lunes, septiembre 13, 2010

ANTE EL MAUSOLEO DE CECILIA METELA

De Lolia a Lucila en Roma. Salud.

Acabo de regresar a Roma desde mi villa del valle de la Cafarella, Lucila querida, y al pasar por delante del mausoleo de tu abuela Cecilia, me ha asaltado el deseo de escribirte. He recordado cuántas tardes pasamos juntas ella y yo, charlando de nuestros hijos y nietos – ella estaba muy orgullosa de ti y de tu hermano–, de nuestros maridos, de los chismes de Roma que con frecuencia nos hacían reír. Te habrán repetido muchas veces que fue una gran mujer, una matrona ejemplar. Pero tú eras demasiado pequeña cuando murió para recordar que también era muy alegre y disfrutaba con las bromas.

Me ha venido a la cabeza un día de verano que nos refrescábamos en el jardín. Tú tendrías cinco o seis años y viniste gritando y llorando hasta donde estábamos nosotras porque, jugando cerca de una fuente, te había picado una avispa. Ella entonces derramó el agua de su copa en el suelo, formó un poco de barro y te lo puso en el cuello, sobre la picadura. Y te dijo: “No grites por tan poca cosa, porque puedes llamar la atención de los dioses. Y si los despiertas o los molestas, quién sabe los males que pueden lanzar contra ti. Ve enseguida a pedirle a tu pedagogo que te enseñe algunas invocaciones para aplacarlos y para agradecerles que la picadura haya sido sólo una”.

Tú te quedaste en suspenso, pero dejaste enseguida de gritar y te fuiste a cumplir sus indicaciones. Y entonces, ante mi mirada interrogativa, dijo: “Más vale que se vaya acostumbrando a conocer el humor de los dioses y a no quejarse. Piensa que dentro de pocos años Lucila tendrá un marido que se creerá un dios, o un héroe, o ambas cosas a la vez. ¡Le conviene estar muy entrenada en prodigar loores y alabanzas, en no irritarlo y aprender a aplacarlo si quiere gozar de una vida tranquila! He aquí un ejemplo práctico de la utilidad que tiene para las romanas la religión: se ha revelado fundamental para aprender a manejar a un marido”. Nos estuvimos riendo un buen rato.

Así era tu abuela. Y tu abuelo, aunque no tenía sentido del humor y casi nunca entendía las frases ingeniosas de ella, no solía disgustarse. Muchas veces pensé que la amaba, aunque ya sabes que el pudor de los hombres les impide manifestar su amor. Hoy, al detenerme un momento ante su tumba, mi mente me la ha representado como era hace quince años cuando, a pesar de estar muy enferma, con su jovialidad de siempre me decía: “¡Qué caras pagamos las contradicciones de los hombres!: no tendré más remedio que morirme para que mi marido pueda manifestarme su afecto gastándose una fortuna en mi mausoleo.”

Y, desde luego, se la gastó. Cuídate mucho, querida Lucila, y acuérdate de vez en cuando de mí.


NOTA: Los matrimonios eran acordados por los padres y, sobre todo en las clases altas, la indiferencia y las peleas entre los esposos eran lo habitual, aunque hubo parejas bien avenidas que se amaron. Viendo el maravilloso mausoleo que construyó para Cecilia Metela su marido, siempre he pensado que él debía quererla mucho. El mausoleo está datado del último cuarto del siglo I a.C. El marido de Cecilia era un Craso, probablemente nieto del Craso que formó un triunvirato con Julio César. En la edad media, este mausoleo se convirtió en la torre del homenaje de un castillo y se le añadieron las almenas que veis en lo alto.
No se conocen datos de la biografía de Cecilia Metela. La personalidad que aquí se refleja es completamente ficticia.

*Mausoleo de Cecilia Metela en la vía Appia. Roma.
**Avispa libando una flor. Valencia.
***Escultura de una niña. Museos Capitolinos. Roma.
****Flor en la terraza de Isabel romana. Valencia.

31 comentarios:

Elena Casero dijo...

¡qué interesante lo que has contado hoy!
Los hombres no han cambiado tanto, ¿verdad?

Besos

Ccasconm dijo...

Sin embargo, ¿Cecilia pertenecía a la familia de los poderosos Metelos, verdad? Las mujeres de Roma dependían demasiado de sus maridos y de sus antepasados para poder decididr por si solas, una situación que se ha mantenido hasta hace no mucho tiempo y que se prolonga en algunso casos ignominiosamente.

Un besito

fgiucich dijo...

Sentí estar en un remanso de paz y alegría al leer tu relato, querida amiga. Abrazos.

Ana Trigo dijo...

¡Qué texto tan bonito! Me ha encantado la complicidad entre madre e hija y la inteligencia y la entereza de Metella. Seguro que te has acercado con tu descripción porque sin duda su marido debió amarla mucho. Un abrazo!

Cayetano dijo...

Sin duda quería a su mujer pero el precio que tenían que pagar las mujeres romanas a veces era muy alto: no quejarse para no incomodar a sus maridos. El no llorar por la picadura de la avispa forma parte de ese aprendizaje.
Un saludo.

mariajesusparadela dijo...

Será ficticia, pero la creas de tan hermosa manera que ojalá fuese cierta.

Gonzalo Villar Bordones dijo...

una torre para alnazar los tiempos.

Anónimo dijo...

qué bonito lo que escribiste! me asombras con tus escritos!

emejota dijo...

Entiendo la ira de algunos varones, nada santos por cierto, han heredado un influjo "divino" y se lo creyeron, quizás se lo transmitieran esos genes "adaptables al medio social". Sin embargo las mujeres hemos heredado de la misma forma "el ingenio para la supervivencia". Está claro lo mejor para algunas era ser sacerdotisas, porque las diosas funcionaban de igual modo con los dioses que las mujeres con sus maridos. Simple proyección humana.
¡Como no van a estar enfadados y humillados nuestros pobrecitos varones, salvo que consigan entender el valor de lo femenino, suave y persistente!
Por cierto, me ha encantado leerlo, un verdadero disfrute. Un abrazo.

Odiseo de Saturnalia dijo...

No conocía este blog... y he decidido leerlo muy despacio, hacia atrás. Me encanta la historia, me atrae Roma y aquel mundo tan imperfecto y perfecto en mi opinión. Me encanta conocer todo lo que de él se dice porque me ayuda a perderme en otros tiempos. Ya lo hacía de pequeño cuando me preguntaba cómo sonaría el latín en las bocas de los romanos. Quizás no esté aún preparado para imaginar una sola de sus conversaciones. Esto me trae otro recuerdo que no sé si bien escribo. La única frase que recuerdo de mis tiempos de latín, seguro que me fallan las declinaciones: Ascanius aeneae filius maturus imperium non erat", creo que era de la Guerra de las Galias.

Aunque me quedo con los tiempos del inicio, del paisaje de Alba Longa.

Dilaida dijo...

Estupenda entrada Isabel, como siempre es un placer leer lo que tú escribes.
Bicos

Mayte dijo...

Reflejo real...de la vida en esos tiempos, de la situación de la mujer. Hay que rescatar la belleza dentro de todo el marco.

Un gran abrazo Isabel.

Alyxandria Faderland dijo...

Me acuerdo de un post de Lady Read, que en su tour por Roma no vio... la pequeña tumbita e hizo un parrafo muy gracioso jugando con las palabras Craso y el perderse....

Golem dijo...

Hola Isabel:

Me ha gustado mucho el texto. En especial la relación entre las tres mujeres, la complicidad, la ternura y el sentido del humor. Pero a la vez, también está bien apuntada la compleja relación entre hombres y mujeres. Espero que hayamos avanzado algo desde los tiempos de Roma. Pese a todo, me resulta curioso lo difícil de esa relación incluso cuando, como en el caso del texto, existe claramente una relación de amor.

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

Amiga Isabel,

En este texto te has superado a ti misma. Tenemos que darte las gracias por redactar este tipo de textos ya que, como todo el mundo sabe, no tenemos a nuestro alcance más que unos pocos textos escritos por mujeres Romanas. En este sentido, con tus preciosos textos, lo que haces es como rellenar un hueco y suplir una deficiencia.

Me ha maravillado, entre otras cosas, el siguiente fragmento:

Ella entonces derramó el agua de su copa en el suelo, formó un poco de barro y te lo puso en el cuello, sobre la picadura..

Eso mismo recuerdo haberlo hecho y visto en mi niñez, en la Alta Alpujarra, como un buen remedio casero. La cuestión ahora a plantear es saber si era costumbre Ibérica que copiaron los Romanos, o costumbre Romana importada por éstos a Iberia.

Felicidades por este texto, precioso entre muchos.

Te envío un abrazo,

Antonio

Rocigalgo dijo...

Roma, sabia y vieja. Como una abuela experta y cordial, con tantas experiencias y tantos amaneceres. Hombres llegaban a ellas, y las fundaron, las cortejaron, las fecundaron y las amaron, pero Roma, siempre Roma, ciudad, mujer, abuela, sobrevivió a ellos,siempre viscerales, siempre impulsivos, siempre nobles. Nunca habrá complementos tan perfectos.

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Muy bueno el texto.

Besos...!

Natàlia Tàrraco dijo...

Entre mujeres, romanas o etruscas o griegas, la astucia, el humor, la sabiduría de aquellas que dan vida y la llevan dentro.
Se expresaba amoroso Virgilio y lo mismo Catulo, a veces no calla la voz masculina sus ardientes deseos.
Parado en la Via Appia el caminante se pregunta: ¿qué extraordinaria mujer fue Cecilia de los Metelos? Su esposo un Craso de los Crasos, dignitas, honor y todo eso...le levantó este monumento donde se respira una calma eterna, una mágia un recuerdo.
Como es habitual, me ha deleitado tu exquisita entrada, me ha hecho sonreír como fémina. !Salve! ¿Será posible vernos después de Trinacria?

María Antonia Moreno dijo...

Pues querida Isabel... qué maravillosa personalidad le adjudicas a Cecilia... Preciosas las imágenes y el humor incisivo de la protagonista del relato.

Un besito

pepa mas gisbert dijo...

Una historia tan hermosa que apetece mucho sea real.

GABU dijo...

Quesabias palabras las dichas a la pequeña que ya en su adultez las habrà puesto en pràctica sin dejar de lado el recuerdo de su querida abuela...

P.D.:De hecho,los abuelos basan su sapiencia en las experiencias que han sabido sortear o sobrelllevar en vida...

MIS BESITOS ENORMES QUERIDA AMIGA ♣

ARO dijo...

Muy interesante tu entrada de hoy. La mujer, su situación en tiempos en que ocupaba un lugar más que secundario, muy lejanos a los de hoy, aunque aún ahora se conservan situaciones que hay que superar. Un bello texto.

Sergio Astorga dijo...

Isabel, ¡delicioso!.

Un abrazo arreglado.
Sergio Astorga

ybris dijo...

Bella ficción.
A cecilia Metela le habría encantado.

Besos.

Mayte Llera (Dalianegra) dijo...

Hola, mi querida Isabel, pues sí, las pobres romanas habían de utilizar la religión de modo formativo, a fin de no irritar a sus maridos, que eran lo mismo que sus dueños, ya que ellas, como mujeres, incluso las patricias, se hallaban totalmente supeditadas a ellos. El mausoleo de Cecilia Metela te inspiró tan bello relato y no me extraña. Yo estuve en él después de visitar las catacumbas, y me pareció precioso, qué bueno que fuese una especie de "Taj Mahal" romano, ¿no? Y cambiando de tema, siento no haberte podido avisar de la concesión de ese premio y hayas tenido que encontralo tú misma, pero es que colgué el post ya de madrugada y ni tiempo me dio entonces a avisar a nadie, de hecho, he estado avisando a la gente hasta hace un ratito. Mi enhorabuena por él, aunque se quede muy corto para este blog y tu valía como escritora. Un beso fuerte, amiga mía y disfruta del finde.

mentecato dijo...

Siempre tus textos son delicados, encantadores y de una gran belleza.

Un abrazo.

I. Robledo dijo...

Aqui, en Cordona, frente a la Puerta de Gallegos, se conserva un mausoleo de base circular que sigue el modelo de ese romano...

En el arranque de la via que unia Corduba con Hispalis, a la salida de la ciudad...

Un abrazo

América dijo...

Gracias por darme estos minutos de excelente lectura,honrar la memoria a través de tan bello mausoleo es como querer preservar por siempre la presencia del ser amado,has recreado una historia que en lo personal probablemente refleje la realidad de esa relación,de no ser así tarde resulto esa grandiosa muestra de amor.

Un abrazo venerable amiga.

virgi dijo...

Caminé una vez durante horas por la Via Appia. Así que pasé por esta y otras tumbas. Me sentía 2000 años atrás.
Me chifla Roma desde mi infancia, así que verás todo lo que aprendo contigo.

Juan dijo...

Hola, Isabel!.
Me ha encantado el relato!.
Solo para tu información, te comentaré que Cecilia Metela es la famosa Santa Cecilia, patrona de la música.
Murio virgen y martir.
Su marido fué asesinado por el cesar, asi como su cuñado, ambos convertidos al cristianismo por ella.
Su cuerpo está en la iglesia de Santa Cecilia de Roma, cerca de la iglesia de la Boca de la Verdad.
Por varias veces en la historia fué exhumado y encontrado intacto.
Un abrazo, y ya tienes aqui otro seguidor de tu blog!

Marta Alicia Pereyra Buffaz dijo...

Isabel, creaste una historia ficticia, pero con el practicismo romano.

Ahora sé por qué peleo con mi marido que es de ascendencia italiana, descendiente de los romanos, supuestamente...jeje

Besos.