En el mismo momento en que Publio Cornelio Escipión el Africano Mayor, el ilustre vencedor de Aníbal, dejó de respirar para siempre, una mujer contuvo la respiración. Esperaba el desenlace de pie, junto a la puerta del cuarto donde yacía el moribundo. Y supo que había muerto al oír el grito desgarrador de la noble Emilia, la esposa de el Africano. Quedó en suspenso un momento y luego, antes de que empezaran a llegar corriendo los demás esclavos, se retiró discretamente hacia la cocina.
- ¿Ya? – le preguntó la esclava que se encargaba del ajuar de mesa al verla entrar con el rostro alterado. Antistia afirmó con la cabeza y, aunque estaba preparada desde hacía tiempo, no pudo evitar el llanto. Se sentó en un escabel al lado del fogón y se tapó la cara con las manos.
- Vamos, Antistia, debes tranquilizarte – le decía su compañera.
- Lo sé, lo sé – respondía aquella entre sollozos – pero no puedo. Lo he perdido todo. ¿Lo entiendes? ¡Todo!
Los diez años transcurridos desde que Escipión la había comprado en un mercado de esclavos de Campania habían pasado como un soplo. Buscaba una esclava joven que sirviera de doncella a su esposa y, por alguna razón, se fijó en ella. Nunca agradecería bastante a los dioses que hubiera sido él, y no otro, su comprador. Antistia fue bien acogida en la casa y aprendió pronto a adaptarse a los gustos de la domina Emilia, que no era muy exigente.
Escipión la llamó un día a su lecho y Antistia, como cualquier otra esclava de la familia, estaba obligada a complacerlo. Fue considerado con ella al darse cuenta de que aún era virgen. La consoló cuando el dolor le provocó lágrimas y la despidió después dándole una palmadita en la mejilla. No dio autorización a ningún esclavo para que yaciera con ella y la llamó más veces. Era ya un hombre mayor y no tenía la fogosidad de los jóvenes, pero sabía ser apasionado y tierno. Poco a poco Escipión comenzó a amarla.
Antistia se sentía cada vez más feliz con Escipión y más incómoda delante de su ama. Nada de lo que ocurría en una casa era secreto para sus habitantes y no tardaba mucho en conocerse en el resto de la ciudad. Así que el día que Escipión comunicó a su mujer que había decidido hacer de Antistia su concubina, la noticia voló por los mercados y las termas públicas y fue la comidilla de las matronas durante varias semanas. Escipión dispuso que se le asignara un cuarto en la parte noble de la casa, se la dispensara de servir a Emilia, claro está, y se le asignara dinero, ropas y personal para su servicio. Para Antistia esta decisión fue buena y mala.
Nunca logró superar la vergüenza y cortedad delante de la domina Emilia. Gozó, en cambio, de la consideración de Escipión, quien no dudó en colmarla de obsequios y dinero. Eran muy ricos. Pero la muerte de él la dejaba por completo desasistida y esto era algo que sabía todo el mundo.
- ¡Se te acabó la buena vida! – le espetó a Antistia la esclava que la había sustituido en el servicio del ama. Había entrado en la cocina a buscar agua para llevarle de beber a la domina Emilia y no había podido reprimir su desdén. No le gustaba la concubina. Odiaba sus comodidades y sus privilegios y estaba deseando verla caer.
- ¡Métete en tus asuntos! – le respondió la esclava del ajuar de mesa. Ella sí estimaba a Antistia y compartía su pesadumbre. Ambas tenían una preocupación fundada, porque ahora que Escipión no podía proteger a su concubina, no era difícil adivinar lo que iba a pasar.
- ¿Ya? – le preguntó la esclava que se encargaba del ajuar de mesa al verla entrar con el rostro alterado. Antistia afirmó con la cabeza y, aunque estaba preparada desde hacía tiempo, no pudo evitar el llanto. Se sentó en un escabel al lado del fogón y se tapó la cara con las manos.
- Vamos, Antistia, debes tranquilizarte – le decía su compañera.
- Lo sé, lo sé – respondía aquella entre sollozos – pero no puedo. Lo he perdido todo. ¿Lo entiendes? ¡Todo!
Los diez años transcurridos desde que Escipión la había comprado en un mercado de esclavos de Campania habían pasado como un soplo. Buscaba una esclava joven que sirviera de doncella a su esposa y, por alguna razón, se fijó en ella. Nunca agradecería bastante a los dioses que hubiera sido él, y no otro, su comprador. Antistia fue bien acogida en la casa y aprendió pronto a adaptarse a los gustos de la domina Emilia, que no era muy exigente.
Escipión la llamó un día a su lecho y Antistia, como cualquier otra esclava de la familia, estaba obligada a complacerlo. Fue considerado con ella al darse cuenta de que aún era virgen. La consoló cuando el dolor le provocó lágrimas y la despidió después dándole una palmadita en la mejilla. No dio autorización a ningún esclavo para que yaciera con ella y la llamó más veces. Era ya un hombre mayor y no tenía la fogosidad de los jóvenes, pero sabía ser apasionado y tierno. Poco a poco Escipión comenzó a amarla.
Antistia se sentía cada vez más feliz con Escipión y más incómoda delante de su ama. Nada de lo que ocurría en una casa era secreto para sus habitantes y no tardaba mucho en conocerse en el resto de la ciudad. Así que el día que Escipión comunicó a su mujer que había decidido hacer de Antistia su concubina, la noticia voló por los mercados y las termas públicas y fue la comidilla de las matronas durante varias semanas. Escipión dispuso que se le asignara un cuarto en la parte noble de la casa, se la dispensara de servir a Emilia, claro está, y se le asignara dinero, ropas y personal para su servicio. Para Antistia esta decisión fue buena y mala.
Nunca logró superar la vergüenza y cortedad delante de la domina Emilia. Gozó, en cambio, de la consideración de Escipión, quien no dudó en colmarla de obsequios y dinero. Eran muy ricos. Pero la muerte de él la dejaba por completo desasistida y esto era algo que sabía todo el mundo.
- ¡Se te acabó la buena vida! – le espetó a Antistia la esclava que la había sustituido en el servicio del ama. Había entrado en la cocina a buscar agua para llevarle de beber a la domina Emilia y no había podido reprimir su desdén. No le gustaba la concubina. Odiaba sus comodidades y sus privilegios y estaba deseando verla caer.
- ¡Métete en tus asuntos! – le respondió la esclava del ajuar de mesa. Ella sí estimaba a Antistia y compartía su pesadumbre. Ambas tenían una preocupación fundada, porque ahora que Escipión no podía proteger a su concubina, no era difícil adivinar lo que iba a pasar.
* Figura femenina
** Vista del foro romano desde donde tuvo su casa Escipión ( siglos III - II a.C.)
14 comentarios:
No conozco a las protagonistas de tus relatos, por eso me paso a leerlos, porque describes personajes que no aparecen en la historía y aunque no intervinieran directamente en relevantes hechos y estaban relegadas a un segundo término, su apoyo moral fue muy fuerte. Besos Nina
Que interesante, me lo he leido en un toque. tu blog si que es sui generis, de nuevo, te felicito, los post son muy buenos.
Besos, Laura.
No se si Antistia existió o sólo es una protagonista ideada para este relato que describe una situación corriente en aquella época, pero lo que si tengo claro es que es un artículo muy bueno que engancha desde el principio y te deja con ganas de leer más.
Un abrazo y buen fin de semana.
Haces relatos con una época fascinante y una ciudad mítica. Original planteamiento. Gracias por tu visita. Estaré por aquí con frecuencia.
Besos, Miguel Angel.
Isabel, con tus lecturas provocas en mí la curiosidad, el interés por los protagonistas, el afán de buscar...
Gracias!
un beso
Hola a todos. Durante la historia de Roma, numerosas mujeres han llevado el nombre de Antistia, desde la que Isabel nombra, esposa de Escipion, hasta Antistia, la mujer de Pompeyo, que luego resultó repudiada. Antistia fue un nombre muy común durante el siglo XVII en el litoral mediterraneo. Curiosamente, la Antistia más famosa de la actualidad, es una actriz porno :-)
No conozco demasiado de la historia de Roma, pero me parece un planteamiento muy interesante hablar de sus mujeres.
Seguiré tu blog para aprender un poco sobre esa época tan enriquecedora.
Chapeau.
Un abrazo
Hola a todos. He estado fuera el fin de semana.
Nina, estoy muy de acuerdo contigo en que el protagonismo de las mujeres tuvo una visibilidad muy baja, aunque seguro que contaron en la vida cotidiana muchísimo más de lo que parece cuando leemos historia. En fin, yo me siento muy motivada para intentar llamar la atención sobre ellas.
Laura hamer,ya ves que he seguido tus consejos en lo que he sabido/podido. Gracias por tu visita. Seguimos en contacto.
Leodegundia: yo tampoco sé si el nombre "Antistia" fue el que tenía la concubina de Escipión o se llamaba de otra manera. Lo que puedo decirte es que la historia que cuento, en lo esencial, nos viene transmitida desde la antiguedad.Espero que te guste la continuación.¡Estas mujeres nos tienen en ascuas!
Almena, ¡siempre das de lleno en mis intenciones! Eso es lo que más me gusta, que a todo el mundo le entren ganas de saber más y más y más... un beso.
Caboblanco, me encanta cómo vas enriqueciendo las noticias.No sabía ni lo de la actriz porno actual ni tenía idea de que en el XVII fuera un nombre muy extendido. Lo elegí para nombrar a la concubina de Escipión porque no sé cómo se llamó en realidad y Antistia es un nombre muy sonoro y bonito. Además, contrasta muy bien con el de la esposa, Emilia. Vamos a ver cómo acaba esta historia...
Carmen, bienvenida. Me alegro que te interese el tema. Por mi parte, creo que lo que sentían y vivían las mujeres de entonces no es demasiado diferente de lo que sentimos y vivimos las mujeres de la actualidad. Sólo que nos resulta más fácil y digerible hablar de ello en pasado. Por otra parte, siento una gran admiración por todas las mujeres que han existido antes que nosotras, gracias a las cuales estamos hoy en el mundo. Creo que nunca haremos bastante por reivindicarlas a ellas. Hasta pronto.
Esto para mí es una historia novelada y me encanta como manejas los diálogos, ya que pudieron ser perfectamente de la manera que los narras. Estoy deseando que continúes con la historia.
Un saludo
Gracias, unjubilado, estoy en ello. Un abrazo y hasta pronto.
Fantásticas historias narradas fabulosamente bien...
He disfrutado mucho leyéndote.
Bicos.
Gracias, Muralla. Espero que nos encontremos a menudo. Besos
Empezando la historia de las mujeres de Escipion que promete... voy a la siguiente
Tienes una manera de narrar que subyuga, francamente. Me gusta el tema y como lo cuentas.
Carmen López y Martí
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