Resumen: Rea Silvia se había enfrentado a su tío el rey Amulio. Éste tenía previsto entregarla a ella y a su doncella Tuccia a Prátex esa misma noche para que las llevara al escondrijo secreto preparado para aislarla. A tal fin había citado en la cabaña real a la Vestal Máxima y a Tuccia.
(IX)
Cuando la Vestal Máxima Camilia y la doncella Tuccia llegaron a la cabaña real, los centinelas de la puerta, como venían haciendo con todos los visitantes que habían acudido a ver a los reyes ese día, les impidieron la entrada. Les sugirieron dar la vuelta a la cabaña y dirigirse hacia el prado que se extendía por su parte trasera. Aunque no había caído la noche, la reina Criseida había ordenado encender las antorchas que iluminaban la hierba y el bosquecillo de arces junto al cual había permanecido toda la jornada. Las llamas ondulantes arrojaban sombras sobre su rostro, acentuaban sus rasgos más duros, el ceño fruncido, la boca contraída. Una desagradable sonrisa le asomó a los labios cuando vio acercarse a la vestal.
- No creo que Alba Longa haya contado jamás con una Vestal Máxima tan incapaz como tú – fueron las despectivas palabras que espetó a Camilia, sin ponerse en pie siquiera para mostrarle respeto.
La vestal no dio signos de sentirse afrentada. En silencio y muy erguida, tomó asiento en un escabel que le llevaron los criados. La doncella Tuccia dejó en el suelo el hato que había hecho con la ropa de Rea Silvia y se quedó de pie, justo detrás de Camilia, manteniendo los ojos bajos y sin atreverse a mirar a la reina.
- El rey Amulio me ha ordenado venir aquí. ¿Crees que tardará mucho en atenderme? – preguntó Camilia con voz calma.
- ¡No sirves ni para llegar a tiempo a una convocatoria! El rey te ha ordenado que vinieras al atardecer y ya es casi de noche. Ahora está muy ocupado y no puede recibirte. Vuelve mañana. Y lleva cuidado, no vaya a descarriársete entretanto otra vestal.
Sin responder a la provocación, Camilia hizo ademán de levantarse, pero la reina la detuvo con un gesto.
- Conmigo no te hagas la digna – estalló –. Tú sabías de los amores sacrílegos de Rea Silvia, conocías su embarazo y lo has ocultado deliberadamente. Tienes mucha culpa, por no haberla vigilado como era tu obligación.
- ¿Me crees capaz de impedir que se cumpla la voluntad del dios Marte? En tal caso, estás menos informada de lo que creía – respondió la Vestal Máxima Camilia – pues ni yo, ni ninguna otra persona tiene poder para oponerse a los designios de los dioses.
- ¡Designios de los dioses…! ¿Ahora se llama así al hecho de que una vestal se revuelque con un hombre como las cerdas?
- Con tus palabras pretendes transformar en algo sucio y repugnante un acto de voluntad divina: Marte ha engendrado dos hijos en el vientre de Rea Silvia. Pronto lo verás. ¿Te ríes? – siguió diciendo la Vestal Máxima, viendo la burla instalarse en la boca de Criseida –. ¿Tan pronto has olvidado la profecía de la adivina Celia?
- ¿Te refieres a esa vieja loca y deslenguada? – la reina se enderezó en su asiento y crispó las manos –. ¡Si no sabe ni decir su nombre...! Me río de sus estúpidas palabras y me asombra que tú, que te crees tan lista y tan piadosa, te tragues sus simplezas.
- Creo la profecía de Celia, sí. Y, aunque te pese, muchos albanos la recuerdan, porque la pronunció en público el día del funeral del hijo de Númitor. Te señaló con el dedo, para que no hubiera dudas, y dijo: “Tus crímenes no quedarán sin castigo. La venganza vendrá de la mano de los nietos de Númitor”. Puesto que Rea está encinta, se ha cumplido ya una parte, ¿no te parece? – añadió, al ver el rostro cada vez más congestionado de la reina, que apretaba los dientes y los puños.
- ¡No sé cómo mi marido no ha ordenado arrancarte la piel a tiras! – logró decir Criseida entre dientes.
- Tu marido, señora, es más prudente que tú – respondió Camilia, sabiendo que aún la enfurecerían más esas palabras –. Y ahora, me marcho. Volveré mañana como me has aconsejado.
- ¡Vete, sí, vete en mala hora! Tu criada, en cambio, que se espere. Le daré algunas instrucciones sobre la ropa y objetos que necesita preparar para llevarle a Rea Silvia.
Camilia inclinó la cabeza en señal de asentimiento y de despedida, se levantó de su asiento y le indicó a Tuccia que esperase, tal como había ordenado la reina.
Cuando la Vestal Máxima desapareció de su vista, Criseida dio rienda suelta a su rabia: golpeó con el puño la madera del banco, se puso en pie, caminó con pasos cortos, arriba y abajo, mascullando palabras ininteligibles.
La estúpida Camilia tenía razón, ¿y si se estaba cumpliendo el vaticinio de Celia? ¡Su marido era un tonto y ella misma también! No debería haberle permitido que dejase a Rea Silvia con vida hasta el parto. ¿Era de mal augurio matar a una embarazada? ¡Menuda estupidez! ¿Qué le importaban a ella los augurios? Mil veces más peligroso era dejarla parir. Si se obraba el prodigio de que alumbrara gemelos, con más fuerza creerían todos en la patraña de que eran hijos de un dios. Y, además, ¿quién le aseguraba a ella que su marido se mantendría firme, que no vacilaría en hacerlos matar, que no rectificaría su decisión de arrojarlos al río si, ante un parto doble, llegara a creer que los hijos de Rea eran de estirpe divina?
Ella no creía que Rea fuera a tener gemelos, pero la muchacha había demostrado ser muy lista y hábil para los engaños. ¿Y si conseguía otro recién nacido para juntarlo con el suyo y fingir que había parido dos? No, no pensaba arriesgarse. Y mucho menos le comunicaría sus temores a su marido. Lo que era preciso hacer, debía decidirlo y llevarlo a cabo ella misma, con sus propios medios. Debía pensar, pensar y pensar, buscar el modo de impedir que Rea alumbrara a su hijo. Ese infante jamás vería la luz. No sería tarea fácil conseguirlo, pues Amulio se había negado incluso a decirle dónde pensaba ocultar a Rea Silvia. Sin embargo, estaba decidida a conseguirlo y no cejaría en su empeño. Como que su nombre era Criseida, ese niño no nacería.
La Luna, misteriosa y materna, bañaba de plata el lago Albano y los bosques que rodeaban la ciudad de Alba Longa, cuando se abrió la puerta del cuarto de Rea Silvia y una voz áspera le ordenó salir.
Se incorporó ella del lecho, donde estaba reposando a oscuras, y obedeció sin decir nada. El salón principal estaba en sombras, iluminado apenas por una solitaria tea junto al sitial, vacío, del rey. Un estremecimiento le recorrió la espalda y la hizo vacilar al ver ante sí la figura de Prátex. Sujetaba una antorcha con la mano derecha, dejando ver en el brazo levantado la potencia de sus músculos. Más que distinguirle los ojos, adivinaba su brillo oscuro, la crueldad en sus labios. Recortado por la luz contra un fondo oscuro, aún parecía más alto y amenazador. El cabello largo le confería un aspecto selvático.
- Sígueme sin hacer ruido ni hablar – le dijo –. Te amordazaré si dices una sola palabra.
¿Qué significaría esto? ¿Por qué le daba órdenes ese asesino? ¿Dónde estaban Amulio y Criseida? El hielo congelaba las venas de Rea Silvia y por un instante se sintió invadida por el pánico. Quizá su tío, encolerizado por el enfrentamiento que habían tenido poco antes, había decidido matarla. “Dios Marte, padre y esposo mío, socórreme, no me abandones. Madre Vesta, ven en mi ayuda.” Eso susurraba para sí, con las manos cruzadas sobre el vientre en un gesto protector, mientras seguía a Prátex a través del salón y de la cocina para salir al prado por la puerta trasera. Allí vio brillar otra antorcha. Y a su luz, la silueta encogida de Tuccia.
Sin pensarlo, echó a correr hacia ella, adelantándose a Prátex. Tuccia, asombrada, la vio venir y le salió al encuentro. Se fundieron en un abrazo que duró apenas unos instantes, pues la manaza de Prátex tiró violentamente del brazo de Tuccia y las separó.
- Ya tendréis tiempo de abrazaros. ¡Os hartaréis de veros las caras! – dijo –. Ahora, callaos y andad. No os separéis de Catión, caminad rápido y sin aspavientos. No quiero ruidos. Yo iré detrás y tumbaré de un golpe a la primera que me desobedezca.
Un hombre al que no conocían recogió las antorchas, las fijó en unos soportes clavados en la hierba del prado y a continuación se cargó a la espalda varios bultos apilados allí. Tuccia también llevaba en la mano el hato con el que había venido a la cabaña real acompañando a la Vestal Máxima Camilia.
- ¡En marcha! – gruñó Prátex sin alzar la voz, dando un empujón a Tuccia.
Era evidente que, para no llamar la atención, caminarían a oscuras. Rea buscó la mano de Tuccia y ambas se las apretaron para darse ánimos. El paso vacilante de Catión no le impedía ir deprisa, forzándolas a seguir su ritmo. A sus espaldas oían las pisadas del hombre que llevaba los bultos y la respiración abominable de Prátex. Pronto salieron de la ciudad y alcanzaron el camino del santuario de Júpiter Latiaris.
El corazón de Rea era un tumulto de emociones. ¿Iba de camino a la muerte? ¿La llevarían a un lugar escondido para asesinarla? El rey Amulio había dicho que hasta el momento del parto la mantendría bajo su custodia y, apenas un rato antes, le había escupido en la cara que pensaba ejecutarla él mismo, con sus propias manos. Quizá había decidido matarla enseguida. Pero, en tal caso, ¿por qué estaba con ella Tuccia? Alzó los ojos al cielo y vio la faz pálida de Luna. ¿Desde cuándo estaría allí en el cielo, propiciando la fertilidad de las mujeres, protegiendo sus partos, transmitiéndoles su serenidad?
En ese instante Catión abandonó el camino principal y tomó el que penetraba en el bosque de Silana. Rea Silvia le dirigió de inmediato una plegaria: “Acógeme, ninfa Silana, como has hecho siempre. Líbrame de una muerte inmediata. Protege a los hijos de Marte y yo te prometo que jamás abandonaré tus frondas. Te rendiré culto todos los días de mi vida y tu nombre será pronunciado con reverencia por mis hijos y los hijos de mis hijos y sus descendientes mientras nuestra sangre perdure en el mundo”. Una oleada de calor le confortó todo el cuerpo y supo que Silana aceptaba de buen grado su promesa.
NOTA: Queridos amigos, aquí os dejo un enlace para que vayáis conociendo al terriblePrátex.
(IX)
Cuando la Vestal Máxima Camilia y la doncella Tuccia llegaron a la cabaña real, los centinelas de la puerta, como venían haciendo con todos los visitantes que habían acudido a ver a los reyes ese día, les impidieron la entrada. Les sugirieron dar la vuelta a la cabaña y dirigirse hacia el prado que se extendía por su parte trasera. Aunque no había caído la noche, la reina Criseida había ordenado encender las antorchas que iluminaban la hierba y el bosquecillo de arces junto al cual había permanecido toda la jornada. Las llamas ondulantes arrojaban sombras sobre su rostro, acentuaban sus rasgos más duros, el ceño fruncido, la boca contraída. Una desagradable sonrisa le asomó a los labios cuando vio acercarse a la vestal.
- No creo que Alba Longa haya contado jamás con una Vestal Máxima tan incapaz como tú – fueron las despectivas palabras que espetó a Camilia, sin ponerse en pie siquiera para mostrarle respeto.
La vestal no dio signos de sentirse afrentada. En silencio y muy erguida, tomó asiento en un escabel que le llevaron los criados. La doncella Tuccia dejó en el suelo el hato que había hecho con la ropa de Rea Silvia y se quedó de pie, justo detrás de Camilia, manteniendo los ojos bajos y sin atreverse a mirar a la reina.
- El rey Amulio me ha ordenado venir aquí. ¿Crees que tardará mucho en atenderme? – preguntó Camilia con voz calma.
- ¡No sirves ni para llegar a tiempo a una convocatoria! El rey te ha ordenado que vinieras al atardecer y ya es casi de noche. Ahora está muy ocupado y no puede recibirte. Vuelve mañana. Y lleva cuidado, no vaya a descarriársete entretanto otra vestal.
Sin responder a la provocación, Camilia hizo ademán de levantarse, pero la reina la detuvo con un gesto.
- Conmigo no te hagas la digna – estalló –. Tú sabías de los amores sacrílegos de Rea Silvia, conocías su embarazo y lo has ocultado deliberadamente. Tienes mucha culpa, por no haberla vigilado como era tu obligación.
- ¿Me crees capaz de impedir que se cumpla la voluntad del dios Marte? En tal caso, estás menos informada de lo que creía – respondió la Vestal Máxima Camilia – pues ni yo, ni ninguna otra persona tiene poder para oponerse a los designios de los dioses.
- ¡Designios de los dioses…! ¿Ahora se llama así al hecho de que una vestal se revuelque con un hombre como las cerdas?
- Con tus palabras pretendes transformar en algo sucio y repugnante un acto de voluntad divina: Marte ha engendrado dos hijos en el vientre de Rea Silvia. Pronto lo verás. ¿Te ríes? – siguió diciendo la Vestal Máxima, viendo la burla instalarse en la boca de Criseida –. ¿Tan pronto has olvidado la profecía de la adivina Celia?
- ¿Te refieres a esa vieja loca y deslenguada? – la reina se enderezó en su asiento y crispó las manos –. ¡Si no sabe ni decir su nombre...! Me río de sus estúpidas palabras y me asombra que tú, que te crees tan lista y tan piadosa, te tragues sus simplezas.
- Creo la profecía de Celia, sí. Y, aunque te pese, muchos albanos la recuerdan, porque la pronunció en público el día del funeral del hijo de Númitor. Te señaló con el dedo, para que no hubiera dudas, y dijo: “Tus crímenes no quedarán sin castigo. La venganza vendrá de la mano de los nietos de Númitor”. Puesto que Rea está encinta, se ha cumplido ya una parte, ¿no te parece? – añadió, al ver el rostro cada vez más congestionado de la reina, que apretaba los dientes y los puños.
- ¡No sé cómo mi marido no ha ordenado arrancarte la piel a tiras! – logró decir Criseida entre dientes.
- Tu marido, señora, es más prudente que tú – respondió Camilia, sabiendo que aún la enfurecerían más esas palabras –. Y ahora, me marcho. Volveré mañana como me has aconsejado.
- ¡Vete, sí, vete en mala hora! Tu criada, en cambio, que se espere. Le daré algunas instrucciones sobre la ropa y objetos que necesita preparar para llevarle a Rea Silvia.
Camilia inclinó la cabeza en señal de asentimiento y de despedida, se levantó de su asiento y le indicó a Tuccia que esperase, tal como había ordenado la reina.
Cuando la Vestal Máxima desapareció de su vista, Criseida dio rienda suelta a su rabia: golpeó con el puño la madera del banco, se puso en pie, caminó con pasos cortos, arriba y abajo, mascullando palabras ininteligibles.
La estúpida Camilia tenía razón, ¿y si se estaba cumpliendo el vaticinio de Celia? ¡Su marido era un tonto y ella misma también! No debería haberle permitido que dejase a Rea Silvia con vida hasta el parto. ¿Era de mal augurio matar a una embarazada? ¡Menuda estupidez! ¿Qué le importaban a ella los augurios? Mil veces más peligroso era dejarla parir. Si se obraba el prodigio de que alumbrara gemelos, con más fuerza creerían todos en la patraña de que eran hijos de un dios. Y, además, ¿quién le aseguraba a ella que su marido se mantendría firme, que no vacilaría en hacerlos matar, que no rectificaría su decisión de arrojarlos al río si, ante un parto doble, llegara a creer que los hijos de Rea eran de estirpe divina?
Ella no creía que Rea fuera a tener gemelos, pero la muchacha había demostrado ser muy lista y hábil para los engaños. ¿Y si conseguía otro recién nacido para juntarlo con el suyo y fingir que había parido dos? No, no pensaba arriesgarse. Y mucho menos le comunicaría sus temores a su marido. Lo que era preciso hacer, debía decidirlo y llevarlo a cabo ella misma, con sus propios medios. Debía pensar, pensar y pensar, buscar el modo de impedir que Rea alumbrara a su hijo. Ese infante jamás vería la luz. No sería tarea fácil conseguirlo, pues Amulio se había negado incluso a decirle dónde pensaba ocultar a Rea Silvia. Sin embargo, estaba decidida a conseguirlo y no cejaría en su empeño. Como que su nombre era Criseida, ese niño no nacería.
La Luna, misteriosa y materna, bañaba de plata el lago Albano y los bosques que rodeaban la ciudad de Alba Longa, cuando se abrió la puerta del cuarto de Rea Silvia y una voz áspera le ordenó salir.
Se incorporó ella del lecho, donde estaba reposando a oscuras, y obedeció sin decir nada. El salón principal estaba en sombras, iluminado apenas por una solitaria tea junto al sitial, vacío, del rey. Un estremecimiento le recorrió la espalda y la hizo vacilar al ver ante sí la figura de Prátex. Sujetaba una antorcha con la mano derecha, dejando ver en el brazo levantado la potencia de sus músculos. Más que distinguirle los ojos, adivinaba su brillo oscuro, la crueldad en sus labios. Recortado por la luz contra un fondo oscuro, aún parecía más alto y amenazador. El cabello largo le confería un aspecto selvático.
- Sígueme sin hacer ruido ni hablar – le dijo –. Te amordazaré si dices una sola palabra.
¿Qué significaría esto? ¿Por qué le daba órdenes ese asesino? ¿Dónde estaban Amulio y Criseida? El hielo congelaba las venas de Rea Silvia y por un instante se sintió invadida por el pánico. Quizá su tío, encolerizado por el enfrentamiento que habían tenido poco antes, había decidido matarla. “Dios Marte, padre y esposo mío, socórreme, no me abandones. Madre Vesta, ven en mi ayuda.” Eso susurraba para sí, con las manos cruzadas sobre el vientre en un gesto protector, mientras seguía a Prátex a través del salón y de la cocina para salir al prado por la puerta trasera. Allí vio brillar otra antorcha. Y a su luz, la silueta encogida de Tuccia.
Sin pensarlo, echó a correr hacia ella, adelantándose a Prátex. Tuccia, asombrada, la vio venir y le salió al encuentro. Se fundieron en un abrazo que duró apenas unos instantes, pues la manaza de Prátex tiró violentamente del brazo de Tuccia y las separó.
- Ya tendréis tiempo de abrazaros. ¡Os hartaréis de veros las caras! – dijo –. Ahora, callaos y andad. No os separéis de Catión, caminad rápido y sin aspavientos. No quiero ruidos. Yo iré detrás y tumbaré de un golpe a la primera que me desobedezca.
Un hombre al que no conocían recogió las antorchas, las fijó en unos soportes clavados en la hierba del prado y a continuación se cargó a la espalda varios bultos apilados allí. Tuccia también llevaba en la mano el hato con el que había venido a la cabaña real acompañando a la Vestal Máxima Camilia.
- ¡En marcha! – gruñó Prátex sin alzar la voz, dando un empujón a Tuccia.
Era evidente que, para no llamar la atención, caminarían a oscuras. Rea buscó la mano de Tuccia y ambas se las apretaron para darse ánimos. El paso vacilante de Catión no le impedía ir deprisa, forzándolas a seguir su ritmo. A sus espaldas oían las pisadas del hombre que llevaba los bultos y la respiración abominable de Prátex. Pronto salieron de la ciudad y alcanzaron el camino del santuario de Júpiter Latiaris.
El corazón de Rea era un tumulto de emociones. ¿Iba de camino a la muerte? ¿La llevarían a un lugar escondido para asesinarla? El rey Amulio había dicho que hasta el momento del parto la mantendría bajo su custodia y, apenas un rato antes, le había escupido en la cara que pensaba ejecutarla él mismo, con sus propias manos. Quizá había decidido matarla enseguida. Pero, en tal caso, ¿por qué estaba con ella Tuccia? Alzó los ojos al cielo y vio la faz pálida de Luna. ¿Desde cuándo estaría allí en el cielo, propiciando la fertilidad de las mujeres, protegiendo sus partos, transmitiéndoles su serenidad?
En ese instante Catión abandonó el camino principal y tomó el que penetraba en el bosque de Silana. Rea Silvia le dirigió de inmediato una plegaria: “Acógeme, ninfa Silana, como has hecho siempre. Líbrame de una muerte inmediata. Protege a los hijos de Marte y yo te prometo que jamás abandonaré tus frondas. Te rendiré culto todos los días de mi vida y tu nombre será pronunciado con reverencia por mis hijos y los hijos de mis hijos y sus descendientes mientras nuestra sangre perdure en el mundo”. Una oleada de calor le confortó todo el cuerpo y supo que Silana aceptaba de buen grado su promesa.
NOTA: Queridos amigos, aquí os dejo un enlace para que vayáis conociendo al terriblePrátex.
La malvada Criseida no ceja en el empeño, pero estoy segura que la ninfa Silana me protegerá de todos los peligros.
ResponderEliminarEn mi vientre, los hijos del dios Marte siguen avanzando en su formación, los siento en sus movimientos mientras una dulzura protectora me envuelve. Entonces, veo claro, intuyo con fuerza, que mis hijos vivirán y sus nombres serán recordados por los siglos de los siglos, mal que le pese a la pérfida Criseida y al traidor Amulio.
Avanzamos, Isabel. La historia cobra nuevos horizontes donde asistiremos a la fundación de Roma. Tiemblo al saber mi futuro, pero me consuela mi perpetuación en mis hijos. Que el destino cumpla sus designios.
Un fortísimo abrazo.
Nada hará cambiar los designios de los dioses, ni la traición ni la maldad. Ojala sucediera siempre así, que lo justo sobresaliera, con dioses o sin ellos.
ResponderEliminarHas escogido a una mujer valiente y me congratula colaborar pronto en el nacimiento de sus hijos. ¿Quién me iba a decir, con mi anillo romano de la Plaza Mayor y un sestercio que tuve en el monedero durante años, que algún día participaría en esta historia?
Y todo lo que voy aprendiendo contigo.
Grazie mile.
E tanti baci.
Esperemos que Marte y ninfa Silana libren por fin a Rea Silvia de Prátex, el rey y su esposa. Hay demasiado odio hacia ella.
ResponderEliminar¿Será realmente un parto doble y la adivina Celia tendrá razón?
Enganchadísima estoy con esta historia, además de aprendiendo mucho.
Un abrazo.
Augusta Romana:
ResponderEliminarCreo que se está gestando una reputación, me produce un morbo especial que mi alter ego sea el malo maloso, el Dart Vader de los Apeninos, todo un detalle lo del enlace, muchas gracias, yo también estoy enganchadiiiiiisimo, sigue así.
Besos y abrazos.
La fundación persaecula saeculorum.
Qué malvada Criseida. Menos mal que termina el capítulo con ese calor que reconforta a Rea Silvia, esa protección insinuada de Silana y esa mano de Tuccia. Eso nos da una esperanza. ¿Adónde las lleva Prátex? A lo más profundo del bosque? Ahí la protegerá la ninfa, hasta que nazcan los gemelos...
ResponderEliminarQué emocionante!
Un beso
¿No ha de temer a los dioses Criseida? Sus insultos y maldades tendrán justa respuesta, ni Marte, ni Vesta en la persona de la Vestal, ni Silana, ni Selene, los Hados y Destino han de tolerar tamaña iniquidad.
ResponderEliminarAcompaño a la niña Rea y a su amiga en ese momento de angustia hacia lo desconocido, la maldad de Pratex, brazo ejecutor de la maldad y el poder, es una amenaza, sin embargo la morada de la dulce Ninfa Silana no es lugar para crímenes odiosos, así lo espero, amiga Isabel.
Te comento en persona, pronto, besito.
Criseida es una mujer muy práctica. Tiene lógica eso de que es más peligroso dejar que nazcan los niños que desafiar a los augurios. Pero me temo que contra los dioses no se puede. De una forma o de otra suelen salirse con la suya.
ResponderEliminarFeliz día, madame
Bisous
Seguro que Silana la protegerá y no permitirá que los hijos de Marte sufran daño.
ResponderEliminarBicos
Mmm...qué interesante capítulo.
ResponderEliminarAhora los hijos de Marte están a salvo de la malvada Criseida, al menos.
Cuando se entere la malvada reina de que Rea tuvo gemelos, se hará caquitarrr! jojojojo! Es que disfruto pensando en ello, oye...
:D
Un besito
Como siempre, venir a tu casa y leer este nuevo capítulo es un gran placer. Abrazos.
ResponderEliminarLas luces trémulas que alumbran apenas los rostros en la noche, recortan terriblemente los gestos de los desalmados, imprimiendo un carácter mucho más terrible al relato.
ResponderEliminar¿Se atreverán los usurpadores a desafiar al dios Marte?
Un saludo.
Protegida por Marte y Silana, sus hijos serán recordados por la mitología y llegarán a las estrellas.
ResponderEliminarMuy duros diálogos y horizonte oscuro. A pesar de ello, no se atreverán a impedir que los hijos de Marte no nazcan.
ResponderEliminarLos acontecimientos avanzan con lentitud pero llegarán a un fin que se adivina no lejano.
Un fuerte abrazo, Isabel.
Otro electrifante capítulo, Isabel. Me encanta la dignidad de la Vestal Máxima en el enfretamiento con Criseida, ¡vaya tipa malvada!
ResponderEliminarY seguimos tras Rea Silvia...
Besitos
Hola isabel martínez barquero, la dulzura de Rea Silvia, junto con su determinación y voluntad, son factores muy positivos que, sin duda, le han granjeado el favor de los dioses. Sin ella, sin ese corazón valiente, no habría llegado a ser la antecesora de la estirpe romana. Y sí, lo tiene muy difícil Criseida, porque pese a todos sus trucos y amenazas, tiene las de perder. Un abrazo, querida Rea.
ResponderEliminarHola virgi, ciertamente no hay humano capaz de luchar contra el fatum, contra el destino fijado por el hado y aunque Amulio y Criseida se opongan con todas sus fuerzas, lo que debe ocurrir ocurrirá. Eso mismo temen ellos en su fuero interno... ¿Quién me iba a decir a mí que una poetisa de tu sensibilidad devendría en una matrona romana? Besos, querida amiga.
ResponderEliminarHola mercedes, todo apunta a que sí, a que Silana y Marte y todas las deidas femeninas - Diviana, Vesta, Luna - que se han conjurado para protegerla y ayudarla, harán que Rea salga victoriosa de esta lucha. Aunque no hay triunfo que no conlleve pérdidas. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarHola spok, desde luego tu alter ego es un malo malísimo, que obedece a Amulio no sólo por el interés de recibir un pago material por su trabajo sucio, sino porque realmente le gusta hacerlo. Hay gente que disfruta haciendo el mal, y de eso tú sabes mucho. Un abrazo, querido amigo.
ResponderEliminarHola mª antonia moreno, con Silana siempre puede contar Rea Silvia. Y con Tuccia y con todas sus amigas. Algo tenía ella que se hacía amar, algo en ella suscitaba admiración, afecto y concitaba apoyos. Creo que a Rea Silvia estaríamos amando desde hace siglos si no nos la hubieran ocultado. Besitos, guapa.
ResponderEliminarSaludos, natàlia tarràco, desde luego Criseida es una impía y no teme nada más que la pérdida de su poder, los dioses no le interesan ni tiene por ellos el menor respeto. Es una de esas personas que van por la vida avasallando (yo conozco alguna) y dando coces, de donde se deduce fácilmente que más se acercan a la animalidad más grosera que a la humanidad.
Pero a nuestra niña Rea la cuidarán todas las energías femeninas que hay a su alrededor, porque de ella emana la fuerza y un halo de divinidad.
Espero darte un abrazo muy pronto. Besos.
Saludos, la dame masquée, Criseida es más práctica en cuanto que quiere quitarse de enmedio los obstáculos con inmediatez. Su psicología es más burda y simple. Le es difícil comprender la complejidad y retorcimiento de los sentimientos de su marido y, por tanto, lo toma por tonto o blando. Con todo, tanto uno como la otra se merecen un buen castigo ¿no crees? Beso a usted su mano.
ResponderEliminarHola dilaida, seguro que Silana hará todo lo posible por dar su protección a Rea Silvia y la prole de Marte, pero ni siquiera los dioses pueden oponerse a lo dictado por el hado. Besitos.
Hola, áfrica, también yo creo que Criseida tendrá que tragarse ese sapo. Pero no quisiera estar en su lugar... Besos, guapa.
Hola fgiucich, muchísimas gracias por tu visita, más todavía cuando voy tan apurada de tiempo que no os visito tanto como me gustaría. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarHola cayetano, los malvados se atreven a desafiar a los dioses porque no creen en ellos ni en que puedan enviarles algún castigo. Pero el castigo, pronto o tarde, llega. Y no suele ser pequeño. Besitos.
Hola mariajesusparadela, cierto que los hijos de Rea Silvia llegarán a las estrellas... Besos.
Hola antonio campillo, realmente los acontecimientos avanzan con lentitud en estos capítulos, pero no en el tiempo: desde que empezó ésta tercera parte han transcurrido apenas 24 horas... Ay, es que esta niña Rea y las dificultades a las que se enfrenta nos hace sufrir. Besitos.
ResponderEliminarHola elysa, seguimos tras Rea Silvia, con ella, ayudandola en todo lo posible, brindándole nuestro afecto y amistad. Ahí está la fuerza de las mujeres. Un abrazo muy fuerte.
Los planes de CRISEIDA parecen deteriorarse poco a poco,su poder tiende a ensombrecese y REA SILVIA amparada por los Dioses parece recobrar la fuerza y la confianza perdida...
ResponderEliminarP.D.:Ojalá todo el peso del poder usurpado caiga intempestivamente sobre aquellos que han deshonrado la profecía en camino!!
TE DEJO UN MONTÓN DE BESAZOS AMIGA
"Una oleada de calor le confortó todo el cuerpo", era el compromiso de Silana ante la promesa aceptada, y es que no en vano, se encaminan hacia su bosque. ¿Qué te creías Prátex que iban a quedar impunes vuestras tropelías, vuestros crímenes? No en el bosque de Silana, eso seguro.
ResponderEliminarCreo que a Silana le ha gustado especialmente la reverencia del futuro histórico, mientras que la estirpe de Rea Silvia perdure.
Ese maldito Prátex quizás encuentre su destino en el bosque de Silana, quién sabe...
Ahora que más mala que Criseida no la hay. Yo creo que el día menos pensado se va a ahogar en sus propio veneno, y es que esos pensamientos no pueden ser buenos, siempre adelantando peores fechorías guiadas por la envidia, el más indigno de los sentimientos.
Este capítulo lo calificaría de expresionista por el juego de luces y sombras en los rostros, el camino a oscuras: Absolutamente precioso.
La falta de participación explícita salvo alguna espontánea y ligera irrupción de las divinidades, creo que se está convirtiendo en una presencia poderosa de lo espiritual, que sin darnos cuenta, está urdiendo una trama compleja de la que aun no han querido dar muestra. Y sin embargo, Marte, Vesta, la Luna parecen esta noche guiñarle un ojo a Rea Silvia en su camino al bosque de Silana.
Poesía....
Un gran abrazo, queridísima Isabel.
Como he disfrutado el enojo ¿o quizas miedo? de Criseida. Le salio el tiro por la culata si esperaba amedrentar.
ResponderEliminarYa me estan dando ganas de prepararle un buen venenito pero eso seria bondad con ella.
En cuanto al temible Pratex, creo que tambien hay otra pagina de momias y demas cadaveres que seria muy de su agrado.
Ya le recomende a Pratex la pagina de las momias y otras yerbas (puro lunfado), espero no tener que abrir un blog de venenos...
ResponderEliminarHola, Isabel, perdona mi demora en visitarte, debida a mi falta de tiempo. Pero compruebo que tu novela va viento en popa. Parece ser que la ninfa Silana protegerá a Rea Silvia y al menos podrá dar a luz a sus gemelos, aunque Criseida desconfíe de la profecía de Celia y crea que será un único niño. El linaje de Númitor vengará a su abuelo, esperemos que así sea.
ResponderEliminarEstupendo desarrollo de ésta tu segunda novela, desde luego, está apasionante.
Muchos besos y muy feliz e inspirado fin de semana, querida Isabel.
En tus diálogos voy y vengo con las palabras, no sólo oigo sino veo y siento. Estupendo.
ResponderEliminarDespués de diez días sin entrar, acabo de leerme las últimas tres entradas, de un tirón. Y veo que me pones como un rey malvado que es cruel y busca su beneficio. No diré que no, pero, querida, me importa un bledo. Si mis planes salen como está pensado, vete escribiendo las grandezas y venturas del rey más poderoso del Mediterráneo.
ResponderEliminarEl Gran Amulio
Hola, Isabel, ya he vuelto a coger el ritmo y aquí estoy para seguir con pasión este novelón.
Besos
Salud y República
He ido al enlace... y sí que inquieta...
ResponderEliminarCriseida no ceja en su empeño de sesgar la vida de Rea Silvia y de los frutos de su vientre. ¿Se saldrá con la suya? Espero que no.
ResponderEliminarBesos
Mi venerable dama.
ResponderEliminarYa Criseida comienza ha ahogarse en sus propio odio, ahí perecerá física o emocionalmente,la Vestal Máxima Camilia no ha hecho otra cosa que recordar lo que es imposible cambiar:el destino...Por lo pronto Tuccia acompaña a nuestra protagonista mientras los dioses observan, sigue en fragua la infamia pero también la magnitud y el precio de tanta codicia.
Un fuerte abrazo.
Hola gabu, toda la envidia y la maldad de Criseida no son nada comparados con la protección divina. Eso es algo que ella, tarde o temprano, comprenderá... por la fuerza.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte, querida amiga.
Saludos, elena clásica, creo que Rea Silvia intuía que la ninfa sería sensible a esa devoción perpetua en la que ella compromete a toda su descendencia. Y es que las divinidades aman ser recordadas por los humanos pues de otro modo, ¿qué sería de ellas? Los demás dioses y, sobre todo, diosas que protegen a Rea Silvia lo hacen sin interferir: si la ayuda fuera demasiado intensa, si se lo pusieran muy fácil, Rea no llegaría a ser la heroína que se precisa para traer al mundo a unos héroes. Se exige de ella sufrimiento para que se forje, y desde luego nadie puede decir que no lo ha padecido en grado sumo.
En cuanto a Prátex... Son tantas las personas que desean tomarse venganza, que ya veremos quién lo consigue primero y en qué terreno... Un abrazo muy fuerte, querida amiga.
ja, ja, alejandra sotelo faderland, como muy bien dices un veneno sería muy compasivo con Criseida, salvo que encuentres algun particularmente lento y doloroso. Creo que a Prátex le encantará esa página que le sugieres, pues ya ves que se encuentra como pez en el agua en medio de las maldades y atrocidades. Un abrazo muy fuerte, guapa.
ResponderEliminarHola mayte dalianegra, no te preocupes, ya sé que has estado y estás muy ocupada con tu mudanza y otros asuntos, así que eres bienvenida cuando puedes acercarte hasta aquí. Y espero que algún día esta historia vea la luz impresa... Rea Silvia, desde luego, se lo merece. Besos.
Hola hyperion, si estás ahí, escuchas, ves y sientes... ¿qué más puedo pedir? Un abrazo enorme, querido amigo.
ResponderEliminarHola querido rgalmazán, desde luego en la corte de Amulio (tu propia corte) seguramente habría pelotas que cantarían tus hazañas y tus habilidades. Afortunadamente esos cantos - quizá porque fueran malos o porque, al ser malo tú, nadie quisiera repetirlos - no han llegado hasta nosotros. En cambio sí nos llegó la voz preclara de Urbano Lacio. Tendrás tu gloria terrena, desde luego, al menos durante un tiempo. Pero olvídate de una gloria futura. La monarquía está condenada...
Me alegra saber que estás rondando de nuevo en torno a Rea Silvia. Besos, queridísimo amigo.
Hola pedro ojeda escudero... ¿que inquieta? Sólo te diré que yo suelo pasar de puntillas, porque me da no sé qué detenerme allí. Por eso Pratex tenía que ser como es... Un abrazo.
ResponderEliminarHola carmenBéjar, yo también espero que Criseida no se salga con la suya. Es muy lista, pero ya otras personas han demostrado que también lo son. Hay muchos poderes enfrentados. Besos, guapa.
Hola américa, los malvados suelen destilar mucho veneno y parecen inmunes a él. Pero ya vendrá el tiempo de la venganza... Besitos.
ResponderEliminar¡Qué mal acepta Criseida cualquier opinión en contra! Y eso que pudiera ser una ventaja para abusar de poder, se convierte en una desventaja que alguna vez sea le volverá en contra.
ResponderEliminarConfío en que Silana proteja a mi amiga Rea Silvia, en la medida de lo posible, de las malas artes de Prátex y Catión.
Te he dejado una sorpresa en mi blog y te debo un correo largo, en cuanto pueda recuperar mi ordenador. Un abrazo muy muy fuerte, querida Romana.