lunes, julio 25, 2011

LA BALANZA EN EQUILIBRIO


(XXIV)
El ataque de Criseida había dejado sin habla a los consejeros. La reina era muy hábil con las palabras. Además, el ímpetu de sus intervenciones y su falta de escrúpulos desarmaban a sus interlocutores. Númitor lo había experimentado muchas veces. Sin embargo, no se rendiría en ese momento, pues su hija se hallaba a un paso de la muerte. Si Rea Silvia sucumbía, su propia vida carecería de sentido y valor. Invocó en silencio a sus antepasados y suplicó su ayuda. Era preciso mantener la serenidad y no dejarse arrastrar por la reina, cuyo odio ofuscaba el entendimiento de sus adversarios igual que las serpientes inmovilizan con la mirada a sus víctimas.
- Dejemos atrás viejas acusaciones hace tiempo zanjadas y examinemos los hechos – dijo Númitor, eludiendo así responder a la diatriba de Criseida, que había vuelto a sentarse –. ¿Ha ocurrido alguna catástrofe desde la fiesta de Júpiter Latiaris? ¿Se han producido fenómenos insólitos? ¿Han nacido animales con más de una cabeza, o se ha vuelto loco un buey, o han llovido guijarros? ¿Acaso, Vestal Máxima, se ha apagado el fuego de Vesta o ha dado la diosa alguna otra señal de ira?

- ¡No creo que Camilia sea la mas indicada para responder a eso! – bufó Criseida revolviéndose en su asiento.

- No hemos recibido ni un solo signo de cólera divina, consejeros – siguió Númitor como si no se hubiera producido esa interrupción –. Y eso sólo tiene una explicación: los dioses no están irritados con nosotros, pues de otro modo ya nos lo habrían hecho saber.

- ¿Pretendes convertirte ahora en intérprete de los dioses? – preguntó Amulio.

- En absoluto, mi rey. Constato que no hay señales de cólera divina ni de desagrado. Y si los dioses guardan silencio…
- Nuestras leyes respecto al sacrilegio son antiquísimas – intervino el consejero más anciano, poniéndose en pie –. Tanto, que su origen se pierde en la memoria de los hombres, noble Númitor, y te aseguro que jamás se ha esperado a recibir señales para castigar a los culpables.

- ¡Claro que no! – reforzó otro consejero, percatándose de la impaciencia del rey, y buscando ganarse su favor –. Rea Silvia está encinta siendo una vestal. ¡Mas inequívoca no puede ser la huella de su sacrilegio! Está fuera de toda duda que debe ser castigada.

- Ahí te confundes, consejero – respondió con agilidad Númitor –. Castigamos cuando se ha ofendido a los dioses. Pero mi hija, una joven casta e inocente que jamás ha entregado su cuerpo a un amante, no ha ofendido a los dioses y te diré por qué: ha sido el propio dios Marte quien la ha fecundado. ¡Por eso los dioses no manifiestan disgusto!

Estas palabras produjeron una gran confusión. Extrañeza, indignación, perplejidad, asombro. Los consejeros pasaban de un sentimiento a otro y volvían al anterior sin haber resuelto nada. Pidió calma Númitor y cuando los ánimos se serenaron, relató ante el consejo la historia que le había sido narrada por su
esposa Aurelia: el encargo que había recibido Rea Silvia de ir al bosque sagrado de Marte para lavar en su fuente los instrumentos sacrificiales del toro ofrendado a Júpiter, su soledad, su baño y su sueño, el joven resplandeciente que se le apareció después. Puso énfasis, sobre todo, en la revelación que hizo ese extraño muchacho a Rea cuando ella volvió en sí: no debía temer nada porque se había unido a la divinidad y había engendrado en su vientre a dos varones que serían superiores a todos los demás.

- ¡Esto es intolerable! – rugió el rey Amulio cuyos puños, apoyados sobre sus rodillas, se cerraban con fuerza creciente mientras escuchaba el relato de su hermano y se había contenido a duras penas –. Pretender que tu hija ha sido preñada por un dios es burlarte de nosotros. ¿Qué tienes que decir a esa impiedad, Camilia?

La Vestal Máxima Camilia, sentada a la derecha del rey, había escuchado hasta entonces en silencio. Ignorando los planes de defensa de Númitor, había juzgado más prudente callar. Su posición era muy comprometida, pues Rea Silvia estaba bajo su custodia cuando había quedado embarazada, y era posible que esta pregunta del rey tuviera la intención de hacerle hablar contra Númitor o desacreditarla a ella misma.
- La llamaría impiedad, rey Amulio, si fuera ésta la primera vez que tenemos noticia de un hecho semejante. No es así. Encomendamos la protección de nuestros rebaños a Fauno, de quien se dice que fue hijo de Júpiter y la mortal Circe, y lo veneramos en su gruta sagrada junto al Tíber. El fruto de los amores de Júpiter con Alcmena fue Hércules, a quien rendimos culto. Ese mismo dios sedujo con engaños a Letona, de cuyo vientre nació la gran Diviana, protectora de la vida y señora de la muerte. Tantas infidelidades y tanta prole engendró Júpiter en diosas, ninfas y mortales, que su propia esposa Juno se vengó de él concibiendo a su hijo Marte sin su ayuda, mediante el contacto con un espino blanco. Y no fue Júpiter el único dios inclinado a mezclarse con humanas. Así, desde los tiempos más remotos dioses y mortales se han unido y han procreado hijos.

- ¡Pero no estamos en los tiempos remotos, Camilia! – intervino la reina ¿Nos tomas por niños ignorantes? Tus palabras me ofenden.
- No veo por qué, mi reina – respondió con firmeza Camilia –. No he dicho nada que no sepan todos los aquí reunidos. Y ¿no es harto conocido que tu ciudad de origen, Lavinio, fue fundada por el príncipe troyano Eneas, hijo del mortal Anquises y de la diosa Venus? Tú misma, más de una vez, te has envanecido de ello. Y tú, rey Amulio, al igual que tu hermano Númitor, os habéis declarado descendientes de ese mismo Eneas a través de su hijo Ascanio o Iulo, fundador de Alba Longa. Así pues, si damos por veraz la historia de vuestros antepasados, y yo la doy, pues os legitima en el trono, vuestra estirpe procede, precisamente, de la unión de una diosa con un mortal. ¿Por qué no habría de repetirse la historia?

La crispación del rey Amulio y Criseida era evidente en el gesto duro de sus rostros y la tensión de sus manos. Si los ojos pudieran matar como los rayos, la Vestal Máxima habría caído fulminada por la mirada del rey. Los consejeros movían afirmativamente la cabeza, pues los argumentos expuestos por Númitor y Camilia eran de peso. Amulio, viendo que estaban muy impresionados, decidió que era el momento de hacer un pequeño descanso y pensar a su vez en el modo de contraatacar. Interrumpió la sesión y ordenó traer a la sala agua y vino.


Rea Silvia había vuelto en sí. Su madre seguía arrodillada a su lado, mientras en un rincón de la pequeña estancia permanecía como vigilante una doncella de Criseida. Rea había reconocido la estancia, pues había sido la suya cuando vivían en la cabaña real. Los ojos de madre e hija se cruzaron y había tal dolor en ellos, que no necesitaron decir nada. Aurelia pasaba la mano sobre la frente y el cabello de Rea, como si esa caricia las devolviera a la infancia, a una época dichosa y libre de temores. Hasta ese refugio precario e incierto llegaban las discusiones del salón.
Un ventanuco se abría en la pared que daba al exterior, y a través de él oyeron algunos ruidos. Pisadas, voces casi inaudibles. Pidió entonces Aurelia a la doncella que le trajera otra lucerna, pues la que había colgada junto al lecho chisporroteaba, señal de que se estaba acabando el aceite. Salió la mujer, y Aurelia sacó la mano. Otra mano se la estrechó.

- Estamos aquí – dijo Énule en voz baja, pero reconocible. Aurelia reaccionó con rapidez. Al llegar, le había quitado a Rea el anillo con el hedor de la abubilla para ocultar otra prueba del engaño y lo había metido debajo del lecho. Lo cogió rápidamente y lo arrojó por la ventana pidiendo que lo escondieran.
- Lo hemos enterrado – susurró Énule poco después y no intercambiaron más palabras.

Al poco, comenzó a sonar una música dulcísima. Rea Silvia cerró los ojos y vio agitarse ante ella las hojas de las encinas, correr las nubes y rizarse con el soplo del viento las aguas del lago Albano. Recordó el rostro del amado de la vieja Espórtula pintado sobre el techo y las paredes de su cueva la noche que ella y Palantea pasaron juntas allí, y cómo se libró entonces del peligro. Sintió emanar serenidad de la fuente de Silana, la luz de la luna sobre su piel en un claro del bosque, el calor del fuego de Vesta, Diviana insuflando su aliento en los dos seres que comenzaban a moverse en su vientre.

Palantea tocó su siringa toda la noche mientras las lágrimas resbalaban por las mejillas de Rea Silvia.

20 comentarios:

Isabel Barceló Chico dijo...

¡No diréis que no voy deprisa! Y todo para no dejaros en vacaciones con esta intriga. ¡¡Sigo!! Besos a tod@s.

ANTONIO CAMPILLO dijo...

Pues, con todo el descaro del mundo por obligarte a trabajar, sigue Isabel, sigue, porque las lágrimas de Rea Silvia deben caer en el delicado vaso de ¿un futuro bienestar?

Un fuerte abrazo.

Elysa dijo...

Gracias, Isabel, esto no es fácil, lo sé.
El juicio sigue y nada se decide todavía, veremos.

Besitos.

GABU dijo...

Que combate se armo al final!!!!

Has entrelazado el relato con gran agilidadse percibe la tensión hasta en las palabras finales...

P.D.:Las lágrimas de REA SILVIA serán premonitorias nuevamente??

BESITOS VACACIONALES AMIGA QERIDA ;-)

virgi dijo...

Gracias a tu sabiduría podemos ir mejorando nuestra angustia. Los argumentos que expone la Vestal Máxima serán seguramente decisivos.
¿No enviarán los dioses algún signo para mejorar la situación?
¿O lo dejan todo en manos de nuestra escritora?
Bien, bien, puedo desayunar más tranquila.
Un abrazo, admirada Isabel.

Dilaida dijo...

Gracias Isabel por este nuevo capítulo.
Hoy me dejas un poco más tranquila. La Vestal Máxima está estupenda en su discurso.
Bicos

mariajesusparadela dijo...

No solamente vas a prisa sino que nos llevas y nos traes entre la incertidumbre y el temor...

Natàlia Tàrraco dijo...

Menos mal, amable Isabel, que nos tenías sin aliento en plenas vacaciones.

No me defraudas jamás, amiga mía, en este capítulo brilla la sabiduría de Camilia sin dar oportunidades a las sierpes, argumentos sólidos, ancestrales, irrebatibles. Si de Iulo , Venus y Eneas, desciende la estirpe de Amulio y Numitor, dándose por valida la leyenda, ¿no han de aceptar a Marte como amante y padre de las vidas que laten en el vientre de Rea?
Esperemos que no se revuelvan las malas artes de la pareja real, acudamos relajados a ese dulcísimo reposo escuchando la siringa entre favorables brisas que la delicada Silana nos regala. Soy optimista.

Me ha encantado tu ir y venir de la angustia, la intriga a esta placidez melancolica, poética, bellísima entre mujeres, Ninfas, amigas, no derrame lágrimas nuestra niña, si lo hace que sean de alegría.
Llueve o xove en a Galicia, no me quejo, aparecen meigas entre la niebla y las sirenas murmuran espumas !ave!

Isabel dijo...

Sí que vas deprisa, tanto que hasta hoy no he podido ponerme al día; se me fue internet en el desmayo, así que estaba deseando saber más. Y quedo más sorprendida, si cabe, de tu destreza en manejar hilos y argumentos a favor de Rea.

Felicidades por tu post 500. Me alegro un montón y miro en tu espejo para continuar.

Un fuerte abrazo.

África dijo...

Sí que vas deprisa, que me he leído dos capítulos en lugar de uno XD
Y menos mal, porque el capítulo anterior ya me dejaba muy preocupada.
Así, leyendo este te reconforta la agilidad de Númitor y Camilia al exponer sus argumentos en favor de Rea Silvia.
Me encanta imaginar a Amulio y Criseida a punto de estallar de rabia, puedo aplaudir? :D


Quiero mássssssss!


Un besito

RGAlmazán dijo...

Pero, ¿esto qué es? A los leones con una vestal que está preñada. No se pueden hacer concesiones, por muchas historias de dioses que nos cuenten. Lo dicho, a borrar a Rea y cuenta nueva.
Rey Amulio.

Querida Isabel, cada vez hay más intriga, no nos la quitas, sino que nos la pones.
Besos

Salud y República

Joanna dijo...

Muchas gracias por no dejarnos con la intriga!! estos últimos capítulos están la mar de interesantes!!!!!

Isabel Martínez Barquero dijo...

En las ocasiones extremas de peligro, las mentes dan con argumentos de fuste, y las de Númitor y Camillia han estado sublimes. Sus disertaciones ante el Consejo son brillantes y los padres de la patria Alba Longa no pueden desatender las razones míticas que son el mismo sustento de sus reyes.

Un capítulo brillante, Isabel. En él, la oratoria es la gran protagonista. Además, se respira una cierta serenidad al final y se perfila una solución. ¿Que los dioses asistan a nuestra narradora para salvar a Rea Silvia!

Un abrazo y gracias por tu entrega y dedicación, querida amiga.

fgiucich dijo...

Es dos últimos capítulos me ponen sobre ascuas, querida amiga. Tu manejo del suspenso, endulzado con buenas letras, atrapan. Abrazos.

Freia dijo...

Tocaré todas las noches que haga falta, al pie de su ventana, para evitar su tristeza y serenarla.
La situación se nos queda en un impasse delicado pero algo más tranquilo que en el anterior capítulo.

Un abrazo fuerte para Levante, querida Isabel

Alejandra Sotelo Faderland dijo...

Bueno, alguna ayuda estan recibiendo, aunque sea el sedante de la musica, ademas de cerrarle el pico a ese mal par de pajaros llamados reyes....
Le cambiaron el nombre a la divinidad de Lizzie????

Mayte dijo...

Isabel, apenas he podido tener el tiempo para disfrutar de todo lo que me he perdido este fin de semana, largo...intenso, aunque no tanto como la intriga, el dolor, el temor y la certeza del destino sobre Alba Longa, sobre Rea, sobre la misma vestal y todos los que habitan dentro de esta historia...que delicia...he llegado ansiosa hasta este capítulo...desde hace un rato.

Un placer!

Besos, amiga.

pilar llorca dijo...

Cuantas emociones y congojas, no se a que Dios aclamarme, para que todo se solucione.
Esta claro que las soluciones muchas veces son traumaticas.
Lo único que consuela y entristece
, es ver a unos padres luchando por una hija sentenciada a muerte, y sus más fieles amigas, como Camila y mi admirada Palantea, haciendo notar su presencia.
BSS.

Hyperion dijo...

Qué bien están tejidos en este tapiz el hilo del mito más allá de la historia, la historia de Roma y las historias de estas mujeres, de estos hombres. Una túnica a medida.

I. Robledo dijo...

Ah, que tiempos tan amables aquellos en que cuando una jovencita quedada embarazada siempre tenia el recurso de decir que algun dios se habia encaprichado con ella...

Magnifica la evolucion de la historia, amiga