- Me da un escalofrío solo de pensarlo… - Pasó una mano sobre la superficie rugosa de la piedra con delicadeza.
- ¡Pues no lo pienses, Marcia! No sé a qué
vienen estos pensamientos tan morbosos.
Por toda respuesta, Marcia apoyó la
mejilla contra la muralla y extendió ambos brazos a los lados, como si quisiera
dar un abrazo a los antiquísimos sillares. Cerró los ojos y respiró hondo.
- Doy gracias al rey Servio Tulio por
esta muralla y a los dioses por haber salvado Roma de desaparecer. ¿No lo
piensas tú nunca, Antonia? No sé qué sería de nosotras si no existiera esta
ciudad.
- ¡Déjate de reyes! Y esa muralla sirvió
de bien poco cuando llegaron los galos. Nuestros antepasados, ¡esos sí que
tuvieron agallas! Pese a que los galos habían arrasado los templos, incendiado
y derruido las casas, y dejado la ciudad sin calles ni edificios y llena de
porquería, decidieron reconstruirlo todo y seguir viviendo aquí. El mérito es
suyo.
- Tienes toda la razón, Antonia. Pese a
todo, amo esta vieja muralla. Me recuerda lo frágiles que somos.
- Y yo te recuerdo que nos conviene
volver a casa enseguida. Mi madre jamás me dejó salir a la calle el día de Alia.
Al llegar, haremos un conjuro para alejar la mala suerte. No hay en el año un día
más nefasto que este.
NOTA: El día de Alia (18 de julio) era el
día más nefasto del año. En él no había actividad pública, no se cerraban negocios
ni se celebraban bodas. En esa fecha, los galos habían destruido el ejército
romano a las orillas del río Alia, a poquísima distancia de Roma, en el 392
a.C. Durante nueve meses los galos destruyeron sistemáticamente la ciudad, a
fin de conseguir la rendición de los soldados que se habían refugiado en la
ciudadela. Pasado el peligro, se debatió en el Senado si debían abandonar la
ciudad y trasladarse a otro sitio, dado el estado de ruina total en que había
quedado todo. Al final, un presagio inclinó la balanza: se quedaron en Roma.
* Restos de la muralla serviana (anterior a la republicana) de hacia el s.IV a.C. Roma. Foto: Isabel Barceló
8 comentarios:
Querida Isabel:
Grande la memoria de los nuestros, siempre tienen algo que enseñarnos incluso desde mucho antes de lo que pensamos. Nuestros antepasados romanos ya sabían de la poca amabilidad que tenían algunas fechas en las actividades públicas. Qué importante es estudiar nuestra historia, todo tiene su por qué y es importante la piedad debida a los dioses protectores de un pueblo, cuando hemos estado a punto de ser destruidos. Las murallas, las piedras, nuestra historia nos hacen un guiño y con él podemos decir: bendita sea la valentía del pueblo romano.
Bravo, bravo y bravo.
Brava te!
Un gran abrazo, musa.
Una fecha para recordar y recordarnos que lo que levanta un pueblo es la unión y la memoria histórica.-Para no seguir repitiendo los mismos errores...
Un abrazo querida Isabel que pases un tranquilo verano.
Sí, el 18 de julio es un día nefasto. Y no fue aquella la única vez que unos bárbaros, ese mismo día, pusieron en peligro la civilización. Hay al menos dos casos más. Uno es la batalla de Alarcos, cuando los almohades derrotaron a Alfonso de Castilla. El otro, en 1936, no necesita que os lo recuerde...
El romano era un pueblo tozudo y persistente, perdía batallas, pero nunca perdía la guerra. Siglos despues los galos hablaban latin y no a la inversa.
Saludos
Ciudad eterna.
Hermosa información, Isabel, una idea digna de recordar para un dieciocho de Julio, aunque para nosotros también fue un día bien nefasto.
Para todos los españoles.
Día nefasto en el que se conmemoraba un hecho luctuoso, en este caso la destrucción de Roma por una invasión gala. Durante la historia de Roma se produjeron innumerables ataques tanto a su cultura como a la propia ciudad. El asedio por parte de las tropas de Aníbal se quedó en amago, pero los romanos vieron durante días con verdadero pavor que la destrucción estaba cerca.
Un beso
Un día nefasto para Roma, estuvo a punto de desaparecer. Otra fecha nefasta para recordar, el 24 de agosto de 410 D.C. cuando Alarico, a la cabeza de los Visigodos, saqueó Roma. Dos fechas separadas por ochocientos años. Roma también vivió otros momentos verdaderamente duros, por ejemplo la II Guerra Púnica, especialmente tras la Batalla de Cannas, o la migración de los Cimbrios y Teutones, solo Cayo Mario fue capaz de detener esa migración que puso en grave peligro la existencia de Roma.
Gran entrada Isabel, sigue así.
Saludos.
Sergi.
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