(VIII)
¡Qué largos transcurrían los días en la casa de las vestales, sin ver la luz del sol, sin respirar aire puro ni perderse en el bullicio de las calles! El interior de las cabañas era oscuro, pues la claridad sólo entraba a través de la puerta y de dos respiraderos abiertos en lados opuestos junto al tejado. Todo lo demás quedaba en sombras, alumbrado apenas por el resplandor del fuego central. Y así, la prisión que voluntariamente se había impuesto Rea Silvia para no exponerse a las miradas de los albanos tenía como límite intangible un umbral de luz. Por la intensidad de ésta y por el movimiento de la sombra en el suelo la vestal percibía el paso de las horas.
Recibía a diario la visita de sus amigas y de su prima Anto, a la cual, pese al afecto que le profesaba, no le había hablado de su estado. Sí, en cambio, se había confiado a la vestal Adriana quien, tras la angustia y la conmoción que le produjo la noticia, se ofreció a sustituirla en la celebración de los ritos e incluso en el cuidado del altar de Vesta, de modo que sus faltas no llamaran demasiado la atención. Rea se envolvía en ese ambiente de penumbra casi permanente y pasaba mucho tiempo en su habitación, dificultando así que las demás vestales y las criadas apreciaran las transformaciones de su cuerpo.
Al entrar en el cuarto mes de gestación, desaparecieron los mareos y las náuseas y su aspecto mejoró.
- Hoy tienes mejor cara – le dijo la Vestal Máxima Camilia una mañana, tras oficiar los rituales –. Te haría bien salir y tomar el aire si te encuentras con ánimo. ¿Por qué no acompañas a Adriana a visitar a su madre? Prometió regalarnos una torta especial siguiendo una receta sabina y la va a cocer hoy.
Rechazó Rea Silvia la propuesta alegando haber dormido mal y, cuando ya se marchaba a su cuarto y Camilia a sus ocupaciones, la Vestal Máxima volvió sobre sus pasos y la detuvo.
- Espera un momento – dijo. Y entonces se llevó la mano al hombro izquierdo, se quitó la fíbula y se la mostró –. ¿La recuerdas? Es la fíbula de tu madre. La intercambiamos el día del asesinato de tu hermano. Ya sabes que solíamos hacerlo de niñas, eso de cambiarnos las fíbulas, cuando alguna de nosotras estaba en apuros. Era la manera de decirnos que nos ayudaríamos mutuamente, que estábamos dispuestas a compartir la carga.
Rea cogió la fíbula de las manos de Camilia y la contempló con afecto a la luz del fuego que ardía en el centro de la cabaña, junto a ellas. Claro que la recordaba. Era una serpiente de bronce muy finamente grabada que, con los ojos cerrados, parecía dormir. No se mordía la cola sino que, tras formar un círculo perfecto, cabeza y cola se acercaban sin tocarse, dejando entre ellas un espacio libre. El círculo respiraba. Permitía entrar y salir. Evocaba la redondez de un vientre: protegía y, a la vez, dejaba abierta la puerta que conducía al mundo y a la luz.
- Los acontecimientos se sucedieron con tanta rapidez, que no tuvimos tiempo de devolvernos nuestras fíbulas antes de que ella fuera obligada a abandonar Alba Longa… - explicó Camilia sacando a Rea Silvia de sus cavilaciones –. La he usado todo este tiempo. Pero creo que a tu madre le gustaría que ahora la tuvieras tú. Dame una tuya y hagamos el cambio – dijo, tendiendo su mano. Y con un matiz afectuoso, añadió: – Cualesquiera que sean tus preocupaciones o tus males, Rea Silvia, debes saber que no estás sola.
Y entonces, al quitarse Rea la fíbula con que se sujetaba la túnica en el hombro, no acertó a coger bien el extremo de la tela, y ésta cayó hacia delante dejando al descubierto su pecho. Camilia vio brillar, a la luz rojiza del fuego, un abultado seno con el pezón hinchado y la areola oscura destacando contra la piel blanca y tersa. Instintivamente, avanzó la mano y la posó sobre el vientre de Rea. La apartó como si le quemara, tras haber notado su redondez. Dio un paso atrás y, con rotundidad pero sin alzar la voz, le ordenó:
- No te muevas de aquí.
El rey Amulio y su esposa Criseida disputaban, una vez más, en el salón principal de la cabaña real. El motivo del desacuerdo era también antiguo: su sobrina, la vestal Rea Silvia. Ambos esposos rivalizaban en el odio que sentían contra ella, difiriendo en el modo de satisfacerlo. Criseida, más impaciente, deseaba para Rea una muerte rápida a través de un veneno; su marido, en cambio, se inclinaba por un asesinato menos evidente, una muerte justificada o aparentemente accidental. En Alba Longa no se habían apagado los rumores sobre el misterioso ataque a la familia de Númitor, incluida la muerte violenta de su hijo, y debían actuar con cautela para no avivarlos. La cuestión que los enfrentaba en ese momento era el empeño de su hija Anto en que invitaran al rito de su casamiento a Rea Silvia y a sus tíos Aurelia y Númitor.
- Deben venir – sostenía Criseida con energía –. Conviene vigilar de cerca a los enemigos, verlos de vez en cuando.
- ¿Verlos? Con las noticias que me envía mi mayoral Fáustulo tengo bastante, no necesito mortificarme. Mi hermano vaga por los campos como un perturbado. Dice estar componiendo un tratado sobre las abejas, una ocupación tan estúpida como inofensiva. No tengo ganas de encontrarme con él, y menos en una celebración tan importante.
- ¡Fáustulo, Fáustulo! ¿Acaso se trata de un buen guerrero o de un espía? Es un simple pastor y basta – replicó Criseida –. Yo sí que quiero ver a tu hermano con mis propios ojos, comprobar cuánto ha envejecido y si se ha recuperado de su enfermedad. Y, además, por nada del mundo me perdería la cara de Aurelia al entrar aquí, en la cabaña real, sabiendo que no volverá a ser su casa…
- Mezclas las cosas, mujer – respondió Amulio –. No voy a arriesgarme a que los albanos vean a Númitor y se acuerden de la blandura de su gobierno, sólo para darte el placer de humillar a Aurelia. ¿No les prohibimos pisar Alba Longa para evitar el contacto con sus antiguos súbditos?
- ¿Y qué, si lo ven? A la gente le da lo mismo quién sea su rey, igual que a nosotros nos da lo mismo la gente siempre que obedezca.
Se enzarzaron en una nueva discusión, mientras los criados avivaban el fuego en silencio. El salón no había cambiado mucho desde el año anterior. Habían limpiado de las paredes las manchas de sangre y una nueva capa de tierra bien apisonada había ocultado las del suelo, allí donde habían caído luchando el hijo de Númitor y todos sus criados. Un sacerdote había purificado la cabaña después de la masacre, expulsando cualquier espíritu que hubiera querido permanecer allí. El trono había sido sustituido por uno nuevo y sobre él se hallaba sentado Amulio, aunque al calor de la discusión se levantaba a veces y recorría la estancia.
- … Y otra cosa más a mi favor – decía Criseida –: A Rea Silvia la han visto durante todo el año y no ha pasado nada…
- Pero, ¿por qué te empeñas y se empeña tu hija en que venga aquí? ¿Queréis que nos amargue la fiesta esa boba?
- Anto la quiere mucho, ya lo sabes. ¡Y qué le vamos a hacer, si tu hija es aún más tonta que ella…! – respondió muy enojada la reina –. Con todo, hace tiempo que Rea Silvia no sale de la casa de las vestales. Cuando le pregunto a tu hija, me contesta que no le pasa nada importante, que sólo tiene molestias en el vientre. Pero no sé… Mi instinto me dice que es algo más.
- Ve a verla tú misma y compruébalo – dijo Amulio con sorna –. Se alegrará mucho de
tu visita.
- ¡Tonterías! En la casa de las vestales sólo la vería yo. En la boda, en cambio, habrá de mostrarse en público. Y si todo el mundo la ve desmejorada, ¿a quién le va a extrañar que se muera en breve? Además, conviene que los albanos crean que entre tu hermano y tú no hay enemistad. Celebrar juntos la boda de nuestra hija, como una familia bien avenida, acallará las habladurías.
Con ésta y otras consideraciones, para mal de Rea Silvia, el rey Amulio cedió. El propio soberano dio instrucciones a Pratex, su esbirro de confianza, para que al día siguiente partiera hacia las posesiones de Númitor en las riberas del Tíber. Debía transmitirle la orden terminante de asistir a los ritos del matrimonio de Anto, la única hija del matrimonio real.
Recibía a diario la visita de sus amigas y de su prima Anto, a la cual, pese al afecto que le profesaba, no le había hablado de su estado. Sí, en cambio, se había confiado a la vestal Adriana quien, tras la angustia y la conmoción que le produjo la noticia, se ofreció a sustituirla en la celebración de los ritos e incluso en el cuidado del altar de Vesta, de modo que sus faltas no llamaran demasiado la atención. Rea se envolvía en ese ambiente de penumbra casi permanente y pasaba mucho tiempo en su habitación, dificultando así que las demás vestales y las criadas apreciaran las transformaciones de su cuerpo.
Al entrar en el cuarto mes de gestación, desaparecieron los mareos y las náuseas y su aspecto mejoró.
- Hoy tienes mejor cara – le dijo la Vestal Máxima Camilia una mañana, tras oficiar los rituales –. Te haría bien salir y tomar el aire si te encuentras con ánimo. ¿Por qué no acompañas a Adriana a visitar a su madre? Prometió regalarnos una torta especial siguiendo una receta sabina y la va a cocer hoy.
Rechazó Rea Silvia la propuesta alegando haber dormido mal y, cuando ya se marchaba a su cuarto y Camilia a sus ocupaciones, la Vestal Máxima volvió sobre sus pasos y la detuvo.
- Espera un momento – dijo. Y entonces se llevó la mano al hombro izquierdo, se quitó la fíbula y se la mostró –. ¿La recuerdas? Es la fíbula de tu madre. La intercambiamos el día del asesinato de tu hermano. Ya sabes que solíamos hacerlo de niñas, eso de cambiarnos las fíbulas, cuando alguna de nosotras estaba en apuros. Era la manera de decirnos que nos ayudaríamos mutuamente, que estábamos dispuestas a compartir la carga.
Rea cogió la fíbula de las manos de Camilia y la contempló con afecto a la luz del fuego que ardía en el centro de la cabaña, junto a ellas. Claro que la recordaba. Era una serpiente de bronce muy finamente grabada que, con los ojos cerrados, parecía dormir. No se mordía la cola sino que, tras formar un círculo perfecto, cabeza y cola se acercaban sin tocarse, dejando entre ellas un espacio libre. El círculo respiraba. Permitía entrar y salir. Evocaba la redondez de un vientre: protegía y, a la vez, dejaba abierta la puerta que conducía al mundo y a la luz.
- Los acontecimientos se sucedieron con tanta rapidez, que no tuvimos tiempo de devolvernos nuestras fíbulas antes de que ella fuera obligada a abandonar Alba Longa… - explicó Camilia sacando a Rea Silvia de sus cavilaciones –. La he usado todo este tiempo. Pero creo que a tu madre le gustaría que ahora la tuvieras tú. Dame una tuya y hagamos el cambio – dijo, tendiendo su mano. Y con un matiz afectuoso, añadió: – Cualesquiera que sean tus preocupaciones o tus males, Rea Silvia, debes saber que no estás sola.
Y entonces, al quitarse Rea la fíbula con que se sujetaba la túnica en el hombro, no acertó a coger bien el extremo de la tela, y ésta cayó hacia delante dejando al descubierto su pecho. Camilia vio brillar, a la luz rojiza del fuego, un abultado seno con el pezón hinchado y la areola oscura destacando contra la piel blanca y tersa. Instintivamente, avanzó la mano y la posó sobre el vientre de Rea. La apartó como si le quemara, tras haber notado su redondez. Dio un paso atrás y, con rotundidad pero sin alzar la voz, le ordenó:
- No te muevas de aquí.
El rey Amulio y su esposa Criseida disputaban, una vez más, en el salón principal de la cabaña real. El motivo del desacuerdo era también antiguo: su sobrina, la vestal Rea Silvia. Ambos esposos rivalizaban en el odio que sentían contra ella, difiriendo en el modo de satisfacerlo. Criseida, más impaciente, deseaba para Rea una muerte rápida a través de un veneno; su marido, en cambio, se inclinaba por un asesinato menos evidente, una muerte justificada o aparentemente accidental. En Alba Longa no se habían apagado los rumores sobre el misterioso ataque a la familia de Númitor, incluida la muerte violenta de su hijo, y debían actuar con cautela para no avivarlos. La cuestión que los enfrentaba en ese momento era el empeño de su hija Anto en que invitaran al rito de su casamiento a Rea Silvia y a sus tíos Aurelia y Númitor.
- Deben venir – sostenía Criseida con energía –. Conviene vigilar de cerca a los enemigos, verlos de vez en cuando.
- ¿Verlos? Con las noticias que me envía mi mayoral Fáustulo tengo bastante, no necesito mortificarme. Mi hermano vaga por los campos como un perturbado. Dice estar componiendo un tratado sobre las abejas, una ocupación tan estúpida como inofensiva. No tengo ganas de encontrarme con él, y menos en una celebración tan importante.
- ¡Fáustulo, Fáustulo! ¿Acaso se trata de un buen guerrero o de un espía? Es un simple pastor y basta – replicó Criseida –. Yo sí que quiero ver a tu hermano con mis propios ojos, comprobar cuánto ha envejecido y si se ha recuperado de su enfermedad. Y, además, por nada del mundo me perdería la cara de Aurelia al entrar aquí, en la cabaña real, sabiendo que no volverá a ser su casa…
- Mezclas las cosas, mujer – respondió Amulio –. No voy a arriesgarme a que los albanos vean a Númitor y se acuerden de la blandura de su gobierno, sólo para darte el placer de humillar a Aurelia. ¿No les prohibimos pisar Alba Longa para evitar el contacto con sus antiguos súbditos?
- ¿Y qué, si lo ven? A la gente le da lo mismo quién sea su rey, igual que a nosotros nos da lo mismo la gente siempre que obedezca.
Se enzarzaron en una nueva discusión, mientras los criados avivaban el fuego en silencio. El salón no había cambiado mucho desde el año anterior. Habían limpiado de las paredes las manchas de sangre y una nueva capa de tierra bien apisonada había ocultado las del suelo, allí donde habían caído luchando el hijo de Númitor y todos sus criados. Un sacerdote había purificado la cabaña después de la masacre, expulsando cualquier espíritu que hubiera querido permanecer allí. El trono había sido sustituido por uno nuevo y sobre él se hallaba sentado Amulio, aunque al calor de la discusión se levantaba a veces y recorría la estancia.
- … Y otra cosa más a mi favor – decía Criseida –: A Rea Silvia la han visto durante todo el año y no ha pasado nada…
- Pero, ¿por qué te empeñas y se empeña tu hija en que venga aquí? ¿Queréis que nos amargue la fiesta esa boba?
- Anto la quiere mucho, ya lo sabes. ¡Y qué le vamos a hacer, si tu hija es aún más tonta que ella…! – respondió muy enojada la reina –. Con todo, hace tiempo que Rea Silvia no sale de la casa de las vestales. Cuando le pregunto a tu hija, me contesta que no le pasa nada importante, que sólo tiene molestias en el vientre. Pero no sé… Mi instinto me dice que es algo más.
- Ve a verla tú misma y compruébalo – dijo Amulio con sorna –. Se alegrará mucho de
tu visita.
- ¡Tonterías! En la casa de las vestales sólo la vería yo. En la boda, en cambio, habrá de mostrarse en público. Y si todo el mundo la ve desmejorada, ¿a quién le va a extrañar que se muera en breve? Además, conviene que los albanos crean que entre tu hermano y tú no hay enemistad. Celebrar juntos la boda de nuestra hija, como una familia bien avenida, acallará las habladurías.
Con ésta y otras consideraciones, para mal de Rea Silvia, el rey Amulio cedió. El propio soberano dio instrucciones a Pratex, su esbirro de confianza, para que al día siguiente partiera hacia las posesiones de Númitor en las riberas del Tíber. Debía transmitirle la orden terminante de asistir a los ritos del matrimonio de Anto, la única hija del matrimonio real.
32 comentarios:
¡Si que me gusta! Vaya emoción no se por donde saldrá Rea. Besos
Son como alacranes venenosos, Amulio y Criseida, traman iniquidades a salvo de los dioses, pero no para siempre...lo adivinamos.
Me extraña, a veces, la sumisión de Numitor ante su usurpador hermano. ¿Cómo consintió perder el legítimo trono sin chistar, como cordero? Estaba enfermo...toda Alba languidece a la espera de esa boda,para alegrese con fiestas.
Mientras, esa fíbula sierpe ovalada imita el vientre fecundado. La sierpe símbolo femenino desde muy antíguo. La Vestal sabrá intervenir, sosegada, ella es conocedora de todos los ritos y de todas las intimidades femeninas.
La amistad femenina, firme, honesta, segura, traza ese círculo que los Hados conocen y las diosas, Silvana, Vesta, la Magna Mater...dominan.
Mientras, repito, esa niña, Rea...en las penumbras retirada, sin aire puro, cobijando las vidas que son tesoro, nunca tendrían que ser miedo o vergüenza !Oh tiempos!
Oh, Isabel, te superas. Besito y !salve!
¡Pobrecita Rea, la que le espera!
Besos
Esta Criseída es mala con ganas y, como Amulio la teme, condesciende a sus intrigas. ¡Ah, malvados Criseída y Amulio, no podréis conmigo, pese a gozar del poder en vuestras manos! No se merecen a mi dulce prima Anto. Veremos cómo solvento esta contrariedad, porque no debo ir a la boda de mi prima, por mucho que me pese no acompañarla en día tan señalado.
Al menos, la vestal Máxima Camilia ha sido comprensiva conmigo y con mi estado.
Entre penumbras, cavilaré sobre la resolución de todos los problemas que se avecinan.
Ay, mi Romana, que está interesante de veras y tú me cautivas con tu prosa. Cuánta delicadeza al describir el estado de gestación de Rea Silvia.
Un abrazo y más pronto, que ardo en deseos de leerte.
Esta pareja de usurpadores me recuerdan los métodos mafiosos que luego tanto juego darán en algunas zonas de Italia: invitar al enemigo a la fiesta mientras tejen planes para cargárselo.
Un saludo.
Pero Rea Silvia tiene más de una amiga. Y eso da fuerza.
Alguna sorpresa tendremos con los padres de Rea, sorpresa buena, ¿no? Bueno, a esperar.
Has tocado muchos palos en esta entrada. Mueves la acción y los personajes de manera enviadiable.
D.
Si las mujeres sabemos ser leales, lo somos a muerte. Rea Silvia está bien protegida, a pesar de la maldad que se cierne cada día sobre ella.
Todo se andará, mientras esperamos nuevas entregas.
Un abrazo, querida Isabel.
Me sigue admirando cómo consigues y encajas las imágenes, debes tener algún amorcillo que te ayuda.
Hola anónimo, muchas gracias por tu comentario.
Hola natalia tarraco, la pregunta que te haces sobre Númitor es la misma que me hago yo. Y te aseguro que no le encuentro respuesta... sólo cabe una enfermedad que lo incapacite bastante, pero no sé. En cuanto a esa solidaridad femenina, qué hermosa es. Un abrazo, querida amiga.
Hola isabel, desde luego hace falta mucha fortaleza para soportar lo que soporta Rea. Besos.
Hola isabel martínez barquero, estremece pensar cuántas dificultades y qué graves han tenido que soportar miles y miles de mujeres a lo largo de la historia sólo con respecto a la maternidad. Esperemos que Amulio y la malvada Criseida no se salgan con la suya. Un abrazo muy fuerte.
Hola cayetano, esos métodos mafiosos también se han practicado en España, sobre todo por parte de algunos reyes medievales. Y es que el engaño y la hipocresía se alían para ejecutar los crímenes más horribles. Besos, querido amigo.
Hola mariajesusparadela, menos mal que Rea Silvia se siente apoyada y ayudada por sus amigas, pues de otra forma sería dificilísimo resistir sin romperse. Igual que nos pasa en nuestros días. Besos.
Saludos, dolors jimeno, nunca se sabe lo que puede suceder. Como dice la adivina Celia, las cosas están por suceder... Un abrazo.
Ja,ja, virgi, ya me gustaría tener un amorcillo que me ayudase con lo de las fotografías. ¡Tengo agotado mi archivo y ya no sé de dónde sacar más! Me dan muchísimo trabajo. Besotes.
Camilia sabrá darle protección y ayuda cuando sea necesario, ella intuye ya que el futuro esta creciendo en su vientre y sabe lo que implica, se jugaría la vida si fuese necesario.
En cambio los buitres siempre rondando tras lo que creen miseria en otros...pobres que no saben el fin de su destino.
Cada vez mejor Isabel, es un lujo total leerte.
Un abrazo !
Ohhhhh,tremendos acontecimientos pondrán en alerta a REA SILVIA al exponerse!!!
P.D.:Vaya que me intriga saber qué pasará el día en que todos esten face to face... ¬¬
BESITOS IMPACIENTES AMIGA ;-)
Cada vez más interesante y con más intriga en cada capítulo.
Rea Silvia lo está pasando mal, pero te digo Isabel que yo también, esperando con impaciencia las nuevas entradas.
Besos
Mira que es mala Criseida!!! Y Amulio ... sólo es un pobre hombre controlado por una hiena.
Estupendo Isabel, bicos
Curiosas las dos psicologías malvadas. La femenina inclinada hacia el veneno, como tantas veces a lo largo de la historia. La masculina, en cambio, más bien a lo mafioso, con lo de "que parezca un accidente".
El mal posee mucha astucia, por desgracia. Creo que Rea Silvia se meterá de nuevo en la boca del lobo.
Feliz dia, madame
Bisous
Que Criseida es una arpía ya lo sabiamos y como tal actúa. Con toda la astucia del mundo piensa mal y acierta. Intuye Criseida que a Rea Silvia le pasa algo más y será mejor comprobarlo con sus propios ojos. Mucha protección deben desplegar los dioses sobre Rea Silvia.
Las palabras de Criseida " a nosotros nos da lo mismo la gente siempre que obedezca " me han recordado a El Principito. Y es que la gente mayor es bastante extraña y me alegro de no haber crecido.
Un besazo
El tiempo transcurre pero la sombra de la masacre aun se cierne sobre la infame pareja,ya se encargara Marte de proteger Rea Silvia si se ve obligada ha asistir, quizás una fuerte tormenta empañe ese día.
El rey depuesto sufre pero puede que los dioses le devuelvan la salud y la claridad mental no hay que subestimar al rey destronado....Puede que el sentido del honor y la sed de justicia obren el cambio,tiene varias razones debe recordar el rostro de su mujer.
Un abrazo dama venerable.
Por un lado Rea Silvia parewce encontrar el apoyo que necesita en su encierro y su dilema; por otro, el mal siempre acecha. ¿Es que no la dejarán en paz?
Por cierto, preciosa la fíbula que aparece en el texto y en la imagen. Su simbología relacionada con la fecundidad es muy hermosa.
Besos
El relato se va tornando cada vez más interesante y en la serenidad de tus letras, uno vive con intensidad esta historia. Abrazos.
Ea imposible soportar mas calamidades , pobre Rea S. , con lo tranquila que vive con las vestales , solo le ha faltado que el dios Marte se fijara en ella , a veces el destino es impredecible
Pero todo y con eso , es cargar sobre las espaldas de Rea S. mas responsabilidades y penurias .
Criseida como buena arpía , ya está confabulando en contra de Rea S. , como hacerla desaparecer de Alba Longa y de sus vidad.
BSS,
En el fondo soy un blando, esta Criseida termina haciendo lo que quiere, y no soy capaz de evitarlo. ¿Seré un calzonazo? ¡Voto a Júpiter!, pienso demasiado.
Rey Amulio
Besos, querida amiga.
Salud y República
Hola Isabel:
estas intrigas de palacio se dan no solo en la literatura,también en la vida real a través de los siglos.Me recuerdan a los Médicis,
Hamlet,Isabel II y otros.
Interesante
Saludos desde Chile
Hola mayte, me encanta tu confianza en el apoyo de Camilia, la Vestal Máxima, y también esa tranquila confianza que está ganando Rea Silvia. En cuanto a sus parientes... ¡Son un espanto!
Besitos.
Hola gabu, verdaderamente la situación se va haciendo cada vez más complicada para Rea... Veremos qué pasa. Besitos.
Ja, ja, elysa, no lo pases mál, pues lo que tenía que ocurrir ocurrió y ya no tiene remedio... Un abrazo, guapa.
Hola dilaida, desde luego que Amulio y Criseida forman una pareja toscamente malvada, en ellos no hay sutileza. ¡Menos mal! Besos.
Hola la dame masquée, temo que usted, en su calidad de adivina Celia, no ande desencaminada acerca de los peligros que acechan a Rea Silvia. En cuanto a la maldad, hay que reconocer que es muy activa. Besos.
Ja,ja, Ana, ¡ya quisieras tú no haber crecido! A cierta edad, mantener la inocencia es una actitud culpable. Uno de los rasgos de la maldad es que siempre es activa, no como la bondad... Besos, guapísima.
Hola américa, tienes mucha razón al pensar que algo debe ocurrir para que el rey destronado, Númitor, de algún cambio. Para serte sincera, es un personaje bastante incomprensible (como ya apuntaba natalia tarraco) Besotes.
Hola carmenBéjar, hay gente que no deja en paz a quienes consideran sus enemigos ni cuando ya han muerto. (Fíjate, si no, cómo a algunos les gusta vejar los cadáveres dejándolos sin sepultura por ejemplo). Mucho me temo que esta pareja de usurpadores sean de esa inhumanidad. ¡Qué bien que te guste la fíbula! A mí me parece preciosa. Besos.
Hola fgiucich, cuánto me gusta saber que disfrutas de esta historia desde el otro lado de las torres de Hércules, en territorio desconocido para estos personajes por los que, sin embargo, te puedes emocionar. Un abrazo.
Hola Pilar llorca, ¿te acuerdas de ese viejo dicho "Que el Señor no os mande todo lo que el cuerpo puede resistir"? La capacidad de resistencia humana es extraordinaria, y en ella confío para que se mantenga firme Rea Silvia. Besotes.
Hola rgalmazán, si eres un calzonazos (en tanto que rey Amulio) lo eres por no ser lo suficientemente malo como para competir con tu mujer. Con todo, hay que alegrarse, porque de otro modo, si no hubieran fisuras en esa capa malvada, no se si no terminaríamos matándote los lectores... Besotes republicanos.
Saludos, Mónica Álvarez Lama, como estos personajes vivieron (o fueron creados como ficción) muchísimo antes que los que tu citas, puede ser que los hubieran tomado como modelos. Ten en cuenta que los mitos están y operan... Besos.
Por dios! Esa Criseida qué mala es!
No hace otra cosa que maquinar con tal de cargarse a Rea Silvia! Y además tiene embrujado al marido, que siempre acaba dándole la razón.
Camilia no sospechaba nada hasta el momento? El intercambio de fístulas no ha sido con tal de averiguar algo? Mmm...de todos modos creo que Camilia siempre protegerá a la niña.
:D
Un beso
¿Adónde ha ido Camilia? ¡Ay, por Marte!
Vaya par de alacranes como dice Natalí, estos dos. Desde lueego roma, los césares y los venenos, están intrínsecamente unidos. Jaja, voy a al otro capítulo, que no he hecho trampa, eh, no he mirado el resultado antes de tiempo.
Perdón por los retrasos, ando en jornada dilatada.
Besazos. Voy.
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