Resumen anterior: Rea Silvia iba a ser trasladada a un lugar secreto. El pordiosero Alec, que por intuición había seguido al malvado Prátex al interior del bosque sagrado de Silana, era el único de los amigos de Rea Silvia que había descubierto ese lugar.
(VII)
En el extremo más recóndito del bosque sagrado de Silana, apostado entre los matorrales y las encinas, el pordiosero Alec vigilaba al grupo de hombres que, dirigidos por Prátex, trabajaba desde el amanecer. Habían abatido varios árboles y despejado de matojos el claro del bosque junto a los murallones de roca que cerraban la hondonada por tres lados. El trabajo se había organizado por grupos: mientras unos talaban, otros limpiaban los troncos quitándoles las ramas y la corteza en el mismo lugar donde habían sido abatidos y un tercer grupo los transportaban hasta la hondonada, donde ya habían perforado los agujeros en el suelo para asentar los postes. Era evidente que estaban construyendo una cabaña.
A ratos Alec cabeceaba. Había visto construir muchas chozas en su vida y no sentía especial curiosidad por ésta, así que se limitaba a tener los oídos alerta y echar una ojeada a los hombres de vez en cuando. Hacia el mediodía, los recios postes de sustentación estaban clavados en su sitio y un montón de leños finos, limpios de ramificaciones y de hojas, se apilaban en el suelo en espera de ser usados. Aun cuando el trabajo avanzaba deprisa, quedaba mucho por hacer: cortar, limpiar y colocar en su sitio la viga cumbrera para sostener el tejado en su punto más alto y asegurarse de que asentaba bien; levantar las paredes de adobe, atar las vigas y los leños con cuerdas, formando el armazón sobre el que debía colocarse, por último, la paja del tejado.
Los hombres hicieron un alto para descansar y comer. El olor de los quesos llegó hasta la nariz de Alec y un retortijón de hambre le contrajo el vientre. Mientras cavilaba sobre cómo calmarla oyó a Prátex llamar a gritos a tres de ellos y, urgido por alguna razón que no alcanzó a escuchar, ordenarles retomar el trabajo enseguida. Les hizo con la mano un gesto para que lo siguieran y se puso en marcha a grandes zancadas. Como si también lo hubiera convocado a él, Alec se puso en pie y los siguió. Al menos así distraería el vacío del estómago y estiraría las piernas, entumecidas después permanecer de tanto tiempo sin apenas moverse de su escondite.
Salieron de la hondonada remontando la cuesta y penetraron en la zona más espesa del bosque, desandando el camino recorrido esa misma mañana antes del amanecer. Prátex abandonó la senda, se apartó unos cuantos pasos hacia su derecha y señaló a los hombres un árbol de porte muy alto. Los leñadores empuñaron sus hachas y se pusieron al tajo. Alec buscó con la vista dónde apostarse. A la izquierda de la senda, entre la espesura, vio unas cuantas rocas sueltas. Ofrecían un buen resguardo y en la maleza que las rodeaba encontraría raíces comestibles. Apoyó la espalda en una de las piedras y comprobó que podía vigilar desde allí con bastante seguridad: entre él y los leñadores se interponía el sendero y abundantes árboles y matorrales. Mientras se llevaba una raíz a la boca, se preguntó qué habría ocurrido con Rea Silvia.
El sol se abatía como una lanza de oro sobre la superficie del lago Albano cuando el rey Amulio y un grupo reducido de criados, ascendiendo entre los bosques desde la orilla del lago, alcanzaron el camino del santuario de Júpiter Latiaris. Venían empapados de sudor, con las aljabas en bandolera y los arcos colgados al hombro. Varios patos y otras aves acuáticas, atadas por las patas con una cuerda, colgaban del cinturón de cuero de uno de los criados, quien también empuñaba una lanza corta. Se sentaron a descansar en un ribazo, al borde del camino.
- Ve a la fuente sagrada de Silana y trae de beber – ordenó el rey Amulio a uno de sus siervos –. Allí habrá un hombre de Prátex: dale recado para que le avise y venga a encontrarme aquí. Comeremos un bocado.
Había sido una buena idea salir a cazar. Criseida era muy obstinada, pensó Amulio, pero con frecuencia tenía razón y lo aconsejaba bien. Respirar el aire de los bosques, gritar a sus hombres, ejercitarse en el manejo del arco para no perder práctica ni puntería, cobrar buenas piezas, eran actividades adecuadas para el día posterior a la boda de su hija. Que ninguno de sus súbditos pensara que el exceso de comida durante el banquete o la abundante bebida habían restado brío o disminuido el vigor de su rey. Sus hechos debían proclamar que era el primero en todo: el más temible con la lanza y la espada, el más hábil en la cacería, el más resistente en la lucha, el más inflexible y firme al tomar decisiones, el más cruel. Sí, inspirar miedo le parecía fundamental para mantener sobre la cabeza una corona. Cuanto más miedo, mejor.
Los criados habían sacado ya de sus zurrones tortas de espelta, cebollas, quesos frescos y curados, cuando regresó su compañero con un odre lleno de agua y acompañado de Prátex. Comieron en silencio y, al terminar, el rey ordenó a sus hombres que lo esperasen sin moverse de allí hasta su regreso. Se levantó y se alejó con Prátex. Sólo cuando desaparecieron de su vista los criados y comprobaron que no había nadie por los alrededores, el rey y su sicario penetraron en el bosque de Silana.
- Espero que el sitio elegido esté tan oculto como me has asegurado – dijo el rey.
- Tu mismo vas a verlo, señor – respondió Prátex avanzando por la solitaria senda –. Mañana mismo tendremos terminada la cabaña.
- ¿Mañana? ¡No! No quiero tener a la zorra de mi sobrina en mi propia casa. Esta noche te la entregaré, a ella y a su sierva. Si no está terminada la cabaña, que duerman al raso.
- Tú das las órdenes, mi rey. Piensa, no obstante, que los criados que me has proporcionado no saben para qué o para quién están construyendo la cabaña, pero si ven a las mujeres… No será fácil mantener este lugar en secreto.
Amulio no contestó. El follaje cada vez más tupido dificultaba el paso del sol. De la tierra brotaba una neblina que desdibujaba los contornos y sumía el bosque en un silencio inusual: apenas escuchaban el crujir de la hojarasca y de las ramitas que se quebraban a cada paso bajo sus pies. Habían dejado atrás el ramal que llevaba a la fuente de Silana y, percibiendo con intensidad lo opresivo del ambiente, Amulio juzgó que su sicario había elegido con acierto el lugar donde ocultarían a Rea Silvia: nadie se adentraría en ese bosque por gusto.
- Cuando acaben su tarea, mátalos – dijo de pronto.
- ¿Quieres que mate a tus criados? – respondió Prátex sin ocultar su extrañeza.
- Ya me has oído. Nadie debe saber dónde escondemos a Rea Silva, salvo nosotros dos, y un par de hombres de tu estricta confianza para que vigilen el lugar.
- No podré matarlos yo solo – objetó Prátex.
- ¿He de enseñarte yo cómo hacer tu trabajo? – bufó Amulio –. Engáñalos, mátalos de uno en uno o haz que se despellejen unos a otros. Y escúchame bien: no quiero que esos hombres ni ningún otro maltrate a las mujeres ni se les acerquen. Son intocables. De la vida y la seguridad de Rea Silvia respondes con tu cabeza. En cuanto a este lugar y a la cabaña que será su prisión, ¡ni una palabra a la reina!
La ninfa Silana, que ya les había mostrado su aspecto más hosco, indignada al conocer los planes criminales que perpetraba el rey Amulio en sus propios dominios, no pudo contener su enojo y su desagrado: envió una violenta ráfaga de aire que sacudió el bosque entero y lo ensombreció aún más, revolviendo ramas y hojas, levantando hojas muertas y silbando una canción siniestra. Como una advertencia llegó hasta ellos el golpeteo de las hachas. Al escucharlo, Prátex informó al rey que estaban próximos al lugar donde sus criados talaban el árbol de cuyo tronco saldría la viga cumbrera para la choza. Y aún debían recorrer un buen trecho hasta llegar a la hondonada donde quedaría aislada Rea Silvia.
De pronto se oyó un crujido espantoso envuelto en un fragor de ramas, chillidos de pájaros y pasos de animales huyendo a la carrera. Una fulminante oscuridad se abatió sobre el bosque de encinas, como si el cielo se viniera abajo. Y en cierto modo, así era. Delante mismo del rey, casi rozándole la cara, cayó con gran estrépito el árbol que estaban talando sus criados. El grueso tronco golpeó el suelo, rebotó levantando una polvareda y quedó atravesado en medio del camino. Sus ramas habían aplastado las de otros árboles, quebrándolas al caer y arrastrándolas al suelo.
Amulio, que había saltado hacia atrás, se quedó pálido. Había visto la muerte tan cerca, que las piernas no lo sostenían. Apoyado en una encina imprecó y blasfemó contra la ninfa Silana y todas las divinidades de los bosques y, puesto que la ninfa le había cortado el paso de tal modo, renunciaba a seguir hollando ese suelo con sus reales plantas. ¡Maldito fuera aquel lugar y malditos cuantos seres mortales e inmortales lo habitaran! Gemía el viento entre el follaje, el polvo volvía a caer lentamente despejando el aire y un sonido indefinible, como el grito de un ave o una carcajada, quién sabe si de satisfacción o de cólera, recorrió el bosque entero.
El pordiosero Alec, que había presenciado la llegada de Amulio y Prátex desde su refugio, no pudo ni siquiera gritar: golpeado en la cabeza por una de las ramas más altas del árbol abatido, había quedado tendido entre las rocas y de su frente manaba sangre en abundancia.
* La fotografía del árbol envuelto en niebla, tomada en la Cumbrecita, Córdoba, Argentina es obra de Alexandria Faderland, nuestra Calisto en la novela de la fundación de Roma. El resto de fotografías son de Isabel Barceló.
Que el pordiosero sobreviva, que es nuestra esperanza.
ResponderEliminarBellísima la fotografía tomada en la provincia de Córdoba,esa ciudad tiene paisajes realmente de otro mundo!!!
ResponderEliminarP.D.:En cuanto al relato,nuevamente me dejas ansiosa,ahora con ALEC tumbado inconciente y las órdenes recibidas por PRÁTEX dejan un panorama bastante sombrío en la historia...
BESITOS PROFUNDOS ISA AMGIA :)
La ninfa Silana me protegerá cuanto pueda, pues sé que el destino está escrito y apenas me rebelo contras los designios de los dioses; pero, en los días que me queden de existencia, sé que Silana será mi aliada y la noble Claudia Hortensia velará por el pordiosero amigo.
ResponderEliminarEstupendo, Isabel. Avanzamos hacia mi final para que surja Roma, el imperio. Valga mi sacrificio por la fundación de una de las ciudades que está llamada a ser una de las más bellas del mundo.
Un grandísimo abrazo, querida amiga.
Mucha acción en una prosa atrapante. Abrazos.
ResponderEliminarExcelente narrativa, y qué pena que la vigilancia del pordiosero Alec al final quedase trunca por el árbol caído; o quién sabe, yas veremos en los siguientes capitulos. Un besote Isabel
ResponderEliminar¡Pobre hombre! tanta vigilancia para acabaar abatido por un árbol, esperemos que se recupere. Cada vez más interesante, Isabel.
ResponderEliminarBesitos
Me dio escalofríos el final, pero a la vez, sentí la potencia del bosque, de sus árboles, de las aves.
ResponderEliminarSe va acercando el final inexorablemente. Ya podría haberle pedido Silana prestados a Júpiter un par de rayos y haber fulminado a Amulio y Prátex...
ResponderEliminarUn abrazo, querida Isabel.
Cuando nos haces creer que todo va a ir por sitio, nuevo giro intrigante. Felicidades una vez más. ¿Sabes? Yo he estado en al Cumbrecita.
ResponderEliminarD.
Esperemos que el pordiosero Alec se recupere, él es la única esperanza de Rea Silvia.
ResponderEliminarAlgo se me escapa, porque no sé por qué el rey no quiere que su esposa sepá dónde está su sobrina.
Qué fácil y ameno resulta leerte.
Feliz semana.
Mucho me temo que Alec morirá, llevándose el secreto con él... Amulio no quiere que Criseida sepa nada, no se fía, quizás en una debilidad se lo diga a su hija... qué bosque más enigmático, impenetrable... y el lago...
ResponderEliminarFelicidades, Isabel. Cómo describes, cómo nos acercas a ese bosque de Silana, al cruel Amulio, al mendigo Alec... Un beso, querida amiga
De nuevo nos dejas en ascuas. Maravillosa descripción de las fuerzas del bosque.
ResponderEliminarUn abrazo.
Está claro que el impresentable de Amulio practicaba la máxima de "mejor ser temido que amado". Por cierto, qué mala puntería la de Silana con la mala gente y qué buena con el que no tiene culpa de nada. A eso se le llama "efectos colaterales".
ResponderEliminarUn saludo.
Querida Isabel, eres fantástica. Tu narrativa me atrapa y me impide dejar de leer. Menos mal que el relato nos lo vas sirviendo poquito a poco y, como no hay más que lo publicado, me veo obligado a dejarlo; de lo contrario estaría leyendo todo el día.
ResponderEliminarGracias por transportarme a las escenas y hacerme sentir testigo privilegiado de los hechos que narras.
otro final con suspense...
ResponderEliminarQuién pudiera contar hoy día con la protección de la ninfa Silana. Pero me temo que dioses y ninfas se han olvidado de nosotros.
ResponderEliminarEsperemos que proteja también al pobre Alec!
Feliz día
Bisous
¿Siempre habrá quien nos eche una mano en los momentos angustiosos? Si no es algún humano, que al menos sean las fuerzas de la naturaleza quien entienda de la trascendencia del momento. Y que los dioses favorezcan a Rea silvia y sus dos criaturas, destinadas a grandes empresas.
ResponderEliminarUn abrazo, Isabel.
No me extraña que Silana se haya enfadado, demasiada maldad junta en su bosque. Pero Alec, ¿por qué tiene que pagar él?
ResponderEliminarBicos
Ay madre! Que no se entere Criseida de que su manejable esposo le oculta intenciones!
ResponderEliminarY qué quiere Amulio?
Esperar a que Rea Silvia tenga a sus hijos?
Huy, y el pordiosero Alec de espía, me encanta! Aunque se ha quedado el pobre con un ramazo en la cabeza...esperemos que espabile y siga con las pesquisas...
Interesantísimo el capítulo!
:D
Me he sumido en un reflexivo silencio, admirada por la reacción de los asistentes a la demostración de mi fuerza divina.
ResponderEliminarDeclaro amparados bajo mi poder benévolo a los protagonistas y comentaristas de las palabras de mi protegida, la Romana, que con bellas y dignas palabras hace justo honor a la memoria de mis actos y prodigios.
Bajo mi custodia y defensa, preservado por la sombra de mis encinas, declaro este blog y a todos aquellos que le rindieran honores.
Esta pequeña muestra de mi enfado, sea notada por los que con criminales intenciones buscaban profanar, violentar, rasgar la carne y el alma de Rea Silvia.
Ay de aquel que no quiera escuchar mi advertencia, ay de aquel que con su espíritu soberbio procure afrentarme y retar mis fuerzas.
Ay de quien ni siquiera procure escapar. Pagarán por cada astilla arrancada de mis árboles, por la sangre que brotó de un inocente.
Mis sacros hontaneres mancillados por humana soberbia. El arroyo de mi divino manantial hollado por infames pies.
Mi ira recordará aquella del héroe griego. No ha de ser menor mi venganza.
La ninfa Silana.
Ay por favor, pobre pordiosero, que se tapone la herida y lo puedan curar…
ResponderEliminarCasi creo que a nuestra protagonista le irá mejor allí en el refugio del bosque que en su actual emplazamiento… aunque esté Prátex por ahí rondando, el bosque la cuidará…
Hola mariajesusparadela, me uno a tu súplica: que sobreviva Alec, nuestra esperanza... Besos.
ResponderEliminarHola gabu, sí es feo el panorama. Pero he de decir con Rea Silvia: ¡Nacerán los gemelos! Y eso ya es algo... Un abrazo, querida amiga.
Hola isabel martínez barquero, estoy convencida de que Silana te protegerá, igual que otras deidades femeninas como Diviana y Vesta. Ellas se conjuraron para estar a tu lado y así lo harán. Y esperemos que las mortales estén también acertadas... Un abrazo.
ResponderEliminarHola fgiucich, me alegro de que te haya gustado este capítulo. Besitos.
Hola el Drac/pordiosero Alec, cuando las divinidades se enojan y dejan sentir su cólera suelen pagar todos los mortales. Es lo que tiene ofender a una diosa... Esperemos que Alec se recupere. Besitos.
ResponderEliminarSaludos, elysa, ciertamente Alec ha corrido riesgos. Con todo, me parece menos grave ser herido por un árbol caído que caer en manos de Prátex... Besotes.
Hola clarice baricco, las fuerzas de la naturaleza se han hecho sentir y creo que Amulio ha entendido el mensaje. Otra cosa es que esté dispuesto a seguirlo. Besitos.
ResponderEliminarHola freia, nos hubiera encantado ver fulminados a Prátex y a Amulio, pero como bien decía Claudia Hortensia al hablar del borrachín Catión, hasta sujetos tan despreciables como esos hacen falta para que se cumpla una gran empresa. Besazos.
Hola dolors jimeno, creo que has estado por todas partes, porque eres una viajera incansable y, además, atentísima a todo cuanto te rodea. Las fotos que me mandó Alyx son una maravilla. Un abrazo.
ResponderEliminarHola mercedespinto, creo que Amulio no quiere que se entere Criseida porque piensa que a ésta, en un momento de ira, se le puede escapar algo... O quizá tema de ella algo más. No hay que olvidar la obsesión tan grande que tiene Criseida con matar a Rea Silvia. Amulio no querrá que se le adelante... Me satisface que estés disfrutando. Besotes.
Saludos, mª antonia moreno, creo que reflejas muy bien los temores de Amulio. En cuanto al bosque de Silana, si era tan impenetrable como los bosques que ocupan ahora el solar de Alba Longa, su sola vista debía estremecer. Besos, querida amiga.
ResponderEliminarHola isabel, no seríamos capaces de leer esta historia si no estuviéramos en ascuas, si no deseáramos saber cómo sigue, aunque conozcamos el final. Besos, guapa.
Hola cayetano, Amulio, como tantos otros reyes, consideraba más eficaz ser temido que amado. Bueno, y que el ser cruel le salía de natural... En cuanto a Silana, como toda buena fuerza de la naturaleza se expresa a su antojo sin reconocer inocentes o culpables entre quienes han de sufrir sus efectos. Desde esa perspectiva, todos son iguales... Besitos.
ResponderEliminarHola sahara.es, espero que alguna vez esta obra vea la luz escrita y muchos lectores se sientan incapaces de dejar de leer... Eso es lo que más satisface a los autores, saber que sus lectores disfrutan tanto al leer como ellos al escribir. Un abrazo muy fuerte.
Hola pedro ojeda escudero, sin suspense no hay novela por entregas... Besotes.
ResponderEliminarSaludos la dame masquée, creo más bien que somos los humanos quienes nos hemos olvidado de las ninfas y todas esas criaturas sagradas que poblaban el mundo. Si las recordáramos, no nos atreveríamos a vejar sus territorios, a depredarlos como lo hacemos. Quizá nuestro olvido ha propiciado que ellas nos hayan olvidado también. Beso su mano, querida madame.
Hola virgi, cierto que necesitamos sentirnos acompañados en los momentos críticos. Al menos Silana ha hecho saber a Amulio que es persona "non grata" en su bosque: eso librará a Rea Silvia de ulteriores visitas suyas ¿no crees? Esperemos contar con la benevolencia de la ninfa... Besos.
ResponderEliminarAy, dilaida, ¿por qué tantos inocentes han pagar por las culpas de otros? ¿Por qué, incluso, con frecuencia los culpables salen bien librados de esos trances? Es un enigma doloroso pero insolubre. Con todo, no perdamos la fe en Silana. Besitos.
Hola áfrica, Amulio ya sentenció en su día que el hijo (él cree que será uno solo) de Rea Silvia será arrojado al río en cuanto nazca y ella azotada con varas hasta la muerte. Cuando Criseida le reprochó que no la hubiera hecho ejecutar al instante, él argumentó que era de mal agüero matar a una mujer encinta. En cuanto a Alec, tiene buen instinto. Esperemos que el golpe no sea grave. Besitos.
ResponderEliminarNos has hecho estremecer, ninfa Silana/Elena Clásica: tus palabras nos amparan porque responden a las intenciones de tu corazón, nos sentimos seguras ante tu decisión de protegernos. Así ya pueden venir tiempos difíciles, problemas,iniquidades,malignas intenciones, envidia, odio: tú nos proteges. Y, lo que es más, te dispones a castigar a quienes nos ofenden, a quienes buscan dañarnos. ¡Ay, divina Silana, ojalá pertenezcas al género de las ninfas inmortales, ojalá tu aliento aún esté vivo y sea capaz de exhalar dulzuras para Rea Silvia y cuantos la aman y veneno para sus enemigos!
ResponderEliminarSoy también de tu opinión, gata romana, la proximidad de Amulio y Criseida es mucho más peligrosa que el aislamiento bajo la protección silenciosa y efectiva de la ninfa Silana... Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminar!Salve! dulcísima Silana, ofendida en tus entrañas, te lo suplico, castiga con furor los impúdicos actos de Amulio, salva al pordiosero, protege a nuestra inocente niña !oh! Silana, tengo fe en tu natural poder, bosque, manantial, florestas sagradas, pero temo que no sean bastantes tus empeños, amada, amiga Ninfa.
ResponderEliminarIsabel, con retraso se comento, sigo con problemas de salud que me tienen apartada de los blogs y comentarios, sin embargo, a mi ritmo, ten por seguro que leeré tus letras que me tienen, insisto, fascinada.
Besitos.
Menos mal que las ninfas siempre han apoyado a las mujeres, porque nuestro amigo el rey tiene muy malas pulgas...
ResponderEliminarUn abrazo, amiga
Solo una pequeña muestra del poder de Silana, tan cruel sera la venganza como las acciones de los malvados,no hay impunidad posible.
ResponderEliminarUn abrazo extrañada y venerable dama.
La Naturaleza se venga de Amulio y de los malvados que violan el bosque por el mero hecho de hacer el mal a Rea Silvia. El árbol se le tenía que haber caído encima.
ResponderEliminarBesos
Hola natalia tarràco, me sumo a tus súplicas a la ninfa Silana, estoy segura de que ella nos escuchará.
ResponderEliminarEspero que te vayas mejorando, necesitamos a Acca Larentia en plena forma... Un beso enorme y terapéutico.
Hola antiqva, malas pulgas y malísimas intenciones tiene Amulio. Espero que Silana y las demás divinidades implicadas lo pongan en su sitio tarde o temprano. Besos.
ResponderEliminarHola querida américa, yo también espero que, llegado el momento, Silana sepa tomar la venganza que todos consideramos justa: que pague por todo el sufrimiento que ha infligido a su hermano Númitor y su familia. Besos, guapa.
ResponderEliminarHola carmenBéjar, por mi parte agradezco a Silana que no le haya dado con el árbol al cruel Amulio: se nos habría acabado la novela... Ja, ja. Amulio se merece un buen "arbolazo". Besitos.
ResponderEliminarRea Slvia sabe lo que debe hacer y se encuentra protegida. La inseguridad de su próximo trance debe provocar en ella una tensión añadida.
ResponderEliminarSeguiremos con pasión los acontecimientos.
Un abrazo, Isabel.