domingo, mayo 07, 2006

GALATEA ( II ).- Amorcillo en el aire



El verano del año del Señor de 1517 quedaría grabado para siempre en la memoria de Margherita. Desesperado porque las semanas pasaban sin que Rafael adelantara con las pinturas que debían decorar su villa, Agostino Chigi había tomado una drástica medida. Puesto que el pintor no se concentraba en su tarea y continuamente la abandonaba para ir a ver a Margherita, ordenó que la joven se instalase en la mansión y permaneciera cerca del maestro. Así se había iniciado aquel placentero estío, el más feliz de su vida. Caminar por aquellos salones como si fueran suyos; sentarse a la orilla del Tíber y ver las barcas cargadas de mercancías deslizarse por el río sin tener ella misma nada que hacer; oír al mediodía la voz urgente de su amante que la llamaba desde la refrescante sombra de un pino; responder a sus risas y sus besos y discutir sobre quién amaba más a quién, mientras se quitaban mutuamente la ropa.
Muchas veces ella se sentaba en la logia a observarlo. Acostumbrada a ser su modelo, siempre lo había visto trabajar de frente y era curioso contemplarlo ahora de espaldas, su cuerpo menudo moviéndose febrilmente sobre el andamio y dando órdenes a sus ayudantes aquí y allá. Margherita fue testigo del nacimiento de la Galatea. Lo primero que vio fue un cielo azul surcado por nubes tan livianas que parecían moverse y otra, más blanca y espesa, tras la que se ocultaba un amorcillo con un haz de flechas. ¿Para qué serán? Su padre le ha enseñado el truco para ligar la masa y sacar un pan crujiente y perfecto, pero la fornarina no está muy versada en asuntos mitológicos. ¿Y quién lo está? Los eruditos y literatos, los artistas – desde luego – y los grandes señores que les hacen encargos. Ellos comprenden lo que quieren decir esas fábulas antiguas y, a través de ellas, se transmiten mensajes cifrados. Dicen que son hermosas, que lo que ocurre en ellas sirve para explicar lo que pasa en el mundo. Puede ser. A Margherita no le importa demasiado. Pero siente curiosidad al ver en pleno vuelo a otro amorcillo, mucho más peligroso que el que se oculta entre las nubes: está claro que las flechas son para surtirle a él. De hecho, va armado con un arco y lo tensa tanto, que la aguda saeta está a punto de salir disparada. Estremece pensar en qué cuerpo, en qué corazón irá a clavarse ese dardo.
* Retrato de "La Fornarina", de Rafael. Galería Nazionale d'Arte Antica. Palacio Barberini
** Detalle del fresco "El triunfo de Galatea", de Rafael. Villa Farnesina

3 comentarios:

Carla V. dijo...

Buen sitio para poder hablar un poco sobre las mujeres de la mitologia.
Me gustaria saber el origen verdadero de la ninfa Galatea; lo sabes ?

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola carla x. He tardado un poco en encontrarte, porque estos archivos ya ni los repaso. Gracias por tu visita. Galatea es un personaje mitológico, y en ese sentido no sé si puede hablarse de un origen "verdadero". Los mitos se remontan tan atrás en el tiempo, que no es fácil rastrearlos. Este mito lo narran algunos autores, yo en concreto he seguido la versión que da Ovidio. En esto mismo blog, en el capítulo titulado "Polifemo, Galatea y Acis" vienen cuatro comentarios de una persona muy versada en ese tema, te lo digo porque ahí cita varios autores y quizá te pueda interesar leer alguno de ellos. Me alegra tu visita y espero que nos encontremos más veces. Saludos.

La gata que no esta triste y azul dijo...

Un verdadero placer si señora... me encanta este sitio