«Entretenerlo [a su padre, Alejandro VI] no siempre resultaba fácil, pero ella encontró la manera de aquietarlo cuando lo percibía intranquilo o muy desazonado. Le rogaba que le hablase de su infancia en su querida Xátiva, de las bellezas del ducado de Gandía y de la famosa Valencia. Ambos entornaban los ojos y se trasladaban allí, él con los recuerdos y ella con la imaginación, sintiendo una aguda nostalgia de aquella tierra en cuya lengua hablaban, en cuyas costumbres vivían, pensaban, se alimentaban y se vestían, cantaban y danzaban, nutrían sus mentes con las obras de reflexión, se conmovían al escuchar su poesía y se divertían con sus libros de aventuras. Ellos mismos exhalaban la efusividad, el gozo de vivir y la alegría que tanto admiraban a los viajeros que visitaban Valencia y dejaron constancia de ello en sus libros.»
El próximo jueves, 18 de noviembre, estaré con Lucrecia Borgia en el Museo de la Ciudad, de la mano de Juan Luis Bedíns y de María Barceló.
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