Quien había hablado así, sin preámbulos ni ceremonias, sin haber pedido siquiera permiso para hacerlo, era una anciana con un bastón. Los hombres que rodeaban al rey Tarquinio en la sede del Senado quedaron tan sorprendidos como él y sus guardias reaccionaron dirigiéndose hacia ella para apartarla.
La anciana levantó el bastón. Sus dedos eran finos, más huesudos que la propia vara y, lleno de arrugas, su rostro inexpresivo producía temor. Había autoridad en su gesto. Nadie se movió.
- Soy Amaltea, la sibila de Cumas – dijo. A pesar de su vejez, la voz era firme y profunda. Avanzó con lentitud, entre dos filas de senadores. Sólo entonces se dieron cuenta los presentes que la seguían dos esclavas llevando un arcón agarrado por sendas asas. La anciana se detuvo a unos pasos del rey y e hizo un gesto las porteadoras. Ellas, entonces, dejaron el mueble en el suelo y levantaron la tapa. En el interior, había unos rollos.
- Te traigo mis libros. Apolo, a quien sirvo, me ha inspirado para verter en ellos mis oráculos. Darán respuesta a todos los desastres y penalidades que aflijan a los romanos durante siglos. Son nueve. Y son únicos. Si los quieres, dame el peso de mis esclavas en oro.
Taquinio, que hasta entonces no se había inmutado ni había dado ninguna señal de respeto ante la anciana, soltó una carcajada.
- Muy caros vendes tus oráculos, vieja – respondió, dejando traslucir su desprecio –. ¿Me crees tan ignorante para no saber que puedo encontrarlos en otra parte y más baratos?
La anciana no pareció ofendida. Sin dar la espalda a Tarquinio, hizo que sus esclavas sacaran del arca tres de los rollos y los depositaran en el suelo, entre el rey y ella. Luego, a otra señal, una de las muchachas abrió una cajita metálica que colgaba de una cadena. Sacó una brasa y la aplicó sobre los rollos hasta que éstos, hechos de hojas de palma, empezaron a arder.
- Te repito mi ofrecimiento, rey – dijo Amaltea cuando se hubieron consumido –. Si quieres mis libros, tendrás que darme el peso de mis esclavas en oro.
- Eres poco inteligente, creo – respondió Tarquinio –, pues tú misma destruyes los bienes que me pretendes vender. Estás vieja, Amaltea. Si antes tu precio ya era exorbitante, ahora que sólo tienes seis libros para vender, no encontrarás a nadie que lo pague. ¿Acaso te ha dicho alguien que el rey de Roma se ha vuelto loco, o que suele malgastar el dinero? No necesito tus libros ni me interesan por ese precio.
Surgió un murmullo entre los senadores que rodeaban al rey. ¿Qué gobernante en su sano juicio rechazaría un oráculo? Menos todavía el de la sibila cumana, la más prestigiosa entre todas. Y no ofrecía un oráculo para una sola consulta, con ser esto ya apreciable, sino ¡seis libros completos!
- Señor – dijo uno de sus consejeros, acercándosele al oído –, lo que Amaltea nos ofrece es un tesoro. Cualquiera de los monarcas vecinos lo compraría con gusto, pues no en vano proceden del mismo Apolo. Podríamos conocer sus oráculos sin necesidad de costosos y peligrosos viajes hasta Cumas. No necesitaríamos esperar días y días hasta que nuestros enviados fueran y regresaran con la respuesta. En casos de peligro el tiempo es muy valioso…
- ¡Calla! – Respondió Tarquinio, también en voz baja –. Quiero que esa mujer rebaje su precio. No voy a pagar tanto. Si me mantengo firme, cederá. ¿No ves que es una vieja? Y, además, en ningún momento ha dicho que fuera a ofrecerlos a nuestros enemigos.
Mientras se desarrollaba esa conversación, las esclavas de Amaltea habían apilado entre ésta y el rey otros tres rollos, y les estaban prendiendo fuego. El rumor en la sala era ya un clamor. Los senadores pedían a gritos a la anciana que se detuviera, pero ella, inflexible, dejó que las llamas devorasen los rollos por completo. Cuando eran ya cenizas, volvió a hablar señalando el arca.
- El peso de mis esclavas en oro, si quieres tener estos tres libros.
Tarquinio se levantó, enojado. ¿Cómo se atrevía esa vieja a hablarle así?
- ¡Ya basta! Pretendes burlarte, ofender mi majestad. Soy Tarquinio, ¿sabes? y los romanos me llaman el soberbio. No tolero a nadie que se coloque por encima de mí y no voy a hacer una excepción contigo.
Amaltea no respondió. Se limitó a hacer de nuevo la señal a sus esclavas, y ellas sacaron del arca los tres últimos rollos. El griterío en la curia se hizo insoportable, los senadores imploraban al rey que no cometiese la impiedad de permitir la quema de los últimos libros, pues sin duda era reprobable rechazar así la ayuda inestimable de los dioses, la voz misteriosa con la que comunicaban sus vaticinios a los hombres. El propio Tarquinio estaba sorprendido al ver la decisión de la sibila, la forma en que se comportaba.
- ¡Sea como tú quieres! – dijo cuando ya los rollos estaban a sus pies, sobre las cenizas de los anteriores. Y al momento ordenó que trajeran una gran balanza para pesar a las esclavas y que trajeran todo el oro exigido para pagar.
- Y dime, venerable anciana. ¿Para qué quieres todo ese oro? – preguntó el rey, cuando ya la anciana se disponía a abandonar la sede del senado.
- ¿Para qué lo querías tú? – respondió ella. Y le dio la espalda.
NOTA: Queridos amigos, he cumplido mi promesa de hablar de los libros sibilinos, a los que me referí en este post. Este episodio, seguramente legendario, tendría lugar durante el reinado de Tarquinio el Soberbio, que reinó entre el 535 y el 510 a.C., año en el cual fue expulsado de Roma y se fundó la república. Los libros sibilinos, en número de tres, eran consultados por unos sacerdotes especiales (10 primero, 15 después) cuando lo ordenaba el Senado. Se guardaban en el templo de Júpiter Optimus Máximus, donde los originales resultaron destruidos en un incendio. Se sacaron copias viajando a otros santuarios y oráculos y los nuevos libros se guardaron en el templo de Apolo en el Palatino hasta su definitiva destrucción en el año 408 d.C.
Obviamente, la puesta en escena es creación mía. No se sabe dónde se entrevistó la sibila con el rey, ni exactamente lo que hablaron, aunque sí que ella quemó los libros de tres en tres sin rebajar el precio.
*Detalle de la pintura al fresco de Miguel Angel representando la sibila cumana en la Capilla Sixtina del Vaticano. Roma.
**Detalle de pintura de la sibila cumana, de Domenichino. Museos Capitolinos. Roma.
***Antro de la Sibila en Cumas.
****Pintura al fresco de Miguel Angel representando al sibilia cumana en la Capilla Sixtina de los Museos Vaticanos. Roma.
*****Detalle de pintura mural en una tumba etrusca en Tarquinia, ciudad natal de Tarquinio el Soberbio.
51 comentarios:
Has cumplido tu promesa, y lo has hecho como siempre, de forma apasionante. Me ha encantado el relato.
Ahora invocaremos los oráculos y les consultaremos por el futuro, el inmediato verano, y las futuras batallas del invierno. Que los dioses nos sean propicios.
Un beso
Pues excelente puesta en escena la suya, madame. El relato resulta verdaderamente delicioso y apasionante. Ha cumplido usted con creces su promesa, y nos ha deleitado una vez mas con el rey Tarquinio y la sibila.
Buenas noches, madame.
Bisous
Amiga mía, este texto tiene la calidad de los grandes. Te felicito. Abrazos.
Increìble actitud la de la anciana amiga mìa!!!
P.D.:Plantarse de ese modo tiene sus pro y sus contra...
Aunque todo puede dar uno de esos vuelcos inesperados si se sabe de antemano que la victoria estarà de nuestro lado...
MOLTO BACCI ISA QUERIDA ♣
Querida Isabel, sencillamente me has dejado sin palabras. Fascinante historia pero más fascinante aún me parece la forma en que la has narrado. Genial. ¿Para cuándo una novela? Un fuerte abrazo y ¡Gracias por esta maravillosa entrada!
MAgnífico relato en fondo y forma. Precioso, profundo, preciso.
Muchas gracias, Isabel
Me maravillo con tu documentación, con tu puesta en escena, con tu entrega... ¡Qué bonito sería, que todos los profesores de historia cogieran tus textos para enseñarla!
Fascinante la historia sobre los oráculos...Fascinante tú.
Un abrazo
Estoy maravillada por la forma exquisita con la que nos ha puesto en escena a Tarquino el soberbio y a la sibila cumana.
Un placer, una vez más, visitar este blog!
Saludos!
Para que nos vamos a engañar, has hecho una puesta en escena de vicio, fabulosa.
Besos Isabel
Siempre que oigo hablar de los libros de las sibilias, me quedo con las ganas de saber que se decía realmente en ellos. ¿Serían profecías parecidas a las de los oráculos délficos, de esas que según las circunstancias podrían interpretarse de una manera u otra?. Quién sabe, el caso es que cuentan que fueron destruídos definitivamente por Estilicón, allá por el siglo V, aunque los hay que afirman que descansan ocultos en los Archivos Vaticanos, cosa que yo, personalmente dudo.
De cualquier manera, como todo lo que tiene que ver con aquél periodo, la historia parece descansar bajo el manto de la leyenda. En este caso una leyenda que quizá pretendía explicar y legitimar unos documentos de origen incierto, pero que resultaba de verdadera utilidad en los momentos de crisis. Sobre todo para la casta sacerdotal, que se reservaba para si un margen de poder.
Poco más puedo decir que no se haya dicho en los comentarios anteriores con respecto a la calidad del texto. Magnífico. Deberías de pensar en pasarlo al papel.
Salud
me quedé con la duda de qué dirían esos libros!
Fantástico relato, muy bien enlazado.
Abrazos.
Tarquino el Soberbio no pasó a la historia por su inteligencia, fue un déspota.
Me encanta tu relato
Bicos
Buenísimo.
Me ha encantado esta historia.
La puesta en escena es excelente.
Saludos.
La leyenda de los libros sibilinos es apasionante. Tarquinio los compró finalmente por pura superstición: si los tres seguían costando lo mismo que cuando eran nueve, sin duda eran libros divinos. Estos libros fueron muy manipulados por los primeros cristianos, que vieron su gran potencial para atraerse a su fe a los paganos. Otorgaron a las sibilas poderes para conocer muchos de los secretos de las Sagradas Escrituras, como el propio advenimiento de Cristo, y fueron comparadas con los grandes profetas bíblicos. Esa es la razón de que la Sibila figure en la Capilla Sixtina al lado de los profetas. Insisto, es un tema apasionante. La ficción de la venta de los libros, como siempre, estupendamente recreada por ti, Isabel. Un beso.
Magnífica recreación de ese episodio legendario. Qué interesante, querida Isabel.
Un gran abrazo
Una vez más, genial.¡Que bonito nos lo pones!
Un besote.
Isabel, que relato apasionante, muy bien trazado, ameno, divertido. Como siempre nos deleitas con pellizcos selectos de cultura clásica.
Por algo le llamaban soberbio, no hay que burlar a la Sibila ni a los Hados, ni ofender a la vejez que es sábia. Fue expulsado y se declaró la República, aquí adivino, cual augur, la secreta mano de la vieja de Cumas, por cierto un lugar mágico, bello en el extremo de la bahía napolitana, ayyy, !cuanta belleza de punta a punta!
Isabel, en mi blog he puesto más fotos de Roma, para tí si quieres.
También colgué el relato sobre la madre.
He estado desaparecida, en Cariño, vuelvo a desaparecer, para escribir, nadar, et, et.
Cuídate mucho, disfruta del verano y si puedes, vete a Ischia, Procida, a Capri, a Puzzoli...yo iría ahora mismo. Besito y !salve! natalí.
Apasionante relato. Muy bien llevado.
Un gran relato que ha hehco que disfrute de su lectura.
Saludos
Muy buena respuesta, pero mala negociante. Nadie compra bajo tanta presión salvo que verdaderamente lo necesite. Y la vida da muchas vueltas.
Besos.
Perseverancia y sabiduría. La soberbia no lleva a ningún lado.
Saludos!!!
Por una vez, gracias a ti (mil gracias) la Sibila no fue nada sibilina: directa al grano. Como a mi me gusta.
Eres envidiable.
Y esos libros sibilinos dieron mucho de qué hablar en las siguientes generaciones, incluso después de ser destruidos en un incendio.
Por cierto, ¿ya has contado la historia de Lucrecia? Me muero de ganas de leer tu versión...
Entro en tu blog por primera vez. Tras leer esta entrada, me hago seguidora sin dudarlo un instante. La historia es espléndida y la forma de la narración también, a mi modo de ver. El final es definitivo. La vieja sibila se iría contenta: tal vez nada cause tanto placer como arrancar su oro a un avaro y hacer hocicar a un soberbio. La vieja sibila partiría satisfecha: como nosotros.
Amiga Isabel,
Acabo de leer tu comentario en mi espacio sobre Edipo Rey. Das una definición perfecta de la Tragedia Griega. Pasa eso siempre: el héroe trágico se ve arrastrado a la ruina, a su propia destrucción, sin que él sea ni consciente ni culpable de nada. Es el Destino el que manda, el que arrastra. Como decía Séneca (Cartas a Lucilio, 107.11):
“Ducunt uolentem fata, nolentem trahunt”. (El Destino [Los Hados] al que quiere lo acompaña, al que no quiere lo arrastra).
Excelente tu recreación sobre Tarquinio el Soberbio y la quema de los libros Sibilinos. Es una de tus mejores entradas. La he leído con sumo interés. A medida que avanzaba en la lectura, ni interés se acrecentaba. Me gustaría saber cómo acabaría el relato, porque con la pregunta de Tarquinio y la respuesta de la Sibila , que es otra pregunta, uno se queda con las ganas de saber más.
De cualquier forma, es una larga y preciosa entrada, digna de ti.
En otro orden de cosas, en relación a Trevélez, mi pueblo natal, este año tendré que conformarme con recrearme con la imagen del blog. Nuestras intenciones son ir a pasar unos días calurosos en Estambul, añorando, eso sí, el fresco que proporcionan las faldas de Sierra Nevada en La Alpujarra.
Un abrazo,
Antonio
Magnifico relato, amiga... Y sobre un tema siempre poco conocido.
Un abrazo, amiga
Magnífica recreación la tuya Isabel, tus escritos nos trasladan en la escena de los hechos..
Muchos besos, Amiga!
Admiro la manera de proceder de la sibila. No obstante, yo tampoco me fiaría de unos libros inspirados por Apolo. A mi juicio, el gemelísimo de Artemisa es un tío soberbio, prepotente, asesino, conspirador, bisexual, enfermo y violador.
Vamos, que yo hubiera preferido unos libros sabios inspirados por el mismísimo dios Momo.
Un beso, artista
ISABEL: gracias por tu visita. El poema es de Neruda, por eso hablo del "pájaro Pablo/ ave de una sola pluma". Como he transcrito en varias entradas poemas suyos, no pensé en que alguien nuevo podía entrar y no saber quién era el tal Pablo. También hay, más atrás, poemas de amor cortés medievales y de Alvaro Cunqueiro, de algunos poetas contemporáneos e incluso y alguno mío ( uno de tema clásico, por cierto, la "Oda a los perros de Atenas") A tenor de ese poema no puedo menos que dirigirme al autor del mensaje anterior.
EGO: Eso que dices del Sagrado Arquero, mi señor don Apolo, no me lo dices en la calle.
ISABEL DE NUEVO: Ya he leído-todavía no entera, porque la cosa se pone laberíntica y rayuelística-la historia de Ovidio y la esclava peluquera ( una curiosidad: según Robert Graves en su novela "Rey Jesús", a María Magdalena le llamaban "María la Peluquera") Me voy a investigar tu blog. Verdaderamente, es notable. Me alegro de haberlo descubierto.
Inquietante relato, y escrito con la maestría de siempre, eso sí, compa Isabel. Ya veo que el rigor de los calores veraniegos no te merma la agilidad y brillantez de la pluma, para alegría de los que te leemos...
Un fuerte abrazo y buena semana.
Has echo una puesta en escena triunfal como es de esperar de ti siempre.
Creeme que cuando ya me falta poco para llegar a este tu apartado ya estoy pensando, con el que me vas a sorprender en cada entrada y por supuesto siempre lo consigues.
Con oráculos o sin ellos una semana llena de sueños que se hagan realidad te deseo.
Qué bueno!!!
Cómo le bajó la soberbia!!!
Puff, me ha encantado el texto, ha sido como una lección.
Un besito
Lala
Bien saben los dioses en quién depositar su confianza...Maravillosa inspiración Isabel! Has hablado, has cumplido tu promesa, la sibila llegó con su mensaje a nuestra era.
Por cierto, un final...
Muchas Gracias por otra joya con forma de Post!
Mi abrazo Amiga!
Isabel, soberbia recreación.
Un abrazo pesado en oro.
Sergio Astorga
Preciosa la recreación que has hecho de esta historia. ¿Qué dirían aquellos libros, los que sobrevivieron y los quemados?. La Sibila realizaba unas predicciones tan acertadas que su fama ha llegado hasta nosotros. Mejor no saber si se cumplieron o no. La historia es más bonita así.
Impresionantes los frescos de la Sixtina. Una Sibila pintada con carácter por las manos del propio Miguel Angel. Parece retratarse en ella.
Un fuerte abrazo
Estoy segura de que Amaltea le dio bastante mejor uso al oro, que Tarquinio. Pero de lejos además.
Un beso :)
DEsde principio a fin Isabel. La historia me ha atrapado desde el inicio.
Tengo curiosidad por el contenido de esos libros sibilinos... Un texto genial como siempre, Isabel.
Felices vacaciones, jacarma y yo tomamos un descanso este mes de agosto.
Un beso
Hola, disculpen el mensaje "masivo" pero por un viaje y mucho trabajo
estoy sin el tiempo necesario.
Queria decir "presente" de alguna forma.
Dejo mi abrazo, mi mejor energia y mis deseos de armonia.
MentesSueltas
vaya! yo también quisiera conocer esos libros, o de perdida ser una sibila. abrazos isabel!
Sensacional relato, e insuperable estilo, como siempre Isabel. Sigo teniendo curiosidad por el contendio de los libros, por esos oráculos que podían ventilarse de un plumazo cualquier crisis de Estado. ¡Buena faltan nos harían en estos momentos! ¡Besos!
Isabel, no sabes como disfruto leyendo tus relatos y lo que aprendo con ellos porque no soy una experta en el tema.
Yo quiero ser también una sibila cumana!!!!!!!!!!
Besos de la más tropical.
Espero que ya estés disfrutando de tus vacaciones, tan merecdidas :)
Hoy he venido con tiempo para leer casi todo lo que me había perdido y me ha encantado que fuera tan a punto como para no perderme el incendio de Roma, ni el fantástico poema de Manilla, ni la historia de la Sibila de Cumas.
Pero, siempre, siempre, la guinda del disfrute, la pones con las notas históricas que aportas y que nos dejan ver, aún mejor, con cuánto acierto, creas y recreas.
Por todo eso, gracias miles y miles de abrazos, querida mujer romana.
Impactante su firmeza... impresionante su seguridad... nada como saber a ciencia cierta que se tiene la fuerza aún cuando pueda de entrada parecer lo contrario...
Muy acertada tu puesta en escena y la recreacion de la entrevista...tu imaginacion romana es fenomenal y nos hace disfrutar del pasado en tiempo real!!
Besos Isabel
Cualquier persona sabe muy bien que se hace con tanto oro, y más si es emperador. Pero ante las crisis y las decisiones difíciles sólo los dioses dicen la verdad, así esta sea la mas grande de las desgracias. No es en el oro donde descansan los destinos, ya es sabido que todo futuro es un asunto divino.
Isabel Romana tiene la virtud de jugar con las páginas abiertas del pasado sin abandonar los misterios de la existencia del ahora en un estilo claro y profundo, estéticamente alagador y placentero.
Un abrazo escritora!!!
Ay, Isabel, cuánto aprendemos sobre la antigua Roma contigo!! Esta historia sobre la Sibila Cumana y el rey Tarquinio el Soberbio me era desconocida y confieso que me ha cautivado por completo. Y esa puesta en escena de tu cosecha: ¡magnífica! Ahora sé bastante más sobre el tema y también sé que tengo fotografiada a la Sibila Cumana de la Capilla Sixtina sin saberlo, que me hice mis fotos de "extrangis",eso sí, sin flash, utilizando una alta sensibilidad ISO,(que por nada del mundo lo estropearía por llevarme un recuerdo, pero no pude resistirme ante tanta belleza). También estuve en Tarquinia y tengo fotos de esa necrópolis etrusca, ésas sí, permitidas. Un besote y sigo leyendo tu anterior post, que tengo muchos tuyos pendientes y me encantan. ¡Lástima no tener todo el día para pasármelo leyéndolos y aprendiendo!
Sólo puedo exclamar un ¡oh! de admiración. Estoy disfrutando como un peregrino yendo a interesarse por su futuro en el oráculo de Cumas.
Hola Isabel, mi nombre es Paloma,me parece muy interesante la historia que has contado sobre la Sibila de Cumas, pero la foto que has colocado como la Sibila de Domenichino de los museos Capitolinos, no es correcta, por lo menos en cuanto a la información y bibliografía que yo tengo. Me puedes confirmas de quién es la que has colocado, por favor?
Gracias por adelantado
Muchas gracias.
Me podrías decir que le paso finalmente a la sibila y en que acabo metamorfoseada?
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