miércoles, julio 11, 2007

16.- Eneas concluye el relato del fin de Troya.



Después de beber de su copa y mantener los ojos fijos en ella durante unos instantes, como si buscara en el vino las fuerzas para continuar, el príncipe Eneas levantó de nuevo el rostro.

- Te decía, reina Dido, que me interné en la ciudad flameante para buscar la muerte. Ese era mi propósito: matar a cuantos griegos pudiera y morir, porque ya nada en el mundo justificaba mi vida ni la hacía deseable. ¿Quién soportaría ver a Troya sojuzgada y destruida, masacrados los troyanos, las mujeres violentadas y asesinadas o reducidas a la esclavitud, los sacros altares profanados?

Aún no se han inventado las palabras capaces de describir el espanto y la crueldad. No, no hay palabras. La barbarie es muda, ciego el dolor. El mismo grito espantoso que brotaba de la garganta de un griego ebrio de sangre al cercenar el cuello a un niño, nacía del pecho de la madre desesperada, incapaz de evitar el golpe mortal. De nada le servía proteger a su hijo con su cuerpo, porque la espada los ensartaba a los dos y salía roja al instante a buscar a la siguiente víctima. Manantiales de sangre desbordaban las calles, perseguidores y perseguidos resbalaban en ella, pero los griegos mantenían firmes las espadas y el furor, entraban en las casas y arrastraban al exterior a sus ocupantes. Indiferentes a los alaridos y las súplicas llevaban a cabo su siniestro trabajo con metódica eficiencia: atravesar, cortar, degollar, mutilar sin descanso sembrando el sagrado suelo de Troya de cadáveres palpitantes y miembros cercenados. ¿Qué ser humano, teniendo corazón y entrañas, querría seguir respirando a la vista de todo esto?

Encontré a otros troyanos, nos unimos y juntos nos enfrentamos a un grupo de griegos. Tras fiero combate, algunos escaparon, pero a otros les dimos muerte y pensamos que, colocándonos sus armas, podríamos entremezclarnos entre los enemigos y atacarlos mejor. Pertrechados pues con armamento griego, nos dirigíamos hacia el santuario de la diosa Minerva donde se oía gran estruendo, cuando vimos que de él era sacada a rastras, agarrada por los cabellos, la hija del rey Príamo, Casandra, quien había advertido que era una trampa el caballo de los griegos. Rugió de ira y de dolor su prometido, que estaba a mi lado, y arremetimos con furia contra los captores. Y aquí se vio cómo nos habían abandonado los dioses, pues desde el tejado del templo cayó sobre nosotros una lluvia de flechas: los troyanos apostados allí, engañados por nuestras armas griegas, nos atacaron y causaron entre nosotros una gran mortandad.

Un gran clamor nos llegó entonces desde el palacio de Príamo. Los griegos lo estaban asaltando y los nuestros trataban de defenderlo a toda costa. Allí nos dirigimos, entramos por caminos secretos y, subiendo hasta las altas terrazas, lanzamos contra las escuadras griegas tejas, vigas, piedras, todo cuanto podía frenar su acoso. Un esfuerzo vano. Al frente de ellos iba Neoptólemo, hijo del difunto Aquiles, y sólo su presencia, su pecho henchido de orgullo, su cólera encendida, prendía los ánimos de los suyos y les insuflaba aliento. Así, con arietes derribaron las puertas del palacio y entraron en él como un río desbordado, o un huracán que arranca árboles y rocas y no deja tras de sí rastro de vida.

Había en el palacio un patio al aire libre, donde estaban los altares sagrados de los dioses. Allí la esposa del rey Príamo, rodeada de sus nueras, aguardaba su destino. Desde la terraza vi llegar hasta ellas al anciano rey, vestido con su vieja armadura. Lo llamó con suavidad su esposa y le pidió que se sentara a su lado, haciéndole comprender que era inútil toda resistencia. Hablaban entre ellos cuando, malherido y huyendo de la espada de Neoptólemo que le perseguía, cayó muerto a sus pies uno de sus hijos. El anciano rey, conmocionado, se puso en pie y se encaró a Neoptólemo. No era digno retoño de Aquiles, le dijo, porque él no habría matado a un hijo delante de su padre. Y Neoptólemo, furioso, agarró a Príamo de los cabellos, lo arrastró sin esfuerzo hasta uno de los altares, y lo degolló diciéndole que fuera él mismo a contárselo a su padre en los infiernos. Salpicó la sangre sobre los altares y sobre las mujeres, alzadas en un grito unánime, y arrojó con desprecio el cadáver al suelo. Lo último que debió ver Príamo fue Troya ardiendo por los cuatro costados y los griegos arrasando su reino.

Presenciar el asesinato de Príamo fue un golpe para mí. Hasta ese momento, yo mismo había acallado en mi corazón todo asomo de piedad: ni el llanto, ni los clamores, ni los aullidos de miedo y dolor de quienes estaban siendo asesinados me desviaban de mi objetivo. No buscaba salvar a nadie, sino matar. Matar cuanto pudiera antes de caer muerto. La vista de aquel pobre anciano maltratado, despojado de su dignidad, despreciado por su enemigo y sacrificado como un cordero en un altar, despertó en mi corazón el recuerdo de mi padre. También él estaba indefenso y expuesto a la crueldad. Pensé en mi hijo pequeño y en mi esposa y por un instante cruzaron por mi mente las escenas de horror que había presenciado inconmovible. Entonces comprendí que, con Troya perdida, me debía a ellos.

Por calles que ya habían sido asoladas me dirigí a mi casa. Aún no habían llegado los soldados griegos, pero cuando propuse a mi padre la huida, se negó. Quería morir como los demás troyanos, en su tierra, y me instaba a ponerme a salvo con mi familia y marcharme sin él. Ninguno de mis ruegos fue bastante para cambiar su voluntad. Y ¿cómo iba un hijo a abandonar a su padre? Volví a empuñar mis armas y me dispuse a volver a la lucha. Entonces mi esposa Creúsa se arrojó a mis pies y abrazó mis rodillas. Quería que me llevara conmigo a ella y a nuestro hijo para morir todos juntos. No sabes, reina Dido, cuán terrible es mirar el rostro de un niño y saber que está condenado a muerte. Él tendió su manita confiada hacia mí, como si el fuego, los gritos y el estruendo de los combates no significaran ningún peligro. Y alargó su otra mano hacia su abuelo, trazando con sus brazos un puente entre los dos. Creo que en ese momento comprendió mi padre que Ascanio, pese a su corta edad, representaba el futuro de Troya o la Troya futura. Algo cambió en él. Recogió los objetos de culto, los dioses Penates y una brasa del fuego sagrado de Vesta y aceptó que huyéramos juntos.

No quiero cansarte con más detalles – dijo Eneas tras guardar unos instantes de silencio – Sólo añadiré que cargué a mi padre sobre los hombros y cogí a mi hijo de la mano, mientras Creúsa caminaba detrás. Nuestros criados, por diversos caminos, debían reunirse con nosotros en un templo de Ceres que se alzaba en el campo, sobre una loma. Cuando estábamos alcanzando la salida por una de las puertas de la muralla, hubo un tumulto a nuestras espaldas. Aceleramos el paso y nos deslizamos a través de la oscuridad. Entonces se perdió mi esposa, aunque no me di cuenta hasta llegar al templo. Quizá se equivocó en el camino, o cayó herida. Volví a buscarla al interior de Troya, entré en nuestra casa ya humeante y saqueada, la llamé a gritos, revolví cadáveres, pero todo fue inútil. Rayaba ya el alba cuando llegué de nuevo al templo. Se había congregado mucha gente con la intención de huir y, por suerte, pudimos disponer de naves y emprendimos la fuga.

Siete años han pasado desde que fuera destruida Troya – concluyó diciendo Eneas – El dolor que sentimos por perder aquella ciudad magnífica, a nuestros familiares y a nuestros amigos, no ha disminuido con el tiempo. A veces pienso con amargura que el guerrero que fui, fiero en el combate, ya no necesita armas de bronce, ni el peto labrado con escenas de lucha, ni un casco rematado con plumas para hacerse reconocible en la contienda. Ni siquiera una espada. El combate que libro para llegar a la tierra donde fundaré la nueva Troya, requiere otra clase de armas: una voluntad firme y un corazón de hierro.


Es una responsabilidad inmensa y abrumadora. Con frecuencia tengo la sensación de hallarme ante un abismo. Otras veces soy como un buey uncido al arado: acepto la sujeción al yugo y camino ciegamente hacia delante, obedeciendo a una voz que me guía y ordena a dónde debo ir. Tú puedes comprenderme mejor que nadie, reina Dido, porque has vivido una experiencia semejante.

Dido asintió con la cabeza. Al empezar esta parte del relato, Ascanio se había refugiado en brazos de la reina. Ella lo estrechaba contra su pecho, tratando de compensar con afecto un sufrimiento demasiado intenso para tan tierna edad. Tenía los ojos empañados. Empezó a sonar una música suave que, poco a poco, fue aumentando en intensidad y viveza. Teníamos todos el corazón encogido, y era importante recobrar la alegría antes de retirarnos a dormir. Se sirvió más vino y se hicieron nuevos brindis. Troyanos y cartagineses se juraron amistad eterna.

Nadie, aquella noche, intuyó la cercanía de una nueva tragedia.



*Detalle de relieve en un sarcófago. Museos Capitolinos. Roma.
** y ***Detalles de un relieve encastrado en la pared. Palacio Mattei. Roma.
****Detalle de relieve de la columna de Marco Aurelio. Plaza Colonna. Roma.
*****Detalle de un relieve encastrado en la pared. Palacio Mattei. Roma.
******Detalle de pintura mural representando la destrucción de Troya. Estancias de Rafael. Museos Vaticanos. Roma.
*******Detalle de relieve de la columna de Marco Aurelio. Plaza Colonna. Roma.
********Detalle de relieve de la tapa de un sarcófago. Museo Termas de Diocleciano. Roma.

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41 comentarios:

Clarice Baricco dijo...

...y sigo sintiendo feo, será acaso porque se acerca el fin? son poderosas las palabras del relato.
Gracias amiga.

Abrazos

Acus dijo...

No he leído el post, Isabel Romana, no porque antes he de leer los anteriores, que me muero ya de ganas.

Pasaba a darte un beso enorme, gracias por tus visitas y comentarios, de verdad.

P.D: Ya he contestado a todo el mundo en mi blog.

CARLOS ARTURO GAMBOA dijo...

Conmovedor relato de Eneas, ya la reina Dido puede caso intuir una nueva tragedia, un nuevo designio de los dioses...?

Es impactante la forma en que se relata esa batalla aquella noche en Troya, me hiciste acordar de un poema sobre Héctor y la lucha feroz por los troyanos...

Como siempre, una historia narrada desde el conocimiento y la poeticidad!!

Un abrazo de tu piel de toro que mucho se ausenta

Arthur dijo...

Entonces el Ascanio de a de veras ya está en el banquete y cupido se fue?

Y lo de que la esposa de Eneas se perdió, pero nunca fue encontrada, entonces hay esperanza de que siga viva? Porque en realidad está desaparecida. Volverá Ascanio a ver a su madre?

Saludotes, abrazotes y besotes.

Sweet Dreams, de todo Corazón:
Arthur

Gusthav dijo...

Yo lo único que deseo es que Ascanio pueda estar con su Madre otra vez.

Y también el final vi que se acercaba una nueva desgracia. O sea, más todavía? Que mal. Qué pasará ahora?

Saludos, abrazos y besos

Nice Day, con toda mi Alma:
Gusthav

peregrina dijo...

Querida Isabel, más allá de tu historia impecable, destaco tus habilidades como narradora, haces que el lector se llene de una expectatica creciente por seguirte. Tus diálogos son ricos y fluidos, deliciosos. Alguna vez escribí un micro paródico sobre Dido y Eneas, cuando lo halle te lo enviaré como regalo.
Un abrazo
Marina

Aurefaire dijo...

mucha sangre y demasaiada tristeza... snif... se me hace un bollito el corazon...

te dejo besitos de hada disfrazada de muñequito de nieve...jijiji

Irene dijo...

Hola isabel, soy muy pacifista así que un relato de guerra siempre me pone los pelos de punta. Me sabe mal por los troyanos.
Besos

Ro(bur) dijo...

Ay Príamo, que triste muerte para él. Casandra... tantos otros.

bien decía Eneas: "No, no hay palabras"

Antonio Velasquez dijo...

Impactante... una batalla terrible y una sensación reforzada por lo que va a suceder todavía y aun se extenderá en el tiempo...

Un poco acongojado por la historia, me retiro. Te dejo un beso, hasta el proximo post...

makkkafu dijo...

Me enganché tarde a toda esta historia, aún tengo bastantes capìtulos pendientes de leer, pero los que llevo leídos me parecen muy bien desarrollados, tienes el don de relatar de una manera casi gráfica, estupendos posts, se aprende de su lectura, haces que el lector se sumerja en los ambientes que creas.

Muy bien.

C.A. Makkkafu.

El perseguidor dijo...

Terrible, un relato con mucha fuerza.
Me encanto...

SALUDOS!!!

Manuel dijo...

Los dioses guerreros preparan una sorpresa… y ahí estaremos para el desenlace.

Editora VR dijo...

Cuánta fuerza tienen tus palabras, Isabel. Cuánta precisión al bordar tu historia.

Está muy bien lograda esa confesión de Eneas, esa apertura de su alma y de su ser angustiado, vencido, derrotado. Nos has humanizado al personaje y nos has mostrado a una Dido conmovida que estrecha a este hombre entre sus brazos para proporcionarle algo de paz, sin saber, como bien dices, que una tragedia se avecina.

Y yo deseosa de seguir leyendo.

Mi enhorabuena para ti. Vale la pena este esfuerzo que haces de postear más a menudo.

Un abrazote,


Ro

Anónimo dijo...

Ahhh, Sorry. Te dejé el comentario sin cambiar el registro. Es que tengo una cuenta en gmail de trabajo y ya me había registrado en ella, así que no hice el cambio. Por eso lo de Editora :)

alida dijo...

Isabel, que relato cuenta Eneas aunque pase los años lo tiene vivo como si lo estuviera viviendo
Ahora nos espera otra desgracia, bellas las imágenes
Un beso amiga

marvision dijo...

Al contarlo de nuevo lo das vida...no es diferente para nada la vida, al contario, creo que no hemos avanzado tanto, precisamente, solo hemos escarbado, pero no hemos hecho los deberes, por eso estamos así.
Gracias cariño...eres un ser genial, sigue así, nada pasa por nada...
marimar, tu amiga

fgiucich dijo...

Una tremenda y extraordinaria descripciòn de la matanza de un pueblo, del dolor en su màximo exponente. Què pasarà a continuaciòn? Escribes con mucha categorìa, amiga mìa. Abrazos.

María Elisa Quiaro dijo...

Isabel, mujer de la eterna roma, eres tan poderosa como la reina, nos has sabido juntar en tu historia, nos has otorgado otras vidas, nos has hecho participes de tu sueño. Te admiro y respeto. Y en este tiepo he apredido a quererte como mi amiga de años. te abrayo agradecida

Manuel Márquez dijo...

Compa Isabel, ya me queda poco para llegar; estoy a punto de terminar la lectura de los capítulos anteriores, y, a partir de ese momento, me incorporaré a la lectura en su "estado natural": por entregas... Perderé algo (la continuidad, el poder seguir con las historias en su desarrollo amplio sin interrupciones ni esperas...), pero ganaré también algo: la emoción que proporciona la incertidumbre -prolongada en el tiempo- de no saber qué pasará (y ya me estoy entusiasmando sólo con la perspectiva, fíjate...).

Gracias, una vez más, por brindarnos, desde la cercanía de quien está ahí y nos hace sabedores de su presencia y su atención, letras tan hermosas.

Un abrazo.

Kurtz dijo...

Tus relatos desprenden una fuerza y una pasión inusitada (y esas imágenes...). Ojalá yo logre lo mismo que tú logras con una novela que estoy escribiendo.
Besos.

Alyxandria Faderland dijo...

Un relato desgarrador, como todos los que atañen a la destrucccion de una civilizacion. El dolor ante la muerte, la msacre, la sangre que se escapa en torrente de los cuerpos que supieron contenerla. El dolor de perderlo todo, casi hasta la esperanza; lo cual hace funestas las palabras de Eneas. Para lograr lo que se espera de el hacen falta un corazon y una determinacion de hierro, o sea que el tambien es un soldado en mision y no va a detenerse ni notar el estado del campo que pisa....
Esperemos que por lo menos disfrute(n) algo antes del final.

GABU dijo...

Mi queridísima ISABEL,que sabia reflexción la de ENEAS:"voluntad firme y un corazón de hierro..."

P.D.:Sólo espero que ese corazón de hierro no lo vuelva contra DIDO...
Veremos...Verdad?jajajajaja

MIS ENORMES BESAZOS PARA VOS QUERIDA AMIGA!:)

Daniela dijo...

Isabel...sigo atrapada con la historia y con la personalidd de los personajes. Pero eso de una nueva tragedia...qu� suceder�.
Besos.

Anónimo dijo...

¡Demasiados recuerdos, demasiados recuerdos para este griego cordelero...!, uffffffff.
Besillos, mujer de dedos de tinta, troyanilla.

Anónimo dijo...

hay un destino que es inmutable...todos llegamos a ello alguna vez.

se acerca el final...se presiente, ay! Troya te lloro.
unos abrazos amiga, muchos besos y cariños para mi escritora preferida.
chuicks!

Anónimo dijo...

Puff...despues del relato sobrecogedor que he leido, las palabras finales...
Ay.
Un beso con abanico, escritora.

cieloazzul dijo...

A veces uno quisiera poder tener el trozo de historia para cambiar los destinos...
que emocionante has estado querida amiga con tus relatos... uno no puede dejar de conmoverse...
Sigo en espera del tránsito...
besos muchos !

Ximena dijo...

Ay, no más tragedias!! En fin, la historia es como es... Me conmovió muchisimo este post, Isabel querida. Está escrito de manera increible. Te felicito de verdad. Aproveché de ponerme al dia con la historia, y no puedo dejar de mencionar la destreza que tienes para mover estados emocionales tan diversos. Me entretuve y divertí con el banquete y sus historias (que bueno qué bailé de nuevo, ya se me hacía que era la ocasión propicia!) y luego movida y conmovida leyendo a Eneas; sus iluminados analisis sobre cómo interpretamos las señales y (no) escuchamos a nuestros mensajeros; y ahora, emocionada con verse de pronto en medio del despiadado dolor de la guerra...

Amiga,te mando un tremendo abrazo, agradecida por este viaje.

Ximena

Leonor dijo...

Isabel que buen blog, te felicito.
Quieres visitar mi blog antes de votar?.
Un abrazote.

✈єℓιzα™ τσdσs lσs Dεяεcнσs яεsεяvαdσs cσρчяιgнτ dijo...

Eneas desgarrandose en esta historia... wow... me gusto mucho... ando perdida, pero aquí me tienes leyendote :)

PAZ TRAVERSO dijo...

Que dificil es el conflicto y las trincheras que encierran las hitorias del dominio ....
Besos para ti que puedes escanear cada palabra y verso.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola clarice baricco, toda historia tiene su fin, es cierto. Besos y buen ánimo, querida amiga.

Hola acus, celebro tu regreso tras la ausencia. Estoy deseando verte postear. Besotes.

Hola carlos a.gamboa, aunque te hayas ausentado, no hemos dejado de usar tu piel de toro. ¡Y con mucho provecho! Besos y hasta pronto.

Hola arthur, a estas alturas no sabemos si el niño Ascanio es Ascanio o todo el rato es Cupido. Pero desde luego, es muy pillín, porque no hace más que arrimarse a la reina. En cuanto al Ascanio, Ascanio, no volverá a ver nunca más a su mamá. La pobre está muerta. Estoy segura de que no es tu caso, así que no te apenes. Besitos, guapo.

Hola gusthav, como ya le dije a arthur, Ascanio no volverá a ver a su mamá. La vida es asquerosamente dura. Convence a arthur de que no será ese su caso. Besitos.

Hola peregrina, gracias por tus palabras. La verdad es que si no desarrollara esa capacidad de retener al lector, hace un montón de capítulos que todos habrías desistido... Espero con ilusión que me envíes ese texto tuyo sobre Dido y Eneas. Besos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola aurefaire, la tragedia de Troya tiene la capacidad de conmovernos a todos. Debes estar encantadora disfrazada de muñeco de nieve. Besotes cálidos.

Hola irene, lo bueno que tiene hablar de la guerra es que a todos nos espanta y quizá eso contribuya a que nos demos cuenta de todo el horror que encierra. Besos, querida amiga.

Hola ahelon, la brutalidad en la guerra la podemos intuir cada día sólo con leer las noticias que nos llegan a diario... Se siguen cometiendo muchas barbaridades. Besos.

Hola tony, comprendo que a todos nos deja este post un tanto apenados. No es de extrañar que la reina Dido se conmoviera mucho. Besos.

Hola makkkafu, gracias por hacer el esfuerzo de leer los post anteriores. Creo que eso te ayudará a disfrutar más de éstos. Saludos cordiales.

Saludos, el perseguidor, gracias por tu visita y tus palabras.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola manuel, veremos qué guerra es la que preparan estos troyanos... Besotes.

Hola rosa silverio, ya ves que Eneas tiene mucha capacidad de convicción. ¿Puede extrañarnos que su nombre, unido a su pertenencia a la nación troyana y a su propia aventura, suscitara siempre muchos apoyos? ¡Ay, pobrecita Dido...! Besos, guapa.

Hola alida, hay que prepararse para lo que venga, eso seguro. Besos.

Hola marvisión, seguramente la escena de la matanza que relata Eneas se habrá repetido en algún lugar del mundo esta misma semana. Ese es el verdadero drama. Besos y gracias por tu cariño de siempre.

Hola fgiucich, la crueldad no cesa. He seguido a Virgilio, quien cuenta este desastre de forma maravillosa. Besos y hasta pronto.

Hola ontokita, te aseguro que de no haber sido por vosotros, los lectores, no habría escrito esta historia. En cuanto a la participación de algunos como personajes, ha sido para mí un aliciente y una fuente de inspiración. Espero que nos recordemos siempre como participantes y testigos de la fundación de Cartago y sus primeros años. Besos, querida amiga.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola manuel márquez, agradezco mucho la tenacidad con que estás poniéndote al día con la historia, porque no resulta fácil. Y comprendo muy bien lo que dices respecto a la intriga de un post al siguiente. Decía un amigo bloggero que esto de las entregas era como los folletines del XIX, dicho con cariño, claro. Creo que, en cierto modo, se saborea más, hay más tiempo para asimilar lo leído. Gracias por todo ello y saludos cordiales.

Hola kurtz, seguro que consigues hacer lo que quieres en esa novela. Te sobra inteligencia y pasión. Besos y hasta pronto.

Hola lady zurikat, suscribo por completo tus palabras. Creo que Eneas ha sido muy explícito al enumerar las armas de las que se vale en la actualidad, una vez perdida su tierra. Sí, hay cierta ferocidad en esa declaración. Besitos, querida amiga.

Hola gabu, lo malo de tener un corazón de hierro es que no se reconoce a nadie: ni padres, ni hijos, ni hermanos, ni amantes. Por eso siempre hay mucho daño para el dueño del corazón armado y para quienes lo rodean. Besos y feliz semana.

Hola danielha, es importante que acompañemos a la reina en los siguientes capítulos. Tú tienes mucha sensibilidad y seguro que sabes comprenderla. Besitos, guapa.

Hola kostas k., cuando pienso que, junto con la señora Imilce, sois los últimos supervivientes de la aventura fundadora de Dido, me siento invadida por un sentimiento reverente hacia vosotros. Muchos recuerdos, sí. Es una carga y una responsabilidad. Besos y hasta pronto.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola juana banana, siempre llevaremos en el corazón a los troyanos. Y, por lo que a mí respecta, a la reina Dido. Besos y hasta pronto.

Hola rafael p.q. tienes razón: las palabras finales presagian algunas penas. Necesitaremos aire... Besotes.

Hola cieloazzul, también a mí me ocurre que me gustaría cambiar algunas cosas de la historia (o quizá, toda). Ya que no es posible, al menos tenemos la posibilidad de recrear lo conocido según lo podemos imaginar. Besos y hasta pronto.

Hola ximena, creo que tu danza ha sido, en todo momento, un placer y una iluminación para quienes te contemplaban. Es maravilloso encontrar personas capaces de dar luz a los demás y sumergirlos en unas emociones intensas y diversas. Y aún tienes otra cualidad más: seducir a la inteligencia y conseguir que el amor sobreviva al matrimonio... ¡Demasiado! Besos, querida amiga.

Isabel Barceló Chico dijo...

Saludos, patricia. En cuanto pueda pasaré por tu blog.

Hola ave fénix, creo que tú no te pierdes nunca... Besos y gracias por venir.

Hola paz traverso, espero que en la guerra que se avecina sepamos ser solidarias. Besitos, guapa.

Priamorex dijo...

Despues de largos años de sitio ..
La ciudad entera se abrio como el cuerpo de una Flor .
Lastima de Muertos los Troyanos de largas melenas , Los Argivos de lustrosas grebas...
Todos estamos ya en los Campos del Olimpo .

P.D. No cambiamos tanto despues de 3000 años , y es triste .Gracias por volverme inmortal.

El Mostro dijo...

Doña Isabel, prometo (me prometo) pasar más seguido.
Besos.

Anónimo dijo...

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