No temo tanto a la belleza, madre Venus, como a las palabras. ¿Qué dios le ha dado el don de la elocuencia a ese joven, Ovidio? Arden mis oídos al escuchar sus súplicas, se rinden ante sus votos de amarme siempre y sin engaños. Tiembla, sin embargo, mi corazón. Él sabe, porque ha amado antes de ahora, que un soplo de viento basta para sepultar en el río del olvido un juramento de amor.
¡Cuánto mejor sería desoír sus peticiones y protegerme de un nuevo desengaño! Pero esta mañana, al despertarme, he puesto en un platillo de la balanza sus promesas y en el otro mi experiencia y, ¡ay!, sus promesas pesaban mucho más.
*Detalle de una escultura de Ariadna en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid.
**Flores en la terraza de Isabel romana.
amor, poemas, promesas, Corina, poeta.
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ResponderEliminarLa razón no puede nada si el corazón es el que manda. O ¿cómo era aquello? El amor tiene razones que la razón no entiende.
ResponderEliminarUn saludo.
Las promesas de amor, muchas veces no se cumplen, pero cuando las damos ... estamos seguros de su verdad. El amor es así, lo distorsiona todo, lo mejora todo ... por eso caemos una y otra vez .....
ResponderEliminarQuerida dama.
ResponderEliminarPreciosa imagen...En cuanto a Corina como no caer rendida,más pesan las promesas que la incertidumbre,como proteger un corazón,como fiarse de horas venideras no hay garantía,la seducción viene dada por la palabra vanas las manos que acarician si no han encendido la llama del amor y la pasión.
Las mujeres lo negaran o lo aceptaran...siempre queremos escuchar.
Un abrazo venerable amiga.
Corazón noble el de Corina que, a pesar de haber sufrido desengaños, se arriesga y ama.
ResponderEliminarSólo quien ama de veras tiene siempre abierta el alma al amor.
Precioso texto, delicadísima y bella escultura la de Ariadna y magníficas flores, Isabel.
Un beso.
Yo también intenté una vez resistirme por la experiencia del desengaño. No sirvió de nada...
ResponderEliminarQué bellas flores...
Un saludo.
Imposible huir demasiado lejos cuando el amor nos tiene cercados!!!
ResponderEliminarP.D.:Que màs quisièramos que tener en esta vida,la certeza entera y concreta de que no nos lastimaràn...
Pero ya ves,todo,no se puede!!
jajajajajajajaajajaj
MÀS BESITOS LATENTES AMIGA ♥
Ay Corina, guapa!
ResponderEliminarHemos de sufrir por los Ovidios de este mundo, es nuestro destino! ¿Cómo se las arregla este seductor para que sus promesas ligeras como plumas, pesen como plomo? Es un misterio.
Ovidio, cielo azul...voy por tu cuello en el próximo post!
Besos Querida Isabel!
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ResponderEliminarLe prometes Ovidio un cofre de amor envuelto en palabras hermosísimas, ella Corina te escucha, duda, pero en Eros manda el corazón, que la razón vendrá después si es necesario. Corina, niña delicada como en la imagen, casi dormida, soñando en...
ResponderEliminartomar la vida por los cabellos, es mejor que dejarla pasar sin vivirla, toda decisión convoca al riesgo y Ovido, joven, poeta, también arriesga algo en este empeño pues el desdén o el dolor, no conocen sexo.
!Salve! Isabel, acompañas con flores este prometedor encuentro.
Te emplazo si quieres a leer mi entrada del jueves, el relato versa sobre un tema que quizás, tal vez, te interese.
Bsitos con un pie, todavía en Vulcano.
Ovidio tiene la elocuencia febril del amor, y Corina la dulce sensación que un Alma que si amo.
ResponderEliminarBello Isabel, siempre lo que nos regalas.
Besiño.
Esas promesas difíciles de rechazar. Abrazos.
ResponderEliminarPocas cosas parecen haber cambiado cuando el amor llama a las puertas de una joven poco experta, porque no suele llamar con tanta frecuencia a las de mayor experiencia. ¿Tendrá alguna explicación? Seguro que si. Precioso fragmento Isabel.
ResponderEliminarLas sorpresas son la chispa de la vida.
ResponderEliminarIsabel, las palabras arden, desoír, pero refugiándose en tus textos.
ResponderEliminarUn abrazo prometido.
Sergio Astorga
Leo seguidos los versos de Ovidio en tu entrada anterior (gracias a Antonio por el original latino) y la respuesta que imaginas en Corina.
ResponderEliminarMe admira palpar en esta última la rendición a la belleza de las palabras y al hondo sentimiento del amor que a ella le provoca.
Es un hermoso tributo a la sensibildad de esa mujer de Roma.
Besos.
El amor que vence toda prevención...
ResponderEliminarUn beso
Siempre pesan más las promesas, porque cuando empieza a estar cumplido el platillo de la experiencia, en el de las promesas ya nadie pone nada...
ResponderEliminarLo que me extraña es que incluso pesara promesas y experiencias cuando el deseo arreciaba.
ResponderEliminarY, sin embargo, es ese estiramiento de la decisión lo que más encanto le da al texto.
Y las palabras... esas traicioneras.
Muy hermoso, Isabel, muy hermoso.
querida Isabel, estos post me encantan, como el anterior DESEO DE AMOR, bueno, me gusta tu blog cada vez más porque aparte de lo que conozco de Roma Imperio por las pelis, por el Instituto ... tu trabajo amplía este mundo a lo sensorial, a la magia ...
ResponderEliminargracias
" Amar de nuevo"...Isabel, me encanta el título. Entre amar y ser amado, me quedo con lo primero. Un besote
ResponderEliminarQue encantadores y peligrosos son aquellos que dominan las palabras y quieren conquistarnos con ellas.
ResponderEliminarMi madre también te manda saludos.
¡¡Qué bonito Isabel!! Me ha parecido acertadísimo contraponer experiencia (pasado) a promesas (futuro). La expectativa y la carne, más no sé, le pudieron.
ResponderEliminarTu primipilum prefe hará lo imposible por estar al pie del cañón en Murcia, ni lo dudes. Muchos besos.
Me parece que todos más pronto o más tarde caemos ante el mismo dilema que se nos plantea en la entrada: ¿amor o razón? ¿cómo elegir? Y ya sabemos qué acabamos eligiendo aunque no sabemos si saldrá bien. En todo caso, nadie lo sabe.
ResponderEliminarUn besito
Así es el amor, que a veces cree más en la imaginación que en la realidad.
ResponderEliminarPobre Corina, sus experiencias pesaban menos, pero eran más juiciosas, ahora sufrirá mucho más de lo que alcance a gozar, pero así es el amor y ante la disyuntiva de aceptarlo o rechazarlo, siempre puede el corazón. Otro beso, mi querida Isabel.
ResponderEliminarIsabel me puse al día leyendo tus últimos post.
ResponderEliminarComo siempre tu calidad literaria y la pasión dando vueltas por tus textos.
Que bellas son las promesas de amor...
Besos
Hola Isabel.
ResponderEliminarIré pasando por aquí a menudo.
Un beso.
Lo del equilibrio de la balanza es fenomenal.
ResponderEliminarBesotes
Si es que con esa labia cómo se le iba a resistir :) Besitos!
ResponderEliminaraplaudo tu otoño y el término de las vacaciones.
ResponderEliminary ahora, siguiendo el camino de Ovidio, seguro que llegamos a Shakespeare.
Hola Isabel!!
ResponderEliminarDespués de unos meses sin estar por aquí vuelvo a saludarte y encuentro esta preciosa respuesta de Corina. Qué bien haría si escuchase a su instinto...
Hola Isabel!!
ResponderEliminarDespués de unos meses sin estar por aquí vuelvo a saludarte y encuentro esta preciosa respuesta de Corina. Qué bien haría si escuchase a su instinto...
Por más que uno tenga experiencia siempre acaba tropezando con la mismísima piedra siempre.
ResponderEliminarY es que para eso está, digo yo, para darnos de bruces. Y¿ qué? si el amor y la locura son tan de los entresijos mujer.
Qué hacer sino rendirnos ante nuestros instintos...
Me ha encantado leerte como siempre, un placer como pocos querida Isabel.
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Qué hermosura que es el peso de las promesas!
ResponderEliminarPrometo pasar siempre por acá, y estoy dispuesto a que peses esta promesa en la balanza.
Un saludo!
Amiga Isabel,
ResponderEliminarBuena y muy Romana es la contestación de Corina y su sospecha de que las promesas no se correspondan con la Realidad. De todos es bien conocido que el propio Ovidio en su Ars Amandi, en casos de amores y amoríos, nos aconseja a ser generosos en promesas, porque, aunque luego no se cumplan, no pasa nada: hasta los propios dioses lo entienden y no consideran perjuro al que jura, promete, en cuestiones de amor, y luego no cumple.
Auténtico sabor Romano tiene este texto, puesto en boca de una mujer.
Si lo deseas, ya puedes leer en mi blog, el comentario que he hecho a propósito de tus perspicaces palabras, cuando yo traté el tema de las bracae.
Te envío un cordial abrazo, amiga Isabel,
Antonio
Pocos como Ovidio para expresar9 el dolor y el goce del amor.
ResponderEliminarEncantado de saludarte, Isabel, y reanudar nuevamente el contacto. Este año también seguiré tus "mujeres de Roma". Por cierto, a mi me gusta esta estatua de Ariadna de la Academia de la Calle de Alcalá. Un abrazo.
Cuando uno se enamora no hay experiencia que valga... caes una y mil veces en la misma piedra. Te juren, te digan, sepas o no... el amor ciega siempre. Besos.
ResponderEliminarQueridos amigos, pido disculpas por no responderos individualmente a comentarios tan jugosos y acertados. Lo cierto es que aún voy un poco agobiada y prefiero visitaros en vuestras casas. Besotes a todos.
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