Carta
de Claudia Hortensia a su amiga Marcia.
Marcia querida, esta mañana, cuando me dirigía a las
tiendas del foro, me he encontrado casualmente con el noble Cayo Marcelo, tu
vecino. Su cabeza sobresalía sobre la multitud y al verle la cara tan
sonriente, he pensado que debía venir de hacer otro negocio redondo: quedarse
con las casas de los más miserables o acopiar trigo para subir los precios. Sin
embargo, cuando lo he tenido más cerca, me he quedado de piedra. ¿Puedes creer
que iba vestido con la toga cándida? Sí, amiga mía, se presenta a las
elecciones consulares. Saludaba a un lado y a otro, repartía sonrisas e incluso
se ha parado delante de unos mendigos y le ha besado la mano a uno de ellos,
cuando en otro momento le habría escupido en la cara, caso de haberlo visto. No
he podido callarme. Me he vuelto hacia Antonia, que venía conmigo. “Querida”,
he dicho en voz alta, “recuérdame que para este invierno me compre un manto
blanco. Y no digas que su claridad no me favorece o que me hace más gruesa,
porque ese color tiene poderes mágicos. ¿Acaso no acabas de ver con tus propios
ojos cómo una hiena se transforma en cordero?”. Mañana pasaré por tu casa y te daré detalles.
¡Tenme preparado algo reconfortante, porque por mis venas solo corre hielo! Cuídate.
NOTA: Los romanos que se presentaban a las elecciones para cualquier magistratura (cónsules, ediles, etc) se vestían de una manera especial a fin de distinguirse de los demás ciudadanos y llamar así la atención sobre su persona. No llevaban túnica sino, puesta directamente sobre la piel, una toga blanqueada con tiza que, obviamente, destacaba entre todas las demás e informaba a los ciudadanos que quien así vestía se presentaba a las elecciones. Precisamente por su color se llamaba “toga cándida” (blanca) y de ahí deriva el sustantivo “candidato”, el que viste la toga cándida, es decir, el que se presenta a las elecciones. Plutarco se preguntaba por la razón de llevar la toga sin la túnica debajo (Cuestiones Romanas, nº 49) y se daba tres posibles respuestas, aunque quizá sean todas compatibles. Esto se respondía:
“¿Quizá para que no compren los votos si pudieran llevar dinero en el regazo?
NOTA: Los romanos que se presentaban a las elecciones para cualquier magistratura (cónsules, ediles, etc) se vestían de una manera especial a fin de distinguirse de los demás ciudadanos y llamar así la atención sobre su persona. No llevaban túnica sino, puesta directamente sobre la piel, una toga blanqueada con tiza que, obviamente, destacaba entre todas las demás e informaba a los ciudadanos que quien así vestía se presentaba a las elecciones. Precisamente por su color se llamaba “toga cándida” (blanca) y de ahí deriva el sustantivo “candidato”, el que viste la toga cándida, es decir, el que se presenta a las elecciones. Plutarco se preguntaba por la razón de llevar la toga sin la túnica debajo (Cuestiones Romanas, nº 49) y se daba tres posibles respuestas, aunque quizá sean todas compatibles. Esto se respondía:
“¿Quizá para que no compren los votos si pudieran llevar dinero en el regazo?
“¿O mejor, porque, al juzgarse dignos de la
magistratura, no por su linaje, riqueza o fama, sino por sus heridas y
cicatrices, acudían a las asambleas desprovistos de túnica para que aquellas se
hiciesen patentes a quienes se encontraban a su paso?
“¿O del mismo modo que estrechando manos, suplicando
y postrándose ante alguien se ganaban al pueblo, así también lo hacían mostrándose
humildemente con el cuerpo desnudo?”
“Cuestiones
Romanas”. Plutarco. Edición de Manuel.Antonio Marcos Casquero-
* Foto: escultura de un ciudadano romano. Museo Termas de Diocleciano. Roma. Foto: Isabel Barceló.
17 comentarios:
Muy interesante. No puedo dejar de ver cierto paralelismo con nuestros candidatos actuales, aunque no tengan nada de 'cándidos", ni siquiera la toga!
Saludos.
¡Cuánto se aprende de los romanos, Isabel!
Vale.
Hemos cambiado muy poco. La gente sigue picando "cándidamente".
Un saludo, Isabel.
He disfrutado mucho leyendo tu texto y la explicación posterior. Aprendo mucho contigo, Isabel.
Hola, Neogéminis Mónica Frau, también yo veo muchos paralelismos. Como bien dices, lo que ha cambiado es el modo de vestir, porque en lo demás - tampoco los romanos eran muy "cándidos" que digamos - podemos leer sin extrañeza las reflexiones de Plutarco. Besazos.
Ja, ja, Dyhego, ¿cómo no vamos a aprender con los romanos si puede decirse que nos lo enseñaron todo? Besazos.
Cierto, Cayetano Gea, la candidez parece haberse desplazado de sitio: de la toga del candidato a los corazones y/o las mentes de los votantes. O igual no, igual ha sido siempre así... Besos, querido amigo.
Saludos, Dolors Jimeno, me hace feliz que disfrutes y aprendas al mismo tiempo. Un besazo.
-Lo dicho; tenemos tantos parecidos.Los nuestros no llevan la toga cándida, pero van de cándidos con los discursos que nos sueltan cargados de tantas mentiras y esos gestos de amiguismo, cómo bien indica a su amiga Marcia:(como una hiena se transforma en cordero)El pueblo llano si que somos los cándidos que todo nos lo creemos Y sino tragamos lo que nos echen.
Bueno vamos a ver estas próximas elecciones si damos con la fórmula:(
Un beso feliz día Isabel
Muy cierto, Bertha, la toga cándida la llevan ellos pero los cándidos somos nosotros. El problema, muchas veces, es que nos dejamos llevar por las palabras y no por los hechos probados. En fin... Besazos, querida amiga.
En las lenguas latinas modernas cándido también significa sin dobleces, sencillo, simple. Sin duda había y hay que serlo para participar en el.juego, para dar el voto e incluso para pedirlo. La democracia romana es sorprendente en esa simplicidad al estar mezclados todos los poderes en los mismos cargos, y también en la desvergonzada manifestación pública de favores mutuos que se establecían entre elector y elegido.
Un abrazo.
Hola El Peletero, realmente no puede decirse que el régimen político de Roma, en tiempos de la república, fuera la democracia. Había una oligarquía que detentaba el poder, aunque los distintos magistrados fueran elegidos en votaciones. Todos los cargos tenían duración limitada. Respecto a la exhibición de favores mutuos, supongo que te refieres a la institución de la "clientela". Tiene una explicación: en una sociedad que no estaba articulada en vertical y cuyos miembros carecían de toda protección por parte de los poderes públicos, surge esa figura mediante la cual, el "patrono" apoya y presta su ayuda al "cliente" en aquello que este no puede resolver (por ej. la protección de su familia cuando va a la guerra, en los juicios, etc) y el "cliente", a su vez, apoya las leyes, las propuestas y las candidaturas de su "patrono". Es una relación de apoyo mutuo, muy antigua. Otra cosa es el uso abusivo que se dio hacia finales de la república romana y otra cosa muy distinta es el "clientelismo" de la política actual. Los ciudadanos actuales no están abandonados a sus propias fuerzas, hay instituciones y servicios que se ocupan de su educación, de su salud, de sus derechos, de verse resarcidos ante la injusticia, etc, es decir: hay todo un aparato de sostén. El "clientelismo" actual no nace de la necesidad objetiva del ciudadano común, sino del deseo de beneficiarse de los fondos públicos y del interés de quien maneja esos fondos en perpetuarse en el poder.
Por lo demás, la separación de los poderes sólo se produjo con la Revolución Francesa.
De Roma y los romanos tenemos mucho que aprender,tanto de sus aciertos como de sus errores y sus fallos, que no fueron pocos. Saludos cordiales.
Los políticos nunca cambian. Se enmascaran, trocan sus voluntades, ejercitan la labor teatral como verdaderos profesionales. Todo vale para ganar votos.
Un beso
Hola Carmen Gascón, creo en la necesidad de la política y que todos los políticos no son iguales. Hay mucha gente honesta trabajando por el bien común. Lo malo es que quedan ocultos por los que usan los cargos para su propio provecho. Nos corresponde a los ciudadanos ser muy críticos con estos y, sobre todo, informarnos mejor y no dejarnos engañar. Porque mucho me temo que, en algunos casos, a la hora de votar se impone el egoísmo y, con tal de que me vaya bien a mí, todo lo demás no importa. Los políticos no salen de la nada, sino de nuestra sociedad y eso debería hacernos pensar mucho, mucho... Besazos, querida amiga.
Gracias, una explicación perfecta!!!
Gracias a tí, El peletero. Besazos.
Querida Isabel:
La doble moral, la hipocresía, los sepulcros blanqueados o la toga cándida de la que nos hablas son, desgracidamente, abundantes en la política. No me estraña que Claudia Hortensia haya ardido en hielo, que es una paradoja mucho más comprensible que el aspecto inocente con que se quieren vestir algunas hienas.
Es curioso, me estaba acordando del hongo "cándida que tiene ese candoroso, diríamos inofensivo nombre, y... ¡hay que ver el daño que puede hacer!
Saludos a las muy nobles Antonia, Marcia, Claudia Hortensia e Isabel Romana, muchas gracias a su amistad y correspondencia que nos han permitido conocer tan clarificadora historia.
Un abrazo, queridísima.
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