- Creo, señora Imilce, que te va a dar un síncope. Estás muy congestionada.
- No seas agorera, Jacinta. Y hazme aire con el pámpano – le contesto. Menos mal que he tenido la idea de cortar varias hojas de la higuera antes de salir. A mi nuera no le ha hecho gracia pero, al fin y al cabo, la higuera es mía.
- ¡Aquí estaaá…! – grita mi ayudante. Agita los brazos para hacerse ver encaramado a una ladera rocosa y bastante empinada, no lejos del grupo de pinos a cuya sombra nos acogemos.
- ¿Qué os había dicho? – exclamo sin disimular mi satisfacción. De pronto, parece que a todo el mundo se le ha pasado el cansancio. Jacinta y mi nuera echan a correr como si se hubiera declarado un incendio; el poeta Trailo se pone de pie y lo mismo hacen Caius Pertinax y Parepidemos. Los tres me miran y, con un gesto, les indico que vayan ellos también. Kostas es el único que se queda sentado como yo. Estamos demasiado viejos para trepar.
- No seas agorera, Jacinta. Y hazme aire con el pámpano – le contesto. Menos mal que he tenido la idea de cortar varias hojas de la higuera antes de salir. A mi nuera no le ha hecho gracia pero, al fin y al cabo, la higuera es mía.
- ¡Aquí estaaá…! – grita mi ayudante. Agita los brazos para hacerse ver encaramado a una ladera rocosa y bastante empinada, no lejos del grupo de pinos a cuya sombra nos acogemos.
- ¿Qué os había dicho? – exclamo sin disimular mi satisfacción. De pronto, parece que a todo el mundo se le ha pasado el cansancio. Jacinta y mi nuera echan a correr como si se hubiera declarado un incendio; el poeta Trailo se pone de pie y lo mismo hacen Caius Pertinax y Parepidemos. Los tres me miran y, con un gesto, les indico que vayan ellos también. Kostas es el único que se queda sentado como yo. Estamos demasiado viejos para trepar.
- ¿Sabes una cosa, Imilce? – dice Kostas de pronto, sin levantar la vista de sus manos. Por primera vez desde que somos adultos no antepone a mi nombre el tratamiento de señora – Con gusto te hubiera traído a esta cueva cuando éramos jóvenes.
No esperaba esta salida del cordelero y no atino a responder. Agito con fuerza el pámpano hasta que me salva del apuro la llegada de Karo, muy excitado.
- ¡La cueva es exactamente como la ha descrito el poeta!
- ¡No me digas…! ¿Incluye también el dosel de sonidos de besos? – le respondo. Me arrepiento de mis palabras antes de terminar la frase. Mi ironía es muchas veces hiriente y gratuita. Kostas no se merece escuchar esto, menos todavía después de una confesión que yo hubiera recibido con gusto hace cuarenta años. Es extemporánea y tardía, pero me conforta. El cordelero ha sido muy lento siempre.
- Hablaba en broma, Karo – añado al ver la cara de fastidio de mi ayudante – ¡Si supieras la cantidad de parejas que venían aquí por entonces…! Hacían ofrendas en la entrada de la cueva y solicitaban el beneplácito de Venus para sus amores. ¿No es así, Kostas? Y luego, la mayor parte de las veces, entraban…
- ¿Entraste tú?
- Muchísimas veces, acompañando a Anna – respondo para fastidiar la curiosidad de Karo, siempre con ganas de meterse en mis asuntos. Menos mal que regresan ya los restantes miembros de la partida.
- Tenías toda la razón, señora Imilce – confiesa el poeta Trailo – es imposible llegar a caballo hasta la cueva.
- ¿Entonces…?
- Entonces es un misterio cómo llegaron allí – afirma encogiéndose de hombros. Yo tengo mis propias ideas al respecto, pero me las callo. Sólo faltaría que el troyano se me adelantara y escribiera este episodio antes que yo.
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A pesar de haber llegado tan tarde la invitación de Eneas para salir de caza, la puerta del palacio de Dido está llena de gente al amanecer. Ella ha convocado a sus amigos y cortesanos más importantes, porque una reina no va a ninguna parte, ni siquiera al campo, sin un cortejo acorde con su categoría. Además de los invitados, los monteros y sus perros, varios criados cargan carros con provisiones, así que cuando llegan Eneas y los suyos, no cabe un alma más. También él se ha hecho acompañar de su hijo Ascanio y sus más allegados, los mismos que acudieron al banquete.
La reina no se hace esperar. Sale a pie, magnífica, vestida al estilo griego con una túnica corta anudada en los hombros y ceñida por una cinta debajo de los senos y en la cintura. Calza sandalias cuyas tiras ascienden entrecruzándose hasta casi la rodilla y evidencian el exquisito torneado de sus piernas, la esbeltez y consistencia de su silueta. El cuero de la aljaba le cruza el pecho y aún resalta más la plenitud de sus formas femeninas. Cuando Eneas se le acerca, le sonríe y ladea con gracia la cabeza a modo de saludo. El troyano resplandece también.
Marchan a pie hasta una de las puertas de la muralla y, ya en el exterior, montan a caballo. Es una partida muy numerosa, compuesta por casi un centenar de personas. La mañana es fresca y despejada, ni una sola nube mancha el azul del cielo, pálido aún en lo alto y rosáceo en los lugares donde el horizonte se resiste a despedir la noche. Dejando Cartago a sus espaldas, se adentran en un paraje llano y boscoso, jalonado de elevaciones rocosas. Dido y Eneas cabalgan juntos y Mook, el perro de la reina, no se despega de ellos ni siquiera cuando entran en un prado y ponen las monturas al galope.
De pronto, sin que nadie pudiera esperarlo, estalla un trueno. El cielo se torna gris y avisa de la tormenta con gruesas gotas. Los jinetes detienen las cabalgaduras, sorprendidos. El viento se levanta furioso y, en un instante, amontona las nubes y las hace chocar, abriendo el cielo en una catarata. El grupo se dispersa: cada cual huye en una dirección buscando protegerse del temporal, unos entre los árboles, otros en espacios abiertos. Los caballos de la reina y Eneas galopan juntos, ceñidos al pie de un farallón rocoso. Un relámpago zigzaguea delante de ellos y espanta a los animales. Mook, el perro de la reina, ladra con furia y asciende en diagonal por la ladera empinada. Lo ve Eneas y, sujetando al caballo de Dido, le grita que descabalgue mientras él hace lo mismo. Coge a la reina de la mano, y corre detrás del perro. Mook desaparece un instante y vuelve a aparecer, llamando la atención con sus ladridos.
Cuando le dan alcance, está en la entrada de una cueva, tapada en parte por las hojas y las espigas en flor de un matorral de lavanda. La lluvia intensifica su tonalidad violeta y su aroma se expande por el interior del refugio, pequeño pero confortable y seco. Mook se tumba en el umbral mientras Dido y Eneas se dejan caer al suelo de rodillas, agotados por la carrera y empapados. La reina deja escapar una carcajada. Al príncipe troyano le gotea el cabello sobre la frente y los rizos casi le cubren los párpados, cegándolo. Alarga un dedo y, con cuidado, le aparta los mechones. Se encuentra entonces con los ojos de Eneas.
Y en ellos se queda, atrapada por su mirada hipnótica, en silencio, sintiendo cómo los dedos de él se aproximan lentamente, acarician su hombro y, con tacto de fuego, empujan el tirante y lo desanudan. La tela se le ha pegado a la carne, pero él tira con suavidad hasta dejar al descubierto su seno altivo, blanco e indefenso, anhelante de recibir las heridas del amor.
- ¿Tienes frío? – pregunta en voz baja Eneas, como si no la estuviera viendo arder, como si la respiración de Dido no exhalara fuego ni su piel quemara. No la toca. Mira cada parte de su cuerpo con deseo, planeando en qué punto exacto la incendiará con sus labios, qué trozo de carne será el primero que apresarán sus dientes. Dido cierra los ojos, se quita la aljaba, que aún cuelga de su espalda, y la aparta a un lado. Luego se yergue sobre sus rodillas y se acerca al pecho de Eneas para soltarle las correas que sujetan la suya. Cuando cae al suelo el estuche de las flechas, él cierra sus brazos en torno a ella y hunde la cabeza entre sus senos.
¿Puede gritar la carne? ¿Puede exigir, regalar, deshacerse, ser devorada y salir victoriosa en cada asalto, más plena de vida que cuando se entregó sumisa a las caricias del otro? Ay, qué torbellino de manos y de bocas, de miembros enredados, de alientos que arrojan fuego y absorben, queman, se retuercen de dicha y reclaman ser derribados y construidos de nuevo. De sus propias cenizas renace el ave fénix y del rescoldo del deseo saciado se alzan triunfantes el corazón y el cuerpo enardecidos.
Al caer la tarde, cuando aún las hojas de los árboles lloran gotas de lluvia, Dido y Eneas abandonan la cueva cogidos de la mano. El amor quema. Crea y destruye. Da vida y también la quita.
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A pesar de haber llegado tan tarde la invitación de Eneas para salir de caza, la puerta del palacio de Dido está llena de gente al amanecer. Ella ha convocado a sus amigos y cortesanos más importantes, porque una reina no va a ninguna parte, ni siquiera al campo, sin un cortejo acorde con su categoría. Además de los invitados, los monteros y sus perros, varios criados cargan carros con provisiones, así que cuando llegan Eneas y los suyos, no cabe un alma más. También él se ha hecho acompañar de su hijo Ascanio y sus más allegados, los mismos que acudieron al banquete.
La reina no se hace esperar. Sale a pie, magnífica, vestida al estilo griego con una túnica corta anudada en los hombros y ceñida por una cinta debajo de los senos y en la cintura. Calza sandalias cuyas tiras ascienden entrecruzándose hasta casi la rodilla y evidencian el exquisito torneado de sus piernas, la esbeltez y consistencia de su silueta. El cuero de la aljaba le cruza el pecho y aún resalta más la plenitud de sus formas femeninas. Cuando Eneas se le acerca, le sonríe y ladea con gracia la cabeza a modo de saludo. El troyano resplandece también.
Marchan a pie hasta una de las puertas de la muralla y, ya en el exterior, montan a caballo. Es una partida muy numerosa, compuesta por casi un centenar de personas. La mañana es fresca y despejada, ni una sola nube mancha el azul del cielo, pálido aún en lo alto y rosáceo en los lugares donde el horizonte se resiste a despedir la noche. Dejando Cartago a sus espaldas, se adentran en un paraje llano y boscoso, jalonado de elevaciones rocosas. Dido y Eneas cabalgan juntos y Mook, el perro de la reina, no se despega de ellos ni siquiera cuando entran en un prado y ponen las monturas al galope.
De pronto, sin que nadie pudiera esperarlo, estalla un trueno. El cielo se torna gris y avisa de la tormenta con gruesas gotas. Los jinetes detienen las cabalgaduras, sorprendidos. El viento se levanta furioso y, en un instante, amontona las nubes y las hace chocar, abriendo el cielo en una catarata. El grupo se dispersa: cada cual huye en una dirección buscando protegerse del temporal, unos entre los árboles, otros en espacios abiertos. Los caballos de la reina y Eneas galopan juntos, ceñidos al pie de un farallón rocoso. Un relámpago zigzaguea delante de ellos y espanta a los animales. Mook, el perro de la reina, ladra con furia y asciende en diagonal por la ladera empinada. Lo ve Eneas y, sujetando al caballo de Dido, le grita que descabalgue mientras él hace lo mismo. Coge a la reina de la mano, y corre detrás del perro. Mook desaparece un instante y vuelve a aparecer, llamando la atención con sus ladridos.
Cuando le dan alcance, está en la entrada de una cueva, tapada en parte por las hojas y las espigas en flor de un matorral de lavanda. La lluvia intensifica su tonalidad violeta y su aroma se expande por el interior del refugio, pequeño pero confortable y seco. Mook se tumba en el umbral mientras Dido y Eneas se dejan caer al suelo de rodillas, agotados por la carrera y empapados. La reina deja escapar una carcajada. Al príncipe troyano le gotea el cabello sobre la frente y los rizos casi le cubren los párpados, cegándolo. Alarga un dedo y, con cuidado, le aparta los mechones. Se encuentra entonces con los ojos de Eneas.
Y en ellos se queda, atrapada por su mirada hipnótica, en silencio, sintiendo cómo los dedos de él se aproximan lentamente, acarician su hombro y, con tacto de fuego, empujan el tirante y lo desanudan. La tela se le ha pegado a la carne, pero él tira con suavidad hasta dejar al descubierto su seno altivo, blanco e indefenso, anhelante de recibir las heridas del amor.
- ¿Tienes frío? – pregunta en voz baja Eneas, como si no la estuviera viendo arder, como si la respiración de Dido no exhalara fuego ni su piel quemara. No la toca. Mira cada parte de su cuerpo con deseo, planeando en qué punto exacto la incendiará con sus labios, qué trozo de carne será el primero que apresarán sus dientes. Dido cierra los ojos, se quita la aljaba, que aún cuelga de su espalda, y la aparta a un lado. Luego se yergue sobre sus rodillas y se acerca al pecho de Eneas para soltarle las correas que sujetan la suya. Cuando cae al suelo el estuche de las flechas, él cierra sus brazos en torno a ella y hunde la cabeza entre sus senos.
¿Puede gritar la carne? ¿Puede exigir, regalar, deshacerse, ser devorada y salir victoriosa en cada asalto, más plena de vida que cuando se entregó sumisa a las caricias del otro? Ay, qué torbellino de manos y de bocas, de miembros enredados, de alientos que arrojan fuego y absorben, queman, se retuercen de dicha y reclaman ser derribados y construidos de nuevo. De sus propias cenizas renace el ave fénix y del rescoldo del deseo saciado se alzan triunfantes el corazón y el cuerpo enardecidos.
Al caer la tarde, cuando aún las hojas de los árboles lloran gotas de lluvia, Dido y Eneas abandonan la cueva cogidos de la mano. El amor quema. Crea y destruye. Da vida y también la quita.
*Detalle de escultura femenina. Museo Massimo alle Terme. Roma.
**Detalle de relieve en un sarcófago. Museo Massimo alle Terme. Roma.
***Jardines Aldobrandini. Roma.
****Detalle de caballos en el claustro del Museo Termas de Diocleciano. Roma.
*****Detalle de escultura femenina. Museo Massimo alle Terme. Roma.
******¿Mook? Fotografía tomada por Antonio Portela (Karo) en Pompeya.
*******Detalle de escultura femenina. Museo Massimo alle Terme. Roma.
amor, mujer, mujeres, relatos, historia, fotos
Te mando ánimo para que sigas en la brecha, y continúes con ese hermoso combate que, cada día, libras con las palabras y con la tradición.
ResponderEliminarAh, soy la segunda!!!! La tormenta enviada por los dioses, el refugio perfumado, una cueva fragante y seca. Y por fin la pasion que estalla de una buena vez, bueno no esperaron mucho estos muchachos, a la seguda vez que se ven concretan: eso si que no es andarse con vueltas. Ahora disfrutaran de la primera etapa del amor, el enamoramiento, depues...
ResponderEliminarFeliz 20/07, dia del amigo (invento de un dentista - brrr!- psicologo y otras yerbas argentino, en conmemoracion de la llegada del hombre a la luna) y que puedas disfrutar con la compañia de todos, los reales y los virtuales!
ResponderEliminarQue lo vivas intensamente.
Parece que ya por fin se demostraron su amor, y ahora qué sigue?
ResponderEliminarSaludotes, abrazotes y besotes
Sweet Dreams, de todo Corazón:
Arthur
Pasa que cuando están mojados, hay la necesidad de secarse y calentarse, y como la reina ya tenía la flecha de cupido, pues parece que ya pronto habrá boda.
ResponderEliminarSaludos, abrazos y besos
Nice Day, con toda mi Alma:
Gusthav
UFFFFFFFFFFFFFFFF!!!
ResponderEliminarY asi con ese fulgor de la lluvia y del amor consumado me quedo yo a esperar el siguiente capitulo, que no me pierdo éste hilo amiga!!!!!
me encanta!!!!
besos y besos conmovidos!!!
Acabo de leer tus dos últimas entradas, porque con esa velocidad no me da tiempo...
ResponderEliminarMe ha encantado casi podía escucharse el suave rumor del hilillo de agua entre las respiraciones entrecortadas de los dos amantes.
Un saludo
Qué maravilla, cuánto talento Isabel.
ResponderEliminarMuchos besos y disfruta del finde al igual que me has hecho disfrutar a mi.
Pero qué bonito es el amorrr!!!si es que tenía que ser asíii! un beso
ResponderEliminarMuy buen post!!!
ResponderEliminarLa lentitud exacta es la única manera que conozco para hacer unos cordeles tan resistentes y sólidos como fueron los míos: no se rompieron en la vida por sí mismos. Bien lo sabes, querida amiga. Besos.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarqué placer estas instancias.... qué luces, oscuridades...
ResponderEliminarlas tibiezas, la fría lluvia, el calor de las miradas..
la búsqueda, la entrega,...
la posesión...
las telas,
el cabello, las miradas...el guardián de la entrada... siento la aljaba abandonada...las flechas desparramadas...olor y sabor, suficiente...
el latido de sus corazones...
la fuerza...la paz...el deleite y la alegría... tanto, tanto!!!! Hasta acá se siente la lavanda húmeda...y las piedras calientes...
Grandioso..!!!
Feliz día! Sublime encuentro el de hoy!:))))))))))))))
Siguiéndote como siempre en este apasionante mundo...
ResponderEliminarFeliz día del amigo.
Besos
Precioso el último párrafo. Preciosas imágenes. Precioso relato
ResponderEliminarBesos.
Isabel, no sabes la emoción al leer este capitulo, hasta la naturaleza o los dioses ayudaron para que se consumiera este amor, precioso cada letra no se te escapa nada, la imágenes preciosa acordes
ResponderEliminarUn beso amiga
Cómo me encanta leer este tipo de escenas, jejeje, es que es realmente sublime, esa consumación producto de un amor sincero, real.
ResponderEliminarSí, y como dices en la última parte, el amor puede tener muchas caras. Es que posee tanta intensidad que tiene sentido todo lo que puede desencadenar.
Besitos!
Después de la tormenta, la furia de la pasión y la ternura del amor nos llevan, irremediablemente, al desenlace. Será así? Abrazos.
ResponderEliminarWhat a nice blog you have!
ResponderEliminarAhhhhh Isabelll, ese preámbulo casi me mata de ansiedad jajaja yo decía yaaaaa, como una película... esperando el momento culmitante, como sería esa consumación de amor y mira... ha sido tan casual... wow... que pasará?... soltarán sus manos?... ufff, haz bonito el siguiente post please jajaja
ResponderEliminarBonito fin de semana linda!
Muy Interesante el Blog,
ResponderEliminarquisiera hacer un intercambio de links, el mio es:
http://librosclasicos.blogspot.com/
Saludos y Suerte!
contacto: mislibrosclasicos@gmail.com
Delicioso. Sencillamente delicioso.
ResponderEliminarTe dejo un abrazo muy cordial, querida Isabel.
Isabel, gracias por tus palabras.
ResponderEliminarVeo que compartimos gustos literarios!
Ya te agregué a mi lista de Blogs Amigos (primera en la lista). Te visitaré seguido.
Nos vemos.
sin palabras...
ResponderEliminar... es preciso.
Isabel, cuál es tu dirección en españa?
ResponderEliminarMe la puedes dar por estos medios?
Un abrazo y cariños para ti.
La consumación siempre de algo es deliciosa... y en este caso fué LO MEJOR!!! un beso!
ResponderEliminarBuerno, Isabel, no se que decirte de nuevo. Solamente reiterarte mi admiración y esos detalles por avisar.
ResponderEliminarA ver que pasa en el siguiente post.
Buena semana.
La cosa se está poniendo al rojo vivo. Fantástico este encendido capítulo que nos deja con la miel en los labios y con ganas de más.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Creo que he encontrado el blog de la horma de mi zapato...¡es excelente!
ResponderEliminarLo leeré de cabo a rabo.
Gracias por estas historias.
Saludos
Isabel, amiga querida, te quiero dejar un abrazo fuerte y deseos de unas tranquilas vacaciones. Me voy y estoy feliz porque tengo una pila de capítulos por leer... Los disfrutaré sin duda. Hasta la vuelta.
ResponderEliminarQue deseos de congelar la historia en esos instantes... pero esta tiene que seguir.
ResponderEliminarAguardamos por el desenlace: me intriga conocer la postura final de Imilce respecto a los troyanos, porque escribir es un proceso que transforma y en su caso ha tenido la oportunidad de ordenar sus ideas respecto al "enemigo" y de aun sensibilizar a su audiencia respecto a estos (como lo mencionas en un parrafo de estos ultimos capítulos).
¡La descripción de este capítulo fue magistral! Besos amiga, gracias por estas letras.
vaya...al final hay algo más que miradas...estos dioses siempre jod...besicos
ResponderEliminar"...seno altivo, blanco e indefenso, anhelante de recibir las heridas del amor." Usted es una poeta...
ResponderEliminarla carne se enreda, se confunde, se quiere fundir en una nueva patria. Oo, ahora empiezan los problemas.
ResponderEliminarUn saludote diosa de Roma.
Poco a poco me voy poniendo al dia de esta bellisima historia.... Que bellas esculturas....tendre que volver a Roma solo por verlas.
ResponderEliminarBesos querida amiga, espero que estes teniendo un buen verano.
Quería acercarme un ratito para agradecerte tus visitas a casa. Me han traído una linda brisa!!!
ResponderEliminarUn abrazo Isa!
Hola Reina de los Blogs!!!!
ResponderEliminarAve César!!!
Pájaro César...
Nunca entendí lo del "Ave"...me lo explicas????
Besos!
Hola fmop, gracias por tus ánimos. Saludos cordiales.
ResponderEliminarHola lady zurikat, seguro que desde el primer momento en que se vieron resultaron flechados. Ahora están en plena efervescencia... Feliz día del amigo. Besos y hasta pronto.
Hola arthur, hola gusthav, ya veis que el amor ha triunfado entre ellos, pero con todo, no hay que olvidar que hay varias divinidades por medio... ¿qué pasará? Besitos, guapos.
Hola cieloazzul, seguro que este momento de explosión del amor será el que con mayor gusto recordaremos, como en la vida real ¿no? Besitos.
Hola krisish, mucho me temo que esa cueva estaba llena hasta los topes... menos mal que los protagonistas pasan de todo y no nos han visto. Besitos.
Hola morgana, feliz semana a tí también, guapa.
ResponderEliminarHola carmen, el amor debería ser así, pero todo el tiempo... Besotes.
Hola tondo rotondo, gracias por tu visita y tus palabras. Besos.
Hola kostas kamaki, estás en lo cierto: tus cordeles no se rompieron jamás. Besitos, guapo.
Hola ferípula, talmente has estado allí, porque así lo delata la cantidad de detalles que has observado. Seguro que también ha sido para ti un momento emocionante. Besos y feliz día del amigo.
Hola rodolfo n, gracias por tu constancia. Besitos.
Hola kurtz, la ventaja es que a tí te gusta todo. Besitos.
ResponderEliminarHola alida, gracias por tus palabras. Trato de transmitiros y compartir con vosotros lo que siento yo misma. Besitos.
Hola minerva, tienes mucha razón al señalar los múltiples aspectos del amor y que no siempre sus efectos son los deseados o deseables. Besos y hasta pronto.
Hola fgiucich, necesitaremos todavía un poquito de paciencia para llegar al final. Pero creo que valdrá la pena. Besos.
Hello mustafa senalp, thanks for your visit.
Hola bettina perroni, eso de que el encuentro a solas ha sido casual no está tan claro. Trailo piensa que ha sido planeado por las diosas. En cualquier caso, ellos han sido felices. Besitos.
Hola fausto, bienvenido a tu casa. Me parece perfecto que intercambiemos links, por mi parte ya he incluido el tuyo. Saludos cordiales.
ResponderEliminarHola grimalkin el bardo, una de las cosas que más admiro de tí es lo bien que soportas los celos de la señora Imilce en tu papel de Trailo. Ahora, que tú también te las traes... Besitos, guapo.
Hola carolina trinidad, gracias por tus palabras. Pasaré por tu blog y te responderé a lo que me preguntas. Besos.
Hola ave fénix, sé que esta parte ha sido especialmente apreciada por quienes, como tú, estáis enamoradas/os de lleno en estos momentos. Besitos, guapa.
Hola rafael pq, gracias por tu visita y hasta pronto.
Hola maría dubón, cierto que la historia está al rojo vivo. E intuyo que aún puede ponerse más. Besitos.
Hola eva, me alegro que me encontraras y te encuentres a gusto aquí. Enseguida paso a visitarte. Besos.
ResponderEliminarHola gloria, cuando regreses seguramente te esperarán unos poquitos capítulos más. Disfruta mucho, descansa y vuelve pletórica. Besotes.
Hola tony, yo a la señora Imilce la veo muy mentalizada desde el principio en tratar de que se comprenda a la reina y de ser ella misma un poco neutral. Y creo que ha hecho grandes esfuerzos. Otra cosa es que el poeta Trailo la pone de los nervios y eso no le permite sacudirse de encima ese prejuicio de que no son de fiar los troyanos. De todos modos, creo que ella va madurando en su escritura y en su esfuerzo por comprender y, al menos, exponer distintos puntos de vista. Creo que terminará más sabia. Saludos cordiales.
Hola fernando, los dioses nos regalan momentos de dicha como el que acaban de vivir Dido y Eneas. Otra cosa es el precio que nos hacen pagar. Besos.
Hola el mostro, seré poetisa si usted lo dice... Besos y hasta pronto.
Hola heriberto, como muy bien dices, con el amor llegan también los problemas. ¿Para cuándo un diálogo entre dos corazones? Besos y hasta pronto.
ResponderEliminarHola fortunata, yo espero que todos mis amigos y lectores estén deseando visitar por primera vez o reencontrarse con Roma. Es una ciudad maravillosa y única. Besitos y feliz verano.
Hola silvana, gracias por tu visita. Besos y feliz descanso.
Hola ferípula, me gusta tu sentido del humor. Ave es, simplemente, un saludo. En cuanto a los pájaros, en Roma hubo muchos y en todos los sentidos que admite el término. Uno de los más famosos (y viene a cuento con el tema amoroso de este post) fue el de Catulo. Besos, guapa.
Querida Isabel, delicioso relato de
ResponderEliminartan inefable momento en esta y en todas las historias de amor...leve,
sugerente y bellísima descripción.
Las imagenes que acompañan el relato muy adecuadas y hermosas
(como acostumbras), pintan el vivo deseo del descubrimiento...
Abrazos y mi afectuosa gratitud por tu presencia fiel (y la palabra
siempre precisa) en el jardín de las hespérides.
Mi querida amiga :
ResponderEliminarUsted evoca mejor que yo .....
Miles de cariños
Querida amiga,
ResponderEliminarTe envío un abrazo madrugador cuidadosamente envuelto en mis mejores deseos.
Con todo mi agradecimiento y cariño
El encuentro ideal lo han preparado los dioses, perdón, las diosas. ¿Nos pasará lo mismo cuando encontramos el momento perfecto sin preparar nosotros nada? ¿Serán cosas de los dioses y nosotros sus juguetes?
ResponderEliminarEl amor, ese sentimiento tan maravilloso y cruel.
Siento no haber venido antes a visitarte pero tengo todo patas para arriba (además de poner la silla al revés, lo demás también está)
Isabel, bien por ti. Qué manera tan suave y bella de describir el amor hecho carne...
ResponderEliminarHermosisimo.
ResponderEliminarEsta mañana me has hecho llorar.
ResponderEliminarPor cierto, se me olvidó decirte que este verano me he acordado de ti, pues tuve cerca a ciertos dioses romanos que te hubieran encantado.
ResponderEliminarHe leído las últimas entradas de tu blog y estoy gratamente sorprendida... ¡Enorme caudal de talento!
ResponderEliminarTe felicito.
Hola eritia, muchas gracias por tu visita. Sin vuestra presencia no tendría ninguna gracia contar esta historia de aventuras y amor. Besos y sigue regalándonos tus manzanas.
ResponderEliminarHola paz traverso, me alegra encontrarte de nuevo por aquí. Besos y hasta pronto.
Saludos, lágrima del guadiana, gracias por ese abrazo tan bien envuelto. Besos y hasta pronto.
Hola zebedeo, quién sabe cómo llegamos a esos encuentros mágicos de los que hablas. Quizá sean las diosas quienes los propician o somos nosotros o es nuestra imaginación la que los embellece... Besos y hasta que pongas orden.
Hola david, gracias por tu visita y por tu recuerdo con esos dioses romanos. Me dejas con la intriga y con el deseo de haber estado allí... Besos y hasta pronto.
ResponderEliminarHola medraina, quizá haya algunos encuentros esperando a cada una de nosotras en alguna cueva. Besotes y feliz verano.
Hola clarice baricco, ya has visto que Mook ha sido clave en ese encuentro romántico. ¿No se dice que el perro es el mejor amigo del hombre? Besitos, guapa.
Saludos helena, y bienvenida. Precisamente hace poco, el troyano Eneas le ha regalado a Dido unas prendas que pertenecieron a Helena de Troya. Será por su influjo que has llegado aquí... Gracias por tu visita y tus palabras. Espero que te encuentres a gusto y vengas con frecuencia.
Maravilloso encuentro, totalmente sublime lo que he leído... waooo no pude evitar que toda mi piel se llenara de sonrojos y bajo mis senos revolotearan mariposas... haciéndome evocar al amor de mi vida, cuanta dulzura y calor junto a la lluvia que inundo mis ojos...
ResponderEliminarIsabel, mi amiga del alma, he venido tarde acá, pero no por eso dejaré de decirte lo que me nace del corazón, quiero que sea de tu conocimiento el gran placer que me causan tus visitas, siempre acompañadas de tus cálidas palabras, así como el venir a leerte. Gracias cariño.
Te quiero mucho amiga mía, no lo olvides
Besos
Natasha
Hola isabel romana, precioso el momento de la cueva y muy apasionado. Me lo he releído ya tres veces y casi me sentía en la cueva como voyeur xDD
ResponderEliminarBesitos
...jo!, que bonito Isabel querida, realmente un relato bellísimo...
ResponderEliminar... el amor y sus dulzuras, y sus dolores también, pero sus dulzuras...
...besos...
¡Me fascinó este capítulo!
ResponderEliminarExultante, mágico, irresistible y un canto a la entrega del amor.
Qué bien descrito está ese encuentro entre Eneas y Dido en la cueva, y cómo ambos se acercan y disfrutan del gran placer de la carne y del amor.
Lo leí de un tirón y no me di cuenta de que había terminado hasta que llegué al final.
Enhorabuena.