dice Anna asomando la cabeza por una ventana – Me apetece dar un paseo por la playa y todo el mundo finge estar muy ocupado. Debe ser el calor. ¿Vienes conmigo?
La reina duda unos instantes. Desde que Eneas se marchó a su campamento a la mañana siguiente del banquete, no tiene noticias suyas. Las horas se le antojan eternas y la espera interminable. Le distraerá acompañar a Anna.
Por una de las puertas de la muralla, saludando a todo el mundo, salen de Cartago y se dirigen hacia la playa y el puerto. Anna parlotea sin cesar, pero no deja de observar a su hermana. Propone sentarse a la sombra de unos pinos y, entre risas, recuerda que en ese mismo lugar, apenas habían desembarcado, recibieron la visita del rey Yarbas. Dido hace una mueca. Anna le coge entonces la mano y pregunta qué le ocurre.
- Estoy muy trastornada – dice la reina – Hace dos días que no duermo y, a ratos, me falta la respiración. ¡Ay, hermana, temo haber contraído la peor de las enfermedades!
- ¿Cómo no lo has dicho antes? ¡Déjame avisar a Barce para que te prepare algo!
- Quédate quieta y escúchame. Mi mal no se cura con tisanas. Sabes cuánto amaba a Siqueo y cuántas veces me he negado a un nuevo matrimonio. Lo he discutido varias veces con Acus y con el noble Aemilius. Incluso el Príncipe del Senado me ha llamado la atención, recordándome que debo tener un hijo. Les he dado largas para no irritarlos, pero me tengo por mujer de un solo marido – la reina hace una breve pausa y, de pronto, sus ojos se llenan de lágrimas – Así lo prometí al espíritu de Siqueo cuando huimos de Tiro sin darle siquiera sepultura.
- Una promesa insensata, Dido. Pero no entiendo a qué vienen esas lágrimas ni tanto disgusto precisamente cuando mejor estamos. Has fundado tu ciudad, Cartago crece y prospera, no depende de otros. Tu grandeza ha impresionado incluso a los troyanos, y eso que su ciudad era más rica que Tiro y mucho más famosa.
- Esa es la fuente de mis males. Me avergüenza decirlo, pero me turba la presencia de Eneas. Y, lo que es peor, sólo deseo verlo otra vez. ¿Cómo podía reír antes de su llegada? ¿Qué esperanzas tenía? ¿Qué motivos para respirar? Mi existencia era un sucederse de días sin objeto ni sentido. Me doy cuenta, ahora, que había dejado de vivir. Y aún he averiguado algo más: con la muerte de Siqueo me hundí en el engaño, porque creía haber matado mis instintos y adormecido para siempre el corazón. ¡Ay, hermana, cuando menos lo esperaba me ha declarado la guerra mi cuerpo entero! Contra mi voluntad tiembla, palpita, se estremece, se manifiesta sediento de caricias, no quiere saber nada de las viejas promesas, desoye mis llamadas a la castidad y se niega a aceptar razones de ninguna clase.
- ¿Esas son todas tus penas? ¡Me habías asustado! – responde Anna con una gran sonrisa – Mírate, Dido. Eres joven y muy hermosa. Has padecido más penalidades de las que sufrirán muchas personas en una vida entera. Mereces disfrutar un poco. Siqueo está muerto y eso nadie lo puede remediar. Le amaste mientras vivió. Has honrado su memoria durante varios años. Es hora de pensar en ti. No te niegues a la dulzura del matrimonio y los placeres de Venus, porque nos han sido otorgados por los dioses.
- Es sencillo decir eso. Sin embargo… – responde Dido.
- ¿No son suficientes esos argumentos? Te daré alguno más: varios reyes pretenden maridarse contigo, entre ellos el libio Yarbas, y no aceptarán que permanezcas viuda. Si te casas, te dejarán en paz. Me gusta Eneas. Y los troyanos son excelentes guerreros, nadie se atreverá a atacarnos. ¡Quién sabe si, uniendo los dos pueblos, no ampliaremos nuestro territorio y seremos poderosos…! Déjate de promesas y aprensiones y alegra esa cara. Ven, vayamos a buscar a la vestal Crisea. Debemos ofrecer un sacrificio a la madre Juno, pues ella sabe anudar y proteger los lazos del matrimonio.
Están ya en el umbral del templo, cuando un mensajero las alcanza: el príncipe Eneas las invita a una cacería a la mañana siguiente. Él y los suyos irán a buscarlas a palacio al amanecer.
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- Es sencillo decir eso. Sin embargo… – responde Dido.
- ¿No son suficientes esos argumentos? Te daré alguno más: varios reyes pretenden maridarse contigo, entre ellos el libio Yarbas, y no aceptarán que permanezcas viuda. Si te casas, te dejarán en paz. Me gusta Eneas. Y los troyanos son excelentes guerreros, nadie se atreverá a atacarnos. ¡Quién sabe si, uniendo los dos pueblos, no ampliaremos nuestro territorio y seremos poderosos…! Déjate de promesas y aprensiones y alegra esa cara. Ven, vayamos a buscar a la vestal Crisea. Debemos ofrecer un sacrificio a la madre Juno, pues ella sabe anudar y proteger los lazos del matrimonio.
Están ya en el umbral del templo, cuando un mensajero las alcanza: el príncipe Eneas las invita a una cacería a la mañana siguiente. Él y los suyos irán a buscarlas a palacio al amanecer.
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Montada en su carro tirado por palomas, la diosa Venus regresó a su mansión tras asistir a un banquete celebrado en honor suyo en la ciudad de Cnido. Se sentía muy halagada, porque la habían ensalzado mucho y consagrado un templo nuevo. Su sonrisa se trocó en un mohín de disgusto al ver a la excelsa esposa de Júpiter, la poderosa Juno, esperándola en la puerta.
- No creo que te extrañe mi visita – le espetó ésta nada más puso pie en tierra – ya que tengo una queja importante. Hoy mismo he dado un paseo por Cartago y con mis propios ojos he visto el daño que tú y tu hijo Cupido habéis hecho a una protegida mía. No come, ni duerme, ni atiende sus asuntos. Dime una cosa: ¿No has sentido vergüenza al herir a traición y con tanta crueldad un corazón honesto?
- ¿Me reprochas, reina de las diosas, el haber provocado un mal de amores, cuando tú misma has tratado de destruir por todos los medios a mi hijo Eneas? – respondió Venus con amargura - ¿No recuerdas haber desatado la furia de los vientos para hundirlo en el mar? ¿Cuántos obstáculos has puesto para impedir su llegada al Lacio?
- Sin duda las dos hemos cometido errores – replicó Juno – y quizá haya llegado el momento de repararlos. Ya que la reina Dido es joven y poderosa, goza de mucha autoridad y tiene una buena dote para ofrecerle a tu hijo, te propongo que celebremos bodas.
Venus temía las maniobras de Juno. Sospechaba que con ese matrimonio pretendía retener a Eneas e imposibilitarle conseguir en el Lacio el reino prometido por Júpiter como compensación por la pérdida de Troya. Sin embargo, para no desairar a una diosa tan encumbrada, le respondió con prudencia.
- No creo que el rey de los dioses vea con buenos ojos que se mezclen cartagineses y troyanos. Mas tú, siendo su esposa, eres la más indicada para convencerlo ¿Por qué no lo intentas?
- Desde luego, lo haré. Sin embargo, conviene ir adelantando trámites. Mañana Eneas y Dido tienen planeado salir de cacería. Si tú estás de acuerdo, me las arreglaré para que se queden a solas y entregaré la reina a tu hijo en matrimonio.
Venus consintió de inmediato y su corazón se regocijó por su querido Eneas. Merecía descanso y solaz, deleitarse con los placeres que la guerra, la derrota y la huída le habían arrebatado. Ya le llegaría el momento de disfrutar de un reino propio, como Júpiter le había prometido.
Marchóse entonces la diosa Juno a su propia mansión y mandó llamar a las ninfas de Libia. Ellas le hablaron de una cueva apartada, cerca de la selva donde Eneas había previsto ir a cazar. Juno les pidió que la preparasen y embellecieran todo lo posible: quería el suelo tapizado de suave musgo, seco y mullido; diminutas flores olorosas distribuidas por las paredes, de modo que su fragancia alcanzara todos los rincones; la luz entraría en finos chorros a través de cuatro o cinco orificios, midiendo la cantidad exacta: no tanta que les produjera vergüenza, pero la suficiente para incitar a los amantes a desearse y gozar contemplando su mutua hermosura. Por esas mismas aberturas debía llegar al interior el arrullo de algunos pajarillos y en algún lugar al fondo de la cueva, un hilillo de agua caería produciendo un rumor tan tenue que evocara un suspiro. Nada más debía oírse. Una ninfa propuso buscar un sonido similar al de los besos y suspenderlo sobre el tálamo de musgo a modo de dosel, y Juno aprobó la sugerencia.
Cuando la vestal Crisea de Cartago, acompañada de la reina Dido, vertió sobre el ara sagrada de su templo una ofrenda de leche, vino y miel, la madre Juno estaba plenamente satisfecha.
Cuando la vestal Crisea de Cartago, acompañada de la reina Dido, vertió sobre el ara sagrada de su templo una ofrenda de leche, vino y miel, la madre Juno estaba plenamente satisfecha.
**Detalle de escultura femenina. Museos Capitolinos. Roma.
***Detalle de escultura masculina representando a Hércules. Museo Massimo alle Terme. Roma.
****Hojas de acanto en el Palatino. Roma.
*****Detalle de relieve en terracota perteneciente al friso de un templo. Museos Capitolinos. Roma.
******Detalle de cueva artificial o ninfeo. Villa Doria Pamphili. Roma.
*******Detalle de fresco techal. Iglesia de San Silvestro al Quirinale. Roma.
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Queridos amigos, reitero mi petición de disculpas por no responderos ni visitaros tanto como quisiera, pero el deseo de terminar la historia antes de irme de vacaciones me impone ese régimen austero. Besos y hasta pronto.
ResponderEliminary este correr!!....las manos de los dioses mueven nuestras vidas...bueno seamos conscientes del azar..y veamos el folletín..besos Isabel.
ResponderEliminarSiento no estar al dia , los duendes informaticos y un pequeño problema de salud me dejaron unos cuantos dias sin poder verte . Me Pongo al dia a pasos de gigante .
ResponderEliminarBesos y feliz estancia vacacional.
Me ha gustado mucho el capítulo 17, Isabel. La descripción del enamoramiento de Dido es fantástica y de su insomnio. En éste, he disfrutado especialmente de la "frivolidad" de las divinidades. Por lo menos aquellos dioses también se preocupaban del placer de los pobres humanos.
ResponderEliminarY escribe, así nos dejas apañados de historias en tus vacaciones.
Besos.
OK Isabel, yo espero.
ResponderEliminarAy Dios, parece que en interior de esa cueva la reina Dido y el príncipe Eneas empezarán con el amor.
Y volviendo a lo de Ascanio, parece que la reina Dido será su madrastra.
Que tristeza que la Mamá de Ascanio murió, que doloroso para él, que pena más grande es la muerte de una Madre.
Saludotes, abrazotes y besotes.
Sweet Dreams, de todo Corazón:
Arthur
Mmmm, una cacería pudiera ser buena para iniciar el amor entre Dido y Eneas, pero un simple paseo es mejor, una merienda ó estando en la playa.
ResponderEliminarYo también siento pena por Ascanio que murió su Madre y nunca la volverá a ver, siento un nudo en la garganta.
Saludos, abrazos y besos
Nice Day, con toda mi Alma:
Gusthav
Isabel, no podemos sacarnos de la cabeza a Ascanio y a que su Madre murió.
ResponderEliminarSe ve que la reina Dido es una mujer muy dulce, y va a querer mucho a Ascanio, pero si se casa con el príncipe Eneas, entonces la reina Dido será la madrastra, una dulce y alegre madrastra, pero nada sustituye el amor de una Madre.
Vos sabés que nosotros queremos mucho a nuestras Madres, y no soportaríamos perderlas. Nosotros casi lloramos cuando vimos y leímos tu respuesta de que la Madre de Ascanio murió. A veces pensamos que no debimos preguntar qué pasó con la Madre de Ascanio.
Saludazos abrazazos y besazos
Sweet Dreams and Nice Day, de todo nuestro Corazón y con toda nuestras Almas:
Arthur y gusthav (los hijos de nuestras Mamás)
ufff amiga!!!
ResponderEliminarno mporta que no nos visites!!!
noooo!!!
que me tienes atrapada en esta historia Isabel!!!
es hermosa y tan llena de imprevistos aventureros!!!
sigo dia a dia pendiente!!!
Besos!!!
Poniendome al dia: que frase la ultima del post anterior: hasta lo mas hermoso puede (y de hecho lo hace) herir.
ResponderEliminarY ahora tenemos los tremebundos planes de los dioses que les importaba un bledo las vidas humanas, y como siempre unas ilustraciones bellisimas.
Como siempre, aun de a dos es poco.
Las promesas son las que más duelen que se cumplan o se queden en el olvido... besitos!
ResponderEliminarQuerida Isabel, amiga, la que pide disculpas soy yo que he estado ausente por varios días, pero aquí estoy y leyendo de un tirón me he puesto al día, hasta a lo que ahora aquí relatas, la consumación del amor de Dido y Eneas y la preparación de la cueva nupcial de forma tan exquisita, en realidad amiga mía, no se necesita ningún esfuerzo para leerte, es tan conmovedora cada historia divina, que a cada rato se me humedecen los ojos. Gracias por todo.
ResponderEliminarEspero que disfrutes del merecido descanso y que regreses con pilas recargadas
Besos querida amiga
Natasha
Estoy ansioso por conocer el desenlace. Eres una creadora de historias, alma altruista que regalas imágenes "tenues que evocan suspiros".
ResponderEliminarGracias querida amiga.
Me gustan más los métodos de Juno que los de Venus. Es más sutil.
ResponderEliminarPrepara el escenario de la seducción. Pero en la seducción hay persuasión y/o inducción pero no obligación. En definitiva, si uno no quiere, con voluntad se puede resistir a la seducción.
Venus, al contrario, hace de Dido una víctima indefensa del veneno de Cupido, además con engaño y suplantación de personalidad.
No obstante envidio a Dido. ¡Quien pudiera sentirse como ella en estos momentos!
Más tarde vendrán los problemas, quizas desengaños y amarguras pero el principio del enamoramiento vale la pena. ¡Estas viva! ¡Sientes!
En fin, gracias por hacerme recordar con tanta delicadeza y acierto estas cosas.
Y ¡QUE BIEN ESCRIBES! (leer con énfasis)
No creo que este romance duerma en lecho de rosas. Qué tramará Venus? Se rendirá fácilmente a la proposición de Juno? Abrazos.
ResponderEliminareso de ser hijo de venus tiene que ser increíble, pero como modelo de viajero postguerra de troya la verdad prefiero a ulises, el de los mil recursos, eneas siempre me ha parecido que tiene algo de remake más pobre
ResponderEliminarpero nada, no te me enfades por esto
un beso
amor
Y los dioses también cometen errores...
ResponderEliminarTremendo acierto el de VENUS al recriminarle a JUNO(o sea yo!jajajaja),irradiar su poder en torno a sus propias ambiciones...Aunque es probable que aún no hayan concluído...
P.D.:Se unen los podes de dos poderosísimas diosas en el nombre del amor? Demasiado idílico conociendo sobre todo las estrategias de VENUS...
¡ME LLENO DE ANSIAS POR LEER MAS!
Cada día querida amiga le ponés más sabor a tus palabras...
MILES DE BESAZOS CON TODO MI AFECTO...:)
Empiezo a temblar de nuevo....empiezo a sufrir....ayy...
ResponderEliminarespero entonces....
está buenísima la historia.
abrazos
Has hecho una precisa e inspirada descripción del mal de amores. Quien lo probó losabe.
ResponderEliminarBesos, querida Isabel.
Magnífico blog. Gracias.
ResponderEliminarIsabel, cada d�a me gusta mas esta historia quisiera saber que pasara ese d�a, en esa cueva que se ve espectacular con sonidos imitado besos
ResponderEliminarNoches de insomnio�uffsss
Un gran beso amiga
...por fin me deja comentar...decirte que pude leer todo un mes entero en una mañana, y que pusiste un trocito más de sonrisa en mis vacaciones. Que pensarán los dioses que son tan humanos para jugar con la vida de los demás...
ResponderEliminarnada de desculpas, non es obligatorio las visitas
ResponderEliminarsolo tienes que escribir tu estoria que estay interessante
venus... siempre me a encantado...
abraço europeu e a vita é bella
Leo y leo. Y leo "me ha declarado la guerra mi cuerpo entero" y me quedo pensando en lo feliz de la frase, y te mando un beso y un aplauso largo, porque venir a pasar un rato aquí es un auténtico placer de dioses.
ResponderEliminarCreo que si ya no fuera devota de los clásicos, habrçias conseguido que me enganchara totalmente.
Un abrazo fuerte, querida mujer romana.
Con una cueva como la que se describe, ¡quién no quisiera adentrarse en esa gruta! -y no una sóla vez-.
ResponderEliminarBesillos.
Todo va bien, no te preocupes. Es sólo que me quedé sin ordenador, hasta septiembre que compraré uno nuevo. Ahora ando de prestados y de cibers hasta entonces, por lo que no podré postear a diario, como tenía costumbre.
ResponderEliminarEres una persona con mucha calidad humana. Aprecio mucho el interés que te has tomado conmigo, y desde ya te llevo en el corazón.
Lo he querido poner aquí, para que todos lo sepan, y sepan que tienen una compañera bloguera a la que le importamos.
Gracias por este soplo...
Estaba tan asombrado que, por fin, me decidí a mirar el google con tu nombre, y ya empiezo a entender cómo era posible un espacio como éste. Pero, de todas formas, el arte de contar -y el arte de contar con tanto sentido del humor-es algo que no depende de los lugares que uno ocupa...pero ya empiezo a entender...ya empiezo a entender...
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