(XIII)
Hasta en un corazón noble cabe el odio. Acca Larentia lo sintió crecer con furia, con una fuerza destructiva y arrolladora que nacía en sus entrañas y afloraba en su rostro a través de la boca contraída, los dientes rechinantes. La fiera que todo ser humano lleva dentro se asomó a sus ojos, indomable como un huracán y pavorosa como los montes en llamas. El pecho le estallaba de ira y hubiera querido golpear el suelo con los puños, correr hasta quedarse sin aliento, morder, gritar, derribar árboles, hundir el mundo. Se lo impedía su cuerpo magullado,maltratado con crueldad por esas bestias que habían tomado por la fuerza lo que voluntariamente se debe dar.
Se sentó en el suelo, recompuso sus ropas y su cabello e hizo un esfuerzo por recobrar poco a poco el dominio de sí. No diría nada a su marido. Era un hombre bueno y pacífico, enfrentarlo a los sicarios del rey Amulio sería un error y más todavía reclamarle a éste justicia. Además, lo ocurrido era asunto suyo. Cuando recobró las fuerzas y el ánimo, se levantó trabajosamente. Bordeando la charca, alcanzó la orilla del río donde los rayos del sol, que se dirigía ya hacia el ocaso, herían el agua. Allí se despojó de la túnica.
- Padre Tíber, dador de vida – dijo –, el benéfico, el terrible, el que riega los campos y aplaca la sed, el que tritura rocas y arranca árboles de cuajo, el que crea y destruye; a ti, Padre Tíber, te invoco: asísteme. Cerca de tus aguas dos hombres me han violentado, profanando con ello a la entera naturaleza. Lo que de ellos quede en mi cuerpo, a ti te lo entrego. Castígalos o, mejor, dame el instrumento de la venganza y yo haré que te lo agradezcan cuantos habiten en tus riberas y que te honren para siempre por ello. Y, mientras viva, te ofrendaré vino puro todos los días.
Diciendo estas palabras penetró en el agua, se hundió en ella hasta la cabeza y se purificó. El Tíber la acogió entre sus brazos majestuoso y benévolo, susurrante, sus ondas se llevaron consigo los restos inmundos de la agresión y calmaron su ira. Como un buen padre, atendió sus súplicas. Y el hijo que habría de perder por culpa de aquellos miserables, él se lo devolvería duplicado.
Cuando Urco regresó esa noche a su casa, encontró a su madre tendida sobre la piel de cordero que le servía de lecho. Sus hermanos pequeños dormían en un rincón, lejos del fuego, pues hacía calor. Un caldero humeaba colgado sobre las brasas. Se llenó un cuenco con sopa de coles y fue a sentarse al lado de ella.
- ¿Qué pasa, madre? – preguntó tras haber devorado la comida –. ¿Estás bien?
- Ha parido la perra – fue la respuesta de Acca.
Urco se levantó de un salto y salió de la cabaña. Entre la parte trasera de la choza y la pared de roca se formaba un espacio pequeño y recogido y allí se había refugiado la perra para alumbrar sus cachorros. Había poca luz, pero aún así la luna iluminó los ojos de la perra y su lengua al lamer una de las cabecitas. El cachorro apoyaba la oreja derecha sobre la pata de su madre y dormía plácidamente, con el hocico cerrado. Al sentir la caricia de la lengua materna sobre su piel, pareció sonreír y su pecho se estremeció con un hondo suspiro. Urco sintió deseos de tocarlo, pero se dominó. Habrían de pasar unos días hasta que la madre lo permitiera.
- Eres una buena perra, Bona – dijo antes de retirarse a dormir.
Lo despertó de madrugada la agitación de su madre. Se acercó a ella y le tocó el hombro. Ella emitió un gemido de dolor, pero no parecía despierta. Sudaba y las manos le ardían. Humedeció un trapo para ponérselo sobre la frente y ya no se separó de su lado.
A esa misma hora se habían levantado Énule y Amnesis y se preparaban para emprender el camino al Aventino. Por disposición de la Vestal Máxima Camilia, un criado las llevaría en carro hasta el pie de la colina y las esperaría para llevarlas de regreso a Alba Longa. Iban a recoger laurel, una planta sagrada que crecía en abundancia en la cumbre de esa colina y las vestales necesitaban para las purificaciones. Ese pretexto escondía la verdadera razón de su visita, que era informar a Aurelia del estado de Rea Silvia sin que nadie lo supiese. Tenían orden de hablar con ella a solas.
Ya en camino, dudaba Amnesis si debería estar presente durante esa delicada conversación, pues ella no había tratado nunca a Aurelia. En cambio, su hermana Énule se había relacionado mucho con ella cuando era reina y sus servicios eran muy apreciados en la cabaña real. Por otra parte, alguien debía recoger laurel para justificar el viaje. Finalmente las hermanas acordaron que, una vez llegadas a la cabaña de Númitor y realizados los saludos de rigor, Amnesis declararía la necesidad de ir a buscar laurel y pediría para ello la ayuda de las siervas de la casa. De este modo podrían quedarse a solas Énule y Aurelia y hablar sin testigos.
Poco antes del mediodía llegaron hasta donde concluía el camino accesible para el carro y siguieron a pie durante un trecho. Avisada por sus criadas de la proximidad de una visita, Aurelia salió corriendo a la puerta y, al reconocer a Énule, la recibió con los brazos abiertos. La última vez que se habían visto Aurelia aún era reina de Alba Longa, feliz madre de un hijo y una hija que eran su gozo. ¡Qué voluble es Fortuna, qué veloz gira su rueda! En un parpadeo pone abajo lo que estaba arriba y al oriente lo que miraba a poniente. Tras el abrazo y las presentaciones, se contemplaron detenidamente. Aurelia había envejecido y adelgazado, pero se percibía su fuerza y algo parecido a la alegría. Siguiendo el plan acordado, Énule justificó su presencia en la necesidad de recoger laurel y rogó a las criadas de la casa que acompañaran a Amnesis y la ayudasen en esa tarea. Cuando se hubieron marchado, ellas dos entraron en la cabaña y se sentaron en la penumbra para protegerse del calor.
- No te he dicho toda la verdad, Aurelia – dijo Énule una vez acomodadas. Aurelia contuvo un instante la respiración.
- ¿Está bien mi hija?
- Sí y no. Su salud es buena, pero está en grave peligro. Va a ser madre.
De todos los golpes posibles, de todas las angustias y temores que la desazonaban desde que había recibido un aviso en sueños, este era el único que Aurelia no había previsto. Le faltaba el aire, el mundo daba vueltas a su alrededor. El corazón le latía en las sienes y todo el cuerpo le temblaba. Rea Silvia encinta… Una muerte segura, un suplicio bestial. Énule la sujetó de la espalda para evitar que se desplomara y la abrazó. Le habló en susurros pidiéndole calma. Nadie lo sabía, nadie debía saberlo, por eso la Vestal Máxima Camilia la había enviado a hablar con ella. Creían posible ocultarlo y ayudar a Rea a salir con bien de ese trance.
Poco a poco se tranquilizó Aurelia, aunque su cuerpo era un nudo de ansia y tensión y su mente un torbellino de preguntas. Con orden y calma las respondió Énule y, satisfecha esa primera necesidad de saber, le relató lo ocurrido: la paternidad de Marte, la negativa de Rea Silvia a deshacer el embarazo, las personas que estaban a su alrededor y la protegían. Luego le habló de la decisión de Camilia de avisarla y consultar con ella su plan: conseguir el permiso del rey para traerla al Aventino, donde podría parir en secreto. Desde que supo del embarazo, hacía más de cuatro ciclos lunares, Rea Silvia no salía de la casa de las vestales para evitar el riesgo de ser descubierta. Algo que podía ocurrir en cualquier momento, pues ya se evidenciaba su estado. Por eso era importante actuar con rapidez.
Aurelia dio un grito y se llevó las manos a la cabeza. Gimió y gritó y se lamentó y no había nada que pudiera hacer Énule para calmarla.
- ¡Qué he hecho! ¡Qué he hecho, desgraciada de mí...!
Sólo después de muchos ruegos y de hacerle beber una tisana tranquilizante pudo la joven conseguir apaciguarla un poco y averiguar la causa de tanta desesperación.
- Númitor y yo hemos aceptado asistir a la boda de mi sobrina Anto y comprometido la asistencia de Rea Silvia. ¡Tendrá que comparecer delante del rey Amulio, de mi cuñada Criseida y los demás invitados! ¡Ay, ay!, por mi culpa la van a descubrir…
Si le hubieran dado un mazazo en la cabeza, como se hace en los sacrificios, Énule no se hubiera conmocionado más.
A esa misma hora se habían levantado Énule y Amnesis y se preparaban para emprender el camino al Aventino. Por disposición de la Vestal Máxima Camilia, un criado las llevaría en carro hasta el pie de la colina y las esperaría para llevarlas de regreso a Alba Longa. Iban a recoger laurel, una planta sagrada que crecía en abundancia en la cumbre de esa colina y las vestales necesitaban para las purificaciones. Ese pretexto escondía la verdadera razón de su visita, que era informar a Aurelia del estado de Rea Silvia sin que nadie lo supiese. Tenían orden de hablar con ella a solas.
Ya en camino, dudaba Amnesis si debería estar presente durante esa delicada conversación, pues ella no había tratado nunca a Aurelia. En cambio, su hermana Énule se había relacionado mucho con ella cuando era reina y sus servicios eran muy apreciados en la cabaña real. Por otra parte, alguien debía recoger laurel para justificar el viaje. Finalmente las hermanas acordaron que, una vez llegadas a la cabaña de Númitor y realizados los saludos de rigor, Amnesis declararía la necesidad de ir a buscar laurel y pediría para ello la ayuda de las siervas de la casa. De este modo podrían quedarse a solas Énule y Aurelia y hablar sin testigos.
Poco antes del mediodía llegaron hasta donde concluía el camino accesible para el carro y siguieron a pie durante un trecho. Avisada por sus criadas de la proximidad de una visita, Aurelia salió corriendo a la puerta y, al reconocer a Énule, la recibió con los brazos abiertos. La última vez que se habían visto Aurelia aún era reina de Alba Longa, feliz madre de un hijo y una hija que eran su gozo. ¡Qué voluble es Fortuna, qué veloz gira su rueda! En un parpadeo pone abajo lo que estaba arriba y al oriente lo que miraba a poniente. Tras el abrazo y las presentaciones, se contemplaron detenidamente. Aurelia había envejecido y adelgazado, pero se percibía su fuerza y algo parecido a la alegría. Siguiendo el plan acordado, Énule justificó su presencia en la necesidad de recoger laurel y rogó a las criadas de la casa que acompañaran a Amnesis y la ayudasen en esa tarea. Cuando se hubieron marchado, ellas dos entraron en la cabaña y se sentaron en la penumbra para protegerse del calor.
- No te he dicho toda la verdad, Aurelia – dijo Énule una vez acomodadas. Aurelia contuvo un instante la respiración.
- ¿Está bien mi hija?
- Sí y no. Su salud es buena, pero está en grave peligro. Va a ser madre.
De todos los golpes posibles, de todas las angustias y temores que la desazonaban desde que había recibido un aviso en sueños, este era el único que Aurelia no había previsto. Le faltaba el aire, el mundo daba vueltas a su alrededor. El corazón le latía en las sienes y todo el cuerpo le temblaba. Rea Silvia encinta… Una muerte segura, un suplicio bestial. Énule la sujetó de la espalda para evitar que se desplomara y la abrazó. Le habló en susurros pidiéndole calma. Nadie lo sabía, nadie debía saberlo, por eso la Vestal Máxima Camilia la había enviado a hablar con ella. Creían posible ocultarlo y ayudar a Rea a salir con bien de ese trance.
Poco a poco se tranquilizó Aurelia, aunque su cuerpo era un nudo de ansia y tensión y su mente un torbellino de preguntas. Con orden y calma las respondió Énule y, satisfecha esa primera necesidad de saber, le relató lo ocurrido: la paternidad de Marte, la negativa de Rea Silvia a deshacer el embarazo, las personas que estaban a su alrededor y la protegían. Luego le habló de la decisión de Camilia de avisarla y consultar con ella su plan: conseguir el permiso del rey para traerla al Aventino, donde podría parir en secreto. Desde que supo del embarazo, hacía más de cuatro ciclos lunares, Rea Silvia no salía de la casa de las vestales para evitar el riesgo de ser descubierta. Algo que podía ocurrir en cualquier momento, pues ya se evidenciaba su estado. Por eso era importante actuar con rapidez.
Aurelia dio un grito y se llevó las manos a la cabeza. Gimió y gritó y se lamentó y no había nada que pudiera hacer Énule para calmarla.
- ¡Qué he hecho! ¡Qué he hecho, desgraciada de mí...!
Sólo después de muchos ruegos y de hacerle beber una tisana tranquilizante pudo la joven conseguir apaciguarla un poco y averiguar la causa de tanta desesperación.
- Númitor y yo hemos aceptado asistir a la boda de mi sobrina Anto y comprometido la asistencia de Rea Silvia. ¡Tendrá que comparecer delante del rey Amulio, de mi cuñada Criseida y los demás invitados! ¡Ay, ay!, por mi culpa la van a descubrir…
Si le hubieran dado un mazazo en la cabeza, como se hace en los sacrificios, Énule no se hubiera conmocionado más.
Isabel, por Júpiter, encuentra una solución.
ResponderEliminarPor lo visto los Dioses han querido que las cartas se encuentren echadas!!!
ResponderEliminarP.D.:De aquí en adelante REA SILVIA deberá pergeñar una estrategia audaz y lo más inteligente que le sea posible...
MIS BESITOS EN VILO AMIGA
Tu relato esta más apasionante que nunca!!! ;-)
Tanta mujeres juntas, empatadas noblemente para cuidar de Rea Silvia, conseguirán algo hermoso.
ResponderEliminarAsí lo espero, aún sabiendo que, paralelo a la belleza, camina la maldad.
Un abrazo en la madrugada.
Entre todas habrán de encontrar la solución para que no sea descubierta, para que puedan seguir sanos y salvos en su vientre los que han de reinar ...
ResponderEliminarIsabel nos tienes en ascuas!!!
Besiños.
Seguro que entre "todas" encontrarán la solución perfecta para que no se descubra. Mientras nosotros a sufrir esperando la próxima entrega.
ResponderEliminarBicos
Esto se pone bueno. Ahora podré descubrir que Rea Silvia está embarazada y mi venganza será terrible. No es porque yo lo diga, pero las cosas se están poniendo bonitas.
ResponderEliminarRey Amulio
Un beso
Salud y República
Por la parte perruna, qué maravilla has elaborado y linda foto. En cuanto al relato, sigue emocionandonos con por medio de tus palabras. Beso.
ResponderEliminar!Oh! Isabel, he soportado lo que muchas mujeres, la vejación en mi cuerpo y después de tanta rabia, dolor, impotencia, he perdido el hijo que llevaba dentro.
ResponderEliminarPero Acca no es mujer de lamentarse ni de aceptar esta asquerosa afrenta. El padre Tiber me ha purificado y en sus poderosas aguas, al abrazar mi cuerpo, he sentido una energia, un mensaje, un consuelo que llevaré a cabo en forma de venganza. Destino no ha de volverme su rostro, Fortuna me amparará en la hora de la ira.
Mi dulce hijo Urco, alegría de mis ojos, me acompaña, me cuida, casi un niño, aún le complace jugar con los cachorros. Dioses, cuidad de su vida.
Así habla Acca, ajena a lo que sucede en el Aventino donde otra madre acaba de recibir un disgusto.
Diosas todas, sed propicias a las muejeres honestas.
Isabel amiga, mi papel en la novela es de mujer fuerte, independiente que toma sus decisiones a pesar de cualquier infortunio. En tus manos y en las de los Hados que te amparan para escribirnos con tantísima delicadeza y sensibilidad, encomendamos nuestras vidas.
Besito cariñoso.
Acca encontrará la forma de vengarse del ultraje padecido, me consta. No es mujer que se achique, y más cuando la han hecho perder la criatura que portaba.
ResponderEliminarEn cuanto a mí, qué decir... Que tiemblo y confío al unísono. No sé qué ocurrirá en la boda de mi querida prima Anto, pero son muchas las maravillosas mujeres que me asisten y, entre todas, hallaremos solución a los inconvenientes que se presentan.
Lo que más me duele es la tribulación de mi madre. Espero pronto estar en su compañía y darle la dulzura que merece.
Interesantísimo, Isabel. La novelista se crece conforme avanza. Los pilares son sólidos y los hechos apasionantes. Las palabras, una delicia. Todo apunta buenos designios a esta Fundación.
Un fortísimo abrazo.
No sé qué le ha pasado a este invento, pero me ha cuadruplicado. Lo siento.
ResponderEliminarOtro beso.
Que manera de contar, un placer haber llegado.
ResponderEliminarYa se les ocurrirá algo para ocultar la situación tan "embarazosa", nunca mejor dicho, de Rea Silvia.
ResponderEliminarUn saludo.
Una delicia cómo vas tejiendo todas los conflictos. Una lujo leerte.
ResponderEliminarMuchos ánimos, que los necesitas para mantener la narración.
D.
Esto es un lujo, Isabel, asistir en cada capítulo que nos regalas a más y más emociones que nos tienen pendientes de cada entrada.
ResponderEliminarBesos, amiga
Espero que el entuerto se arregle y Rea Silvia pueda asistir a la boda sin que sus parientas se aperciban de su embarazo. O eso o pueden caer sobre ella las amenazas más atroces.
ResponderEliminarPor otro lado, el relato de Acca es escalofriante, aunque seguro que los dioses serán benévolos con ella y pueda vengarse algún día.
Saludos
Complicado con algunos temas laborales no pude leer el capítulo XII y hoy, hice un paréntesis para volver, devorar el pendiente y, también el XIII. Maravillosos textos , Isabel. Una extraordinaria historia tejida de la mejor manera. Abrazos.
ResponderEliminarComprendo su desesperación. Por si era poco mazazo recibir la noticia del embarazo de Rea Silvia, ahora esa madre tiene que enfrentarse a la peor de las situaciones posibles. Es para volverse loca.
ResponderEliminarMuy emocionante, madame.
Buenas noches
Bisous
Que capitulazo con las emociones de Acca contra los villanos (¿necesitan de algun venenito?, bueno, con el laurel pueden arreglarse y preparar uno muy bueno y efectivo para borrar del mapa a esos dos) y la descripcion del cachorro.
ResponderEliminarEn cuanto a Aurelia, cuantas veces los padres creen saber lo que es lo mejor, insisten y se emperran en algo para descubrir que han metido la pata hasta el pescuezo, aun en nombre del amor y las ganas de ver o hacer lo que les parece correcto con los seres amados. DEspues de tanto tiempo hace cualquier cosa con tal de ver a su hija y se encuentra que la ha metido un brete de aquellos; quizas la pichicha nos de una solucion...
Ja ja, mariajesusparadela, es mejor no meter a Júpiter... Besotes.
ResponderEliminarHola gabu, desde luego esto es un sinvivir... Rea Silvia lo tiene todo tan difícil y, como dices, las cartas están echadas. Hace falta pensar mucho y aún así... Besotes, guapa.
Hola virgi, has dicho una gran verdad: paralelo a la belleza camina la maldad. Parece que sea imposible separarlas. Esperemos que todas esas mujeres nobles consigan sus propósitos. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarHola mayte, sí, sí, tienen que seguir a salvo los que han de reinar... Besotes.
Hola dilaida, desde luego hay que ver cuánto sufrían estas mujeres. ¿Cuántas estarán pasando por algo similar en el mundo ahora mismo? Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarHola rgalmazán/rey Amulio, desde luego que tienes motivos para regodearte en tu propia maldad, porque eso de ver cerca la posibilidad de ponerla en acción debe serte muy satisfactorio. Pero mira que la maldad tiene su castigo - al menos en la ficción. Besos.
Hola emejota, ya te ves en tu papel de la perra Bona, cuidando de su prole. Me alegro que te haya gustado. Besos.
Una semana sin tocar el ordenador y me encuentro con estos capítulos intensísimos. Esa estrategia real para atraer a los padres de Rea Silvia, esa terrible violación de Acca, esa pérdida del bebé por ello, la decisión final de Aurelia de ir a la boda, la confidencia de Énule...
ResponderEliminarTRemendos estos dos capítulos.
Y siempre haces que me pregunte lo mismo: Y qué ocurrirá ahora?
Quiero más!
:D
Un beso
quando Patrizia Cavalli parla di Roma mi commuove:
ResponderEliminarPiù che bellezza: è un'appartenenza elementare, semplice, già data.
Ah, non toccate niente, non sciupate!
C'è la mia patria in quelle pietre,
addormentata." P. Cavalli
"Tutto quello che vedo è la bellezza.
Qualcosa che convince, che vuole essere vista,
che pure non fa nulla, ma resta lì dov'è,
che solo perchè esiste mi conquista." Patrizia Cavalli
altro qui
http://www.facebook.com/pages/Patrizia-Cavalli/195579673822212
para que no te olvides del italiano!! :-))!!
besos
Saludos, natalia tarraco, qué bien has descrito a tu otro yo, Acca Larentia, a quien no domeña nada, ni siquiera la agresión ni el infortunio. De ese temple eran las mujeres de antaño y también las de ahora. Nos sostiene, nos admira, nos sirve de guía y de aliento para el espíritu. Que las diosas le sean propicias y a nosotras también. Un beso enorme.
ResponderEliminarPor cierto, no sé si viste el post anterior, donde se cita a tu gatita.
Hola isabel martínez barquero, la otra protagonista de esta historia, la dulce Rea Silvia convertida ya en una mujer fuerte merced a la conciencia y el valor de su maternidad. Más allá de lo que Fortuna le depare, ella estará siempre con nosotras. Un beso enorme.
Hola azucala-Melba, me alegra que hayas llegado aquí. Te visito enseguida. Un abrazo.
Hola cayetano/pastor, seguro que algo se les ocurrirá. Otra cosa es que de resultados... Besazos.
ResponderEliminarJa, ja, dolors jimeno/fíbula, ¡cómo sabes lo que cuesta todo ésto...! Gracias por esos ánimos, que necesito y agradezco. Besos.
Hola elysa/Aiara, te hacía trabajando en esos amuletos por los que se interesa Rea Silvia. Que la emoción no te desconcentre, porque son muy importantes. Besitos.
Hola carmenBéjar/Kritubis, desde luego las cosas están difíciles. ¡Otra cosa hubiera sido si el dios Marte hubiera usado esos artilugios que usaba el Duque de Béjar, según he escuchado estos días en la tele... ¡Has para eso sois pioneros los bejaranos! Besazos, guapa.
ResponderEliminarHola fgiucich, también yo creo que leidos de manera continuada hacen otro efecto. Pero bueno, aquí la gracia la tenemos en las entregas... Besitos, querido amigo.
Hola la dame masquée/Celia, sí es cierto que para la madre de Rea Silvia es una situación muy angustiosa. Las madres queremos y buscamos lo mejor para nuestos hijos, pero es cierto que nos equivocamos a veces... Un abrazo.
Hola alejandra sotelo faderland/Calisto, cuánta razón tienes al hablar de los padres y sus posibles errores cometidos por razón del amor. El amor ciega a todos, no sólo a los amantes. En cuanto a Acca, es una mujer muy potente y creo que sabrá cómo actuar llegado el momento. Besos.
ResponderEliminarJa, ja, África/África, esa es la cuestión, qué ocurrirá ahora... Lo que ha de ocurrir ya está escrito: para nosotras es la emoción de descubrir y acompañar a nuestras protagonistas en la vivencia de su propia historia. Besos enormes.
ResponderEliminarCiao liliana, bellissime le parole di Cavalli. Cosí mi sento pure io: sentendo la patria in quelle pietre. Ti sono grata di questo link tanto bello. Baci, cara.
Esto va viento en popa, porque cuando el conflicto es mayor el interés es proporcional, ya ves nos tienes en ascuas.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Querida amiga, otra vez me había retrasado en la lectura... y ha sido un placer dedicar este ratito nocturno a la apasionante lectura de esta historia. Como dicen por aquí, seguro que entre "todas" encontrarán una solución... pero que se den prisa!!!
ResponderEliminarCada día escribes mejor!!
Un abrazo muy fuerte
Esos malditos violentos, asesinos también, desquiciantes seres tendrán su merecido por parte del Tíber, ¡al tiempo! Pues ha acogido en sus brazos suaves y dulces a Acca Larentia. ¡Pobre Acca Larentia que ni siquiera quiere desahogarse y compartir sus penas! Generosa mujer por no querer partir su sufrimiento.
ResponderEliminarPor fin, Aurelia sabe y la noticia ha resonado duramente en su cabeza, no digamos el compromiso de la asistencia de su propia hija a la boda de Anto.
Habrá alguna solución, aunque estando por medio Amulio y Criseida, pinta regular...
Rea Silvia tiene la energía de su madre, eso es algo y grande.
Precioso capítulo. Sigo. Besazos.
Padre Tiber, gemelos, me metes una mujer desnuda entre mis aguas...jo como mola ser Tíber y cuantos paralelismos... Soy padre y de gemelos...
ResponderEliminarIntenso capitulo venerable dama,pasando por el sentimiento arrasador de la venganza,la ternura de la escena de los cachorros y la incertidumbre,el miedo...Seguimos.
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