jueves, marzo 20, 2014

EL FUNERAL DE CAYO JULIO CÉSAR



Dedicado a Toni Zarza Sepúlveda, admirador de aquel gran hombre.





Roma. De la noble Marcia Emilia a su amiga Escribonia en Valentia. Salud. 


“… estoy segura de que Calpurnia agradecerá mucho tus palabras de condolencia cuando reciba tu carta. En cuanto a lo que me pides, amiga mía, es poco menos que imposible pues ¿quién encontraría las palabras adecuadas para describirte el funeral de César?

Desde todos los barrios de Roma se veía el humo oscuro ascender hacia el cielo procedente del centro del foro. No ha sido la primera vez, ni será la última que las llamas ocupan el lugar reservado a las palabras aunque, en esta ocasión, el fuego no brotaba de una acción iracunda, sino del mismo corazón de los romanos, que han perdido a un hombre grande. Sí, el cadáver de César ha sido incinerado en el foro y no el Campo de Marte, donde estaba preparada la pira funeraria. Y no ardía la ira, sino el dolor.

Mas no debo precipitarme en el relato de lo acontecido. El lecho de marfil sobre el cual yacía el cadáver de César fue depositado, como es costumbre, al pie de la rostra, enmarcado por grandes cortinajes. A un lado colocaron los trofeos, símbolo de sus muchas conquistas para gloria de Roma y, al otro, su último galardón: la toga ensangrentada que vestía cuando fue abatido por los puñales de los asesinos en el interior de la curia, pues ni siquiera respetaron un lugar que deberían considerar sacro.

Nuestra querida Calpurnia estaba de pie, junto al lecho fúnebre. Te hubiera impresionado su dignidad, pese a que su rostro revelaba los estragos ocasionados por el sufrimiento. Estaba ensimismada y recuerdo que pensé que quizá se representaban en su memoria los rostros de las esposas y de las madres de los asesinos. ¡Qué monstruoso es pensar que con ellas había compartido la mesa en los banquetes, los ritos secretos en las fiestas de la Bona Dea, el cuidado de la imagen de Fortuna Muliebris cuando era recién casada, la última fiesta Lupercalia hace apenas un mes, cuando ella misma se expuso al azote de los lupercos junto con Porcia, la mujer del Bruto amado por César que ha sido uno, si no el principal, de los magnicidas! 

No era Calpurnia la única abrumada por la brutalidad del asesinato y la enormidad de la traición. Todas las personas que llenaban el foro para dar el último adiós a César estábamos sobrecogidas. Cuando Marco Antonio leyó el testamento, escuchamos con estupor que César tenía tanta confianza en algunos de sus asesinos que les había encomendado la tutela de su hijo adoptivo, Octavio, y les había legado a título personal bienes que le eran muy queridos. A ese hombre extraordinario, el más grande que ha dado Roma, lo habían asesinado personas a las que él amaba, hombres a los que con gusto hubiera llamado hijos y que fingían tenerle amistad, a los que había perdonado la vida pese a que lucharon como enemigos suyos en la guerra civil. Era insoportable admitir que Cesar no había sido vencido en la guerra, sino en la paz, y que con él quedaban derrotadas la concordia y la clemencia. 

A esa conmoción, enorme ya, se unió la de saber que César legaba al pueblo romano sus jardines del Trastevere con sus innumerables obras de arte para que los ciudadanos disfrutaran libremente de él, además de una ingente suma de dinero que la propia Calpurnia había depositado ya en las arcas del tesoro. Ante todo esto la gente rompió a llorar de emoción y de rabia. Y apenas terminada la oración fúnebre, sin esperar a que trasladaran el cadáver a la pira funeraria, dos soldados enardecidos arrimaron sus antorchas al catafalco y enseguida empezó a arder.

Cesar merecía ser incinerado en el foro, en el centro social y político de Roma, en pleno corazón. La muchedumbre corrió a buscar objetos con los que alimentar el fuego: hicieron astillas de los muebles, trajeron leña desde la pira, arrojaron ropa, muchas mujeres se arrancaban las joyas para lanzarlas a las llamas. Todo era conmoción y dolor, un gemido colectivo que se expresaba en los gritos y lágrimas tanto como en el humo negro y en las ardientes lenguas que escalaban el cielo. Del barrio de la Subura, donde se había criado y gozaba de muchos partidarios, no cesaba de ir y venir gente acarreando objetos para engrosar la hoguera. Los judíos lloraban sin consuelo, nadie les había mostrado nunca la amistad que les obsequiaba César y sus mujeres no consentían en alejarse de la improvisada pira. 

Tres días con sus noches ha estado ardiendo la pira funeraria en el foro, un duelo largo y agotador del que han huido los asesinos tras haberse refugiado en un primer momento en sus casas: Roma ya no será para ellos un hogar….”






NOTA: El 20 de marzo del año 44 a.C. se celebró el funeral de Cayo Julio César.

* Escultura de César en la avda.de los foros imperiales.

**Imagen de la rostra, la tribuna desde la que los oradores se dirigían a los ciudadanos y también donde se pronunciaban las oraciones fúnebres en los funerales públicos.

***En el centro de la imagen, se ven los restos del templo de César y, bajo un tejadillo y tras los restos del muro central, está la base de la columna que señala el lugar donde fue incinerado César.

**** Hojas de acanto en el foro. Todas las fotos son de Isabel Barceló

20 comentarios:

Dyhego dijo...

Isabel:
Quien a hierro mata...
Vale.

Txema dijo...

Eres una maestra de la ambientación y conoces Roma mejor que nadie. Sabes que me tocas la fibra con estas entradas y más cuando son de César.
Un beso. Nos vemos muy pronto

tecla dijo...

Lo explicas y lo sientes como si lo estuvieras viviendo.
Conseguirás que el lector se abrace a tu obra y deje de respirar hasta que llegue el final.

Ahora lo único que me falta es hacerme con el libro que para eso soy bastante torpe, que a mi fuera de la librería y del "Círculo de Lectores" no hay quien me saque.
También estoy pendiente de uno de los libros de Isabel y me pasa lo mismo.
Un abrazo.

Toni dijo...

No tengo palabras. Decir que estoy emocionado es poco, me gustaría darte un fuerte abrazo.

elena clásica dijo...

Increíble, emocionante y vívido homenaje. Los siglos se han deshecho para contemplar la pira cuyo humo ascendía por toda Roma y seguirá cubriendo el cielo durante tres días.La desolada Calpurnia aparece ante nosotros con la certeza del retrato que nos recuerda nuestros terribles desgracias ante la pérdida.

Con este recuerdo la historia nos duele en el pecho. Traidores e infames considerados amigos, también aparecen por siempre retratados.

Bellísimo, terrible y emocionante.

Un fortísimo abrazo, querida Isabel.

Unknown dijo...

Julio César sigue incombustible. ¿Quién no lo conoce?

Dolors Jimeno dijo...

Isabel, me sale una palabra: colló! Menuda explicación, si me has hecho llorar y todo. Gracias.

Cayetano dijo...

Vanitas vanitatum et omnia vanitas.
Cura ut valeas.

África dijo...

Es como si hubiera estado allí mientras te leía...ufff...qué bonito!
:)


Un beso

Bertha dijo...

Roma no paga traidores...aunque los que asesinaron a Julio Cesar; tuvieron un buen destino después de desaparecer, que impotencia o mejor dicho que injusticia.

Feliz inicio de primavera Isabel.

Alejandra Sotelo Faderland dijo...

Un funeral improvisado no apto para estomagos delicados. Se ve que era muy querido para aguantar el olor de la carne y el hueso quemado y seguir arrimando cosas a la pira. Y nadie tiene idea de lo que significa esto, que el mundo ha cambiado, que nada sera como antes y mucho menos de lo que se viene....

Luis C. Barrionuevo dijo...

"Ignavi coram morte quidem animam trahunt, audaces autem illam non saltem advertunt". - Caio Iulius Caesar dixit-
Un abrazo y gracias por traerme el recuerdo de mi admirado "patrón"...

MentesSueltas dijo...

Hola, paso a dejar mi abrazo...

MentesSueltas

Anónimo dijo...

Hace tiempo que no pasaba por tu blog, ni por muchos otros. Da gusto leerte, Isabel,me has vuelto a llevar de la mano a la historia.

Un abrazo muy grande

virgi dijo...

¡Cuánto aprendo contigo! Si algún día vuelvo a Roma, recordaré la generosidad de César regalando a los ciudadanos los jardines del Trastevere...por cierto, ¿queda algo de eso?
Un abrazo siempre co admiración.

Anónimo dijo...

¡Ay! Tengo yo un "problema" con esto: ha sido nombrar a Marco Antonio y ya "veo" a Marlon Brando Amigos, romanos, compatriotas, prestadme vuestros oídos..., al Bruto de James Mason, a John Casio Gielgud, etc etc.
Un abrazo, Isabel

Mari Carmen dijo...

Yo también admiro a Julio César y valoro su huella en la historia. Me inpresionó profundamente la lectura que hizo el genial Marlon Brando de su testamento, en la película "Julio César". Una figura destacadísima y que siglos después sigue acaparando la atención entre nosotros.

Me has emocionado en narración, y aprendo muchísimo contigo, además de deleitarme, por lo que tienes en mí una de tus muchas fieles seguidoras.

¡¡¡GRACIAS!!!

Un abrazo.

Mari Carmen.

Ccasconm dijo...

Los funerales de César fueron el honemaje oficial de la república al hombre que la había llevado a la máxima gloria a la vez que la precipitó hacia el abismo del imperio.
Eres una maestra de las palabras. Con ellas nos transportas hacia el pasado.
Un beso

Airedemar dijo...

Todos ellos murieron de muerte violenta en pocos años.

Unknown dijo...

Hoy justo estuve donde fue incinerado está lleno de monedas y algunas rosas sigue siendo querido