(XVI)
Los cerdos de Palantea quedaron en la calle, al cuidado del siervo que había ido a avisarla, mientras ella se apresuraba a entrar en la casa de las vestales en respuesta a la llamada de Rea Silvia. El cronista oral Urbano Lacio, quien se encontraba esa mañana en las cercanías, la vio entrar, bien por casualidad, o por esa costumbre suya de observar a sus coetáneos o, como sospecho, porque todo cuanto acontecía en torno a la vestal Rea Silvia atraía su atención. Por él sabemos que la pastorcilla llegó acalorada, haciéndose aire con una corteza de alcornoque y le dejó su vara al criado. Llevaba la siringa colgándole del cuello y los pies descalzos, como solía. Muchos ojos varoniles se fijaron en ella a causa de dos cintas: la del cabello, para indicar que aún era doncella, y la de la siringa, que le llegaba casi a la cintura y, pasando entre sus pechos, los resaltaba de una manera deliciosa.
Por qué nuestro cronista se fijó en tales detalles, no es fácil saberlo. Quizá lo hizo influido por el ambiente prenupcial que reinaba en Alba Longa: todo eran comentarios en torno a la boda de la hija del rey, la noble Anto. Las opiniones de los albanos estaban divididas y, aunque algunas sólo se expresaban dentro de ciertas cabañas y en voz baja, habían trascendido. A la aristocracia no le placía ese matrimonio. Se argumentaba que, habiendo en la propia ciudad tantos jóvenes e incluso algunos viudos maduros de sangre nobilísima, era ofensivo que los reyes hubieran ido a buscarle a su hija un marido de fuera. Con la boda a punto de celebrarse, se dio el caso de que algunas familias se pelearon entre ellas disputando sobre cuál de sus miembros habría sido el elegido de haberse inclinado los reyes por un esposo de Alba Longa. A ese absurdo habían llegado.
No pasaba desapercibida a la gente común tales pugnas que, en parte, la regocijaban. Ver a los potentados pelearse y mortificarse entre ellos es uno de los pocos placeres al alcance de los humildes y tratan de disfrutarlo. No se dan cuenta que esas disputas, nacidas casi siempre en torno a las riquezas y el poder y pocas en defensa de la libertad y la justicia, los afectan de lleno. Pues las rivalidades de los notables arrastran con frecuencia a toda la sociedad a conflictos muy graves, incluidas guerras civiles como puede atestiguar cualquiera de nosotros. Amparándose en esa realidad, algunos miembros del Consejo de Alba Longa justificaban el matrimonio de Anto con un foráneo aduciendo que, al evitar elevar a una familia albana por encima de las demás, se soslayaba el problema de las envidias.
Había, no obstante, otras versiones en círculos aún más restringidos: la reina Criseida reforzaba y aumentaba su poder respecto a su esposo al casar a su hija con un joven de Lavinio, su propia ciudad natal, y cuya familia estaba emparentada con la suya. Sin embargo, el augur Appius, que era hombre muy agudo y, por el carácter sacro de su función augural, asistía a acontecimientos públicos y privados de todo tipo, dio a Urbano Lacio otra opinión.
A su juicio, el rey Amulio había consentido esta unión por considerarla muy favorable a sus intereses. Conocía bien a los nobles de Alba Longa y sabía que jamás se aliarían con un forastero para disputarle el trono. Si en algún momento los nobles decidieran alzarse contra él por su cuenta, su yerno se pondría de su parte para defender su propio futuro y atraería a todos los guerreros de Lavinio, donde su familia gozaba de una enorme influencia. Una guerra entre Lavinio y Alba Longa sería fatal, pues otras muchas ciudades, celosas de la primacía de Alba, podrían unirse contra ella. El resultado difícilmente sería favorable a los albanos. Y como sabía que los nobles razonarían de ese mismo modo, Amulio se prometía un largo reinado en paz.
Esta opinión trató de contrastarla Urbano Lacio averiguando el estado de ánimo del rey Amulio a través del mayoral de sus rebaños, Fáustulo, quien había acudido a Alba Longa a llevar algunos de los mejores corderos para el banquete nupcial. Pero el mayoral era un hombre prudente y le respondió con evasivas. Él no conocía los pensamientos de su amo. Y al insistirle Urbano en que los reyes hablan con más libertad en presencia de sus criados, bien porque ni siquiera los vean, bien contando con que no los escuchan o no comprenden lo que dicen, le respondió:
- ¿Qué rey no mide cada uno de sus pasos o no medita sus palabras antes de pronunciarlas? Necesitan siempre estar seguros de acertar.
- Sin embargo, Númitor…
- Cometió errores y algunos considerarán que fue imprudente. Pero escucha esto: no salva la vida un cordero cuando el lobo se le acerca disfrazado con una piel idéntica a la suya.
- Entonces, según tú, ¿vencerá siempre el más fuerte o más malvado?
- No siempre. O no inevitablemente – respondió sonriendo Fáustulo –. Incluso los lobos, siendo audaces, inteligentes y feroces, pueden ser derrotados por un simple pastor.
Urbano Lacio recordaría estas palabras muchos años después, cuando las tornas cambiaron y la rueda de Fortuna dio un giro total. Le parecieron sabias y premonitorias. Y también subrayaría, al hilo de esos recuerdos, que por muchas maquinaciones, ardides o intrigas que urda, por más planes que trace, ni el ser humano más grande ni el más chico escapa a lo que hayan decretado para él los hados.
Rea Silvia había recibido con un abrazo a Palantea, pues no se habían visto desde hacía varios días. La puso al corriente de los últimos acontecimientos: que su madre y la vestal Máxima Camilia estaban informadas de su embarazo y dispuestas a ayudarla. Y que el problema, para cuya solución la había llamado, era que iba a asistir a la ceremonia del matrimonio de su prima Anto, exponiéndose por tanto a estar rodeada de mucha gente.
- En una ocasión me dijiste que el mejor lugar para esconder una bellota era un cesto de bellotas ¿lo recuerdas?
- ¿Cómo lo iba a olvidar? Te convertiste en una pastora de cerdos ¡La única con sandalias que yo haya visto en mi vida…! - respondió Palantea sonriendo y sin dejar de hacerse aire.
- De esa sabiduría práctica tuya tengo necesidad de nuevo. Por eso te he llamado. Dime, si estuvieras entre un grupo de personas y no quisieras que ninguna de ellas se acercara mucho a ti, ¿qué harías?
Palantea reflexionó durante un rato sin hallar una respuesta satisfactoria. Al fin, preguntó a su amiga si podía tocar la siringa y a Rea Silvia se le ocurrió que sería muy apropiado honrar con música a la diosa Vesta y solicitar su ayuda. Le emocionó a Palantea esa propuesta, pues nunca había entrado en la celda donde se la veneraba. Rea solicitó y obtuvo el permiso de la Vestal Máxima para suplir durante un rato a la vestal que estuviera custodiando el fuego y llevar consigo a la pastora.
La atmósfera en el cubículo era sofocante. A la alta temperatura y lo reducido del espacio se sumaba el calor que emanaba del fuego sagrado, permanentemente encendido. Se colocaron cada una a un costado del ara, Palantea invocó a la diosa, cerró los ojos y empezó a tocar. Las gotas de sudor le brotaban por todo el cuerpo y le empapaban la ropa. Sin embargo, su música pastoril evocaba los espacios abiertos y plenos de vida en el verano: el canto de las cigarras y los grillos, el zumbido de los insectos, las cañas rumorosas junto a los riachuelos, el caminar furtivo de la diosa Fauna, favorable a las mujeres, y de su esposo Fauno que velaba por los pastores y los rebaños mientras dormían al raso; los frutos, las espigas onduladas por el viento, las hormigas, el aleteo de los pájaros cruzando el cielo, el piar de los polluelos reclamando comida... ¿Polluelos? ¿Qué pájaros tienen crías en verano?
Cuando concluyó la melodía que las había transportado muy lejos de allí, Palantea dejó caer la siringa sobre el pecho.
- Haría lo mismo que las abubillas – dijo.
- ¿Qué quieres decir? – preguntó Rea Silvia.
- Cuando están criando, sus polluelos y sus nidos despiden un hedor tan abominable que ningún ser, ni animal ni humano, se les acerca. No cabe mejor protección.
- Es una buena idea, sí. Oler mal. ¿Cuánto de mal? y ¿de dónde puedo sacar el mal olor?
- El del cerdo no te sirve, Rea, es demasiado corriente. Pero aún están criando las abubillas, es cuestión de conseguir alguna cría apestosa…
En los rostros cubiertos de sudor de ambas amigas se dibujó una sonrisa. Recordaban cuánto se habían divertido al disfrazarse Rea Silvia de pastora, la cara espantosamente fea que le quedó cuando Palantea se la untó de hollín y la aventura de abrazar a los cerdos para impregnarse de su olor. ¡Qué lejos les parecía, de repente, todo eso! Y qué cerca.
La situación de Rea Silvia había cambiado mucho: así como entonces ignoraba lo que había ocurrido con su familia y se había disfrazado para averiguarlo sin conocer la gravedad del asunto, en ese momento sabía con certeza que se jugaba la vida. Palantea tendió las manos hacia su amiga y, por encima del fuego sagrado, se las estrecharon. Se miraron a los ojos a través de la penumbra y, de pronto, imaginaron a los invitados de la boda frunciendo la nariz y huyendo del olor nauseabundo de Rea. No pudieron aguantarse y se echaron a reír. No se ofendió Vesta: contrariamente a lo que piensan algunos, las diosas aman la risa.
Por qué nuestro cronista se fijó en tales detalles, no es fácil saberlo. Quizá lo hizo influido por el ambiente prenupcial que reinaba en Alba Longa: todo eran comentarios en torno a la boda de la hija del rey, la noble Anto. Las opiniones de los albanos estaban divididas y, aunque algunas sólo se expresaban dentro de ciertas cabañas y en voz baja, habían trascendido. A la aristocracia no le placía ese matrimonio. Se argumentaba que, habiendo en la propia ciudad tantos jóvenes e incluso algunos viudos maduros de sangre nobilísima, era ofensivo que los reyes hubieran ido a buscarle a su hija un marido de fuera. Con la boda a punto de celebrarse, se dio el caso de que algunas familias se pelearon entre ellas disputando sobre cuál de sus miembros habría sido el elegido de haberse inclinado los reyes por un esposo de Alba Longa. A ese absurdo habían llegado.
No pasaba desapercibida a la gente común tales pugnas que, en parte, la regocijaban. Ver a los potentados pelearse y mortificarse entre ellos es uno de los pocos placeres al alcance de los humildes y tratan de disfrutarlo. No se dan cuenta que esas disputas, nacidas casi siempre en torno a las riquezas y el poder y pocas en defensa de la libertad y la justicia, los afectan de lleno. Pues las rivalidades de los notables arrastran con frecuencia a toda la sociedad a conflictos muy graves, incluidas guerras civiles como puede atestiguar cualquiera de nosotros. Amparándose en esa realidad, algunos miembros del Consejo de Alba Longa justificaban el matrimonio de Anto con un foráneo aduciendo que, al evitar elevar a una familia albana por encima de las demás, se soslayaba el problema de las envidias.
Había, no obstante, otras versiones en círculos aún más restringidos: la reina Criseida reforzaba y aumentaba su poder respecto a su esposo al casar a su hija con un joven de Lavinio, su propia ciudad natal, y cuya familia estaba emparentada con la suya. Sin embargo, el augur Appius, que era hombre muy agudo y, por el carácter sacro de su función augural, asistía a acontecimientos públicos y privados de todo tipo, dio a Urbano Lacio otra opinión.
A su juicio, el rey Amulio había consentido esta unión por considerarla muy favorable a sus intereses. Conocía bien a los nobles de Alba Longa y sabía que jamás se aliarían con un forastero para disputarle el trono. Si en algún momento los nobles decidieran alzarse contra él por su cuenta, su yerno se pondría de su parte para defender su propio futuro y atraería a todos los guerreros de Lavinio, donde su familia gozaba de una enorme influencia. Una guerra entre Lavinio y Alba Longa sería fatal, pues otras muchas ciudades, celosas de la primacía de Alba, podrían unirse contra ella. El resultado difícilmente sería favorable a los albanos. Y como sabía que los nobles razonarían de ese mismo modo, Amulio se prometía un largo reinado en paz.
Esta opinión trató de contrastarla Urbano Lacio averiguando el estado de ánimo del rey Amulio a través del mayoral de sus rebaños, Fáustulo, quien había acudido a Alba Longa a llevar algunos de los mejores corderos para el banquete nupcial. Pero el mayoral era un hombre prudente y le respondió con evasivas. Él no conocía los pensamientos de su amo. Y al insistirle Urbano en que los reyes hablan con más libertad en presencia de sus criados, bien porque ni siquiera los vean, bien contando con que no los escuchan o no comprenden lo que dicen, le respondió:
- ¿Qué rey no mide cada uno de sus pasos o no medita sus palabras antes de pronunciarlas? Necesitan siempre estar seguros de acertar.
- Sin embargo, Númitor…
- Cometió errores y algunos considerarán que fue imprudente. Pero escucha esto: no salva la vida un cordero cuando el lobo se le acerca disfrazado con una piel idéntica a la suya.
- Entonces, según tú, ¿vencerá siempre el más fuerte o más malvado?
- No siempre. O no inevitablemente – respondió sonriendo Fáustulo –. Incluso los lobos, siendo audaces, inteligentes y feroces, pueden ser derrotados por un simple pastor.
Urbano Lacio recordaría estas palabras muchos años después, cuando las tornas cambiaron y la rueda de Fortuna dio un giro total. Le parecieron sabias y premonitorias. Y también subrayaría, al hilo de esos recuerdos, que por muchas maquinaciones, ardides o intrigas que urda, por más planes que trace, ni el ser humano más grande ni el más chico escapa a lo que hayan decretado para él los hados.
Rea Silvia había recibido con un abrazo a Palantea, pues no se habían visto desde hacía varios días. La puso al corriente de los últimos acontecimientos: que su madre y la vestal Máxima Camilia estaban informadas de su embarazo y dispuestas a ayudarla. Y que el problema, para cuya solución la había llamado, era que iba a asistir a la ceremonia del matrimonio de su prima Anto, exponiéndose por tanto a estar rodeada de mucha gente.
- En una ocasión me dijiste que el mejor lugar para esconder una bellota era un cesto de bellotas ¿lo recuerdas?
- ¿Cómo lo iba a olvidar? Te convertiste en una pastora de cerdos ¡La única con sandalias que yo haya visto en mi vida…! - respondió Palantea sonriendo y sin dejar de hacerse aire.
- De esa sabiduría práctica tuya tengo necesidad de nuevo. Por eso te he llamado. Dime, si estuvieras entre un grupo de personas y no quisieras que ninguna de ellas se acercara mucho a ti, ¿qué harías?
Palantea reflexionó durante un rato sin hallar una respuesta satisfactoria. Al fin, preguntó a su amiga si podía tocar la siringa y a Rea Silvia se le ocurrió que sería muy apropiado honrar con música a la diosa Vesta y solicitar su ayuda. Le emocionó a Palantea esa propuesta, pues nunca había entrado en la celda donde se la veneraba. Rea solicitó y obtuvo el permiso de la Vestal Máxima para suplir durante un rato a la vestal que estuviera custodiando el fuego y llevar consigo a la pastora.
La atmósfera en el cubículo era sofocante. A la alta temperatura y lo reducido del espacio se sumaba el calor que emanaba del fuego sagrado, permanentemente encendido. Se colocaron cada una a un costado del ara, Palantea invocó a la diosa, cerró los ojos y empezó a tocar. Las gotas de sudor le brotaban por todo el cuerpo y le empapaban la ropa. Sin embargo, su música pastoril evocaba los espacios abiertos y plenos de vida en el verano: el canto de las cigarras y los grillos, el zumbido de los insectos, las cañas rumorosas junto a los riachuelos, el caminar furtivo de la diosa Fauna, favorable a las mujeres, y de su esposo Fauno que velaba por los pastores y los rebaños mientras dormían al raso; los frutos, las espigas onduladas por el viento, las hormigas, el aleteo de los pájaros cruzando el cielo, el piar de los polluelos reclamando comida... ¿Polluelos? ¿Qué pájaros tienen crías en verano?
Cuando concluyó la melodía que las había transportado muy lejos de allí, Palantea dejó caer la siringa sobre el pecho.
- Haría lo mismo que las abubillas – dijo.
- ¿Qué quieres decir? – preguntó Rea Silvia.
- Cuando están criando, sus polluelos y sus nidos despiden un hedor tan abominable que ningún ser, ni animal ni humano, se les acerca. No cabe mejor protección.
- Es una buena idea, sí. Oler mal. ¿Cuánto de mal? y ¿de dónde puedo sacar el mal olor?
- El del cerdo no te sirve, Rea, es demasiado corriente. Pero aún están criando las abubillas, es cuestión de conseguir alguna cría apestosa…
En los rostros cubiertos de sudor de ambas amigas se dibujó una sonrisa. Recordaban cuánto se habían divertido al disfrazarse Rea Silvia de pastora, la cara espantosamente fea que le quedó cuando Palantea se la untó de hollín y la aventura de abrazar a los cerdos para impregnarse de su olor. ¡Qué lejos les parecía, de repente, todo eso! Y qué cerca.
La situación de Rea Silvia había cambiado mucho: así como entonces ignoraba lo que había ocurrido con su familia y se había disfrazado para averiguarlo sin conocer la gravedad del asunto, en ese momento sabía con certeza que se jugaba la vida. Palantea tendió las manos hacia su amiga y, por encima del fuego sagrado, se las estrecharon. Se miraron a los ojos a través de la penumbra y, de pronto, imaginaron a los invitados de la boda frunciendo la nariz y huyendo del olor nauseabundo de Rea. No pudieron aguantarse y se echaron a reír. No se ofendió Vesta: contrariamente a lo que piensan algunos, las diosas aman la risa.
Muy, pero que muy ingenioso. Delicioso todo el post. Un beso. Rafa
ResponderEliminarTendré muy en cuenta esa frase que dice que un pastor si hace uso de su inteligencia puede vencer a los lobos. Buena enseñanza esa.
ResponderEliminarEn unos pocos días me marcho de vacaciones. No sé si podré seguir las entradas con la misma celeridad que ahora.
Un saludo.
La inteligencia de cualquier pastor siempre es sorprendente.
ResponderEliminarBrillante. Y yo deseosa de que llegue la boda!!!!
ResponderEliminarQué buen ardid y qué buen post, Isabel, nos das un respiro entre tantas intrigas, ha sido precioso oír esa siringa reflejada en tus palabras.
ResponderEliminarBesos
Un saludo
ResponderEliminar¿Esta idea es de una pastora o de alguien más avezado en lides complicadas? La tendré en cuenta, confío en esa ocurrencia para que Rea Silvia acuda a la boda y salga ilesa.
ResponderEliminarSonrío leyéndote, no todo van a ser malos momentos y peores augurios.
Un abrazo, querida Isabel.
Tuve en mis manos una cria de abubilla este fin de semana y te puedo asegurar que el olor no es nada, nada agradable. Lavé las manos varias veces y no le sacaba el olor.
ResponderEliminarBicos
Mientras el poder cavila y se barajan bulos, dimes y diretes, yo estoy feliz con mi amiga Palantea, a pesar del calor sofocante que nos inunda.
ResponderEliminarSi una vez olí a cerdos, ahora apestaré aún más y nadie querrá acercarse a mi lado. Todo sea por el futuro de mis hijos y del imperio.
Una delicia este capítulo, Isabel. Se disfruta entre sonrisas.
Un abrazo fuerte.
Es seguro que las diosas aman la risa Isabel. Para serios, es suficiente con los dioses a los que la risa les parecerá poco importante...
ResponderEliminarGracias, rafa. Besos.
ResponderEliminarHola cayetano, que disfrutes mucho de las vacaciones. Y donde lleva casi tres mil años esperando, no pasa nada con que llegues a Roma un poco después... Besos.
Hola pedro ojeda escudero, la inteligencia no tiene oficio ni profesión, desde luego... Besos.
ResponderEliminarHola joanna, ya veremos cómo se desarrolla esa boda... Besitos.
Hola elysa, necesitabamos una poco de relax, ¿verdad? Es preciso tomar aire y la juventud es lo que tiene: la capacidad de olvidar las dificultades y reir. Besos.
ResponderEliminarSaludos, mbi.
Hola virgi, quienes están en continuo contacto con la naturaleza tienen la posibilidad de aprender mucho. Y hemos de reconocer que a Palantea no le falta ni un gusto exquisito para la música ni ideas. Besitos, guapa.
Hola dilaida, me alegra tener esta confirmación de primera mano. ¡Ay, que lo de la mano no lo digo como burla...! Ja, ja, en Italia tienen una fama pésima. Besitos.
ResponderEliminarHola isabel martínez barquero, Palantea y Rea Silvia tienen la facultad de reconocerse como jóvenes y reir olvidando las dificultades. Estar juntas es benéfico para las dos. ¡Qué maravilla reir con la fuerza y la alegría de los 15 años! Besos, querida amiga.
Hola mariajesusparadela, hay tanta seriedad en torno a los dioses y lo sagrado... La risa es vida y no puede jamás ofender a quienes nos la han dado (si es que lo han hecho). Besitos.
ResponderEliminarEstimadísima Isabel Romana:
ResponderEliminarEs la tuya una interpretación con total sentido. No soy yo quien para explicar mi propio texto. Ya ves: él lo hace solo por vuestro fino intelecto.
También ha sido un gusto reencontrarte y leer tus magníficas historias de tema tan trascendente como el Imperio Romano, sin el cual este mundo nuestro no sería el mismo y tal vez ni se entendería. Roma vive! Mientras imperios se han deshecho: japonés, alemán, francés, inglés, portugués... (solo salvo al Imperio Español, mas tampoco está al lado de Roma, que es única). Roma habla a los hombres de este tiempo que siempre es posible la grandeza de una nación o colectividad de seres humanos! El Imperio del Tío Sam es un juego de niños al lado del Sacro Imperio Romano (los gringos son una manada de bestias salvajes, tan bárbaros como los bárbaros de antaño).
Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,
Frank Ruffino.
P.D. Ahora vengo a leer propiamente esta interesante entrada. Pego aquí respuesta a tu comentario en mi blog.
Querida Isabel,
ResponderEliminarMe ha encantado este capítulo. La picardía que bien sabes reflejar y las intrigas de las dos amigas, ¿qué pájaro es ese cuya cría huele tan mal? ja, ja, es bueno saber dónde conseguirlo, por si se llegase a necesitar...
Un abrazo,
Blanca
Muchos y sabrosos acontecimientos en este relajante y divertido capítulo.
ResponderEliminarUrbano, querida Isabel, a la postre es hombre y Palantea significaba una visión juvenil irresistible ¿cómo no fijarse y citarla? Esos detalles ofrecen frescor, alegría a tu genial obra.
Amulio sabe lo que se hace, actua con cordura al montar ese casamiento. Me pregunto por la pareja, Anto parece enamorada de su guapo prometido de Lavinio, ¿y él? Uniones de conveniencia, lo típico en las altas esferas, sin embargo voto a Himeneo, que aparezca Eros.
No me decepciona la sabiduria y la serenidad de mi esposo Faústulo, por algo, yo Acca mujer que actua a su antojo, lo acepté de compañero y le quiero por como es, mi dulce pastor padre de mis hijos y del que está por venir. Su forma de ser me relaja por un momento y me distrae de la venganza justa que espero cumplir metódicamente.
De nuevo la complicidad entre mujeres salvará el escollo, apestoso olor a abubilla, uf...me aparto como hará la mayoria, feliz idea, que luego un baño donde Fauno y Fauna, simpáticos diosecillos como la bella Silvana, en fuente cristalina, le devuelven su fragancia a la niña Rea.
Delicioso capítulo. Besito.
hola Isabel!! de vuelta a disfrutar de otro de tus brillantes relatos y sus ingeniosos ardides y con mucha curiosidad por conocer el desenlace...
ResponderEliminarun abrazo
Jojojojojoo! Qué ocurrente! Al principio pensé que el consejo sería dejar de lavarse hasta la boda, jajaja, pero mira, más rápido y efectivo lo del pajarito, jajajaja! Me parto! Igual la echan del fiestorro y asunto terminao ;)
ResponderEliminarXD
Bahh, si una diosa no ama la risa, ni es diosa ni ná.
Un beso
Las Diosas don la misma risa.
ResponderEliminarNi las abubillas van a salvar a esta mentecata. Esperemos que se la note el bulto del vientre y quede todo al descubierto. Al menos es lo que deseo, aunque esto por desgracia está en manos de la escritora que veo que se está inclinando por esta zagala mancillada, en vez de elegir la gloria de los más poderosos.
ResponderEliminarRey Amulio
Ya veo que le estás poniendo las cosas difíciles a mi otra persona. Ya nos veremos las caras.
Besos.
Salud y República
¡Qué divertido! De todos los recursos, apelar a la nariz con un mal olor puede ser muy disuasivo! Enhorabuena por el buen humor de las diosas! Muchas Gracias por las risas de este martes Isabel, llegaron muy oportunas! Un abrazo Querida Amiga!
ResponderEliminarRea Silvia va a ir a la boda como un adefesio. Entre la cara verde, la barriga inchada y el olor a montuno van a acabar, no sólo huyendo de ella, sino también echándola del acontecimiento. No sé cómo va a acabar esto, jejej
ResponderEliminarBesos
Veo que la Fundación avanza a pasos agigantados, a un ritmo tan veloz que apenas puede uno estar al día de todo. Tendré que dedicar parte del verano para releer y releer.
ResponderEliminarMe gusta la actuación de Fáustulo y su hondo conocimiento del mundo animal. Muy oportuna la referencia a los lobos que pueden ser vencidos por la inteligencia del hombre.
Un abrazo, amiga Isabel.
Antonio
Hola frank ruffino, desde luego que el imperio romano ha tenido una fuerza y un peso increíbles, no parece que otros posteriores hayan logrado algo similar. Nuestra cultura es deudora suya, así que con sus luces y sombras nos hemos de alegrar de su existencia y disfrutarla. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarHola b.miosi, es un pájaro muy común en Europa y sí, por lo visto es de lo más apestoso. Nuestra amiga dilaida dice que hace unos días tuvo una cría entre las manos y no había manera que quitarse el olor... Muy mal tendrían que ponérsete las cosas, blanca, para que tuvieras que recurrir a ese extremo, ja,ja. Besos.
Hola natalia tarraco, has hecho un buen repaso del capítulo. Tu marido, ya ves, un hombre muy cabal que te ofrece el contrapunto: de la combinación de lo que ambos podeís enseñar a vuestra prole, saldrá lo que saldrá...
ResponderEliminarEn cuanto a ese matrimonio de Anto, si ella está tan enamoradita, algo habrá que hacer, ¿no? Lo pensaremos.
Un abrazo muy fuerte, querida amiga.
Un muy buen post con algo de respiro entre las intrigas matrimoniales de la antiguedad, el porque de cada uno, los despechados; y en medio de eso la inteligencia de Palantea que una vez mas tiene una buena idea. Se me hace que Palantea va a llegar lejos, va a ser mucho mas que una pastora de cerdos.
ResponderEliminar¡Cómo echaba de menos poder reír junto a mi querida Rea Silvia! Ya no somos las mismas y ambos lo sabemos, pero ha sido tan agradable recordar...
ResponderEliminarMenos mal que nos has dado un respiro a todos, querida escritora y gracias por demostrar con tan hermoso capítulo que la música es siempre inspiradora.
Un abrazo bien fuerte, Isabel.
Las leyes del destino son inexorables y cuesta romperlas. No somos dueños de nuestras existencias, si no el destino que nos lleva dónde quiere. En la antigua Roma también se escriben dramas tan potentes cómo los de Sheakspeare. Saludos.
ResponderEliminarMuy buena la solución de Palantea. Igual que a la bonita abubilla todos quieren ver pero desde lejos, igual debe sucederle a Rea Sivia, o al menos eso esperamos todos..., ya veremos. Un saludo.
ResponderEliminarPalantea siempre servicial e intuitiva, sabe por propia experiencia zafarse de las situaciones comprometidas y seguro que nadie querra acercarse a Rea y la enviaran bien lejos.
ResponderEliminarA veces para subsistir hay que doblegarse a la fuerza del viento. Una frase preciosa..
BSS.
Pilar
Una muy buena idea que sin duda habrá de ayudar a Rea Silvia.
ResponderEliminarBesos.
Ah, felices tiempos aquellos en que las diosas eran tan amables... Una alegria ver a mi amigo Appius en accion...
ResponderEliminarJe,je,je...
Un abrazo, amiga
"Las diosas aman la risa", el buen humor que derrochan Palantea y Rea Silvia gracias a su amistad y a la solución pícara que han encontrado debe ser del agrado de Vesta y de otras diosas. Cuántos sufrimientos insalvables se resuelven en la amistad. El recuerdo del disfraz de Rea Silvia y los apuros actuales, allá mataron a los suyos, ahora su vida sigue corriendo peligro. Y es así como las personas bonitas han de parecer feas para salvaguar su integridad, el olor como quid de la cuestión, las abubillas tan humildes e indefensas, bien conocen el secreto.
ResponderEliminarSeguimos confiando en el éxito de esta empresa tan arriesgada que es la asistencia a la boda de Anto.
Y, por supuesto, protagonista al lado de las niñas Rea Silvia y Palantea, es mi queridísimo Urbano Lacio, que nos brinda el ambiente familiar y social de la época y además nos regala el acceso a la intimidad de nuestros personajes en sus más profundos pensamientos al tiempo que su propia filosofía. El juego del tiempo narrativo, ya lo sabes, me apasiona.
Ay, seguimos en ascuas.
Besazos, querida Isabel.
Ja,ja, siento ser tan breve, pero no me iré sin decir que arriba el ingenio. Estupenda entrada. Beso.
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