(XIV)
Urco había ascendido a la colina del Aventino por la ladera más próxima al río, aun a riesgo de encontrarse con criados de Númitor. Nunca había tenido problemas, sin embargo las órdenes eran mantenerse lejos de ellos y de su territorio. Ese día no pensaba hacerlo. Su madre, postrada con dolores por todo el cuerpo, necesitaba una cocción de laurel. No había bastante en la cabaña y no quería perder tiempo buscándolo en lugares más alejados. Se acercaba ya a un bosquecillo de laureles, cerca de la cumbre, cuando oyó hablar a gente y se ocultó.
Eran varias mujeres y por su conversación dedujo que también ellas recogían ramas del árbol sagrado. Una de las voces le pareció familiar. Y estaba tan absorto tratando de identificarla, que no se dio cuenta de haber sido descubierto hasta que, de pronto, lo agarraron de ambos brazos y lo alzaron, entre risas, sacándolo de su escondite.
- ¡Yo a ti te conozco! – dijo Amnesis con regocijo. Las demás mujeres sonreían también, relajadas al ver que se trataba de un niño - ¿No eres tú el que salvó a la perra atrapada en una zanja? ¿Qué haces por aquí?
- Vengo a por laurel – respondió con cautela.
- ¡Igual que nosotras! Vamos, amigas, continuad recogiendo, mientras hablo con este joven.
Se apartó unos pasos con él, mientras le preguntaba por su madre y por la suerte de la perra. Supo así que la perra había parido siete cachorros y que la madre de Urco estaba enferma, aunque él no sabía de qué. El laurel era para ella.
- ¡Haberlo dicho antes! Mi hermana está aquí, y conoce los secretos de la curación. Si no vives lejos, podríamos ir a verla.
El niño restó callado. En su expresión se reflejaba la duda. Al fin, bajando la voz dijo:
- Mi padre es Fáustulo, el mayoral de los rebaños del rey Amulio. Tenemos órdenes de no mezclarnos con los criados de Númitor ni pisar sus tierras. Ellos tampoco pueden entrar en las nuestras.
- Así que tienes prohibido estar aquí… ¿Por eso te escondías? Bueno – prosiguió Amnesis viendo preocupación en la cara del niño – a nosotras esas prohibiciones no nos afectan, porque no somos siervas de nadie. Dime dónde vives e iremos en cuanto sea posible. Mientras, llévate este laurel.
Estaba ya muy avanzado el día cuando, cargadas las ramas de laurel en el carro, las dos hermanas subieron a él y pidieron al carretero que penetrara en el Valle de Murcia para ir a la cabaña de Acca Larentia. Le había sido muy costoso a Énule tranquilizar a Aurelia, lograr serenarla para que su marido Númitor no advirtiera su trastorno y sospechase. De ningún modo debía saber él lo ocurrido a Rea Silvia, pues cuantas más personas estuvieran en el secreto, más difícil sería de guardar. Al miedo que ya experimentaba Aurelia por el embarazo de Rea Silvia se había sumado otro más angustioso, si cabía: el haber comprometido la asistencia de Rea a la boda de Anto y, por tanto, el exponerla a los ojos cargados de odio del rey Amulio.
Pronto había comprendido Énule que no cabía esperar de una madre tan conmocionada como ella ninguna solución para afrontar el encuentro de Rea Silvia con los reyes, sus tíos. Le rogó, pues, a Aurelia que confiara en ella y en la Vestal Máxima Camilia para resolverlo. Quizá encontrarían el medio de impedir a Rea Silvia asistir a la boda. Sólo después de una larguísima conversación y de dejarle preparados algunos remedios que la ayudasen a descansar y dormir, había podido marcharse.
Urco salió a recibirlas al valle cuando las vio llegar y las condujo a pie por la ladera del Palatino. En la puerta de la cabaña jugaban sus dos hermanos menores, un niño y una niña, y hozaban varios cerdos. En contraste con la luminosidad de la tarde, la oscuridad del interior era aún más intensa y Énule pidió a Urco que prendiera algunas lucernas para examinar a su madre y que esperase fuera. Acca seguía tumbada en un rincón y giró la cabeza en su dirección al oírles entrar. Enseguida pudo ver Énule su rostro magullado: contusiones en las mejillas, la boca y una ceja partidas, aún con rastros de sangre.
- ¿Quién te ha hecho esto? y ¿cuándo? – preguntó mientras la descubría para examinarle otras partes del cuerpo. Le reconoció minuciosamente los brazos, la espalda, el vientre abultado, las piernas. Y como Acca no respondía, insistió.
- Lo que nosotras hablemos no lo sabrá nadie. Ni tu marido, ni tus hijos, ni mi hermana. Nadie. Pongo a la diosa Divaida por testigo, pues ella protege la vida naciente tanto como la que se apaga. Habla para que te pueda ayudar.
Contó entonces Acca lo sucedido, la violación y los golpes que había sufrido a manos de Pratex y Catión a quien ella conocía porque eran también siervos de Amulio. La escuchó Énule al tiempo que le limpiaba las heridas con vino; recitando las fórmulas secretas para potenciar las virtudes de las plantas, preparó luego un emplasto de laurel para rebajarle la inflamación del rostro y de un costado y otro de corteza de abedul que hace cicatrizar las heridas. Le pareció buena señal que no hubiera sangrado por abajo, pese a haber sido golpeada también en el vientre.
- Quédate varios días tumbada, para que el feto se agarre bien, si es que ha sufrido algún daño. Y calma tu corazón. Esos sujetos han hecho mucho mal a otras personas y la ocasión para la venganza llegará cuando menos lo sospechen. Te alegrarás entonces de haber sabido esperar.
Dejó preparados varios remedios, llamó a Urco y le explicó cómo debía administrarlos. Finalmente, tras algunas recomendaciones y muchas muestras de mutuo aprecio por parte de ambas familias, las hermanas retornaron al valle y al carro y regresaron a Alba Longa.
La jornada no había sido más tranquila en la casa de las vestales. Después del mediodía Rea Silvia había recibido la visita de su prima Anto, que llegó palmoteando y sonriendo en todas direcciones: anunciaba una excelente noticia y su prima debía ser la primera en saberla. La acogió Rea en su cuarto, ofreciéndole asiento. Pero su prima, sin ninguna ceremonia, se abalanzó sobre ella para abrazarla y la vestal hubo de realizar muchos esfuerzos para mantener su vientre abultado a distancia del de Anto, e incluso fingir un pequeño mareo para que la soltase.
- En cuanto te diga lo que he venido a decirte, se te pasarán todos los males – dijo henchida de alegría –: tus padres vendrán a los ritos de mi matrimonio. ¡Estarás con ellos en la cabaña real, podrás abrazarlos y darles tantos besos como quieras! Se lo han confirmado esta mañana unos criados a mi madre. Ahora sé que será el día más feliz de mi vida.
Si quedaba algún rastro de color en las mejillas de Rea, en ese instante se desvaneció. Como la harina al ser amasada, su espíritu era estrujado, estirado, golpeado contra el obrador, aplanado a golpes y vuelto a heñir con los puños por las dos fuerzas contrarias que estaban en liza: el deseo de ver y abrazar a sus padres y el temor a que su embarazo fuera descubierto.
- No sé si me encontraré en condiciones de asistir, Anto – logró decir al fin –. Últimamente estoy peor.
- Ni puedes ni debes ir, y digo esto respetuosamente – intervino la doncella Tuccia –. Discúlpame, noble Anto, tu prima se esfuerza mucho en mostrarte su mejor apariencia, pero…
- ¡Prima, prima, no me digas que no! – interrumpió Anto cogiendo las manos de Rea Silvia –. Has de venir, necesito tu compañía en un momento tan importante. ¿Qué distancia hay desde aquí a la cabaña real? Si no te atreves andar, que te traigan en carro. Luego estarás sentada todo el tiempo y, si necesitas recostarte, puedes hacerlo en mi habitación.
- Lo intentaré, Anto – dijo finalmente Rea – pero no te aseguro nada…
- Hazlo, porque tus padres han puesto como condición para asistir que vengas tú. ¡No puedes defraudarlos a ellos ni hacer un desprecio a los míos! ¿Sabes? Quiero que seas tú quien nos presente el fuego sagrado… De él tomaré yo el tizón para encender el de mi nuevo hogar. ¡Cuántas esposas desearían recibirlo de manos una virgen vestal! En cuanto a mi marido...
Anto habló con entusiasmo de su futuro esposo. A Rea le gustaría, pues era muy gentil. ¡Y muy guapo! Mucho más alto que ella porque era dos años mayor. Aunque su familia y él mismo eran de Lavinio, por expreso acuerdo entre las familias vivirían en Alba Longa, en la casa que había sido de Amulio y Criseida y que, al trasladarse ellos a la cabaña real, había quedado vacía.
- Hasta su nombre es precioso: Nipace. Suena como las gotas de agua al caer en la fuente: Ni-pa-ce-ni-pa-ce… – seguía diciendo Anto.
A Rea Silvia, en cambio, le parecía una melodía lúgubre, como aquella que tocaban los flautistas el día del funeral de su hermano. Una corza acorralada por los perros no se sentiría peor. Su corazón se ensombreció.
¿y cuándo vas a darnos un respiro?
ResponderEliminarPues sí. La cosa se va tensando. Menudo trago para Rea Silvia si ha de acudir y en ese estado donde no es bien recibida.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola mariajesusparadela, no sé si ese respiro vendrá... Besos.
ResponderEliminarHola cayetano, la cuestión es que la presión viene de tantos frentes, que parece imposible no ceder a ella: los tíos, la prima Anto, los padres... Es mucho, desde luego. Besos.
ResponderEliminarSí, exactamente así debió de sentirse, acorralada y sin salida. Difícil lo tiene, y no sé de dónde podrá venirle la ayuda.
ResponderEliminarBuenas noches, madame
Bisous
Que tenso el ambiente y que dificil para Rea, espero que pueda tener al menos una alegría....
ResponderEliminarUn besiño :D
Vaya, esta Anto va a dar problemas.
ResponderEliminarEl fragment de la harina me ha gustado mucho.
D.
Ahora sí que no me imagino lo que podrá seguir: demasiadas cosas por hacer, demasiados personajes moviéndose de un lado a otro, muchos intereses bajo las apariencias tranquilas.
ResponderEliminarMe siento al borde del Tíber, sobre la yerba y espero.
Y te mando besos, me asombras siempre.
Aún has tensado más la cuerda, pobre Rea Silvia, todo parece conspirar para que no tenga ni una oportunidad.
ResponderEliminarMe tienes aquí enganchada, esperando ver tus entradas.
Besos, amiga
Sólo se escapa de mi boca un "tierra, trágame". Todo se cpmplica y no sé dónde esconderme. Lo que tengo claro es que no iré a la boda de Anto, no por desprecio a ella, sino porque supondría poner en grave peligro mi vida y las de mis futuros hijos.
ResponderEliminarEn fin, tendré que empeorar en mi estado de salud. Que Vesta me asista y no se interprete esto como una provocación a los dioses para que descarguen sobre mi persona males que no merezco.
Besos entre tanta presión, querida Isabel.
En menudo compromiso ha quedado expuesta REA SILVIA!!!!
ResponderEliminarP.D.:Estoy segurísima de que a las Vestales alguna idea se les ocurrirá con el fin de resguardarla... :)
BESITOS QUERIDA AMIGA =)
Difícil situación la de Rea Silvia, seguro que todo se resolverá bien.
ResponderEliminarBicos
tenemos un monton de nerviosas en este capitulo. Aurelia, Rea Silvia, Anto y todas con motivos tan distintos. En cuanto a Acca, dadas las circunstancias es la unica serena, o quizas todavia aturdida por los golpes y la violacion. Aunque seguramente como siempre sucede el azar se encarga de muchas cosas, sino es Divaida.
ResponderEliminarmuy dificil situacion..
ResponderEliminarte dejo un abrazo!
Bueno, vamos a ver qué pasa. Hay que estar atentos, y puede ser divertido mostrar que la hija vestal de mi enemigo y hermano, está embarazada. Esto puede ser el final de esa familia que ha osado enfrentarse a mí. Les está bien merecido. Espero ansiosamente ese momento.
ResponderEliminarRey Amulio.
Querida Isabel, me estás creando una esquizofrenia tremenda ya no sé si soy el rey Amulio o simplemente un bloguero. Mi vida después de esta novela no volverá a ser igual.
Besos
Salud y República
Espero que Énule y Camilia encuentren la solución al dilema, pohh diohhh, pobre familia!
ResponderEliminarMe ha encantado la solidaridad entre mujeres. Ha sido estupendo.
Pero esa visita de Anto me ha puesto de los nerviosssss, aarrgg!
:D
Un beso
Qué fuente y derroche de creatividad!
ResponderEliminarBesazos
Mis asombros no se detienen. Eres una maravillosa contadora de historias. Gracias...
ResponderEliminar¿Más presión cruel Isabel? No puedo soportarla después de ser violada. Pero la solidaridad entre féminas me da animos y sueño con la venganza. !Ave! mujeres decentes, amigas de Acca.
ResponderEliminarMe da lástima la niña Anto tan enamorada de su guapo prometido...Ingenuidad, que los Hados le sean propicios. Pero esa boda, ese encuentro con el despiadado Amulio y la sierpe de su esposa !me huele muuuuy mal!
Ten piedad Isabel, que las cosas no están para soportar más presiones. Besitooos en áscuas.
Por Júpiter, la cosa está cada vez más difícil, más tensa y peor..
ResponderEliminarMenos mal que, al menos, Acca Larentia ha sido ayudada y confortada. Si es que Prátex y Catión son de la peor calaña.
Ruco debería salir a buscarme.. Seguro que la música de mi siringa calmaría el dolor de la madre violada.
Mi pobre Rea Silvia cada vez lo tiene más difícil. A ver cómo sale de esta.
Mi querida escritora, tú eres capaz de sacarla de situaciones aú peores que ésta con maestría, porque los dados estarán ya echados pero es increíble lo que están creando con tan escasos mimbres históricos. Y que aTito libio no se le ocurra llevarte la contraria.
Enhorabuena por la crítica y la recomendación de Prisa.
Un abrazo bien fuerte, querida Isabel.
Fe de erratas:
ResponderEliminarEstáS creando tú y nadie más. Tito Livio me correría a gorrazos si viera cómo lo he escrito. Malditos correctores....
Más abrazos,Isabel
Con un poco de retraso...pero ya me he puesto al día...
ResponderEliminarCrueldad y ternura, amistad incondicional y odio irremediable, esperanza y desconsuelo, todo sabiamente mezclado en sus justas dosis por tu pluma, Isabel.
Destacar una frase:
<< ¡Qué voluble es Fortuna, qué veloz gira su rueda! En un parpadeo pone abajo lo que estaba arriba y al oriente lo que miraba a poniente.>>
¡¡Qué gran verdad...!! Nada que añadir.
Para tí un besazo y mi gratitud.
¿Hay alguna posibilidad de comprar todo lo que publicas ? Saludos.
ResponderEliminarPerros. Que necesitan ayuda y que encarnan los miedos que persiguen; que dan a luz con la alegría de sus dueños y que se multiplican amenazantes, como en la mejor tradición clásica: corza devorada por sus propios perros. Sigo, sigo viendo hacia ambos lados en este estupendo panorama de tu mundo, de tu Roma.
ResponderEliminarMenudo compromiso para Rea y sus padres. Veremos cómo resulta esto, porque si se ve la pobre Rea obligada a acudir a la boda de su prima, sus más de cuatro, quizá cinco o seis lunas de embarazo será difícil de ocultar. Un saludo.
ResponderEliminarAy, amigos, que se me ha vuelto a amontonar la faena y no os he contestado individualmente. ¡Espero que seáis conmigo tan benevolentes como con Rea Silvia! Esta niña también a mí me está haciendo sufrir... Besos enormes para todos.
ResponderEliminarYo también sueño con ajustarle las cuentas a los dos malvados e indignos, como dice Natalí.
ResponderEliminarSí que nos está haciendo sufrir la niña, ay Rea Silvia, qué vamos a hacer, cómo no se manifieste marte, qué se yo, sigue contando con las buenas energías de Silana, escucha el aire como hace vibrar las frágiles encinas de mi bosque, murmuran palabrs mágicas, invocaciones divinas en tu ayuda, querida Rea Silvia.
Nada más terrible hay en la vida que el encuentro con una persona feliz, entusiasmada que habla a quien quiere sin saber de los sufrimientos de este, Anto, si tu supieras.
Precioso. Un gran abrazo, querida Isabel.
La sola mencion a la casa de las Vestales hace que uno caiga en la ensoñacion...
ResponderEliminarMagnifico como va evolucionando la novela.
Un abrazo, amiga