- ¡Vete!
- ¡Fuera! ¡Fuera!
He asomado la cabeza por el borde del cesto y me he visto en medio de una muchedumbre de matronas. Codos, pechos, espaldas, mocosos agarrados a las túnicas de las mujeres, empujones y nada más. Una oleada de perfume me ha golpeado en pleno hocico. He vuelto mis ojos implorantes hacia mi ama y le he lanzado algunos maullidos lastimeros. Me ha oído, me ha cogido en brazos y me ha subido hasta la altura de sus hombros.
A gritos, bofetadas y empellones, cinco o seis matronas sacaban del interior del templo de Mater Matuta a una esclava. Las demás matronas las coreaban y, cuando por fin la pobre mujer ha quedado fuera del umbral y se ha alejado cabizbaja abriéndose paso entre la multitud, las damas se han mostrado muy satisfechas y han empezado a entrar en el templo.
- Es que Mater Matuta no tolera a las esclavas ¿sabes? – me ha dicho mi ama – Y como hoy es su fiesta, para demostrarle que estamos con ella y compartimos su misma indignación, expulsamos a una de ellas a golpes.
Me he quedado inmóvil. No entendía cómo era posible que hubiera en Roma una esclava tan tonta que no se hubiera enterado aún de lo que le podía pasar si entraba al templo. Mi ama se ha dado cuenta de mi desconcierto.
- Primero la hacemos entrar, claro. ¿Cómo, si no, podríamos arrojarla? Matuta sufrió mucho cuando su marido se enamoró de una esclava. Se volvió loca y se arrojó al mar con su hijito en brazos. Por suerte, las ninfas marinas los salvaron y los trajeron aquí.
- Vamos, prima, déjate de conversaciones con la gata – dice Emilia, que estaba al lado nuestro con su vientre muy abultado ya – Mi madre te está haciendo señas para que entres al templo con ella. ¡Y bien sabes cuánta falta hace que pida la protección de Mater Matuta para ti!
Mi ama no quería dejarme otra vez en el cesto. Al final me ha entregado a Emilia, quien me ha acomodado con mucho cuidado entre su pecho y su vientre. Resultaba muy cálido.
- Anda, ve, no te entretengas – le ha insistido Emilia. Cuando mi ama se ha alejado, ella me ha pasado la mano sobre la cabeza y me ha mirado con mucha atención.
- En cierto modo, hoy estás mejor conmigo – me ha dicho – porque si fueras humana yo sería algo así como tu tía. Ya has oído a tu ama: ¿te imaginas qué desastre de madre es una mujer que se arroja al mar con su hijito? En cambio, Matuta había criado con mucho cuidado y desvelos al hijo de su hermana. En resumen, que fue una buena tía y una pésima madre. Y ya sabes que a las romanas nos gusta ir sobre seguro, así que son las tías quienes piden a Mater Matuta protección para sus sobrinas y sobrinos.
He escuchado su explicación sin moverme un ápice, porque sus dedos me acariciaban con una suavidad muy especial. A pesar de los ruidos, los olores y mi curiosidad, me he sentido cada vez más relajada. Me he acurrucado y he hundido la cabeza en su pecho con un suspiro. Es una dicha contar con una “tía” así. Con todo, el olfato me dice que Emilia será una buena madre.
NOTA: La fiesta de Mater Matuta se celebraba el 11 de junio. Además del rito descrito, se le ofrecían unas tortas bastas de harina, quizá en recuerdo de su llegada a Roma. Las esclavas tenían prohibida la entrada al templo todo el año. El templo se levantaba en el Foro Holitorio (el mercado de verduras) y no muy lejos se levantaba también el templo dedicado a su hijo, convertido en dios Portunus, protector de los puertos, que aún se conserva aunque es más conocido como "Templo de Vesta" y es el templo redondo que está cerca de la Bocca della Verità. Del templo de Mater Matuta quedan vestigios a la vista junto a la iglesia de San Omobono, en la parte de enfrente de San Nicola in Carcere.
- ¡Fuera! ¡Fuera!
He asomado la cabeza por el borde del cesto y me he visto en medio de una muchedumbre de matronas. Codos, pechos, espaldas, mocosos agarrados a las túnicas de las mujeres, empujones y nada más. Una oleada de perfume me ha golpeado en pleno hocico. He vuelto mis ojos implorantes hacia mi ama y le he lanzado algunos maullidos lastimeros. Me ha oído, me ha cogido en brazos y me ha subido hasta la altura de sus hombros.
A gritos, bofetadas y empellones, cinco o seis matronas sacaban del interior del templo de Mater Matuta a una esclava. Las demás matronas las coreaban y, cuando por fin la pobre mujer ha quedado fuera del umbral y se ha alejado cabizbaja abriéndose paso entre la multitud, las damas se han mostrado muy satisfechas y han empezado a entrar en el templo.
- Es que Mater Matuta no tolera a las esclavas ¿sabes? – me ha dicho mi ama – Y como hoy es su fiesta, para demostrarle que estamos con ella y compartimos su misma indignación, expulsamos a una de ellas a golpes.
Me he quedado inmóvil. No entendía cómo era posible que hubiera en Roma una esclava tan tonta que no se hubiera enterado aún de lo que le podía pasar si entraba al templo. Mi ama se ha dado cuenta de mi desconcierto.
- Primero la hacemos entrar, claro. ¿Cómo, si no, podríamos arrojarla? Matuta sufrió mucho cuando su marido se enamoró de una esclava. Se volvió loca y se arrojó al mar con su hijito en brazos. Por suerte, las ninfas marinas los salvaron y los trajeron aquí.
- Vamos, prima, déjate de conversaciones con la gata – dice Emilia, que estaba al lado nuestro con su vientre muy abultado ya – Mi madre te está haciendo señas para que entres al templo con ella. ¡Y bien sabes cuánta falta hace que pida la protección de Mater Matuta para ti!
Mi ama no quería dejarme otra vez en el cesto. Al final me ha entregado a Emilia, quien me ha acomodado con mucho cuidado entre su pecho y su vientre. Resultaba muy cálido.
- Anda, ve, no te entretengas – le ha insistido Emilia. Cuando mi ama se ha alejado, ella me ha pasado la mano sobre la cabeza y me ha mirado con mucha atención.
- En cierto modo, hoy estás mejor conmigo – me ha dicho – porque si fueras humana yo sería algo así como tu tía. Ya has oído a tu ama: ¿te imaginas qué desastre de madre es una mujer que se arroja al mar con su hijito? En cambio, Matuta había criado con mucho cuidado y desvelos al hijo de su hermana. En resumen, que fue una buena tía y una pésima madre. Y ya sabes que a las romanas nos gusta ir sobre seguro, así que son las tías quienes piden a Mater Matuta protección para sus sobrinas y sobrinos.
He escuchado su explicación sin moverme un ápice, porque sus dedos me acariciaban con una suavidad muy especial. A pesar de los ruidos, los olores y mi curiosidad, me he sentido cada vez más relajada. Me he acurrucado y he hundido la cabeza en su pecho con un suspiro. Es una dicha contar con una “tía” así. Con todo, el olfato me dice que Emilia será una buena madre.
NOTA: La fiesta de Mater Matuta se celebraba el 11 de junio. Además del rito descrito, se le ofrecían unas tortas bastas de harina, quizá en recuerdo de su llegada a Roma. Las esclavas tenían prohibida la entrada al templo todo el año. El templo se levantaba en el Foro Holitorio (el mercado de verduras) y no muy lejos se levantaba también el templo dedicado a su hijo, convertido en dios Portunus, protector de los puertos, que aún se conserva aunque es más conocido como "Templo de Vesta" y es el templo redondo que está cerca de la Bocca della Verità. Del templo de Mater Matuta quedan vestigios a la vista junto a la iglesia de San Omobono, en la parte de enfrente de San Nicola in Carcere.
*Gato romano tomando el sol. Roma. Foto: Rafa Lillo.
**Gato español tomando el sol. Torrebaja. Foto: Rafa Lillo.
Un cálido y precioso relato. Abrazos.
ResponderEliminarPues mira, gracias a ti ya estoy aprendiendo muchas cosas que ignoraba sobre las fiestas romanas: porque ni sabía de la divinidad de Mater Matuta ni del curioso hecho de hacer entrar en su templo, el día de su festividad, a una esclava para después expulsarla de malas maneras, jaja, qué "malosos" eran. Y me ha venido muy bien saber que el Templo de Vesta de enfrente de la Bocca della Veritâ estaba dedicado a su hijo, el dios Portunus, porque tengo varias fotos de ese templo. Me ha parecido muy original la idea de esta historia sobre la vida cotidiana de la antigua Roma, es como devolver el pasado al tiempo presente, una demostración de que las cosas y los seres humanos, salvando algunas diferencias, no eran tan distintas ni tan distantes de nuestra vida actual. Y más original aún me ha parecido la idea de que la narradora sea una gatita. Estupendo relato, Isabel, muy natural y muy bien escrito. Un besote.
ResponderEliminarUna vez más se confirma la Ley del Gato para blogueros: "Todo bloguero sea cual sea la temática de su blog, más tarde o más temprano publica un post con gatos" :)
ResponderEliminarAbrazos
Fantastico, como siempre querida Isabel.
ResponderEliminarTu repertorio es inagotable. UN ENORME ABRAZO...!
Isabel romana, !qué belleza de gatos y gatas! yo tengo dos, adoro a Bástet.
ResponderEliminarMe ha fascinado el punto de vista que le das al relato, eso intento yo, en los míos, la visión insospechada. Te felicito de verdad. Íntimo y sentido, punto de vista femenino. !Te saludo!
Mater Matuta, Juno, Isis, Astarté, Tànit, Maia, Bona Dea....diosas mujeres inventadas para mujeres de la clase alta !abstenerse esclavas!. Estamos en lo mismo. Los rituales para socorrer los privilegios de quienes mandan, hasta hoy, igual ¿nooo?
Sin embargo tenían cierto encanto, porque nombraban a las fuerzas naturales más antíguas y con ello, nos implicaban: maternidad, fertilidad, sexo !mujer! entonces ausente de la culpa del pecado capital, o sea, nada que ver con la mujer estigmatizada por una manzana, y por los siglos de los siglos !amén!
Te sigo, siempre, fascinada. natalí
¡Qué relato más bonito! Anodadano estoy...
ResponderEliminarPor cierto, la gata blanca es idéntica a la mía.
Hola, Isabel, no sé si dejarte esto aquí o en mi blog, porque todavía estoy un poco “verde” en esto de blogera.Sea como sea, cuánto gusto de verte en mi blog, muchísimas gracias por leerme y dejarme un comentario tan interesante y bonito y también por agregarte como seguidora a mi modesto blog; es todo un honor para mí, máxime viniendo de quien escribe tan bien. Y ya que mencionas a Juan Carlos, (El llano Galvín), fue por él por quien me decidí a visitar tu blog, ya que al dejar mi comentario en uno de sus post, pude ver uno en el que él te respondía y que aludía a tus mujeres romanas. Lo cierto es que la que está encantada con haberos conocido soy yo, puesto que voy a aprender muchísimas cosas leyéndoos a ambos. Y es que todas las culturas antiguas me interesan muchísimo, pero tampoco sé todo lo que me gustaría saber y el intercambio de información es muy útil para adquirir cada día más conocimientos. Sobre el porqué de que me decidiera a escribir sobre “las sirias” fue algo tan casual como el hecho de estar clasificando fotografías de mi viaje del pasado verano a Túnez, (donde hay infinidad de magníficas ruinas romanas, que te recomiendo visitar si aún no lo has hecho, eso sí, no en plena canícula como hice yo) y al ver una de un arco en honor a Severo Alejandro, recordar la historia de su ascenso al poder y cuanto aconteció previamente. Por alguna razón desconocida me puse a pensar en el porqué de que su abuela, una mujer que sólo tenía dos hijas y dos nietos, hubiese optado por instigar al asesinato de una de sus hijas y de uno de sus nietos, e intenté meterme un poco en la piel de Julia Maesa, porque, como mujer que soy, el asesinato de una hija y de un nieto sería, en mi caso y bajo la perspectiva actual, el más atroz de los crímenes. Por otro lado,la historia, (escrita siempre por hombres y generalmente por aquéllos de pensamiento opuesto a los damnatio memoriae), siempre carga las tintas y exagera conductas probablemente reprochables, pero quizás mucho menos de lo que aseguraban. En el caso de Julia Maesa, fue incluso deificada, con lo cual tanto el senado como el pueblo de Roma, la tenían por una heroína. Cabe entonces la duda de si ella antepuso su deber para con el estado, como buena patriota, aun teniendo que sacrificar a los suyos con mucho dolor de corazón o si actuó movida por la ambición para recuperar el poder que su nieto Heliogábalo le había negado, (una especie de Livia Drusilla, que hila oscuros tejemanejes con tal de conseguir sus objetivos). En fin, todo un dilema que nunca podremos dilucidar, de ahí que me haya dado pie para elucubrar un poquito sobre ella y sus posibles motivos y/o remordimientos. Bueno, que me enrollo como una persiana, jeje. Será un placer para mí continuar leyéndote y aprender muchas más cosas sobre las mujeres de Roma, sobre todo porque, además, tus textos destilan naturalidad y me resultan cercanos y entrañables aun cuando hablen de seres que pudieron vivir hace unos dos mil años. Un besote, Isabel y el placer ha sido mío.
ResponderEliminarLos ojos de nuestro narrador no perdieron detalle! (y al parecer tampoco su hociquito)
ResponderEliminarUn relato tierno y claro, después de leerte y estas preciosas fotos ¿Quién olvida la fiesta de Mater Matuta?
Muchas Gracias Querida Amiga, tan amena y brillante como siempre!
Un fuerte Abrazo y excelente Finde!
Es un relato muy bonito de la vida cotidiana en la antigua Roma... habia muchas cosas que no conocia y que me maravillaron.
ResponderEliminarEl primer gato se parece a uno que tenia!!.
Me llama la atención el manejo tan relativo de la afectividad humana que nos retrata la escritora Isabel Romana, Mater Matuta mejor tía que madre en ataque de celos no vacila en atentar contra la vida de su hijo. Las mujeres romanas estiman y valoran más al gato que a la esclava. Esa relatividad es muy presente, hay personas que aman mucho a unos animales y pueden dar la vida por ellos pero al mismo tiempo ser demasiado crueles con otros si les tienen aversión como plagas o ponzoñosos. Un deportista estadounidense es condenado a la cárcel por obligar a perros a peleas ilegales y lucrarse con ello, ese mismo deportista sería héroe de guerra como piloto de aviación sin importar el número de víctimas y heridos en Irak.
ResponderEliminarEn este sentido los ejemplos son muchos, muy humanos o demasiado humanos.
Gracias Isabel Romana por colocarnos el espejo de frente.
Un gran abrazo escritora!!!
Un relato especialmente encantador.
ResponderEliminarUn abrazote.
Las fotos me han hecho preguntarme de nuevo qué hago yo sin gata. Pero hace tiempo se me murió mi Xóchitl y aún estoy de duelo.
Lo que tu sabes de Roma! Me dejas impresionado. Esa historia que cuentas, no se si será fruto de tu imaginacion aunque creo que es imaginacion mezclada con realidad.
ResponderEliminarYo cuando se habla de esclavos romanos pienso siempre en Espartaco, el hombre que supo movilizar a los gladiadores contra el imperio. VCierto que no duró mucho su rebelion, pero tambien cierto que fue un hecho hermoso y valiente.
Un beso
Gracias, Isabel, desconocía bastantes detalles de la fiesta de Mater Matuta...
ResponderEliminarBesos
Es increible las historias que nos cuentas
ResponderEliminarUn beso. Este ordeador es muy complicado
Vaya, he tenido que leer un par de veces el post hasta darme cuenta de que el protagonista era un felino.
ResponderEliminarMe gusta tu manera de escribir.
Un placer, Madame.
De modo que al final todo tiene una explicacion, y el origen de la prohibicion para las esclavas estaba en la historia de Matuta.
ResponderEliminarYo tendria que celebrar su dia, entonces, porque en vez de madre soy tia. Bueno, ya he encontrado diosa!
Encantada de haber recibido su visita tambien aqui, madame, muchas gracias.
Bisous
Isabel hola!
ResponderEliminarMe encanta cuando haces hablar a un gato. No solo dice cosas, sino que piensa y siente!! Me fascina.
En cuanto a la envidia se soluciona fácil, un día escápate a Irlanda y yo misma te llevo a la Abadía!!
Un abrazo
Preciosa perspectiva narrativa que vuelves a asumir como gata, qué maravillas haces, Isabel.
ResponderEliminarLas reflexiones de la gatita en el regazo de su "tía".
Terrible prohibición para las pobres esclavas la de Mater Matuta, si bien, siempre hay una historia a las espaldas, tan terrible con la de los celos que siempre experimenta la buena de Juno. Qué almas de mujeres sufrientes de celos. Tierno el relato de la protección a los sobrino, acariciante.
Grande,querida Isabel, muy grande. Besitos.
Como siempre, es un placer leerte. No conocía la historia de Mater Matuta.
ResponderEliminarBesos
como siempre, venir a este lugar, me evoca una extraña pasión, siento que he dejado la espada y la admiración de las gradas, pero ya soy mayor para seguir de gladiador
ResponderEliminarbesos
estoy mucho felice por tener encontrado su pagina. Me gustaria mucho de conocer su trabajos y invitarla para nuestra antologia en Brasil.
ResponderEliminarBruno Resende Ramos
http://www.novacoletanea.blogspot.com
E-mail: brunoteenager@gmail.com
me encanta la manera en que das vita a un gato, al grado de querer pasarle la mano al felino que quedarselo de compañía!!!
ResponderEliminarme encantó amiga!!!
mil abrazos y besos!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAmiga Isabel,
ResponderEliminarNo me extraña que las esclavas no pudiesen participar en las fiestas de la Mater Matuta. Se me ocurre pensar que los esclavos, y las esclavas, no tenían otro tratamiento que el de objetos parlantes.
En efecto, los tratadistas Catón y Varrón, buenos conocedores de la agricultura, distinguían, como herramientas de trabajo:
Instrumentum vocale (los esclavos, herramientas que hablan):
Instrumentum semivocale (las bestias, herramientas que producen sonidos),
Instrumentum mutum (los carruajes, los arados, etc., herramientas que no producen ningún tipo de sonidos).
Buena reflexión la tuya sobre el tratamiento a las esclavas, y los esclavos, en la Época Clásica.
Un abrazo,
Antonio
Como siempre, agradécele cuando puedas a esa maravillosa gata la inmensa cultura que comparte con nosotros.Hoy me ha parecida muy curiosa la entrada.
ResponderEliminarBesos.
Me gustan los relatos que haces con los gatos, resulta un punto de vista tierno y sorprendente. Besos.
ResponderEliminarUn narrador muy curioso, Isabel. Me sigue gustando que me recuerdes con esa amena originalidad, como esta de que un gato nos transmita "lo que ve", cosas que yo sabía y que se me han quedado algo oxidadas y como mi vagancia es grande para releer,agradezco todo esto que nos haces llegar. Tambien veo que me quedé sin ver muchas cosas de Roma.
ResponderEliminarUn abrazo
Me llama la atención el terrible contraste entre al trato hacia la gatita... y la vejación a la esclava -evidentemente, para ellos, una posesión más, sin alma ni sentimientos-.
ResponderEliminarSiempre es muy interesante pasarse por tu espacio, Isabel.
Un beso.
Soledad.
Es una historia preciosa. Gracias por pedirme fotos de mis gatos y encantada porque las utilices, aunque no son muy buenas.
ResponderEliminarBicos
le voy a dar la razón al brujo don Carlos,
ResponderEliminarinsisto
no ha quedado claro la procedencia de las tomas fotográficas
ni el sexo del minino,
va a pasar como en la odalisca de Manet que no sabemos si es gato o gata.
Cm siempre absolutamente deliciosas estas conclusiones gatunas... si es que no hay mejor forma de enterarse de según que detalles verdad??? :)
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