- Y dinos, Cayo Julio: ¿qué clase de muerte preferirías tú?
Algunos comensales quedaron en silencio, expectantes. Calpurnia, sin poder reprimir un gesto de disgusto, levantó la vista de los manjares que había sobre la mesa. Le parecía una conversación estúpida y desagradable. ¿A qué venía hablar de la muerte durante un banquete? Miró a su marido. A César se le veía cansado, profundas ojeras rodeaban sus ojos esa noche. Con todo, él sonrió.
- Una muerte rápida e inesperada – contestó. Y levantó su copa.
Un esclavo abandonó con disimulo el triclinio, se echó sobre los hombros una capa ligera y salió de la casa donde se celebraba el banquete. Ascendió por la colina del Palatino y se detuvo ante la puerta de una gran mansión, iluminada por dos hachones. Pidió hablar con el señor de la casa y, una vez en su presencia, le dio cuenta del desarrollo del banquete y le repitió la conversación que acababa de escuchar.
- ¿Quieres una muerte rápida e inesperada, César? – dijo para sí el dueño de la casa, después de despedir al esclavo con unas cuantas monedas – ¡Pues que así sea!
NOTA: Cayo Julio César fue asesinado el día de las Idus de marzo (15 de marzo) del año 44 a.C. La víspera de su asesinato, es decir, el día 14, asistió a un banquete donde tuvo lugar la conversación recreada. El triclinio es el nombre del lecho sobre el que se recostaban para comer y también la sala donde tenían lugar los banquetes.
En torno al asesinato, podéis leer en estas mismas páginas
*Cabeza de varón en bronce. Museo Arqueológico Nacional de España. Foto:Rafa Lillo
**Detalle de cabeza de varón. Museo Arqueológico Nacional de España. Foto:Rafa Lillo¨
***Detalle de relieve del templo de Vespasiano y Tito. Museos Capitolinos. Roma.
***Detalle de relieve del templo de Vespasiano y Tito. Museos Capitolinos. Roma.
Ay, madame, que mal fario da este dia. Será mejor cruzar los dedos.
ResponderEliminarPero desde luego, no se puede decir que su deseo cayera en saco roto. Bien que fue escuchado.
Buenas noches
Bisous
Los grandes tienen terribles muertes que la Historia no olvida.
ResponderEliminarNunca entenderé porque no se elogia a los conspiradores. Pero aún así, que fecha, qué altura de la Historia.
ResponderEliminarSic Semper Tirani
En pleno aniversario de esas idus, querida Isabel.
ResponderEliminarSu muerte fue rápida, como él ansiaba.
Un fuerte abrazo y miles de besos que te amparen de los torbellinos de las idus.
Desde que conocí la historia (Cuidaté de los idus de Marzo) es una fecha por la que siempre transito con recelo.
ResponderEliminarUn abrazo, Isabel
Ayyy, "cuídate de los Idus de Marzo, César"
ResponderEliminarHoy son los idus de Marzo, !ave César!, no hicíste caso ni al augur ni a Calpurnia que tuvo sueños premonitirios la noche del 14. ¿Cómo podías fallar a la Sesión del Senado, tú César? No fallaste a la cita con la muerte.
Isabel, muy acertado el recordatorio, delicadamente expuesto, según tu estilo elegante y bello, con la angustia de la esposa y la respuesta de César, "morir rápido", no es mal deseo. Me pregunto si ese esclavo no fue a visitar la casa de Casca, o la de Bruto o la de Casio.
!Ave! amiga, que tengas una feliz semana. Un bsito quintíl desde Andorra.
Qué bien recreas la historia, Isabel. La humanizas, la acercas, la dotas de sentimiento y emoción.
ResponderEliminarUn beso
- ¡Ya han llegado los idus de marzo y sigo vivo!
ResponderEliminar- Sí, pero aún no han acabado. – contestó el augur.
Bicos
Isabél:
ResponderEliminarEsta si que es una manera estupenda de conocer o recordar la historia de la humanidad. El día de los Idus está aquí y ya y cualquier cosa puede pasar, incluso, nada.
Tengo mucha admiración por ti y tu bitácora.
Un saludo muy especial.
Y así ocurrió en los idus de marzo.
ResponderEliminarUn abrazo
Me maravillo siempre que leo tus relatos, le das un tinte fresco, cotidiano, que los tornan gloriosos.
ResponderEliminarTe abrazo fuertemente, querida Romana.
M.
Qué atentos estaban los dioses, Querida Isabel!
ResponderEliminar(Y los enemigos)
Es verdad que nadie muere en la víspera, pero sin dudas es allí donde se "cocinan" los detalles.
Otro encantador trabajo Amiga mía!
Abrazo gigante!
Todo un detalle preguntar por el modo de morir (ironía)
ResponderEliminarHasta la muerte podía ser a la carta!
Un besito y cuidadin con este día!
Lala
César, toda´vía controvertido.
ResponderEliminarLa muerte "casi" siempre nos sorprende de manera inesperada...
ResponderEliminarP.D.:Ahora,no sè si en la rapidez se encuentra la eficacia...
BESITOS GRANDOTES AMIGA ♣
Vaya fecha, pues la de hoy. Terrible recuerdo.
ResponderEliminarUna recreación inmensa la que haces sobre esta conversación, el aspecto demacrado de Julio César, los nervios siempre presentes de Calpurnia, una inquietud en ambos, y una tensión en el aire que se puede cortar con un cuchillo. Grande, como siempre, querida Isabel, la cronista del mundo romano, en sentimientos e interiores. Visitante de almas.
Me ha encantado, y me ha conmovido esa víspera, con los siglos que habrían de llegar.
Extroardinaria como eres tú.
Besazos.
Esto está cada vez más emocionante........
ResponderEliminarAvisado estaba y no hizo caso.
ResponderEliminarDe todas formas, yo también firmaría por una muerte rápida.
Lo dicho: yo también firmaba por una muerte rápida. Mal fario de día, como dicen más arriba, eso sí....
ResponderEliminarBesotes : ) (una joyita de texto, como siempre)
Es fascinante esta historia, y tú nos la cuentas tan bien porque sé que estuviste ahí. Me fascina el poema de Kavafis sobre el tema.
ResponderEliminarAh, y buenos idus!!!
ResponderEliminarEn efecto, querida Isabel, esa era la muerte preferida por César.
ResponderEliminarUn abrazo.
Por lo que se dice, Julio Cesar tuvo la muerte que deseaba... Aunque opino como Calpurnia: ¡odio cuando se ponen a hablar de la muerte en ciertos momentos!!
ResponderEliminarBeso.
Parece que en aquellos tiempos la grandeza imperial se cimentaba en la cercanía de la muerte, a su proporción directa con el poder, entre más poderoso más cerca la muerte. Hoy pasa lo contrario entre más poder más lejos de la muerte, una evolución hacia lo aburrido del poder, ¿será por eso que los emperadores de hoy, tan sosos son?
ResponderEliminarMi abrazo Isabel Romana!!!
Crónica de una muerte anunciada.
ResponderEliminarConspiraciones aparte, cuanda las Parcas nos anuncien su visita, lo mejor es que como a César la muerte nos sea rápida.
Que estos idus de marzo te sean propicios.
Saludos.
Estuviste en la cena, se nota, y por eso lo dices con tanta serena belleza. Y los dioses siempre bien informados con chivatos malpagados.
ResponderEliminarBellísimo, Isabel.
Un beso.
Era, tal vez, la voz de Espartaco preguntando desde las sombras? Abrazos.
ResponderEliminarAmiga Isabel Barceló, Isabel Romana,
ResponderEliminarMuchas gracias por el homenaje que has dejado en mi espacio para el nacimiento de mi consanguínea Carla.
Tú siempre tan atenta a las fechas y a todos los acontecimientos. Ahora nos has recordado, en tu espacio, el asesinato de Julio César, en las Idus de Marzo (Anoto que utilizas el femenino, las Idus, como tiene que ser, y no el masculino, los Idus, como hace la mayoría de la gente).
Vayamos ahora al discurso que pronunció Marco Antonio en su funeral. Dice Suetonio (Vida de los doce Césares, Julio César, LXXXIV):
Laudationis loco consul Antonius per praecononem pronuntiauit senatus consultum, quo omnia simul et diuina atque humana decreuerat, item iusiurandum, quo se cuncti pro salute unius astrinxerunt; quibus perpauca a se uerba addidit.
En vez del elogio fúnebre, el cónsul Antonio hizo leer, por un heraldo, el decreto del Senado por el que se le otorgaban todos los honores divinos y humanos, así como el juramento en virtud del cual todos los senadores se obligaban a velar por su seguridad personal. Por su parte añadió Antonio sólo unas breves palabras a la lectura de los citados acuerdos.
Con ello quiero decir que lo que Shakespeare puso en boca de Marco Antonio no tiene una base real. Bien poco habló Marco Antonio. Además, el discurso es un ejemplo de lo que es capaz de hacer un político: hablar y contentar a todos, a amigos y a enemigos.
A mí también me parece sublime el discurso, que, tal como está, no tiene nada que envidiar a los que el propio Marco Tulio Cicerón pronunciaría luego contra Marco Antonio, la llamadas Filípicas.
Por si a alguien le interesa, dejo aquí las referencias para leer, en Latín o en Francés, lo que nos dice, sobre el magnicidio Suetonio (Vida de los doce Césares, Julio César):
LXXXII
http://bcs.fltr.ucl.ac.be/SUET/CAES/82.htm
LXXXIII
http://bcs.fltr.ucl.ac.be/SUET/CAES/83.htm
LXXXIV
http://bcs.fltr.ucl.ac.be/SUET/CAES/84.htm
LXXXV
http://bcs.fltr.ucl.ac.be/SUET/CAES/85.htm
Creo que lo más interesante que existe en la Literatura Latina sobre el asesinato de Julio César son los hechos prodigiosos que se contaban en torno al magnicidio:
Antes del asesinato, como presagios siniestros de lo que iba a ocurrir, y después del asesinato, como señales inequívocas de que los dioses y las diosas no aprobaban lo sucedido.
Aquí tienen los textos correspondientes.
Prodigios que precedieron al tiranicidio (Metamorfosis de Ovidio)
http://antoniomartnortiz.blogspot.com/2009/01/idvs-martias-idus-de-marzo-siniestros.html
Prodigios que se sucedieron al tiranicidio (Geórgicas de Virgilio)
http://antoniomartnortiz.blogspot.com/2009/01/idvs-martias-idus-de-marzo-prodigios.html
Prodigios que anunciaron el tiranicidio (Suetonio)
http://antoniomartnortiz.blogspot.com/2009/01/idvs-martias-y-iii-idus-de-marzo.html
Recibe, querida Isabel, un buen abrazo, y toda mi admiración por este espacio.
Antonio
Excelente trabajo.
ResponderEliminarSin duda presagio,una muerte inesperada rápida donde cabe hasta la traición,estupenda recreación plena de imagines una ráfaga del pasado magistral.
Un fuerte abrazo amiga y como siempre toda mi admiración.
Es una maravilla tu blog. Cuando puedo entrar y leer lo que escribes, me transporto al pasado en un segundo y no quiero volver de allí. Un beso, Cristina Salas.
ResponderEliminarHay mucha tensión en tu relato. Es un muy lindo homenaje a Julio Cesar.
ResponderEliminarHe estado en el Museo Arqueológico de Madrid, y me ha gustado muchísmo.
Besos
Julio César en tus palabras se viste de un nuevo color, incluso en la traición que encerro su muerte.
ResponderEliminarUn biko Isabel.
Algunos se toman las preguntas retóricas demasiado en serio (sonrío).
ResponderEliminarComo siempre, un gusto leerte.
No creo que la afirmación de César fuera en modo alguno fruto de la casualidad. Bien sabía lo que se tramaba en torno a él. Múltiples maledicencias se habían fraguado y ninguna había triunfado. Ningún romano osaría levantar la mano contra el Gran César, ¿o sí? La Fortuna siempre lo acompañaba, su suerte nunca le había fallado, ¿por qué preocuparse?
ResponderEliminarPero como gran soldado que era y buen ciudadano, y pensando siempre en la posteridad, se le recordaría más si moría en el campo de batalla, dando la vida por aquella Roma que formaba parte de su sangre. Por eso quiezás pronunció aquellas palabras que después fueron tomadas por una profecía.
Un besito
¿Acaso César intuyó su fin aquella noche?
ResponderEliminarExcelente relato como siempre Isabel
Besos
Qué bien me lo estoy pasando con Dido. voy escribiendo la reseña al mismo tiempo casi que la voy leyendo. Es muy entretenido hacerlo así.
ResponderEliminarKuss
Este sabado iremos a Montilla, en donde antes se situaban los llanos de Munda, en los que se celebro la batalla entre Cesar y los pompeyanos...
ResponderEliminarAunque Montilla no sea Munda, lo cierto es que por alli se desarrollaron diversas batallas de las Guerras Civiles... Todavia se conservan, a unos 25 kilometros, las murallas de Ategua, que siguen impresionando (hoy es un despoblado)
Otro abrazo, amiga
Todos presentimos el fin y, como el propio César, deseamos que la muerte nos llegue de manera rápida y expedita para no sentir. César, como político fue lo suficientemente hábil como para saber que era lo que se fraguaba en su contra. Incluso ¡quienes! Era un camino ya recorrido, aunque, cuando lo recorrió en el pasado, no le tocó a él ser la víctima propiciatoria en el altar de Clío. Le tocó, más bien, ser mano ejecutora. Se vivían pues tiempos violentos y los que viven en esos tiempos saben como ronda la muerte sin que nos apercibamos de ello. Todos somos César en algún momento de nuestras vidas; todos somos Calpurnia, escrutadora de designios; todos somos Bruto, finalmente. Somos humanos.
ResponderEliminarGracias Isabel.
Me atrevo también a decir que todo querriamos esa muerte. Resulta que el ser humano lo que menos desea es sufrir, y esta sería una opción aceptable.
ResponderEliminarGracias por este post sobre mi admirado Cayo Julio César. Igual que el lamentó en Cádiz no haber hecho nada a la edad en que Alejandro había conquistado el mundo, a mí me avergüenza no haber escrito nada digno sobre el hombre que más admiro de la Historia.
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