miércoles, mayo 10, 2017

CUANTO MEJOR ES LA SINCERIDAD EN EL AMOR (Pomona y Vertumno)


- Vengo a hacerte una visita, estimada Pomona – dijo una anciana atravesando la verja de madera con que la diosa encargada de cuidar de la fruta cerraba la entrada a su huerto.

Cansada de ver rondar cerca de sus frutales a muchos campesinos, faunos y diosecillos que pasaban por delante una y otra vez y la miraban como si la quisieran devorar con los ojos, la joven y fragante Pomona había levantado una tapia y se pasaba el día dentro de su huerto, con una hoz, limpiando las malas hierbas o quitando espesor a las ramas a fin de que la fruta creciera hermosa y sana. Era muy dichosa así. No le interesaban los varones.

Como no desconfiaba de las mujeres, esa mañana permitió que aquella vieja desconocida, de rostro arrugado y el cabello cubierto con un pañuelo, entrara en su huerto, se sentara sobre una piedra y empezara a charlar mientras ella seguía podando.

- Tendrías que casarte, Pomona –decía la anciana–. Muchos jóvenes te pretenden. ¿Y hay algo que abone mejor un huerto que un corazón amoroso? ¡Tus manzanas crecerían el doble de rojas y de hermosas si te entregaras al amor!

Como Pomona no respondía, la visitante seguía con su cháchara y sus argumentos, mirándola de reojo. Pero iba pasando la mañana y, ante el silencio obstinado de la bella huertana, a la vieja cada vez se le descolocaba más el chal que llevaba sobre los hombros y, con dedos nerviosos, se tocaba continuamente el pañuelo, sus ralos cabellos blancos y los pendientes que le colgaban de las orejas. Y es que, bajo la apariencia de anciana, se ocultaba el dios Vertumno. Desde hacía meses rondaba el huerto de Pomona, de quien estaba perdidamente enamorado. Era muy hábil en adquirir formas y aspectos distintos, así que llevaba tiempo pasando por delante de la verja bajo la apariencia de un segador, o de un pescador, o de un soldado, o de una espigadora, todo con tal de contemplar una vez más a esa criatura tan sublime y que hacía crecer una fruta tan jugosa como ella misma. Ese día, desesperado ya, se había decidido a abordarla y, como si se tratase de una ancianita dulce y sabia, convencerla de que debía tomar marido. Sin éxito, de momento, pese a que se explicaba muy bien.

- …Y mira que los dioses castigan a las jóvenes que tienen el corazón duro y se niegan a amar –insistía–. Yo sé de un dios que está completamente loco por ti y besaría el suelo que tú pisas. Se llama Vertumno –añadió mirándola fijamente–,  no sé si has oído hablar de él.

Pomona siguió sin contestarle. Con el ejercicio, las mejillas se le habían cubierto de rubor, le brillaban más los ojos y diminutas gotas de sudor, redondas y transparentes como el rocío, le cubrían la frente, el nacimiento de los senos y los brazos. Un mechón de cabellos le cayó sobre los ojos y ella, deteniendo un instante sus labores con la hoz,  se lo apartó con el dorso de la mano.

Resultaba tan deliciosa que Vertumno no pudo aguantar más. Así, se puso en pie de un salto, se quitó de golpe el pañuelo, el chal, el delantal, los cabellos blancos y los pendientes, las arrugas, la espalda doblada por los años, la sonrisa de anciana dulce y sabia y se mostró a Pomona, por primera vez, tal cual era.

Y al verlo tan joven y hermoso, Pomona dejó caer la hoz al suelo, entornó los párpados y tendió hacia él sus labios y sus brazos.

NOTA: Este es un mito local romano. Vertumno era el dios de la transformación, adoptaba múltiples apariencias. Pomona vigilaba que crecieran bien la fruta, en especial la poma, es decir, la manzana.De su nombre deriva la palabra pomar que denomina un campo de manzanos.

5 comentarios:

Cayetano dijo...

A los dioses antiguos les encantaba el transformismo. Zeus puso el listón muy alto y sentó cátedra. Luego llegaron otros, como el que narras, que no dudaron en disfrazarse con tal de comerse la "manzana".
Un abrazo, Isabel.

Isabel Barceló Chico dijo...

Ja, ja, Cayetano, tienes mucha razón. Con todo, este dios Vertumnus era "transformista" por naturaleza, en realidad nadie sabe cómo era realmente, pues lo suyo era cambiar continuamente y adquirir todas las apariencias, tanto de hombres como de mujeres. Tenía una estauta en Roma y, al parecer, le hacían esos cambios. Besazos.

Dolors Jimeno dijo...

Preciosa la historia y tan bien contada como siempre. Muchas gracias, Isabel.

Isabel Barceló Chico dijo...

Gracias, Dolors. A estos dioses menores romanos les tengo mucho afecto. Saludos cordiales.

yolanda carrasco dijo...

Hermosa historia, Isabel.Me ha encantado como todas las que cuentas.Me alegro de que la diosa Pomona encontrara el amor.Besos, Isabel.