Los médicos entran y salen y vuelven a entrar. Uno de tus esclavos favoritos me ha mandado hace un rato a traer agua fresca. He obedecido con la docilidad y presteza de siempre y luego me he sentado ante el umbral de tu puerta a esperar.
Si yo fuera piadosa, rogaría a los dioses que el agua que he traído fuera un bálsamo para ti, que las gotas que tu esclavo te administra con tanto cuidado haciéndolas caer con la punta de un paño dentro de tu boca, te aliviaran. Pero ni seré compasiva contigo ni deseo que tu agonía sea breve.
Hueles. El hedor que desprendes atraviesa los cortinajes de púrpura que cierran tu cuarto, golpeándome en el rostro cada vez que alguien los descorre un poco para entrar o salir. Un olor pestilente que me agrada. Sí, aunque tus servidores frunzan la nariz y contraigan sus caras por el asco, a mí me complace oler tu podredumbre; oír, aunque lleguen amortiguados, tus quejidos. Ojala se prolongue tu sufrimiento durante muchas horas y todo tu cuerpo se convierta en una llaga viva.
Y aún así, no pagarás lo que le hiciste a mi señora. ¡Ah, Constantino, emperador magnífico! Me da risa cuando te oigo llamar “el Grande”… Abomino de ti. Tu corazón apesta.
Así lo comprendieron los romanos, y por cierto que te lo hicieron saber. ¿Creías que no serían capaces de abuchearte, de decirte a gritos lo que pensaban de ti? Poco los valorabas si pensaste de ellos que pasarían por alto tus crímenes. Te dieron una lección, sí. Tú tan ufano, montado sobre tu carro de oro, ataviado con tu manto púrpura, enjoyado, rodeado de tus soldados con los escudos destellando bajo la luz del sol, brillante tú mismo como el astro solar. Esperabas las aclamaciones del pueblo, su rendido homenaje para celebrar tus diez años de gobierno. Y así de engreído iniciaste el desfile por la Vía Triunfal camino del Capitolio.
Y no fue precisamente alabanzas ni parabienes lo que te encontraste. El pueblo entero te gritaba: ¿Cómo es posible que un hombre asesine a su esposa y a su hijo sin ni siquiera celebrar un juicio? ¿Dónde está escrito que pueda matarse a las esposas? ¿Cuándo los romanos han hecho una cosa semejante? Te amargaron el desfile. Y no fuiste capaz ni siquiera de acabarlo. No pudiste soportar esos justos reproches.
Pero nadie puede volver a la vida a mi señora, a mi niña. Nadie puede hacer retroceder el tiempo para borrar tu condena cruel y su sufrimiento. Ella era joven, sí, y ardiente. Te fue infiel. ¿Y qué? También te había dado hijos, a quienes dejaste sin madre cuando aún se agarraban a su túnica para buscar protección o para mantenerse en pie. ¿Tuvo ella la culpa de que su hijastro, tu propio hijo Crisipo, pretendiera seducirla? Y si tú ordenaste matar a tu hijo sin compasión, sin escucharlo, sin atender a nadie ni a nada ¿también fue culpa de Fausta? ¿Tenía ella que pagar tus yerros?
Pero un hombre despiadado, un asesino como tú no podía quedar contento sólo con matar a su propio hijo. Te dejaste envenenar por las lenguas de víbora y creíste a pies juntillas otra patraña: que había sido Fausta, mi señora Fausta, quien había tratado de seducir a tu hijo y había fallado en su pretensión.
Ojala te mueras muy despacio. Que la fiebre haga arder tu cuerpo entero, que te falte el aire, que te desgarres el pecho tratando de respirar, que la cabeza te estalle de desesperación, que no haya tregua ni alivio para ti. Más grande aún fue el sufrimiento de mi pobre Fausta, encerrada en los baños y quemada viva por el vapor ardiente.
Yo esperaré aquí, junto al umbral de tu cuarto, deseando que tus gemidos oculten los gritos desgarradores de Fausta que aún atormentan mi memoria. Apestas, Constantino, apestas. Por dentro y por fuera.
NOTA: Este es un post bastante duro, como habéis visto. Los hechos narrados respecto al asesinato de su hijo y de su propia esposa por emperador Constantino el Grande (272 – 337), así como el episodio de su desfile y rechazo en Roma son verídicos. Las razones de esos asesinatos no quedaron muy claras, hay versiones distintas. Las palabras de la nodriza de Fausta hemos de tomarlas, obviamente, como una declaración de parte interesada. En cualquier caso, sólo he pretendido dejar constancia del asesinato y del rechazo que suscitó en los romanos. De hecho, después de ese episodio, ocurrido en el año 326, Constantino no volvió jamás a Roma. Constantino trasladó la capital del imperio a la antigua Bizancio, a la que se denominó “Constantinopla” en su honor. Murió el 22 de mayo del año 337 en Ancycrona, ubicada en la actual Turquía.
* Pie colosal de una estatua de Constantino. Museos Capitolinos. Roma.
**Cabeza colosal de una estatua de Constantino. Museos Capitolinos. Roma.
***Detalle de escultura femenina, Venus Esquilina, quizá retrato de Cleopatra. Museos Capitolinos. Roma.
****Cabeza colosal de una estatua de Constantino en bronce. Museos Capitolinos. Roma.
***** Detalle de un relieve con figura femenina. Museos Capitolinos. Roma.
asesinato, celos, emperador, muerte, nodriza
La sinceridad desgarradora de la nodriza es todo un logro Isabel.
ResponderEliminarMe encantó.
Un gran abrazo amiga.
PD: Contestando a tu pregunta el último post es siempre el que aparece en el vértice superior izquierdo (es un caos lo sé ;-)
Ha sido ver el pie colosal y decirme: ¡Museos Capitolinos! Y recordar ese impresionante torso tumbado que se ve dentro de ellos desde la plaza de Miguel Ángel. ¿Cómo siguen las cosas por Valencia? AM
ResponderEliminarInteresantisimo, madame. Y que forma tan horrible de matar a una persona, quemada viva por el vapor ardiente!
ResponderEliminarQue crueldad tan refinada.
Se comprende que la nodriza de Fausta albergara tal resentimiento.
Magnifica pagina la de hoy, madame Isabel, como es habitual por aqui.
Bisous
Sencillamente delicado, Isabel. Muy bello. Un beso.
ResponderEliminarImpresionante como te has calado en los sentimientos de la nodriza y que realistica la ambientacion!
ResponderEliminarMe parecia estar alli’ con ella, compartiendo su pena..
Evidentemente la grandeza de Costantino costo’ muchas vidas y acciones crueles aunque se haya escrito tanto sobre la importancia de sus hazañas politicas y religiosas a traves de los siglos, la historia no siempre nos cuenta los detalles.
Feliz fin de semana, querida Isabel!
¡Qué grande eres, Isabes, qué grande! Esa indignación de la nodriza a través del relato, cuya historia desconocía, taladra. Nos sumerges en la pensamientos y sentimientos de una mujer atormentada aún por los gritos de horror y dolor de su señora, ¡es increíble|
ResponderEliminarSi, la historia es dura, es muy dura, pero un prodigio de narrativa. Me ha gustado mucho tambien conocer los abucheos de los romanos, lo malamente que los asume Costatino. Una maravilla.
Un abrazo, queria mía.
Debo confesarte que la perfección del relato me llevó junto al lecho del enfermo y sentir el hedor que desprendían sus carnes putrefactas. Magnífico relato, Isabel. Es un placer leerte. Abrazos.
ResponderEliminarSoliloquio para una pieza dramática, iluminada por la satisfacción de la nodriza y la mitigación de su dolor en el sufrimiento del asesino moribundo de su ama.
ResponderEliminarUn escrito que enciende la pasión y el espíritu de la venganza. Me hace leer detenidamente con fruición un aparte de la agonía de Constantino y me lleva más allá del detalle técnico histórico.
Exquisito aporte literario!
He quedado muda ante esta narración tan vívida, tan sentida, y ante el asesinato cometido de tan terrible forma.
ResponderEliminarY en mi corazón se baten aduelo la justicia y la misericordia
Os abraza
Doña Guiomar
La indignación de la nodriza...Isabel leerte en tus relatos es una delicia, siempre disfruto y esta vez más aún con esas imagenes!
ResponderEliminarUn bikiño siempre.
AMIGA MÌA... Que horrible es la sensaciòn angustiante de esperar el arribo de la muerte...
ResponderEliminarP.D.:Siempre pensè que a la hora de morir,lo màs certero serìa la estocada final y definitiva no sè porque...
TE DEJO UNO Y MILES DE BESITOS =)
La verdad aquí mucho más en boca del porquero que en la de Agamenón.
ResponderEliminarEs justo reivindicar las razones de la nodriza sobre la prepotencia de ciertos "propietarios" de la historia.
Constantino tuvo deslices más colosales que la aparente grandeza que quieren mostrar sus esculturas.
Besos.
He vuelto, tuve q hacer unos truquitos para salvar la molestia de la censura q sufrio mi blog, me llevo tiempo pero valio la pena, ahora tengo casita nueva!!!
ResponderEliminarte mando besitos de hada !!!!!!!!
Me maravilla tu capacidad de situarte en la piel y el corazón de los más diversos personajes y expresar los sentimientos más encontrados, y hacernos sentirlos como propios y reales. Tu manera de expresar tanto ternura como odio, frivolidad o deseos de venganza y sensaciones y emociones de los más variado, sigue siendo el hilo que me ata a esta tu casa.
ResponderEliminarUn saludo
Estremecedor relato, la cara colosal y horrible del poder, pie inmenso en la cumbre del Capitólio, cabeza cercenada del monstruo, hecho pedazos al fin.
ResponderEliminarNo me gusta Constantino, lo aborrezco por su crueldad sin límites, lo detesto por su flaqueza sin valor ante la madre. La pertinaz, fanática, férrea y absorvente Elena lo bautizó inconsciente, dicen las malas lenguas, en ese lecho de muerte, pero él mismo, que se creía Helios, había, con olfato políco, por plegarse a los imponderables, abdicado de aquel sol pagano, para ceder ante el otro cristiano.
La estátua ecuestre del dulce Marco Aurelio, cópia en la plaza capitolina del Ayuntamineto romano, se salvó de ser fundida porque la tomaron por la del piadoso converso Contantino, menos mal, adoro la languidez de Marco Autelio, emperador forzado, hombre decente.
!Salve! felicidades Isabel por el relato; los entresijos de la história desconocida, expresados con energía, dureza y belleza.
Impacta este relato, revivir instantes... bellisimo.
ResponderEliminarTe abrazo
MentesSueltas
¡Ah, la venganza! ¡Cuánto sentido tiene! ¡Qué humana puede llegar a ser!
ResponderEliminar¡Que buena eres! Me encantó como narras el episodio, el aire que le das. Lo he disfrutado mucho, me quede pegadita a tu visión.
ResponderEliminarBesos
Cuan diminutos son algunos que pasaron a la historia como grandes.
ResponderEliminarGrandes en su iniquidad y diminutos en lo humano.
Te felicito, con cada narración te superas.
Sí, Constantino I, apodado "El Grande", primero de los emperadores cristianos, también fue el promotor de una nueva tradición imperial consistente en llevarse por delante a todos sus familiares directos para no dejar a nadie que pudiera hacerle sombra (lo cual daba luego unos problemas del copón a la hora de ceder el testigo del Imperio, y era motivo de no pocas guerras civiles por los quítame allá esa púrpura). Es una tradición sobre la que se puede leer mucho y bien en la novela de Gore Vidal "Juliano el apóstata" (admirable pieza de la literatura universal que es necesario leer, si es que alguno de los lectores de esta página aún no lo ha hecho).
ResponderEliminarPero querida Isabel, eres injusta con Constantino. Al fin y al cabo, y aunque renegara de Roma (lo cual entiendo que no le perdones), nos legó Constantinopla, y eso es algo que no puede soslayarse a pesar de la innegable crueldad del personaje.
Los últimos siglos del Imperio no fueron sino un delirante bucle de atrocidades, a todos los niveles. Creo que este Constantino también estranguló a su cuñado... Aunque por otra parte, fue el primer emperador que permitió el libre culto en el Imperio, convirtiéndose al cristianismo unas horas antes de morir... quizá arrepentido de sus crímenes ¡Qué paradojas tiene la Historia!
ResponderEliminarIsabel, estupenda narración. ¿Te animas a hacer otra con los pensamientos de Constantino en esos mismos momentos de agonía???
Desde ya, me uno a la nodriza y si necesita alguna ayudita para que el mal llamado Grande sufra un poquito mas, le puedo pasar algunos remedios que no fallan. Uno de los grandes errores a veces es llamar justicia a la venganza (caso del homicida) y venganza a la justicia (que clama la nodriza). Tanto que el mismo pueblo romano, acostumbrado a escandalos y cuernos, condeno el crimen que deberia haberse resuelto en un simple divorcio.
ResponderEliminarQue pensaria el asesino? Esta clase de gente se cree elegida por los dioses y todo lo que hace, para ellos esta siempre justificado. Aunque me gustaria meterme otra vez al Hades, a ver que le pasa....
lo triste es que si hubiese sido justo y ecuánime, su final no hubiese diferido mucho. Aunque quizá Fausta disfrutase con su agonía, creyendo que era la respuesta de algún dios a sus plegarias de venganza
ResponderEliminarComo Alyxandria Faderland, también me uno a la nodriza.
ResponderEliminarUn beso, amiga
Nunca pensé que Constantino fuera así de despiadado y cruel, pues siempre nos trasladaron de él una imagen distorsionada. Ahora me doy cuenta de que seguramente fue un Nerón (aunque puede ser que de éste tenga también una visión equivocada, pero no creo)
ResponderEliminarImpresionantes ese pie gigante y esa cabeza de mirada perdida. In situ son más impresionantes aún.
Un abrazo
Me paso a dejarte bikiños para el fin de semana Isabel.
ResponderEliminarMuy lindo este post e interesante la reflexión que se puede sacar de este momento historico: para mi, uno de los peores que tuvo Roma, y que traeria nefastas consecuencias...en el futuro.
ResponderEliminarUn beso...!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPero bueno, ¿a cuántos familiares hizo desaparecer Constantino? Qué terrible y sangrante la historia real por la que han pasado estos personajes, que toman realidad en tu relato, genia.
ResponderEliminarMe has impactado, siempre oí hablar de la crueldad de tantos emperadores romanos, claro Constantino uno de los más terribles, pero esto, crueldad doméstica y refinada. Justa venganza poética, la de la nodriza, ufff.
Impresionante relato y comprensible la actitud de la nodriza de Fausta...
ResponderEliminarA mí también me impactó el tamaño del pie.. intenté recuperar mentalmente la totalidad de la escultura..Monstruosa como a quien representaba..
Muchos besos, mi Romana...
Duro como la vida misma, e impresionante. Pero excelente, como siempre.
ResponderEliminarBesos
¿Y quién podría culpar palabras tan duras en quien oyó los gritos de dolor de alguien a quien amaba?
ResponderEliminarUn beso.
Isabel Maravilloso Blog dedicado a esta enigmática cultura,algún día buscando en mis archivos fotográficos dedicare una serie de fotos a este respetuosa cultura Un Saludo
ResponderEliminarme encanto esta entrada, esta muy interesante, y las imagenes excelentes...
ResponderEliminarte felicito, quiero invitarte a que des una vuelta por mi blog, a ver que opinas
Sí, es duro, y se entiende perfectamente el sentimiento de ella hacia el emperador.
ResponderEliminarNo sabía yo estos detalles de Constantino, o si alguna vez los supe, ya los había olvidado.
Así que me ha encantado conocerlos.
Un beso
Lala
Cuánta indignación y cuánta humanidad en ese monólogo...Por muchos siglos que pasen las atrocidades no caducan.El horror siempre nos debería conmover.Un admirado abrazo amiga mía.
ResponderEliminarTe quiero invitar expresamente a participar en el homenaje que estamos haciendo a Mario Benedetti en un wiki creado para tal fin. Se trata de poner nuestra voz a alguno de sus poemas. El wiki lo tienes en HOMENAJE A MARIO BENEDETTI. Un abrazo, anímate. Ya hay varias aportaciones.
ResponderEliminarUn texto excelente Isabel, de lo mejor que te he leido sin duda.
ResponderEliminarSaludos
Tremenda, como dices, pero la injusticia general odio. Es inevitable.
ResponderEliminarUn beso.
Vaya! que interesante pasaje amiga, me estremecí pensando en la manera en que Constantino ha asesinado a su esposa...
ResponderEliminartremendo!
y excelentemente narrado por ti.
mi abrazo y beso admirado querida amiga:)
Gracias. Había olvidado a Constantino. Nunca supe de este hecho, o no lo recuerdo. ¿No volvió a Roma? Es increíble.
ResponderEliminarBesotes
Que cruel es este escrito.
ResponderEliminarY que humano, también.
Cuanto debía querer la nodriza a su ama para odiar de esta manera a Constantino.
Muchas gracias, Isabel, por este escrito tan humano.
No sabes lo muchísimo que me alegro de ver que aún sigues con tus magníficas historias estimada Isabel!!!!.
ResponderEliminarVeo que Gloria y yo vamos a tener mucho trabajo paraponernos al día!!.
En fin, sólo pasaba para darte recuerdos y comunicarte que de nuevo estoy por aquí.
Besos de Gloria y míos.
Muchas gracias por vuestros comentarios, queridos amigos. Y disculpadme mi falta de respuesta, estos días voy con el agua al cuello y apenas saco la nariz para respirar. Os visitaré en cuanto pueda. Un abrazo enorme a todos.
ResponderEliminarIsabel, esplendido. Comentar mas es ya indecoroso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sergio Astorga
Volvi de mi ausencia de estos dias, mi querida amiga. Te ruego me disculpes por esta ausencia, ya sabes lo que ha pasado.
ResponderEliminarTengo que ponerme al dia contigo y con todos los demás bloggers. Pero ...¡ya estoy aquí de nuevo!
Un abrazo.
Fidedigna, y muy veraz, toda tu recreación del odio que debió de guardarle a Constantino la sirvienta de su mujer.
ResponderEliminarY qué muerte más terrible la de Fausta.
Un abrazo, Isabel
Magnífico texto!!!
ResponderEliminarSí se me hizo fuerte el texto.
ResponderEliminarAbrazos.
De la cabeza de Contastino tengo una foto, del pie no me atreví a hacerla por si se ponía a oler mal, con semejante tamaño el hedor sería espantoso.
ResponderEliminarUn abrazo
De verdad que puedo llegar a entenderlo, si me empeño, llego a entenderlo... pero, me aterroriza que se puedan llegar a tener esos sentimientos...
ResponderEliminarMe pareció interesante. Gracias por la información.
ResponderEliminarUn saludo desde mi pequeña Huelva