jueves, diciembre 15, 2011

EN LAS RIBERAS DEL TÍBER


(XVI)


Después de escuchar la historia de Hércules y Caco, Palantea y Urbano Lacio se habían quedado a dormir en el Aventino con la intención de asistir al mercado de animales al día siguiente.



La pastorcilla Palantea y Urbano Lacio se unieron a las criadas de Númitor. Las ayudaron a cargar en un carro las cestas con las coronas para las ofrendas, comida, bebida, lienzos para protegerse del calor, pues el mercado duraría hasta el atardecer. La conversación era muy animada mientras ascendían por una prolongada cuesta hacia la parte alta del Aventino. Un bosque de laureles bordeaba el camino y perfumaba el aire de manera tan deliciosa e intensa que Palantea cerró varias veces los ojos para aspirarlo a fondo. El día se presentaba pleno de emociones y quería experimentarlas todas. Al poco, el sendero alcanzó su punto álgido, traspasado el cual torcía a la derecha y descendía en busca del valle.

La pastorcilla quedó muda al ver delante de ella, jalonando ambos lados del sendero, unos montículos blancos que emitían destellos cegadores bajo los rayos del sol. Tanto brillaban que sólo podían mirarse un instante. Las criadas de Númitor se habían puesto las manos delante de los ojos para protegerlos y le aconsejaron hacer lo mismo. Eran los depósitos de sal. Los barqueros la traían remontando el río desde Ostia y la almacenaban allí, formando diminutas colinas que protegían con techumbres de paja durante el invierno. De ese lugar la recogían luego otros mercaderes para comerciar con ella en las tierras del interior.

- ¡Eeeeh! – oyeron gritar en ese momento. Urbano Lacio había abandonado la senda y, desde unas rocas, agitaba los brazos para llamar la atención de Palantea. Ésta, adivinando que el muchacho le indicaba la guarida de Caco, se despidió del grupo de mujeres, les recordó que las buscaría a la hora de la comida, y se salió del camino también.

La tarde anterior los pastores de Númitor le habían enseñado la cueva a Urbano Lacio. El joven, con orgullo y aires de superioridad, condujo a la pastorcilla hasta la boca del antro, un agujero natural en la roca no tan grande como ella se había imaginado al escuchar la historia del bandido. El interior era sombrío. Apoyando las manos en la pared, se adentraron poco a poco, con precaución. La oquedad, de techo alto, penetraba en las entrañas del Aventino sin que la negrura permitiera vislumbrar el final. Hedía el aire. Y estremecía pensar en la feroz lucha que se había desarrollado allí dentro entre Hércules y Caco.

- ¿Estáis ahí? – gritó una voz desde el exterior.

Sonó tan intempestiva como un trueno en una tarde de sol e hizo dar un salto a Palantea. La joven, que se debatía entre la curiosidad y la repugnancia que le causaba el interior de aquella caverna, fue la primera en salir. Fuera esperaba plantado Urco, con los brazos en jarras.

- Os he visto desde lejos y he subido – dijo el niño a modo de explicación.

- ¿Siempre te presentas así, sin hacer ruido, sin dejarte ver? – le amonestó la pastorcilla –. Ya es la segunda vez que nos sorprendes.

- Es útil viviendo aquí – respondió Urco encogiéndose de hombros –. ¿Queréis que bajemos ya al mercado?

Aceptaron enseguida la propuesta y retornaron al camino. Continuaron bajando por la senda ceñida de montículos de sal mientras Urco les anticipaba lo que iban a ver. Mas no hay explicación capaz de superar lo que la vista, más diáfana que las palabras, nos enseña. Y así, cuando el camino quedó despejado y vieron el panorama que se ofrecía a sus pies, quedaron boquiabiertos.

Una gran corriente de agua, armada con un islote afilado como la punta de una lanza, bajaba de frente en dirección al valle de Murcia, como si su intención fuera entrar de lleno en él. Sus ondas relampagueaban como la plata bruñida. Inesperadamente, el padre Tíber trazaba una gran curva hacia la izquierda y corría a ocultarse tras los farallones del Aventino, dejando a su paso un área lacustre donde crecían los matorrales y abundaban las charcas. Ante sus orillas, en una enorme explanada, decenas de animales mugían, balaban, gruñían, mientras hombres y mujeres les examinaban las patas, les palmeaban los lomos o tiraban de ellos para mostrarlos a los compradores.

Urbano Lacio, tras contemplar el Tíber unos instantes, echó a correr hacia él con los brazos abiertos, dando saltos y gritos y dejando atónitos a sus compañeros.

- Aquello es el Ara Máxima de Hércules – dijo Urco a Palantea, retomando el camino a paso normal. Le señaló, a la derecha, un punto en el valle cercano a un cruce de caminos. Tres eran los que confluían en ese lugar: el que ellos mismos estaban siguiendo, que continuaba hasta el vado del río y se reanudaba en la otra orilla, ya en tierra etrusca; la antiquísima senda que, arrancando del valle, seguía el curso del Tíber y conducía a Ostia y, por último, la vía que recorrían los comerciantes de sal para llevar el preciado producto a la tierra de los sabinos y otros pueblos del interior, conocida ya con el nombre de vía Salaria.

Palantea no daba señales de haberlo escuchado, caminaba extasiada mirando a su alrededor. El mercado de Alba Longa era extenso, pero mucho más angosto y jamás reunía tantos animales. Aquí, en cambio, constituían una masa móvil, una mezcolanza de cuernos y lomos de diversas coloraciones, una baraúnda de voces distintas mezcladas entre sí con extraña armonía. Al fin, la pastorcilla pareció despertarse de un sueño.

- Me gustaría ver de nuevo a tu madre – dijo, mirando de pronto a Urco –. ¿Estará en el mercado?

- No. Pero, si quieres, podemos ir a mi casa. Así verías también a Bona y sus cachorros.

Dudó la pastorcilla. Quería disfrutar de aquel singular espectáculo y no disponía de mucho tiempo. Aquella misma tarde debía regresar a Alba Longa con Énule o sin ella, pues su ama Kritubis difícilmente entendería un retraso mayor. Aún no le había respondido al niño cuando alcanzaron el valle. Alrededor del Ara Máxima de Hércules varias personas esperaban su turno para ofrecer un sacrificio y Palantea
expresó su deseo de asistir a uno de ellos. Negó Urco con la cabeza: Hércules prohibía a las mujeres acercarse a su altar. No sabría decirle cuál era la razón. Palantea quedó desconcertada. Propuso entonces ir a la orilla del río a buscar a Urbano Lacio antes de decidir qué hacer.

Lo encontraron cerca del vado, contemplando la corriente. Incluso en esa época de bajo caudal, el padre Tíber fluía majestuoso. En sus riberas crecían cañas y arbustos entre los cuales se detenían, mansas, sus aguas más externas. Innumerables pájaros cantaban, zumbaban los insectos, ratas y serpientes de agua se deslizaban silenciosas y apenas se dejaban ver como un reflejo bajo la superficie. Susurraban las ondas una música que cautivaba los sentidos, tal vez era la voz de alguna ninfa de las muchas que moraban en los alrededores o la del propio dios que quería enamorar a alguna de ellas. Era un río sacro, dador de vida. No era lícito bañarse en sus aguas sin motivo ni ofenderlo arrojando objetos.

- Si en verano resulta tan impresionante ¿cómo será en invierno, cuando su seno llegue cargado de agua impaciente por alcanzar el mar? – dijo en voz alta Urbano Lacio. Estas palabras produjeron una gran inquietud en Palantea, que se agitó sin saber por qué. Acostumbrada a la quietud del lago Albano, la idea de aguas tumultuosas y revueltas la asustaba.

- ¿Por dónde se desborda? ¿Hasta dónde llegan las crecidas? – preguntó Urbano girándose hacia Urco con la curiosidad asomándole a los ojos.

- Inunda todo esto – respondió el niño abarcando la ribera entera con el brazo extendido –. El inicio de la vía Salaria desaparece bajo el agua y entonces las barcas se meten por aquel valle – dijo señalando el Velabro, entre la colina del Capitolio y la del Palatino –. Eso si el río está calmo, porque de lo contrario… Con el agua está alta se usa un embarcadero junto a aquella colina y otro al pie del Palatino, casi a la puerta de mi casa.

- ¿Tú vives ahí? – se asombró Palantea.

-
Bueno, en realidad vivo en la cima, allí mismo – y señaló la cumbre del Palatino más próxima al cauce del río.

Palantea y Urbano miraron hacia arriba. Era un lugar muy alto, un talud de pura roca por la parte del río y del valle de Murcia. Seguramente Urco y su familia tendrían que dar un gran rodeo para llegar al mercado. Esto resolvió las dudas de la pastorcilla: no tendría tiempo de visitar a la madre de Urco, Acca Larentia, y así se lo hizo saber al niño.

- ¡Pero si no está lejos! – respondió éste –. Podemos subir en un momento. Desde aquí no se ve, pero hay una escalera tallada en la roca. La hizo Caco con sus propias manos.

- ¿Una escalera para subir una montaña? – observó Palantea, incrédula –. ¿Por qué iba a hacer semejante trabajo un ladrón que tenía su cubil en el Aventino?
Urco respondió que, según se creía, Caco había tenido su morada en el Palatino y sólo usaba la gruta para guardar su botín. En la colina se veneraba a Caca, su hermana. Debió ser una buena mujer.

Mientras hablaban se habían acercado al Palatino. Ni el cronista oral ni la pastorcilla alcanzaban a imaginarse cómo sería esa escalera. Incluso pensaron, aunque no lo dijeron en voz alta, que debía tratarse de otra broma de Urco. Se equivocaron: allí estaba. Los escalones empezaban en la raíz del monte y llegaban hasta la cima. Serpenteaba apenas, adaptándose a las rocas, de modo que éstas sirvieran de apoyo en algunos tramos. No era estrecha ni demasiado empinada, porque la ladera ofrecía en ese punto una moderada inclinación.

Palantea sintió un deseo intensísimo de subir a aquella cumbre, como si una fuerza irresistible la empujara hacia arriba.

- ¡Subamos, pues! – dijo con entusiasmo mientras saltaba sobre los primeros escalones. Se volvió a mirar si sus amigos la seguían justo en el momento en que un pájaro carpintero echó a volar desde un arbusto cercano y quedó suspendido sobre su cabeza durante un larguísimo instante.




NOTA 1: Os pongo aquí un enlace para que veais cómo está esa área en la actualidad:




Ver mapa más grande

NOTA 2: Disculpad la tosquedad de los dibujos, son de trabajo. Los he fotografiado de mi cuaderno de apuntes, pues los que figuran en los libros de los que los he copiado tendrán su copyright. Quizá el primero, que refleja el plano de la Roma arcaica, os sea un poco difícil de interpretar. Daré algunas pistas para quienes conocéis Roma:
a) La presencia de actividad humana permanente está acreditada en el área del actual Foro Boario desde el s. XI a.C., pues ya entonces se celebraba el mercado de animales del que hemos hablado en este capítulo. Esa es, quizá, el área más significativa de aquella Roma a punto de fundarse… Allí están ahora los llamados Templo de Vesta (el redondo) y templo de Portunus (el rectangular)
b) El Ara Máxima de Hércules estaba justo debajo de la iglesia Santa María in Cosmedin (Bocca della Verità). En la cripta – que es visitable – queda el resto de un muro del Ara Máxima de los tiempos de Adriano.
c) La vía Salaria pasaba entre las colinas del Capitolio y el Palatino y atravesaba lo que luego se convertiría en el Foro Romano. Ese valle, al que se hace referencia en este capítulo, se llama el Velabro y en él están la iglesia de San Giorgio al Velabro, el Arco degli Argentarii y el Arco de Jano.
d) La escalera de Caco ha desaparecido casi por completo. En el Palatino, junto a la casa de Augusto y las cabañas del pueblo de Rómulo hay un indicador porque quedan algunos vestigios pero ni se ven ni son visitables. Desde abajo tampoco puede verse bien esa parte, pues queda por detrás de la actual iglesia de Santa Anastasia.
e) El punto señalado con el nº 4 en el plano, es la localización hipotética del antro de Caco. Si no yerro en la interpretación de la ciudad actual, estaría más o menos donde ahora está la Rosaleda Pública. En la vista de Google se distingue porque se ven caminitos formando los parterres de flores, y está atravesada por la vía Valle de Murcia.
f) El camino por el que yo digo que irían Urbano Lacio y Palantea coincidiría (hasta donde es posible) con el que viene marcado en el mapa de Google como “via dei Pubblici”, y se ve bien los quiebros que hace. A ambos lados estaban los depósitos de sal. El camino que se cruza con él y corre a lo largo de la ladera del Aventino paralela al río, es la actual vía de Santa Sabina, también se ve clara en Google. En este capítulo, ni ese camino ni esa área tienen ninguna importancia, pero la tendrá en el futuro.

¡Prometo no volver a marearos más!

35 comentarios:

Elena Gallardo dijo...

Isabel, eres una caja de sorpresas! También dibujas! está claro que para ti la creatividad es una bendición, así que te deseo que la disfrutes. Y te agradezco tu capacidad para compartirla con los demás.
Un abrazo.

mariajesusparadela dijo...

Firmo el comentario de Elena.

Dilaida dijo...

No te preocupes por los dibujos, son estupendos.Me ha encantado este capítulo, gracias.
Bicos

L. de Guereñu Polán dijo...

Por favor, maréame más, pues si el relato tiene interés, todavía más las notas a pie de página que añades, pues ayudan mucho a hacerse una idea de la Roma primivita, o del antiguo solar que luego ocupará la ciudad. Me dispongo a comprobar algunas cosas que me interesan sobre la arqueología romana de época arcaica. Un saludo.

Elysa dijo...

Mareame todo lo que quieras, me dejo. Al fin y al cabo de esa manera me situo aún mejor en esta historia tan apasionante.

Besitos

La gata Roma dijo...

¡Qué maravilla! Siempre intento extrapolar los lugares de la historia que puedo conocer con la Roma actual. Lo de hoy no ha sido un mareo, me has aclarado muuuuucho más; la pena es que he estado en estos sitios abiendo algo de lo que fueron, pero ignorando muchísimo en realidad. Habrá que volver a Roma, esta vez con tus notas, jeje

Kisses

P.S. ¿Ese pájaro carpintero es algún otro signo divino?

Alejandra Sotelo Faderland dijo...

Avisa que el proximo capitulo si es para marearse o no, no hay problema. Lastima que con tanta iglesia destruyeron lo que habia debajo, un respeto por el pasado que mata se ve.
En cuanto al herido, mas vale que Kritubis lo este cuidando bien porque los enviados a buscar la curandera que la estan pasando bomba; la pelmaza de Aurelia (pobre pero da esa impresion: mete la pata a mas no poder, no ayuda en nada, cualquier otra madre estaria moviendo cielo y tierra por saber algo de su hija, sobornando, espiando, lo que sea y esta se tira a la catrera, perdon, cama por aqui), no deja ver a la otra enferma, e ya la vieja reina es definitivamente un plomazo. Menos mal que el carpintero algo les habra recordado, pero al menos los muchachos que pasen unos dias de vacaciones que se tienen merecido. Y sigamos con el mercado , la escalera y las visitas, que disfruten su dia.

Natàlia Tàrraco dijo...

Cuaderno de dibujos, notas...una maravilla eres Isabel, rastreadora minuciosa, "in situ", volando al ayer con la imaginación, los datos, la documentación. No hay quien se pierda de tu mano.

Me alegra la visita de la pastorcilla y de Urbano, serán bien recibidos en mi humilde casa, allá en el Palatino, nada más y nada menos.

Un detallito, el templo circular en el Forum Boario ¿no está dedicado a Hércules? Porque el de Vesta se situa en el Forum de la Ciudad, cerca de la casa de las vestales, circular también ¿me equivoco?

Besitos y augurios positivos para 2012 en todos los sentidos.

Anarkasis dijo...

"Esta tó mu bien explicao"
esto ¿la isla esa de en medio el meadro
¿es la isla de Cerceiorum de Teofastro?
es que estoy loca por saber quien es esa Isla

Cayetano dijo...

En aquellos días, no estaba mal la zona para hacerse uno una casita de campo. Ahora creo que el asunto está imposible.
Cuando he visto y leído lo de la escalera impensable, me he acordado de otras que tenemos por aquí, no tan históricas, pero si que te dejan con la boca abierta como la que hay en el parque de Monfragüe para ver los buitres negros desde lo alto.
Un saludo.

La Dame Masquée dijo...

Menudo trabajo exhaustivo el suyo. No falta detalle para trasladarnos a aquel lugar y aquel tiempo.
Hoy he disfrutado mucho con los dos capítulos que había acumulado. Aún hoy hay algún que otro Hércules, pero creo que lo que más abundan son Cacos!

Feliz fin de semana, madame

Bisous

Pedro Ojeda Escudero dijo...

No es marearnos darnos tantos detalles. De todas las formas, los mapas pueden cambiar... a gusto del autor, por supuesto.

Dolors Jimeno dijo...

Vaya entrada que has publicado!
Debes de sentir-te muy feliz cuando pones el punto final. Y también cansada, seguro que muy cansada.
D.

Ccasconm dijo...

Hemos viajado en el tiempo de tu mano, querida Isabel, y gracias a tus indicaciones sobre el primitivo asentamiento de la Urbe. ¡Nada de mareos!
Por cierto, ¡pobre hermana de Caco! Menudo nombrecito, jijijii
Besitos

RGAlmazán dijo...

Querida, he visitado la Roma con tus notas y he podido identificarle. Te aseguro que cuando vuelva allí, llevaré tus indicaciones para vivirlas in situ. Un placer, leerte.
Besos

Salud y República

W.B. dijo...

Isabel, adoro la antigüedad grecolatina. Me fascina Roma y me fascinan las mujeres cultas y sensibles como tú, que hacen de la divulgación histórica un placer y nunca un coñazo.

No puedo decir lo mismo de la obra de Mommsen, que es un ladrillo del copón.

Mil besitos, guapa.

virgi dijo...

¡Cómo marearnos!
Imagínate que después de leerte me voy a ir a unos planos que tengo de Roma para encajarlos en lo que nos explicas. Un placer es lo que es. Toda esta historia nos sirve para aprender con tus entradas e interesarnos cada vez más.
A mí me tienes enganchada, sigue con el mareo, porfi.

Freia dijo...

¿Marearnos? ¡Pero si es famtástico poder descubrir las colinas y los valles bajo el asfalto de la Roma actual! Además, desde mi punto de vista, es fundamental este capítulo para hacernos una idea clara de cómo era el "solar" de la futura Roma que veremos fundar.

Ni te imaginas lo que ha disfrutado Palantea con el paseo y la vista del mercado. Además, ha tenido una idea luminosa y está a punto de darle forma real. No es en vano que quiere ver a Acca Laurentia. Ni el anciano ni Rea Silvia se le van de la cabeza y no va a dejarlos a su suerte.

Espléndido capítulo, querida Romana. Y dibujas realmente bien, a pesar de lo que digas. Un abrazo.

iralow dijo...

Pues aunque no te lo cuente, vengo a marearme contigo cada vez que puedo...

Un abrazo desde el ventoso y lluvioso norte

Xibe dijo...

Me encanta, Isabel. No sólo el capítulo: también esa ventanita que nos abres a tu método de trabajo. Yo también intento ser muy exhaustivo en el tema de la documentación, incluso aunque no la utilice en el relato final yo tengo que tener muy claro el escenario de la acción. Me pasa también con los personajes: tengo que saber todo de ellos y, a veces, hasta de su familia!

Siempre adelante!
Un abrazo

Mayte dijo...

Un placer total, disfrutar de tu arte en todo sentido Isabel, un gran placer!

Abrazos!!

GABU dijo...

Amiga mía,¿ves porque admiro tanto tu trazo?
Si hasta para graficar sos tan clara que logras hacerme sentir dentro de la historia!!!

P.D.:Ese pájaro pendulante,espero que sea hacedor de buenos augurios... :)

BESITOS GEOGRÁFICOS ISA QUERIDA =)

Sahara dijo...

No dejas de sorprenderme cada día. Gracias por tu dibujo y más gracias aún, si cabe, por seguir deleitándome con tu relato.

Eres magnífica.

Un besazo

Isabel dijo...

Nos ilustras muy bien e incitas a buscar localizaciones y en mi caso aprender más que en el fugaz viaje a Roma que tuve ocasión de hacer hace tiempo.
Cuando vi tus buenas anotaciones y dibujos te imágine disfrutando.

Te deseo mucha felicidad, querida tocaya.

Un abrazo.

fgiucich dijo...

Un mareo más que agradable, del cual no quisiera salir. Abrazos.

Isabel Martínez Barquero dijo...

Me he puesto al día, que llevaba retraso y aquí estoy, tan contenta de descubrir cómo se fueron formando esos lugares amados. El hombre domó al padre Tíber y construyó en montes, valles y colinas; pero, ahora, contigo, he paseado por la naturaleza que dio lugar a la posterior ciudad.
Me ha resultado muy interesante la referencia al Forum Boario como el lugar de mercado. Sí, lo veo con mi imaginación.

Un abrazo, querida Isabel, que esto avanza y Roma ya clama su puesto en el mundo.

Ricardo Miñana dijo...

Contigo viajamos a Roma Isabel.
estos días tan señalados deseo
pases unas felices navidades.
¡felices fiestas!.
un abrazo.

elena clásica dijo...

Suscribo a todos los amigos: estamos entusiasmados por este recorrido tan detallado. Increíble un trabajo tan exhaustivo, una labor de investigación con planos, localizaciones reales, ruinas, caminos...
Y las sensaciones son luminosas, parece que necesitaramos al igual que Palantea un paseo y una visita de nuevos lugares, estamos descubriendo el mundo, una perspectiva diferente desde el espíritu de Urbano Lacio y Palantea. Un refugio de la maldad, del miedo, de la inseguridad de la mano de Urco. Parece que nos ha deslumbrado el sol desde los depósitos de la sal, una sensación de luz, de belleza nos ha invadido, la inquietud en la cueva oscura paladeando aún la historia de Hércules y de Caco, el majestuoso Tíber que vuelve loco a Urbano Lacio con los animalitos que han hecho ya historia, la escalarillas en la montaña de cuya realidad también sospechábamos, como si Urco nos quisiera tomar el pelo nuevamente... y, la idea de tener que volver, pero con el espíritu repuesto y con muchas ideas que transmitir por parte del cronista divino y de la humilde Palantea.

Un alto en el camino del sufrimiento que no en el del viaje y el conocimiento, pues estamos agotados con esta actividad, tan lejos de casa.

Precioso. Un abrazo grande, querida Isabel.

Marta Alicia Pereyra Buffaz dijo...

Querida Isabel, tu blog está maravilloso. Hoy te traigo mi saludo navideños y te dejo mis coplas:

COPLAS DE NAVIDAD
En Belén nos nació un niño...
cuando hombre, murió en la Cruz.
¡Esperanza dio a la Tierra;
al corazón, la luz!

Su mirada, de ilusión;
su nariz, con un lunar;
sus cabellos, de ensueños
y su boca, para amar.

Sus manitas regordetas
con deditos sonrosados
ya nos dan su bendición.
¡Somos sus seres amados!

¡El Niño duerme feliz!...
Un buey le cuenta secretos,
la vaca le dice muuu
y un gallo se queda quieto.

Mientras duerme el Niño Dios,
María lava pañales,
San José ordeña una cabra
y ahuyenta todos los males.

Llegan todos los pastores,
a adorarlo, desde el cerro.
Traen leche y corderos,
pan crocante y un cencerro.

Para él, los pájaros trinan,
se oyen alegres gorjeos.
Los grillos hacen cricrí
y a las cigarras no veo.

La estrella en Belén titila,
al Niño quiere anunciar.
Unos sabios Reyes Magos
ya la siguen sin parar.

Adoran al Niño
María y José,
todos los pastores,
los Reyes también.


Marta Alicia Pereyra Buffaz
Morteros, 14-12-03

Raul Rentero dijo...

como siempre es un placer pasar por aquí
estoy escribiendo ahora mismo una novela ambientada en la Iberia Romana, y es un gusto leer tu blog
un cordial saludo
Raul
www.maestrazgomagico.com

Isabel Barceló Chico dijo...

Queridos amigos, os pido disculpas por no responderos individualmente. Las obligaciones familiares... Muchas gracias a tod@s por vuestro apoyo e interés. ¡Así es fácil fundar Roma...!
Os pondré ahora unas fotos actuales del área. Un abrazo a todos y disculpas de nuevo.

África dijo...

Huy, a mí me encantan los dibujitos, planos, esas cosas que te situan en el lugar :D
Además me ha encantado la manera que tienes de meternos en ese recorrido, que parece que vayamos junto a ellos.
Un placer.


Besitos

Sahara dijo...

Querida amiga Isabel. Creo que es el sentir de todos los que te seguimos, si te digo que no tienes que pedirnos disculpas. Bastante tienes con preparar, de la manera que lo haces, las entradas con las que nos deleitas.

Un beso y ánimo.

Juanjo Montoliu dijo...

De marearnos, nada. Me parece un trabajo impresionante de documentación.

Increíble.

América dijo...

Nada de marearnos,esta entrada seguro tendré que volverla ha leer es muy,muy importante.Dibujas?....Talento es talento...
Besos mi guapa y tu tranquila con lo de las visitas para todo hay tiempo.
Besicos.