Antistia se arrojó a los pies de Emilia. El corazón le latía tan fuerte que se sentía mareada y, de camino al jardín, había temido que no le sujetaran las piernas. Postrada en el suelo, veía la hierba borrosa y trataba de no pensar en nada mientras los latidos le retumbaban en la cabeza como un tambor. Incluso la voz de Emilia le llegaba amortiguada.
- ¿No me has oído, Antistia? Levántate – le repitió Emilia removiéndose en la silla – Y límpiate las lágrimas.
A la noble Emilia le incomodaban las escenas. Su carácter afable soportaba mal ser testigo de emociones sin echarse ella misma a llorar, y ahora no quería hacerlo. Era evidente que su marido había dejado sin resolver algunos asuntos domésticos y tendría que solucionarlos ella. Escipión fue un hombre admirable, desde luego, aunque de escasa sensibilidad respecto a las mujeres.
- Domina – dijo Antistia con un hilo de voz, puesta ya en pie, pero con la cabeza gacha – me gustaría trabajar en la cocina, si no te opones. Soy buena con los dulces...
- No lo dudo, aunque no he tenido ocasión de probarlos – le respondió Emilia sin dejar de mirar los cabellos de la concubina, largos y ondulados, que caían a ambos lados de la cara y la dejaban en sombra. Se dio cuenta, de pronto, que la muchacha estaba temblando – Ni creo que llegue a disfrutarlos, porque no te quedarás en la cocina. He pensado en algo más adecuado para ti.
A Antistia estas palabras le provocaron un ataque de pánico. Como movida por un resorte y con la sensación de que le faltaba el aire, se arrojó al suelo de nuevo.
- Te lo suplico, domina, te lo ruego. Ten compasión de mí. No me mates ni me vendas, por favor. Te suplico que me dejes trabajar en la cocina, no notarás que estoy aquí. Puedo ser útil muchos años – gemía la concubina entre sollozos, alzando el rostro implorante hacia Emilia.
- ¡Ya basta, Antistia! – respondió Emilia echando hacia atrás los pies que pretendía cogerle la concubina. Se volvió hacia su hija Cornelia como pidiendo ayuda – ¡Por todos los dioses! ¿Cómo pudo amar tu padre a una criatura tan estúpida?
Cornelia respondió a su madre tomándole la mano y arqueando las cejas. Hizo un gesto para llamar a un esclavo y le pidió que trajera un asiento para Antistia y una copa de agua.
- No se te ocurra moverte de ahí, ni me interrumpas – dijo Emilia a la concubina señalándola con el índice. Le habían puesto la silla frente a ella y a su lado una pequeña mesita con el servicio. Beber agua parecía haber tranquilizado a Antistia, aunque su rostro permanecía contraído de angustia. Se sentía desorientada, no lograba comprender qué estaba pasando. El miedo instalado en su espíritu desde que enfermó Escipión, se había agarrado a su estómago y a su pecho y ocupaba todo su pensamiento. Había apoyado la copa sobre su regazo y la contemplaba fijamente, sin atreverse a levantar la vista para mirar a su ama.
- Ahora quiero que me escuches con atención, Antistia – dijo Emilia – Creo que aún no te has dado cuenta de quiénes somos. Yo soy la viuda de Escipión el Africano, el general más grande que ha dado Roma. Y tu has sido su concubina. No sería digno de un hombre semejante que a su muerte fueran vejadas las personas a las que él estimó. Ni sería tampoco digno de mi persona el consentirlo.
Cuando las palabras de la noble Emilia llegaron a este punto, Antistia se atrevió a mirarla. Tenía frente a ella a su ama, aquella mujer madura a la que hacía años había ayudado con el aseo y el vestido, cuidado de sus joyas y guardarropa; la persona que nunca se enfadaba si no estaba todo listo o tenía que esperar a que se calentaran las tenacillas; la mujer a la que había cepillado cada noche el cabello y quizá alimentaba la esperanza de recibir la visita de su esposo; la mujer a la que un día dejó de servir para dedicarse por completo a servir al marido. Antistia sentía un nudo a la altura del pecho.
- De modo que he decidido dos cosas respecto a ti – siguió diciendo Emilia –: la primera, concederte la libertad, como creo que habría deseado Escipión que hiciera. Y lo segundo, darte en matrimonio a mi liberto Paulo, porque no estaría bien que anduvieras sin marido. Es un buen hombre y espero que te acomode.
Antistia lloraba de nuevo, esta vez sin moverse de su asiento y en silencio. Sus lágrimas eran tanto de alivio por la desaparición del peligro temido, como de alegría y agradecimiento por el gran beneficio que acababa de recibir. Al fin pudo contenerse y lentamente se levantó. Miró un momento a Emilia antes de arrodillarse ante ella, con serenidad, y besarle la mano.
- Aunque sea libre, domina, siempre seré tu esclava – dijo. Y con paso digno se encaminó hacia la cocina.
Cornelia apretó la mano de Emilia. Sabía que, pese a la naturaleza generosa de su madre, este gesto tenía un especial valor. No es fácil compartir el lecho de un marido con otra mujer y menos todavía hacerlo sin perder la propia estima ni el respeto debido a sí misma. Se sintió henchida de orgullo: nadie podría decir en Roma que existían unos padres mejores que los suyos.
Desde la cocina llegó a sus oídos la algarabía de gritos y aplausos con que los esclavos recibieron a Antistia. Había declinado la tarde y hacía fresco en el jardín. Cornelia se puso en pie, ayudó a levantarse a su madre y le dio un abrazo.
- No tienes ya excusa, madre: dentro de una semana, volveremos juntas a Roma.
- Domina – dijo Antistia con un hilo de voz, puesta ya en pie, pero con la cabeza gacha – me gustaría trabajar en la cocina, si no te opones. Soy buena con los dulces...
- No lo dudo, aunque no he tenido ocasión de probarlos – le respondió Emilia sin dejar de mirar los cabellos de la concubina, largos y ondulados, que caían a ambos lados de la cara y la dejaban en sombra. Se dio cuenta, de pronto, que la muchacha estaba temblando – Ni creo que llegue a disfrutarlos, porque no te quedarás en la cocina. He pensado en algo más adecuado para ti.
A Antistia estas palabras le provocaron un ataque de pánico. Como movida por un resorte y con la sensación de que le faltaba el aire, se arrojó al suelo de nuevo.
- Te lo suplico, domina, te lo ruego. Ten compasión de mí. No me mates ni me vendas, por favor. Te suplico que me dejes trabajar en la cocina, no notarás que estoy aquí. Puedo ser útil muchos años – gemía la concubina entre sollozos, alzando el rostro implorante hacia Emilia.
- ¡Ya basta, Antistia! – respondió Emilia echando hacia atrás los pies que pretendía cogerle la concubina. Se volvió hacia su hija Cornelia como pidiendo ayuda – ¡Por todos los dioses! ¿Cómo pudo amar tu padre a una criatura tan estúpida?
Cornelia respondió a su madre tomándole la mano y arqueando las cejas. Hizo un gesto para llamar a un esclavo y le pidió que trajera un asiento para Antistia y una copa de agua.
- No se te ocurra moverte de ahí, ni me interrumpas – dijo Emilia a la concubina señalándola con el índice. Le habían puesto la silla frente a ella y a su lado una pequeña mesita con el servicio. Beber agua parecía haber tranquilizado a Antistia, aunque su rostro permanecía contraído de angustia. Se sentía desorientada, no lograba comprender qué estaba pasando. El miedo instalado en su espíritu desde que enfermó Escipión, se había agarrado a su estómago y a su pecho y ocupaba todo su pensamiento. Había apoyado la copa sobre su regazo y la contemplaba fijamente, sin atreverse a levantar la vista para mirar a su ama.
- Ahora quiero que me escuches con atención, Antistia – dijo Emilia – Creo que aún no te has dado cuenta de quiénes somos. Yo soy la viuda de Escipión el Africano, el general más grande que ha dado Roma. Y tu has sido su concubina. No sería digno de un hombre semejante que a su muerte fueran vejadas las personas a las que él estimó. Ni sería tampoco digno de mi persona el consentirlo.
Cuando las palabras de la noble Emilia llegaron a este punto, Antistia se atrevió a mirarla. Tenía frente a ella a su ama, aquella mujer madura a la que hacía años había ayudado con el aseo y el vestido, cuidado de sus joyas y guardarropa; la persona que nunca se enfadaba si no estaba todo listo o tenía que esperar a que se calentaran las tenacillas; la mujer a la que había cepillado cada noche el cabello y quizá alimentaba la esperanza de recibir la visita de su esposo; la mujer a la que un día dejó de servir para dedicarse por completo a servir al marido. Antistia sentía un nudo a la altura del pecho.
- De modo que he decidido dos cosas respecto a ti – siguió diciendo Emilia –: la primera, concederte la libertad, como creo que habría deseado Escipión que hiciera. Y lo segundo, darte en matrimonio a mi liberto Paulo, porque no estaría bien que anduvieras sin marido. Es un buen hombre y espero que te acomode.
Antistia lloraba de nuevo, esta vez sin moverse de su asiento y en silencio. Sus lágrimas eran tanto de alivio por la desaparición del peligro temido, como de alegría y agradecimiento por el gran beneficio que acababa de recibir. Al fin pudo contenerse y lentamente se levantó. Miró un momento a Emilia antes de arrodillarse ante ella, con serenidad, y besarle la mano.
- Aunque sea libre, domina, siempre seré tu esclava – dijo. Y con paso digno se encaminó hacia la cocina.
Cornelia apretó la mano de Emilia. Sabía que, pese a la naturaleza generosa de su madre, este gesto tenía un especial valor. No es fácil compartir el lecho de un marido con otra mujer y menos todavía hacerlo sin perder la propia estima ni el respeto debido a sí misma. Se sintió henchida de orgullo: nadie podría decir en Roma que existían unos padres mejores que los suyos.
Desde la cocina llegó a sus oídos la algarabía de gritos y aplausos con que los esclavos recibieron a Antistia. Había declinado la tarde y hacía fresco en el jardín. Cornelia se puso en pie, ayudó a levantarse a su madre y le dio un abrazo.
- No tienes ya excusa, madre: dentro de una semana, volveremos juntas a Roma.
* Hierba entre las losas en un lateral del foro romano.
** Remate de un templo arcaico, como pudieron verlo las protagonistas de esta historia . Museo Centrale Montemartino
***Foro romano. En primer término, el lugar donde se levantaba la casa de P.Cornelio Escipión
36 comentarios:
Un placer el encuentro. Me han fascinado tus historias que iré leyendo poco a poco. Son ágiles, interesantes y reflexivas. Como tú, yo también siento fascinación por Italia, en concreto por Venecia a la que ya he visitado dos veces y seguro que caerá una tercera.
Seguiré tus pasos. Los mios los tienes a tu disposición siempre que quieras.
Un abrazo.
Lisola
Isabel... querida Isabel :-)
Dos cosas:
1) Decirte GRACIAS por tu interés con el problema de cosas nimias y su plantilla, y porque tu primer comentario me hizo reir, sonreir, dentro de la contrariedad que yo tenía.
2) Ahora sobre el contenido de este blog. Pienso que sería estupendo que estas tus historias se recopilaran en un libro. Que deberían recopilarse en un libro!
Son interesantísimas y amenas. Y la estructura y redacción tanto de la parte narrada como de los diálogos, es perfecta.
Un beso!
Un "Intelectual" ha de tener la suficiente osadía como para atreverse a leer antes de firmar con un par de palotes.
Recibe un saludo.
Un "Intelectual" ha de tener la suficiente osadía como para atreverse a leer antes de firmar con un par de palotes.
Recibe un saludo.
Perdona que haya llegado tarde, pero no por ello la historia ha dejado de conmoverme. Creo que este es uno de los blogs que mas disfruto en visitar, sigue escribiendo Isabel que tus historias se quedan en nosotros como un recuerdo bello.
Lisola, muchas gracias por tu visita. Italia es verdaderamente fascinante, es difícil que alguien vaya por allí y no se enamore de ella. No conozco Venecia, pero estoy deseándolo. Seguimos en contacto. Un abrazo.
Hola almena, ahora podrás decir que eres una verdadera experta en contrariedades informáticas. Yo, en cambio, ni siquiera he sido capaz de aprender a hacer un link, menos todavía un estropicio, porque para eso hay que atreverse...Gracias por tus palabras de ánimo. Quién sabe si, al final, este blog podría terminar en libro. De todos modos, querida niña, ¡lo dudo! Pero sea cual sea el destino del blog, lo fascinante de verdad es qué les pasa a nuestras mujeres (ya a nosotras). Un beso muy fuerte.
Hola, nadie (u Odiseo). Bienvenido a tu casa. Sinceramente, no creo que un intelectual auténtico (no un pseudointelectual) firme con palotes, como tampoco creo que intente aprovecharse de quienes no saben firmar. Quienes así actúan podrán llamarse como se quiera, pero no intelectuales. Otra cosa es que te refieras a desaprensivos que quieran hacerse pasar por lo que no son. ¡Esto casi parece un trabalenguas! pero creo que me entiendes. Un saludo.
Hola laura hammer: no llegas tarde, la última entrega de esta historia acaba de colgarse. A mí también me conmueven estas personas que fueron capaces de comportarse de manera distinta de lo que se esperaba socialmente, y superar sus propios malestares para actuar con bondad. Parece más difícil recordar estas acciones positivas que las negativas, la bondad no suele tener buena prensa. Antistia y Emilia son dos caras de una misma moneda, ninguna de las dos pudo elegir su relación con Escipión ni lo que les ocurrió, pero sí pudieron elegir cómo responder a ello. Las admiro. Un besito, laura, y hasta pronto.
Muy buena la historia Isabel!
Vale la pena esperar por mas.
Y si, coincido en que deberia estar todo en un libro.
Excelentes tus escritos.
Besos de fan :)
Isabel,
Emilia era,que duda cabe, una "rara avis" dentro de la parafernalia de brujas,víboras y cortesanas cercanas al poder y a los poderosos en Roma.
Y si a Antistía no le gustaba el liberto?? Me imagino que era un asunto secundario,más importantes en ese momento eran su seguridad y la tranquilidad.
Vamos Isabel,anímate,que si Pérez Reverte hizo de su mediocre Capitan Alatriste un personaje de culto creo que tú podrías hacer de estos delicados personajes una saga interesantísima.
Un placer leerte
Schatz
¡Qué bueno Isabel! Emilia se ha comportado como nunca hubiera sospechado, ese perdón está mezclado de multitud de sentimientos, orgullos y piedad. Me has hecho disfrutar. Queremos tu libro en nuestras manos ya!
Besos
Me pareció justa la decisión de Emilia ya que en realidad Antistia no era culpable de convertirse en concubina, si el amo la había elegido como tal, sólo le quedaba aceptar o su destino lo más seguro sería muy cruel.
En cuanto a casarla con el liberto Paulo, no podemos juzgar este hecho desde nuestro punto de vista de hoy, a una mujer sóla en una ciudad como la Roma de aquella época, por mucho que le hubieran concedido la libertad, no le sería fácil subsistir, así que ese arreglo no era malo del todo.
Lo que si demuestra esta decisión es que Emilia no sólo era una buena mujer, si no que además era justa y comprendía la situación de Antistia que en el fondo no era la culpable de la situación.
Muy buen relato que nos deja con ganas de más.
Un arazo
Cuando leo tus historias se me pone el corazón en un puño. Me imaginaba este final, pero la solennidad del relato lo convierte en mucho más especial.
Sigo opinando que la lealtad de las mujeres es diferente. Con tu relato valoro aun mas la serenidad de las mujeres maduras. Quizas se puede ampliar y decir: la serenidad de las mujeres maduras madres.
carme
Saludos, princesa. Estoy segura de que estas mujeres tan interesantes tienen capacidad para atraer a muchas personas. Y sobre todo, para enseñarnos algo (o por lo menos, eso espero). Besitos.
Hoa, schatz76. Planteas una cuestión muy interesante. ¿Y si el marido que le han buscado a Antistia, no es de su agrado? Confieso que al escribir el párrafo correspondiente, le hice decir a Emilia algo así como "espero que te acomode", como un gesto de condescendencia más, para subrayar su interés por el futuro de la ex-concubina. En buena lógica, Emilia jamás habría dicho eso, por la sencilla razón de que el matrimonio era una cuestión de pactos y acuerdos, un contrato en el que ambas partes se benefician de esa unión. El matrimonio por amor era inexistente, ni siquiera podían imaginárselo. De hecho, los padres decidían si las hijas se divorciaban de su marido para casarlas con otro hombre cuya alianza les interesara más(y hacían lo propio con los hijos varones, claro). El matrimonio era un instrumento social y político, y el bienestar de la pareja o su felicidad eran objetivos que no se planteaban ni se perseguían. De hecho, el emperador Claudio, a mitad del siglo I d.C. hizo una ley prohibiendo a los padres deshacer matrimonios bien avenidos, por otra parte bastante infrecuentes.
El matrimonio por amor es una costumbre muy moderna. Quizá nuestros bisabuelos se casaron por acuerdo de sus padres y no porque se amasen, conque mira si es nuevo. Y para tomar todo este asunto con buen humor, aún me atrevería a decir otra cosa, sobre todo para nuestros amigos que sufren males de amores:¡¡¿A quién se le ocurre poner amor en un contrato?!!
Me ha gustado charlar contigo. Un abrazo.
Hola, maik pimienta, ¡y yo que pensaba que se veía venir la decisión de Emilia...!Desde luego, fue una mujer singular, porque no era infrecuente que las concubinas fueran maltratadas o vendidas a familias pobres para que sufrieran, era la forma que tenían sus amas de resarcirse de sus humillaciones. Creo que a tí Emilia te hubiera gustado. Un saludo.
Pues sí, Leodegundia, coincido contigo en que Emilia había comprendido plenamente que Antistia no había tenido elección y, por tanto, no había cometido contra ella ningún acto que mereciera un castigo. Creo, incluso, que Emilia fue mucho más allá: al darle la libertad, hizo lo que debía haber hecho su marido. Hay que darse cuenta del mucho egoísmo de esos hombres, que usaban de sus concubinas cuando les interesaba (igual que usaban de sus esposas) pero se desentendían por completo de su futuro, incluso sabiendo que les aguardaba la venganza. En este sentido, creo que Emilia demostró una sensibilidad y una humanidad que superaba a las de su marido.
Hay que decir, también, como tu señalas, que eran otros tiempos...con todo, Emilia dió una lección de humanidad y dignidad que tiene plena vigencia. Claro que ahora, como entonces, estos ejemplos no alcanzan mucho eco. Un besito.
hola Carme regueiro. Me alegra que intuyeras que la bondad de Emilia no era fingida ni restrictiva. Creo que ella fue muy leal a su marido y, al mismo tiempo, a sí misma, porque su figura ha quedado mucho más realzada por su generosidad que si hubiera actuado de manera vengativa como probablemente esperaba todo el mundo, incluidos sus esclavos. Pienso que ella tenía una gran altura moral. Y bien se merece por nuestra parte este recuerdo. Un abrazo.
HOLA ISABEL
MUY BUENA HISTORIA .
MUY DESCRIPTIVO TU RELATO .
ME QUEDO CON EMILIA ,
AUNQUE NO TENGA PRENSA .
ANIMATE PARA EL LIBRO
MIS SALUDOS
ADAL
SHALOM
me ha gustado mucho leerte, muchas gracias por visitarme
Hola hippie viejo, yo también me quedo con Emilia. Y verás como también te interesan y te gustan otras mujeres, incluso las menos virtuosas... gracias por tus palabras. Saludos
digler, gracias por tu visita. Espero que nos frecuentemos. Saludos.
Esta vez me he leido dos artículos de un tirón y me sigue encantando la manera de escribir que tienes y la sencillez con la que lo haces.
Un saludo
Gracias unjubilado: de fluidez y sencillez tú sabes mucho, así que aprecio tu comentario. Un abrazo.
todavia no la conozco en persona... tire de google para sacar la foto...
saludos
Buena manera la tuya de acercar las mujeres de Roma a nuestro estrecho mundo.
Siempre tienen mucho que decir a quienes se atreven a colocarse en otras épocas y a aprender de ellas.
Besos.
Isabel, antes de nada agradecer tus comentarios en mi blog. Por fín he tenido un rato para visitar el tuyo, y he de decir que no paré hasta leerlo por completo. Te felicito. Estás haciendo una labor estupenda... y además yo también soy "Romafílica". He estado dos veces y espero repetir cuanto antes.
Me gusta mucho cómo entrelazas las historias, cómo vas creando imágenes. Te seguiré leyendo.
Y te añadiré a mis links, con tu permiso.
Saludos
ALicia
Hola pasaba a agradecerle la visita, muchisimas gracias!!!... y tambien queria felicitarla por su blog, los posts son maravillosos... y muchas gracias por transmitirnos su pasiòn por Roma!!!!!
hola josestereo, bienvenido cualquiera que haya sido el camino. Espero que nos volvamos a encontrar. Saludos.
Saludos, Ybris. Sí, yo también pienso que podemos aprender mucho observando el pasado, sobre todo porque la distancia nos permite ver mejor. Seguimos en contacto. Un abrazo.
Hola, Alicia analibis. Te agradezco mucho que hayas encontrado el tiempo para venir a tu casa. Creo que es una buena noticia que los amantes de Roma nos vayamos reuniendo para hablar sobre ella y gozar de ella. Yo también estoy deseando volver cuanto antes a esa ciudad única. Seguimos en contacto.Besos
Has despertado mi interés sobre las vidas de las mujeres de Roma. Es un tema que se abre para mi, podrías sugerirme alguna biografía. Alguna historia especialmente contada, de una mujer de esas que a ti te gustan tanto.
gracias
carme
Hola !
Estoy apuradisima pero queria darte las gracias por pasar por mi blog y decirme cosas tan bonitas.
Has sido muy amable.
Todas mis caricias!
Hola Carme. Con respecto a la lectura sobre mujeres romanas,te aconsejaría empezar por un libro muy interesante que habla de muchas: "El amor en la Roma antigua" de Pierre Grimal, de la Editorial Paidós. Aunque en el índice no veas nombres de mujeres, habla de muchas de ellas y de una forma muy interesante y amena. Lo creo preferible porque hay muy pocas biografías de mujeres (de hecho yo he tenido que recurrir a leer muchísimas biografías de hombres para encontrar algo de mujeres) y las existentes (Livia, o Berenice, p.e.) son buenas, pero muy académicas y arduas. Pienso que es mejor empezar por esto. Además, no creo que te resulte difícil encontrar ese libro. Ya me dírás qué te parece. Un abrazo muy fuerte.
Hola astrónomo y badanita, disculpad que haya tardado en contestaros, se cayó la red de blogger y me he hecho un lío. Gracias por vuestras visitas, espero que nos encontremos más veces en vuestros blogs y en este que es vuestra casa. Saludos.
Preciosa historia, y sobre todo me gusta la forma que tienes de entrar y salir del alma de esas mujeres.
También me gusta la objetividad y la precisión histórica, son mujeres romanas carentes moral judeo-cristiana, por eso no se las puede valorar desde una moral alctual.
Por cierto muchas gracias por comentar y añadir mi blog al tuyo
buenooo Bien por Emilia..
He leido la histoira de las mujeres de Escipion de un tiron y sin poder parar.
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